Monday, September 01, 2014

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO: A PROPÓSITO DE LOS CORNEJOLEAKS, LOS LOBIES, LOS CONGRESISTAS CON TRAMPAS, LOS CANDIDATOS CON ANTECEDENTES PENALES, POLÍTICOS VANIDOSOS, OTROS CON SUERTE Y LA TECNOLOGÍA DE INFORMACIÓN

Por Eduardo Jiménez J. 
       ejj39@hotmail.com

¿Un personaje público tiene vida privada o esta desaparece? La tiene, aunque en menor medida que una persona común y corriente. La regla es que a mayor exposición de la persona a la cosa pública, menor diámetro tiene su vida privada; y viceversa: los que no somos personajes públicos gozamos de una amplia vida privada, dado que la misma no interesa a los demás.

¿Es válido hackear correos de una cuenta personal de correo de un personaje público?

Más allá de la legalidad que busca ocultar estos intríngulis, no hay respuesta absoluta. Dependerá del contenido de esa cuenta. La respuesta será absolutamente afirmativa si en los correos se comentan hechos de interés que todo ciudadano tiene derecho a conocer al ser cosa pública, como sucedió con la cuenta interceptada del ex primer ministro Cornejo, donde una conocida lobista, socia nada menos que de la mismísima hermana del actual ministro de economía, solicitaba una ampliación del período de pesca de anchoveta para beneficio directo de una compañía pesquera donde ella -coincidencia de coincidencias- era directora.

Al hacer una ponderación, pesa más el derecho a conocer un hecho público que la privacidad del correo. Conflictos de intereses, donde lo público y lo privado se diluyen; y donde el entonces primer ministro utilizó una cuenta privada para tratar asuntos relativos a su gestión ministerial.

Es lo que sucedió también con el ministro de energía y minas, descubierto in fraganti, por otro correo hackeado, donde se detallaba que permitía graciosamente que una empresa regulada por su sector elabore el reglamento de una importante ley. Es decir, el gato de despensero.

Y estos dos casos son apenas un tímido ejemplo del tráfico de influencias que se produce a diario en el Ejecutivo que, como se recordará, se iniciaron apenas asumieron las riendas del estado con el famoso affaire de Las brujas de Cachiche, donde estuvo implicado Omar Chehade, primer vicepresidente de Ollanta Humala.

O pongamos algo más pedestre: el tráfico de influencias de los dos últimos ex presidentes del congreso nacional para nombramiento de “asesoras”, las que en realidad eran, en buen castellano, amantes, o como vulgarmente se denomina “trampas”.

No nos interesaría si las asesoras en cuestión hubiesen sido sufragadas con el peculio de los dos congresistas del oficialismo cuando ejercieron el cargo de presidentes del Parlamento; pero el interés público radica en que los nombramientos fueron pagados con el dinero de los contribuyentes, de todos nosotros, por lo que tenemos derecho no solo a saber, sino a que rindan cuentas y se sancione drásticamente a los dos congresistas y, por añadidura, devuelvan el dinero gastado en emolumentos, regalos y viajes de sus “asesoras”.

En una democracia con mayores controles de lo público hace buen tiempo los dos congresistas en entredicho hubiesen sido defenestrados de sus cargos, más con el agravante de haber detentado el cargo de Presidente de un poder del estado, y quizás purgado una condena privativa de libertad por haber utilizado recursos públicos para fines privados (mantener a la amante). Como vemos, acá no pasó nada, más allá de lo anecdótico.

Si bien el tráfico de influencias se ha producido también en otros gobiernos, como que en el presente el hecho da la impresión que se ha acentuado. Y eso que estamos hablando de un gobierno que iba a liderar “la gran trasformación”, incluyendo la moral del “hombre nuevo peruano”.

Un hecho al que debemos dar gracias a la tecnología es el uso de un software que permite cruzar información de distintas bases de datos y conocer oportunamente si alguno de los candidatos cuenta o ha contado con sentencia judicial por delito cometido.

En el pasado era imposible, sobretodo porque determinar caso por caso si un candidato tenía o no prontuario era descubrirlo cuando ya había juramentado el cargo o, peor aún, había concluido su mandato. Ahora gracias al software Veritas (creado por “hackers buenos”) hemos descubierto centenas de casos de candidatos sentenciados, desde delitos por omisión de alimentos, pasando por violaciones y estafas, hasta terrorismo y homicidios. Una verdaderas “joyitas”.

Otro grupo son aquellos que declararon un título o grado académico no obtenido. Son los que mordieron la vanidad de vanidades.

Para ser político no se requiere un grado académico. Fueron, y grandes políticos, sin ningún título o grado que ostentar, Víctor Raúl Haya de la Torre o José Carlos Mariátegui. Haya, por los avatares políticos de su dilatada vida, nunca pudo terminar la carrera de Derecho y menos obtener su título de abogado; y Mariátegui, por razones de salud y de situación económica, no terminó la educación primaria.

Sin embargo un discípulo de Víctor Raúl, con mayor suerte y confort económico que el maestro y, por añadidura, ex presidente de la república, decía ostentar, o por lo menos permitió que se creyese que ostentaba, un doctorado en la prestigiosa universidad La Sorbona de París; y, ahora, hasta se encuentra en tela de juicio su dudoso grado de magíster obtenido en una universidad donde su correligionario y buen amigo es nada menos que rector.

Claro, tiene cierto “estatus” que a un político con cargo público, antes de su nombre venga, a modo de prefijo, el consabido “doctor”, o que en las placas conmemorativas, a las que son muy afectos, aparezca la conocida frase “obra inaugurado siendo presidente o alcalde el doctor ……”; pero, le debe costar su esfuerzo, y doctores, realmente doctores, de verdad hay pocos. Vanidad de vanidades.

Pero, volviendo a los candidatos de las próximas elecciones, un grupo mayoritario de estos son los que no declararon bienes ni rentas. Imaginamos que debe ser gente que vive de lo que buenamente el partido al que pertenecen les da o lo que sus vecinos colaboran. No faltará un amigo por allí que le preste gratuitamente una casa para que viva con su familia, otro que le regale una camioneta 4x4 para que se desplace cómodamente, y uno más que tiene una cadena de supermercados y le proporciona de todo para la alimentación de él y su familia. Tipos suertudos la verdad, como el ex alcalde que va a la reelección por Lima, con serias dudas y manchas bien oscuras sobre su anterior gestión, título de una universidad donde no lo obtuvo y con un título de arquitecto en otra, obtenido misteriosamente, y que hasta ahora es un acertijo saber cómo vive o como dice la conocida letra de una canción “cómo lo hace”. Debe ser “rico” vivir así, sin trabajar, con amigos que te mantienen y de “yapa” obtienes títulos y grados profesionales que te llueven del cielo.

Pero, existe otro importante grupo de candidatos que tienen sentencia ya cumplida; es decir “pagaron su deuda con la sociedad” como eufemísticamente se acostumbra decir. Si bien es cierto ello, creo que el Estado, vía el Jurado Nacional de Elecciones, teniendo en cuenta el interés imperativo de la sociedad (de nuevo la cosa pública), debería poner en conocimiento de la ciudadanía quienes son estos candidatos que otrora delinquieron y por qué delito, aclarando indudablemente que ya cumplieron su condena. El elector decidirá al final si le entrega la confianza de su voto o no. Han existido casos de condenados redimidos realmente y que luego contribuyeron con una clara y notable función pública; pero, por el principio de trasparencia y publicidad, el elector debe conocer los antecedentes, el pasado, del candidato por el que piensa votar. Al final de cuentas es mejor tener un buen elector informado a uno que no lo es. Y como dice el conocido adagio –al cual era afecto el conocido ex presidente- “quien no la debe no la teme”.


De nuevo el interés público y el privado. En una república uno prevalece sobre el otro en determinados casos.

Monday, August 18, 2014

ARGENTINA EN DEFAULT

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejjlaw@yahoo.es

El default es un término de la jerga financiera que en buen romance significa “cesación de pagos”. Alude a una imposibilidad de pagos –también a un no querer pagar- por parte del deudor ante una deuda que ya venció total o parcialmente, ingresando este en mora; y otorga al acreedor el derecho a exigir el pago íntegro de lo adeudado y no solo la cuota vencida. El principio pertenece al derecho de obligaciones y se aplica a los particulares e incluso cuando el deudor es un Estado, que es lo sucedido con Argentina en la crisis de “los fondos buitre”.

Hace algunos años atrás, cuando fue la crisis del 2001, sintomáticamente por otro default, el gobierno argentino consiguió que gran parte de los tenedores de bonos aceptaran renegociar el monto de lo adeudado (lo llamaron “canje”), pagarles menos pero respetando estrictamente un cronograma de pagos, lo cual se ha cumplido. Más del noventa por ciento de los acreedores aceptaron; pero, un grupo minoritario vendió sus papeles de deuda a fondos especulativos (llamados despectivamente por el gobierno argentino “fondos buitre”), los que litigaron para que se les pague el monto original de la deuda más los intereses respectivos, logrando lo que era más que evidente: que el órgano judicial norteamericano (en particular el juez de la ciudad de Nueva York, plaza financiera del llamado “canje”) les iba a dar la razón en vista que por decisión unilateral el deudor no puede cambiar las condiciones de pago.

Mientras el proceso estuvo en trámite,  Argentina consiguió una medida cautelar denominada “stay” que consiste en no innovar, en dejar las cosas como estaban hasta que se resuelva el fondo del asunto; lo cual les permitió no pagar a los deudores en litigio hasta que se agote la vía judicial. Pero resuelta la controversia con el pronunciamiento de la propia Corte Suprema norteamericana (que se inhibió de conocer la problemática), el expediente regresó al juez de origen (el juez Thomas Griesa), y la medida cautelar carecía de objeto.

El asunto es que el juez ordenó que Argentina debería pagar por igual a todos los acreedores (pari passu o equidad en el pago), sean estos acreedores que llegaron a un acuerdo (los del “canje”), como aquellos que litigaron por respetar las condiciones originalmente pactadas (los “fondos buitre”).

Como veremos más adelante, puede ser discutible la fórmula usada por el juez Griesa. Quizás se pudo haber usado una mejor técnica, a fin de no soslayar las consecuencias jurídicas de las transacciones ya celebradas por el gobierno argentino con más del noventa por ciento de bonistas del llamado “canje”; pero no menos cierto es que aquí y en cualquier parte del mundo “deuda es deuda” (valga la tautología), y un deudor no puede imponer unilateralmente condiciones de pago al acreedor. A ello se debe sumar “el temor y respeto” casi reverencial que se tiene frente a un juez anglosajón, hecho al cual nosotros, los latinos, no estamos acostumbrados.

En la práctica, las consecuencias del fallo judicial implicaban que la reestructuración pactada con los acreedores canjistas pueda quedar sin efecto, en vista que los acreedores que transaron podrían solicitar por vía judicial igualdad en las condiciones de pago con los acreedores de los “fondos buitre" por una cláusula contractual pactada denominada RUFO (por sus siglas en inglés, Rights Upon Future Offering), que habilita a los acreedores que aceptaron el “canje” a exigir legalmente las mismas condiciones que las otorgadas a un acreedor distinto. Es decir, si Argentina paga más a los acreedores de los “fondos buitre" tendrá, por equidad, que abonar esa misma suma a los acreedores que aceptaron el canje de la deuda.

En pocas semanas al gobierno de Cristina Kirchner se le vino un problema gigantesco: tenía poco tiempo para no caer en default, en cesación de pagos, y, por la parte legal, quedar sin efecto las transacciones suscritas. Primero intentó reactivar la medida cautelar de “stay”, lo cual –como vimos- no consiguió, luego hizo un depósito “de buena fe” en un banco norteamericano pero sin pagar directamente a los acreedores en litigio (depósito que el juez Griesa ordenó su inamovilidad), ha tratado que bancos privados argentinos paguen en su nombre (figura jurídica que se conoce como subrogación) sin mucho éxito (los bancos argentinos, por obvias razones, han pedido mil y una garantías ante la eventualidad de un desconocimiento posterior de la obligación por parte del gobierno argentino) y tenía la lejana esperanza que algún “banco grande” de la ciudad de Nueva York compre la deuda a los “fondos buitre” y luego pueda negociar con ese banco. En el colmo de la desesperación, el gobierno amenazó con acudir a la Corte de la Haya y hasta a las mismísimas Naciones Unidas, olvidando que la Corte de la Haya solo se avoca a controversias entre estados, y la ONU no tiene competencia para este tipo de asuntos.

Políticamente quisieron mejorar su imagen internacional solicitando en la última reunión de los BRICs pertenecer al selecto club, pero la negativa de estos a incorporar a un socio con las precarias credenciales que tiene ahora Argentina le significó una cortés pero rotunda negativa.

Todas estas medidas, así como los insistentes mensajes por parte del gobierno de desconocimiento de la deuda han buscado no pagar, por lo menos en el presente año, a los llamados “fondos buitre”, dado que de hacerlo se activaría la cláusula RUFO y obligaría al estado argentino a pagarles a dichos acreedores lo mismo que a los “fondos buitre”, por lo que el pago ya no sería de 1,500 millones de dólares (suma aproximada a que asciende la deuda a favor de los acreedores judiciales), sino de aproximadamente 30,000 millones de dólares (suma que tendría que abonar a los bonistas del “canje”), casi todas las reservas del país del sur. Ese es el principal “quebradero de cabeza” que tiene la administración de Cristina Kirchner y por ello hemos presenciado en los días posteriores al fallo distintas “poses escénicas” de “deudor ofendido”, más en tono de sainete que de drama propiamente.

La cláusula vence el 31 de Diciembre del presente año, de allí que el gobierno trate de “alargar” el plazo de pago a los “fondos buitre” lo más que pueda o pagarles este año una suma similar a la que desembolsaría a los acreedores del “canje” y al año siguiente, al vencer la cláusula, abonarles el resto.

Según los especialistas, Argentina no caería en la magnitud de la crisis de cesación de pagos de inicios de siglo, quizás al final “la sangre no llegue al río” y se logre, como dice la letra del conocido tango, un acuerdo “a media luz” entre los “fondos buitre” y el gobierno argentino mucho más ventajoso para estos que los acuerdos que suscribió con los acreedores del “canje”.

Técnicamente Argentina ya se encuentra en default, en cesación de pagos, dado que no honró la deuda el 30 de Julio pasado y lo convierte en un sujeto de crédito internacional poco o nada confiable, lo que se reflejará en distintos índices económicos del país (depreciación de la moneda, inflación, recesión, restricción de importaciones, desempleo), ello sin contar los sonados casos de corrupción y malversación de fondos públicos en las altas esferas del gobierno peronista que incluyen hasta a su actual vicepresidente y son vox populi en todo el mundo.

Con reservas bastante bajas, sin acceder –por su calificación crediticia- hace muchos años al mercado de capitales, con precios internacionales de materias primas como la soja que han descendido, sus ingresos principalmente son del comercio directo con China o Rusia, y en menor medida con sus socios del MERCOSUR y los subsidios del petróleo “chavista”. Mientras tanto el gobierno “convivirá” con el default y tratará de obtener réditos políticos de este tanto en la correlación de fuerzas al interior del peronismo como con los opositores.

Lo dramático que podría suceder es si la situación de incertidumbre se agudiza, traería pánico financiero, que los ahorristas retiren masivamente su dinero de los bancos, y el gobierno podría verse obligado a decretar un nuevo “corralito” (congelación de los depósitos), lo cual lo haría francamente impopular y podría ser el inicio del fin del kirchnerismo.

Otro riesgo es que a Argentina, como a cualquier deudor, sus acreedores busquen embargar sus cuentas (algo de eso está intentando uno de los acreedores). Y si bien políticamente la presidenta argentina hace una serie de gestos más para la platea, para el público interno, a fin de mantener su legitimidad y lealtad entre sus partidarios y generar un “enemigo externo” que le permita crear un frente común con la sociedad organizada (empresarios, sindicatos), haciendo votos que la población no se vea contagiada de incertidumbre o, peor aún, de pánico; lo cierto es que frente a una sentencia firme ordenando el pago a los acreedores, más allá de las argumentaciones “ético-filosóficas” de Cristina Kirchner, las posiciones maximalistas de su ministro de economía, las esgrimidas imposibilidades “legalistas” de cumplir con el fallo, los lemas proselitistas tipo “patria o buitres”, o la recientemente oficializada demanda ante la Corte de la Haya contra los Estados Unidos (más un gesto político hacia dentro a fin de “cerrar filas” ante un “enemigo común”), tarde o temprano Argentina tendrá que pagar o llegar a un acuerdo de pago con los “fondos buitre”, no queda otra, como a cualquier deudor.


Cristina Kirchner hace poco cerró un discurso, en alusión a su negativa de llegar a un acuerdo con los “fondos buitre”, diciendo “Me siento con una responsabilidad ante la historia”. Sería una ironía de la propia historia que el gobierno de “la pareja presidencial” de los Kirchner que comenzó su vertiginosa ascensión política a la Casa Rosada gracias a la crisis financiera de años atrás, termine ahora estrepitosamente por una nueva crisis de pagos.

Tuesday, August 12, 2014

HENRY PEASE

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejjlaw@yahoo.es

 Considerado como Cristiano de izquierda, aquellos que suscribieron la teología de la liberación y la llamada “opción preferencial por los pobres”, fue uno de los pocos intelectuales que en los años setenta renovó el pensamiento de la izquierda en el Perú. Su principal obra, El ocaso del poder oligárquico, la escribió alrededor de los treinta años. Certero análisis del fin de la oligarquía en nuestro país.

Docente universitario y promotor cultural desde la ONG Desco -que la dirigió por largos años-, incursionó también en la política, primero como Teniente Alcalde del recordado Alfonso Barrantes, y luego, en 1990, como su tenaz opositor para las presidenciales; recreando, quizás sin querer, “la maldición bíblica” del divisionismo en la izquierda. Aquellas elecciones de 1990 significaron el fin de la ola electoral más importante que haya conocido la izquierda peruana. En el interregno fujimorista fue constituyente; pero su mejor participación en la praxis política fue a inicios del 2000 bajo el emblema de Perú Posible, en ese entonces movimiento de centro izquierda. Congresista y presidente del Parlamento, realizó una de las mejores propuestas de reforma de la Constitución del 93, la cual, por intereses diversos (incluyendo intereses subalternos de un ala del toledismo) quedó archivada. Decepcionado de la política criolla, al igual que por razones de salud, se refugió en el mundo académico, su hábitat natural. Hace poco había presentado la revista del Post Grado que dirigía en su alma mater de siempre, la Universidad Católica.

Hombre de contrastes, como muchos intelectuales de izquierda realizó el espinoso tránsito de una visión radical que despreciaba el sistema democrático por considerarlo subalterno a los intereses de clase (tengo un librito que publicó a fines de los años setenta, Mitos de la democracia, donde decía pestes de la democracia representativa) a un convencido de las bondades y los valores de vivir en democracia. En ese sentido fue un converso. Y, como todo converso, tenía más fe en las creencias adquiridas que aquellos que no lo son. El fin del socialismo real, el propio empequeñecimiento de la izquierda nacional, el terrorismo demencial de Sendero Luminoso, la década autocrática de Fujimori, lo convencieron, como a muchos, que el sistema democrático es un constante hacer, más en nuestro país, y no será una maravilla, pero permite convivir en tolerancia a fuerzas sociales y políticas opuestas, y resolver sus diferencias en forma más o menos pacífica. De ese tránsito y la reflexión de su experiencia en el Congreso, nace otro libro interesante, Reforma política, llevando como sugestivo subtítulo Para consolidar el régimen democrático. Lamentablemente las propuestas que plantea Pease nunca fueron acogidas por la “clase política”, prefiriendo esta no autoreformarse. Las consecuencias las vemos hoy día.

Hombre de sólidos principios -cosa rara en el mundo político-, esperemos que su sensible fallecimiento signifique la reedición de muchas de sus obras, ahora solo ubicables en “librerías de viejo”. Una edición crítica de sus obras completas sería el mejor homenaje. Por lo menos su universidad de toda la vida, la PUCP, se lo debe. No vaya a suceder como pasa muy frecuentemente en el Perú, donde muchos intelectuales luego de muertos son olvidados hasta por sus mejores amigos, y si no es por la labor abnegada de una viuda o unos hijos que, muchas veces, con su propio peculio logran publicar sus obras después de muerto, su legado se pierde en la noche de los tiempos. Ojalá eso no suceda con Henry. Descanse en paz.



Friday, August 01, 2014

QUÉ ES REPÚBLICA DE HUGO NEIRA

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejjlaw@yahoo.es

Lo primero que se debe destacar y agradecer al autor es la prosa amigable, lo que permite una lectura más fluida y amena. Se nota que ama el idioma, a diferencia de muchos escritores de ciencias sociales y de derecho, cuyo “oscurantismo” no necesariamente es sinónimo de originalidad.

El libro del doctor Neira se sitúa entre el ensayo y el texto universitario; y se centra en la pregunta que le da título, haciendo un apretado recorrido en poco más de doscientas cincuenta páginas desde las polis griegas hasta las nacientes repúblicas sudamericanas del XIX, pasando por la república romana, las repúblicas italianas del renacimiento –con Maquiavelo como gran sintetizador de ese momento histórico-, deteniéndose buen tiempo en el fenómeno de la revolución francesa y, en menor medida, en el experimento novedoso -para la época- de la república norteamericana de fines del XVIII.

Pero si bien es un texto de divulgación, la novedad es que a diferencia de otros similares, no se queda en el mero estudio de las ideas o de los hechos, como en la historia “acontecicional”, aquella que es un cúmulo de fechas y datos, muchas veces inconexos; sino que, realizando un enfoque holístico, se proyecta al pasado de esas sociedades que explican el contexto de los hechos estudiados, dándoles una perspectiva y coherencia lógica. De la mano de Weber, pero también de Marx.

Así, por ejemplo, no se explica la revolución francesa sin tomar en cuenta el estado que ya existía en el despotismo ilustrado de los Luises (despotismo que permitió incluso ideas avanzadas para la época); o el gobierno federal de los nacientes Estados Unidos de Norteamérica sin el autogobierno de las trece colonias, con plena autonomía para tomar decisiones fuera de la tutela del poder británico.

Y en el caso de nosotros, las repúblicas que nacieron entre la segunda y tercera década del siglo XIX no se explica su génesis sin las ideas que a contracorriente trajeron los libertadores, inspirados en la Francia revolucionaria y en la Norteamérica de la Declaración de Independencia. Pero, lamentablemente, esas ideas no tuvieron suelo fértil en lo que después fue Latinoamérica. Tres siglos de colonización, aislados de los grandes sucesos de Europa, como la reforma protestante, la libertad de pensamiento, el pensamiento crítico, los avances científicos, las mismas revoluciones de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Aislados y protegidos, como dice el autor, tanto por la Iglesia como por el férreo control vertical del régimen imperial español. Salvo la excepción de los libertadores, gente ilustrada, empapada in situ de las grandes ideas del Siglo de las Luces, los demás actores de la independencia americana no se vieron imbuidos de los cambios trascendentes de la época y optaron los criollos por ocupar el lugar que dejaban los españoles en cargos políticos y en prebendas económicas. Aparecieron “los nuevos ricos” como sucede en toda época de trasmutación, se desalojó del poder a los próceres más radicales como Bolívar, otros fueron asesinados como Sucre, y unos más sufrieron el exilio como San Martín. Se optó por dejar las cosas como estaban y la promesa de una república quedó en eso, promesa.

Asimismo, la herencia cultural pesó mucho, “los usos y costumbres” coloniales se repitieron en las nacientes repúblicas en versión corregida y aumentada. La corrupción, que es un flagelo en casi todas nuestras repúblicas, no se entiende sin la corrupción que ya existía en el virreinato por acceder a los favores reales. La cortesanía, los besamanos, la ausencia de crítica, el halago encomiástico y hasta la infaltable “hora peruana”, es parte de esa pesada carga que todavía padecemos.

Pero Neira no se queda en la explicación en perspectiva de los hechos sociales, económicos y políticos, así como de las ideas, que dan lugar a cambios sociales trascendentes; sino que gran parte de esos cambios se “encarna” en algunos hombres. La historia es importante no solo por los hechos, sino por los hombres que la hacen; muchos quizás a contracorriente de lo que pensaban o creían. La revolución francesa no se puede explicar sin Robespierre, Danton, Mirabeau o el propio Bonaparte; para no mencionar a los que aportaron las “nuevas ideas” como Rousseau, Voltaire y Montesquieu en el continente; o Hobbes y Locke en Inglaterra. La revolución americana no se explica tampoco sin “los padres fundadores”: Jefferson, Madison, Hamilton. Y entre nosotros, el que da la talla como hombre de acción y hombre de letras es Bolivar. De allí su grandeza, la que se resalta en su muerte: muere pobre, rumbo al exilio e incomprendido por sus coetáneos. (El pobre Bolívar sufriría en su propia tierra, Venezuela, otras incomprensiones más contemporáneas).

Otra idea eje importante del libro es el bien común, consustancial a toda república. Sin bien común no hay república. Fruto de un acuerdo societario (la tesis de Rousseau y de Hobbes) o de una imposición histórica, el hecho es que el bien común requiere que los ciudadanos renuncien a su libertad natural y se sometan a ciertas reglas para convivir en sociedad (nace el Estado). Ello requiere ciertos sacrificios, como desprenderse de parte de sus bienes materiales (vía tributos por ejemplo), o guardando para si sus ideas más personales, incluyendo las religiosas, sin imponerlas a los demás (libertad de culto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, por poner dos ejemplos). Implica también que seamos materialmente cada vez más iguales. O si se quiere que las desigualdades no sean tan abismales (lo que se consigue, entre otros medios, a través de una educación de calidad, sin distinción de género ni de clase social, y adecuados sistemas de seguridad social y de salud). Así como que las amenazas del mundo económico (los monopolios y oligopolios, los grupos de poder fáctico) no ahoguen las libertades políticas y ciudadanas (algo de ese debate se encuentra en el cuasi monopolio de un conglomerado económico mediático local).

Una idea que también subyace en el libro de Neira es que toda república tiene ciudadanos. Una república sin ciudadanos es inviable o remedo de república, como sucedió y sucede entre nosotros. Con yanaconaje, servilismo y otras formas de vasallaje “pre-capitalista” es inviable una república; de allí que el concepto de ciudadanía debe calar en todos los habitantes de un país. Y ciudadanía es no solo votar en elecciones cada cierto tiempo, sino ejercer plenamente nuestros derechos pero también nuestros deberes. Una cosa y otra van de la mano. De allí -aunque Neira no lo dice- que fue importante el proceso de cambios durante el gobierno reformista militar de los años setenta: permitió liberar a muchos peruanos de la situación de servidumbre en que se encontraban e incorporarlos como ciudadanos. Más allá del balance positivo o negativo del docenio militar (mirado todavía con odios y pasiones como sucede con el decenio fujimorista) fue importante para la concreción de una república más amplia, que mal que bien ahí vamos.

En parte ello explica por qué en nuestro país, como en otros de la región, el sistema judicial no funciona adecuadamente, sino solo en un plano formal y limitado. El principio de respeto a la ley, sagrado en otras sociedades, queda entre nosotros en un plano retórico, hueco. Igual sucedió con el otro gran principio que nació de las revoluciones liberales del XVIII: “todos somos iguales ante la ley”. Cuando constatamos las diferencias sociales y económicas abismales en nuestras sociedades vemos que ese principio es apenas una formalidad. Ello da la razón por qué las leyes no se aplican debidamente o si se aplican, se aplican mal por los operadores legales. Hace poco leía en un periódico jurídico que nuestro Código Penal, en poco más de veinte años de vigencia, ha sufrido 577 modificaciones. Sí, 577. Más o menos veintiséis modificaciones por año y poco más de una cada quince días de su existencia. Y eso explica también por qué hemos tenido doce constituciones políticas en menos de doscientos años de vida republicana. Y en uno y otro caso, “la solución” que se plantea va por hacer un nuevo Código Penal o promulgar una nueva Constitución Política. De nuevo la formalidad y no buscar y encontrar las causas del fenómeno.

El autor termina con una inquietud: las repúblicas desaparecen cada cierto tiempo. Las polis griegas desaparecieron bajo la dominación romana; la misma república romana trastocó en imperio; y las repúblicas italianas desaparecieron bajo el poder de la Iglesia y de los grandes señores de la Italia de ese entonces. Pero es cierto también que en poco más de doscientos años la cantidad de repúblicas sobre el planeta es mayoritaria, y sigue creciendo; aunque se enfrentan a nuevos retos como la mundialización o globalización, el terrorismo internacional, la desigualdad social y económica, los fundamentalismos de toda laya, el retorno del racismo en Europa, la independización de autonomías (caso de España), rupturas de viejos estados (el soviético) o formas sui generis de capitalismo (la China actual). Son nuevos retos que requieren soluciones nuevas, imaginativas. El libro del doctor Neira aguijonea en ese sentido.

¿Qué es República?
Hugo Neira Samanez
Universidad San Martín de Porres. Instituto de Gobierno
1ª Edición, Lima 2012, 260pp


             

Thursday, July 17, 2014

BRASIL, 2014

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejjlaw@yahoo.es

Existen vínculos subterráneos entre el fútbol y la sociedad y la política. No necesariamente es una relación evidente de causa-efecto, pero de haber vínculos, los hay; como que el fútbol despierta pasiones multitudinarias y eso lo sabe muy bien cualquier gobierno, democrático o dictatorial, de derecha o de izquierda. Como el de Brasil, durante el gobierno de Lula da Silva, a fin de ser sede del mundial 2014.

Por aquella época el “modelo brasileño” estaba en boca de todos. Incluso la izquierda local lo quería replicar por estos lares. Se repetía constantemente que Brasil estaba en “el umbral” de los países en desarrollo y Lula era una suerte de superstar de la política; pero como dice el viejo adagio “el pan se puede quemar en la puerta del horno”. Obras sobrevaluadas, otras a medio hacer, constantes protestas callejeras mientras duró el evento, pifiaderas solemnes a la presidenta Dilma Rousseff cuando aparecía en los estadios, crecimiento mínimo el presente año pese al mundial e inflación al alza, reflejaban más a un país del tercer mundo que a uno desarrollado. La soberana goleada que le infligió Alemania en las semifinales simbolizó magistralmente ese ambiente poco sano que vive la política y economía brasileña: bastante mediocre y por añadidura enormemente corrupta. Brasil, a pesar de todo, sigue siendo “un país tropical”.

Otro que fue “el gran perdedor” es Argentina que, si bien llegó a la final, muestra al igual que Brasil, un equipo que depende de individualidades, y si estos desaparecen o juegan de regular para abajo, el equipo no responde. Le sucedió a Brasil cuando su jugador estrella, Neymar, no jugó ante Alemania ni ante Holanda. Las individualidades en el fútbol reflejan muy bien el caudillismo que todavía impera en nuestras sociedades. Si el caudillo desaparece, se hunde el partido político y con él todo el gobierno. Los equipos de acá van a tener que aprender de Alemania que no juega con individualidades, sino con equipos, y si uno de los integrantes se lesiona y no participa, se le reemplaza por otro con cualidades parecidas. En el fondo el sistema aplicado es el taylorista, de la revolución industrial del siglo XX, donde todos los trabajadores son engranajes, piezas que pueden ser reemplazadas indistintamente.  El sistema tiene sus ventajas, pero también sus límites.

Por cierto, los desmanes producidos en el gran Buenos Aires luego de la derrota, dicen mucho de la grave anomia que atraviesa la sociedad argentina, así como su clase política. Atrapados entre un pasado que fue glorioso y un presente más bien decadente, y un futuro bastante incierto; los exabruptos violentos son reflejo del miedo ante un futuro nada halagüeño.

Otro gran perdedor fue España. Eliminada sin conmiseración apenas comenzó el torneo. Qué le pasó a los españoles, a los campeones del anterior mundial, era la pregunta que flotaba en el ambiente. Sirvió para ejemplificar que nadie se puede dormir en sus laureles. Más en estos tiempos. Que seguir la misma estrategia y con los mismos personajes, no necesariamente produce los mismos resultados que antaño. En los ambientes competitivos, como es un mundial de fútbol profesional, no se puede ir confiado en que el pasado se repetirá de usar los mismos procedimientos y los mismos insumos (léase jugadores). El caso español da para estudiarlo en las escuelas de administración y de paso en las estrategias de guerra que es el fútbol.

Con Costa Rica, Chile y Colombia se cumplió el conocido adagio de “no hay enemigo chico”. Sobretodo los queridos “ticos”, a quienes menospreciaron (venían a que les hagan goles, se decía sarcásticamente). El secreto de su éxito es bastante obvio: disciplina y profesionalización, roce internacional y cumplimiento de lo que el Amauta decía: sin Europa no hay posibilidad de aprender. Europa, a pesar que ya no es el continente todopoderoso de antaño, sigue siendo una fuente inagotable de conocimientos, incluyendo los futbolísticos, sino pregúntenle a los alemanes.

De los DT de estos tres países, dos también lo fueron en el nuestro. Cuando estuvieron acá quisieron imponer disciplina a los jugadores, profesionalización, y no los dejaron. Migraron a otras latitudes y ya vemos los resultados. Por eso nosotros solo tenemos a un Reimond Manco y por allá hay un James Rodriguez y otros más. La política del compadrazgo y de las juergas apañadas solo produce mediocridad, típico de las sociedades mercantilistas y poco competitivas. Después no se sorprendan que no lleguemos a ningún mundial hace más de treinta años.

Y otro que llamó la atención fue Estados Unidos. El soccer, como ellos lo llaman, está entrando poco a poco en la sociedad americana. La generación joven lo practica más. Algunos son escépticos si alguna vez será el deporte favorito en Norteamérica. Tendrá que ver con la cantidad de latinos para dar una respuesta. Ya son la segunda mayoría luego de los WASP y, al paso que van –se reproducen más que los blancos-, en un momento de este siglo los igualarán o incluso los superarán en número. Si sucede eso, el fútbol podría ser el gran deporte de Norteamérica. Tan cierto como que algún día el presidente de allá será alguien de origen latino, apellidado López, Ramírez o Gonzáles. A la sociedad norteamericana le sucederá lo mismo que le pasó al Imperio Romano en sus postrimerías: fue tomado por los bárbaros, pero estos conservaron las instituciones diseñadas por Roma.

El próximo mundial será en la fría Rusia. Muy posiblemente con Vladimir Putin dando la bienvenida a las delegaciones. Imagino que por allá a los opositores a su gobierno no les aplicarán solo agua fría como sucedió en Brasil, sino los mandarán directamente y sin juicio previo a una gélida prisión. Es que el gobierno de Putin representa muy bien lo que se conoce como “democracia autoritaria” y no se anda con muchas exquisiteces.  

Felizmente nosotros no hemos caído en la insensatez de “hacer un mundial” en asociación con Chile y Colombia (nuestros socios en la Alianza del Pacífico), como algunas voces sugerían. Sería doblemente oneroso: despilfarrar dinero público que puede servir para mejorar los servicios que presta el estado y hacer el ridículo en apenas la primera vuelta con una solemne goleada de ocho a cero contra cualquier “equipito” del barrio. Mejor nos olvidamos de eso hasta nuevo aviso.

De todas maneras, de acá a cuatro años, será de nuevo un placer ver por televisión un encuentro de fútbol y no de “fulbo”, practicado por estas tierras, y que se parece al fútbol pero no llega a ser lo mismo.



Monday, July 07, 2014

PROFETAS DEL ODIO

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejjlaw@yahoo.es

Al terminar de leer los ensayos que componen el libro Profetas del odio de Gonzalo Portocarrero, me confirma lo que siempre pensé: el origen del terror desatado por Sendero Luminoso obedeció, entre otras causas, a razones ideológicas asentadas en un contexto cultural determinado.

Practicando lo que se conoce como sociología de la cultura (con un toque especial de sicoanálisis, segunda especialidad del autor), Portocarrero llega a una conclusión parecida: el contexto provinciano de la tranquila Huamanga se vio trastocado por la Universidad que se constituye a fines de los años cincuenta, emergiendo en los sesenta como un centro de intensa actividad marxista en la sierra central. En ese contexto de despiadado debate político, donde la polémica URSS – China es el eje y toma de posición de unos y otros, llega un joven profesor, Abimael Guzmán, que con un discurso retórico emotivo, esperanzador y seudo científico gana adeptos principalmente entre los jóvenes. Con esos jóvenes va formando una suerte de “congregación religiosa laica”, bajando el paraíso prometido a la tierra.

Uno de los aportes del doctor Portocarrero es dejar de lado el típico enfoque economicista de buena parte de la izquierda que justificaba el terror de Sendero Luminoso por las condiciones de pobreza extrema en Ayacucho y más bien trata de explicarlo por las condiciones culturales e ideológicas imperantes que permiten el surgimiento de la organización terrorista más letal que hayamos conocido. (Martín Tanaka tiene un excelente ensayo sobre las incongruencias que marcan el discurso del Informe Final de la CVR, discurso redactado mayormente por gente de izquierda).

Pero la explicación no se agota en las condiciones culturales (la relación compleja amo – siervo desarrollada por Portocarrero se va a repetir en el imaginario huamanguino, pese a que en la realidad ya había desaparecido años atrás con la finalización del mundo oligárquico), ni en el pasado de las estructuras culturales incásicas y coloniales que se asientan en un pueblo; sino que aborda la biografía del cabecilla, del líder del grupo, y cómo fue necesario un hombre con las características especiales de Abimael Guzmán para dar nacimiento a las acciones armadas de Sendero Luminoso. Difícilmente se hubiesen producido con otra persona distinta a Guzmán. Sus cualidades personales (desgarrado como hijo bastardo en un país donde la inclusión y ascenso social estaban limitados y hasta prohibidos por razones socio-económicas, de raza u origen) fueron esenciales para dar nacimiento a todo lo que vino después. Con ello Portocarrrero también  rompe otro mito de la izquierda: el que la revolución la hacen las masas y no individualidades; existe más bien una relación de ida y vuelta, de franca retroalimentación, entre unas y otros.

Demuestra también que el pasar Sendero Luminoso a las acciones armadas hacia finales de los años setenta fue practica, sino común, bastante frecuente entre grupos terroristas de extrema izquierda y que se auto proclamaban marxistas como las Brigadas Rojas en Italia o los montoneros y tupamaros en Argentina y Uruguay. La diferencia entre SL y los demás grupos de la izquierda peruana, fue que el camarada Gonzalo decidió pasar a la acción y no quedarse en el mero discurso retórico (casi toda la izquierda maoísta proclamaba en ese entonces la lucha armada).

Eso explica también –si bien Portocarrero no lo desarrolla en su libro- la razón por la cual gran parte de la izquierda, sea tácita o explícitamente, expresó su apoyo a las acciones de Sendero Luminoso. Los consideraban como los primos hermanos que se “atrevieron” a llevar a la práctica la tesis de la violencia revolucionaria, hasta cuando sus queridos “primos hermanos” comenzaron a asesinar a los dirigentes de la izquierda legal, a fin de limpiar el camino de la revolución de “reformistas”. Y esa complicidad explica en parte que para muchos grupos de izquierda la democracia siga siendo un medio y no un fin, así como sus reiterados fracasos de unión electoral y política: existe un “trauma” (para usar la jerga sicoanalítica cara a Portocarrero) que no lo han superado todavía y les lleva a cometer error en error político como, por ejemplo, el apoyo a Fujimori en los noventa o a Humala en el presente siglo.

Precisamente una de las tesis centrales del libro y que merece el título –Profetas del odio- es la galvanización de las contradicciones a través de la violencia. Abimael Guzmán y sus discípulos practicaron una vieja tesis del marxismo: la violencia revolucionaria. La violencia debía agudizar las contradicciones entre el proletariado –o la vanguardia que lo representaba que para Guzmán era SL- y las fuerzas represivas del orden burgués. De allí que adoctrina a sus huestes en el odio de clase, visto y vivido desde niños por los muchachos que provenían de hogares humildes y excluidos, y vivido también por el propio Guzmán en sus años mozos y de exclusión en la ciudad de Arequipa. Ese odio de clase será la gasolina que haga girar el motor de la historia; de allí la importancia que le otorgaba. Lo que precisa Portocarrero es que en un momento determinado, hacia la segunda mitad de los años ochenta, ese odio se le escapa de las manos al líder senderista y comienza a ser practicado irrefrenablemente por sus huestes.

Otro mito que se rompe es el del supuesto cientificismo de la ideología marxista. Para todo aquel que se haya acercado al marxismo auroral sabrá que los propios Marx y Engels autodenominaron a su teoría como socialismo científico, desacreditando despectivamente al socialismo de sus rivales (Saint-Simon, Proudhon) como “socialismo utópico” o no realizable.

El autoproclamado socialismo científico era producto de la época que vivieron, de un positivismo imperante, donde el progreso se dibujaba como una línea francamente ascendente; por lo que ellos deducían que las condiciones estaban dadas para que el proletariado europeo conduzca la revolución que, previo estadio de una dictadura que “limpie” las desigualdades y taras del capitalismo, conduzca inexorablemente al comunismo, a la tierra prometida de la justicia y la igualdad. Desde el punto de vista de los mitos movilizadores, Marx y todos sus discípulos que vinieron después lo que hicieron fue traer el paraíso a la tierra, convirtiéndose así una ideología en un dogma “laico religioso”.

Lo que demuestra Portocarrrero es que frente a la secularización de la sociedad, cuando la religión comienza a perder presencia y poder en el mundo occidental, se hace necesario que los mitos bajen a la tierra. El hombre tiene que creer en algo que suceda a futuro. Eso lo sabía muy bien José Carlos Mariátegui, cuyos artículos y libros exploran la idea del mito que sirva de impulso al obrero para la lucha revolucionaria, lo que en su época fue muy criticado por el marxismo estaliniano, más pedestre y economicista.

Abimael Guzmán era adicto a los sofismas con los que cautivaba a sus seguidores, principalmente jóvenes, justificando así las acciones sangrientas y el sacrificio más duro en aras de una sociedad justa y sin clases. Aplicando sofísticamente el materialismo histórico arengaba a sus huestes en su accionar como resultado de la evolución de millones de años que tenían como desenlace inevitable el socialismo; por lo tanto todo sacrificio y acción por más despiadada y sangrienta que fuese se encontraba justificada por tan noble propósito. Premisas indemostrables, como la “raza superior” de los nacionalsocialistas, pero que servían para justificar no solo las acciones más sangrientas sino también la entrega de la propia vida a la causa revolucionaria.

Una digresión adicional que tampoco se encuentra en el libro de Portocarrero, pero igualmente se desprende de su lectura: sobre el reclutamiento de jóvenes militantes a “la causa revolucionaria”. Sucedió en el pasado y sucede actualmente con el Movadef. Los jóvenes son “el insumo” de SL/Movadef, la razón es obvia: son más fáciles de manipular con un discurso inflamado sobre las desigualdades y la inoperancia de la democracia para resolverlas. Algo evidente por cierto y que permite concluir que solo la lucha armada permitirá corregir esas graves desigualdades y que, por supuesto, Abimael Guzmán se encuentra recluido en una base naval por haber entregado su vida a tratar de corregir esas desigualdades que ningún partido o político “tradicional” lo hizo. Si a ello se agrega que generalmente los jóvenes tienen una entrega más generosa y desinteresada que los adultos, y que la historia de los años del terrorismo no se detallan con la suficiente convicción en las aulas escolares tenemos lo que ya hemos constatado: jóvenes que creen sinceramente que el camarada Gonzalo fue un luchador social y merece ser amnistiado.

Merece leerse Profetas del odio (el estudio iconográfico de los dibujos de los senderistas es también interesante y merece todo un análisis aparte) por la perspectiva que trabaja el autor, apartándose de los clichés tradicionales tanto de la izquierda, como de la derecha que solo ve la parte cuantitativa y epidérmica de los daños del terror pero no se atreve a penetrar más allá. Profetas del odio obliga al lector a tomar una posición y a un permanente interactuar con el libro, desde ese punto de vista es una lectura estimulante.

Profetas del Odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso
Gonzalo Portocarrero
Fondo Editorial de la PUCP
1ª Edición, Lima 2012, .258pp


Monday, June 16, 2014

RANKING DE LAS MEJORES UNIVERSIDADES PERUANAS

Por: Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Si bien todo ranking de mérito es siempre discutible, el establecido por América Economía
(http://rankings.americaeconomia.com/mejores-universidades-peru-2013/ranking/) tiene la virtud de ubicarlo en el contexto nacional y, no obstante estar pensado para el mundo empresarial, podemos extraer algunas conclusiones preliminares:

1ª) LOS DIEZ PRIMEROS PUESTOS

El orden de ubicación es el siguiente:
1. Pontificia Universidad Católica del Perú
2. Universidad Peruana Cayetano Heredia
3. Universidad Nacional Mayor de San Marcos
4. Universidad de Lima
5. Universidad del Pacífico
6. Universidad Nacional Agraria La Molina
7. Universidad Nacional de Ingeniería
8. Universidad San Martín de Porres
9. Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas
10. Universidad de Piura

De los diez primeros puestos, solo en tres se encuentran universidades públicas: San Marcos en tercer lugar y un poco más lejos La Agraria y la UNI. El resto lo cubren universidades privadas (la PUCP, Cayetano, Lima, Pacífico, San Martín, Ciencias Aplicadas, y la U de Piura).

En un ranking anterior no efectuado por América Economía (ranking iberoamericano SIR 2011), el orden de las diez primeras universidades peruanas era el siguiente:

1. Universidad Peruana Cayetano Heredia
2. Universidad Nacional Mayor de San Marcos
3. Pontificia Universidad Católica del Perú
4. Universidad Nacional Agraria La Molina
5. Universidad Nacional de Ingeniería
6. Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco
7. Universidad Nacional San Agustín
8. Universidad Nacional de Trujillo
9. Universidad Ricardo Palma
10. Universidad San Martín de Porres

Lo primero que llama la atención es que cuatro universidades no aparecen en el primer ranking, de las cuales tres son nacionales. Debemos suponer obedece a un prejuicio de los encuestados (mayormente empresarios en el ranking de América Economía) o a las variables y peso de ponderación entre uno y otro listado.

Así también resalta que en el ranking de América Economía aparezcan en el top ten universidades “pro empresariales” como la Pacífico, la UPC o la Privada de Piura, las que no aparecen en el ranking iberoamericano SIR entre los diez primeros lugares.

Si nos centramos en los tres primeros puestos, percibimos coincidencias entre ranking y ranking, dado que se encuentran las mismas universidades, solo que en diferente orden (Católica, Cayetano, San Marcos en uno; Cayetano, San Marcos, Católica en el otro).

¿A qué se debe?

Depende mucho de las variables de medición que existan en cada ranking, así como el peso relativo que se le quiera dar a cada variable. Si, por ejemplo, le doy un peso ponderado importante a número de alumnos matriculados, las “universidades masivas” saldrían bien posicionadas; pero si le doy más peso a investigación y publicaciones, no será así.

No es necesario ser adivino para concluir que estando sustentado gran parte del ranking de América Economía en la opinión de los empresarios, así como de empresas reclutadoras  de personal (los headhunters), ha influenciado notablemente su opinión para elegir o discriminar a determinada universidad; mientras el ranking SIR es más académico que gremial-empresarial, por lo que pondera mayormente producción científica o publicaciones en revistas de las mejores universidades iberoamericanas.

Así también si contextualizamos el top de los tres primeros lugares nacionales a nivel iberoamericano (ya no mundial, porque allí sí se diluyen en el infinito), encontramos que la Cayetano a nivel iberoamericano se encuentra en el puesto 147, San Marcos en el puesto 211 y la Católica, más lejanamente, en el puesto 262 (ranking iberoamericano SIR 2011).

Este “triunvirato” de mejores universidades nacionales se repite, con ligeros cambios de orden, en la cuarta edición del QS University Rankings: Latin America 2014 (allí el orden es primero la PUCP, luego San Marcos y en tercer lugar la Cayetano).


2ª) LAS NUEVAS UNIVERSIDADES

Las universidades creadas en los últimos veinte años, en la segunda gran oleada de universidades privadas (ver en el presente blog nuestro anterior artículo Universidad, cosa de locos), se percibe un doble fenómeno:

- Un pequeño grupo de universidades se ha consolidado en prestigio académico en corto tiempo (menos de veinte años), pero también son las más caras del medio. Es el caso de la Universidad Esan en el puesto 16 o la USIL en el puesto 18.
- Contrariamente las universidades privadas masivas –caracterizadas por cobrar menos pero con alta concentración de alumnado- ocupan lugares más inferiores en el escalafón, como el caso de la Universidad César Vallejo en el puesto 34 o Alas Peruanas en un lejano puesto 42.

Vayamos a un segundo análisis comparativo: cómo se encuentran posicionadas en el ranking iberoamericano SIR las universidades nuevas “caras” tipo Esan o la San Ignacio.

La San Ignacio se encuentra en el ranking SIR en el puesto 48 (ya no en el puesto 18 que le otorga América Economía) y la de Esan sencillamente brilla por su ausencia. Volvemos a reiterar, en el ranking de América Economía existe un abundante prejuicio empresarial que considera “muy buenas” a universidades que más son “colegios caros” que universidades propiamente.


3ª) LAS UNIVERSIDADES CON RECTORES ALTAMENTE REMUNERADOS

Un caso curioso es el de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, universidad con 50 años de creación (pertenece a la primera gran oleada de universidades privadas de los años sesenta), por lo que su estatus es el de una universidad consolidada y añeja. Pero pese a tener la misma antigüedad que, por ejemplo, la San Martín y contar con el rector mejor remunerado en todo el Perú (y quizás de Latinoamérica), la Garcilaso se encuentra en un lejano puesto 32 en el ranking de América Economía (42 en el  ranking SIR a nivel nacional), superada incluso por universidades con menos de veinte años de creadas.

En el ranking SIR superan a la Garcilaso universidades novísimas como Alas Peruanas o la UCV, e incluso la superan universidades nacionales con infraestructura y recursos precarios como la Nacional Agraria de la Selva o la Amazónica de Madre de Dios; pudiendo concluirse que no existe una relación de causalidad directa entre antigüedad y calidad; y, peor aún, entre remuneración elevadísima del rector y calidad educativa.

Dicho sea de paso, en otras encuestas esta conclusión se confirma, siendo los profesionales de la Garcilaso los menos deseados por los reclutadores y empresas privadas de primer nivel. Preocupante.


4ª) RANKING POR ESPECIALIDADES

En el ranking por especialidades de América Economía, en Derecho son más atractivos para los reclutadores de personal y las empresas privadas los profesionales egresados en el siguiente orden: la PUCP, San Marcos, Lima, San Martín y la Universidad de Piura. Cuatro privadas y apenas una pública.

De nuevo se debe tamizar el resultado, dado que existe un cliché o prejuicio de asociar a una especialidad con una sola universidad. Es el caso, por ejemplo, de economía, donde se asocia que los mejores economistas son los egresados de la U Pacífico; en Comunicaciones los de la de Lima; o en Arquitectura los de la Ricardo Palma. Y si bien Sociales, por obvias razones,  no aparece ni remotamente en el ranking, en Sociología o en Ciencia Política el primer puesto se lo disputan San Marcos y la Católica, una pública y otra privada.


5ª) LA PUCP, ¿LA MEJOR DEL PERÚ?

Caso aparte merece la PUCP, considerada la mejor universidad del país.

Dentro de las universidades católicas de Iberoamérica, la PUCP ocupa un lugar bastante inferior, frente a otras universidades católicas mucho mejor posicionadas.

Según el ranking SIR 2011, el orden de las diez mejores universidades católicas de Iberoamérica era el siguiente:

1. PUC de Chile (puesto 31)
2. PUC de Río de Janeiro (puesto 73)
3. PUC Río Grande do Sul (puesto 78)
4. PUC de Paraná (puesto 129)
5. PUC de Valparaíso (puesto 136)
6. UC del Norte (puesto 148)
7. PUC Minas Gerais (puesto 170)
8. UC Brasilia (puesto 184)
9. UC Portuguesa (puesto 185)
10. PUC de Sao Paulo (puesto 206)

… Y la Pontificia Universidad Católica del Perú se encontraba en el lejano puesto 262 (posición 13 a nivel de universidades católicas), ni siquiera dentro de las cien primeras de Iberoamérica.

Por ello, y ante la evidente pauperización y crisis del sistema universitario peruano, bien se aplica entre nosotros el conocido adagio “en el país de los ciegos, el tuerto es rey”.

Nuestra hipótesis es que, por múltiples factores externos e internos, desde hace algunos años la PUCP ha ingresado a un proceso de pérdida lenta y progresiva de calidad educativa o, por lo menos, de estancamiento, frente a otras opciones educativas que se encuentran consolidando a nivel local. Es un proceso a largo plazo, pero nos parece irreversible.


6ª) PRODUCCIÓN CIENTÍFICA

Otro hecho que se aprecia es el de la producción científica. Muy pocas casas de estudio realizan investigación en nuestro país –y su secuela la publicación-. El grueso de producción científica lo tienen las tres universidades que se encuentran en la cabeza del ranking, pero en el siguiente orden: primero la Cayetano, luego San Marcos y al final la Católica.

Volviendo a producción científica se observa que, luego de las tres mencionadas, la producción mayor la tienen universidades nacionales en el siguiente orden: Agraria, la UNI y la San Antonio Abad; confirmando que las nuevas universidades “de la segunda gran oleada” en los años noventa prioritariamente se han dedicado a ser solo “centros de enseñanza” o escuelas de formación profesional, filón más rentable para las privadas que la investigación.


7ª) LAS UNIVERSIDADES QUE NO SE ENCUENTRAN EN EL RANKING

Muchas universidades no se encuentran en el ranking de América Economía. Aparecen apenas 55 casas de estudio de más de 137 entre instituidas y provisionales que existen hoy en día. Por ejemplo, según dictamen de la Comisión Mora, las que cuentan apenas con autorización provisional de funcionamiento (que las que funcionan así y dan títulos profesionales a nombre de la nación “provisionalmente” son una buena mayoría) suman nada menos que 61, lo que dice mucho de la alta precariedad institucional en que se desenvuelve la educación superior en el Perú.

Ninguna de estas universidades con “autorización provisional” se encuentra en el ranking. Desconocemos si es por razones que los reclutadores y empresarios ni saben que existen o se trata de una exclusión deliberada al preparar la encuesta. Sería interesante que en un futuro ranking se incluya un mayor número de universidades en el espectro, así como opiniones académicas extra empresariales, ello contribuiría a un cuadro más preciso y amplio.

Un hecho que ha merecido crítica es la mala posición en el ranking de América Economía de las universidades públicas. Ello puede deberse tanto al prejuicio que el sector empresarial tiene de las públicas (consideradas a rajatabla como “malas” o donde solo se va “para hacer política”), como a la falta de inversión de estas en calidad educativa –pese a contar varias nacionales con recursos propios y del canon-; y, sobretodo, a la necesaria reingeniería que deben efectuar, no solo en lo económico, sino hasta en la propia cultura académica, donde apenas se salvan en prestigio dos o tres (básicamente San Marcos, Villarreal y la UNI).

Según algunos analistas, de continuar la misma tendencia en los próximos años, la mediocridad se entronizará totalmente en las públicas, dejando de ser emblemas de la educación superior peruana, a diferencia de otros países, donde las universidades públicas son las líderes del sistema educativo.


No podemos concluir radicalmente que las universidades privadas sean superlativamente mejor que las públicas, ni que las más caras dentro de las privadas sea sinónimo de calidad (es lo que sucede, por ejemplo, en la carrera de medicina humana, donde dicho supuesto no se produce); pero sí confirma nuestra hipótesis que la creación de nuevas privadas obedeció a una demanda insatisfecha sobretodo de una clase media emergente con poder adquisitivo y que el crecimiento de estas fue desordenado y poco supervisado por parte del estado, sobretodo en control de calidad, por lo que se hace necesario y fundamental una reforma urgente del sistema universitario peruano.

Friday, June 06, 2014

TIAN'ANMEN, 1989


La forma como un gobierno reacciona a las protestas de la sociedad, dice mucho de su estilo de actuar. Sucede con todo aquel que tiene poder y cómo lo usa en las situaciones críticas. La masacre de Tian'anmen en 1989 dijo mucho del autoritarismo del gobierno chino de ese entonces para resolver una serie de reivindicaciones de apertura social y política.

En cierta manera se puede decir que Tian'anmen fue la primera protesta de la clase media emergente, en ese entonces en formación en China. La apertura económica se había producido diez años atrás y los beneficios todavía no eran tangibles, como lo son ahora. Existía desempleo y las condiciones de vida no eran muy buenas. Por añadidura, la legitimación de la cúpula en el poder liderada por Deng Xiaoping no se encontraba totalmente consolidada al interior del Partido Comunista Chino. Pocos años atrás había mandado a la cárcel nada menos que a la viuda de Mao y a la camarilla conocida como “la banda de los cuatro”. Remedos de juicio que zanjaban la lucha por el poder llevaron a Jiang Qing y a sus principales colaboradores al banquillo de los acusados. Eran tiempos difíciles en China en lo económico, político y social. Quizás por ello Deng Xiaoping optó por la represión brutal antes que el diálogo. Los cálculos más conservadores estiman en dos mil los muertos en la Plaza Tian'anmen, sin contar los numerosos heridos, los deportados y los que siguieron por largo tiempo vigilados por la policía secreta. El silenciamiento de las protestas fue sangriento y brutal.

La pregunta es si consolidado hoy en día en China el modelo de “socialismo de mercado”, una respuesta similar podría producirse. Temo que sí, temo que ese modelo, que algunos quisieran ver implantado en nuestros países, trae libertad económica y tiranía en lo político. Trae un capitalismo que escarapela el cuerpo.

Se dice que ahora los grupos sociales descontentos se encuentran en el campo, en las zonas rurales. Las ciudades chinas crecen a ritmo vertiginoso, existe una clase media desarrollada y los nuevos multimillonarios son legión. Parece que en ese panorama una protesta como la de Tian'anmen es menos probable. Como que la gente se encuentra más interesada en hacerse rico o vivir holgadamente que en demandar mayor libertad política. Algo de eso trae el modelo chino. Un anestesiamiento de las demandas políticas a cambio de un enriquecimiento sin límites. Quizás Huxley y su “mundo feliz” al final tenía razón: la mejor forma de dominar a una sociedad es anestesiándola, dándole placer o un aparente placer que no le permita preocuparse de otras cosas. Es una forma de dominación eficaz. El mito de la caverna de Platón sigue vigente, a pesar de todo.

Tian'anmen parece lejano ya, pero está más cerca de lo que parece.

Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es