Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Interstellar, desde su estreno en 2015, sufrió
comparaciones con 2001: Odisea del espacio, y era natural, al ser 2001
el referente máximo de la ciencia ficción y, si bien existen ciertas
similitudes en cuanto al contenido de aventura espacial, el tratamiento
cinematográfico y contenido argumental son totalmente distintos. En 2001
se va hacia el encuentro de una civilización más desarrollada que la humana y
que nos ha “guiado” a lo largo de la evolución a través de un extraño monolito.
En Interstellar la aventura espacial es sobrevivencia pura. Las razones
han cambiado. En el filme de Kubrick es más “metafísico”, en la onda del new
age de aquellos años; mientras en el filme de Nolan es más “realista”, en
el sentido contemporáneo de las adversidades producidas por el cambio climático
en un mundo que se extingue.
Digamos
que también el mundo de Interstellar es más pobre, en marcado contraste
con el mundo descrito en 2001, donde prima la alta tecnología y un
cierto optimismo de la sociedad humana. En Interstellar prácticamente no
hay potencias hegemónicas, se ha desmantelado el poderoso ejército
norteamericano, se privilegia la producción agrícola para subsistir frente a la
tecnología, y en los manuales escolares se enseña que fue un mito lo del hombre
pisando la luna. Estamos en un mundo que ha involucionado.
Pero
Interstellar también puede verse como la última aventura humana, como lo
fueron en su momento los grandes viajes de los navegantes del siglo XVI,
descubriendo nuevos continentes con los riesgos que ello implicaba, incluso la
vida misma. De allí que el personaje de Cooper encarna muy bien esas
cualidades, dejando atrás familia y todo lo conocido. Para emprender esa
aventura ante lo desconocido se debe ser consciente que la vida está en juego,
perdiéndola, como les sucedió a muchos de los que, en aquellos remotos años,
fueron en busca de riqueza y nunca regresaron.
Otros
críticos han señalado que el argumento se inspira en La odisea de Homero.
Ulises emprende el viaje a Troya y regresa muchos años después a su querida
Itaca para ver a su familia y su reino cambiado, como le sucede a Cooper al ver
de nuevo a su hija (ahora mayor que él por la relatividad del tiempo).
Si
bien tiene una suerte de “final feliz” (el reencuentro padre-hija), la escena
abre la posibilidad de una nueva aventura a la que Cooper de todo corazón y
como buen aventurero estaría dispuesto a asumir. (Se aburre enormemente en la
estación espacial que lleva su apellido).
A
diez años Interstellar no ha envejecido. Y si hacemos las odiosas
comparaciones, 2001 sigue estando en la cima (no sin razón fue
denominada en su momento como la catedral de la ciencia ficción), pero no
por ello tiene menor mérito la fascinante aventura humana que describe el filme
de Nolan.
No comments:
Post a Comment