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Sunday, August 17, 2025

DUNE, LA NOVELA

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Si bien la novela por fines comerciales ha sido catalogada como una de space opera, Dune es compleja y de ritmo lento. Sus personajes tienen largas interiorizaciones de sus dudas o de lo que piensan del otro, lo que interrumpe la acción, a la que se encuentra acostumbrado un lector de este tipo de obras.

 

Está dividida en tres libros y dentro de ellos distintos capítulos con un epígrafe inicial cada uno, escrito por la princesa Irulan, futura esposa de Paul, relatando la vida e historia de este, ya convertido en leyenda como Muad’Dib, por lo que estamos ante una historia contada de hechos sucedidos en el pasado. De las casi 800 páginas (hecho insólito en novelas de ciencia ficción), en las cien primeras el lector que no conoce la trama ignora hacia dónde va el narrador, se sentirá desorientado y es posible que hasta deje el libro. El inicio es una presentación bastante morosa de los personajes y en especial de la familia del Duque Leto. Se usan muchos nombres y conceptos de la religión musulmana (y en menor medida de la religión budista), a tal punto que el autor tuvo que agregar como anexo un diccionario de términos. Y, el final del libro es una suerte de anticlímax. No es el héroe que se comporta en forma altruista con el adversario vencido. Paul más que como mesías se comporta como ganador de la batalla, repartiendo el botín de guerra y lo que le toca, incluyendo la mano de la hija del emperador, lo que consolidará su ascensión al trono.

 

Por añadidura, Frank Herbert no era muy cuidadoso en el estilo ni la forma que le daba a la novela. Tenía una mayor preocupación por el contenido que por la forma, por lo que muchos pasajes del libro son bastante abigarrados y ese inicio sin un norte definido (que confunde a muchos lectores) más se debe a cuestiones estilísticas que a una aptitud deliberada del autor por parecer oscuro. Igual sucede con las largas disquisiciones internas de los personajes, conocidas como monólogo interior. Interrumpen la acción a cada momento y se hilvanan descuidadamente.

 

La novela de Herbert trata precisamente temas como la lucha por el poder y la religión como sustento del orden social y político, organizado maquiavélicamente por las Bene Gesserit, hermandad monástica femenina que tras bastidores organiza alianzas, planifica líneas de sucesión genética, planea intrigas o elimina rivales. Más que una novela de ciencia ficción, Dune es una novela de intrigas políticas, ambiciones desmesuradas y mesías que justifiquen un orden dominante. Y detrás de todo ello la eterna condición humana, igual ahora que en el pasado o en un futuro lejano.

 

Conforme a la tradición bíblica, el desierto de la novela es una metáfora de duras pruebas, el encontrarse a sí mismo y la trasformación de quien vive esas pruebas, tal como le sucede a Paul. De un joven imberbe de 15 años -en el libro es mucho más joven que en las adaptaciones al cine- pasa a ser un hombre sometido a diversas pruebas internas y externas, que incluso le pueden costar la vida. Del desierto Paul regresa, convertido en el Mesías, arrastrando a todo un pueblo tras de sí, pueblo que se considerará como el elegido por Dios.

 

En el eje de esas luchas por el poder y el dinero se encuentra la melange, especia que producen los gusanos de Arrakis. Equivale, por su capacidad de seducción y ambiciones que desata, a lo que antaño era el oro para los europeos: todo el mundo la quiere tener y no importa cómo.  No se llega a especificar sus características esenciales, salvo que la materia prima la producen los gusanos y tiene fines geriátricos (el emperador la usa, tiene más de 70 años y parece solo de 30) y ayuda a la navegación de los pilotos en el espacio. Lo cierto es que la especia solo es el disparador para desarrollar la trama, de allí que Frank Herbert no se preocupó mucho en describirla (la descripción de la especia en la novela es más de una droga alucinógena que abre la conciencia a otras dimensiones, muy en la onda lisérgica de los años 60).

 

Otro punto característico de la novela es el destino. Todos conocen cuál es el suyo. El duque Leto sabe que la concesión de Arrakis es una trampa mortal que le ha urdido el emperador, quien lo teme como un rival. Paul sabe que es el elegido, a pesar que no lo tiene muy claro al inicio, y la dama Jessica, madre de Paul y concubina del Duque, siente que se juega su destino y el del universo al dar a luz a un hombre y no una mujer como las Bene Gesserit le ordenaron.

 

Ese destino manifiesto tiene un sabor a tragedia griega. Los personajes saben que les depara los acontecimientos y cómo terminarán. El mismo Paul que, sin proponérselo, genera toda una religión alrededor suyo, en el tercer libro terminará asesinado por uno de sus sacerdotes (algo que en cierta manera él también había previsto). La yihad sangrienta que quiso evitar, de todas maneras ocurrirá a manos de los suyos. Y Paul renegará por cierto de esa religión que se ha formado en torno a él. Muere para ser inmortal en la memoria de los hombres, muy en la tradición cristiana.

 

Religión y política siempre han ido de la mano, tema caro para Frank Herbert. La religión sirve para controlar el orden social. Las Bene Gesserit tienen por misión que la galaxia marche en un orden definido. Es un poder religioso que se utiliza para un control político. Toda religión usada en un contexto sirve como pretexto político y justificación de guerras. ¿Es Paul el mesías que los fremen esperaban? ¿Se cree Paul realmente el mesías? ¿El mesías es solo una invención sembrada por las Bene Gesserit para sostener un orden social y político como se da a entender en la novela? El mismo Paul se hace estas preguntas. El libro contiene muchas preguntas de los personajes, dudas e introspecciones de los mismos.

 

Como todo salvador, su rol implica una serie de profecías y la constitución de una religión más o menos orgánica en torno a este, con los correspondientes mitos y organización jerárquica. Todas las grandes religiones han tenido un mesías, un “enviado de Dios”. Pero no solamente es lo sagrado de aquel enviado por Dios, sino su uso político y bélico. Religión y política. Las justificaciones que pueden derivar para una “guerra santa” contra los “infieles”. La yihad. Las semejanzas con la realidad presente son más que evidentes.

 

No menos importante es el mundo que nos presenta Dune. A pesar que estamos en un futuro bastante lejano, el mundo de Dune es uno de organización feudal, con castas y privilegios. Hay pobreza y esclavos, así como poco desarrollo técnico, en parte por decisión propia. Sabemos que en un pasado remoto hubo una guerra contra las máquinas inteligentes que ganaron los hombres (ya sabemos de dónde vino la idea de Terminator), limitando su inteligencia. De allí que la tecnología en Dune es básica.

 

Por cierto, la adaptación al cine de la novela de Frank Herbert rondaba desde los años 70. Alejandro Jodorowsky fue el primer encargado; pero, la desmesurada adaptación del chileno, la cantidad de horas que iba a tener el filme y el presupuesto que se desbordaba más allá de todo límite, la cancelaron hasta nuevo aviso (recién en 1984 veríamos la primera adaptación dirigida por David Lynch).

Por lo que quedó (existe un documental al respecto) iba a ser una recreación de la novela en ese estilo hiperrealista propio de Jodorowsky. Ese proyecto, así como el libro, inspiraron en su momento a películas futuristas con aire retro como la saga de Star wars o Blade runner.

 

El éxito de Dune dio origen a una saga. Frank Herbert escribió los seis primeros libros; luego su hijo ha continuado con la publicación, incluyendo precuelas explicativas. Aunque la crítica considera que el primero, Dune, es el mejor de todos y vale adentrarse en ese mundo distópico no muy diferente al nuestro. Ahora que cumple 60 años de publicado, es buen momento para leer o releer el libro.

* Frank Herbert: Dune. Edición consultada: Ediciones Debolsillo, Penguin Random House, 2022, 780pp.

Sunday, March 09, 2025

A DIEZ AÑOS DE INTERSTELLAR

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Interstellar, desde su estreno en 2015, sufrió comparaciones con 2001: Odisea del espacio, y era natural, al ser 2001 el referente máximo de la ciencia ficción y, si bien existen ciertas similitudes en cuanto al contenido de aventura espacial, el tratamiento cinematográfico y contenido argumental son totalmente distintos. En 2001 se va hacia el encuentro de una civilización más desarrollada que la humana y que nos ha “guiado” a lo largo de la evolución a través de un extraño monolito. En Interstellar la aventura espacial es sobrevivencia pura. Las razones han cambiado. En el filme de Kubrick es más “metafísico”, en la onda del new age de aquellos años; mientras en el filme de Nolan es más “realista”, en el sentido contemporáneo de las adversidades producidas por el cambio climático en un mundo que se extingue.

 

Digamos que también el mundo de Interstellar es más pobre, en marcado contraste con el mundo descrito en 2001, donde prima la alta tecnología y un cierto optimismo de la sociedad humana. En Interstellar prácticamente no hay potencias hegemónicas, se ha desmantelado el poderoso ejército norteamericano, se privilegia la producción agrícola para subsistir frente a la tecnología, y en los manuales escolares se enseña que fue un mito lo del hombre pisando la luna. Estamos en un mundo que ha involucionado.

 

Pero Interstellar también puede verse como la última aventura humana, como lo fueron en su momento los grandes viajes de los navegantes del siglo XVI, descubriendo nuevos continentes con los riesgos que ello implicaba, incluso la vida misma. De allí que el personaje de Cooper encarna muy bien esas cualidades, dejando atrás familia y todo lo conocido. Para emprender esa aventura ante lo desconocido se debe ser consciente que la vida está en juego, perdiéndola, como les sucedió a muchos de los que, en aquellos remotos años, fueron en busca de riqueza y nunca regresaron.

 

Otros críticos han señalado que el argumento se inspira en La odisea de Homero. Ulises emprende el viaje a Troya y regresa muchos años después a su querida Itaca para ver a su familia y su reino cambiado, como le sucede a Cooper al ver de nuevo a su hija (ahora mayor que él por la relatividad del tiempo).

 

Si bien tiene una suerte de “final feliz” (el reencuentro padre-hija), la escena abre la posibilidad de una nueva aventura a la que Cooper de todo corazón y como buen aventurero estaría dispuesto a asumir. (Se aburre enormemente en la estación espacial que lleva su apellido).

 

A diez años Interstellar no ha envejecido. Y si hacemos las odiosas comparaciones, 2001 sigue estando en la cima (no sin razón fue denominada en su momento como la catedral de la ciencia ficción), pero no por ello tiene menor mérito la fascinante aventura humana que describe el filme de Nolan.

Monday, September 02, 2024

DUNE DE DAVID LYNCH CUMPLE CUARENTA AÑOS

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


La adaptación al cine de la novela de Frank Herbert rondaba desde los años 70, siendo Alejandro Jodorowsky el encargado de llevarla a la pantalla grande; pero, el desmesurado proyecto del chileno, la cantidad de horas que iba a tener el filme y el presupuesto que se desbordaba más allá de todo límite hicieron cancelar la adaptación hasta nuevo aviso. Por lo que quedó (existe un documental al respecto), iba a ser una recreación de la novela en ese estilo hiperrealista propio de Jodorowsky. Por cierto, el diseño visual y argumentativo inspiró célebres películas de la época como Star wars, Alien, Blade runner o la archiconocida Terminator.

 

Los elementos de la novela eran bastante atractivos para llevarlos al cine, así que, ante el fallido proyecto de Jodorowsky y habiendo comprado los derechos de la novela Dino de Laurentis, habría que esperar a 1984 para la primera adaptación.

 

Luego de descartar algunos nombres y ante el éxito que tuvo el film El hombre elefante (1980), el convocado fue David Lynch. El propio Lynch se encargó de preparar el guion, respetando la esencia de la novela; pero, la introspección de los personajes que corta la acción (propio del libro), el ritmo lento para una space opera, los flojos efectos especiales y la baja recaudación, decidieron a los productores cancelar una continuación como daba a entender el final del filme. Aparte que resumir una novela tan compleja como Dune requería más allá de las dos horas que tuvo la versión exhibida.

 

Precisamente, Lynch tuvo una fuerte presión de los productores para reducir el metraje inicial, mucho más amplio, al estándar de dos horas, de allí que algunos personajes “entran y salen” sin mayor relevancia y algunas escenas se quedan en solo un bosquejo, sin un aparente desarrollo. Otro problema fue que el actor que encarna al personaje principal, Paul Atreides, no supo expresar esas dudas internas del personaje de si es en realidad o no el mesías, si es un producto político-religioso de las Bene Gesserit para mantener el orden social en el universo conocido, invocando existencias supraterrenales, lo que sí consigue la adaptación de Villeneuve.

 

La adaptación de Lynch respeta la novela, incluso su ritmo lento se trasluce en la película; pero, al querer asumir las características principales y tener un metraje limitado, solo pudo dar pinceladas del contenido y de los personajes. La princesa Irulan, futura esposa de Paul, es la que cuenta la historia, como en el libro, aunque su participación en el filme es más bien discreta; Chani, la conviviente de Paul, tiene ese carácter pasivo reflejado en la novela (muy distinto al de la adaptación de Villeneuve); la orden de las Bene Gesserit más parecen brujas que verdaderas arquitectas del orden social y político; a la Dama Jessica no se le nota toda la gama de mujer extraordinaria que es; los fremen, los hombres del desierto, en un estereotipo de la época, son rubios y de tez blanca - ¡en pleno sol desértico del planeta! -. Y las piedras y paredes de cartón del decorado parecían más de una serie B de bajo presupuesto, al de un filme de 40 millones de dólares, suma respetable para la época (unos 120 millones al valor actual, presupuesto para un blockbuster el día de hoy). Ya no hablemos -como apuntamos líneas arriba- de los demás personajes que entran y salen de escena, sin mayor desarrollo.

 

Y si bien, por obvias razones, Lynch renegó de la adaptación que hizo, con el paso del tiempo su versión de Dune se convirtió en un filme de culto, siendo visto -a pesar de sus limitaciones- con más interés luego de su estreno. Se puede apreciar con la simpleza que tiene, sin pedir demasiado.