Sunday, March 02, 2025

DEMASIADOS ACCIDENTES, DEMASIADOS…

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


En todas partes se producen accidentes; pero en el Perú son la regla y no la excepción. De todo tipo: puentes que se caen, jóvenes que se electrocutan en un fast food, aviones que chocan en una pista de aterrizaje, desastres naturales prevenibles y, ahora, el techo de un centro comercial que se cayó en la ciudad de Trujillo.

 

La constante es que el accidente ocupará las primeras planas unos días y luego será sustituido por alguna noticia que cause más sensación. Otra constante es que las autoridades pondrán el necesario “celo profesional” por unos cuantos días, justo los que dure la noticia, cerrando centros comerciales o colegios por aquí o por allá, y luego a dedicarse a otro asunto.

 

Claro, se dirá Perú, país del tercer mundo, la improvisación, los pocos escrúpulos de algunos empresarios, y funcionarios “de la vista gorda”, siempre van a acarrear accidentes. En un país con un sólido Estado de Derecho un accidente como el ocurrido en el mall de Trujillo le costaría no solo la licencia al centro comercial, sino la posible quiebra por las indemnizaciones a pagar y la cárcel a los representantes legales que, para variar, “se tiran la pelota” unos a otros.

 

Lo más probable es que con unos cuantos billetes a las víctimas o a los deudos la cosa se acalle. Los harán firmar mil documentos en los que se inhiben de cualquier acción legal futura, y borrón y cuenta nueva.

 

El asunto con el centro comercial que dejó varias víctimas es que el Perú, siguiendo una tendencia internacional, convirtió a los malls en los nuevos espacios públicos. Un lugar donde pasear, mirar vitrinas, ir al cine, comer algo, se ha convertido en costumbre, y que en ciertos días y horas punta puede albergar miles de personas. De allí que primero la ciudad de Lima y luego otras del país se llenaron de nuevos centros comerciales. Ese espacio, ahora, con el accidente en Trujillo, tampoco es seguro.

 

¿Quién es el culpable del accidente? Como en Fuente Ovejuna, todos son culpables. Desde el empresario (formal o informal) que decide ahorrarse unos soles en seguridad y mantenimiento, pasando por las autoridades venales que miran a otro lado, hasta los órganos jurisdiccionales que les han quitado a los municipios medidas de coerción como cierre de edificaciones con irregularidades.

 

En el caso de las nuevas edificaciones, el Tribunal Constitucional e Indecopi “le quitaron uñas” (en el buen sentido del término) a los gobiernos locales. Ya no pueden clausurar edificaciones que presenten irregularidades o problemas técnicos, por lo que de presentar defectos el proyecto o afectar la edificación a terceros o propiedad pública, la municipalidad ya no la puede clausurar como antaño. A eso -el usar el municipio como medida cautelar la clausura temporal de una edificación- Indecopi y el Tribunal Constitucional los llamó “barrera burocrática”.

 

Es cierto que la corrupción existe y que más de un funcionario municipal es “bastante flexible” con lo que ve o no ve en una inspección, pero de allí a quitar facultades al municipio como la clausura temporal de una mala edificación no era la solución. El remedio ha sido peor que la enfermedad. No sería extraño que muchos edificios recién construidos comiencen a presentar problemas al poco tiempo de terminados. Esperemos no se caiga ninguno.

 

            El poeta César Moro fue el que sentenció “En todas partes se cuecen habas, pero en el Perú solo se cuecen habas”. Por desgracia sigue siendo así.

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