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Sunday, July 16, 2023

SADA O LA HUBRIS

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

El caso de Sada Goray es sintomático de ese afán de enriquecimiento inmediato “como sea”, sin escatimar medios, compra de funcionarios o una red criminal que permita acceder al dinero de las licitaciones pĂşblicas.

 

Pero también es lección de los límites peligrosos a que puede llegar la ambición desmedida. La hubris griega que cegaba a las personas hasta hacerlas caer de su pedestal. Le faltó a Sada Goray que alguien le dijera que era mortal.

 

Su ambiciĂłn desmedida la empujĂł a su caĂ­da. QuerĂ­a tener el control total del negocio, nombrĂł directores, pagĂł sobornos y se adjudicĂł el dinero del estado. Creo que no estuvo sola, ha habido gente detrás como “socios aportantes” que llevada bien la investigaciĂłn fiscal dará más de un nombre.

 

Hasta hace poco la corrupción se asociaba a los hombres. De allí que se decía que las mujeres son más honradas y de darles oportunidad demostrarían mayor rectitud. El mundo cambiaría con las mujeres en el gobierno.

 

Los casos como el de Sada Goray o Karelim LĂłpez han demostrado que no es asĂ­. El gĂ©nero no tiene nada que ver; más es una cuestiĂłn de “cultura de la corrupciĂłn” que se ha agravado con los años y de la cual no es ajeno el sexo, ni la ideologĂ­a ni el color del partido polĂ­itico. Se ha demostrado que tanto roban gobiernos de derecha como de izquierda.

 

El caso del gobierno de Pedro Castillo demostrĂł que el robo podĂ­a venir tambiĂ©n de la izquierda, la supuesta “reserva moral” del paĂ­s. Lo que se está descubriendo en año y medio de su gobierno es sorprendente. Millones de millones de las arcas pĂşblicas se subastaban al mejor postor. Los cargos tambiĂ©n. HabĂ­a que pagar una “cuota” para mantenerse en el cargo, además del “diezmo” en efectivo al presidente.

 

Algunos dirán que se trata de leyes. Reformar la constitución política y las demás leyes para sancionar duramente a los corruptos. Es el legalismo que hasta ahora no ha dado resultado alguno. La cosa es más compleja. Tiene que ver con esas instituciones informales de la cutra y el soborno que son más fuertes que las instituciones formales.

 

¿Usted no robarĂ­a de estar en posibilidad de hacerlo? Me dirá que no; pero como dice el viejo adagio “en arca abierta hasta el justo peca”. Muy pocos serán los justos.

 

¿Cuántas Sadas hay? Deben ser infinidad, solo que no detectadas. Y algunas más en ciernes, formándose y que de acá a algunos años darán una sorpresa. Los nombres cambiarán, los hechos seguirán siendo iguales.

Friday, September 25, 2015

EL TONY MONTANA PERUANO

Por: Eduardo JimĂ©nez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com
       @ejj2107


A Gerald Oropeza ya no le gusta que lo llamen “Tony Montana”, il grande uomo, como le decĂ­a su amigo Zazá, amenazando con querellar al que ose seguir llamándolo de esa manera.

Imaginamos que las indemnizaciones que eventualmente pueda conseguir querellando a medios y periodistas, servirán para pagar en parte la reparación civil que el estado peruano le impondrá.

Pero no nos interesa demasiado lo que el Tony Montana peruano pueda hacer o creer. Vamos a ir un poco más allá.

Más preocupante es cómo un personajillo de esa naturaleza puede ser icónico para muchos jóvenes. El que la hizo, el que a temprana edad consiguió vivir con lujos inimaginables para un joven de escasos recursos. Dinero fácil y placeres fáciles.

La célebre foto al pie de su lujoso carro, cuando estaba en lo mejor de su esplendor en el tráfico de la droga, era la invitación para que otros siguieran el mismo camino. Hay que reconocer que la democratización de la movilidad social permitió que Gerald llegara adonde llegó. En otras circunstancias ello hubiese sido imposible. Como dijo un tanto discriminatoriamente una de las tantas lindas chicas que asistían contratadas a sus fiestas (blancas, rubias, voluptuosas), ella creía que Gerald era el hijo del jardinero de la mansión donde se realizaban las desenfrenadas orgías.

Veloz ascenso social, apoyo de líderes de un antiguo partido político (su propio padre fue un dirigente reconocido del Apra, la madre candidateó también por el Apra), los nexos entre narcotráfico y política vuelven a estar bajo los reflectores. No son los primeros, ni serán los últimos, de una estrecha relación entre los capos de la droga y los capos de la política. Ello, más el blanqueo de dinero en actividades lícitas, gracias a empresarios inescrupulosos, hablan más de una sociedad enferma que desde hace buen tiempo se encuentra penetrada por la droga.

Se dice que los grandes capos del narcotráfico en Colombia y México eran concientes que tarde o temprano iban a terminar muertos o en la cárcel. Destino fatídico del que sabían no se iban a librar, por lo que mientras durase el esplendor de su poder, lo disfrutaban al máximo. Muchas veces estrambóticamente. Su exhibicionismo era el del nuevo rico del barrio. En cierta manera, reflejaban la corta vida del personaje interpretado por Al Pacino en el célebre remake Caracortada: Intensa, pero breve.

Para ser sincero, el Tony Montana peruano no les llega ni a los talones.


Hugo Neira dice que nos estamos convirtiendo en una repĂşblica de mercachifles. RazĂłn no le falta. Todo se compra, todo se vende. Hasta las honras. El afán de enriquecimiento y prosperidad que trajo el modelo econĂłmico implantado en nuestro paĂ­s hace 25 años, despierta esas zonas oscuras de nuestro  animal (queja similar la tiene Jorge Edwards con respecto al Chile post Pinochet).

El considerar todo mercancía y el tener como modelo de vida el confort que el dinero te puede dar, signifca el éxito conseguido, más allá de las formas en la que lo hayas logrado. Lícitas o ilícitas, no importa mucho. Si tienes una oportunidad, sin importar demasiado su origen, y no la tomas, serás considerado un huevón.

De allí que si antes un padre decía con orgullo que su hijo quería ser médico, abogado o ingeniero, era la plasmación del ascenso social de una familia de escasos recursos económicos; ahora el querer ser futbolista, vedette o narco es el medio del ascenso y reconocimiento social.

No solo son los pobres, también está el otro extremo social. A los ricos les importa poco el país donde se vuelven prósperos, y ellos a su manera también son los Tony Montana de hoy. Ayudados por los contactos sociales y políticos, por el acceso directo al poder de turno, ellos también la saben hacer. Una ley que los beneficie, unas elusiones tributarias o unas licitaciones ganadas a dedo son parte de ese nuevo Perú.

Como se ve, el Tony Montana peruano no es el Ăşnico. Grande uomo.