Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Su segundo gobierno trae más incógnitas
que certezas. Es cierto todo lo que se dice de él o lo que jura va a hacer,
incluyendo venganzas personales contra antiguos colaboradores. Pero, es difícil
que todo lo anunciado lo pueda cumplir. La respuesta son las añejas
instituciones que tiene Estados Unidos. Se van a poner a prueba en grado
extremo para contener a un ejecutivo desbocado. Y el ambiente se encuentra tan
polarizado que cualquier pequeño disturbio social se puede convertir en una
bola de nieve. Vamos a ver discursos de odio por sectores conservadores,
supremacistas blancos a luz pública, expulsión de migrantes indocumentados,
pero no un nuevo Ku Klux Klan linchando negros en plazas y parques.
Lo
que quizás no llame tanto la atención es la pérdida de votantes del Partido
Demócrata. Un partido que tenía como electorado fiel a obreros, migrantes,
latinos y afroamericanos. Muchos de ellos han votado por Trump y no por Kamala
Harris.
Blancos
pobres y sin educación se vieron sin trabajo cuando las fábricas se mudaron a
China e India. Ese bolsón, junto a las mujeres blancas e, increíble, parte del
electorado latino y negro, le dieron el triunfo a Trump. No fue únicamente algo
racial o machista contra Harris, por ello los demócratas van a tener que
revisar y cuestionar muy bien la pérdida de bolsones de electores claves que,
sencillamente, les dieron la espalda. Hubo “voto escondido” que no quiso
revelar que votaría por Trump, de allí que aparentemente existía un empate técnico
entre los dos. Algo similar nos pasó a nosotros en elecciones pasadas. Por eso
las encuestas siempre hay que tomarlas con cuidado.
Creo
que a los demócratas les ha pasado lo mismo que a los partidos socialdemócratas
de Europa. Su preocupación giró de los problemas laborales a las cuestiones de
género, lo woke y las libertades sexuales plenas, incluyendo aborto
libre, matrimonios igualitarios y derechos LGTB+, lo cual colisiona contra esa
Norteamérica conservadora y profunda que todavía existe. Digamos que los
demócratas se han caviarizado, lo cual ha atentado contra ellos mismos. Y
seamos sinceros, salvo a una minoría, las plataformas woke o caviar importan a
muy pocos, frente a una inflación y aumento del costo de vida que afectó a la
clase media y a los más pobres de EEUU.
En
cierta forma esta reacción conservadora es consecuencia del liberalismo woke
a ultranza y de lo “políticamente correcto” que se vivió en los EEUU, sobre
todo en las grandes ciudades. No es casual que veamos a muchos conservadores
del tipo terraplanista, negacionistas del cambio climático, pro energías
fósiles o los que cuestionan la evolución darwiniana y que, con Biblia en mano,
juren en el nuevo gobierno de Trump. Por lo menos hay uno, sobrino del difunto
presidente John F. Kennedy, furibundo antivacunas, que se perfila para la
secretaría de Salud.
Y
como todo populista digno de tal nombre, Trump se rodea de ricos. No será
extraño que favorezca a los de su clase social, no solo con bajada de
impuestos, subsidio a ciertas industrias, flexibilidad regularoria, si no
participación activa en su gobierno, por lo que estas ayudas van a significar
más déficit fiscal y recorte de programas sociales de los que se beneficia
gente que, paradójico, votó por él.
En
la política internacional, donde el Ejecutivo tiene más libertad, si vamos a
presenciar a un Trump lenguaraz, apoyando una guerra comercial y verbal abierta
contra China, el nuevo “eje del mal”, la retirada del apoyo a Ucrania, pasando
por el financiamiento a la OTAN y el acercamiento a muchos dictadores, de los
que Trump es muy afecto. A Israel no creo que lo toquen, por ser un aliado
estratégico en el Medio Oriente. Igual va a suceder en Europa. Inglaterra
seguirá siendo su aliado estratégico, pero quizás en sus intereses inmediatos
no estará España o Italia.
Con
respecto a América Latina, el trato no será igual con México, con el cual
tendrá ciertas preferencias e intereses que con, digamos, Colombia o Perú;
aunque a nosotros es posible nos presione y llene de exabruptos por el puerto
de Chancay que tienen los chinos.
Con
Argentina, a pesar de los efusivos saludos de Milei, es una incógnita si tendrá
un trato preferencial en el continente un país bastante inestable, con tantos corsi
e ricorsi vividos en las últimas décadas. Creo que va a preferir un Chile
más estable, de “alumno aplicado” en la región, pero habrá que ver.
En
Enero de 2025, cuando juramente de nuevo como presidente, hay luces y sombras
de lo que podrá hacer o no hacer en su segundo mandato, y las reacciones que
sus acciones puede traer.