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Sunday, November 10, 2024

TRUMP AGAINT

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Su segundo gobierno trae más incógnitas que certezas. Es cierto todo lo que se dice de él o lo que jura va a hacer, incluyendo venganzas personales contra antiguos colaboradores. Pero, es difícil que todo lo anunciado lo pueda cumplir. La respuesta son las añejas instituciones que tiene Estados Unidos. Se van a poner a prueba en grado extremo para contener a un ejecutivo desbocado. Y el ambiente se encuentra tan polarizado que cualquier pequeño disturbio social se puede convertir en una bola de nieve. Vamos a ver discursos de odio por sectores conservadores, supremacistas blancos a luz pública, expulsión de migrantes indocumentados, pero no un nuevo Ku Klux Klan linchando negros en plazas y parques.

 

Lo que quizás no llame tanto la atención es la pérdida de votantes del Partido Demócrata. Un partido que tenía como electorado fiel a obreros, migrantes, latinos y afroamericanos. Muchos de ellos han votado por Trump y no por Kamala Harris.

 

Blancos pobres y sin educación se vieron sin trabajo cuando las fábricas se mudaron a China e India. Ese bolsón, junto a las mujeres blancas e, increíble, parte del electorado latino y negro, le dieron el triunfo a Trump. No fue únicamente algo racial o machista contra Harris, por ello los demócratas van a tener que revisar y cuestionar muy bien la pérdida de bolsones de electores claves que, sencillamente, les dieron la espalda. Hubo “voto escondido” que no quiso revelar que votaría por Trump, de allí que aparentemente existía un empate técnico entre los dos. Algo similar nos pasó a nosotros en elecciones pasadas. Por eso las encuestas siempre hay que tomarlas con cuidado.

 

Creo que a los demócratas les ha pasado lo mismo que a los partidos socialdemócratas de Europa. Su preocupación giró de los problemas laborales a las cuestiones de género, lo woke y las libertades sexuales plenas, incluyendo aborto libre, matrimonios igualitarios y derechos LGTB+, lo cual colisiona contra esa Norteamérica conservadora y profunda que todavía existe. Digamos que los demócratas se han caviarizado, lo cual ha atentado contra ellos mismos. Y seamos sinceros, salvo a una minoría, las plataformas woke o caviar importan a muy pocos, frente a una inflación y aumento del costo de vida que afectó a la clase media y a los más pobres de EEUU.

 

En cierta forma esta reacción conservadora es consecuencia del liberalismo woke a ultranza y de lo “políticamente correcto” que se vivió en los EEUU, sobre todo en las grandes ciudades. No es casual que veamos a muchos conservadores del tipo terraplanista, negacionistas del cambio climático, pro energías fósiles o los que cuestionan la evolución darwiniana y que, con Biblia en mano, juren en el nuevo gobierno de Trump. Por lo menos hay uno, sobrino del difunto presidente John F. Kennedy, furibundo antivacunas, que se perfila para la secretaría de Salud.

 

Y como todo populista digno de tal nombre, Trump se rodea de ricos. No será extraño que favorezca a los de su clase social, no solo con bajada de impuestos, subsidio a ciertas industrias, flexibilidad regularoria, si no participación activa en su gobierno, por lo que estas ayudas van a significar más déficit fiscal y recorte de programas sociales de los que se beneficia gente que, paradójico, votó por él.

 

En la política internacional, donde el Ejecutivo tiene más libertad, si vamos a presenciar a un Trump lenguaraz, apoyando una guerra comercial y verbal abierta contra China, el nuevo “eje del mal”, la retirada del apoyo a Ucrania, pasando por el financiamiento a la OTAN y el acercamiento a muchos dictadores, de los que Trump es muy afecto. A Israel no creo que lo toquen, por ser un aliado estratégico en el Medio Oriente. Igual va a suceder en Europa. Inglaterra seguirá siendo su aliado estratégico, pero quizás en sus intereses inmediatos no estará España o Italia.

 

Con respecto a América Latina, el trato no será igual con México, con el cual tendrá ciertas preferencias e intereses que con, digamos, Colombia o Perú; aunque a nosotros es posible nos presione y llene de exabruptos por el puerto de Chancay que tienen los chinos.

 

Con Argentina, a pesar de los efusivos saludos de Milei, es una incógnita si tendrá un trato preferencial en el continente un país bastante inestable, con tantos corsi e ricorsi vividos en las últimas décadas. Creo que va a preferir un Chile más estable, de “alumno aplicado” en la región, pero habrá que ver.

 

En Enero de 2025, cuando juramente de nuevo como presidente, hay luces y sombras de lo que podrá hacer o no hacer en su segundo mandato, y las reacciones que sus acciones puede traer.

Sunday, October 13, 2024

OLA DE CRIMINALIDAD Y BUKELIZACIÓN

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


El paro de los trasportistas (al que se unieron comerciantes minoristas) contra la inacción del gobierno frente a las extorsiones, pago de cupos y asesinatos por bandas criminales organizadas, ha colocado en primer plano no solo la ola delictiva que azota Lima y otras ciudades del país, sino la carencia de un plan contra el crimen organizado.

 

Contra todo pronóstico, y ante la necesidad de seguridad material por las diarias extorsiones y sicariato, miles de personas afectadas por la ola de criminalidad, salieron a protestar frente a la inacción del gobierno.

 

Es cierto que las extorsiones, sicariato, tráfico de personas y de drogas, no solo ha recrudecido en nuestro país, también otros países de la región están sufriendo el mismo problema, por lo general causado por bandas criminales de origen venezolano. A los gobiernos los ha cogido “en frío” al no saber cómo reaccionar frente a la creciente ola delictiva. El asunto está en qué hacer. Y es allí donde cojea el gobierno de Dina Boluarte.

 

Boluarte asumió el gobierno faltando tres años y medio para completar el período de Pedro Castillo, por lo que, frente a su debilidad política, la decisión de “flotar” para sobrevivir políticamente hasta culminar su mandato, era demasiado tiempo, sobre todo en un país tan complicado y convulso como el Perú, donde cada día surge un nuevo problema. Tenía que afrontar algunos problemas graves, uno de ellos la delincuencia organizada.

 

Pero, por el lado de la oposición, la cosa va igual o peor. Más allá de los discursos retóricos, no se conoce propuestas coherentes. En el supuesto que sean gobierno mañana, el problema de la inseguridad ciudadana seguiría igual.

 

Y es que las propuestas van por cambios difíciles de ejecutar. Más fáciles de decir que de hacer, como sucede con la reforma de la justicia, el Ministerio Público o la eficiencia de la policía nacional, pasando por darle más competencias (y armas) al serenazgo y penas draconianas por delitos agravados.

 

Frente a ello solo tenemos “parches” que no van a ser de mucha ayuda y, frente a la ineficiencia del gobierno y la oposición, puede desembocar en que los grupos sociales afectados apliquen la justicia por sus propias manos. Vamos, “se busca vivo o muerto”, como en el lejano oeste. Cuando el estado, que tiene el monopolio de la violencia, falla, a la sociedad no le queda más remedio que aplicar la justicia con sus propias manos, como de hecho sucede en casos aislados. Ya no será “coge un choro y déjalo paralítico”, sino “haz patria y mata un choro”.

 

La xenofobia también se va a agudizar, sobre todo hacia los venezolanos, y separar la paja del trigo va a ser extremadamente difícil, por lo que justos van a pagar por pecadores.

 

Y, como apuntamos en un artículo anterior, a mediano plazo, de cara a las elecciones de 2026, los planteamientos extremos de una bukelización contra la delincuencia van a tener más oyentes y adeptos que aquellos planteamientos moderados o que hablen del debido proceso y los derechos humanos.

 

Los planteamientos del centro político van a tener poco eco entre los electores. Al ciudadano medio no le va a importar mucho cómo el siguiente gobierno “mata las pulgas”, sino que cese o baje esta ola criminal, por lo que, si es necesario suspender algunos derechos fundamentales, al ciudadano no le va a quitar el sueño. Claro, de allí a un gobierno autocrático, existe apenas un paso.

 

Quien tenga un “relato” contra la delincuencia y sea creíble, sin importar si es de izquierda o de derecha, es quien tendrá más seguro el sillón de Pizarro el 2026. En otras palabras, un populista de “mano dura” tendrá más oportunidad de ganar que alguien con un discurso racional y apegado al estado de derecho. La pobreza y la falta de oportunidades han pasado a un segundo plano, frente a la criminalidad que azota el país. Quien tenga “soluciones”, por más disparatadas o duras que parezcan, pero creíbles, tendrá más chance de ganar. No importa tanto la idoneidad del candidato, importa que su “relato” sea creíble para la ciudadanía.