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Sunday, November 16, 2025

A 50 AÑOS DE LA MUERTE DE FRANCO

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Es difícil que una figura tan controversial como la de Francisco Franco genere consenso. Ni siquiera en el cincuentenario de su muerte. Incluso hay jóvenes en la España de hoy que lo admiran. Y, también, otros que lo aborrecen. No es raro. Salvando las distancias, es tan controversial como entre nosotros lo fue Alberto Fujimori o, en Chile, Augusto Pinochet. Son parteaguas en una nación y su legado siempre estará en polémica. O son muy odiados o son muy queridos; pero, no hay término medio.

 

Franco, como los dos antes citados, son personajes que emergen de naciones en crisis. Para nadie es un secreto que la república española era un caos, que existían intereses de fuera para que reine la anarquía y que muchos especulaban que este caos se resolvía en una guerra civil. En esa difícil coyuntura emerge “el caudillo por la gracia de Dios”.

 

A diferencia de Pinochet o Fujimori, que sientan las bases de un país diferente, guste o no, con Franco las cosas fueron más complicadas. Frente al aislacionismo en que las naciones europeas y EEUU encierran a España luego de la guerra civil (recordemos que España mantenía una política de colaboracionismo con el fascismo italiano y alemán), el franquismo plantea un modelo económico de autarquía y de precios controlados que no funciona. Hay hambrunas, escasez, mercado negro. Y, atraso, mucho atraso, económico, social y cultural. Muchos españoles migran a Europa como mano de obra barata o a “hacer la América”; sin contar, claro, los miles que tuvieron que huir para salvar la vida luego de vencidos los republicanos. Con ellos España pierde “masa gris”, talento que se va a otros países.

 

Aunque parezca política exclusiva del ex bloque soviético o de la actual Cuba y Venezuela, cada ciudadano en la España franquista tenía una cartilla de racionamiento para comprar los productos necesarios de una canasta de alimentos a precio regulado, productos que muchas veces no encontraba en el mercado oficial, pero sí en el mercado negro a precio libre. Son conocidos como “los años del hambre”.

 

El modelo no funcionó, a tal punto que, en los 50, visitantes de esa España atrasada creen que el franquismo no sobrevive. El ambiente cultural es bastante pobre y pueblerino. Mario Vargas Llosa comenta que el Madrid de aquellos años parecía un pueblo de provincias y no la capital de un país; y las procesiones, rezos y poder de la Iglesia Católica en la sociedad y el estado era enorme. El Opus Dei podía vetar a un rector de Universidad con sospechas de liberalismo y el control absoluto de los contenidos en las escuelas por parte de la Iglesia impedía el librepensamiento y la sana crítica en la enseñanza. Atraso y oprobio.

 

A fines de los 50 e inicios de los 60 la economía se abre a Europa y al mundo. Cambian de modelo. Se ofrecen incentivos para una industrialización del país, fomentar el turismo y hacer películas extranjeras. Por costos, muchos clásicos fueron filmados en España. La censura también se vuelve más flexible. Sigue habiendo, pero no es tan rígida como antes. Algunos afirman que ya en los 60 había una España más cosmopolita y menos franquista. Había dictadura, es cierto, pero como que flexibiliza los controles. Es la antesala de lo que vendrá en los 70, a la muerte del caudillo.

 

En esos años y a la sombra del franquismo nace una clase media moderna y los nuevos ricos que, conforme van haciéndose más fuertes como clase social, poco a poco, van a tratar de independizarse de la dictadura y a jugar un papel importante en la transición española.

 

¿Por qué fue una transición pacífica a la muerte de Franco en 1975 y no la guerra civil entre “las dos Españas” que muchos temían?

 

En principio fue gracias a los actores políticos de ese entonces. Tanto el oficialismo como la oposición se dan cuenta que enfrentarse de nuevo daría inicio a otra guerra civil. Asumen con madurez el tiempo que les ha tocado vivir y aplican la política del “borrón y cuenta nueva”. Puede parecer cínico; pero era preferible enterrar el hacha y no perseguir a los culpables de crímenes de lesa humanidad que enfrentarse nuevamente y provocar más muertes, hambrunas y desolación, como las que vivieron en la guerra los españoles. Se produce el “compromiso histórico” que dará lugar a la apertura democrática. Perdía la revancha, pero ganaba la estabilidad política del país. Es lo que hicieron también en Chile cuando muere Pinochet y, por desgracia, lo que no hicimos nosotros, y ya vemos como estamos en estabilidad política.

 

Franquistas lúcidos como Adolfo Suárez se sientan en la mesa de concertación con opositores duros del pasado como Santiago Carrillo, nada menos que el secretario general del Partido Comunista Español. Se dan cuenta que es imposible volver atrás, que restaurar la república era un sueño en ese momento y que más factible era una monarquía constitucional con plena garantía de derechos para los españoles y un Parlamento elegido libremente, a la usanza de muchos países europeos. Fue realismo político.

 

Franco también puso su grano de arena para la sucesión. No designó a otro militar en el poder, sino al heredero al trono, el futuro rey Juan Carlos I, restaurando la dinastía borbónica anterior a la república. Pensando que Juan Carlos iba a conducir un gobierno conservador, lo designa al trono; pero muerto Franco tenemos un rey que avala todos los cambios que se vienen y que afianza la democracia. La sociedad española pasa de la cruz al voto. Algo que se debe agradecer al rey emérito. Fue un gran valedor de la transición democrática.

 

Los franquistas tienen su aggiornamento y se convierten en partidos democráticos (algo similar hicieron en Chile los pinochetistas), y los socialistas del PSOE, los grandes rivales en la oposición, se modernizan y dejan archivado su ideario marxista. Cuando son gobierno, en 1982, con Felipe González, asumen el poder sin revanchas ni rencores, y extienden la mano a los que, antaño, fueron sus grandes enemigos. Triunfó la reconciliación sobre el fúsil de guerra. El resto es historia conocida.

 

Franco seguirá siendo una figura cuestionada por un buen tiempo, pero es imposible dejar de mencionarlo. Siempre habrá en España un antes y un después de Franco, guste o no.