Sunday, August 15, 2021

¿TIENEN LÍMITES LOS DESEOS HUMANOS?

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Al parecer no. Los deseos humanos son infinitos como la imaginación del hombre. Cumplido o satisfecho un deseo, vendrá otro que ocupe su lugar. Satisfecho este vendrá otro más y así hasta que dejemos este mundo.

 

Esto a raíz de la película Wonder woman 1984, ambientada en el año del título.

 

Es una película atípica en el subgénero de los superhéroes. Tiene acción, pero no tanta como las otras. Va más al lado subjetivo de los personajes. Los deseos que anhelan. Cada uno tiene el propio: poder, fama, dinero, cosas. Son infinitos y se contraponen con los que tienen otros. Vienen los conflictos y el querer imponerse sobre los demás para alcanzar el propio.  

 

Como decía Montaigne nunca vivimos en nosotros mismos, sino siempre más allá. El temor, el deseo y la esperanza nos llevan hacia el porvenir.

 

La otra cara del deseo es el sufrimiento por el deseo no alcanzado. O por el deseo alcanzado a medias. Deviene en frustración con toda la carga emocional, sicológica y física que conlleva.

 

En el filme la solución a esta secuencia de deseos infinitos, mundializados y que se superponen unos a otros es renunciar a los propios deseos, en la línea de las religiones orientales. Para estas el mundo es una ilusión, un maya. Los deseos son trampas que deben ser superadas para seguir nuestro camino ascendente en nuestra evolución espiritual. Mientras seamos esclavos de los deseos, estaremos atados a este mundo. El cristianismo algo de eso captó cuando pedía la renuncia a los apóstoles de todo lo material, incluyendo la renuncia a la familia. Y la parábola de la imposibilidad que el rico entre al reino de los cielos lo ratifica.

 

Tener deseos es bueno, nos motiva, pero quizás la solución está en moderar nuestros deseos. Es difícil, toda persona siempre querrá más de lo que tiene o de lo que consiguió. Sería bueno dar otra mirada a este mundo, de repente es solo una ilusión como decían las antiguas religiones.

 

Sunday, August 08, 2021

GUANTANAMERA. LA DESILUCIÓN AL FINAL DE LA FIESTA

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Guantanamera fue la película póstuma de Tomás Gutiérrez Alea, suerte de testamento fílmico.

 

Usando recursos de la comedia de enredos, el humor negro y la road movie, va narrando la travesía de Guantánamo a Santiago de Cuba de los restos de Yoyita, célebre cantante de música clásica que regresa luego de muchos años a su tierra natal para recibir un homenaje, encontrarse con familiares y el amor de su vida, Cándido. En el medio, personajes como Gina, profesora de Economía, retirada de la universidad por su pensamiento bastante heterodoxo; Adolfo, su esposo, caído en desgracia de la cúpula del poder a administrador de funeraria; Mariano, antiguo alumno de Gina, convertido en camionero y con un amor en cada parada.

 

Estamos en el “período especial” de los años 90 que vive Cuba luego de la implosión de la Unión Soviética y el cese de los subsidios rusos. El mercado negro de compra y venta de productos es mucho más rentable que dedicarse a una profesión.

 

En ese contexto y viendo Adolfo en la muerte de Yoyita, la tía de Gina, la oportunidad para regresar a las ligas grandes del poder, proponiendo un plan descabellado que aparentemente parece eficaz: repartirse el muerto entre las distintas agencias funerarias de cada provincia hasta llegar a su destino final.

 

Claro, no se ahorra gasolina ni recursos, pero impacta, y como dice el propio Adolfo, “aquí lo que importa son los golpes de efecto”.

 

La película es una crítica al sistema burocrático implantado en la isla luego de la revolución. A que la revolución quedó estancada entre planes efectistas y excesivo aparato burocrático-partidario. La fábula de los viejos que no mueren contada en el filme es clave para entender el discurso. La vieja nomenklatura cubana que se rehúsa a dejar el poder. Como diría Gonzáles Prada los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra; que es lo que refleja la escena final del filme, que apuesta también a un sentimiento puro como el amor para hacer renacer las cosas.

 

No es lo mejor de Tomás Gutiérrez Alea, pero a 25 años Guantanamera se mantiene vigente.