Eduardo
Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Siguiendo
el interesante artículo de Denisse Rodríguez titulado Democracia, pero ¿a
qué costo? (Gestión, 24.2.23) vamos a revisar desde el Análisis Económico
la noticia del carísimo buffet de los congresistas, el último de los escándalos
del Legislativo, buffet por cierto que todos nosotros lo pagamos con nuestros
impuestos.
La noticia no
es exclusiva de Perú. La autora señala que escándalos recientes por los costos
operativos del Congreso se han dado hasta en democracias bastante consolidadas
como la del Reino Unido por el catering de la Cámara de los Lores (Senado), en
Francia por el champagne consumido o en el Parlamento Europeo por los regalos a
los parlamentarios. La cosa no es nueva y considerando que es un organismo
colegiado muy variopinto, no existe en el mundo ningún congreso que tenga una
alta aprobación, casi todos van volando bajo y a la gente no se le ocurre por
eso pedir el “cierre del Parlamento”. Una cosa es el actuar de un congresista y
otra muy distinta la institución parlamentaria.
Es, digamos,
un “mal necesario”. Mal con ellos, peor sin ellos. Por eso, su baja popularidad
siempre ha sido aprovechada por presidentes populistas como Fujimori, Vizcarra
o Castillo. Es el perfecto “saco para golpear” que siempre produce réditos.
En
administración los costos operativos (y el servicio de buffet es uno de ellos)
son los gastos de la empresa o institución por el servicio que ofrece (en este
caso legislar). La autora señala que los costos operativos de los congresos de
Chile y Perú son muy similares (150 millones de dólares al año), pero con la
diferencia que en Chile son 205 representantes y tiene dos cámaras. En el caso
de nosotros es unicameral y con 130 representantes, por lo que el costo
operativo por congresista es más elevado en Perú ($1.15 millones por
congresista vs $730,000 en Chile). Por tanto, acá gastamos más por padre de la
patria.
Veamos su eficacia.
Si el gasto vale la pena.
En cuanto a
iniciativas legislativas, las que presentan los legisladores peruanos son
bastante pobres, muchas son plagios de leyes de otros países y algunos congresistas
ni se toman la molestia de presentar alguna (son los que “hacen bulto” y solo
están activos para votar conforme lo que diga el líder de su bancada) y casi
todos han presentado un crecimiento bastante elevado de su patrimonio.
Una prueba al
canto que no les importó el momento político que vivimos entre Diciembre y Febrero
fue que dilataron hasta el cansancio el adelanto de las elecciones y no les
importó el ruido de la calle.
Si nos
atenemos al costo/beneficio, el Congreso actual es bastante caro y poco
eficiente. No cumple ni siquiera en forma mediana su labor. De pertenecer los
congresistas a una empresa privada (donde te miden eficiencia) hace tiempo
hubieran sido despedidos porque no hay resultados, cero goles.
Tampoco son
empáticos con sus representados una vez que se descubrió lo del buffet de 80 soles
(recordemos que ellos nos representan en el poder legislativo). A un
congresista se le ocurrió expresar que ellos comen productos de primera no de
tercera, menos “van a comer alfalfa”. Y una congresista adujo gastronómicamente
“que tenían derecho a comer rico”.
Aplicando el
costo de oportunidad (el costo de hacer una cosa y no hacer otra), los 208,000
soles mensuales del buffet bien se pudieron haber aplicado a combatir la anemia
infantil crónica, que en nuestro país se ha disparado a 11.5% (en Chile apenas
llega la anemia infantil a 2.6%). O en reparar escuelas en las zonas más
alejadas del país. Un buffet de lujo pudo ser mejor aprovechado de otra manera.
Todo en un entorno donde el común de la gente por la subida de precios en
alimentos está comiendo menos o la calidad de lo que come ha bajado y ni
remotamente accedería a un buffet de 80 soles.
Y si tomamos
en cuenta que el PBI per cápita chileno es de $ 16,625.00 y el peruano de
apenas $ 6,621.00, tenemos que cada ciudadano peruano gasta más por congresista
teniendo ingresos menores que en Chile. Es como que una persona gastase en su
representante digamos 1,000 soles ganando solo 2,000, mientras que el vecino
gasta por representante 800 soles ganando 5,000. El que gana menos gasta más.
Por otro lado,
está también el costo del buffet. 80 soles es bastante caro si lo comparamos
con buffets que ofrecen en Lima restaurantes de buena calidad. Aparte que el
concesionario tiene en el propio Congreso infraestructura para prepararlo
(cocina) y servirlo (comedor), incluyendo mozos pagados por el mismo Legislativo y no gasta ni en gas ni en
platos. Digamos que se la lleva casi completa.
Es decir, ese
buffet es exageradamente caro considerando que el concesionario tiene toda una
logística a su disposición, por lo que el contrato del servicio es más que
sospechoso. En una empresa privada jamás lo contratarían por ese precio.
La productividad
no es muy buena que digamos, menos la eficiencia. En el caso de los
congresistas no los podemos despedir como en una empresa, pero sí renovar o
revocar su mandato a mitad de periodo, con las elecciones a medio término. Si
ha sido bueno se le renovará la representación, sino será revocado. Claro, como
todo en la vida tiene sus pro y sus contras, pero es mejor hacer algo efectivo
ante la inoperancia y mediocridad de los padres de la patria.
A María
Antonieta (la última reina de Francia) se le atribuyó la frase que si no hay
pan el pueblo coma tortas. Ya sabemos por historia como terminó. Esperemos que
los actuales padres de la patria no tengan el mismo final.