Thursday, November 24, 2016

ROCKY CUMPLE CUARENTA AÑOS

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com

       @ejj2107

¿Qué posibilita que una película sea vista por distintas generaciones y sea recordada más allá de su efímero estreno?

Existen muy buenas películas que no resistieron el paso del tiempo; en cambio, otras sí, a pesar de ser artísticamente más “modestas”. Es el caso de Rocky.

Quizás “el mensaje” fue lo que hizo atractiva a Rocky como para ser recordada luego de tantos años. Que el sueño americano, a pesar de todo, se puede cumplir para un simple mortal. Un boxeador anónimo que funge de matón de un ganster local, por el azar o el destino tiene la oportunidad de oro de enfrentarse al máximo exponente de los pesos pesados: Apollo Creed (claramente inspirado en Muhammad Ali, el gran boxeador de los años sesenta y setenta).

Todos creen que el semental italiano (como se autoproclama Rocky) será vencido fácilmente por el fanfarrón Creed, cuando el desenlace será distinto, lanzando a la fama al anónimo boxeador.  

Quizás allí se encuentra la clave del gusto por la trama: un oscuro personaje, como muchos de nosotros, puede cumplir su sueño y acariciar los laureles del triunfo. El hombre común, el hombre de la calle, alcanza la fama. Millones en todo el mundo deben haberse sentido identificados con el personaje, una suerte de proyección de nuestros sueños, pero también de nuestras frustraciones. Toca las fibras más sensibles de quienes se identifican con el personaje encarnado por un -en ese entonces- también desconocido actor llamado Sylvester Stallone (que se le realizó su sueño de convertirse en un actor reconocido).

Súmenle a ello que se estrenó en 1976, cuando se celebró por todo lo alto el bicentenario de la nación del norte. We are the people, nosotros el pueblo y la democracia como régimen horizontal, donde todos somos iguales y podemos realizar nuestros más caros anhelos en la tierra de la libertad, principio fundacional del régimen político norteamericano. Ese sustrato ideológico se encuentra claramente desarrollado en la trama del filme.

Sí, hay películas que, sin ser grandes obras, tocan fibras profundas como Rocky, que llega a su cuarenta aniversario tan fresco como el día de su estreno.

Monday, November 14, 2016

TODO CIVILIZACIÓN TIENE SU BARBARIE



Por: Eduardo Jiménez J.
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El título no es mío, es una frase de un artículo de Hugo Neira, pero refleja bien ese malestar y preocupación que se vive en el mundo.

Hay hechos inquietantes que hacen pensar en un regreso a los años treinta del siglo pasado: los movimientos xenófobos y el fortalecimiento de los grupos nacionalistas en Europa, la incapacidad de las democracias occidentales de salir de los entrampamientos sociales y económicos, la escasa legitimidad de la clase política y las crisis de los partidos políticos que avizoran una crisis mayor del sistema de democracia representativa, el quiebre con el Brexit de la mayor confederación de naciones que el mundo haya conocido, las vueltas a un “pasado glorioso” como el califato de Isis o los grupos terroristas internacionales, y ahora Trump en los propios Estados Unidos y la ilusoria vuelta a los “años de esplendor del imperio”. Una de las democracias más fuertes creó su populista de derecha, que tuvo eco no solamente gracias a sus millones, sino a los “blancos pobres” de Norteamérica, aquellos que se quedaron sin empleo o sin negocio gracias a la globalización.

Son las contradicciones que trae todo cambio, que pueden incluso traerse abajo el cambio mismo. Cerrar fronteras, mirar como enemigo al extranjero que quita el trabajo al connacional, crear un sentimiento chauvinista justificatorio. De allí solo existe un paso para regresar a la locura de un mundo polarizado y de tribus de distinto tamaño. Lo que pasó en los treinta. Quizás estemos ante las puertas de un mundo agonizante o en las puertas de otro por nacer. Por eso los tiempos confusos.

Nosotros no nos salvamos. Tenemos nuestras propias contradicciones y los cambios hacia la modernidad de los últimos treinta años pueden revertirse en un tris de no resolver ciertos problemas urgentes. Los que quieren traerse abajo los cambios, han tratado de tomar el poder por la vía legal en los últimos quince años y hasta ahora han sido conjurados. Hasta ahora. Nadie sabe si el 2021 lo conseguirán. Como bien apunta Hugo Neira, PPK es un hombre de negocios como lo era Leguía. Aparentemente con Leguía daba la impresión que el Perú se dirigía indesmayable hacia el progreso y ya sabemos cómo terminó todo y cómo terminó él.  

Ojalá no suceda. Da escalofríos de solo imaginarlo.
 

Friday, October 07, 2016

CUANDO LOS COLOMBIANOS LE DIJERON “NO” AL ACUERDO DE PAZ



Por: Eduardo Jiménez J.
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Se contaba una broma. Cuando Pinochet, hace treinta años atrás, perdió el plebiscito en Chile y tuvo que irse: el fantasma de Franco se le aparece y le susurra al oído “eso te pasa por preguntar”.

Chiste de dictadores, es cierto; pero algo de cierto tiene. A veces los que tienen el poder para ganar legitimidad en decisiones trascendentales “consultan al pueblo” a fin que ratifique la decisión tomada. Aparentemente parece que tienen las de ganar en la consulta y algo sucede que el resultado es totalmente contrario a lo esperado. Sucedió este año con el Brexit británico y ha vuelto ha pasar con el referendo del acuerdo de paz colombiano. En los dos casos ganó la posición contraria muy ajustadamente y puso en serios aprietos y dilemas al gobierno de turno.

En el caso colombiano parecía que el “sí” sellaba la paz definitiva, sin embargo a los poco días el panorama cambió. Claro, no es que los colombianos deseen mantener la situación de guerra interna, sino que fue “el costo de la paz” lo que marcó el rechazo. Las condiciones políticas y económicas a favor de las FARC, pesaron sobre el ánimo de los votantes más que la paz misma.

Y en este punto entra a tallar “el tercero en discordia”. Porque hay un tercero que no fue tomado en cuenta. Fue gracias a la campaña masiva a favor del no que promovió Uribe y su grupo que los resultados se revirtieron sorprendentemente. Uribe en Colombia es quizás más popular que el propio Santos. Para que más o menos se entienda: allá es una suerte de Alberto Fujimori. Hombre pragmático, de derecha, que “se saltó” más de una vez el estado de derecho, y que logró bajar el poder militar de las FARC a un tercio, lo que posibilitó que Santos pueda obligar a sentar a negociar a lo que quedaba de la narcoguerrilla. Algunos incluso sostienen que de haber continuado en el poder Uribe hoy las FARC serían historia.

Ese tercero en discordia que se ha ganado a pulso el derecho de ser escuchado, deberá ser tomado en cuenta en una eventual ronda de renegociaciones para encontrar una salida más realista en el impase por la paz. Lo malo es que la de Uribe es una posición muy radical y claramente anti-Farc. Su solución es militar, más que política. Habrá que “hilar fino”.

A los colombianos les conviene zanjar el asunto, aunque no están muy convencidos de los términos en que se zanja. Tienen una institucionalidad envidiable y ya sin el lastre de la guerra interna, es posible que su potencial económico se eleve más allá de la respetable economía regional que actualmente es. Algunos piensan que su potencial lo hace un candidato más prometedor para ingresar al club selecto de la OCDE que nosotros mismos y que, terminado el conflicto, “el segundo Chile” regional podría ser Colombia, no Perú.

En fin, la eventual renegociación tendrá que ver estos aspectos. Escuchar la voz y el sentir de la mitad de colombianos que este domingo le dijeron “no” al acuerdo de paz tal como está redactado.