Tuesday, August 17, 2010

A VEINTE AÑOS DEL FUJISHOCK

El 8 de Agosto de 1990 comenzó el proceso de cambio del modelo económico peruano, tan celebrado ahora, con el shock económico (conocido como “el fujishock”) a fin de detener la hiperinflación originada en el primer gobierno de Alan García. ¿Qué había pasado?

El primer gobierno de García se caracterizó, aparte de la desatada corrupción y desgobierno, en ser el peor administrador en el manejo económico: controló y subsidió precios, “congeló” el tipo de cambio y las tasas de interés, incautó los ahorros en moneda extranjera para subvencionar el tristemente célebre “dólar MUC” (medida que recientemente ha copiado Chávez), regaló créditos a tasas de interés cero y, lo peor de todo, para financiar la labor del estado y el pago de planillas (bastaba tener un carné del partido aprista para entrar al aparato del estado por lo que este engrosó sus filas desmesuradamente) ordenó emitir moneda inorgánica, sin el respaldo debido. Esa emisión de papel moneda inorgánico fue la marea que comenzó a hacer subir los precios1. En los primeros dos años es cierto que se vivió un falso bienestar, como el bienestar del drogo dependiente, que luego necesita más dosis de la droga para sentirse bien.

Un hecho crucial marcó el inicio del fin: el 28 de Julio de 1987 AGP pretende estatizar el sistema financiero. El mensaje presidencial de ese año anunció “la pelea” con los bancos que no apostaron por el país como él creía2. La estatización trajo una tenaz oposición de la derecha con el célebre escritor Mario Vargas Llosa a la cabeza, conformándose a nivel local el cimiento del pensamiento neoliberal y una “inteligencia” (bueno, es un decir) que tendría tanta presencia y poder en el Perú de los años noventa3.

Pero vayamos a los hechos de aquella época. La “pelea” con los bancos de Alan García trajo la necesidad de buscar mayor financiamiento en la emisión inorgánica4. Ya habíamos “roto palitos” con el satanizado Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. De los pocos que nos ayudaban en la banca extranjera estaba el Banco Interamericano de Desarrollo, dirigido por el uruguayo Enrique Iglesias, uno de los poquísimos que nos tendió la mano en aquellos cruciales años, cuando el Perú era considerado “un paria” internacional y nadie, absolutamente nadie, apostaba ni un sol por nosotros. Sin embargo no era suficiente, por lo que se requería mayor emisión inorgánica. De allí estábamos a un paso de la hiperinflación.

De 30% o 40%, niveles aunque peligrosos todavía “manejables”, pasamos a más de 100% y luego superamos largamente los cuatro dígitos. La inflación acumulada de aquella época pasó el millón por ciento. Ya habíamos ingresado al “selecto club” de los países con hiperinflación. El precio de un producto valía en la tarde más que en la mañana, las empleadas de los supermercados se pasaban la jornada de trabajo reetiquetando precios, los productos básicos se conseguían solo en el mercado negro, los servicios públicos no funcionaban (es cierta la anécdota que cuentan muchos que en aquella época se abría el grifo de agua y salía … excremento), el tipo de cambio subía minuto a minuto, nadie ahorraba en moneda nacional, todos preferían los dólares por lo que los intis que se tenían eran cambiados de inmediato al billete verde que era atesorado “debajo del colchón” (de allí comenzó el proceso de dolarización que duró cerca de veinte años), confirmando la famosa ley de Gresham: el dinero malo expulsa al bueno. Y como efecto colateral vimos desaparecer y aparecer tres monedas sucesivamente: el sol de oro, el inti, el inti millón y el nuevo sol.

Hacia los finales del primer gobierno de García daba la impresión que el país se desbarrancaba entre la hiperinflación, el terrorismo, la corrupción y el desgobierno. Muchos peruanos migraron al extranjero porque acá no había futuro. Tres millones de peruanos que viven fuera son testigos de ello. Por eso en el Perú de 1990 no había otro camino que detener “en seco” la hiperinflación, y para ello era necesario un “shock” económico, es decir subir drásticamente los precios de los productos básicos, dejar de subsidiarlos, “sincerar” los precios.

Dentro del plan de gobierno del Fredemo, liderado por Mario Vargas Llosa, estaba contemplado el “shock económico”5 a fin de detener la hiperinflación, decisión honesta y valiente pero que “asustó” a los electores (así como su medida de reducir el estado, recordemos que la gran mayoría vivía a expensas de este), que optaron por sufragar a favor del otro candidato: Alberto Fujimori6. El “chinito”, como ya se le decía, había prometido bajar la hiperinflación gradualmente, así que ante una promesa de bajarla en forma “suave” y otra de manera radical, los votantes optaron por la primera. Que haya sido solo una mentira más (característica de Fujimori como se demostraría en su gobierno) o no, lo cierto es que llegado al poder se dio cuenta que era imposible ese gradualismo y tomó la receta del Fredemo: el shock7.

El ajuste fue brutal. Fue una operación sin anestesia. El entonces primer ministro de aquellos años, Juan Carlos Hurtado Miller, terminó su discurso de disciplina fiscal con la célebre frase “que Dios nos ayude”.

Al día siguiente la gente estaba desorientada, como si hubiese recibido un mazazo en la cabeza y no pudiesen reaccionar adecuadamente. Los propios minoristas ya no sabían cuánto cobrar por una pasta de dientes o una bolsa de pan. Lo cierto es que la inflación bajó drásticamente. Estabilizados los precios relativos comenzó el proceso de reconversión económica: privatización de las empresas públicas, labor subsidiaria del estado, flexibilización laboral, rol preponderante del sector privado y de las fuerzas del mercado8.

Todo comenzó hace veinte años atrás y el mérito de los sucesivos gobiernos ha sido no cambiar las vigas maestras del modelo (con sus cosas buenas y sus cosas malas, ese es otro tema). El resto es historia conocida.

1. La irresponsabilidad demostrada en su primer gobierno y las secuelas nefastas vividas fueron causantes del gran rechazo que generó AGP en los años noventa y parte del 2000; y si ganó las elecciones del 2006 fue por ser considerado “el mal menor” frente a Ollanta Humala. No es casual tampoco que luego del desastre en el manejo económico de su primer mandato con el abuso de políticas heterodoxas, desenfreno en el gasto público y emisión inorgánica de papel moneda, haya experimentado una “conversión” al credo neoliberal, practicado con fruición en su segundo gobierno. Es la fe de los conversos.
2. La verdad que nunca apostaron por el país. No solo la banca nacional, como hemos sido testigos en la crisis financiera de 2008, en el propio Estados Unidos los bancos –causantes de la crisis- solo vieron y ven por el interés de sus dueños y gerentes.
3. Tras el fin del socialismo real, el “consenso de Washington” de finales de la década del ochenta fue la punta de lanza para la expansión del pensamiento neoliberal en América Latina. Sin embargo, tomó características propias en cada país. En el Perú el “detonante” para la expansión de las ideas sobre liberalismo económico fue el intento de expropiación de la banca por parte del gobierno aprista de ese entonces y el descalabro económico del primer gobierno de AGP. El desastre en que dejó al país –se dice que no había dinero ni para el pago de planillas, por lo que el presidente electo debió pedir un préstamo de emergencia a la banca extranjera solo para el pago de personal- facilitó la introducción de las reformas neoliberales a inicios de los noventa. Luego, con “el autogolpe” de 1992 cambió la correlación de fuerzas políticas y posibilitó la radicalización de estas reformas.
4. A lo cual ayudó un Congreso con mayoría aprista complaciente, un Ministerio de Economía -jefaturado por Luis Alva Castro- benévolo con los requerimientos del ejecutivo, y un Banco Central que no cuidó su autonomía y se dejó avasallar por los requerimientos del presidente.
5. La verdad que los economistas del Fredemo tenían razón en detener la hiperinflación “en seco”, no sólo porque no había recursos para seguir financiando los subsidios, sino también porque existía un componente sicológico que hacía imposible un gradualismo moderado: las expectativas de las personas siempre iban a estar por delante de cualquier intento de freno moderado al alza de precios.
6. Aquella campaña política conoció, quizás por primera vez en la historia reciente del Perú, lo que se conocería como “guerra sucia”: mentiras, engaños, tergiversaciones y difamaciones de todo calibre.
7. A poco de asumir el cargo de presidente, Fujimori hizo un periplo internacional, sobretodo para acercarse a la banca extranjera –en especial el FMI- dado que necesitaba recursos financieros de emergencia y el Perú se encontraba aislado y en malas relaciones con el sistema financiero internacional. Al parecer fue allí donde cambió de decisión a fin de detener la hiperinflación con un shock económico.
8. Faltó la “segunda ola” de reformas consistentes en la reforma del estado, paralizadas por el intento re-reeleccionista de Alberto Fujimori. Esa ambición desmesurada por el poder fue su tumba política.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

No comments: