Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Segundo libro del díptico comparativo entre Perú y México, el libro del Dr. Hugo Neira, El águila y el cóndor: México/Perú, comparativamente desarrolla las similitudes y diferencias entre la formación de los estados nacionales mexicano y peruano. (El primero, El mundo mesoamericano y el mundo andino, aborda nuestra historia prehispánica y colonial).
Si
bien la independencia de ambas naciones es a inicios del siglo XIX, su
desarrollo y consolidación comienza a tomar diferencias por hechos diversos que
les aconteció en su vida republicana. México nace como una monarquía
constitucional, con un emperador a la cabeza, un tanto a la usanza de la
autoproclamación de Napoleón por aquellos años. Si bien por un breve tiempo
(Iturbide es fusilado), dará paso a la elección del tipo de gobierno: federal o
unitario. Gana el gobierno federal, inspirado por el gran vecino del norte.
Luego padecerán la pérdida de casi la mitad de su territorio en la guerra con
Estados Unidos, trauma parecido al de nosotros en la guerra con Chile. A
mediados del siglo XIX las reformas liberales, la expropiación de las tierras
de la Iglesia y la invasión de Napoleón III y la imposición de un emperador
austriaco. Allí resalta la figura de Benito Juárez, el primer presidente indio
que tiene México. Luego el porfiriato con casi 40 años de estabilidad política
y modernismo que le da el gobierno autoritario de Porfirio Díaz.
En
el siglo XX: la revolución mexicana. Diez años en que México se desangra, el
legado histórico de la Constitución de Querétaro de 1917, la sucesión de los
caudillos llamados a ejercer el mando y su muerte repentina (casi todas las
grandes figuras de la revolución mueren asesinados). La revolución significa la
emergencia de lo popular y la consolidación de la nación mexicana. De allí la
idea de un partido político que esté en el poder y los presidentes sean los que
pasen (no hay reelección de ningún tipo), suerte de transacción entre el
caudillismo y la alternancia en el poder. Nace la idea del PRI, el partido de
la revolución, que bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas le da la forma que
conocemos: un partido que se encuentra enraizado en la sociedad mexicana, que
representa tanto a los obreros, como a los campesinos y la burguesía.
¿Resultado?
70 años de estabilidad política para México, hasta fines del siglo XX.
Lázaro
Cárdenas tiene otros méritos, aparte de profundizar la reforma agraria,
nacionalizar el petróleo, dar asilo a los republicanos españoles (que renovarán
la cultura mexicana). Es el último presidente militar que México tendrá.
Cárdenas se deshace de los caudillos militares y el siguiente presidente será
un civil. “El tapado”, aquel designado a dedo por el presidente como su sucesor
y el sistema que se vino a llamar “la presidencia imperial” por las amplias
facultades con que cuenta el presidente en los seis años de gobierno.
Hugo
Neira reconoce que tanto con Porfirio Díaz (una suerte de Augusto B. Leguía)
como con el PRI, México ingresa a la modernidad, se consolida el estado y se
tiene una idea amplia de nación. ¿Por qué se desmorona ese régimen que nace con
el PRI?
El
autor tiene una hipótesis bastante sostenible: Al igual que sucedió en la
España de Franco o el Chile de Pinochet, las capas sociales que nacen al cobijo
de gobiernos autoritarios comienzan a necesitar mayor independencia y
oportunidades de las que el poder autoritario otorgaba. Y comienza a gestarse
la idea de deshacerse de quién los cobijó. Con Franco muerto comienza el
proceso de democratización bajo el rey Juan Carlos figura transaccional entre
republicanos y franquistas. Con Pinochet es el referéndum que le dice no a
quedarse en el poder (y lo que no se dice mucho, respetada la decisión popular
por los militares).
Con
el PRI sucedió algo similar. Las capas sociales bajo su cobijo van teniendo más
poder y deciden deshacerse del viejo aparato institucional que ya rechinaba en
el siglo XXI.
¿Qué
le depara a México de acá en adelante?
Es
difícil saberlo. El PRI regresó por un sexenio, pero ya sin pena ni gloria. La
derecha a través del PAN gobernó, también sin mucho lustre. López Obrador (ex
militante del PRI) a través de su partido MORENA parece que quiere volver al
viejo esquema del partido en el poder y enraizado en la sociedad, usando
incluso malas artes y mañas, pero el pronóstico es reservado. Si bien MORENA
tiene gran aceptación, no sabemos si su candidata (elegida a dedo, bajo una
ligera pátina de democracia interna, como en los viejos tiempos) podrá continuar
con la tradición priista y MORENA convertirse en el nuevo PRI.
Es
la primera vez que se presentan dos mujeres (una del oficialismo y la otra de
la oposición) a las justas electorales para la presidencia. Cualquiera que gane
no la tiene fácil. México atraviesa problemas que no tuvo cuando hizo su
revolución. No solo son los problemas sociales que la revolución mexicana no
pudo resolver, sino el narcotráfico, los carteles de la droga que han
convertido muchas zonas de México en tierra liberada. El narco no solo corrompe
a los funcionarios del estado, corrompe a los estratos sociales y penetra en el
estado poniendo a su gente. No es tarea fácil.
La
diferencia entre la formación del estado y la nación con Perú es notoria.
Nosotros no tuvimos una revolución como la mexicana, si bien el gobierno
nacionalista de Velasco quiso hacer algunas cosas, estas se quedaron truncas. Nuestra
reforma agraria y nacionalización del petróleo fueron hitos muy parecidos,
aunque han tenido también retrocesos. Bajo Velasco también se quiso formar una
burguesía nacional, pero le faltó tiempo, decisión y coraje para completarse en
un proyecto nacional. El Partido Civilista de Pardo en el siglo XIX fue el otro
intento trunco por la guerra con Chile. Y el gran partido de masas que fue el
aprismo nunca se le dejó gobernar bajo Haya de la Torre. Como lo reconoce el
Dr. Neira fue el gran partido del siglo XX que pudo haber hecho las grandes
reformas.
El
nacionalismo no necesariamente es malo. Neira cita a Basadre al respecto: “el
nacionalismo, que en otras partes no es necesario fatalmente, está superado,
urge aquí. Hay un nacionalismo destructor, aquí debe ser constructor. En otras
partes es ofensivo, aquí necesita ser defensivo”.
El
nacionalismo velasquista llegó tarde a nuestra historia y lo peor que quedó
trunco. Como reconoce el Dr. Neira hay tres hechos importantes (él las llamas
placas tectónicas) que han ocurrido en el siglo XX peruano: 1. La migración
interna, de las ojotas rebeldes a la choledad empresarial, como la denomina; 2.
La reforma agraria de 1969 que convirtió a indios en servidumbre en
propietarios; 3. La economía de mercado bajo Fujimori. Nos guste o no, bajo el
gobierno de Fujimori se ponen las bases de una segunda modernidad (la primera
fue la de Leguía), abierta al mundo. Es la que estamos viviendo con sus altas y
bajas.
Nuevos
ricos que salen del pueblo, fundan universidades, hacen empresa. Migraciones
masivas a las grandes ciudades ante la falta de oportunidades en provincias.
Las familias apuestan a la educación como ascensor social de sus hijos. Y, en
el medio, una revolución agraria, que por ser trunca y por su fracaso, amén del
terrorismo de los años 80, expulsó a mucha gente del campo hacia la gran
ciudad. Y ante la falta de oportunidades, crean su propio empleo. El muchacho
provinciano al que canta Chacalón. El triciclo Perú de Los Mojarras. El
emprendedor. Y al final del siglo una revolución silenciosa, ya no alzada en
armas, sino de modernidad hacia afuera. Autoritaria, pero que se pone en
sintonía con los nuevos tiempos. Esa combinación ha dado lugar a un nuevo Perú.
Pero
también nos acecha la anomia, el desgobierno y el autarquismo que se vive en
muchas regiones. El Dr. Neira reconoce que el peruano no es solidario con los
demás y se zurra en el derecho (“la ley se acata, pero no se cumple”). Súmele
el narcotráfico, trata de personas y delincuencia organizada. Son fuerzas
centrífugas que pueden terminar con lo que entendemos por nación peruana. El
Dr. Neira en repetidos artículos y ensayos se pregunta con justa razón -y yo
también- si llegaremos a un tercer centenario como la nación peruana que
conocemos ahora. El tiempo lo dirá.
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