Saturday, September 14, 2024

ALBERTO FUJIMORI (1938-2024). LUCES Y SOMBRAS

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


En la primera mitad del siglo XX, bajo la presidencia de Augusto B. Leguía se cambia las estructuras económicas y sociales del Perú. Se inicia un proceso de modernización de las ciudades que hasta el día de hoy continúa. En la segunda mitad del siglo XX se considera a dos presidencias con iguales manifestaciones de un cambio radical: la de Juan Velasco Alvarado, dirigida hacia un nacionalismo estatista, y, la de Alberto Fujimori, hacia un liberalismo económico de signo totalmente opuesto al de Velasco. Aunque no les guste la comparación a los seguidores de uno u otro, pero ambos gobernantes influyen en el Perú de fines del siglo pasado e inicios del siglo XXI. Como dice Hugo Neira, cambian las estructuras tectónicas de la sociedad peruana.

 

Curiosamente Velasco y Fujimori tienen gobiernos autoritarios, su plan de gobierno se inspira en las ideas del opositor (Velasco en El antimperialismo y el Apra de Haya de la Torre; Fujimori en el Plan de gobierno de Mario Vargas Llosa), y ambos tenían el apelativo el chino, por los ojos rasgados, eran bastante populistas (aunque de distinto sesgo), visitaban caseríos remotos donde un presidente jamás había arribado y, a pesar que les duele a sus enemigos, muy queridos por el pueblo.

 

A Fujimori le tocó un momento difícil. El país se encontraba entre la ruina económica, el desgobierno, la hiperinflación y el terrorismo. Como buen populista, Fujimori no era un liberal, pero las circunstancias lo obligan a asumir medidas de ajuste como el shock económico de 1990 con el que inicia su mandato y da inicio a la época de estabilidad económica, baja inflación y una moneda confiable que, a pesar de todo, hasta ahora se siente sus beneficios. El modelo económico que se inicia en aquel entonces, pese a los contratiempos y desatinos de varias presidencias, todavía subsiste treinta años después.

 

No sólo la estabilidad y el modelo económico que conocemos, que ya sería bastante para el haber de un gobernante. Se privatizaron empresas públicas deficitarias, se fijó en forma definitiva la frontera con Ecuador, nos llevamos mejor con nuestros vecinos del norte y del sur, y, sobre todo, se terminó con el terrorismo y la captura de Abimael Guzmán, terror que había costado la vida a más de 30,000 peruanos a lo largo de doce años.

 

Fujimori fue también el primer presidente proveniente de una etnia minoritaria en el país: la de los nissei. Los nissei estaban insertos en la sociedad peruana desde décadas atrás. Muchos habían prosperado en el comercio, otros tenían pequeños negocios. Pero, es la primera vez que accedieron a las ligas mayores de la política. Y, le gana la presidencia de la república en 1990 a un “blanco” y de ascendencia aristocrática por la familia materna como Mario Vargas Llosa (la verdad más por error de él y de su entorno), que supuestamente tenía ganada la competencia electoral. Fue un fenómeno que en su momento mereció análisis sociológicos y políticos.

 

¿Cómo hizo Fujimori para durar diez años en el poder, ahora que los presidentes de la república ni siquiera terminan su mandato? Al margen de las especulaciones de sus detractores sobre fraude en las elecciones o compra de votos, lo cierto es que establece una alianza social con las grandes empresas, que les permite hacer negocios y ganar lo que quieran, con bajos costos y políticas laborales flexibles (se desarrolla la política del cholo barato) y, a cambio, los grandes empresarios lo apoyan totalmente. Pero, también establece alianzas con el pueblo, donde no solo es pan y circo, sino realiza obras: titulación de predios informales, asfaltado de pistas o cuando todavía no había mucho dinero en el fisco, pequeñas obras en los caseríos que visitaba, gracias al batallón de ingenieros del Ejército. Quienes lo acompañaron a esas remotas comunidades atestiguan que les preguntaba a las autoridades qué necesitaban, una carretera, una posta médica, una escuela, anotaba su edecán el pedido, y a los pocos meses se ejecutaba la obra.

 

La otra gran base de apoyo político fue la cúpula de las FFAA, la cual cobra notable importancia luego del golpe de estado de 1992. No al estilo del gobierno del ex presidente uruguayo Juan María Bordaberry, donde el presidente civil es el mascarón de proa de un gobierno militar, sino más bien de un cogobierno sostenido en gran parte gracias a la cúpula militar, a cambio de prebendas a su favor. Si se quiere un adjetivo, se convierte en un gobierno cleptocrático. El nexo fue el asesor en la sombra, Vladimiro Montesinos, genio del mal y estructurador y operador de gran parte de estos negociados.

 

Las zonas oscuras de su gobierno: el golpe de estado en 1992, la corrupción, el robo descarado de miles de millones de soles, ejecuciones extrajudiciales en la época del terror (aunque sin llegar al genocidio como esgrimen sus opositores), la compra de políticos y medios de comunicación. Y la renuncia por fax cuando las cosas estaban complicadas. La violación de los derechos humanos fue su talón de Aquiles que sus enemigos aprovecharon para mantenerlo en la cárcel, y si no es por el polémico indulto que lo libera, hubiera muerto entre rejas como Leguía cien años atrás.

 

Es cierto que su segundo período, de 1995 a 2000, fue bastante flojo, casi en piloto automático. Más preocupado en un tercer mandato frente a los comicios del año 2000, que por continuar con las reformas (aparte que, como apuntamos, no era un liberal convencido). La idea de perpetuarse en el poder, apoyado por la cúpula militar, su mayoría congresal e interpretaciones amañadas de la constitución política para un tercer periodo (algo que, años después, también practicó Evo Morales en Bolivia), lo hicieron perder el norte político. La ambición por el poder, la hubris que ciega a los actores y los hace cometer errores trágicos.

 

Leguía muere en la cárcel; Velasco, ya destituido, en el hospital; Fujimori en la casa de su hija (y con el deseo de volver al poder, de ser presidente nuevamente). Fujimori es un personaje muy controvertido, con luces y sombras, por lo que se va a requerir en su momento de mucho desapasionamiento para un justo balance. Lo que sí estoy seguro es que sus odiadores serán olvidados en la noche del tiempo, mientras el ex presidente pasará a la historia, como pasaron a la historia Leguía y Velasco (de cuyos odiadores ya nadie se acuerda).

 

Como estos dos ex presidentes, Fujimori tiene varias cosas en su haber político, aunque igualmente carga con fuertes pasivos. Se atrevieron a hacer cosas, algo que muchos presidentes timoratos en democracia no se atreven. Pisaron callos y generaron resentimientos, de allí los anticuerpos que duran hasta el día de hoy. Por eso va a tener que pasar mucho tiempo para apreciar en su justa medida su gobierno, sin odios ni apasionamientos. Va a tener que correr mucha agua bajo el puente.


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