Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Es el calificativo que le endilgó Mario
Vargas Llosa (MVLL) a Luis Alberto Sánchez (LAS) en sus memorias El pez en
el agua. (“Pero, en verdad, ella adolece [se refiere a una obra de Sánchez]
de las mismas deficiencias que los numerosos libros de ese buen
escritor subdesarrollado, para lectores subdesarrollados, que ha sido
Sánchez.” El pez en el agua, p. 353, Ediciones Debolsillo, 2021, en
cursiva y negrita nuestro).
Era
un desdén al político disfrazado de menosprecio al intelectual. Como muchos de
su generación, MVLL tuvo que optar entre ser simpatizante (o militante) del
aprismo o ser antiaprista (algo similar a lo que sucede ahora entre ser
fujimorista o ser antifujimorista). En el caso de MVLL su animadversión por el
partido aprista se agravó por filiación familiar. Luis Bustamante y Rivero era
familiar suyo y su gobierno (1945-48) fue torpedeado por sus propios socios
apristas. El abuelo Pedro no consiguió un cargo público (que tanto lo
necesitaba por razones económicas) en el segundo gobierno de Prado (1956-62)
por veto del partido aprista (socios de Prado). Ya no hablemos de la cerril
oposición por parte del Apra a la candidatura de MVLL a la presidencia de la
república en 1990, y que en cierta manera hizo que perdiera aquella crucial
elección. Según sus estereotipos, los apristas no eran “gente decente”.
LAS
era un intelectual y prolífico escritor, pero también un político activo en las
filas del Apra, único partido en el cual militó a lo largo de su dilatada vida.
Tenía, como muchos políticos de entonces en América Latina, esa doble condición
que en la actualidad es raro de ver: la de hombre de acción e intelectual.
Es
cierto que encarnaba las virtudes y defectos del intelectual peruano y
latinoamericano en general, que no pisó universidades europeas ni como alumno
ni dictando cátedra, que no tuvo “el roce” con las últimas teorías que se debatían
en Europa, como sí lo hizo MVLL desde muy joven. Las dificultades y distancias
de la época (era toda una odisea viajar al otro lado del mundo), hacía casi
imposible un viaje de estudios a Europa, con mayor razón si aparte de ser
intelectual se era un político de vida azarosa, perseguido por la dictadura de
turno. Luego de alguna deportación, a lo sumo, se conseguía una plaza como
docente en alguna universidad de la región.
Asimismo,
la producción intelectual de LAS también era variada. Hay de todo. Como MVLL, fue
un escritor bastante prolífico, que dedicó su vida entera a la política y a
escribir artículos periodísticos y libros de distinto signo, muchos ahora inubicables.
Las persecuciones políticas de aquellos años hicieron que escribiera gran parte
de su obra “de memoria”, al dejar, por el exilio, bibliotecas enteras lejos de
su país natal. De allí también las inexactitudes que tenían sus publicaciones,
aunque no exentas de miga y “chisme”, algo innato en los limeños.
Pero,
el epíteto de “intelectual subdesarrollado” (y su correlato de “intelectual
barato”) crea en quien lo esgrime la figura de la superioridad académica frente
al injuriado. El injuriante, por oposición, se coloca en un plano de
superioridad moral, lindante con la pedantería, que, desde las alturas del
parnaso intelectual, descalifica a quienes no se hayan en su nivel. Aunque hay
que recordar que más de una publicación del propio MVLL entraría dentro del
calificativo que esgrimió a su oponente por la falta de calidad artística, como
sucede con muchas de sus novelas, francamente olvidables. Vamos, que ni
siquiera un Nobel puede hacer obras maestras siempre.
La
pedantería y el desprecio no se quedó solo en el “intelectual subdesarrollado”,
sino el agravio recayó también en sus lectores (“…ese buen escritor
subdesarrollado, para lectores subdesarrollados…). Vale decir que quienes
leen a Sánchez son lectores de tercer nivel, dignos de telenovelas o melodramas
baratos. Obviamente no era así. Muchos intelectuales serios también consultaban
las obras de LAS por la abundante información que contenían y ser el autor testigo
privilegiado de la vida política peruana de casi todo el siglo XX, algo inusual
en muchos escritores.
Tampoco
era un “intelectual barato”, entendido como aquellos intelectuales que ponen su
pluma al servicio del poder. Que los hay, los hay, pero LAS no entraría en el
calificativo. Como político, solo militó en un solo partido toda su vida: el
Apra. Jamás puso su pluma al servicio de dictaduras o de otros partidos
políticos que no fueran el Apra. Es cierto que como político fue bastante
cazurro, sabía manejar muy bien los resortes de la política local, pero de allí
a alquilar su pluma a quien estaba en el poder, distó mucho. Es más, como
muchos políticos de aquel entonces, para los cuales la política era una
vocación de servicio, sufrió más de una deportación por la dictadura de turno contra
el Partido Aprista. Eso sí fue un exilio, no lo que MVLL definía para sí mismo
su estancia europea, más de mejores condiciones de trabajo para su labor como
escritor, que de exilio propiamente.
En
cuanto a sus libros, a LAS le pasó lo que a otros intelectuales peruanos luego
de muertos. Su obra quedó gradualmente en el olvido. Muchas veces el cónyuge o
los hijos, que son los herederos legales de los derechos de autor, no tienen la
preocupación ni el interés de volver a editar las obras del escritor, salvo
contadas excepciones, por lo que sobre esta recae un manto de olvido. Tampoco
tenemos muchas instituciones sin fines de lucro o editoriales que se animen a
la publicación de las obras completas de un autor fallecido. Hay una regla
inexorable: escritor muerto ya no vende libros en igual cantidad que un
escritor vivo. Autores peruanos ya fallecidos son inencontrables en librerías,
salvo que se consiga con suerte en alguna de segunda mano. Es el triste final
de los escritores nacionales.
Más
que de “intelectuales subdesarrollados” habría que hablar de escritores que han
trascendido a su época y se siguen leyendo por las sucesivas generaciones
versus los mediocres, aquellos que en su medianía no resistirán el paso del
tiempo (por más que tengan padrinos poderosos). No importa si bebieron o no de
los últimos “ismos” de la moda imperante o publicaron en editoriales de primer
nivel. Son muy pocos los que sobreviven al paso del tiempo. Incluso el propio
MVLL es consciente que muchas de sus obras menores se perderán en el olvido y
apenas una o dos novelas lo sobrevivirán.
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