Eduardo
Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Las novelas que le salen más redondas a
Mario Vargas Llosa (MVLL) están relacionadas con dictaduras y sistema político
(Conversación en la Catedral, su mejor novela) o sistemas de opresión muy
similar al de una dictadura (La ciudad y los perros), donde el personaje
se adapta al sistema opresivo o es derrotado. Tiempos recios se
encuentra en esa órbita y le ha salido mucho mejor y más fascinante que su
última novela Le dedico mi silencio.
Imagino
tiene que ver con la juventud que vivió el propio Nobel dentro de la dictadura
de Manuel Odría (1948-56) y, en lo familiar, la opresión y el agobio de vivir
al lado de un padre bastante autoritario, naciendo así su disconformidad
personal y política, sea a nivel micro (una familia) o macro (todo un país). En
estos gobiernos, nos dice el autor, la corrupción, mediocridad y grisura se
filtra por los poros y el individuo se degrada a niveles de pérdida de la
dignidad humana, sea por ambición o sencillamente por sobrevivir.
Así
como en La fiesta del chivo (con la cual tiene varios puntos de contacto
la presente novela) se partía de hechos y personajes reales para ahondar en
toda la degradación que existió en el régimen de Trujillo; en Tiempos recios
utiliza la misma estrategia narrativa: los hechos y personajes que se describen
son reales, pero algunas situaciones han sido ficcionalizadas.
La
novela tiene una introducción donde se detalla cómo se gestó la idea de hacer
creer a todo el mundo que en Guatemala se había instaurado un gobierno
comunista, satélite de Moscú, cuando se afectaron los intereses de la United
Fruits en el país centroamericano, al verse obligada a pagar impuestos como
cualquier persona. Fue la utilización del poder de la propaganda para hacer
creer algo que no es. Y lo hicieron tan bien que, en pleno macartismo y
guerra fría, el gobierno norteamericano y parte de la prensa liberal creyeron
que el comunismo ya estaba instalado en Guatemala, con espías rusos operando por
todos lados.
Es
así como vamos adentrándonos en los entresijos del poder en el gobierno de Juan
Jacobo Árbenz, cuando intentó una serie de reformas de corte progresista y que
fueron segadas por la CIA en connivencia con la oligarquía guatemalteca y la
empresa bananera que deseaba volver a la situación de privilegio anterior.
Hay
un personaje que es el hilo conductor de la novela, y si bien secundario,
existió en la vida real: Marta Borrero Parra, la llamada miss Guatemala,
una belleza perteneciente a una de las mejores familias guatemaltecas y que
tendrá una vida de novela: madre a los 15 años, luego amante del dictador
Carlos Castillo Armas que derrocó a Árbenz, informante de la CIA, anticomunista
acérrima, colaboradora del gobierno de Trujillo, amante de Johnny Abbes, el
temible jefe de seguridad de Trujillo, y a la cual MVLL hace una entrevista, ya
octogenaria, al final del libro. Quienes la conocieron y perdieron la cabeza
por miss Guatemala dicen que embrujaba con unos ojos penetrantes. No
solo era belleza, sino personalidad.
¿Qué
quedó de las reformas de Árbenz en Guatemala? La verdad que nada. Castillo
Armas las desmanteló todas, persiguió, encarceló y mató a quienes las defendían;
y si bien fue un buen defensor de los intereses de la empresa norteamericana y
de volver al status quo anterior, a su vez fue asesinado y sucedido por otro
militar, en una secuela desenfrenada de ambición por el poder, donde unos
derrocaban a otros. Por cierto, todos los participantes en el golpe a Árbenz y
el asesinato de Castillo Armas, a su vez tuvieron un final trágico en esta ola
de inestabilidad política que sacudió al país en los años siguientes.
La
premisa detrás de la novela y que MVLL ha sostenido por lo menos desde los años
70 y su desilusión del socialismo, es que las reformas en una sociedad son
mucho mejor que esos cambios apocalípticos, radicales, o, peor aún, mantenerse
anquilosado en el atraso y el oprobio, usando la fuerza como sucede en una
dictadura. Plantea una hipótesis interesante: si se hubiera dejado gobernar a
Árbenz e implementar las reformas necesarias, modernizando Guatemala, habría
servido de ejemplo para otros países de la región y se hubiera evitado la
radicalización de la revolución cubana y que caiga en los brazos de Moscú.
Fidel
Castro en sus inicios era un reformista, continental, hayista más que
comunista. Pero él y su grupo cercano, entre otros, el mítico Che Guevara, ven
que EEUU no va a permitir las reformas en Cuba, así como lo impidió en
Guatemala, hecho que los lleva a la radicalización política. La ceguera e
histerismo del gobierno norteamericano de ese entonces, el ejecutar el embargo
económico y tratar de ahogarlos financieramente, ayudó a la radicalización y a
que gire la revolución hacia Moscú. El resto es historia conocida.
Tiempos
en que EEUU veía a Latinoamérica como su patio trasero y que llevaron a conatos
revolucionarios en el continente, muchos apagados sangrientamente y al costo de
un odio cada vez mayor al imperio.
La
mejor novela de MVLL post entrega del Nobel. Tiempos recios contiene una
lección útil para aquellos aprendices de brujo y que salivan por las
dictaduras, sean de izquierda o de derecha.
* Mario Vargas Llosa: Tiempos recios. Edición consultada: Edición Alfaguara, 2019, 353 pp.