Saturday, June 27, 2020

PANDEMIA: UNA CRÓNICA PERSONAL SOBRE EL COVID (OCTAVA PARTE)


Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejjj2107




OCTAVA PARTE: LOS ESTRAGOS DEL COVID EN EL MUNDO

Hay que reconocer que el virus es bastante democrático. A diferencia de otras epidemias como el cólera o el dengue que se ensaña más con las personas de los sectores populares, el covid ataca por igual a pobres y ricos, a los que tienen dinero como a los que no tienen nada. No distingue clases sociales, ni tampoco naciones. Naciones ricas y naciones pobres son azotadas por igual; y hasta hemos visto como la soberbia del gobernante de la, hasta ahora, nación más poderosa del mundo, ninguneaba los efectos del contagio. Luego, ya muy tarde, no supo qué hacer. Fuimos testigos de como sus hospitales colapsaban y como tuvieron que enterrar a sus miles de muertos por el contagio en fosas comunes. Con más de 130,000 muertes por el covid, ya no había tiempo ni dinero para las cremaciones. La soberbia siempre fue mala consejera.

El otro fue el primer ministro británico Boris Johnson. Al inicio de la pandemia no tomó medidas. Exhortó a sus electores a seguir haciendo su vida normal y que se iba a hacer si algunos miles de viejitos morían. Total, ya vivieron bastante. Claro, apostaba a la llamada “inmunidad de rebaño” o inmunidad comunitaria. Es decir, todos se contagian, algunos mueren y otros quedan inmunes. Pero, por esas ironías que tiene la vida, el mismo Johnson fue contagiado por el covid y casi no lo cuenta. El escarmiento en cuerpo propio le hizo cambiar de opinión e Inglaterra entró también a cuarentena.

Y demostrando que la oligofrenia no conoce de ideologías ni de fronteras, igual les sucedió a dos presidentes de las naciones más grandes del subcontinente: López Obrador en México y Jair Bolsonaro en Brasil. El primero dijo que una estampita de la Virgen de Guadalupe lo protegía del covid y exhortó a sus compatriotas a seguir con su vida normal. La estampita no fue muy efectiva porque México fue arrasado por el virus (hasta ahora 25000 fallecidos). El otro, redujo la pandemia a un resfrío común y tildó de exageradas las advertencias, añadiendo, ya en una preocupante situación de su estado mental, que “los brasileños no se enferman” y los casos “de resfrío” eran parte de una campaña orquestada por sus enemigos.

Claro, querían minimizar los hechos a fin de no apagar los motores de la economía y estar más o menos parados en la región cuando la pandemia termine. Era una apuesta riesgosa, la población estaba de por medio. Se estaba arriesgando la vida de niños, ancianos y grupos vulnerables. Era como jugar todo a un solo número. No obstante la estampita de la Virgen, México entrará en una terrible recesión al tener como socio principal a EEUU; mientras Brasil ocupa en la región el primer lugar con fallecidos por el covid.

Casi todo Occidente, incluyendo América Latina, caerá en su PBI este año. Todos los organismos multilaterales reconocen el impacto del turn off, el apagar los motores de la economía para salvar las vidas de sus connacionales. El costo es alto. Casi todos los sectores económicos están parados y todos tienen al frente el fantasma de la recesión. A los únicos que les ha ido bien acá y en otros países es al rubro expendio de alimentos, farmacias y bancos. El resto no puede decir lo mismo.

El que sale más o menos parado post pandemia es China, que ya salió de lo más grave. Irónicamente (y para algunos sospechosamente) el país donde se inició todo, sale al final mejor posicionado en el liderazgo económico mundial. Pero, también saldrán bien librados Corea del Sur, Japón y otros países aledaños del Asia, que no usaron el método de la cuarentena total (todos a sus casas), sino que hicieron “labor de detective” a fin de detectar los grupos de contagiados y aislarlos, manteniendo la actividad económica. Es un método más fino que el “método del combazo” aplicado entre nosotros, pero requiere recursos económicos para implementarlo y un ejército de especialistas en salud que pueda aplicar la prueba tanto en la capital como en las provincias y personal especializado que desde su casa o un call center vaya orientando a la población e indagando sobre los contactos del contagiado. Una suerte de Sherlock Holmes aplicando tecnología de punta. Lamentablemente esa tarea no se hizo entre nosotros expandiéndose la epidemia como un reguero de pólvora y a un costo económico bastante elevado.

Tuesday, June 23, 2020

PANDEMIA: UNA CRÓNICA PERSONAL SOBRE EL COVID (SÉPTIMA PARTE)


Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejjj2107


 
SÉPTIMA PARTE: ALGO SOBRE MÍ

En cuanto al roce intrafamiliar, confieso que no tengo problemas. Mi señora está con su mamá que se encuentra delicada de salud. Se puede decir que estoy literalmente aislado. Me defiendo bastante bien en la cocina, a la cual fui entrando como hobby, para hacer algo distinto al trabajo académico y al de escribir. Para mí es como un relax. Me entretengo bastante entre ollas y sartenes, a veces “inventando” recetas. Me he quedado únicamente con Kike, mi gato, compañero de mil y una aventuras, con el cual el único problema que tengo es que “gorrea” mi comida cuando almorzamos. Más allá de eso, nos llevamos muy bien.

Por lo demás soy bastante metódico. Mismo Mayor Neville (el personaje de “Soy leyenda”, recomendable verla en estos días), trazo un horario de actividades y creo una rutina para no aburrirme. Escribo sobre todo en las mañanas (estoy redactando una crónica que se titula “Pandemia: Una crónica personal sobre el Covid”). Leo por mi celular los periódicos y cómo van las cosas aquí y en el mundo sobre el virus. Intervengo con algún comentario en las redes sociales y cada cierto tiempo camino un poco dentro de casa. Es bueno para el cuerpo. Siento estar limitado a un recinto porque a mí me gusta mucho caminar (ya se lo que se siente estar con arresto domiciliario). Pero, en fin, hay que adaptarse a la situación. Al mediodía, mientras almuerzo, escucho al presidente las medidas que se están tomando contra el covid (a veces es muy repetitivo y no dice nada nuevo). En la tarde, a eso de las 5pm, vuelvo a ver alguna película en dvd o blue ray. Son películas antiguas, difícilmente trasmitidas por cable y que son un placer volverlas a revisar. El enclaustramiento también me ha permitido leer algunos libros pendientes de meses atrás. Mis lecturas, a diferencia de la juventud, se centran más en ensayos de ciencia política, de sociales, de historia o de economía. Quizás para entender un poco más este siglo y adónde vamos. Novelas leo menos que antes. La última y que me fascinó fue “El espía del inca”, creo que es una de las mejores novelas escrita por un peruano en el presente siglo.  

En estos meses ya estaría dictando clases en la universidad. Pedí licencia por la pandemia en vista que pertenezco a uno de los llamados “grupos vulnerables”. Enclaustrado en la rutina por mucho tiempo, aproveché mi encierro para hacer cosas distintas. Dedicar mi tiempo para cosas más personales, algo que no hacía desde hace muchos años.

En cierta forma, era tener un “año sabático”. Entre Abril y Diciembre me absorbe la vorágine de las clases, casi no tengo tiempo para mí. Así que me dije este es el momento. La coyuntura era propicia. A fines del año anterior había sustentado mi doctorado satisfactoriamente y me pareció era la ocasión ideal de hacer un alto en el camino. Tomar un respiro. Lo conversé por videoconferencia con Sandra, mi esposa, estuvo de acuerdo (ella está dictando clases virtualmente a sus niños, es profesora de educación inicial), así que puse manos a la obra.

El plan ha sido más intuitivo que consciente. Soy bastante lógico y racional en tomar mis decisiones, casi siempre analizo los distintos ángulos antes de tomar una decisión; pero cuando tengo una intuición fuerte, le hago caso y, por lo general, no me arrepiento. Es lo que sucedió, por ejemplo, con la restauración de la casa. Este verano estaba programada y también hacer algunas modificaciones en el diseño, pero una voz interna me decía que me espere. Racionalmente no había razón alguna para postergarlo, tenía el presupuesto, conocía gente profesional para los trabajos y la decisión estaba tomada; y a las pocas semanas el presidente anuncia lo del covid y la cuarentena. En Enero o Febrero nadie sospechaba que íbamos a atravesar una pandemia.

Ese respiro, ese alto en el camino, me ha hecho bastante bien. Me siento mejor conmigo mismo. En estas diez semanas de encierro con salidas esporádicas no he sentido la claustrofobia y angustia, ni los roces familiares, que han padecido muchos de mis vecinos. Quizás por estar solo, lo que no me causa gran problema. Disfruto y estoy acostumbrado a pasar momentos en soledad, de repente porque como hijo único aprendí desde niño a convivir con ella (mi hermano menor nació cuando yo tenía 22 años y casi no vivimos juntos). Y también, claro, porque me tracé planes de acción y horarios. Eso te organiza y te mantiene ocupado. Tampoco tengo los problemas de gastritis por la tensión nerviosa, ni la urgencia de preparar mis materiales y exámenes, menos la preocupación de levantarme de madrugada para ir a la universidad o regresar a mi casa a la medianoche luego de dictar clases, y salir de nuevo al día siguiente temprano. Como diría la entrañable Susy Díaz “vive la vida y no dejes que la vida te viva”. Tiene razón.