Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejjj2107
SÉPTIMA PARTE: ALGO SOBRE MÍ
En cuanto al roce intrafamiliar,
confieso que no tengo problemas. Mi señora está con su mamá que se encuentra
delicada de salud. Se puede decir que estoy literalmente aislado. Me defiendo bastante
bien en la cocina, a la cual fui entrando como hobby, para hacer algo distinto al trabajo académico y al de
escribir. Para mí es como un relax.
Me entretengo bastante entre ollas y sartenes, a veces “inventando” recetas. Me
he quedado únicamente con Kike, mi gato, compañero de mil y una aventuras, con
el cual el único problema que tengo es que “gorrea” mi comida cuando
almorzamos. Más allá de eso, nos llevamos muy bien.
Por lo demás soy bastante metódico. Mismo
Mayor Neville (el personaje de “Soy leyenda”, recomendable verla en estos días),
trazo un horario de actividades y creo una rutina para no aburrirme. Escribo
sobre todo en las mañanas (estoy redactando una crónica que se titula “Pandemia: Una crónica personal sobre el
Covid”). Leo por mi celular los periódicos y cómo van las cosas aquí y en
el mundo sobre el virus. Intervengo con algún comentario en las redes sociales
y cada cierto tiempo camino un poco dentro de casa. Es bueno para el cuerpo.
Siento estar limitado a un recinto porque a mí me gusta mucho caminar (ya se lo
que se siente estar con arresto domiciliario). Pero, en fin, hay que adaptarse
a la situación. Al mediodía, mientras almuerzo, escucho al presidente las
medidas que se están tomando contra el covid (a veces es muy repetitivo y no
dice nada nuevo). En la tarde, a eso de las 5pm, vuelvo a ver alguna película
en dvd o blue ray. Son películas antiguas, difícilmente trasmitidas por cable y
que son un placer volverlas a revisar. El enclaustramiento también me ha
permitido leer algunos libros pendientes de meses atrás. Mis lecturas, a
diferencia de la juventud, se centran más en ensayos de ciencia política, de
sociales, de historia o de economía. Quizás para entender un poco más este
siglo y adónde vamos. Novelas leo menos que antes. La última y que me fascinó
fue “El espía del inca”, creo que es una de las mejores novelas escrita por un
peruano en el presente siglo.
En estos meses ya estaría dictando
clases en la universidad. Pedí licencia por la pandemia en vista que pertenezco
a uno de los llamados “grupos vulnerables”. Enclaustrado en la rutina por mucho
tiempo, aproveché mi encierro para hacer cosas distintas. Dedicar mi tiempo
para cosas más personales, algo que no hacía desde hace muchos años.
En cierta forma, era tener un “año
sabático”. Entre Abril y Diciembre me absorbe la vorágine de las clases, casi
no tengo tiempo para mí. Así que me dije este es el momento. La coyuntura era
propicia. A fines del año anterior había sustentado mi doctorado satisfactoriamente
y me pareció era la ocasión ideal de hacer un alto en el camino. Tomar un
respiro. Lo conversé por videoconferencia con Sandra, mi esposa, estuvo de
acuerdo (ella está dictando clases virtualmente a sus niños, es profesora de
educación inicial), así que puse manos a la obra.
El plan ha sido más intuitivo que
consciente. Soy bastante lógico y racional en tomar mis decisiones, casi
siempre analizo los distintos ángulos antes de tomar una decisión; pero cuando
tengo una intuición fuerte, le hago caso y, por lo general, no me arrepiento.
Es lo que sucedió, por ejemplo, con la restauración de la casa. Este verano estaba
programada y también hacer algunas modificaciones en el diseño, pero una voz
interna me decía que me espere. Racionalmente no había razón alguna para postergarlo,
tenía el presupuesto, conocía gente profesional para los trabajos y la decisión
estaba tomada; y a las pocas semanas el presidente anuncia lo del covid y la
cuarentena. En Enero o Febrero nadie sospechaba que íbamos a atravesar una
pandemia.
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