Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejjj2107
SEGUNDA
PARTE: LA ECONOMÍA Y LOS PEQUEÑOS NEGOCIOS
Decretada la primera cuarentena el 15
de Marzo, los días siguientes la gente se agolpó en los mercados y
supermercados. En pocos días se acabó el inventario de un mes. Terminados el
gel y el alcohol, una de las cosas que más llevó la gente fue papel higiénico.
Parece que mis paisanos creían que el temible covid-19 venía acompañado de
fuertes diarreas. Por lo menos tienen papel hasta fin de año. (Bromas aparte,
un sicólogo explicó que se trata de un mecanismo que calma angustias, asociado
a algo considerado “limpio” como el noble ph).
Las mascarillas se agotaron en la
primera semana de cuarentena. No solo porque nuestra gloriosa empresa privada
exportó en plena crisis más de 33 millones de mascarillas a China (el dinero no
tiene patria), sino porque las pocas que había en las farmacias se acabaron en
días. De nuevo el ingenio peruano se puso manos a la obra fabricando mascarillas
caseras. Agotadas las que se usan en los hospitales, que estaban caras, las
vendían hasta veinte soles la unidad (ya se imaginará el lector cómo se
consiguieron), aparecieron las hechas en casa. Algunas bastante artesanales,
otras de plástico que no ayudan nada a cubrirse, y otras más, sí de buena
calidad, de tela resistente y a un precio razonable: cinco soles. Ahora estoy
viendo unas mascarillas a tres soles. Desconozco su calidad; pero está
funcionando la oferta y demanda en el mercado. Y cuando falta un bien, se busca
la forma de cubrir la carencia o reemplazarlo por un sustituto.
Es lo que sucedió también con el gel.
Agotado el de las farmacias, pasamos al “fabricado en casa”. Algunos parecían
más “moco de perro” que gel propiamente; pero aparecieron geles caseros que sí
se asemejaban al elaborado industrialmente. Y si de todas maneras no consigue, fabríquese
uno, que no es complicado (ver tutoriales en youtube). O, si no tiene los
insumos o no quiere hacerlo, use su jabón, de pepa siquiera, como el que usaban
nuestras abuelitas cuando no existían los detergentes sofisticados que tenemos
hoy y, según dicen, desinfecta mejor que el de tocador.
Pero el ingenio también destacó en
algunos pequeños negocios como peluquerías, bazares o lavanderías para ganarse
algunos soles en el forzoso cierre de locales. No pueden abrir, claro; pero en
el frontis de sus negocios habían puesto un letrero donde figuraba en primer
lugar el hashtag “#yo me quedo en
casa” y luego un texto que más o menos decía “En cumplimiento de las
disposiciones del gobierno no estamos atendiendo a nuestros clientes mientras
dure el estado de emergencia. Cualquier
consulta al teléfono ….”.
No es necesario ser muy agudo de
inteligencia para saber que te invitaban a que los llames y concertar un
servicio o compra de bien. “Todo a media luz” como diría el conocido tango. Me
recordó los avisos que años atrás ofrecían por los periódicos “masajes para
caballeros”, eufemismo muy utilizado y creo que hasta ahora con bastante éxito.
Algunas mujeres que se les acabó la crema de su preferencia y solo la
conseguían en su peluquería llamaban o dejaban mensaje al número del aviso o
las familias que tenían ropa para lavar y no demasiadas ganas de hacerlo en
casa llamaban al teléfono consignado. Con mi peluquero concerté de esa manera
una cita de corte de cabello a puertas cerradas. Él no trabaja semanas, yo
estaba con el pelo muy largo. Se cruzó la oferta con la demanda.
Una variante fue mandar mensajes por
el whatsapp. Por lo general los negocios tienen el celular de sus clientes más
habituales. Son los “caseritos”. Hay confianza entre ambos y remitían mensajes
indicando que estaban atendiendo en un horario determinado o con previa cita. Solapa
nomás. Mi podóloga me mandó un mensaje así.
En mi país, y en general en América
Latina, las leyes se acatan pero no se cumplen, vieja costumbre que nos viene
de España, cuando éramos una colonia lejana de la metrópoli. Lo que ordenaba el
rey se acataba pero jamás se cumplía.
No comments:
Post a Comment