Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejjj2107
OCTAVA PARTE: LOS ESTRAGOS
DEL COVID EN EL MUNDO
Hay que reconocer que el virus es
bastante democrático. A diferencia de otras epidemias como el cólera o el
dengue que se ensaña más con las personas de los sectores populares, el covid
ataca por igual a pobres y ricos, a los que tienen dinero como a los que no
tienen nada. No distingue clases sociales, ni tampoco naciones. Naciones ricas
y naciones pobres son azotadas por igual; y hasta hemos visto como la soberbia
del gobernante de la, hasta ahora, nación más poderosa del mundo, ninguneaba
los efectos del contagio. Luego, ya muy tarde, no supo qué hacer. Fuimos
testigos de como sus hospitales colapsaban y como tuvieron que enterrar a sus miles
de muertos por el contagio en fosas comunes. Con más de 130,000 muertes por el
covid, ya no había tiempo ni dinero para las cremaciones. La soberbia siempre
fue mala consejera.
El otro fue el primer ministro
británico Boris Johnson. Al inicio de la pandemia no tomó medidas. Exhortó a
sus electores a seguir haciendo su vida normal y que se iba a hacer si algunos
miles de viejitos morían. Total, ya vivieron bastante. Claro, apostaba a la
llamada “inmunidad de rebaño” o inmunidad comunitaria. Es decir, todos se
contagian, algunos mueren y otros quedan inmunes. Pero, por esas ironías que tiene
la vida, el mismo Johnson fue contagiado por el covid y casi no lo cuenta. El
escarmiento en cuerpo propio le hizo cambiar de opinión e Inglaterra entró
también a cuarentena.
Y demostrando que la oligofrenia no
conoce de ideologías ni de fronteras, igual les sucedió a dos presidentes de
las naciones más grandes del subcontinente: López Obrador en México y Jair
Bolsonaro en Brasil. El primero dijo que una estampita de la Virgen de
Guadalupe lo protegía del covid y exhortó a sus compatriotas a seguir con su
vida normal. La estampita no fue muy efectiva porque México fue arrasado por el
virus (hasta ahora 25000 fallecidos). El otro, redujo la pandemia a un resfrío común
y tildó de exageradas las advertencias, añadiendo, ya en una preocupante
situación de su estado mental, que “los brasileños no se enferman” y los casos
“de resfrío” eran parte de una campaña orquestada por sus enemigos.
Claro, querían minimizar los hechos a
fin de no apagar los motores de la economía y estar más o menos parados en la
región cuando la pandemia termine. Era una apuesta riesgosa, la población
estaba de por medio. Se estaba arriesgando la vida de niños, ancianos y grupos
vulnerables. Era como jugar todo a un solo número. No obstante la estampita de
la Virgen, México entrará en una terrible recesión al tener como socio
principal a EEUU; mientras Brasil ocupa en la región el primer lugar con
fallecidos por el covid.
Casi todo Occidente, incluyendo América
Latina, caerá en su PBI este año. Todos los organismos multilaterales reconocen
el impacto del turn off, el apagar los
motores de la economía para salvar las vidas de sus connacionales. El costo es
alto. Casi todos los sectores económicos están parados y todos tienen al frente
el fantasma de la recesión. A los únicos que les ha ido bien acá y en otros
países es al rubro expendio de alimentos, farmacias y bancos. El resto no puede
decir lo mismo.
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