Saturday, June 10, 2017

SE BUSCA PRESIDENTE AUTORITARIO, PROTECCIONISTA Y MANO DURA

Es más o menos lo que ha traído la encuesta sobre la tendencia electoral de los peruanos: se han vuelto más conservadores, buscan un presidente autoritario, proteccionista y por ende que desde el gobierno se controle todo, añadido su pizca de autoritarismo. En otras palabras, se busca un presidente populista de derecha al cual se le puede delegar poderes para que actúe con “mano dura”. Versión moderna de ¡Vivan las cadenas¡ de los españoles de inicios del siglo XIX.

No es la hora de los progresistas, abanico que va del centro hasta la izquierda. La “renovación moral” en la política que un pequeño sector político-intelectual esperaba luego del escándalo de las coimas de Odebecht, es muy difícil que se materialice.

En honor a la verdad, nunca hemos sido una sociedad liberal, ni nos hemos arriesgado a jugárnosla por la incertidumbre de la libertad (menos hemos querido abandonar la coima y el soborno). Quizás ha pesado mucho en nuestra idiosincracia la herencia colonial, donde todo el orden y las prebendas estaban establecidos desde arriba. Incluyendo el “aceitaje” para que las cosas se muevan o para obtener un favor real.

A pesar que hemos tenido el periodo democrático más largo de nuestra historia republicana, buscamos todavía un orden autoritario que nos quite la responsabilidad como ciudadanos libres. Si recordamos bien, cuando Fujimori dio el “autogolpe” (el último intento autoritario serio), el nivel de aceptación que tuvo fue elevadísimo. La “mano dura” que castigue a los que debe castigar (incluyendo en el mismo saco a los  homosexuales, lesbianas y trasgénero) y premie a los que debe premiar (incluyendo prebendas y favores para los cercanos al poder).

Quizás quién “olfateó” mejor la tendencia del peruano en los últimos años fue Alan García. Político nato, tiene la peculiaridad de intuir como piensa el votante promedio. Se dio cuenta de ello y su segundo gobierno fue marcadamente conservador. Dejó de lado las propuestas hayistas y se subió al carro del liberalismo criollo. Otros políticos, en otras latitudes, hicieron lo mismo. Si alguien cree que un político se debe primero a sus principios que a los votos que puede obtener, se equivoca y es mejor se dedique a otra cosa.


Ahora bien, ¿ello significa que una heredera del autoritarismo como Keiko Fujimori tenga la mesa servida el 2021 (o antes)? No necesariamente, Están apareciendo y van a aparecer más políticos populistas-conservadores. Varios compitieron con ella en primera vuelta el 2016, y es posible que para las próximas presidenciales aparezcan otros más. Todo dependerá de quién sintonice mejor con esta tendencia conservadora y autoritaria que va in crescendo. O si se quiere, quién haga las mejores y más creíbles propuestas populistas, para que la cosa pública siga igual.

Saturday, April 22, 2017

EL FUJIMORISMO, ¿LA NUEVA ESCOPETA DE DOS CAÑONES?

Por: Eduardo Jiménez J.
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Los detractores del fujimoirsmo creen se encuentra en una involución, ante las evidencias del costo político que significa avalar a corruptos, pederastas, lavadores de activos, fanáticos religiosos; y, en sentido contrario, desproteger a minorías sexuales, propiciar una educación conservadora, eliminar a los mejores ministros del régimen y tratar de silenciar a la prensa independiente. De allí concluyen que la involución del fujimorismo es el inicio de su fin como movimiento político.

No creo sea tan simple la interpretación de los hechos. Más bien el esquematismo y el odio a todo lo que sea naranja está obnubilando el buen razonamiento de los que sostienen esa tesis. Veamos.

La “derechización” del fujimorismo, que parecía tener aires de conversión más progresista hasta la derrota en las elecciones de 2016, puede ser solo la manifestación de un ala del movimiento. La otra, más “liberal”,  ahora la protagoniza Kenyi, el menor de la estirpe.

La convivencia de dos alas no significa la ruptura del movimiento, sino que estamos presenciando la manifestación de lo que es un partido político populista, donde perfectamente tienen cabida alas conservadoras y liberales, de izquierda y derecha. Donde a veces una tiene preeminencia sobre la otra, dependiendo del momento y la correlación de fuerzas. Eso es lo que estamos viendo en el fujimorismo, como otrora sucedió con el aprismo, donde también convivían perfectamente dos tendencias (la célebre “escopeta de dos cañones”).

El fujimorismo es el nuevo populismo, quizás reemplazando el papel que tuvo el Apra en sus mejores tiempos. El populismo sabe muy bien sintonizar con los sectores populares y sacar dinero de los de arriba para los gastos organizacionales del partido, mientras los votos provienen de los de abajo, con un eficiente sistema de clientelaje. No tienen una ideología tan explícita ni desarrollada (la excepción fue el Apra), basta una mención a la “justicia social” o a la “distribución de la riqueza”. En ello el fujimorismo es representatitvo por su pragmatismo.

Saben también que los temas de género o de atar corto a la prensa no les importa a los de abajo. Las clases populares tienen una ideología más conservadora, no es muy amiga de la democracia (“todos son ladrones”), lo que se ratifica con los últimos escándalos de megacorrupción, y son amantes de la “mano dura” y de la “generosidad” del dictador, al mejor estilo de los años noventa. Esa preocupación por los temas sociales y políticos solo es de una minoría que se encuentra mayormente en la clase media.

El peligro que tiene el fujimorismo es que pierda la brújula en el camino (como le sucedió al Apra en los años sesenta) y lo ciegue solo la llegada al poder.

El otro peligro es que no puedan superar la dinastía Fujimori. Un partido populista debe trascender a sus fundadores, como fue el justicialismo en Argentina o el aprismo entre nosotros a la muerte de Haya de la Torre.

Vemos que las dos alas están actuadas por los hermanos Fujimori, de allí que parece una “lucha dinástica”. El riesgo real es que el partido muera con ellos.

Y, hablando de partido. Si logran consolidarse como tal, dejando atrás el juego dinástico de poder, cuando el candidato a la más alta magistratura ya no se apellide Fujimori y de repente se apellide Quispe o Condori, y cuando la organización del partido ya no esté en manos de los que detentan el poder económico (turbio o no) y más bien recaiga en las bases partidarias, podremos decir que tenemos un partido populista consolidado en el Perú. Eso solo el tiempo lo dirá. 

Thursday, April 06, 2017

DISOLVER, DISOLVER

Por: Eduardo Jiménez J.
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Quizás los alumnos más aplicados de Alberto Fujimori en la región fueron Hugo Chávez y Nicolás Maduro. El primero dejando en cascarón las instituciones democráticas venezolanas y aplicando el “autoritarismo competitivo”, que implica usar todo el poder y los recursos del estado a favor y en perjuicio de los opositores; mientras el segundo aplicó con poco éxito el autogolpe, cerrar el Congreso, aunque con la variante de la “tercerización” a través del TSJ (la Corte Suprema venezolana).

Pero, regresando 25 años atrás, en 1992, ¿se justificaba el autogolpe del 5 de Abril?

Los fujimoristas dicen que sí, que era necesario interrumpir temporalmente la democracia para “salvar a la Nación”. Pero, a la luz de los hechos parece que no era tan necesario. El Parlamento, si bien contaba con una férrea oposición, no obstante ello había concedido las facultades que solicitaba el ejecutivo, tanto para la lucha contra el terrorismo, como para cambiar “el modelo económico”. Recordemos que las bases del modelo económico fueron impuestas, casi sin resistencias, a inicios del primer mandato de Fujimori. La estabilización de precios fue en Agosto de 1990 (“el shock”) y la liberalización de estos y el inicio de las privatizaciones en los meses siguientes. La hiperinflación y el desgobierno del primer Alan García, más el fuerte elan del consenso de Washington, permitían los cambios liberalizadores en democracia, como sucedió en otros países de la región.

Todo indica que el autogolpe fue más bien para concentrar poder y cambiar la correlación de fuerzas, perpetrado por un grupo en el poder que no le importaba demasiado las instituciones democráticas, empezando por el presidente de la república que, por temperamento y formación, no era muy convencido de las bondades del sistema.

Pero, cerrar el Congreso no hubiese sido tan fácil sino se contaba con el aplauso de las mayorías, que estuvieron de acuerdo. Lo que revela nuestro talante autoritario y esa identificación que todavía tenemos con aquellos que imponen “la mano dura”. Recordemos que luego del hecho, la popularidad de Fujimori no disminuyó, sino fue “bendecido” por las distintas clases sociales.

Consecuencia del 5 de Abril fue también la constitución política que ahora nos rige. La salida política al autogolpe fue la convocatoria a un Congreso Constituyente que aparte de sus funciones usuales, aprobase una nueva carta política. El fujimorismo obtuvo mayoría en ese congreso, por lo que la constitución tuvo ese sesgo liberal que se respiraba en los años 90. Carta que nos rige cerca de 25 años, con apenas pequeños cambios. Ironías de la vida.

Aunque no es el momento, merece analizarse un poco más serenamente esa constitución. No fue solo para la reelección (se aprobó dos periodos consecutivos para el presidente de la república), ni tampoco “producto del fraude” como alegaba la oposición luego del referéndum aprobatorio. Las mayorías, en las distintas clases sociales, apoyaban al gobierno (recordemos que pocos meses atrás había sido capturado Abimael Guzmán), lo que se materializó en la aprobación a la nueva carta política. Aparte que fue producto de una serie de transacciones bastante complejas al interior del hemiciclo de aquel entonces, dando lugar a instituciones novedosas como el Defensor del Pueblo, hasta ahora vigente, o la descentralización en tres poderes distintos del órgano electoral, lo que a la larga ha tendido a una especialización de cada uno de ellos, pese a los reparos que tuvo en su momento inicial. Ello merece un análisis más sereno que los historiadores o los analistas de las instituciones políticas deberían acometer. Por cierto, el fujimorismo como movimiento político es más complejo que la simple descalificación como “dictadura” o “autocracia”.

Otro hecho importante del 5 de Abril fue la presencia de Vladimiro Montesinos en el entorno más cercano de Fujimori. Sin la “eminencia gris” de Montesinos difícilmente Fujimori se hubiera atrevido al autogolpe y lo que vino después. Su capacidad intelectual era bastante limitada. Necesitaba de alguien que “arme la telaraña” dentro del Estado y en la sociedad, y ese fue Vladimiro Montesinos. Comprar medios y a empresarios antes que coartarlos, calumniar opositores antes que asesinarlos, y tener contento al pueblo con circo antes que represión fue diseño de él, permitiendo el saqueo de las arcas fiscales sin que nadie chistara, salvo una valiente y minoritaria oposición y algunos medios y periodistas honestos que dieron dura batalla.

Como alguien ironizó y con razón, a Nicolás Maduro (también bastante limitado intelectualmente) le faltó su Vladimiro Montesinos.

Intentemos una ucronía (lo que pudo ser, pero no sucedió): ¿qué hubiera sucedido si Alberto Fujimori no daba el autogolpe?

Quizás hubiese terminado su período de gobierno en 1995 medianamente, “sin pena ni gloria”,  con dificultades como los otros presidentes para que su partido gobierne un periodo adicional (aparte que decir “partido” a Cambio 90 era mucho decir). Y de repente el fujimorismo como movimiento político habría terminado en ese momento, algo similar a lo que ocurrió con el toledismo o el humalismo en el presente siglo.

Pero los hechos fueron otros, así como lo que vino después.

La lección que nos deja el 5 de Abril es que ni la democracia ni los valores republicanos están seguros. En cualquier momento podemos involucionar. Los protagonistas y el momento pueden cambiar, pero no tenemos un sistema consolidado ni menos instituciones fuertes. Puede aparecer otro Alberto Fujimori, no necesariamente de las filas de su movimiento político, y puede repetirse otro 5 de Abril. Nada está dicho en la historia.

Thursday, March 30, 2017

LAS LAMENTACIONES A TLALOC (DIOS AZTECA DE LA LLUVIA) NO SIRVEN DE NADA

Por: Eduardo Jiménez J.
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El título corresponde a un artículo de Ricardo Lago y me pareció bastante preciso.

Aludir al destino trasmutado en “la fuerza de la naturaleza” no ayuda mucho en los desbordes producidos por el “Niño Costero”. Lo cierto es que faltó prevención. Ninguno de los tres gobiernos democráticos del presente siglo hizo tal labor. Menos los gobiernos regionales ni locales. Encausar y represar ríos, evitar que existan construcciones al pie de las riveras o en los cauces por donde caen los huaicos, amén de educar y capacitar al ciudadano frente a los desastres naturales. No se hizo.

Mientras en otros países los desastres naturales causan muy pocas muertes y mínimos daños materiales, acá pasamos el centenar de víctimas. Es parte de esa improvisación como estado, del “estado empírico” al que aludía Basadre.

Pero dentro de toda la lógica del desastre, el estado esta vez ha demostrado reflejos rápidos en ayudar a los damnificados. Quizás la escasa popularidad del presidente y de su equipo, así como una vacancia que pende como espada de Damócles, fue el acicate para que reaccionaran rápidamente, lo que les ha traído réditos políticos. La caída se ha detenido y se vislumbra una ligera aprobación. Ver al presidente o a sus ministros ayudando es necesario no solo para el gobierno, sino para el ciudadano que ve a su estado cerca de él en los momentos de infortunio.

Lo que viene luego y urgente es controlar las epidemias. El agua empozada va a traer muchas enfermedades. Prevención en salud y no esperar los primeros casos de dengue, zika, cólera o infecciones.

Luego represar los ríos. Produce sana envidia la labor que el gobierno de Ecuador realizó después del meganiño que sufrieron. Ahora las bajas son mínimas. Ojalá algo de eso se haga acá.

Y la reconstrucción de los pueblos y ciudades dañadas; así como ampliar las reservas de agua para una gran ciudad como Lima (una ciudad con más de diez millones de habitantes apenas tiene reservas de agua para cinco horas).

Por cierto, es una vergüenza como la planta de Huachipa, inaugurada pocos años atrás, o un puente nuevo en su instalación, se vinieron abajo, mientras antiguas obras como “el puente de piedra” (que data del siglo XVII) o la planta de La Atarjea (de los años cincuenta del siglo pasado) se mantenían incólumes. Eso amerita investigaciones y “cortar cabezas” cuando termine el desastre.

Para la reconstrucción, ¿obra pública o la cuestionada asociación pública-privada?

Creo que un mix de ambas, dependiendo de la obra; pero con fiscalización abierta y trasparente, debido a que se estima el gasto en la reconstrucción en unos diez mil millones de dólares, por lo que “la tentación” para muchos va a ser grande. Así también, evitar las “adendas” y a los Odebrechts de turno. Hay varios economistas que proponen hacer reajustes sensatos a las APP. Vale la pena escucharlos.

Y, no menos importante. Como el dinero tiene que salir de algún lado, me sumo a los que plantean olvidarnos de los “elefantes blancos” que los últimos tres presidentes fomentaron con mucho entusiasmo: la refinería de Talara (no somos grandes productores de petróleo), el gasoducto surperuano (que tendrá que esperar), reformular la línea 2 del metro de Lima (bastante caro) y los Panamericanos.

Como alguien señaló atinadamente, se fomenta el deporte de abajo hacia arriba, primero con semilleros y cuándo tengamos un potencial deportivo más o menos decente, nos podemos dar el lujo de ser anfitriones, por el momento pasamos.

Este gobierno débil y al que no le daban ni un año de vida (entre ellos yo suscribí esa posición) tiene la oportunidad de oro de robustecerse, terminar su mandato adecuadamente y hasta de pasar a la historia como el gobierno que reconstruyó el norte diezmado y “domó” los bravos ríos peruanos. Tiene la oportunidad, esperemos no la desaproveche.

Tuesday, March 14, 2017

CON MIS HIJOS NO TE METAS

Por: Eduardo Jiménez J.
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Por el momento, el colectivo de evangélicos y católicos conservadores tienen la iniciativa en la polémica por la mal llamada “ideología de género”. Cuentan con una muy buena organización, bastante eficiente en el rol publicitario. Comenzaron con las banderolas colgadas en puentes con el eslógan “Con mis hijos no te metas”, carteles en parques y lugares públicos, continuaron con opiniones diversas en los medios y llegaron al cenit con la marcha del 4 de Marzo último, muy bien organizada.

No hay que obviar tampoco el nombre del colectivo, que hace mención a lo más sagrado que un padre o madre de familia puede defender: los hijos. Hay que reconocer que escogieron acertadamente el eslógan de batalla.

Aparte de ello, cuentan con feligreses que creen ciegamente lo que sus pastores les dicen (que la “ideología de género” fomenta la homosexualidad en las escuelas), creyentes que contribuyen financieramente a la causa con los diezmos y óvolos voluntarios; y, están alertas para defender su postura en las redes sociales. No falta allí por lo menos uno que defienda la posición del grupo.

Y si esto no fuese poco, cuentan con líderes de opinión a favor de su causa y una holgada mayoría de congresistas que los apoyan desde el poder político. No solo entre los fujimoristas, también en otras bancadas.

Más allá de quien tenga la razón (personalmente no creo que el nuevo currículo escolar fomente el homosexualismo en las escuelas), en todo movimiento, la propaganda es básica. Exteriorizar las ideas, hacerse escuchar en los medios y en la sociedad, tener efectivos grupos de presión, “loby” en el Congreso. Dicho sea, así funcionan los grupos de presión en los Estados Unidos.

Ya presentaron una acción popular contra la resolución ministerial que aprueba la currícula y se preparan a presentar una o más acciones de amparo en distintos juzgados del país, donde algún juez solícito y conservador, le dará trámite.

Si a ello sumamos un gobierno débil como el actual, que se deja acorralar fácilmente y con temor a ser “vacado” como amenazó una de las voceras del colectivo, de no acatar sus requerimientos, tendremos que muy pronto el gobierno retrocederá en los avances que traía la nueva currícula.

Por el lado de los liberales y de aquellos que defienden la “identidad de género” (vale decir lo que la persona por motivos sociales, personales o culturales se siente identificada más allá de su sexo biológico), es poco lo que tienen a su favor. La defensa de su posición es bastante inconexa y amorfa. En primer lugar, no todos salen a las calles a defender lo que creen como lo hacen los conservadores. Por lo general la defensa de los liberales se ha limitado a las redes y artículos de opinión.

Principalmente están saliendo a defender en las calles la identidad de género los grupos gays y lesbianas, así como los movimientos feministas (a los que se les descalifica como “machonas”); por lo que desde el otro lado, y con razón, van a sostener, que la defensa es porque la curricula fomenta el homosexualismo. Punto en contra para los que defienden un cambio en la educación.

Asimismo, por el lado del gobierno tenemos a una ministra de educación que se le nota acorralada, cuya defensa son apenas balbuceos. Ese es el costo que se está pagando por tener solo ministros técnicos “de lujo”, más no políticos, “que se compren el pleito”. Haciendo uso de la infeliz metáfora de PPK en los Estados Unidos: del lado de acá no necesitamos un perrito faldero y glamoroso, sino un perro chusco y agresivo.

 Faltó alguien al frente del portafolio de educación que defienda convincentemente su trabajo. Y eso solo lo puede hacer un político, no un técnico.

Pero, no todo está a favor de los evangélicos y católicos conservadores. Tienen un grave talón de Aquiles: su intolerancia. Se les nota vocingleros, prepotentes, desafiantes. Y el que osa contradecirlos inmediatamente sufre todo tipo de escarnios. La amenaza de vacar al presidente y de levantar una insurgencia si no les hacen caso es apenas un síntoma de su intolerancia, como lo es también la deplorable declaración de aquel líder de una de las principales iglesias evangélicas exhortando a sus feligreses a matar a los homosexuales.

Una de las más graves y peligrosas intolerancias es la religiosa. Cuando se cree que Dios está de un lado se pueden cometer los crímenes más execrables “en nombre de Dios”. Nosotros ya vivimos una intolerancia política en los 80 y 90 con Sendero Luminoso y sabemos a lo que se puede llegar cuando un grupo de fanáticos creen tener la verdad, sea porque citan las Obras Escogidas de Mao o citan la Biblia. Y cuando hay intolerancia, hay peligro para las libertades de los demás. Ese es su talón de Aquiles. Su fortaleza, pero también su debilidad.

Saturday, March 04, 2017

GATURRO

Por: Eduardo Jiménez J.
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Hace exactamente un mes desapareció Gaturro. Como siempre fue a buscar gatas. Usualmente se ausentaba por tres o cuatro días, pero regresaba, casi siempre anunciándose con su carácterístico maullido agudo que rompía la tranquilidad de la noche. Interrumpía el sueño a las tres o cuatro de la madrugada, a veces antes, para decir que ya estaba de vuelta y, de paso, le den su desayuno y reponer fuerzas luego de sus lances amatorios.

Ya a temprana edad sus maullidos eran inconfundibles. Era su forma de anunciarse, de decir “aquí estoy”. Parecían rugidos de un pequeño león. Y de verdad parecía un pequeño león por su abundante melena color canela, que lo cubría de principio a fin. De comportamiento bastante aristocrático, como si nada ni nadie le importasen, tenía una personalidad fuerte y bien marcada. Cuando mi tía lo trajo hace siete años del Parque Kennedy, no cabía en la palma de la mano. Vino chiquito, con los ojos todavía cerrados, en una caja de zapatos. Físicamente se parecía bastante a Garfield, el popular felino de las tiras cómicas. Como él, era obeso (su médico había recomendado ponerlo a dieta), atigrado y poseía una inteligencia bastante despierta.

Por interrumpir el sueño, estuve tentado en más de una ocasión a dejarlo abandonado lejos, muy lejos de la casa; pero al final uno se encariña con los seres que le rodean, animales o personas, con sus virtudes y sus defectos.

También cambié de opinión porque Gaturro en el fondo era noble. “Tragoncito” (tenía un apetito pantagruélico como Garfield), histriónico hasta la exageración, pero noble. En los últimos meses de mi madre, la acompañó en su lecho de enferma. Por reloj, desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde estaba a sus pies, a esa hora desaparecía hasta el día siguiente.

Y cuando vino otro gato chiquito –que apareció en mi azotea, al parecer uno de sus tantos hijos- lo adoptó. Al ser el único gato de la casa, pensé se iba a poner celoso o lo iba a botar, pero lo dejó estar, comer de su plato, beber de su agua y sobretodo jugar con él. Lo llevaba en sus andanzas y la pequeña Tabi imitaba todo lo que Gaturro hacía. Parecía un padre ejemplar, enseñando al hijo lo necesario para sobrevivir en el mundo.

No se cuántos hijos habrá tenido en sus siete largos años de vida. Pero, cuando vino casi ya no había gatos en la zona; lo cierto es que repobló de felinos la cuadra y alrededores. Practicó religiosamente el mandato bíblico “creceos y multiplicaos”.  

Muchos de sus hijos son “fiel retrato del padre”; incluso en una ocasión, cuando a lo lejos divisé un gato, pensé que era Gaturro que regresaba al hogar, pero viéndolo de cerca, era uno de sus hijos paseándose por la cornisa de una azotea. Al igual que sus características físicas, algunos de sus descendientes heredaron su peculiar y agudo maullido que rompe la tranquilidad de la noche. 

Gaturro era bastante posesivo en “su territorio”, espantó a todos los gatos rivales y expandió su área de influencia más allá de la azotea de mi casa. “Su imperio” abarcaba hasta donde le alcance la vista. Incluso, en los inicios tuve problemas con algunos vecinos, no solo porque también les interrumpía el sueño, sino porque gustaba retozar en su jardín, que él ya consideraba su propiedad.

Nunca lo quise capar. Sabía que iba a vivir poco, que sus andanzas nocturnas alguna vez le iban a pasar la factura. Pero, preferí que viva intensamente a que tenga una larga y monótona vida de gato emasculado. Más bien vivió más de lo que yo había esperado.

Una sola vez estuvo gravemente herido. Tendría unos dos años cuando a traición lo atacó un gato resentido, en esas guerras iniciales que disputaba con otros felinos por dominio del territorio o por las “novias”. Tuve que llevarlo de emergencia a su veterinario –era todo un jaleo meterlo en su trasportador, no le gustaba estar encerrado- y que le cosan las heridas. Recuerdo que esos días de convalecencia estaba a los pies de mi cama, no tanto porque me tuviera más afecto a mí –más predilección tenía por mi tía que lo trajo- sino porque sabía que mientras durase su recuperación, de haber peligro, lo iba a defender.

Gaturro no olvidaba las afrentas. Esperó recuperar fuerzas, a que le crezcan de nuevo las uñas –su doctora se las había cortado antes de la operación- y fue en busca del gato que lo había atacado de mala manera. Pude ver la pelea, fue en una azotea un poco lejana a mi casa, pero vi que Gaturro le dio duro, el otro gato salió corriendo despavorido y nunca más se le volvió a ver. En esas luchas de poder, se había convertido en el amo y señor de la zona. Ningún otro felino osaba pasar por su “territorio”. Consolidaba así su dominio.

Pero, como sucede con los reyes viejos, que solo gobiernan por la fama ganada, noté que sus reflejos se volvían más lentos con el tiempo. Se iniciaba ese lento proceso de decadencia que todo ser vivo padece. Tarde o temprano otro gato le habría disputado el trono. Quizás uno de sus tantos hijos que lo desafiaba por el poder en la eterna lucha entre lo viejo y lo nuevo.

Hace pocos días ha entrado, también por la azotea, otro gatito. Debe de tener un mes más o menos. No se si será uno de sus últimos hijos, es un poco huraño todavía. Está entrando poco a poco en confianza. A veces se queda a dormir detrás de algún mueble, sigiloso. De repente viene a reclamar “su herencia”. Quien está celosa es Tabi, la gata que Gaturro adoptó de chiquita. Convertida en una gata adulta, quedó por breve tiempo como dueña y señora de la casa, pero ya le apareció un rival. No lo ha recibido de buena manera al visitante, “tira dedo”, señalando detrás de que mueble se encuentra para que lo bote, a lo que yo me hago como que no entiendo lo que me dice. Vamos a ver como va la relación con su nuevo amigo.

Así como Gaturro vino el primer sábado del año 2010, curiosamente se fue también el primer sábado del mes de Enero del 2017. Exactamente siete años, como que los gatos tienen siete vidas y creo él, al vivir intensamente, las inviritió todas año tras año. Imagino que debe estar en el paraíso de los felinos, rodeado de todas las gatas que quiere, en su Valhalla gatuno. Descansa en paz Gaturro.
7.2.17

Tuesday, February 14, 2017

CUANDO EL AMOR ES PURO Y SINCERO MATRIMONIO IGUALITARIO: EL CASO OSCAR UGARTECHE VS EL RENIEC

Por: Eduardo Jiménez J.
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Que conste que no me opongo a los llamados “matrimonios igualitarios”. Es más, deberían ser normados en nuestro país, lo que todavía no sucede.

Eso que la ley es “pura e incontaminada” es un supuesto que no se condice con la realidad. Desde la Escuela de Derecho nos “vendieron” la historia de una ley abstracta que no es influida por nada ni por nadie de afuera. Basta dar un vistazo a tantas leyes, aquí y allá, para darse cuenta que existen intereses creados para promulgarlas o vetarlas. Entre ellos, los grupos de presión, los llamados poderes fácticos. Y grupos de presión no solo económicos, sino pueden ser también ideológicos. Entre estos últimos se encuentran los grupos fundamentalistas religiosos, tanto de católicos como de evangélicos, que se oponen a la ley del “matrimonio igualitario” y a la mal llamada “ideología de género” en el aspecto educativo. Muchos congresistas de tendencia conservadora se oponen abiertamente a legislar sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. “Abominación” le llaman. Ni siquiera el tímido proyecto de “unión civil” que apenas reconocía ciertos derechos en una convivencia legal pudo pasar la aprobación en el Congreso.

De allí que algunos han optado por la vía judicial. No es que nuestros magistrados sean una excelencia en el tema, pero a los interesados no les quedaba otra alternativa. Es el caso de Oscar Ugarteche y Fidel Aroche.

Por cierto, ya es posible desde el año 2016 la inscripción registral en Perú de bienes adquiridos en el país por matrimonios igualitarios celebrados en el extranjero, pese a que nuestra legislación todavía no los reconoce. Curiosamente, el régimen de propiedad y su inscripción, que suele ser una de las ramas del derecho más conservadora, ha posibilitado todo un cambio en materia de inscripción de patrimonios para los matrimonios entre personas del mismo sexo. Y estamos hablando de lo resuelto por un tribunal que es administrativo no judicial.

Volviendo al caso, como ya es de conocimiento público, ante la denegatoria del Reniec de inscribir en los Registros Civiles el matrimonio celebrado entre el connacional Oscar Ugarteche y el mexicano Fidel Aroche en ciudad de México (donde es legal el matrimonio entre personas del mismo sexo), decidieron optar por la vía judicial, mediante un proceso de amparo que declaró fundada su demanda en primera instancia. El Reniec apeló, por lo que el proceso tiene para un tiempo más.

En resumen, los argumentos del magistrado de primera instancia que falla a favor de los demandantes es que no se puede negar los mismos derechos a personas que son una minoría. Aborda una cosa elemental en derecho constitucional y derechos humanos: todas las personas somos iguales ante la ley y tenemos los mismos derechos, sin distinción alguna, incluyendo la opción sexual, por lo que no debe existir discriminación de ninguna clase para ejercerlos, entre ellos el derecho a contraer matrimonio.

En sucesivas declaraciones de Oscar Ugarteche, el demandante, señala que por existir tratados internacionales suscritos entre los estados peruano y mexicano, recíprocamente deben inscribirse los matrimonios celebrados por un connacional en otro país, que es el caso de Ugarteche casado con un mexicano en el DF.

Veamos primero el tema de los tratados.

Es un principio que todo tratado internacional no debe lesionar el orden jurídico interno. Vamos a poner un ejemplo descabellado. Supongamos que en un estado “se legaliza” el matrimonio entre una persona y su mascota. Supongamos también que quien hace uso de ese derecho es un connacional peruano que se casa con su mascota en ese estado que lo permite. Luego pide la inscripción de su matrimonio ante el Reniec, este se lo deniega aduciendo que va contra las leyes nacionales, y el peticionante acude ante un juzgado constitucional, quien accede a su demanda, argumentando que no puede ser discriminado por la opción elegida, inaplicando la ley interna que lo prohíbe frente a los derechos constitucionales. A ello se denomina “control difuso”. La inaplicación en un caso concreto de una norma que colisiona con los derechos constitucionales.

Algo de eso sucedió en el caso Ugarteche. Nuestro orden jurídico no permite los matrimonios entre personas del mismo sexo, ni menos su reconocimiento, así hayan contraído matrimonio en otro estado, donde sí es legal. Que es una ley injusta, lo es. Que está desfasada de la realidad cuando fue promulgada hace más de treinta años como sostiene la jueza de primera instancia, también lo es. Pero es nuestra ley y no la podemos obviar, ni siquiera aplicando un control difuso.

Nadie aboga por considerar al juez únicamente “la boca muda de la ley”, pero tampoco estamos ante el juez anglosajón que inaplica una norma y el acto es acatado por el Estado y la sociedad en su conjunto. Y, siendo sinceros, por tradición, más cerca estamos del primer tipo de juez que del segundo. Al igual que el recelo de Montesquieu, tenemos sobradas razones para desconfiar de nuestros magistrados, que siempre se han caracterizado por el sometimiento al poder, sea fáctico o político. Como diría Javier Valle Riestra, su independencia no va más allá del cobro de la quincena.

Por otra parte, el “control difuso” solo se aplicaría a ese caso específico, pero, ¿qué sucedería si se presenta una demanda similar ante otro juez que piensa totalmente diferente? Supongamos de un juez que entrando a su despacho uno aprecia crucifijos, biblias e imágenes religiosos por doquier. No es necesario ser muy zahorí para saber que va a resolver en sentido totalmente diferente. Los jueces y fiscales también tienen sus filias y sus fobias. Más de una vez lo hemos visto.

En todo caso corresponde al Congreso modificar la norma “desfasada de la realidad”, como muchos abogados y opinólogos opuestos al “matrimonio igualitario” aducen, a sabiendas que este poder del estado –por lo menos no el actual- jamás promulgaría una norma que permita el matrimonio entre dos personas de igual sexo. Las condiciones de nuestro parlamento no son las más óptimas para semejante labor. Su composición mayoritaria no es la de “sabios e iluminados juristas” ni “liberales progresistas”.

Pero, alguien puede tomar su lugar y mostrar iniciativa en el tema.

El maestro Héctor Cornejo Chávez era una bella persona y uno de los poquísimos políticos honestos que tuvo nuestro país. Que pudo estar equivocado en muchas cosas que hizo en su agitada vida política, lo pudo estar; pero nadie lo puede acusar de haberse enriquecido medrando de la política.

¿A qué viene todo esto? A que Héctor Cornejo Chávez fue el ponente y “padre” del Libro de Familia, donde se instituye el matrimonio como “la unión voluntariamente concertada por un varón y una mujer legalmente aptos para ella”. Claro, me dirán eran los años 80 del siglo pasado, donde el matrimonio igualitario ni remotamente existía. Pero recordemos también que el maestro era un católico practicante y su visión de la familia era de la “familia nuclear”: papá, mamá e hijos unidos por un lazo consanguíneo. Tampoco en aquella época se reconocía ni remotamente a la “familia ensamblada”, hoy bastante usual.

Y la definición que dio el maestro en el ahora famoso artículo 234º del CC es exactamente la misma que figuraba en el Código Canónico de aquella época.

Es más, el matrimonio tiene protección constitucional, pero estamos hablando del matrimonio entendido entre dos personas de distinto sexo. Nuestros constituyentes tampoco se pusieron en el supuesto de personas de igual sexo. Ni los del 79 ni los del 93.

Y, la institución del matrimonio hasta hace muy poco tiempo tenía como una de sus finalidades básicas la perpetuación de la especie. El mandato bíblico del “creceos y multiplicaos”. Para lo cual, obviamente, se requería que sean personas de diferente sexo. Lo que a su vez permitía como fin político del matrimonio el control social, legalizando únicamente la estirpe nacida a su amparo, así como los derechos subsecuentes (apellido, herencia, primogenitura), más no a los que estaban fuera de la institución.

Es cierto, las leyes “envejecen” en el tiempo. Unas más rápido que otras. Es lo que ha sucedido con gran parte del Libro de Familia. En los últimos treinta años los cambios sociales han ido más rápido de lo que imaginamos y han desfasado a buena parte de la legislación sobre la materia.

Y, ¿qué podemos hacer ante tamaño desaguisado? En esto me pliego a la opinión de otros letrados y gente opinante: quien puede declarar si es constitucional o no la regulación del matrimonio establecida en el Código Civil es nuestro Tribunal Constitucional. Si colisiona o no colisiona con la Constitución Política. Por añadidura podrá hasta “recomendar” a nuestros legisladores que adecúen el Libro de Familia del CC a los nuevos tiempos.

Puede emitir una sentencia que sea vinculante para los otros poderes del estado y siente así un precedente, cosa que no es aplicable a la sentencia de primera instancia que falló a favor de los demandantes. Para ello el expediente debe “subir” hasta el TC.

Tampoco nos hagamos ilusiones y creamos que el fallo del TC será justo y equitativo, digno de los sabios de Sión. Difícil. Todos sus integrantes tienen su “corazoncito”, sus predilecciones y fobias, así como una orientación política. En fin, de todo como en la Viña del Señor.

Pero no se pierde nada y sería interesantísimo que el TC fije un precedente vinculante en el caso de los matrimonios entre personas del mismo sexo y su reconocimiento o no en nuestro orden jurídico interno.

Friday, January 20, 2017

PEAJES TRUCHOS Y VÁNDALOS DE SEGUNDA

Por: Eduardo Jiménez J.
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Vamos a dar un acercamiento más sociológico al tema de la protesta por el peaje en Puente Piedra.

La actitud inicial de las “autoridades políticas” fue bastante deplorable. Desde el Alcalde de Lima que declaraba que no podía hacer nada sobre el peaje impuesto (“tengo las manos atadas”), pasando por el Ministro del Interior, que ligeramente calificó de “senderistas” a los que protestaban en contra del cobro. A lo que habría que sumar la comparsa de ciertos medios y “opinólogos” que trataban que las cosas se mantengan en el statu quo previo a la protesta y “dejen todo en manos de sus autoridades”, sin contar algunos abogados que se rasgaban las vestiduras por la “santidad de los contratos”.

Los “actores políticos”, con sus declaraciones y hechos, traslucían un deseo de mantener las cosas como están y considerar a los protestantes como ciudadados de segunda clase, “vándalos” en el sentido más venial y “senderistas” en el peor de los casos (en Perú el calificativo de “senderista” o “terrorista” estigmatiza y descalifica al adversario). En paralelo, los que abogaban por dejar “las cosas como están” hacían juego con Odebrecht y asociados –concesionarios del peaje- que representan a los que están arriba en la pirámide social, “a los de cuello blanco y corbata”.

Por eso, el discurso inicial de los actores políticos era doblemente reaccionario: por encubridor de la situación de inequidad que representaba el peaje y por favorecer los intereses económicos de una empresa altamente cuestionada. La pregunta obvia es si habrían mantenido ese mismo discurso si los vecinos indignados fuesen residentes de San Isidro o La Molina.

Lo de Puente Piedra, como muchos de los conflictos sociales en el Perú, es crónica de una violencia anunciada. Algo que se viene venir pero no se hace nada para solucionarlo. En el caso de los peajes ya se arrastraba de meses atrás, cuando fue la construcción de las casetas, solo que nadie, absolutamente nadie del estado, hizo nada. Nadie tomó la iniciativa de revisar los contratos claramente lesivos al interés de las mayorías, de inferir si la concesionaria Rutas de Lima había cumplido previamente con las obligaciones pactadas o si técnicamente era viable colocar en una zona residencial un peaje (hasta donde tengo entendido los peajes no se pueden colocar “en cualquier lugar”). Y ya no hablemos de una nulidad del contrato y todas sus adendas por la presunta corrupción que tendría en su origen, lo cual explica también la displicencia con que las autoridades políticas tomaron inicialmente el asunto.


En una sociedad en democracia, donde las instituciones funcionan y se escuchan las demandas del ciudadano, los problemas sí se pueden resolver pacíficamente; pero, cuando las autoridades son indolentes o solo escuchan a una de las partes y desoyen a la otra, la parte afectada no tiene más camino que la violencia como forma de protesta. Es lo que sucedió en Puente Piedra. Para algunas autoridades políticas la gente de allá solo son “pobladores” no ciudadanos, prefiriendo atender las exigencias de los que están en la cúspide de la pirámide en detrimento de unos ciudadanos considerados de segunda.

Friday, December 30, 2016

ODEBRECHT Y LA MEGACORRUPCIÓN

Por: Eduardo Jiménez J.
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La delación de altos funcionarios de la empresa brasileña Odebrecht sobre haber repartido coimas por cientos de millones de dólares en casi todos los gobiernos de América Latina, sean de izquierda o de derecha, a fin de ganar las grandes licitaciones ofertadas, incluyendo tres sucesivos gobiernos peruanos, plantea una serie de cuestionamientos, el primero de ellos, sí afectará o no sustancialmente a la clase política nacional, y como efecto de ello a la democracia peruana.

Tengamos presente que los afectados en Perú por la denuncia de los –hasta ahora- 29 millones detectados en sobornos son los tres últimos gobiernos democráticos, supuestamente “libres de corrupción”, en el relato ideológico inmaculado que desarrollaron a fin de diferenciarse del “fujimorismo corrupto”, caído en desgracia el 2000, al cual se asociaba con manejos delictivos del dinero público.

Consiguientemente, los primeros afectados no son los fujimoristas –asociados tradicionalmente a la corrupción-, sino los sucesivos gobiernos pos Fujimori, donde se habrían concentrado las coimas denunciadas por los funcionarios de la empresa brasileña.

Creo que más que un cataclismo político como el brasileño -donde el cuestionamiento es general a toda la clase política-, lo que va a traer sobretodo es un mayor escepticismo por parte de los ciudadanos en la política y los políticos nacionales. El “todos son iguales” se va a volver lugar común, indistintamente del membrete partidario o de la posición política, sea fujimorista o no fujimorista.

Otro mito que se derrumba es la supuesta pureza inmune a la corrrupción de la izquierda peruana. Autoconsiderada “reserva moral del país”, las denuncias de corrupción comprenden a actores nacionales de izquierda o centro izquierda, sea del gobierno central como Ollanta Humala, Alejandro Toledo o Alan García, o de gobiernos regionales como el de Gregorio Santos, sin contar los gobiernos municipales de izquierda que han caído en la tentación de sobrevalorar obras.

Incluso, una administración municipal como la de Susana Villarán, libre hasta el momento de manchas de corrupción (en la revocatoria que sufrió sus adversarios solo la tildaban de “inepta”), podría verse también afectada, si las denuncias de sobrevaloración comprenden las obras que Odebrecht realizó bajo su alcaldía, que muchas costaron varios cientos de millones de dólares. El “todos son iguales” pasará inmediatamente al “todos roban”.

Nuestro presidente, Pedro Pablo Kuczynski, tampoco se salva de cierta responsabilidad como Primer Ministro del gobierno de Toledo. Obras que ganó Odebrecht bajo su premierato y que extrañamente no pasaron el filtro del Snip, o que llegaron a costar tres veces el precio original ofertado, como la Interoceánica. Si se llega a demostrar su responsabilidad en ese entonces, los que abogan por la vacancia tendrán argumentos bastante concluyentes y sobretodo el clima político ideal, si vacarlo quisieran.

Pero, la pregunta central es si ese escepticismo ciudadano con la política y los políticos, permutará a un “que se vayan todos”, como sucedió en la Argentina de inicios de siglo o el Brasil actual.

Yo creo que no. Los casos de megacorrupción no afectarán sustancialmente la escena política nacional.

En primer lugar, porque tenemos una “cultura de la corrupción”, donde no llama a escándalo que el funcionario se lleve unos billetes al bolsillo. El “roba pero hace obra” es sintomático de ello. Es lo que da sustento y popularidad a un alcalde tan cuestionado y gris como Luis Castañeda, donde gran parte de los ciudadanos conocen que un considerable porcentaje del dinero de las obras va a su bolsillo, pero si deja cemento para el recuerdo, se tolera los manejos turbios. Fue el caso también de Alberto Fujimori en los noventa, donde el ciudadano no se escandilazaba de los grandes latrocinios de ese entonces, con tal que “el Chino” haga obras. (Por eso los fujimoristas tienen gran aceptación popular, más allá de los comportamientos autoritarios y de latrocinio demostrado. Al ciudadano promedio ese hecho le es indiferente).

De allí que en la actualidad el discurso anticorrupción se encuentre bastante devaluado. Discurso que antaño servía para hacer carrera política (muchas candidaturas lo utilizaron para hacerse un lugar en el escenario político), hoy es apenas una mención en algún párrafo escondido de los programas de gobierno o una declaración lírica para salir del paso, mientras se privilegia aspectos más importantes para el ciudadano promedio como la seguridad ciudadana o el no perder el poder adquisitivo conseguido en los últimos años.

Esa cultura de la corrupción nos hace permeables a tolerar desde la microcorrupción –el “sencillo” que se ofrece a un policía para evitar una papeleta- pasando por la corrupción en los distintos escalafones de ministerios, Poder Judicial, Congreso, municipios y gobiernos regionales, hasta los casos más sonados de corrupción, como los de Odebrecht. Más allá del escándalo mediático y de algunas vendetas políticas, comisiones investigadoras y judicializaciones de adversarios, la megacorrupción pasará al olvido.

Pasará al olvido también por razones prácticas: a ninguno de los actores políticos le conviene ahondar en el tema. Quizás no quieran cometer el error brasileño, donde grupos políticos rivales acusaron de corrupta a Dilma Rousseff y el gobierno del PT, cuando ellos tenían una viga en el ojo. Ese error no creo lo quieran cometer. A los únicos que les conviene ahondar en el tema es a los fujimoristas para tener argumentos y clima político ante una eventual vacancia, y a los del Frente Amplio que, por ser nuevos en el escenario nacional, no tienen serios compromisos de haber recibido sobornos, por lo que ganarían en rédito político si se adelantan las elecciones.

A diferencia de los países que sufrieron la reforma protestante y moral puritana, donde la corrupción es condenada y sancionada por la ley y mal vista por las normas de convivencia; los países que practicaron las prebendas y compra de puestos públicos y de licencias, como los reinos ibéricos, tuvieron una moral más laxa y más permeable a la corrupción. Esa moral la heredamos nosotros.

Por ello, la corrupción para que tenga efectos políticos, tendría que afectar sensiblemente al ciudadano promedio, a fin que reaccione. En otras palabras, tendría que “afectar su bolsillo” para que aflore un sentimiento de indignación masivo y nacional, como sucede, por ejemplo, en la Venezuela de Nicolás Maduro (considerado como un gobierno altamente corrupto y hasta delictivo), o sucedió en la Argentina de inicios de siglo, afectada en ese entonces por una grave recesión.

El último intento de renovación moral serio que tuvimos se propició en el gobierno de transición de Valentín Paniagua, tras la caída de Alberto Fujimori en el 2000 y la difusión de los vladivideos. Fue una coyuntura valiosa y corta, literalmente de catarsis colectiva, pero que se desaprovechó en impulsar acuerdos contra la corrupción para el largo plazo, quizás porque a ninguno de los actores políticos de ese entonces le convenía; menos ahora.

Por ello, lo más probable es que luego del escándalo la clase política caiga en un mayor descrédito del que ya tiene, se debiliten aún más las instituciones políticas, y los aspirantes a acceder a un cargo público sigan considerando más como un “negocio” el puesto que un servicio al país. Si queremos realmente afianzar el sistema político, no es poca cosa el daño ocasionado por la corrupción. Lamentablemente, en la práctica no se va a hacer nada.

Thursday, December 22, 2016

MATARTE HE O MATARME HAS

Por: Eduardo Jiménez J.
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       @ejj2107

En el castellano antiguo aludía a la batalla entre dos hombres o dos bandos, donde uno solo era el vencedor. El combate era a tota ultranca, a muerte.

En la política  -ese “juego” que se inventó para no desperdiciar recursos en una guerra-  se da el mismo principio que en el campo de batalla, con mayor razón si existe una oposición recalcitrante frente al gobierno. Parece que los fujimoristas ya eligieron su opción, la de adelantar las elecciones generales. El 2021 es muy lejano para ellos, no por impaciencia, sino porque 1) su lideresa tendrá más competidores “de peso” ese año; 2) el frente interno no lo tiene parejo, existe una intensa lucha dinástica con su hermano Kenyi, quien se encuentra acumulando fuerzas al interior de Fuerza Popular; 3) sumado al natural desgaste de su mayoría parlamentaria, la cual puede convertirse en un serio lastre, considerando la “angurria” e intereses económicos comprometidos, inversamente proporcionales a su “calidad intelectual” como bancada. Por todo ello, le puede ser fatal para las aspiraciones presidenciales de Keiko esperar a que termine en “forma natural” el gobierno de PPK el 2021.

De allí que los naranjas necesitan adelantar el cronograma, sino el 2017, el 18, junto a las municipales y regionales de ese año, cuando el resto de grupos políticos recién se estén organizando o inscribiendo sus respectivas agrupaciones, y la mayoría naranja no se encuentre tan desgastada por los trajines y errores políticos. El fujimorismo en el corto plazo prácticamente no tiene rivales de importancia y Keiko holgadamente podría ganar las presidenciales. No les interesa el cogobierno, por lo que el “compromiso” que nazca de la reunión entre PPK y Keiko a iniciativas del Cardenal Cipriani, será solo un tema de portada y declaraciones “de buenas intenciones”, nada más. La vacancia presidencial está en su agenda. Lo que le hicieron al padre en el 2000 (defenestración del presidente más los vicepresidentes), ellos lo van a replicar. Todo dentro del marco de la Constitución Política.

Pero, este “juego” tiene sus riesgos: el desprestigio acelerado de Fuerza Popular como culpable de “desestabilizar la democracia” y ser considerado un grupo autoritario y cerrado (“el matón del barrio”). Podrían ser tocados por “la maldición aprista”: nunca llegar a ser gobierno, nunca llegar al paraíso, pese a tener una apreciable aceptación popular, poder fáctico y mayoría congresal. Por más intentos e intrigas políticas de por medio, podrían estar condenados a “vagar en el desierto”, como le sucedió al Apra por cincuenta años (paradójicamente ahora su mejor aliado). Ya lo vemos en las marcadas polarizaciones fujimorismo vs antifujimorismo. Como decía El Viejo, la historia se repite, ora como tragedia, ora como farsa.

Por el lado del gobierno, su indefinición es reflejo de su debilidad política. Sin mayoría en el Congreso, con poca capacidad de maniobra y con un gabinete tecnocrático “de lujo” pero sin el respaldo político para ejecutar las políticas gubernamentales, su margen de acción es bastante corto. Como dijimos en un anterior post, no tienen operadores políticos que se “compren el pleito” en el Congreso, defendiendo a sus ministros o, lo más importante, las políticas gubernamentales. El caso Saavedra es un ejemplo palmario en educación. Un buen técnico, que está haciendo las cosas bien, pero que le faltó el apoyo político. Al no tener apoyo en el Congreso, la minoría oficialista mostrarse dividida y poco propensa a jugársela por su ministro más allá de las declaraciones líricas, la oposición fujimorista lo tuvo servido para ser censurado. Saavedra ha sido un “globo de ensayo”, un pulseo para ver qué más pueden hacer para copar el poder y desestabilizar al gobierno, y cómo reacciona este y la sociedad.

Por ello, el gobierno tiene solo dos opciones: o hace cogobierno con los fujimoristas y permite que sigan copando los puestos clave en el Estado, sometiéndose a sus designios (hasta convertirse en su marioneta), o se enfrenta a la mayoría congresal utilizando los mecanismos constitucionales. Si a los naranjas no les interesa ser cogobierno, fácil deducir qué única opción le queda a PPK. La indefinición o “los golpes de pecho” solo lo conducen al abismo y al suicidio político, quizás más temprano que tarde.