Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
La utopía arcaica es probablemente junto al estudio sobre
Gabriel García Márquez (Historia de un deicidio) los mejores ensayos que
Mario Vargas Llosa (MVLL) ha escrito,
con la ventaja que el ensayo sobre José María Arguedas (JMA) abarca la obra
completa de un escritor (hacía más de 25 años que Arguedas había muerto cuando
fue publicado el libro en 1996), mientras que el de GGM es un estudio parcial,
hasta Cien años de soledad, no comprendiendo, por razones de fecha de
publicación del ensayo (1971), la obra restante del escritor colombiano.
(Aparte que la célebre ruptura entre ambos escritores acaecida algunos años
después impidió una actualización del estudio).
Lo
primero que se revela es el equívoco que la intelectualidad de izquierda ha
tenido sobre la trayectoria ideológica y política de JMA. No fue un marxista
convencido, ni le interesaron mucho las causas sociales como praxis política
(si bien era una persona sumamente sensible, que le afectaba tremendamente el
mundo externo). El equívoco se agrava por los últimos años de la vida de
Arguedas donde toma posiciones bastante explícitas a favor de los más pobres y
condena expresa del capitalismo, quizás influido por su segunda esposa, Sybilla
Arredondo, militante comunista chilena y que purgó condena por terrorismo en
nuestro país.
De
allí que muerto Arguedas, en los años 70 y 80 creciera el mito del luchador
social, e incluso algunos hablaran del “pensamiento Arguedas”, como un
intelectual orgánico o tomaran como consigna partidaria el título de su novela Todas
las sangres, novela fallida, dicho sea, donde la conciencia social se
trasluce en clichés bastante burdos y en personajes muy acartonados.
Arguedas
tampoco podía devenir en un “marxista orgánico” porque el marxismo supone
civilización, progreso, salir de las formas precapitalistas de trabajo y de
pensamiento y converger los esfuerzos en una sociedad industrial y altamente
tecnificada, algo muy lejos de la cosmovisión de JMA.
No
obstante ello, hay que agradecer a la viuda de Arguedas el tesón que en los
años 80 puso para la publicación de las obras completas. Sin esa dedicación la
obra de JMA habría quedado dispersa en libros y artículos por aquí y por allá,
como ha sucedido con otros escritores peruanos luego de fallecidos.
Como
anota MVLL, Arguedas trasunta en toda su obra una visión pasatista,
prehispánica, de jardín edénico. Es decir, el Perú precolombino era un lugar
libre de desigualdades, donde imperaba la justicia social y donde todos eran
felices. A ello MVLL lo ha llamado apropiadamente utopía arcaica. Utopía
porque ese aparente edén nunca existió (hay estudios que demuestran que el
imperio incaico no fue ni remotamente un lugar paradisiaco), sino solo en la
imaginación de escritores como el Inca Garcilaso de la Vega que ya en España
idealizó el Cusco de su niñez y los relatos que le habían contado. La leyenda
de ese paraíso viene del siglo XVI.
Por
ello lo mejor de la obra de Arguedas es sobre el indio puro, no contaminado con
los valores y formas de vida de Occidente que lo degradan y oprimen. Como
infiere MVLL, un relato como Yawar fiesta trasluce muy bien ese
pensamiento: los indios quieren continuar con la tradición de la fiesta
sangrienta donde el toro es muerto inmisericorde en el ruedo, de forma bastante
salvaje; a pesar que los mestizos y blancos del pueblo quieren morigerar esa
violencia, hacerla más “civilizada”, sin conseguirlo. El “progreso” está del
lado de los blancos y mestizos del pueblo, pero Arguedas trasluce una simpatía
bastante clara a favor de los indios.
Igual
sucede con Los ríos profundos, donde se percibe un canto a la naturaleza
como vida ideal, en equilibrio con el hombre, del cual tiene una visión roussoniana:
el hombre nace bueno, pero la civilización lo corrompe.
Por
ello en su última novela El zorro de arriba y el zorro de abajo, el
hombre ya está corrompido por la civilización, representada en un Chimbote
infernal, contaminado de capitalismo, donde el indio que bajó de los andes para
trabajar está corrupto por esa sociedad, embrutecido entre el trago y la
lujuria (por traumas infantiles y de los que nunca pudo recuperarse, JMA sintió
el sexo como algo sucio, que degrada al ser humano, de allí que su relación con
las mujeres siempre haya sido difícil y por lo general platónica).
Chimbote
es un microcosmos de codicia, corrupción, degradación moral, pestilencia,
muerte.
Novela
inconclusa e irregular, MVLL observa el hecho que al ser su novela póstuma,
acompañada de los célebres diarios, donde alude reiteradamente al suicidio (con
un intento frustrado en su haber), y el quitarse la vida en plena escritura, le
da un eco enorme a una novela menor y a José María Arguedas lo eleva a la
categoría de escritor maldito, algo que estaba lejos de ser. Y la
verdad, que recuerde, no hemos tenido escritores que aludan en su última obra
reiteradamente a la muerte y acto seguido decidan quitarse la vida.
Ese
malditismo lo acerca más a los escritores románticos que a los indigenistas,
que “describían” el abuso y la explotación del indio. José María Arguedas junto
a Ciro Alegría son los mejores exponentes de la narrativa indigenista, suerte
de canto del cisne de un estilo tradicional que agotaría temática y forma de
narrar. (Manuel Scorza la quiso revitalizar en los años 70 con su célebre pentalogía,
imbuida de realismo mágico).
Equívocamente
a Arguedas se le considera como hombre progresista cuando no lo fue; pero, como
deduce MVLL, si hablamos de representante de alguna corriente política o
ideológica, Arguedas en la actualidad bien encajaría entre los
medioambientalistas, tanto aquellos que buscan una armonía entre el hombre y la
naturaleza, como los más radicales que proponen volver a la naturaleza y a una
vida lejos de la civilización. Arguedas debería figurar entre sus
representantes más emblemáticos.
Estudio
bastante enjundioso, con una amplia bibliografía sobre JMA que hasta los años
90 se había publicado, La utopía arcaica es un ensayo profundo e
interesante sobre la obra de José María Arguedas, un escritor que merece ser
visto sin anteojeras y en su real contexto.
*La utopía
arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo. Mario Vargas
Llosa. Penguin Random House, 2019, 423pp
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