Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Más allá de las dudas razonables que
existen si fue realmente un golpe de estado en Bolivia o un distractor político
de los graves problemas económicos que está atravesando el país altiplánico y así
“bañarse en olor a multitud” el presidente Luis Arce y tener mayor ventaja
frente a sus oponentes en las elecciones de 2025; la pregunta es si los golpes
de estado promovidos en los cuarteles siguen vigentes en la región y cuan
fuerte es nuestra democracia para resistirlos.
Los
golpes de estado militares clásicos, con pronunciamientos del general de turno de
“salvar a la patria”, adhesión de los altos mandos de las fuerzas militares y
policiales, amén de la tradicional sacada de tanques, ya no se ve. Con el fin
de la guerra fría y la implosión de la Unión Soviética, el Departamento de
Estado norteamericano ya no promueve tampoco ni avala como antaño golpes de
estado en la región contra el “terror comunista” que se vivía en aquellos años
y acepta de buen grado que los problemas políticos internos deben ser resueltos
respetando más o menos las formas democráticas.
En
vista del poco desarrollo institucional de nuestros países, lo que hemos presenciado
en los últimos treinta años son los llamados autogolpes de estado. Es
decir, el presidente constitucional de la república en funciones y sin mayoría
parlamentaria, con la aprobación tácita o explícita del alto mando militar,
cierra los otros dos poderes del estado y asume plenas facultades de dictador.
Fue el caso de Alberto Fujimori en 1992 o de Martín Vizcarra en 2019. Pedro
Castillo quiso continuar con la tradición en 2022, pero su golpe de estado fue
fallido.
En
los casos de Fujimori y Vizcarra se tuvo que respetar las formas democráticas y
convocar a regañadientes y de inmediato a elecciones, sea para un Congreso
Constituyente Democrático el primero o para completar el período faltante el
segundo.
Igualmente,
las intentonas de impedir la asunción al cargo del presidente electo, como en
Brasil en 2023, son condenadas extensamente y van al fracaso inmediato.
Uno
pensaría que la democracia en la región está enraizada; pero salvo contados
países, en la mayoría es frágil y se queda en el cascarón, vaciada de todo
contenido, como en Venezuela o Nicaragua; o la democracia se degrada en
gobiernos autoritarios como en El Salvador de Bukele o el Perú de Alberto
Fujimori en los 90. Y, en los demás países la democracia marcha con tropiezos,
vacando el Congreso o presidentes cerrando parlamentos; aparte que la
ciudadanía no es muy afecta a la institucionalidad democrática, haciéndose
carne la célebre frase de un conocido dictador peruano “la democracia no se
come”.
¿Eso
significa que los golpes de estado son cosa del pasado en la región? No
necesariamente. Pueden ser usados como última ratio cuando los recursos
democráticos (vacancia, obstruccionismo parlamentario, cierre del congreso, guerra
jurídica a los presidentes o a los candidatos de oposición, el conocido lawfare)
fallan o no tienen tanta efectividad. Igualmente, cuando la oposición no cuenta
con mayoría en el parlamento o es demasiado débil o fragmentada, existe la
tentación de llamar a los cuarteles.
¿Significa
que Bolivia estaría regresando a la vieja tradición de llamar a los militares
cuando los civiles ya no pueden gobernar o ponerse de acuerdo?
Es
cierto que la situación política es complicada en Bolivia, con Luis Arce y Evo
Morales, pertenecientes al mismo partido político, peleándose a luz pública por
el poder y poniéndose uno a otro zancadillas. Asimismo, el panorama económico
no es nada halagüeño. Habiendo gastado entre Morales y Arce en una farra fiscal
todo el dinero producto del gas exportado, ya no quedan dólares y los productos
básicos escasean. Es la consecuencia de políticas populistas y ahora ya no hay
plata en la caja pública. Con más informalidad que la nuestra y una economía
ilegal bastante próspera, difícilmente pueden ejecutar una política tributaria
sobre todos. Es complicada su situación económica y de pronóstico incierto.
Pero,
la pregunta inicial sigue vigente. ¿Fue un golpe verdadero o una escenificación
teatral para subir los réditos del presidente en ejercicio que quiere quedarse
en el poder como su ex compañero de partido Evo Morales?
Pareciera
que se trató solo de un show para subir réditos Luis Arce y que la gente
se olvide de los problemas económicos o, por lo menos, no le eche tanto la
culpa.
Pero
eso no quita que los golpes militares a la vieja usanza puedan volver. Quizás
cuando los estados de la región se conviertan en estados fallidos o estén
próximos a serlo, o cuando las economías ilegales hayan tomado el poder real y
teman perder lo ganado, de repente allí si estaríamos ante un golpe militar
como los de antaño. Como dijo un célebre historiador, los militares son el
partido político más antiguo. Estar atentos.
No comments:
Post a Comment