Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Solo
pocos pueden mantenerse veinte años consecutivos en la televisión. Yola
Polastri fue una de esas escasas figuras que marcan una época. Es muy posible
que ese ritmo frenético que comenzó a temprana edad le haya pasado factura en
el ocaso de su vida. No es fácil. Requiere mucha disciplina, constancia, tesón,
luchas y, sobre todo, innovarse. Recrearse constantemente. Yola lo hizo con
méritos, enfocada en su público objetivo: los niños.
Aparece cuando los programas para
niños eran bastante naif y en blanco y negro. El tío Johnny y
la señora gallina en un canal y Cachirulo y Copetón y las marcianitas en
el otro. Era la época en que solo existían tres canales de televisión y ni
remotamente había aparecido la señal digital, ni menos la tv por cable o el
internet. No había mucho de donde escoger.
El año de su debut, 1972, en pleno
gobierno militar. Y naturalmente la frescura de una chica de 22 años,
carismática y empática, cautivó a los niños. Desde allí fue llamada la chica
de la tele. Era difícil competir con ese torbellino que apareció en la
televisión nacional.
Pero, a diferencia de los programas
infantiles de ese entonces, Yola supo recrearse constantemente. Renovar
vestuario, juegos, la pauta del programa. Porque no solo era la animadora que
le ponen un guion, sino la productora del programa. De allí sus constantes
viajes a Miami de donde traía ideas y vestuario, en una época donde no sabíamos
que había programas similares en otras latitudes.
La pregunta final en toda
entrevista era por qué no se casó y tuvo hijos. Pretendientes debe haber
tenido, y para escoger, pero su independencia de carácter le impedía estar
sujeta a otra persona. Lo dijo con un ejemplo. Si yo puedo cambiar un foco en
mi casa, para que voy a tener un marido que cambie el foco. Sin proponérselo
fue una abanderada del feminismo y la independencia económica de la mujer. Y,
en cuanto a los hijos. En esa época la subrogación asistida o la inseminación
artificial no estaban de moda y sus niños del programa pasaron a ser una suerte
de hijos putativos.
Muchos creen que la tv era su
principal fuente de ingresos. Como ella misma declaró, la tv en esa época no
pagaba tanto. Su principal fuente de ingresos fueron los shows en vivo, era
infaltable en la Feria del Hogar en los años 80, el merchandising con
muñeca propia incluida y los discos de vinilo que sacaba en promedio uno por
año, en una época en que la piratería no existía. En qué fiesta infantil no
faltaban las canciones de Yola. A diferencia de los animadores que la
precedieron, supo marketearse, venderse a su público objetivo. Ahorrar para la
vejez.
Sí, porque esto de la tele no es
eterno. En los 90 aparecieron otros programas infantiles, como Nubeluz, más
sofisticados y con animadoras más jóvenes. Los almanaques no pasan en vano.
Pero, no se retiró totalmente a sus cuarteles de invierno. En su imponente
casa-taller de La Molina continuó formando burbujitas y apareciendo
ocasionalmente en especiales y shows en vivo. Hasta la pandemia estuvo activa.
Yola
Polastri, Kiko Ledgard, Augusto Ferrando, Genaro Delgado Parker en la
producción, son algunos nombres de aquella época ahora remota y legendaria de
la televisión nacional, cuando todo estaba por hacer y, como en la novela de
García Márquez, nada tenía nombre.
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