Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
La presentación en sociedad de la
inteligencia artificial (IA) china, llamada DeepSeek, más barata que los
modelos occidentales y con código abierto (cualquiera la puede usar y compartir
gratuitamente), trajo una bajada en el precio de las acciones de Nvidia (líder
mundial en chips para IA) en las bolsas mundiales y justificaciones financieras
más o menos creíbles, dependiendo de que lado del mostrador se encontraba quien
argumentaba.
Lo
cierto es que más allá de ningunear a la IA china, si se encuentra o no a años
luz de las desarrolladas en Occidente o si ha mantenido un fair play con
la competencia (argumento irrelevante y hasta risible frente al nuevo
escenario), lo importante es el mensaje político, algo que se olvidó en
algunos análisis. No es casualidad que su presentación pública se haya
producido a la semana del segundo gobierno de Trump, el cual venía reiteradamente
amenazando con el garrote de fuertes sanciones a los productos chinos.
Si
quieres jugar rudo, atente a las consecuencias. Es lo que se puede leer entrelíneas en
el anuncio de la presentación de la IA china. Vale decir que la competencia en
la tecnología de punta será feroz y, como van las cosas, quien puede perder es
Occidente y en especial EEUU.
Algunos
sostienen que es “el momento Sputnik de la IA”, aludiendo al lanzamiento
del satélite ruso que en los años 50 del siglo pasado inició la competencia espacial
entre EEUU y la ex URSS. Lo que se encuentra en duda es si al final de esta
guerra EEUU saldrá grande y victorioso, como en aquellos años en que era el
hegemón indiscutible en el mundo.
Cuando
las grandes empresas de Occidente se instalaron en China, esta comenzó a copiar
su tecnología, algo similar a lo que hizo Japón luego de la postguerra.
Comenzaron a fabricar y exportar productos con marca propia, pero todavía
deudores de la tecnología occidental. Ahora, con la IA, el reto que se han
propuesto es la originalidad, haciendo virtud de la necesidad frente a las
restricciones tecnológicas de EEUU.
Mientras
los chinos tienen todo el tiempo del mundo, en una suerte de contemplación
budista de la eternidad, el gobierno de Trump se sujeta a solo cuatro años,
donde si no hace algo efectivo en los dos primeros, cumpliendo algunas de las
infinitas promesas electorales que ofreció en su campaña, puede perder la
mayoría de las cámaras en las elecciones legislativas intermedias. En el
interín Xi seguirá en su trono, como presidente de China, a la manera del
dinosaurio de Monterroso.
Trump
no las tiene todas a su favor, a pesar de los apabullantes decretos con que ha
atarantado a medio mundo. Vistas las cosas de otro modo, más parece
desesperación y lucha contra el tiempo, que serena estrategia política.
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