Eduardo
Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Aparte de su obra creativa, generalmente
los escritores también ejercen el periodismo. Es su pane lucrando, con
lo que se ganan la vida y pagan las cuentas a fin de mes, mientras escriben la novela
o la obra de teatro que los llevará a la fama. Muchos, como articulistas en
diarios y revistas, son muy buenos, y, algunos, más interesantes que en las
novelas y cuentos que escribieron pensando en la posteridad.
Ya
no hablemos de la parte práctica del oficio. Más de un escritor ha confesado
que el periodismo fue una estación indispensable en su formación, que lo ayudó
a ser más preciso en el uso de verbos, sustantivos y adjetivos. Una suerte de
escuela de la vida.
Un
caso emblemático de escritor y hombre de prensa es el de Mario Vargas Llosa,
que por más de 70 años se dedicó a la labor periodística, con artículos que son
verdaderos ensayos. Algo similar ha pasado con otros escritores nacionales,
cuya obra en la prensa escrita no tuvo tanta suerte como la del Nobel peruano y
ha quedado en el olvido, enterrada en diarios que hoy se encuentran fuera de
circulación. Esos artículos periodísticos están a la espera de que un
investigador vaya a su encuentro en algún archivo olvidado.
Si
el investigador no lo hace con su propio peculio, para que se haga el milagro se
debe esperar a que una universidad o un centro de investigación financie la
labor y que el estudioso o futuro doctorando tenga la paciencia de hurgar en
colecciones de diarios y revistas de épocas pasadas. Literalmente, sumergirse
en bibliotecas llenas de polvo y ácaros a la búsqueda del artículo escrito
décadas atrás.
En
el caso de las Crónicas desde Europa (1956-57) de Sebastián Salazar
Bondy (SSB), libro financiado por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima,
quizás la tarea del compilador, Alejandro Susti (en su haber con otras obras antologadas
del autor), no ha sido tan complicada, al encontrarse casado con una hija del
recordado escritor, facilitándosele así los permisos de los herederos para la
publicación. Muchas veces es un tema bastante engorroso la cesión de los
derechos de autor por parte de los herederos para una edición post mortem,
por lo que proyectos de publicación se quedan a medio camino. Por desgracia no
todos los escritores muertos tienen hijos o hijas casados con el futuro
antologador.
Se
extraña que la edición no tenga un estudio preliminar sobre la estancia de SSB
en Europa y la influencia en su pensamiento y obra. Debemos suponer que, como
en otros escritores y ensayistas, el viaje a Europa fue fundamental. Lamentablemente,
la antología solo contiene notas preliminares que anteceden a las crónicas, por
lo que al parecer la labor del editor se ha limitado más a una recopilación de
artículos que a un prolijo estudio propiamente.
A
SSB se le conoce más por su ensayo Lima la horrible, tantas veces citado
y pocas veces leído en la actualidad; pero, Salazar Bondy en su corta
existencia (apenas poco más de 40 años) fue teatrista (su labor más
apasionada), poeta, narrador, promotor cultural, ensayista, y, por supuesto,
cronista. Quienes lo conocieron lo describen como una persona bastante
generosa, sin esos odios, envidias, ni egoísmos que caracterizan a buena parte
del gremio.
Como
Armando Robles Godoy, su labor periodística se desarrolló principalmente en el desaparecido
diario La prensa, verdadero foco cultural en aquellos años, contando en
sus filas con escritores realmente de valía. Estas crónicas desde Europa se
publican precisamente en dicho periódico a raíz de una beca que ganó para estar
cerca de un año en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático dirigido por
Jean Vilar, ícono del teatro francés en ese entonces.
La
temática, aparte de la vida cotidiana en París y otras ciudades de Europa,
describe el tenso momento político que se vivía en Francia por la independencia
de Argelia. Los que estaban a favor de una Francia colonial no escatimaban
medios, incluyendo las ejecuciones extrajudiciales y la tortura de los
argelinos rebeldes. Y los que abogaban por la independencia, planteaban una
suerte de mancomunidad al estilo de los ingleses y sus ex colonias. Ese momento
que se vive en Francia es crítico para librarse de las ataduras del pasado
colonial, cortando el nudo gordiano Charles de Gaulle al declarar la
independencia de Argelia en 1962.
El
Teatro Nacional Popular dirigido por Jean Vilar también ocupa varias crónicas. Teatro
emblemático en Europa, no solo ponían en escena a autores franceses, si no
también extranjeros, clásicos y modernos. En uno de sus artículos SSB comenta
que en aquellos años todavía existía una protección a favor de los autores
nacionales para su puesta en escena, cosa que se fue atenuando en años
sucesivos. Con precio de entradas bastante asequible para toda clase de
público, el TNP no solo se quedaba en París, iba también a las ciudades de
provincia (cuando salía de gira, incluía albergue a los espectadores que no
podían costearse una habitación en un hotel) y, cosa insólita en estos tiempos,
viajaba extramares para llevar sus representaciones a Sudamérica. Por crónicas
del propio SSB tenemos entendido que incluso llegó a nuestro país, todavía
considerada Lima como una de las capitales culturales de la región.
El
otro tema es la España franquista. En los años 50 se siente el atraso económico
y cultural del país bajo la dictadura de Franco (por la situación de atraso y
oprobio que se vive, SSB y otros intelectuales creen que se acerca el fin de la
dictadura). España dejó de ser el centro de escritores y artistas de antaño,
para ser un país casi del tercer mundo. Muchos emigraban a América o a otros
países de Europa en busca de mejores oportunidades de trabajo. Intelectuales de
reconocido mérito, para salvar sus vidas, luego de la guerra civil, tuvieron
que huir del país. Ideológicamente quien está al mando es el Opus Dei,
con mucha influencia en el gobierno franquista. Ser liberal en esa España era
poco menos que ser terrorista (el Opus Dei podía sugerir el cambio de un
rector de universidad que consideraba muy “liberal” y manejaba a su entero
arbitrio la educación en los colegios públicos y privados). Hay un bando, el de
los monárquicos, que desean el regreso de los borbones al poder. Ese bando es
minoritario, pero 20 años después, a la muerte de Franco, será el que gane la
opción para la transición democrática, no como ellos pensaban, con una
monarquía tradicional, sino como una monarquía constitucional encabezada por un
rey borbón.
Si
bien la gente del pueblo y hasta la endeble clase media española, viven con las
justas, bastante apretados, hay una clase social que no se escapa a la
visión de SSB: la burguesía, que al abrigo de la cercanía al franquismo va
creciendo en poder no solo económico, sino de influencia política. Bancos que
prosperan bajo la dictadura de Franco, industrias que en una apertura del
régimen van comerciando con otros países, el turismo que se abre a Europa, así
como enormes facilidades para rodar películas extranjeras en España, que daría
paso a una naciente industria del cine. Esa apertura económica trae una ola de
prosperidad insospechada en los años 40 y 50.
Cuenta
SSB que la censura española se vuelve un poco más flexible, pero dependiendo
quien escriba. Si es un autor famoso, casi no tocarán nada del libro a publicar,
si es un ilustre desconocido, los tijeretazos de la censura vendrán por aquí y
por allá (Mario Vargas Llosa sufrió los estragos de la cesura para la
publicación de su primera novela, La ciudad y los perros). Igual sucedía
en el cine. Gracias al doblaje de las películas extranjeras, muchos diálogos
eran cambiados de sentido, ni que decir de escenas íntimas o besos muy
apasionados, que pasaban por el corte de rigor.
Precisamente
sobre la censura es una de sus últimas crónicas. En aquellos años los viajes
eran todavía por barco. SSB cuenta que antes de desembarcar en el puerto del Callao,
en la nave que lo trajo de regreso había una larga lista de lo que pasaba
libremente, lo que pagaba impuestos y lo que no pasaba. Dentro de lo que no
pasaba estaban “drogas, narcóticos, libros impresos y literatura
contraria a la moral y al orden social de la República” (sic). Obedecía
a la época. En 1957 recién salíamos de la dictadura de Manuel Odría (1948-56) y
los considerados libros subversivos o contrarios a la moral eran los
más, sobre todo si eran de autores extranjeros y venían en idioma distinto al
castellano. Desconocemos si SSB sufrió el decomiso de alguno de los libros que
trajo de Europa o si, considerando que ya era un autor de prestigio en nuestro
país, no le hicieron problemas en aduanas.
Vale
la pena leer a Sebastián Salazar Bondy, no solo porque escribe bien, algo
difícil de encontrar en escritores contemporáneos, sino porque nos describe un
mundo que nosotros ya no conocemos, que pertenece a un pasado que nos parece
remoto.
* Sebastián
Salazar Bondy: Crónicas desde Europa (1956-1957). Editor: Alejandro
Susti. Edición consultada: Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2024, 166
pp.