Monday, April 04, 2016

¿SON ELECCIONES SEMIDEMOCRÁTICAS LAS PRESIDENCIALES 2016 EN PERÚ?

Por: Eduardo Jiménez J.
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Así las calificó el Secretario General de la OEA y, chauvinismos nacionalistas aparte, tiene razón. Por lo menos son atípicas o irregulares, si queremos suavizar los adjetivos.

Todo comienza con la promulgación de la norma que reforma varios artículos de la ley de los partidos políticos cuando la convocatoria a elecciones generales ya se había producido. Recordemos que este cambio de reglas fue a insistencia de los propios congresistas de la República, los que –literalmente- se hicieron el harakiri, sea por el tema de las dádivas o del porcentaje mínimo para pasar la valla electoral. Dos partidos perdieron a sus candidatos, un tercero a su vicepresidente, y varias agrupaciones políticas no tienen ninguna opción. Todo gracias a la ley que ellos mismos promulgaron.

El otro responsable fue el JNE y el JEE de Lima Centro, los que tuvieron criterios interpretativos, primero excluyentes de candidatos (Guzmán y Acuña), y luego exculpatorios con otros (Keiko, PPK y Alan). Esas marchas y contramarchas fueron bastante extrañas.

Y el tercero responsable fueron los propios partidos políticos que incentivaron las exclusiones contra candidatos, en el supuesto que los iba a beneficiar. Quisieron ganar en mesa y el tiro les salió al revés.

Algunos abogados y muchos periodistas creyeron encontrar el nirvana jurídico en la tautología “la ley es la ley”; obviando que existen una serie de criterios de aplicación de la norma jurídica, comenzando con el de jerarquía. No se puede dejar de lado los derechos fundamentales reconocidos en la propia Constitución Política y tratados internacionales que el Perú ha suscrito sobre los derechos políticos, sobretodo el de elegir y ser elegido. No se puede privilegiar “el sellito en el acta” antes que el derecho a participar en la competencia, y excluir así a un candidato; o, peor aún, castigar con la exclusión a otro por ofrecer una dádiva económica, cuando el artículo que impone la sanción es a todas luces desproporcionado e irracional. Precisamente allí entra a tallar la labor de los magistrados que no son solo “la boca de la ley”, sino tienen un margen de discrecionalidad para poder resolver. Pero, el temor a chocar con los poderosos, la obsecuencia de otros o la visión cortoplacista de la quincena antes que de la historia como decía Javier Valle Riestra, los hizo actuar de manera errática y timorata.

Las exclusiones de candidatos o limitaciones para poder participar en una contienda electoral se producen sobretodo en países con gobiernos autoritarios (caso Venezuela en la región, Fujimori en los noventa acá) o dictatoriales. En un país con un mediano sistema democrático no se produce exclusión de candidatos. Por ello la calificación de elecciones semidemocráticas aludidas por el secretario general de la OEA. Si nos dejamos de mirar el ombligo, en la región ha causado sorpresa y consternación el proceder del órgano electoral.

Terminado el proceso se va a tener que deslindar responsabilidades. Empezando por el pleno del JNE y del JEE de Lima Centro por el zafarrancho ocasionado del que, con verdadero entusiasmo, han sido copartícipes. En un gobierno plenamente democrático, con instituciones sólidas, ya deberían estar poniendo sus cartas de renuncia sobre el escritorio. Ambos tienen responsabilidades y no se pueden parapetar en que solo “cumplían con la ley”.

Lo que trae a su vez el rediseño de la conformación del JNE. Vía reforma constitucional se debe cambiar los criterios de conformación del JNE. Debe estar conformado por gente especialista en temas electorales previo concurso público de selección. Carece de sentido que esté presidido por el representante del Poder Judicial, cuya única experiencia electoral es saber que en el distrito donde sufraga se implementó el voto electrónico.

Por otra parte, el nuevo Congreso de la República debe aprobar el proyecto de Código Electoral que por intereses subalternos quedó encarpetado. Igualmente, las elecciones internas deben estar supervisadas por la ONPE. Para nadie es un secreto que actualmente el requisito de la democracia interna lo salvan los partidos con actas que son meros formalismos. Igualmente se debe ampliar los plazos. No es posible que faltando pocos días para el sufragio se estén viendo tachas y exclusiones de candidaturas.

Y derogar el dichoso artículo sobre las dádivas económicas. Hay investigaciones serias que demuestran una casi nula relación entre dádiva y voto, sobretodo en las elecciones generales. En todo caso debe graduarse la sanción: multas progresivas solidarias entre el infractor y el partido político, capacidad coercitiva para el cobro de las multas y solo las faltas muy graves deben ser sancionadas con la exclusión del candidato.

El sistema de partidos tal como está no avanza a ningún lado, mas bien retrocede. Después no nos quejemos de la aparición de outsiders, de “vientres de alquiler” o que de fuera nos endilguen calificativos como poco democráticos.


Monday, March 28, 2016

LOS OCHENTA DE MARIO VARGAS LLOSA

Por: Eduardo Jiménez J.
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Una verdad evidente es que Mario Vargas Llosa no es un escritor muy querido por el público como lo fue Julio Ramón Ribeyro o lo es Alfredo Bryce Echenique. El primero ya era idolatrado en vida y, muerto, casi es considerado un santo laico; mientras que a Bryce se le perdona todo, hasta los plagios descarados que perpetró en ciertos artículos publicados en los diarios (felizmente no postula para presidente de nada).

Quizàs la falta de querencia contra Mario obedece a su carácter controversial, polémico, que “pisa callos” sin importar a quién. Expone sus opiniones directamente, en un ambiente como el limeño acostumbrado a la ambigüedad e hipocrecía. Por ello es más temido que querido, más respetado que amado.

Hombre de su tiempo como lo fue su gran modelo de intelectual, Jean Paul Sartre, comprometido con pasión en causas diversas, profesando una honestidad consecuente, sin doblez, sea como antaño cuando defendió la revolución cubana o ahora defendiendo el laicismo del estado o el matrimonio igualitario.

El paso del marxismo al liberalismo no fue abrupto. Del rompimiento con el modelo cubano en los setenta, pasó a una suerte de socialdemocracia escandinava y, luego, entre los ochenta y noventa al liberalismo clásico. Fue una lucha agónica consigo mismo, antes que un “cambio de camiseta” como les sucedió a muchos intelectuales de aquellos años.

Buen polemista, pero mejor prosista, no solo de novelas, sino ensayos y, claro está, artículos periodísticos, género que cultiva desde los quince años. Cuando se publiqué la edición definitiva de sus obras completas, de hecho abarcará considerables tomos. Obvio que no todo es de pareja calidad (ni a Cervantes se le puede pedir eso). De sus novelas, tres o cuatro resisten el paso del tiempo. Del teatro no podemos decir lo mismo. Sus ensayos sí son más contundentes y quizás la posteridad lo catalogue a Mario como notable ensayista y gran novelista. Racional pero también persuasivo, sabe argumentar coherentemente, sin descuidar la prosa.

Si bien su paso por la política activa fue corto, de 1987 a 1990, cuando tienta desastrosamente la presidencia de la república, nunca ha dejado de preocuparse por la cosa pública. En los noventa realiza una crítica feroz contra el gobierno de Fujimori por corrupto y ladrón. Muchos confundieron su actitud con resentimiento por perder la presidencia, pero el tiempo le daría la razón: el de Fujimori fue quizás uno de los gobiernos más corruptos y miserables de nuestra vida republicana.

Recuperada la democracia en el 2000, se convirtió en “garante” de esta, avalando dos candidaturas que llegaron a la presidencia: la de Toledo y la de Humala. La de Humala fue la más sensible y controversial, sobretodo porque gran parte del electorado no confiaba plenamente en su “conversión” a demócrata, luego de abrazar ardoramente el polo rojo del chavismo. Sin embargo, cumplió su palabra y –al igual que Toledo- abandonó el poder con baja aprobación y cubierto de escándalos y denuncias.

Esta vez Mario quiere hacer lo mismo, apoyando la candidatura de PPK en contraposición a la de Keiko Fujimori, la hija del dictador como suele decir; pero lo veo más difícil. El antifujimorismo no es tan amplio como antaño y las resistencias no son como lo fueron a inicios de siglo. Como que el elector está diciendo que debemos voltear la página y ver el futuro sin tantos debes al pasado.

Con la obtención del Premio Nobel en 2010 parecía que ya estaba más allá del bien y del mal; pero, como el mismo refiere, el temor a convertirse en una estatua, ha hecho que siga latiendo la contradicción dentro de si, a tal punto que a una edad donde casi todos los hombres descansan, para bien o para mal, al lado de la compañera de toda la vida, de ver apasiblemente crecer a los nietos, él optó por el “escándalo social” al emparejarse con Isabel Preysler, la socialité más conocida de España, ex y viuda de muchos grandes, y ser Mario parte de la comidilla de “la sociedad del espectáculo”, a la que tanto denostó en sesudos ensayos. Ironías de la vida.

A los ochenta cumplidos sigue tan vigente como cuando tenía dieciocho, cuando se enamoró de la tía Julia, se fue a Madrid y luego a París, se divorció de la tía y se casó con la prima Patricia, escribió una novela que fue polémica cuando se publicó (La ciudad y los perros), apoyó la revolución cubana, luego abjuró de esta. Y el resto es historia conocida.


Monday, March 21, 2016

CORRUPCIÓN Y GOBIERNOS DE IZQUIERDA EN AMÉRICA LATINA

Por: Eduardo Jiménez J.
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Los problemas que enfrentan gobiernos de izquierda en AL, como los de Maduro, Evo,  Correa, Dilma, Bachelet, o el fin de la era Kirchner en Argentina, pudiera dar a entender que el péndulo de la historia vuelve a girar hacia la derecha de nuevo, dejando las veleidades de gobiernos izquierdistas de distinto matiz (desde rosaditos a rojos).

Al parecer la situación no es tan mecánica y está asociada más bien al fin del “boom” de las materias primas que benefició a tantos gobiernos de por acá de distinto sesgo ideológico (y fue de paso fuente de corrupción).

Gracias al alto precio de las materias primas o commodities que tuvimos desde fines del siglo pasado hasta la primera década del presente muchos gobiernos de izquierda pudieron desarrollar programas de inclusión social que beneficiaron a los sectores menos favorecidos.
No hubo “magia”, sino que se dispuso de una buena caja fiscal que permitía subsidiar programas sociales. Lo malo fue que ningún gobierno, absolutamente ninguno, tomó la decisión de cambiar el modelo para iniciar la transición hacia un “segundo piso”, de elaboración de productos o generación de conocimientos, que permitiese sostener el crecimiento iniciado. Todos fueron primario-exportadores.

El caso más delirante fue el de Venezuela que durante el chavismo y con un barril de petróleo superior a los cien dólares pudo financiar inumerables programas sociales y “exportar la revolución” en lo que se llamó el socialismo del siglo XXI.

Ese populismo ha sumido hoy a Venezuela en mayor pobreza, hiperinflación y corrupción generalizada.

Precisamente otro factor por el que el elector les da la espalda en las urnas a los gobiernos de izquierda es la corrupción que se siente en las altas esferas del poder.

Los ejemplos emblemáticos son el gobierno de los Kirchner en Argentina y el del Partido de los Trabajadores en Brasil. Los hechos que están saliendo a flote en el gobierno de los K, así como el gobierno de Lula y Dilma Roussef implican una corrupción total que afecta los valores esenciales de la democracia y el sistema republicano. Técnicamente, junto a Venezuela, Argentina y Brasil se encuentran en recesión.

Digamos que el elector “se hizo de la vista gorda” frente a la corrupción, mientras el gobierno tenía para financiar programas sociales; pero acabados o restringidos los fondos, comienzan las protestas y las exigencias de cambio de mandatario.

Las protestas también se relacionan con el enorme porcentaje de la población que salió de la pobreza gracias al superavit fiscal. Es paradójico, pero los gobiernos de izquierda crearon las condiciones socio-económicas del aumento en número de una clase media que se niega a regresar a la pobreza y que consiguientemente despierta una conciencia de exigencia de mayores derechos sociales.

En otras palabras, estamos ante una clase media que busca mejorar su estatus y no regresar a una situación de carencias  preboom de commodities.

No se trata de un péndulo que gire mecánicamente a la derecha, sino que la situación del contexto internacional ya no favorece a los gobiernos de izquierda que fueron elegidos democráticamente a inicios de siglo (y que muchos de ellos quisieron perpetuarse en el poder por reelecciones sucesivas).

Por otro lado, estos gobiernos de izquierda -como muchos de la región incluyendo el peruano- no se plantearon el dilema del “fin de las vacas gordas” e intentar una reconversión económica que permita mantener el crecimiento; sino que optaron por el fácil expediente del gasto fiscal, gracias a las inmensas regalías.

El manejar un gran presupuesto sin los controles institucionales necesarios trae corrupción, sea de izquierda o de derecha, produciéndose un distanciamiento con el ciudadano medio que con esfuerzo redondea su presupuesto mensual mientras aprecia que el entorno del poder y los amigos del poder literalmente saquean las arcas fiscales. El caso de Brasil es el más emblemático de todos.

La verdad no hay receta nueva, ni camino corto. Gracias a nuestro temperamento latino nos acostumbramos al gasto dispendioso y la farra eterna, sin pensar mucho en el futuro. Fue una oportunidad perdida, como la del guano en el siglo XIX peruano. Creo que ya no podemos pensar en nuevos booms de materias primas, sino comenzar desde la base un proceso de trasformación que permita un crecimiento sostenido para bien de las nuevas generaciones.


Tuesday, March 08, 2016

EL JURADO VS EL JURADO

Por: Eduardo Jiménez J.
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Las resoluciones contradictorias dadas por un mismo órgano electoral (el Jurado de Lima Centro) revela no solo las presiones políticas que posibilitaron admitir la candidatura de Julio Guzmán, sino las presiones que vinieron después de parte de otros contendores que no vieron con buenos ojos como el Jurado de Lima Centro avalaba que entre a la competencia electoral el candidato de Todos por el Perú.

La noticia ha dado la vuelta al mundo, colocándonos a nivel africano en materia electoral (con el perdón de los africanos). Creo que ni en las dictaduras más sofisticadas se les habría ocurrido estas maromas electorales.

Más allá de los problemas que ha traído aplicar los cambios en la Ley de Partidos Políticos cuando la convocatoria a elecciones ya se había producido, “cambiando las reglas iniciado el juego”, la decisión del órgano electoral denota evidentes presiones de grupos de poder para excluir una candidatura que significa un bolsón de cerca a un quinto de electores. No es poca cosa.

Lo sucedido no obedece solo a una legislación electoral deficiente e incompleta (responsabilidad de los propios partidos políticos que en el Congreso solo “maquillaron” la norma), sino a la carencia de instituciones sólidas.

Como bien señala David Sulmont, el fetichismo legal reemplaza a las instituciones, cuando estas no son sólidas. La cultura del “papel sellado” sustituye a la realidad política. Si aparentemente se cumple con las reglas de democracia interna, el órgano electoral autoriza una candidatura, sin fiscalizar –nunca lo hace- si el contenido de esa acta refleja la realidad.
Para ello basta saber que de los 19 contendores, solo dos cumplieron con elecciones internas impecables: Acción Popular y Frente Amplio, este último incluso con participación abierta a ciudadanos no partidarizados.

El no haber accedido el propio Congreso, vía la reforma electoral, a que la ONPE supervise las elecciones internas de los partidos, ha conllevado los problemas que vemos ahora. Actas que en un momento “producen convicción” y después ya no la producen.


Mientras no tengamos instituciones sólidas, y estemos en un panorama electoral complicado como el actual, problemas como el suscitado, seguirán generando inseguridad jurídica; y será motivo para que los poderes fácticos, amparándose en el “papel sellado”, presionen más a los órganos electorales, a fin de ganar el partido en mesa y no en la cancha. A río revuelto…

Friday, February 26, 2016

UN ELECTOR EN BUSCA DE SU PRESIDENTE

Por: Eduardo Jiménez J.
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He parafraseado el título de la obra de Pirandello para graficar lo que está sucediendo en las elecciones para presidente de la república. “Políticos antiguos” que no logran sintonizar con los nuevos tiempos; y nuevos que se desgastan rápidamente.

El estancamiento de la coalición Alianza Popular encabezada por dos políticos experimentados como Alan García y Lourdes Flores parece confirmar el fin de un ciclo que comenzó con la Asamblea Constituyente de 1978 y que tiene como personalidades representativas y sobrevivientes de aquella época  tanto a García como a Flores. (Incluso Lourdes ha insinuado que es momento de retirarse a los “cuarteles de invierno”).

Si bien tenemos un gran marco mundial que es el cuestionamiento a todo lo que provenga del establishment político (evidente en el desarrollo de las primarias en EEUU o el fin del bipartidismo español); lo cierto es que entre nosotros el proceso está marcado por un vertiginoso cambio de figuras nuevas en la política que al poco tiempo “envejecen”, así como agrupaciones políticas cuya vigencia no pasa de la coyuntura electoral.

A lo que debemos agregar que los nuevos políticos y sus agrupaciones privilegian un discurso vacío, muy genérico y poco atrayente para un electorado diverso. Y algunos –a la usanza de los aristócratas de antaño- han pensado que el dinero puede comprar la presidencia. Son políticos lights. En otras palabras: más allá de si aplican o no las nuevas herramientas de la tecnología de información, contratar asesores caros o derrochar publicidad y conciertos musicales por doquier, quizás lo que hace falta es la construcción de una nueva fe, de un “mito motivador” al decir de Mariátegui (el abuelo), y forjar un partido político de abajo hacia arriba, sostenido por una ideología o una “visión del mundo”, lo que no se logra de la noche a la mañana, ni existen atajos. Verdadero desafío hercúleo en estos tiempos.

Y dentro de este desgaste de viejos y nuevos políticos el elector sigue buscando un candidato que represente el cambio; pero en paralelo no perdona los “anticuchos” y  hechos poco claros y hasta medio turbios que se denuncian contra algún candidato, prefiriendo mirar a otra opción más trasparente.

Es lo que sucedió con la candidatura de García y los narcoindultos; así como la de Acuña y los casos de plagio (amén de un rosario de otras denuncias). Si bien cada uno esgrimió argumentaciones legales justificatorias, a veces lindantes con las leguleyadas, fueron difíciles de convencer. (Y cuando García pidió disculpas por los narcoindultos ya fue demasiado tarde).

Y, en el medio, un organismo electoral que privilegia los formalismos legales a la realidad: la casi exclusión del candidato Julio Guzmán dio la vuelta al mundo. En las democracias consolidadas y en las que se encuentran en vías de consolidación como la peruana, es muy raro que saquen de competencia a un candidato por no tener “un papel con un sello” y, por añadidura, un candidato que se encuentra segundo en las opciones del electorado. Puede parecer hasta que el organismo electoral “juega en pared” con otras candidaturas que quisiera favorecer. La práctica virreinal del “papel sellado” se privilegió sobre la realidad socio-política.

Pero creo algo está cambiando en la opinión que se tiene del elector promedio y que ya no pasa tan fácilmente estos hechos bochornosos. Calificado despectivamente de “electarado” por cierta prensa conservadora al eligir candidaturas cuestionadas o poco convincentes, más por “afinidad nacional” que por razonamiento (se elige alguien “tan peruano” en las virtudes y sobretodo los defectos como los tiene el elector). Considerado como un votante pragmático y sin muchos valores éticos –que, por lo demás, no le interesan demasiado- socialmente se le ubica en los estratos C (la nueva clase media), D y E.

Al parecer, el elector promedio está adquiriendo una conciencia crítica, más a nivel intuitivo que racional. No le interesa tanto los argumentos técnicos que, por ejemplo, rodean a los narcoindultos, los casos de plagio o la cuasi exclusión de Guzmán, pero sí considera ciertos valores universales como la honestidad o trasparencia en ciertos actos de los candidatos y de los organismos oficiales, y lo que puede estar bien o mal.
No es una actitud ética abstracta, más es sentido común que lo “aterriza” en cómo actúa un candidato o una institución.

Si bien no se puede generalizar (como en todas partes siempre habrá “electarados”), en un ambiente de marcada desconfianza como el peruano, tanto a las instituciones públicas como al oficio de político, el elector promedio está buscando un candidato que exprese ciertos valores que lo hagan creíble y que cumplirá la palabra empeñada de llegar a ser presidente. No un “pendex” redomado, sino alguien que inspire confianza.

Esto da incluso para una tesis universitaria sobre cultura, política y modernidad. Hay una suerte de mezcla de valores de cultura milenaria con modernidad.

De allí el ascenso meteórico de Guzmán, más con un trabajo en redes sociales y en el “boca a boca” que en costosas campañas publicitarias. Representa lo nuevo y “derecho”. Y, de haber salido de la contienda, las preferencias se hubieran encaminado no hacia algún puntero –ya bastante desgastados-, sino a dos candidaturas frescas y trasparentes que comienzan a hacerse visibles como la de Barnechea y la de Mendoza.

Ambos con campañas franciscanas, representan “lo nuevo” en política. Alfredo Barnechea, con un discurso articulado y reformista, ha sabido posicionarse en el centro político, bastante huérfano luego que la mayoría optó por la centroderecha. Mientras a Verónika Mendoza se le aprecia sinceridad en lo que dice; aunque no la tiene fácil dado que parte desde una izquierda neomarxista y antiminera (al igual que su entorno más cercano), cuando el elector predominante es de centro hacia la derecha (un elector más “conservador”). Convencerlo va a ser su gran reto, aparte que sus credenciales democráticas todavía no son muy claras (su posición frente al chavismo y la autocracia venezolana es, por decir lo menos, bastante ambigua). Quizás este no sea su año todavía, pero tiene una gran ventaja: es joven, trasparente y se ha hecho conocida a nivel nacional.

Curiosamente tanto Barnechea como Mendoza ganaron la representación de sus agrupaciones en elecciones internas verdaderamente abiertas y no los remedos que se dieron en otras organizaciones. Representan lo nuevo y, valgan verdades, lo honesto. Por el momento nadie los ha podido acusar de nada turbio. Pueden crecer, dependerá de su estrategia y los errores de sus contendores.

Para terminar, decíamos que no hay una nueva fe, un mito motivador. Quién está en algo de eso es Fuerza Popular. Los fujimoristas vienen construyendo un partido que puede proyectarse más allá del apellido Fujimori. Nos guste o no. Comenzaron con una fe a inicios del 2000 cuando vino la persecución a todo lo que pareciese u oliese a fujimorismo (y que ellos llaman “la gran persecución”), la experiencia de catacumbas que los cohesionó internamente (gracias a los errores de sus adversarios, sobretodo desde la izquierda). Están en mitad del proceso y en convertirse en un partido verdaderamente representativo, enraizado en lo “cholo popular”. Todavía tienen sus dilemas hamletianos. El 2016 es crítico para ellos: de perder otra vez Keiko, posiblemente gane preeminencia al interior de FP el albertismo, lo que marcaría una regresión en todo lo avanzado por los sectores más democráticos del partido.

Nada está dicho y los dados están echados.


Saturday, February 06, 2016

PLAGIOS

Por: Eduardo Jiménez J.
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La denuncia -que dio la vuelta al mundo- contra un candidato a las presidenciales peruanas y dueño de tres universidades, acusado de plagio nada menos de su tesis doctoral, trae a colación nuevamente el tema, que se ha vuelto controvertido y bastante extendido, no solo en Perú sino en otros países con democracias y derechos más enraizados.

En cierta manera el plagio ha sido facilitado por los adelantos tecnológicos. Antes era un poco más difícil, aunque no imposible, copiar obras sin el consentimiento del autor o del editor; pero la revolución digital facilitó enormemente la tarea, a tal punto que se extendió la distribución y venta de obras “pirateadas”, es decir sin el respectivo licenciamiento o pago de derechos.

Si bien el copiar películas, temas musicales o libros encamina hacia un lucro obtenido a expensas de los autores o editores, el plagiar una tesis, un trabajo monográfico o un libro y pasarlo como propio, va más hacia la obtención de un grado, una nota o una satisfacción académica sin el esfuerzo intelectual debido.

Pero no se crea que únicamente el mundo académico se encuentra copado por el plagio. También lo están los planes de gobierno. Por lo menos tres agrupaciones políticas que compiten en las presidenciales fueron detectadas de no citar la fuente de donde provenía la información de sus planes de gobierno.

Los “padres de la patria” tampoco se salvan. Cada cierto tiempo surge un escándalo por plagio de alguna ley extranjera que con puntos y comas algún congresista la presenta como proyecto de ley de su “autoría”.

Hasta los jueces, nada menos que de la Corte Suprema de la República, no están exentos de acusaciones de plagio, como lo denunció un magistrado bastante acusioso, que detectó en los plenos casatorios (aquellos que producen jurisprudencia vinculante para todo el sistema judicial) párrafos enteros citados sin precisar la fuente y como si fuese autoría directa de los jueces supremos. El “copia y pega” se ha convertido en práctica institucional.

Como profesor universitario me he topado con trabajos plagiados sin impunidad o hasta tesis universitarias para la titulación, por lo que ahora soy más meticuloso cuando me corresponde ser asesor de una tesis o revisar un trabajo que no haya sido “bajado” de alguna de las tantas páginas existentes.

Usualmente los alumnos descargan ellos mismos los trabajos de alguna página de monografías (a veces es tan burdo y risible el plagio, que hasta citan artículos de leyes extranjeras como si fuesen nacionales). Pero, en otros casos, se encuentra la modalidad del “encargo”, es decir un trabajo encomendado para su realización a una tercera persona (casi siempre otro alumno) a cambio de una contraprestación económica. No han faltado casos en los que pude ser testigo que ciertos docentes se “ofrecían” para realizar tesis para el título universitario a cambio de una remuneración. (O, en ocasiones, a cambio de prestaciones sexuales si se trataba de alumnas).

Y si bien el tratarse de “doctor” es bastante usual en nuestro medio (a los médicos y abogados usualmente se nos dice doctor), nunca está demás tener un cartón con el grado, obtenido a las buenas o, muchas veces, con malas artes.

De allí que no solamente alumnos del pregrado sean copistas obsesivos. Existen casos de políticos conocidos y de jueces supremos que fueron “ayudados” para obtener el grado de doctor o magíster. Usualmente en el mundo académico el grado sirve para hacer carrera y, en cuanto a los supremos, el grado de doctor les confiere cierto estatus acorde al grado final en el escalafón judicial. En los políticos es más vanagloria personal.

La “cultura del plagio” se encuentra bastante extendida y enraizada. En cierta manera, a diferencia de los países anglosajones, nosotros “toleramos más” el plagio. Nos parece como algo natural. De allí que las campañas en contra de la piratería intelectual hayan fracasado rotundamente. (Circulan fotografías en la web donde policías con uniforme custodian locales de una conocida galería donde ofrecen todo tipo de películas y programas pirateados. En ese nivel estamos).

Quizás sea parte de nuestra “tolerancia ante la corrupción” que nos permite ser “flexibles” en los valores de acuerdo a cierto pragmatismo, sin sospechar que así no salimos del subdesarrollo ni económico ni cultural. (Existen estudios de la relación directa entre corrupción y subdesarrollo).

De repente una combinación de penas severas con sanciones morales de la sociedad puede ser un camino que permita, sino erradicar, bajar los niveles de plagio. Conozco universidades que expulsan a los alumnos que hayan cometido plagio en un trabajo académico o que les retiran el grado obtenido. Sería un buen comienzo extender ese tipo de sanciones al mundo académico local.


Saturday, January 23, 2016

A 50 AÑOS DEL ESTRENO DE DOCTOR ZHIVAGO

Por: Eduardo Jiménez J.
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50 años atrás Doctor Zhivago tuvo una interpretación, digamos, ideológica. Ambientada en los albores de la revolución rusa, muchos no dudaron en calificarla de “reaccionaria” o “pequeñoburguesa” en el mejor de los casos. En plena guerra fría y choque de dos ideologías y formas de vida contapuestas, Doctor Zhivago no trata de encomiar ni remotamente la revolución de Octubre, sino narrar en un marco contextual histórico preciso los avatares de un amor casi imposible, una suerte de hoja al viento en la gran tormenta que fue la revolución que trastocó los cimientos del siglo XX.

Basada en la novela homónima de Boris Pasternak, novela-río con gran cantidad de situaciones y personajes que tuvieron que ser sintetizados en el filme, fue prohibida en la propia Unión Soviética, patria del autor, por ir contra el “realismo socialista”, dictum estético todavía vigente en aquellos años en la patria de Lenin, por lo que subrepticiamente salió el manuscrito hacia Europa occidental, donde fue publicada. Le valió a Pasternak el premio Nobel, la censura y recriminación en su propia patria, y el reconocimiento internacional fronteras afuera. De allí estaba a un paso para ser llevada al cine.

Es cierto que no estamos ante una “gran novela”. Es más, casi nadie recuerda en la actualidad a Pasternak, si no es por la versión cinematográfica de su obra; pero Doctor Zhivago tiene el gran mérito de la denuncia de los costos humanos que significó la revolución rusa y los pasos agigantados que se forzó para alcanzar un nivel de industrialización similar al de Occidente. Se sacrificaron tres generaciones de rusos para lograr alcanzar un nivel similar al de sus pares capitalistas. La escena que abre el filme hacia el largo flashback, con la presunta hija de Yuri y Lara trabajando en una represa, es bastante sintomático de cómo se vivió aquellos años. (Si la memoria no me traiciona, esa escena como el personaje no se encuentran en la novela, fue un hábil recurso cinematográfico para introducirnos a la historia).

La historia de Yuri Zhivago, de su gran amor por Lara, de Tonya, su esposa, y todos los demás personajes que transitan en la novela y el filme dan fiel testimonio de ello. Son seres comunes y corrientes que se ven envueltos en situaciones excepcionales y contra su voluntad. Situaciones que van a cambiar su vida por completo.

Filmada en gran parte en la España franquista de los años sesenta, tanto por costos de producción, como porque era impensable rodarla en la propia URSS, la película contó con unos protagónicos poco conocidos en el momento. Fue un riesgo de Carlo Ponti, el productor, y del propio Lean, el director, quien venía precedido de los laureles por Lawrence de Arabia, su anterior filme, por lo que obtuvo un control absoluto sobre la realización. Siguiendo un método similar a su anterior cinta para la elección de los protagónicos, eligió a actores casi desconocidos para los principales personajes, y los reforzó con actores de primer nivel para los roles secundarios. Así, alejados del star system, se optó por una desconocida Julie Christie para el papel de Lara, de Geraldine Chaplin para Tonya, y de Omar Sharif para encarnar al doctor Yuri Zhivago, quien ya había actuado para Lean en Lawrence de Arabia. A pesar de ello, el filme llegó a costar unos 15 millones de dólares, suma bastante elevada para la época.

Si bien fue recibida con cierta frialdad, poco a poco se fue ganando su sitial en la historia del cine (mereció posteriores reestrenos) y en la actualidad se la puede considerar como “la historia de amor” por excelencia. Narrada como un gran filme de época, con ella David Lean completaba una trilogía excepcional: El puente sobre el río Kwai en 1957, Lawrence de Arabia en 1962, y Doctor Zhivago en 1965. Era el gran espectáculo con una mano firme en la narración y solvencia interpretativa que hacía las delicias de un aficionado al cine. “Películas-río” con duración de más de tres horas, algo impensable en la actualidad.

Mención aparte merece la partitura musical a cargo del francés Maurice Jarre y, en especial, el tema de Lara, tantas veces ejecutado y que expresa ese amor melancólico, triste, épico y sublime a la vez.

Lean quiso continuar con la “saga histórica” con un cuarto filme en 1970, La hija de Ryan. Pero en una época de mostración de sexo explícito en las pantallas, a nadie le interesó el “escándalo” de un adulterio entre la hija de un irlandés rebelde y un oficial británico a inicios del siglo XX. Las pudorosas escenas íntimas y el ritmo moroso de la película eran parte de una sensibilidad ya perdida en el Occidente de la revolución sexual desatada en los años sesenta. Siéndole totalmente adverso, marcó su semiretiro, del cual solo volvería con un canto del cisne en 1984, Pasaje a la India. Bella película, también de época, pero sin la majestuosidad de las de antaño.


Ahora que se cumplen los cincuenta años del estreno de Doctor Zhivago se constata que sigue tan fresca y vigente como el día de su estreno, algo que sucede solo con los clásicos.

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Friday, January 15, 2016

FLAGRANCIA

Por: Eduardo Jiménez J.
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La aplicación del decreto legislativo 1194 que contempla los delitos en flagrancia (cuando es evidente y no reviste complejidad la comisión del delito, ejemplo: un robo al paso, capturando al autor en el acto) está llevando a serios cuestionamientos de lo que podría suceder de continuar con el ritmo de aplicación de la norma en todo el país.

Es cierto que estos delitos, considerados “menores”, en más de una oportunidad la pena impuesta era un saludo a la bandera, con lo que se hacía reiterativa la comisión a sabiendas que no existía sanción efectiva. Es lo que sucede con la falta de respeto a la autoridad policial, la cual, por múltiples razones, ha perdido respeto y legitimidad en la sociedad. De allí que es escena común el presenciar a policías golpeados, cacheteados, escupidos, insultados y hasta atropellados, como fue el caso con la señora Silvana Buscaglia, primera procesada al amparo del Dec. Leg. 1194 y que le ha valido una condena cercana a los siete años por “cachetear” a un policía de tránsito.

La pregunta es si el remedio no será peor que la enfermedad.

El 1194 permite condenar en tiempo record, con el beneplácito de jueces, fiscales, prensa y sociedad civil. El Poder Judicial, tan venido a menos, gana algo de simpatía entre la sociedad y, de paso, las autoridades penitenciarias. Fiscalía, Ministerio del Interior, Ministerio de Justicia, todos felices y contentos hasta ahora.

Como varios entendidos en el tema ya lo han notado, el problema se puede presentar más adelante. El hecho es que si el ritmo de condenas por flagrancia continúa como hasta ahora, en corto plazo no vamos a tener centros penitenciarios (cárceles) para albergar a tanto condenado. Tome en cuenta que ahora robar un celular puede costar hasta 11 años de pena efectiva de internamiento.

Para cargar un poco las tintas, la situación hace recordar a la Inglaterra del siglo XVIII, cuando robar un pan podía tener pena de muerte. Lo malo es que entre nosotros la pena de muerte no se aplica para los delitos comunes, por lo que no cabe otra solución que aumentar el número de penales … o cambiar la norma.

Como más fácil es cambiar la ley que crear nuevos centros penitenciarios, estoy más que seguro que los legisladores optarán por lo primero en un muy corto plazo.

Por otra parte se encuentra la proporcionalidad de las penas.

Está fuera de toda proporcionalidad que a una señora sin antecentes penales la castiguen con casi siete años de pena privativa por faltarle el respeto a un policía, mientras que un homicidio puede recibir una pena mucho menor y un trato más benigno. Y la excusa que dan los jueces que “ese un problema del Código Penal” no justifica penas draconianas como la impuesta a la señora Buscaglia. Y no seamos fariseos, se le dio esa pena por tres evidencias subjetivas: es blanca, de “situación acomodada” y el caso fue mediático, por lo que el Poder Judicial no quería quedar mal ante la sociedad. Bastaba que sufra seis meses de pena efectiva, pague una fuerte multa, ofrezca disculpas públicas a la autoridad ofendida y se le obligue a otros seis meses de servicios comunitarios para resarcir el daño; pero seis años y ocho meses se encuentra fuera de toda proporción. Puro populismo penal y del malo. (Y para evitar las suspicacias, debo declarar que no conozco ni remotamente a la señora en cuestión).

Lo cual lleva a su vez a la necesidad que una comisión del ejecutivo, del legislativo o una comisión mixta, revise las penas que existen en el Código Penal. La inclusión de nuevos delitos, el aumento de penas en otros, ha creado un “Frankenstein jurídico” de horribles consecuencias. Merecen una revisión exhaustiva las penas y que estas sean proporcionales.


Este Congreso que termina dudo que lo pueda hacer; pero el siguiente gobierno en coordinación con el nuevo Legislativo puede hacer una labor útil allí, antes que se vea acorralado por los inevitables escándalos de coyuntura.

Monday, December 28, 2015

CHAPA TÚ CURUL ANTES QUE SEA DEMASIADO TARDE

Por: Eduardo Jiménez J.
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       @ejj2107

Ha llamado la atención que políticos locales del sector “progresista” hayan recalado en candidaturas cuestionadas, de cara a las elecciones generales del 2016. Como que ha pesado más lo pragmático que los “principios”.

Los casos más notorios son los “antirevocadores” que alguna vez estuvieron juntos y revueltos como Anel Towsend, Lourdes Flores  o el caso más patético, el de la propia Susana Villarán, de la mano en la plancha presidencial con un acusado de asesinato y violación de derechos humanos.

Puede decirse que es real politik; y en cierta manera lo es. La verdad que las opciones de sobrevivencia en el Perú de un personaje político o de un partido no son muchas como se cree.

Las carreras políticas no son prístinas y, por lo general, son fugaces; tienden a un “toma y daca” para sobrevivir. A veces este proceso es “darwiniano”; y, más de una vez, deben coger al vuelo “lo que caiga” con tal de sobrevivir.

Quizás de las tres nombradas, el caso de Anel sea el que presenta mayor movilidad de partido en partido para poder estar vigente. Puede ser descrita como una “oportunista”, pero ello le ha permitido estar en vitrina por 20 años en la política peruana, llegar a ser ministra de estado en un gobierno de triste recordación y hasta darse el lujo de conseguir trabajo como embajador para su marido. Ahora la vemos nada menos que de vicepresidenta en una plancha electoral. Al no haber partidos políticos sólidos ni arraigados en la sociedad, el que desee continuar vigente deberá cambiar, como quien se muda de ropa, el marbete partidario anterior por uno nuevo, y alas y buen viento. La décima de don Nicomedes Santa Cruz les calza como un guante: como has cambiado pelona.

El caso de Lourdes difiere un poco. Creo que en el caso de ella hay un doble aspecto. El personal y el partidario. Lourdes no va de partido en partido como la querida Anel, pero en la alianza con el Apra busca mantener su vigencia como política en momentos difíciles para el PPC y, de paso, salvar la valla de inscripción del partido de sus amores. Muy al margen si funciona o no la alianza, ella estará posicionada en el nuevo Congreso y podrá desplegar su descollante personalidad política, de repente con miras al 2021; y “de yapa”, misma mujer maravilla, habrá salvado la inscripción del único partido donde ha militado. Así que tan descabellado no está el plan de la Alianza Popular. Creo que más gana el PPC y ella que el Apra y Alan.

Pero el caso que linda con lo tragicómico es el de doña Susana Villarán. Es cierto que nadie de la izquierda la convocó. Que la doña tiene sus anticuerpos, hasta dentro de sus “aliados naturales”. Es cierto también que coincidió en el pasado muchas veces con los nacionalistas, especialmente en la época de la revocatoria. Igual de verosímil parecer el rumor que estuvo en conversas con APP, pero no se llegó a nada que estuviese a su “nivel”. Tampoco tuvo suerte en conseguir el puesto de relatora internacional sobre violencia contra las mujeres. Cargo burocrático bien pagado que su amigo Diego no pudo conseguir para ella. De allí que su futuro político era medio oscuro. Con el partido que ayudó a crear, Fuerza Social, reducido a escombros, y un futuro político poco halagador para una ex alcaldesa de la capital, y pese a la solemne promesa –una más que incumplió- de retirarse de la vida política, no le quedó más remedio que aceptar la invitación de los nacionalistas e ir de la mano con Daniel Urresti en la plancha presidencial.

Claro que pasar de defensora de los derechos humanos y de un izquierdismo progresista a esto, hay un gran paso de involución. Pero como diría alguna tía de época cuando una niña era cuestionada por ciertos matrimonios consumados por interés, hijita no hagas caso, abre las piernas y sigue adelante. Creo que esa receta ha seguido doña Susana para sobrevivir.


Total, como alguien dijo, en el Perú nunca hay muertos políticos, a lo cual podemos agregar: no hay muertos políticos, pero sí zombis políticos.