Wednesday, September 20, 2023

50 AÑOS DE EL EXORCISTA

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Fue una película que causó llenos de público en su estreno y dio lugar a dos secuelas más (así como algunas películas inspiradas en el demonio, como La profecía, aunque de tono menor y con otro estilo). William Friedkin, su director, no fue un realizador de cine terror, más estuvo en la órbita del cine negro, del cine policial, como su emblemática película Contacto en Francia, quizás su mejor filme.

 

Película de encargo, luego que los productores descartaron varios nombres de realizadores conocidos. Precisamente, el haber ganado recientemente el Oscar de 1971 por Contacto en Francia le valió para hacerse cargo de la dirección.

 

Lo bueno es que no cedió al exceso de trucajes usuales en las películas de terror y más bien trata de crear un ambiente de la presencia del mal, desde la escena inicial en Irak donde vemos al padre Merrin presintiendo que se deberá enfrentar de nuevo con el demonio. De allí el suspenso va de menos a más. Ruidos en el desván, un amigo imaginario de Regan, una cama que se mueve. El mal no se presenta de inmediato hasta desembocar en la escena del exorcismo.

 

Allí sí hubo que echar mano a las escenas truculentas: la cabeza que gira 360 grados, la levitación, la protagonista que baja las escaleras como una araña. Los típicos trucos que impacten al público, aunque se debe reconocer, sin exagerar.

 

Lo bueno es que Friedkin lo trató de contener para que no se desborde. La presencia del mal estará siempre en la sombra, lo que vemos es únicamente la encarnación en la protagonista.

 

Acabo de revisitar El exorcista luego de buen tiempo. Hay películas que envejecen, como sucede con ciertos libros; pero, pese a los 50 años trascurridos, El exorcista se deja ver. Eso sí, creo que en las nuevas generaciones, luego de todo lo que ven en tiempo real, es posible que no impacte nada y hasta se rían de los trucajes o les parezca demasiado aburrida para los tiempos modernos.

Sunday, September 10, 2023

A CINCUENTA AÑOS DEL 11S CHILENO

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Las noticias del golpe de estado contra Salvador Allende llegaron por la radio en horas de la mañana. El palacio de La Moneda estaba siendo bombardeado y se decía que Allende había salido, metralleta en mano, a luchar contra los tanques.

 

Debido al ajustado margen, en Noviembre de 1970, Salvador Allende es designado presidente por el Congreso chileno. Fue el primer presidente marxista en llegar al poder por elección popular. Fue la vía chilena al socialismo, experimento sin igual en el continente, en vista que la tesis y la práctica marxista planteaban la toma violenta del poder, lo que abría un nuevo planteamiento, inusual en aquellos años.

 

En si, el planteamiento no era nuevo. A inicios del siglo XX la socialdemocracia europea lo había trazado como estrategia: los obreros, al poder ya sufragar, podían elegir a sus representantes al parlamento para que pongan en ejecución las reformas que los beneficien, por lo que existiría una vía gradualista con reformas parciales para llegar al mismo resultado que la toma violenta del poder. Este planteamiento fue calificado de revisionista por los marxistas radicales, entre ellos Lenin y los bolcheviques rusos, pero con mucho éxito en el continente europeo al ser monarquías constitucionales donde el Parlamento es quien gobierna.

 

Pero en AL el planteamiento fue inusual y más que todo su posibilidad de materialización. De allí que en la época se habló de una vía al socialismo chilena.

 

En lo económico las medidas de Allende fueron las típicas de la época: estatización de industrias clave, la nacionalización del cobre (principal recurso chileno), control de precios, aumento de sueldos y salarios; medidas que traerían inflación, escasez de bienes y déficit presupuestal.

 

En el plano de las relaciones exteriores, Perú, país vecino y gobernado por un gobierno militar progresista, fue el aliado de la región, ya que los demás países de Sudamérica o tenían gobiernos militares de derecha o regímenes civiles francamente conservadores; por lo que la “alianza natural” se dio con Cuba, único país socialista en el continente y la Unión Soviética en el otro extremo del mundo. Digamos que el gobierno de Allende estaba solo en el contexto internacional, ya que Cuba, pese a ser el “aliado natural”, no veía con buenos ojos la vía pacífica al socialismo, planteamiento contrario al foquismo guerrillero que llevó a Castro al poder. Por otro lado, EEUU, dentro de la teoría del dominó, veía un “peligro comunista” a un gobierno de corte marxista que podría “contagiar” a otros de la región.

 

Pero fue en el plano político donde los hechos se exacerbaron. No solo la conspiración desestabilizadora constante de EEUU que desembocó en el golpe de estado, sino la polarización política que se vivía en la sociedad chilena que algunos la comparan a la que vivió España previa a la guerra civil. Malestar económico por falta de bienes esenciales (es cierta la anécdota que si llevabas a una casa en Santiago papel higiénico o pasta de dientes te trataban como rey), inflación constante, pérdida del poder adquisitivo y la cereza en la torta: la propia coalición de Allende comenzó a conspirar contra él para “tomar el poder por las armas”, convencidos que no ganaban las siguientes elecciones en 1976. Grupos radicalizados de izquierda y del propio partido de Allende comenzaron a plantear “la vía armada” para asegurar el poder. La bandeja estaba servida para un golpe de estado.

 

Sobre el golpe se dice que Pinochet no fue uno de los primeros en estar en la conspiración, que ya se gestaba de tiempo atrás, pero como comandante en jefe del Ejército encabezó el levantamiento. Algo similar sucedió con Francisco Franco, 35 años atrás. No fue de los primeros en asumir el levantamiento militar, pero luego se une y lo comanda, apareciendo ambos como figuras protagónicas de los hechos acaecidos, y con todo el pasivo de desaparecidos y muertes extrajudiciales que cargaron a sus espaldas.

 

En el contexto de la guerra fría de aquellos años, un gobierno marxista en la región no iba a ser tolerado por EEUU, por más que hubiese llegado por decisión popular. La teoría del dominó, aplicada en Vietnam, se imponía. Viendo el acercamiento cubano y ruso en su “patio trasero” la decisión de derrocar al gobierno de Allende se encontraba como punto prioritario en la agenda de las relaciones exteriores norteamericanas.

 

Por otra parte, Cuba no miraba con buenos ojos tampoco el proceso de ingreso al socialismo por la vía pacífica, sino que seguía planteando la lucha armada para la toma del poder. Eso propició que exacerbara en Chile la violencia para que sectores de izquierda radicalizados continuaran el proceso de socialización, incluso sin Salvador Allende, quien, según testigos cercanos, en los últimos meses de su gobierno se encontraba aislado hasta de sus propios aliados.

 

Cincuenta años después, al igual que en la España post franquista, la sociedad chilena se encuentra dividida. Entre los que creen que Pinochet fue un “mal necesario” frente a la “avalancha comunista” que se venía (sectores radicalizados de la Unidad Popular que planteaban quedarse en el poder “como sea”), y aquellos que consideran que fue un quebrantamiento del orden constitucional abrupto con un saldo trágico en muertos y desaparecidos. El trauma sigue vigente.

Thursday, August 31, 2023

EL BUKELE PERUANO

 

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Vista la inseguridad ciudadana y las próximas elecciones presidenciales en corto o mediano plazo, varios aspirantes a candidatos quieren aparecer como “el Bukele peruano”.

 

Más allá de los cuestionamientos a ddhh que se le imputan a Nayib Bukele, la estrategia electoral es válida visto el alto porcentaje de robos, sicariato, secuestros, cobro de cupos, tráfico de drogas, trata de personas, préstamos informales, que asolan a las grandes ciudades del país. Y, conforme nos acerquemos a la fecha de elecciones presidenciales, irán apareciendo más “bukeles”, unos más convincentes que otros.

 

Siempre se ha visto que un Nayib Bukele peruano emergería de la derecha dura. Daniel Urresti era “el candidato natural” para desempeñar ese papel, pero la purga de una condena hace imposible que se presente a las elecciones presidenciales. Han aparecido otros candidatos que quieren ocupar ese lugar y aparecerán otros más conforme se acerque la fecha de elecciones (sea 2024, 2025 o 2026).

 

Pero no se ve o no se quiere ver que el Bukele peruano puede emerger de una extrema izquierda. Desde ese ángulo no es casual una entrevista reciente a Antauro Humala, donde como siempre refleja a un hombre duro, para el cual los ddhh son una cojudez y las marchas (léase la toma de Lima) no conducen a nada. El papel de hombre duro le sale natural, en cierta forma es su personalidad, más atrabiliaria que la del hermano ex presidente. El propio Bukele (el original) provino de la izquierda. Militante del Frente Farabundo Martí, autotitulado de izquierda, luego rompe lanzas con sus antiguos compañeros de ruta y va girando a la derecha.

 

No creo que a Antauro Humala le cause insomnio cerrar el congreso o pacte con militares estados de excepción con supresión de garantías constitucionales para combatir la delincuencia. Al ciudadano común no le va a importar unas cuantas garantías menos con tal de ver resultados. En la ecuación entre libertad y seguridad, casi siempre tiene más peso la segunda.

 

Ya hemos tenido bukeles antes que aparezca el de El Salvador. Fue Alberto Fujimori que tuvo fama de hombre duro en la lucha contra el terrorismo y cerró sin pestañear el congreso (con mejores resultados que el ex presidente del sombrero). Hombre también cercano a la izquierda en sus inicios, su popularidad más bien aumentó luego del autogolpe de 1992 y muchas de las reformas de aquel entonces las hizo con una legitimidad popular no vista en presidentes anteriores.

 

No sería raro que nazca otro Bukele y que no venga de la derecha, sino del otro lado.

Tuesday, August 22, 2023

CONSTITUCIÓN Y CRECIMIENTO ECONÓMICO. ¿LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA HACE POSIBLE EL CRECIMIENTO DE UN PAÍS?

 

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

El libro Constitución y crecimiento económico: Perú 1993-2021 * del Dr. Waldo Mendoza Bellido pretende demostrar cómo el capítulo económico de la constitución política de 1993 fue la base del crecimiento económico que tuvimos por cerca de treinta años (1993-2021), uno de los ciclos de crecimiento más extensos en nuestra historia republicana. Parte de la hipótesis del efecto benéfico de la constitución económica (CE) en el desempeño macroeconómico.

 

El libro toca un tema poco tratado por la literatura jurídica local: los vasos comunicantes entre Derecho y Economía. Al no estar en islas separadas ni ser químicamente puras ninguna de las dos disciplinas, la influencia de una sobre otra es evidente. La pregunta es si la influencia de la CE fue determinante para el crecimiento económico de los años que vinieron luego.

 

Es cierto que hasta 1990 los gobiernos sucesivos se habían mal acostumbrado a los préstamos que les otorgaba el Banco Central de Reserva, lo cual avivaba la inflación por la cantidad de circulante monetario en la economía nacional. La situación se agravó en el primer gobierno de Alan García (1985-1990) cuando el ente emisor emitió tal cantidad de papel moneda que en cinco años tuvimos tres unidades monetarias (el sol de oro, el inti y el inti millón), ingresando al reducido grupo de países con hiperinflación, parada en seco en 1990 con el shock económico de Agosto de ese año.

 

Por cierto, la indisciplina fiscal no era propia ni lo es sólo del estado peruano. Otros en la región practicaron lo mismo, produciendo fenómenos inflacionarios parecidos al nuestro. Era parte de las políticas populistas de aquel entonces, donde a falta de inversión nacional y de préstamos extranjeros, los gobiernos echaron mano a la emisión monetaria de los bancos centrales, lo cual se convirtió en una práctica rutinaria. Incluso en el caso de nosotros se echó mano también, vía préstamos, a los fondos previsionales que en esa época administraba el Seguro Social. Préstamos que por cierto nunca el estado peruano pagó. Esa práctica, de usar como caja chica el fondo de pensiones de los trabajadores, fue recurrente, tanto de gobiernos democráticos como autoritarios. El quiebre del sistema público de pensiones estaba anunciado. Historia que no se cuenta o se cuenta a medias.

 

Mendoza Bellido enfatiza que sin el capítulo económico en la constitución de 1993 no habría habido crecimiento económico. El énfasis gira en torno a que las normas constitucionales son más difíciles y complicadas de cambiar que una ley común. (Lo cual, por cierto, no sería tan difícil para un gobierno que cuente con mayoría en el Congreso, propia o “alquilada”, como la historia política ha demostrado).

 

Creo que la respuesta se debe relativizar. Es cierto que gracias a los candados en la CE se limitó el rol empresarial del estado en la economía, lo cual significaba un enorme egreso del presupuesto público. También lo es que los artículos que incentivaron el rol del sector privado, el respeto a los contratos o la autonomía del Banco Central de Reserva fueron fundamentales.

 

Pero todos esos artículos de la CE habrían sido letra muerta sin la decisión política de ese entonces. Fue consenso político la decisión de otorgarle plena autonomía al banco central. No se diga de la decisión política para atraer inversiones extranjeras, las que llegan a mediados de los 90 cuando “ordenamos la casa”.

 

A las dos patitas del crecimiento económico (derecho y economía) hay que agregar una tercera, la decisión política y el ambiente más o menos de consenso generalizado que se respiraba en aquel entonces de privilegiar el rol del sector privado en inversión y empleo, presencia mínima del estado, papel preponderante del mercado en la oferta y demanda. Ese conjunto de ideas más o menos compartidas por los actores políticos y económicos de aquel entonces tuvieron gran impacto en el crecimiento que vino después.

 

Es cierto que esas ideas recorrieron el mundo de los años 90 tanto por el llamado Consenso de Washington como por el derrumbe de la URSS y el bloque socialista, a tal punto que se aplicaron no solo en América Latina, sino en Europa oriental que salía del “socialismo realmente existente”. China estaba aplicando esos lineamientos algunos años atrás, dándole un buen resultado.

 

¿Qué queda de todo ello? Una sólida estructura económica que ha soportado los embates de la crisis financiera mundial de 2008, la pandemia de 2019, los gobiernos populistas que hemos tenido y la inflación mundial que comenzó el 2021 (en la región el sol es la moneda que menos se devaluó).

 

Lo que faltó fue las reformas de “segundo piso” más sociales e institucionales que económicas. Mendoza Bellido lo reconoce, cuando señala que falta capacitación del capital humano, lo que implica educación moderna y de calidad.

 

Fujimori en ese entonces, en la década del 90, no quiso ir más allá debido a que pensaba ya en la re-reelección y no quería restar votos con decisiones poco populares, por lo que muchas reformas de segundo nivel quedaron encarpetadas.

 

Algo quiso hacer Alan García en su segundo mandato (2006-2011) con la creación de los colegios mayores para que estudiantes de sectores populares puedan acceder a una educación de calidad que solo la otorgan colegios caros de la capital. Humala lo continuó con Beca 18 para estudios superiores, políticas que se han mantenido en educación. Ahora se habla de los llamados “vouchers educativos” para que el estudiante elija en que colegio (público o privado) quiere estudiar.

 

Naturalmente falta también una salud de calidad, a la que no pueden acceder los sectores populares y mejores políticas de seguridad ciudadana.

 

Dado que sería más difícil modificar la constitución política que una ley, Mendoza Bellido recomienda incluir en la CE un “candado” referente a las leyes de responsabilidad y trasparencia fiscal, obligación que sea elevada a precepto constitucional sin importar el sesgo ideológico, a fin de evitar los desmanes populistas. Recomendación interesante. Igual recomienda mantener el capítulo económico incluyendo los polémicos contratos-ley. Si bien los contratos-ley fue una institución que se incluyó en la constitución vigente para atraer inversiones otorgando seguridad jurídica, dejarlo no afecta en nada el manejo económico y no sabemos si en un futuro podamos volver a utilizarlo. Nadie puede predecir lo que sucederá en nuestro país de acá a 20 o 30 años.

 

La polémica en torno al capítulo económico de la constitución siempre ha girado en torno a horizontes ideológicos. Los detractores han propuesto una mayor intervención del estado, sea como empresario -pese al nefasto papel que tuvo como tal en los años 70 y 80 del siglo pasado- o como interventor y fijador de precios, rol que también lo tuvo en el pasado con resultados poco auspiciosos.

 

Pero hasta ahora los detractores no proponen una alternativa de la CE que sea pragmática, con resultados verificables de experiencias que hayan traído prosperidad en otros países. Los que se empecinan en el cambio de la CE no dan ejemplos respaldados en data verificable de experiencias que hayan sido viables y exitosas en otras latitudes. Por lo general sus propuestas giran en torno a más empresas públicas, control de precios, “estatización” de los fondos de pensiones. Propuestas que han tenido poco éxito en países que son referentes para los proponentes como Cuba, Venezuela, Argentina, Nicaragua o Bolivia.

 

Deng Xiaoping, en un Congreso del PC chino, dijo su célebre frase “no importa de qué color sea el gato con tal que cace a los ratones”. Los que se empecinan en un enfoque ideológico para el cambio de la CE deberían tomar en cuenta la recomendación del líder chino que sentó las bases del desarrollo en su país y de lo que es la China hoy.

 

Lo cual nos lleva de nuevo a la mesa de tres patas, la económica, el derecho y las políticas públicas llevadas a cabo por decisión política. Esa última pata es la que faltó en la mesa que armó en su interesante análisis Mendoza Bellido. Le puso demasiado énfasis al derecho, el cual por si solo no es un agente de cambio social. Pudimos haber tenido un articulado de la CE muy liberal pero sin decisión política hubiera sido letra muerta.

 

Quizás por una deformación de oficio, Mendoza Bellido abusa de las ecuaciones matemáticas y cifras estadísticas, lo cual presumiblemente alejaría el libro de personas ajenas a la especialidad. No obstante, su libro es un buen intento desde lo macroeconómico de enlazar derecho y economía, pero ello no es suficiente sin el tercer soporte: la decisión política y el consenso sobre ciertas políticas públicas, lo cual sí se produjo en los años 90, pero que ahora distamos años luz.

 

En “el mundo real” derecho y economía no se encuentran separadas, algo que olvidan los juristas, acostumbrados a los malabarismos mentales sin poner pie en la realidad. No es suficiente perorar sobre la “naturaleza jurídica” de las instituciones sin antes por lo menos conocerlas cómo funcionan en la vida diaria. Total, los romanos que inventaron el derecho que conocemos, así lo idearon, sin tantas ficciones jurídicas que llevan solo a laberintos imaginarios.

* Constitución y crecimiento económico: Perú 1993-2021. Waldo Mendoza Bellido. Fondo Editorial PUCP – CIES. Lima, 2023