Sunday, November 23, 2025

QUÉ ES EL TRUMPISMO

  Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107

     

        La historiadora e investigadora Maya Kandel (Universidad de Paris III, especialista en el mundo anglófono) ha publicado el libro Una primera historia del trumpismo (Une première histoire du trumpisme), una aproximación a lo que es el trumpismo y los grupos de interés que lo sostienen. Es un intento bastante serio, más allá de los lugares comunes cuando se habla o se critica la administración Trump.

 

A raíz de la publicación, la revista mexicana-española Letras Libres le hizo una extensa entrevista a la autora (ver: https://letraslibres.com/politica/una-primera-historia-del-trumpismo-entrevista-con-maya-kandel-si-no-hay-acuerdo-sobre-los-hechos-no-puede-haber-debate-ni-democracia/24/10/2025/). Vamos a sintetizar los aspectos más resaltantes de lo que dijo.

EJJ

 

LOS ORÍGENES Y EL INSTITUTO CLAREMONT

 

El trumpismo, como otros fenómenos políticos, no nace por generación espontánea. Ha tenido un sostén en grupos de interés y una visión de Norteamérica que justifique el discurso. Un think tank que estuvo desde su primer gobierno fue el Instituto Claremont.

 

De tendencia conservadora, plantea volver a los orígenes de los padres fundadores y rechaza toda política exterior norteamericana, marcada por una actitud intervencionista desde la presidencia de Woodrow Wilson (inicios del siglo XX cuando EEUU interviene en la I Guerra Mundial y plantea la creación de la Sociedad de Naciones).

 

El estado crece exponencialmente, con una enorme burocracia, de la cual desconfían y sienten que no representa al pueblo. De allí que esa burocracia sea el blanco de las críticas de Trump y los neoconservadores que lo siguen (es el caso, por ejemplo, del corte de ayuda externa a través de la agencia Usaid o el retiro de EEUU de la OMS, fundamentado en que se gasta dinero en cosas que no ayudan al ciudadano norteamericano).

 

El Instituto Claremont es el semillero del movimiento MAGA (Make America Great Again) y de personajes clave tanto en la primera como en su segunda administración. Su tarea política dentro del Partido Republicano fue redifinir la trilogía neoliberal de la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989) de libre comercio, política exterior intervencionista, y apertura a la inmigración, por una nueva trilogía conservadora: proteccionismo, nacionalismo, y cierre de la inmigración, incluyendo deportaciones masivas.

 

El Partido Republicano ya tenía en su interior un movimiento conservador expresado en el Tea party y sostenido en grupos evangélicos y blancos. Como señala Kandel, la desastrosa administración de Bush hijo, así como el ataque del 11-S en suelo norteamericano y el enfilar Trump contra la vieja dirigencia republicana, hace que surja como alternativa presidencial válida de los neoconservadores para su primer gobierno en 2016.

 

Cuando Trump pierde la elección de 2020 se suma un nuevo think tank, la Fundación Heritage, que va a preparar un Plan de gobierno para la segunda presidencia en 2025, participando igualmente en la administración.

 

Trump ha venido preparado con todo un equipo que ocupe los puestos clave de la administración pública desde que asumió su segunda presidencia. Se ha rodeado de gente que piensa igual que él. Ya no admite el disenso como fue en el primer período. De allí que los que piensen distinto o disientan son despedidos inmediatamente.

 

LOS TECH RIGHT

 

Podemos definirlos como la derecha tecnocrática, compuesta por los mandamases de las grandes tecnológicas, cuyo miembro más conspicuo, pero no el único, es Elon Musk, quien llega a participar activamente en los primeros meses de la administración Trump, sobre todo en reducción de la burocracia del estado.

 

A diferencia de MAGA, que es un grupo más ideológico, los tech right son un grupo pragmático, aliados de Trump más por conveniencia que por identificación con los postulados nacionalconservadores de su movimiento. Frente a las regulaciones antimonopolio del gobierno de Biden, por opción práctica, decidieron apoyar a Trump, que estaba en contra de estas regulaciones y les otorgaba más libertad para sus negocios.

 

A los tech right los identifica el notorio apoyo financiero, de allí su llegada al poder en Washington, y con ellos se ve los temas de la inteligencia artificial, la rivalidad tecnológica con China y las regulaciones europeas a las big tech, algo que ha causado fricciones con la Unión Europea. De allí también los subsidios a muchas empresas norteamericanas dedicadas a la IA, la presión para que regresen a territorio norteamericano y la venta forzada de TikTok en EEUU.

 

Si bien el sector más fundamentalista de MAGA no ve con buenos ojos a las big tech, lo cierto es que se ha convertido en una prioridad nacional no perder la carrera tecnológica con China, por lo que el gobierno norteamericano subsidia a muchas empresas, rescatándolas incluso de la quiebra como fue el caso de Intel.

 

EL RELATO DEL TRUMPISMO

 

Tanto en la primera como la segunda campaña a la presidencia, “el relato” importa más que los hechos. Es decir, la visión que trasmite la propuesta a sus partidarios y que los hace sentir comprometidos con algo más grande históricamente (lo que para José Carlos Mariátegui, en otro sentido, llamaría el mito).

 

Un caso emblemático fue el lema hacer grande a Norteamérica de nuevo. La culpa de su hundimiento se encontraba en los liberales, los woke y, por supuesto, los extranjeros que contaminan “la sangre americana”. Recobrar el empleo para los norteamericanos y que no se vaya a otros países (por ello la exigencia del repatriaje de varias fábricas), expulsar a todo migrante y, en lo cultural, fomentar el idioma inglés y los valores norteamericanos, abandonando el multiculturalismo y la identidad de género, propio de “políticas woke”.

 

Su relato es una síntesis entre el choque de civilizaciones y las teorías conspiranoicas antisistema, a las que son muy afectos los norteamericanos. Civilizaciones y culturas extrañas a EEUU que, en la narrativa trumpiana, tratan de desfigurar sus creencias más sagradas, su linaje anglosajón y ocupar los puestos de trabajo del “norteamericano puro”.

 

Como dice la autora es un relato movilizador. No necesariamente cierto, pero mueve a los votantes, sobre todo a los hombres que, en la última elección de Trump, no solo fueron blancos, el típico WASP, sino también latinos y afroamericanos.

 

¿ES FASCISTA EL GOBIERNO DE TRUMP?

 

Como indica Maya Kandel cuando se etiqueta a un gobierno o una persona de “fascista” se tiende a cancelar todo debate. Más es retórica y efectismo político que seria investigación. Por lo general cuando se trata de un personaje, un partido político o un gobierno de extrema derecha, automáticamente se le tiende a etiquetar de fascista sin mayores análisis o sustento.

 

Según la autora, más que fascista, el gobierno de Trump es un gobierno iliberal (o no liberal) con fobia a los gobiernos liberales. Ella prefiere denominarlo como un gobierno nacionalconservador (natcon), debido a que decide regresar a unas supuestas fuentes primigenias gloriosas de un “pasado blanco y netamente americano”, sin “contaminación” de razas extrañas. De allí también su enfrentamiento con la Unión Europea, socio político de EEUU desde la II Guerra Mundial y principal bloque comercial y económico que le hace frente, emblema de un gobierno liberal (con matices, claro está), y su preferencia -como dice el propio Trump- por “los tipos duros”, es decir los gobiernos de Rusia, China o Corea del Norte.

 

Haciendo analogías con el pasado, Kandel encuentra en el gobierno de Trump rasgos del macartismo que sufrió EEUU en la década del 50 del siglo pasado. Acusaciones de traidores a Norteamérica de todo aquel que disienta de su política (antipatriotas), “listas negras de sospechosos de deslealtad”, marcado autoritarismo, corte de fondos a universidades contrarias a sus ideas; y, por otra parte, tener en las instituciones gente de su credo, incluyendo empresas privadas, el mundo del cine y del espectáculo, y los medios de comunicación. En ello se dio cuenta del error de su primera administración de no contar con gente de su entorno en instituciones claves del gobierno y la esfera privada. La importancia del uso de los medios masivos y las redes sociales, así como el hacer política como si estuviese actuando en un reality -lo cual toma de su experiencia pasada en este tipo de programas-, es parte de ese estilo que sintoniza muy bien con el ciudadano medio.

 

La esperanza son las instituciones norteamericanas, las cuales son puestas en tensión todos los días. La Corte Suprema y por extensión el Poder Judicial, el Congreso, las leyes federales y las elecciones, en un país en las que son muy importantes como expresión de la soberanía popular.

 

           Trump no tiene todas las de ganar, todavía. Pero, más allá que esté o no en el poder, como bien señala la autora, su política y el espíritu conservador que impregna a Norteamérica va a durar un tiempo más. Una era Trump que va a ir más allá de la cronología física de su iniciador; aunque de triunfar plenamente e imponerse en la sociedad y el estado norteamericano -y esto es apreciación personal-, a largo plazo, va a tener serias consecuencias para el liderato mundial y hegemonía de los Estados Unidos, y la correlación de fuerzas con otras naciones.

Sunday, November 16, 2025

A 50 AÑOS DE LA MUERTE DE FRANCO

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Es difícil que una figura tan controversial como la de Francisco Franco genere consenso. Ni siquiera en el cincuentenario de su muerte. Incluso hay jóvenes en la España de hoy que lo admiran. Y, también, otros que lo aborrecen. No es raro. Salvando las distancias, es tan controversial como entre nosotros lo fue Alberto Fujimori o, en Chile, Augusto Pinochet. Son parteaguas en una nación y su legado siempre estará en polémica. O son muy odiados o son muy queridos; pero, no hay término medio.

 

Franco, como los dos antes citados, son personajes que emergen de naciones en crisis. Para nadie es un secreto que la república española era un caos, que existían intereses de fuera para que reine la anarquía y que muchos especulaban que este caos se resolvía en una guerra civil. En esa difícil coyuntura emerge “el caudillo por la gracia de Dios”.

 

A diferencia de Pinochet o Fujimori, que sientan las bases de un país diferente, guste o no, con Franco las cosas fueron más complicadas. Frente al aislacionismo en que las naciones europeas y EEUU encierran a España luego de la guerra civil (recordemos que España mantenía una política de colaboracionismo con el fascismo italiano y alemán), el franquismo plantea un modelo económico de autarquía y de precios controlados que no funciona. Hay hambrunas, escasez, mercado negro. Y, atraso, mucho atraso, económico, social y cultural. Muchos españoles migran a Europa como mano de obra barata o a “hacer la América”; sin contar, claro, los miles que tuvieron que huir para salvar la vida luego de vencidos los republicanos. Con ellos España pierde “masa gris”, talento que se va a otros países.

 

Aunque parezca política exclusiva del ex bloque soviético o de la actual Cuba y Venezuela, cada ciudadano en la España franquista tenía una cartilla de racionamiento para comprar los productos necesarios de una canasta de alimentos a precio regulado, productos que muchas veces no encontraba en el mercado oficial, pero sí en el mercado negro a precio libre. Son conocidos como “los años del hambre”.

 

El modelo no funcionó, a tal punto que, en los 50, visitantes de esa España atrasada creen que el franquismo no sobrevive. El ambiente cultural es bastante pobre y pueblerino. Mario Vargas Llosa comenta que el Madrid de aquellos años parecía un pueblo de provincias y no la capital de un país; y las procesiones, rezos y poder de la Iglesia Católica en la sociedad y el estado era enorme. El Opus Dei podía vetar a un rector de Universidad con sospechas de liberalismo y el control absoluto de los contenidos en las escuelas por parte de la Iglesia impedía el librepensamiento y la sana crítica en la enseñanza. Atraso y oprobio.

 

A fines de los 50 e inicios de los 60 la economía se abre a Europa y al mundo. Cambian de modelo. Se ofrecen incentivos para una industrialización del país, fomentar el turismo y hacer películas extranjeras. Por costos, muchos clásicos fueron filmados en España. La censura también se vuelve más flexible. Sigue habiendo, pero no es tan rígida como antes. Algunos afirman que ya en los 60 había una España más cosmopolita y menos franquista. Había dictadura, es cierto, pero como que flexibiliza los controles. Es la antesala de lo que vendrá en los 70, a la muerte del caudillo.

 

En esos años y a la sombra del franquismo nace una clase media moderna y los nuevos ricos que, conforme van haciéndose más fuertes como clase social, poco a poco, van a tratar de independizarse de la dictadura y a jugar un papel importante en la transición española.

 

¿Por qué fue una transición pacífica a la muerte de Franco en 1975 y no la guerra civil entre “las dos Españas” que muchos temían?

 

En principio fue gracias a los actores políticos de ese entonces. Tanto el oficialismo como la oposición se dan cuenta que enfrentarse de nuevo daría inicio a otra guerra civil. Asumen con madurez el tiempo que les ha tocado vivir y aplican la política del “borrón y cuenta nueva”. Puede parecer cínico; pero era preferible enterrar el hacha y no perseguir a los culpables de crímenes de lesa humanidad que enfrentarse nuevamente y provocar más muertes, hambrunas y desolación, como las que vivieron en la guerra los españoles. Se produce el “compromiso histórico” que dará lugar a la apertura democrática. Perdía la revancha, pero ganaba la estabilidad política del país. Es lo que hicieron también en Chile cuando muere Pinochet y, por desgracia, lo que no hicimos nosotros, y ya vemos como estamos en estabilidad política.

 

Franquistas lúcidos como Adolfo Suárez se sientan en la mesa de concertación con opositores duros del pasado como Santiago Carrillo, nada menos que el secretario general del Partido Comunista Español. Se dan cuenta que es imposible volver atrás, que restaurar la república era un sueño en ese momento y que más factible era una monarquía constitucional con plena garantía de derechos para los españoles y un Parlamento elegido libremente, a la usanza de muchos países europeos. Fue realismo político.

 

Franco también puso su grano de arena para la sucesión. No designó a otro militar en el poder, sino al heredero al trono, el futuro rey Juan Carlos I, restaurando la dinastía borbónica anterior a la república. Pensando que Juan Carlos iba a conducir un gobierno conservador, lo designa al trono; pero muerto Franco tenemos un rey que avala todos los cambios que se vienen y que afianza la democracia. La sociedad española pasa de la cruz al voto. Algo que se debe agradecer al rey emérito. Fue un gran valedor de la transición democrática.

 

Los franquistas tienen su aggiornamento y se convierten en partidos democráticos (algo similar hicieron en Chile los pinochetistas), y los socialistas del PSOE, los grandes rivales en la oposición, se modernizan y dejan archivado su ideario marxista. Cuando son gobierno, en 1982, con Felipe González, asumen el poder sin revanchas ni rencores, y extienden la mano a los que, antaño, fueron sus grandes enemigos. Triunfó la reconciliación sobre el fúsil de guerra. El resto es historia conocida.

 

Franco seguirá siendo una figura cuestionada por un buen tiempo, pero es imposible dejar de mencionarlo. Siempre habrá en España un antes y un después de Franco, guste o no.

Sunday, November 09, 2025

POPULISMO EN USA

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


El populismo no es una ideología como son el marxismo o el liberalismo. Más bien es una forma de hacer política. Grosso modo buscan ganarse las simpatías del elector con medidas populares, efectistas. Incluso algunas medidas pueden colisionar contra el propio estado de derecho y, en casos de débil institucionalidad, traérselo abajo. Captan muy bien lo que la sociedad quiere en un momento determinado, sobre todo en tiempos de crisis. De allí que puede haber populistas tanto en la derecha como en la izquierda.

 

Fenómeno considerado exclusivo de sociedades atrasadas, como las de América Latina, pero, lejano de Europa o EEUU. Objeto de estudio de politólogos desde el hemisferio norte, donde veían el populismo de LA con cierto desdén, como una forma subdesarrollada de hacer política, signo de sociedades todavía arcaicas.

 

Lo nuevo es que desde hace algunos años el estilo populista de hacer política se ha expandido a EEUU y Europa, por lo que se ha convertido en un fenómeno mundial.

 

No es casual que en EEUU, en el mismo año, tengamos un populismo de derecha expresado en Donald Trump, y un populismo de izquierda expresado en el recientemente electo alcalde de la ciudad de Nueva York, el autotitulado socialista democrático, Zohran Mamdani, de ascendencia musulmana, con un apabullante porcentaje superior al 50% de votos. Incluso, se dice, con votos de muchos ciudadanos de origen judío.

 

Su programa de gobierno no podía ser más populista (como lo fue en su momento el de Trump desde otro ángulo): congelación de alquileres, servicio de trasporte público gratuito, guarderías infantiles también gratuitas, servicios municipales de venta de alimentos a precios accesibles, entre otros.

 

Debemos precisar que el alcalde en una ciudad de EEUU tiene más poder que el común de los alcaldes en otros países. Incluso el alcalde metropolitano tiene a la policía bajo su mando. Puede dictar medidas como congelar alquileres o impedir desalojos, algo que ya han hecho antes otros antecesores de Mamdani. O implementar minimarkets municipales o servicio de trasporte gratuito. Más en una ciudad como Nueva York donde es caro el costo de vida.

 

Ciudad hecha por inmigrantes como el propio Mamdani (el típico wasp es minoría en NY), el problema de sus propuestas es la financiación. Tiene tres caminos: sube impuestos, se endeuda o quita presupuesto de otras partidas para aplicarlo a sus reformas.

 

Es buscar la cuadratura del círculo, más en una ciudad donde el esplendor económico es cosa del pasado. El ingreso per cápita en otras ciudades de EEUU es mayor que el de un neoyorkino. Industrias hace buen tiempo ya no posee, la tecnología de punta y la IA son patrimonio de otras urbes, y los servicios financieros, la emblemática plaza de Wall Street, está siendo rivalizada por otras ciudades de los propios EEUU que están ofreciendo más ventajas a los inversionistas. Descontando los miles de negocios minoristas de la ciudad, a la larga quedará solo el mundo del espectáculo de Broadway, donde cada vez es más oneroso poner en escena una obra de teatro.

 

Ese es un primer problema que tendrá Mamdani cuando asuma la alcaldía el 1 de Enero. Si no cumple o cumple solo a medias sus promesas, quedará desacreditado ante sus votantes, lo que traerá repercusiones para los propios demócratas en las elecciones legislativas de medio término del año siguiente y sobre todo en las próximas presidenciales. Es obvio que buscará tener una eficiente administración, así endeude al infinito a la ciudad de Nueva York por los siglos de los siglos. Tiene juventud, carisma y energía para enfrentarse a los republicanos.

 

Cosas veredes Sancho. Tenemos dos programas populistas rivalizando frente a frente en EEUU: el de los republicanos y el de los demócratas. A Trump y los neoconservadores ya les salió un populismo desde la izquierda. El quid sigue siendo que tan bien le va a Mamdani en sus primeros meses. Nueva York, a pesar de no tener el esplendor económico de antaño, sigue siendo la ciudad más vistosa y emblemática de los EEUU. Los dados están echados.

Sunday, November 02, 2025

¿PUEDEN COLAPSAR LAS DEMOCRACIAS?

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Hasta hace algunos años se decía que una nación que alcanzaba cierto umbral de ingresos per cápita tenía una democracia eterna. Creo que ahora, frente al auge de gobiernos autoritarios, ya no existe tanto optimismo.

 

En principio, que el ingreso per cápita no era suficiente para calificar la solidez de una democracia. Era una visión bastante economicista. También se necesitaba contar con la solidez de las instituciones, reglas de juego claras y estables, y que el gobierno en democracia sepa y pueda solucionar los problemas más urgentes que el país le demanda. Difícilmente una democracia sobrevive sin contar con la firmeza de un marco institucional. El caso más emblemático es Venezuela. Gracias al petróleo, su población tuvo un envidiable ingreso per cápita en la región, pero ello no la salvó del caudillismo chavista, efecto de las enormes desigualdades sociales, la corrupción de la élite gobernante, desgobierno y negociados que existió en los dos partidos (Copei y Acción Democrática) que, no hay que olvidarlo, en democracia se alternaban en el poder y se repartían las prebendas. La corrupción también puede hacer colapsar a las democracias.

 

Cuando se pensó en el ingreso per cápita, se tuvo en cuenta a los países desarrollados y sus más que centenarias democracias, pero se obviaba que tienen sólidas instituciones que pueden resistir los embates autoritarios que se presenten. Además, que estábamos en unos años donde parecía que el cuento del “fin de la historia”, suerte de happy end eterno, era cierto. Tras el derrumbe de la Unión Soviética tendríamos por siempre y para siempre democracia y economía de mercado (y que hacía recordar al paraíso en la tierra, la sociedad sin clases y sin injusticias, del que hablaban los socialistas en otro sentido). El consenso de Washington tenía la receta para salir del subdesarrollo y entremos felices los países de América Latina y de Europa del Este al club de las naciones prósperas. Como dice el título de una conocida canción Happy Together.

 

La situación es muy diferente cuarenta años después. Proliferan los autoritarismos por distintos lados. La gente ya no es muy optimista con la democracia y prefiere mano dura de un gobierno que ponga fin a las bandas criminales organizadas que asolan la región y solucione los problemas más urgentes. No importa si en el camino quedan tirados en el piso algunos derechos fundamentales.

 

*****

 

Se tiende a mirar hacia un lado en cuanto a los autoritarismos. Por lo general se ve a gobiernos de derecha, de lenguaje agresivo, y que han aparecido en Europa, Estados Unidos y América Latina. Se les tilda como “fascistas” y se les señala como los causantes del fin o el inicio del fin de la democracia.

 

Precisemos conceptos.

 

Los fascismos del siglo XX obedecieron a un período histórico y a causas muy concretas. La revolución rusa, el temor de la burguesía a que se expanda hacia occidente, la crisis económica de 1929, son hechos que dieron paso a gobiernos fascistas, de carácter corporativista, financiados por esa misma burguesía temerosa que se instale el comunismo en Europa. El fascismo es un efecto de fenómenos complejos que se desarrollaron en un marco histórico determinado. No nace por generación espontánea.

 

Estas condiciones históricas objetivas y concretas en la actualidad no se dan. No existe ningún evento de la magnitud que fue la revolución rusa ni la humanidad ha salido de una sangrienta guerra mundial. Lo que tenemos en Occidente son gobiernos autoritarios de ultraderecha, muchos con un lenguaje agresivo y xenofóbico, y reminiscencias de un pasado nacional glorioso. Son populistas de derecha (o nacionalpopulistas en la terminología de Roger Eatwell y Matthew Goodwin). Voy a citar lo que dije en ese artículo:

 

En principio, los nacionalpopulistas no son fascistas. Si bien se usa el término para descalificar a un rival de derecha, en Europa principalmente, el fascismo como sistema político amalgama dentro del estado y el partido en el poder a todas las clases sociales, en un gobierno corporativo que tiene a un líder carismático en la cúspide, que debe transar con los sectores sociales y económicos que representa. El fascismo no admite el cuestionamiento a su sistema ni a su líder, por lo que la libertad de expresión se encuentra seriamente reducida, aparte que son violados sistemáticamente derechos fundamentales, incluyendo el derecho a la vida, tal como sucedió durante el nazismo.

 

Son populistas [los actuales gobiernos de ultraderecha] en el sentido que buscan ganarse las simpatías del elector, incluso con medidas que colisionan contra el estado de derecho y la propia democracia. Captan muy bien lo que la sociedad quiere en un momento determinado, sobre todo en tiempos de crisis (orden, seguridad, empleo); de allí que plantean medidas como trabajo para los nacionales, expulsión de los migrantes, aranceles a productos extranjeros, protección de la industria nacional, reducción del estado, etc. Un populista carismático establecerá un fuerte vínculo con quienes representa. Se erigirá como su protector o, mejor aún, salvador en momentos críticos.

(El nacionalpopulismo, En: https://laescenacontemporanea.blogspot.com/2025/07/el-nacionalpopulismo.html)

 

Son populistas de ultraderecha que, como los populistas de ultraizquierda, ponen a prueba la democracia todos los días. Si estamos ante una democracia con instituciones sólidas, es muy difícil que puedan saltarse las vallas de pesos y contrapesos. Igual lógica aplica a los populistas de ultraizquierda: si encuentran un terreno propicio se saltarán las instituciones democráticas y el gobierno degenera en dictadura. De nuevo los casos de Venezuela y Nicaragua son bastante emblemáticos. Difícilmente vamos a ver un populista de derecha saltándose las tradicionales instituciones británicas o en los propios Estados Unidos, por más que un presidente quiera perpetuarse en el poder sin contrapeso alguno.

 

Como señala el escritor y periodista mexicano Héctor de Mauleón, todo populismo tiene como características: 1.- Señalar un enemigo común; 2.- Autoproclamarse como “representantes del pueblo”; 3.- Silenciar a los medios de oposición incómodos; 4.- Controlar todos los poderes del estado; 5.- Cambiar la constitución para perpetuarse en el poder.

 

Todo populismo autoritario, de izquierda o derecha, tiene esas características.

 

Curiosamente este populismo autoritario que sobre todo se veía en países de Latinoamérica, ahora se observa también en Estados Unidos, Europa, Rusia e India, y está generando la crisis de la democracia representativa y del sistema político tal como lo conocemos.

 

Para no repetir la célebre sentencia de Marx (la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa), Mark Twain dijo algo parecido: La historia no se repite, pero a menudo rima. Antes de calificar a movimientos populistas de ultraderecha como fascistas, es preferible hacer un análisis desapasionado y sin anteojeras de ningún tipo.

 

La tensión más bien va entre un capitalismo democrático seriamente erosionado y que había funcionado, con sus matices, en por lo menos los últimos doscientos años, y un emergente capitalismo autoritario, como el que proviene de Oriente.

 

El peligro viene de los países que no tienen antecedentes de sólida institucionalidad democrática. China la primera. Cada vez tiene más poder económico y eso se traduce en poder político. Tiene un sistema económico capitalista, pero en lo político no tiene una democracia representativa. Al gobierno chino no le interesa un pepino la democracia ni los derechos humanos. De allí que no le quite el sueño hacer negocios ni alianzas políticas con gobiernos autoritarios. No quiero pensar lo que sucederá en el mundo cuando sea el hegemón indiscutible. Allí sí prepárense los alharaquientos del fin de la democracia para tomárselo en serio.

 

China de la mano con Rusia, Corea del Norte, Irán y otros países del mismo talante autoritario suman poder económico, militar y político que puede cambiar las condiciones del mundo de aquí a algunos años. En ese momento, la democracia y los derechos humanos será un bonito recuerdo del pasado y muchos de los que ahora se rasgan las vestiduras por “gobiernos fascistas en Occidente”, pronto van a tener uno de verdad. Los pensamientos, miedos e ideas se materializan en hechos.

 

La disyuntiva actual ya no es entre capitalismo o socialismo, sino entre un capitalismo democrático o un capitalismo autoritario. Por ver el árbol algunos no ven el bosque.

Sunday, October 26, 2025

LOS PLACEBOS CAROS Y LA POLÍTICA

Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107 


           En un artículo que abordaba la relación entre los placebos caros y la política (¿Qué persuade más: razones o sentido de pertenencia? G Ortiz de Zevallos, en: https://peru21.pe/opinion/que-persuade-mas-razones-o-sentido-de-pertenencia/), el autor aplicaba al ámbito local el descubrimiento de Dan Ariely sobre los placebos caros. Me explico.

 

Ariely, catedrático de psicología y economía conductual, y ganador del Premio Ig Nobel de Medicina en 2008, suerte de parodia de los premios Nobel celebrado en universidades norteamericanas, sostiene que los placebos caros influyen en el consumidor más que los placebos baratos, a pesar que ninguno de los dos tiene efecto sobre un tratamiento determinado. Plantea que al ser más caro un bien, tener un envoltorio llamativo o la marca misma, hace que el consumidor lo adquiera frente a, por ejemplo, un medicamento genérico, pobremente presentado y sin marca conocida (mayormente los genéricos vienen de la India o China). Igual sucede con el precio de un bien. Se comprará uno más caro frente a otro más barato, en la idea que son de mejor calidad, lo cual no necesariamente es así. Pasa mucho con los Iphones que han posicionado una marca y prestigio a pesar que hace buen tiempo otros móviles ya los han superado en calidad de producto y a un menor precio. Igual sucede con un profesional que cobra más por su servicio. Se entenderá que es mejor que otro que cobra menos; y si tiene su consultorio u oficina es un barrio residencial y anda bien trajeado, con Rolex y carro del año, reflejará un aparente “éxito profesional” que no necesariamente se condice con su calidad profesional (y menos con su ética profesional).

 

Son las percepciones que se tienen por el precio, la marca o por lo que ven nuestros ojos, sin entrar en mayores detalles. Son los placebos caros.

 

Trasplantado a la política local, los placebos caros que no curan las enfermedades sociales que padecemos están constituidas por las ofertas demagógicas que van apareciendo para, por ejemplo, combatir el crimen organizado. Se propondrá la pena de muerte, deportar extranjeros, abrir más penales o celebrar convenios -a lo Trump- para que presidentes como Bukele los tengan en sus megacárceles, a pesar que estas propuestas sean placebos caros que no remedian el problema, pero son llamativas y de fácil asimilación.

 

El tema es que, y ahí viene lo interesante del artículo, la gente que padece extorsiones, pago de cupos, asesinatos de emprendedores y siente que no tiene cerca la presencia del estado con una adecuada seguridad, aceptará estos placebos y votará por los candidatos que los proponen, a pesar que sus propuestas sean desarticuladas y poco efectivas.

 

Esa gente va a “comprar” un placebo caro porque no hay otra cosa más que se les ofrezca. Y acá entra a tallar la parte emotiva: quien convenza mejor con un relato sobre el tema, que se identifique con esos votantes, que refleje carisma y emoción hacia ellos, tiene más posibilidades de ganar la presidencia u ocupar una curul en el nuevo Congreso. En otras palabras, quien “venda mejor” el placebo caro.

 

No cualquiera lo podrá hacer, como los ilusionistas, debe convencer al público de su “acto de magia”. Debe sentirse “auténtico” en lo que dice y hace. El “relato” que desarrolle será importante, así como la eficacia con que lo trasmita. Los discursos racionales, fríos, de solo cifras, que hablen de “lucha contra la pobreza y la delincuencia” sin empatizar con esos votantes, difícilmente va conseguir cautivarlos. No se le creerá el discurso. Digamos que “el cebo de culebra” todavía vende, pero dependerá mucho de la persuasión del vendedor.

 

Por eso la derecha no la tiene totalmente asegurada la elección en 2026, pese al desastre del gobierno de Pedro Castillo, y más bien están apareciendo candidatos antisistema carismáticos que enfiebran a las masas con discursos contra Lima, los poderosos y el imperialismo, presentándose como “luchadores sociales” que supuestamente favorecen al pueblo (léase informales, minería ilegal, contrabando en el sur, etc.). No curan, pero entretienen.

 

        Invocar a la Virgen María tampoco convencerá, menos tener modales apocados o hablar fríamente de economía de mercado y libre empresa a gente que no tiene alimentos de calidad, un empleo adecuado o es constantemente extorsionada sin encontrar en el estado la protección necesaria. No es un “electarado” como tantas veces se le critica, es gente que piensa con el bolsillo, el estómago o con una pistola apuntándole.

Sunday, October 19, 2025

EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS: 60 AÑOS

Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107 


            Oswaldo Reynoso no fue un “escritor profesional” en el sentido vargasllosiano; es decir, aquel que es escritor a tiempo completo, vive de escribir sus libros, y entrega uno nuevo a su editorial cada cierto tiempo. Si bien, tanto Reynoso como MVLL, pertenecen a la misma generación, la del 50, sus vidas y creaciones fueron por distintos caminos.

 

Reynoso, integrante junto a Miguel Gutiérrez y Antonio Gálvez Ronceros del célebre Grupo Narración de clara tendencia marxista, fue parco en publicar. Largos años sin dar a luz un nuevo libro, el viaje a China y el regreso con una novela-crónica deslumbrante (Los eunucos inmortales). El silencio también obedeció a sus ideas políticas en relación a Sendero Luminoso. Siempre calificó las acciones terroristas como “guerra popular”, término muy usual entre los simpatizantes y amigos de SL, sobre todo de cierta izquierda que creía (y algunos creen todavía) nos encontrábamos en el umbral de la revolución socialista que tanto soñaron. Le pasó lo mismo que a Miguel Gutiérrez, otro coetáneo de la generación del 50, que eludió calificar negativamente el accionar terrorista (incluso en el caso de Gutiérrez con la mujer y un hijo militando en las filas de Abimael Guzmán). Las ideas políticas dejaron relegadas en un segundo plano las creaciones literarias, las que, ahora que ha pasado más agua bajo el puente y partidos ambos escritores de este mundo, están siendo revaloradas de nuevo.

 

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Su novela más conocida y quizás la más leída fue la primera que publicó, En Octubre no hay milagros. Inscrita dentro del naturalismo, en la vertiente de las novelas de denuncia social, privilegia a los personajes de los estratos populares y la baja clase media. Es una suerte de novela coral que trascurre en un solo día, el día de la procesión del Cristo de Pachacamilla.

 

Me parece que hasta ese momento ninguna novela de denuncia social urbana había tratado en forma tan cruda las experiencias vividas por personajes pertenecientes a los sectores populares. Frente a una narrativa que privilegiaba a protagonistas de la clase media, aparecían chicas adolescentes que pierden la virginidad en la oscuridad de una azotea, el bestialismo o la sodomía entre hombres, escenas descritas con una visceralidad que impactó a cierto público. Imaginamos porqué la novela escandalizó cuando fue su publicación. Pero, a pesar de ello, los personajes son descritos con tal empatía que no sentimos repulsión.

 

Es cierto que, como advirtió MVLL en un artículo comentando en su momento el libro, hay desnivel en el tratamiento a los personajes de los sectores populares, a los que el autor secretamente admira, y la forma en que describe a Don Manuel, uno de los dueños del Perú de ese entonces. Una rata haciendo negocios y manejando los hilos del poder político para su beneficio, y homosexual desbocado por añadidura. Descrita su condición sexual en forma caricaturesca, más de personaje de humor chabacano, le restaba credibilidad. Creo que ello obedeció al marxismo que ya había abrazado e influenciado a Reynoso en esos años, describiendo un cuadro de buenos y malos bastante maniqueo, buscando satirizar al personaje como representante de “las clases explotadoras”; y también a su desconocimiento de los sectores plutocráticos de la sociedad peruana, que, es evidente, no conocía bien, salvo referencias de manual muy genéricas, sustituyendo ese desconocimiento con su imaginación y un humor grueso poco convincente; lo que no ocurre con los personajes de los sectores populares, descritos con empatía y en forma bastante realista.

 

En ese marco, la ciudad de Lima de esos años, también cobra un protagonismo esencial. Es una ciudad más grande. Los extramuros ahora se encuentran al final de la Av. México, lugar de prostitutas y maricones, hostales con olor a semen y a orines, y el famoso mercado mayorista La Parada, sitio de leyendas urbanas. La ciudad que nos describe el autor es una ciudad caótica y sucia, que ha crecido por el asentamiento progresivo de varias migraciones e invasiones, con sus conflictos y choques culturales.

 

El mundo gay está presente en la novela, mundo que atraviesa todas las clases sociales y que el autor conocía muy bien por su propia condición sexual. Eran bastante solapas, sobre todo si pertenecían a los sectores altos de la sociedad limeña, por el estigma social y moral de ese entonces, muchos con familia y mujer que servían de fachada a su verdadera condición, buscando en los sectores populares adolescentes que satisfagan sus deseos, tal como describe la novela. Montarse un cabro, como decían los chicos que servían de putos, tanto para desfogar sus instintos básicos como para ganarse unos soles o, de tener suerte, ligarse un maricón millonario que paga mucho más y regala cosas de valor, como le sucede a un miembro de la collera que nos describe el narrador.

 

Por cierto, el autor nos presenta la relación entre Don Manuel y el muchacho que le sirve de amante, como una relación depredador sexual-presa, cosificándolo al último, en términos marxistas, como una mercancía que, agotado su valor de uso, será desechado; por lo que el acto del muchacho de escapar de ese mundo de riquezas y oropel en que su estatus es el de un mantenido, será un acto de liberación.

 

Como trasfondo de todo ese mundo caótico y disímil, la procesión del Señor de los Milagros en el mes de Octubre que reúne a todas las clases sociales. Con distancias físicas de por medio, ricos y pobres se dan encuentro en la procesión. Reynoso, como buen marxista, ve en ese fervor religioso el opio del pueblo.

 

La vida y miserias de los Colmenares, una familia de la clase media baja, nos lo describe muy bien. El padre buscando todo el día infructuosamente una vivienda, ya que será desalojado él y su familia por la inmobiliaria de don Manuel, el mismo dueño del banco donde trabaja. La madre, pasiva y rogando al Señor que le haga el milagro de una casa. La hija mayor, bastante agraciada, y a la búsqueda de un marido con plata que la saque de la pobreza. El mayor de los varones todavía no sabe bien lo que quiere en la vida, y muere trágicamente a manos de la represión policial. Y, el menor, camino a ser un pirañita de barrio y delincuente juvenil. En ese sentido, la saga de la familia Colmenares, con sus miserias y desvelos, es espléndida. Incluso, como en los libros de Zola, hubiera dado para continuar otras novelas con uno o más de los personajes.

 

Es una novela corta, de poco más de 250 páginas (en general las novelas de Reynoso se encuentran en ese promedio, no encontramos ninguna monumental en el estilo de sus coetáneos Gutiérrez o Vargas Llosa), dejando de lado la narración decimonónica y dando paso a técnicas de narración modernas, muy en boga en aquellos años. Es curioso que, en el momento de su publicación, 1965, haya sido catalogada de “pornográfica” por la descripción cruda de una realidad que, suponemos, una parte de la sociedad limeña desconocía. Incluso críticos tan reputados como José Miguel Oviedo se horrorizaron de su contenido. Visto ahora y luego de todo lo que ha pasado en el Perú y en el mundo, la novela hasta resulta inocente y cándida.

 

60 años después de publicada En Octubre no hay milagros (Reynoso tenía buen olfato para colocar el título a sus libros) no ha envejecido. La edición de Alfaguara esta vez sí se nota mejor cuidada (a diferencia de Los eunucos inmortales que contiene varias erratas), y trae un prólogo interesante a cargo de Mariana Enríquez y a modo de colofón dos artículos de la época comentando la novela, uno de Mario Vargas Llosa y otro de Washington Delgado, miembros -como Reynoso- de la magistral y ya desaparecida generación del 50.

*Oswaldo Reynoso: En Octubre no hay milagros. Edición consultada: Alfaguara, 2023, 266 pp.

Sunday, October 12, 2025

EL DINOSAURIO TODAVÍA ESTABA ALLÍ

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


        Cité la célebre frase de Augusto Monterroso para aludir que, a pesar de la vacancia de Dina Boluarte, los problemas del país seguirán allí. Las extorsiones, sicariato, economías ilegales, pago de cupos, seguirán y posiblemente se agraven en los próximos meses. Es entendible la rabia y frustración de muchos honestos ciudadanos y la ilusión que, con el nuevo presidente, la criminalidad y las extorsiones sean cosa del pasado. Pero, no hay nada de que alegrarse ni nada que celebrar. La salida de Boluarte es únicamente política. Los mismos que la sostuvieron en el gobierno (y que fueron cómplices en mantener el statu quo), cerca de las elecciones ya no quieren saber de ella. Es un residuo tóxico que restaría votos. Pero, los problemas, como el dinosaurio de Monterroso, van a seguir allí.

 

Los problemas “se la comieron” a Boluarte. Tres años y medio para un vicepresidente era demasiado tiempo y requería mucha habilidad política para sostenerse en el cargo, de la cual carecía, así como resolver los problemas más urgentes que le demandaba la población. El “hacerse el muertito” por más de tres años y dejar hacer a quienes la apoyaban en el Congreso, quizás hubiera funcionado en un país no tan complicado como el Perú, de repente en Suiza, pero acá demandaba más ejercicio activo de la presidencia.

 

Un síntoma de lo grave que está la crisis política en nuestro país es haber tenido ocho presidentes en menos de diez años. La causa de esa “enfermedad” es lo que hasta ahora no se trata. Se ven solo los síntomas. Nada garantiza que el próximo presidente electo dure los cinco años de su mandato. Otro síntoma es que, cual destino trágico, acaban procesados y siendo huéspedes de Barbadillo.

 

La crisis política es patológica, no es coyuntural, ni se soluciona con un recambio de los personajes de la escena política. Sistema de partidos quebrado, mafias enquistadas en la política, economías ilegales financiando candidatos, Ministerio Público y Poder Judicial “gobernado” por grupos de interés. Nada de eso va a cambiar en los próximos meses, ni siquiera en los próximos años.

 

Cada vez me convenzo más que debemos separar nítidamente la Jefatura de Estado de la Jefatura de Gobierno, sobre todo en países tan inestables políticamente como el Perú. Al presidente (el jefe de Estado) se le ve cómo el que debe resolver los problemas inmediatos del país, el día a día, y eso hace que desgaste su majestad presidencial, sumado a que la dignidad del cargo se ha perdido entre tantas denuncias (poco consistentes más de una) que un Ministerio Público politizado acumuló contra la presidenta en todos estos años. Y, también, valgan verdades, a que los últimos inquilinos de Palacio no han estado a la altura del cargo. Ser cachinero en La Parada ahora tiene más dignidad y prestigio que ser presidente de la república.

 

Un jefe de gobierno que sea el encargado de resolver los problemas inmediatos del país. Una suerte de parachoques reemplazable y que puede emerger del propio parlamento. Le daría más estabilidad al jefe de estado, que podría dedicarse a labores de estadista que de político del día a día.

 

¿Es posible que convivan inestabilidad política y estabilidad económica? Sí, pero con un costo bastante alto para el país. El sistema de democracia representativa debería ser lo más estable y predecible posible, con sólidas instituciones, de la mano de un sistema de libre mercado accesible a todos, amén de derechos y garantías insustituibles para la persona (libertad, servicios básicos esenciales, seguridad). Eso, en su expresión más clara, tampoco lo tenemos, aparte que las economías ilegales hace buen tiempo han penetrado los círculos políticos.

 

Por eso, cuando nos despertemos, el dinosaurio todavía estará allí.