Eduardo
Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
Únete al baile
De
los que sobran
Nadie
nos va a echar de más
Nadie
nos quiso ayudar de verdad
Los
prisioneros: El baile de los que sobran
Con
solo el 30% de jóvenes que logran trabajar en lo que han estudiado, la
respuesta se desprende por si sola.
Incluso
la pregunta se puede reformular atendiendo al costo de oportunidad. Si en los 5
años de estudios la familia hubiera ahorrado lo que gastó en matrícula o el
joven mismo si se autofinancia (el 77% de estudiantes se encuentran en
universidades de paga), con ese dinero habría iniciado un emprendimiento y de
repente con mayores posibilidades de retorno de ganancia que estudiando una
profesión. La otra alternativa -medio despreciada entre nosotros- es una
carrera técnica de 3 años que le permita insertarse en el mundo laboral casi de
inmediato.
Lo
cierto es que todavía se percibe una profesión universitaria como forma de
ascenso social, de allí que muchos padres con gran esfuerzo matriculan a sus
hijos en una universidad, hijos que en muchos casos serán la primera generación
en la familia que pise un centro de estudios superior.
Nosotros
arrastramos desde la Colonia el peso de los títulos. Por aquella época, eras
alguien si al nombre se acompañaba un título nobiliario. Ahora, ya no son
títulos nobiliarios sino títulos profesionales. A más títulos, mucho mejor. Por
eso vemos ofertas educativas atiborradas de maestrías y doctorados de dudosa
efectividad, más allá de engrosar la billetera a las universidades privadas,
las grandes ganadoras en este boom de oferta educativa.
Uno
de los problemas se encuentra, como sostienen Yamada y Castro en un artículo
recientemente comentado, en la universidad donde estudie y la carrera que elija
el joven. No todas las universidades gozan de igual nivel académico y algunas
tienen de “Universidad” solo el logo en la puerta de entrada. A ello se suma
que con la Inteligencia Artificial muchas profesiones de ahora van a
desaparecer o van a requerir muy pocos operadores. Profesiones saturadas como educación,
derecho, contabilidad, administración o economía tendrán poca oferta laboral en
algunos años.
Otro
aspecto es la universidad de procedencia. Es sotto voce que más de un
empleador rige su criterio de selección de acuerdo al lugar donde estudió el
candidato, existiendo una discriminación por la procedencia educativa del
postulante, aparte de criterios raciales, que todavía existen.
La
condición indiscriminada de ingreso en algunas universidades privadas, el
considerar al estudiante como un “cliente”, la escasa rigurosidad para aprobar
la malla curricular y los cursos obligatorios, la poca exigencia académica y
facilidad para obtener el título profesional (hacer la tesis se ha convertido
en un formalismo) ha permitido que pasen por la universidad muchos jóvenes que
no se encuentran adecuadamente calificados para seguir una carrera
universitaria, devaluando los títulos profesionales, otrora símbolo de
prestigio personal. Por cierto, el problema del ingreso masivo afecta tanto a
universidades de la región, como de países europeos de ascendencia latina
(Portugal, España, Francia, Italia).
En
la PEA tenemos más jóvenes que personas de mediana edad; por lo que la cantidad
de demandantes de un puesto de trabajo y que recién se inician en la vida
laboral son más que los puestos ofertados (lo cual se puede ver en las largas
filas de aspirantes a un empleo), deprimiendo aún más los salarios y posibilitar
que el empleador coloque mayores exigencias en las condiciones laborales. De
allí el fenómeno de la sobreeducación que comentamos en el anterior artículo:
jóvenes que, ante la dura competencia, cuentan con una o dos maestrías,
diplomados y algunos hasta un doctorado y, no obstante ello, no consiguen un
trabajo adecuado a su nivel de estudios o, de conseguirlo, es por debajo de las
expectativas salariales, lo cual se enlaza con el otro aspecto a considerar: el
bono demográfico.
El bono demográfico (jóvenes aptos para
la vida laboral) de nuestro país, tan idealizado años atrás para
impulsar el desarrollo, ha sido totalmente tergiversado y solo permitió sobreexplotar
a los jóvenes que recién comienzan a trabajar. Súmenle a ello los millón y
medio de migrantes extranjeros en nuestro país, dispuestos a trabajar incluso
por una remuneración inferior al mínimo y con más horas que las establecidas
por ley, por lo que la demanda laboral se ha saturado y “abaratado” enormemente
y, por ende, se han deprimido mucho más las remuneraciones. En este panorama,
los organismos reguladores de las condiciones de empleabilidad, tipo Sunafil,
son inoperantes o sencillamente no se dan abasto a atender tantas denuncias
imposibles de fiscalizar.
Tampoco
el poner exagerado énfasis en informática, el idioma inglés o las llamadas “habilidades
blandas”, le abrirá al estudiante las puertas de la excelencia académica y la
oportunidad laboral. Hay cientos de miles que se encuentran estudiando las
mismas habilidades. A ello sumemos la informalidad, 60% de los jóvenes se
encuentran en situación de informalidad, sin ningún derecho ni protección
social contra enfermedades o accidentes de trabajo. Mientras el PBI crezca a un
ritmo menor al de jóvenes matriculados en alguna universidad (3% vs 5.7% en la
actualidad), la situación es difícil que cambie. La solución no son más leyes,
sino inversión privada que genere puestos de trabajo, inversión que ha
disminuido dramáticamente por la inestabilidad política sufrida en el país en
los últimos años. (Una paradoja es, por ejemplo, que muchos de los que se
oponen a la inversión privada minera están quitando oportunidades a sus propios
hijos, restando menos empleo que podría crearse para las futuras generaciones,
puestos de trabajo que se irán a otros países).
Terminamos
con otro estribillo de El baile de los que sobran que resume muy bien la
situación desesperanzada de miles de jóvenes:
Nos
dijeron cuando chicos
Jueguen
a estudiar
Los
hombres son hermanos
Y
juntos deben trabajar
Oías
los consejos, los ojos en el profesor
Había
tanto sol sobre las cabezas
Y
no fue tan verdad, porque esos juegos, al final
Terminaron
para otros con laureles y futuros
Y
dejaron a mis amigos pateando piedras.