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Monday, April 22, 2024

DINA DE LOS QUINIENTOS DÍAS

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Ensayemos una ucronía. Supongamos que el golpe de estado de Pedro Castillo tuvo éxito y él se encuentra en el día mil de su gestión. Hay un nuevo congreso con mayoría castillista y se redacta la nueva constitución que permitiría la reelección indefinida del presidente, mientras se vocifera por los cuatro costados del régimen la lucha contra el imperialismo yanqui y todo opositor político es declarado “enemigo del pueblo” y traidor a la patria. Las cárceles tienen más presos políticos que comunes, entre los primeros hasta caviares, otrora amigos del régimen. Demás está decir que los nombramientos públicos serían al mejor postor, su secretario de turno en Palacio solo recibiría propuestas en efectivo para el señor presidente y en dólares, la moneda del imperio. El desbarajuste económico estaría descontado y la quiebra de muchas empresas sería cosa de todos los días. La informalidad laboral se habría disparado a niveles siderales. El BCR ya habría sido tomado por los castillistas, quienes fabricarían papel moneda día y noche, y luego de la aparente bonanza por aumento de sueldos y salarios y control de precios (mientras se aprueba “la constitución del pueblo”), nos esperaría una hiperinflación y recesión mayores a las del primer gobierno de García.

 

Matices más o matices menos ese sería el panorama actual de seguir Castillo en el poder.

 

No digo con esto que Dina Boluarte sea una brillante estadista, pero no continuó con la pesadilla castillista que nos esperaba.

 

¿Basta que haya evitado que la crisis económica y política del gobierno de Castillo se agrave? Claro que no. Cuando juramenta como presidenta tenía por delante más de tres años y medio de gobierno que no podían quedar en piloto automático. Pero hay un detalle que los críticos de los Rolex y de los viajes de la presidenta obvian: su gobierno es precario, no tiene mayoría propia y sus antiguos compañeros de ruta hace buen tiempo le dieron la espalda. Por lo tanto requiere hacer pactos explícitos o tácitos con el Congreso o una parte de él que le asegure cierta estabilidad y que no la vaquen. La experiencia demuestra que todo presidente de la república que no tiene mayoría en el Congreso es vacado o se ve obligado a renunciar. Pregúntenle a PPK, Vizcarra, Merino y al propio Castillo.

 

Desde ese punto de vista Dina ha sido buena discípula de Maquiavelo o mejor dicho su ex primer ministro, Alberto Otárola, “el eléctrico”.

 

¿Qué resta en los poco más de dos años de su gobierno? Más de lo mismo. Dina, como la esposa que satisface todos los caprichos de su marido, debe complacer al Congreso en todo. Y este tendrá cada vez más caprichos. De allí que no observa leyes populistas como el retiro de fondos de las AFP o de la CTS. Y, por otra parte, el Congreso vive en la ilusión que con esas leyes y otras medidas populistas que seguirán aprobando se van a reelegir. Otros lo intentaron en el pasado con resultados nulos.

 

No estamos en el mejor de los mundos, pero tampoco en el peor. Estamos en una mediocridad bastante gris y angurrienta que en los próximos meses hasta podría empeorar.

 

¿Qué el próximo congreso será mejor y tendremos un mejor presidente de la república?

 

No se ilusione. Es posible que el próximo congreso (ya con senadores y diputados) sea igual o peor que este. Tampoco nadie nos asegura que el próximo presidente sea un dechado de virtudes. Recuerde que los elegidos al Legislativo o al Ejecutivo provienen de la misma sociedad que sus electores. No pida peras al olmo.

Thursday, December 07, 2023

7.12.22: LA HISTORIA COMO FARSA Y LA HISTORIA COMO TRAGEDIA

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Carlos Marx contaba que la historia se repite, pero la segunda como farsa o comedia.

 

La sentencia se puede aplicar muy bien al frustrado intento de golpe de estado de Pedro Castillo, hace exactamente un año.

 

Treinta años atrás Alberto Fujimori como presidente improvisado daba también un golpe de estado, solo que este sí exitoso. Tuvo el apoyo de las FFAA y del pueblo que salió a celebrar el cierre del congreso y la expectoración de los “políticos tradicionales”. Al final solo fue un cambio de mocos por babas.

 

Lo cierto es que después de ese 5 de Abril de 1992 hubo un antes y un después en la política y vida peruana. Nada fue igual.

 

El 7 de Diciembre de 2022 parecía un parteaguas similar. Felizmente no lo fue. Algo falló. Algunos dicen que el alto mando de las FFAA “se le volteó” al del sombrero. Le crearon falsas expectativas de apoyo y luego dieron media vuelta. El hecho es que de potenciales conspiradores los altos mandos pasaron a ser héroes de esa jornada. Hubo otros como Patricia Benavides, la Fiscal de la Nación, que ahora sufre el calvario de la defenestración. Dios perdona el pecado, pero no el escándalo.

 

De haber triunfado hoy el 7 de Diciembre se celebraría como un día cívico de liberación nacional de los políticos tradicionales y del imperialismo por añadidura. Quizás algunas calles y asentamientos humanos llevarían el nombre del presidente del sombrero, de repente hasta alguna estatua como a su paisano dueño de universidades. De paso, la añorada constitución bolivariana. La historia se repetiría como 30 años atrás, solo que con otros actores.

 

Lo curioso es que después de un año los cómplices del golpe no están entre rejas. Castillo no actuó solo. Hubo gente a su alrededor que tuvo una participación activa y hoy goza de libertad y vive como si nada hubiera pasado. Se dice que los procesos están “dormidos” producto de un pacto entre la Fiscal de la Nación y el Congreso.

 

Muy poco se valora la democracia por estas tierras. No soluciona los problemas económicos, es cierto; lo malo es que “la casta política” -al estilo Milei diremos- se interesa más por sus asuntos personales que por el bien del país.

 

Así cualquiera desdeña el sistema y las condiciones están dadas para un nuevo intento de golpe o atenuar a tal punto la democracia que parezca, pero ya no lo sea. Autocracia que le dicen. Son riesgos latentes.