Eduardo Jiménez J.
jimenezjeduardod@gmail.com
@ejj2107
El libreto es el mismo, la pobreza se encuentra en los actores, muy malos, tanto los del oficialismo como los de la “oposición” (es un decir), incluyendo algunos extras que fungen como “analistas políticos” y que han hecho cuestión de estado de los Rolex o las cirugías de la presidenta como motivo de vacancia. Antes, por lo menos, la vacancia era por cosas más serias: el presidente cerraba el congreso, impedía el funcionamiento de los poderes electorales, se iba del país sin autorización. Ahora se trata de cuestiones más banales y frívolas, como que estamos en la sociedad del espectáculo (Mario Vargas Llosa dixit). Hasta el politizado Ministerio Público ha entrado en el sainete, allanando propiedades de la presidenta o de los ministros, a lo bestia y con hartas cámaras de televisión, como diciendo acá sí hacemos justicia. La judicialización de la política en todo su esplendor, mientras el pedido real de justicia de millones de peruanos está fuera de sus puertas. Como dirían nuestros abuelos, ahí no se oye padre.
Quede
claro que no estoy defendiendo a la presidenta ni a su gobierno. Es más, cuando
fue la vacancia de Pedro Castillo, opiné que debía renunciar y se convoque de
inmediato a elecciones generales. Habría sido lo más sensato. Sin conocer en
ese momento las luces de la entonces vicepresidenta, el problema estaba en que
tres años y medio en el poder (los que restaban para completar el periodo de
gobierno de Perú Libre) eran muchos para un país como el Perú, donde siempre
pasa algo. De haber tenido un estado con instituciones sólidas y un presidente
con más perspicacia política, otro hubiera sido el panorama, pero no con lo que
tenemos como “clase política”. Tres años y medio obligaban a gobernar y
enfrentar los problemas que se iban presentando día a día. El gobierno Boluarte
quiso “flotar” en un país tan díscolo como el nuestro, pensando en el apoyo que
le daba el Congreso para mantenerse en el cargo. El resto es historia conocida,
incluyendo las extorsiones y criminalidad de todos los días.
Es
posible que luego de convocar a elecciones generales, el Congreso le de la
espalda y vaque a la presidenta. Nadie quiere tener cerca a alguien tan tóxico.
Digo, sin ser categórico, “es posible”, porque se va a requerir que el
presidente del Congreso asuma funciones de presidente de la República, y ningún
partido va a querer que el partido rival asuma tan importante cargo en periodo
de elecciones. Por lo que de repente tiene suerte y se queda. En la campaña
electoral en ciernes ya nadie se acordará de ella, salvo por sus cuentas con la
justicia, que es otro tema.
Su
gobierno es un desastre, es cierto. Pero recuerden que es el mismo gobierno por
el que votaron millones de peruanos. Es el gobierno de Perú Libre, si alguien
se ha olvidado. El mismo que mantiene prófugo a su líder máximo, Vladimir
Cerrón.
Me
voy a atrever a hacer un poco de política ficción, basada en probabilidades. De
los más de 40 partidos políticos que se van a presentar en las próximas
elecciones, es posible que se vote mal y salga elegido otro (u otra)
impresentable. Alguien con antecedentes judiciales, deudas por alimentos, hijos
no reconocidos, violencia familiar, estafas cometidas. Alguna “joyita” que
ahora se encuentra semiescondida. Del futuro congreso no digo nada. No es
necesario ser muy zahorí para percatarse que más de un “joyón” entrará por la
puerta grande. De eso no me quepa la menor duda. Y en estas elecciones el
dinero del narcotráfico y el crimen organizado va a tener una influencia enorme
en los candidatos elegibles. A tomarlo en cuenta.
Nada está dicho y tampoco que el electorado nacional haya “madurado”. Es más, parece que ha involucionado. Valga como consuelo que hasta el electorado norteamericano -supuestamente más educado en los quehaceres democráticos- se equivocó en elegir a su último presidente. Como diría el difunto Humberto Martínez Morosini, “cosas del fútbol”.