A los veinte años del fallecimiento de Alberto Flores Galindo, uno de los intelectuales más preclaros que tuvo el Perú, publicamos a modo de homenaje su Carta a los amigos, suerte de testamento político. Flores Galindo fue un intelectual “orgánico”, en el sentido gramciano del término, comprometido con su tiempo y con una opción política. En este páramo en que se ha convertido la labor de la inteligencia en el Perú –y en otras partes del mundo- se nota mucho más su ausencia, de aquel hombre que hizo suya con toda justicia la frase del Amauta: “sin calco ni copia, creación heroica”.
EJJ
REENCONTREMOS LA DIMENSIÓN UTÓPICA
Carta a los amigos
Alberto Flores Galindo (1949-1990)
Lima, 14 diciembre, 1989.
Queridos amigos:
El 3 de febrero pasado fui asaltado sorpresivamente por una dolencia: un glioblastoma multiforme en el lado izquierdo del cerebro. En otras palabras, un tipo poco frecuente de cáncer que por su difícil diagnóstico y ubicación requería un tratamiento fuera del país. Gracias a los amigos pude viajar para tratarme durante dos meses en New York (Presbyterian Hospital). Tiempo después tuve que regresar una semana más a ese mismo hospital.
Imaginarán lo costoso que fue todo esto. A pesar de la buena voluntad de algunos funcionarios públicos, del Seguro Social Peruano sólo recibimos promesas, que condujeron a dilatadas reuniones, trámites y pérdida de tiempo. El Seguro Social, además, apenas reembolsaría parte de los gastos. Durante varios meses, casi todos los días, debimos ir a una y otra dependencia, buscar los papeles. Parte de nuestra documentación se perdió, el resto daba vueltas por las oficinas y tontamente nosotros también. Este engaño lleva ya diez meses. Estuvieron a pesar de todo, amigos y, excepcionalmente, algunos dirigentes nacionales que efectivamente quisieron ayudar, pero después de casi un año no pudieron pasar de la intención. Esto, sin embargo, es lo que más vale. El mío no es un caso excepcional. Al Seguro Social no le interesa ayudar a nadie, dificulta intencionalmente los trámites y la atención. El Estado y su burocracia no sirvieron, hasta ahora.
En cambio los amigos sí. Por ellos pude viajar, hacer que me atendieran y enfrentar los males. La amistad aquí no es sólo una abstracción. Es un sentimiento cotidiano y efectivo. Sin la intervención espontánea de mis amigos no podría estar refiriendo esta historia, que me mostró la riqueza de la amistad. Experimentar eso se llama ser solidarios. Muchos intervinieron e inmediatamente armaron un gran movimiento de solidaridad. Hubo desde quienes aportaron muy elevadas cantidades, hasta quienes las monedas que tenían en el bolsillo. Otros, sus visitas. Algunos sus palabras. Estuvieron también esos niños a quienes se les ocurrió llegar con sus propinas. Más importante fue verles y compartir su afecto. Lo más movilizador fue la amistad. Conocidos y desconocidos de fuera y dentro del país han intervenido. De España, Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos llegaron colaboraciones. Con ellos me he sentido no sólo peruano, sino parte de todos los sitios. En estos momentos en el Perú, cuando todo parece derrumbarse, cariño y solidaridad me mostraron otros rostros del país. Hubiera querido agradecer personalmente a, cada uno.
No importa que no se haya podido derrotar al cáncer. Perdí. Perdimos. El final es ineludible. Me aguarda tarde o temprano, en semanas más o menos la muerte. Pero lo trascendente es el despliegue de apoyo que aún sostiene mi tratamiento y mi familia, que acompaña a Cecilia, Carlos y Miguel, en los momentos más difíciles. La solidaridad fue moral y económica. Los amigos llegaron incluso a vigilar mi recuperación en el hospital, apoyaron a mi esposa, atendieron y cuidaron a mis hijos. He debido rectificarme, dejar a un lado mi habitual pesimismo. Descubrir la fuerza de la solidaridad.
Aunque muchos de mis amigos ya no piensen como antes, yo por el contrario, pienso que todavía siguen vigentes los ideales que originaron al socialismo: la justicia, la libertad, los hombres. Sigue vigente la degradación y destrucción a que nos condena el capitalismo, pero también el rechazo a convertirnos en la réplica de un suburbio norteamericano. En otros países el socialismo ha sido debilitado; aquí, como proyecto y realización, podría seguir teniendo futuro, si somos capaces de volverlo a pensar, de imaginar otros contenidos. Esto no es la moda. Es ir contra la corriente. También debemos enfrentarnos a los cultores de la muerte o de aquellos que sólo piensan en repetir las recetas de otros países. El desafío creativo es enorme. (¿Podremos?).
Es un desafío, además, donde están en juego nuestras vidas y la edificación del país. (¿Una sucursal norteamericana?) (¿Un país andino?) (¿Qué hacer con el Perú?) (¿Será posible el socialismo?).
Hasta ahora, entre 1980 y agosto de 1989, se han producido 17,000 muertes. Asesinato de propietarios, obreros, desempleados, campesinos. Todos tienen rostros y nombres aunque los ignoremos. Esto ha ocurrido en un país “democrático”, con el silencio de la derecha pero también de la inacción de la izquierda. Muchos convertidos en espectadores. No sólo estamos frente a desafíos económicos, sino también frente a requerimientos éticos.
Ahora, muchos han separado política de ética. La eficacia ha pasado al centro. La necesidad de críticas al socialismo ha postergado el combate a la clase dominante. No sólo estamos ante un problema ideológico. Está de por medio también la incorporación de todos nosotros al orden establecido. Mientras el país se empobrecía de manera dramática, en la izquierda mejorábamos nuestras condiciones de vida. Durante los años de crisis, debo admitirlo, gracias a los centros y las fundaciones, nos fue muy bien y terminamos absorbidos por el más vulgar determinismo económico. Pero en el otro extremo quedaron los intelectuales empobrecidos, muchos de ellos provincianos, a veces cargados de resentimientos y odios.
En definitiva, lo que nos resultará más costoso es haber separado moral de cultura. Socialismo es crear otra moral. Otros valores.
A pesar de algunos intentos y ciertos personajes minoritarios, hemos vivido con el despliegue del autoritarismo y la muerte. La mayoría de los intelectuales y demasiados dirigentes políticos de izquierda, hemos perdido la capacidad de vivir y sentir la indignación. Supimos de tantos enfrentamientos como el de Molinos, en el que entre los subversivos no hubo presos, ni heridos, sólo 62 muertos de los que el MRTA sólo reconoce 42. Estas son ejecuciones. Nadie protestó, reclamó, denunció, se indignó. Esta es una pérdida de moral en la izquierda. Como este hay muchos otros casos. Nos hemos acostumbrado a vivir así. Nadie se atreve a decir que hay gran cantidad de muertos, ejecutados inocentes por las fuerzas represivas. No se puede decir en público, sin romper y colocarse fuera del “orden democrático”. Pero si no lo dicen todo empeora. Puedo decir todo esto con tranquilidad y sin miedo. No temo lo que me puedan hacer. No deberíamos aceptar el armamentismo que nos quieren imponer. También nos hemos acostumbrado a los crímenes del otro lado. En este clima no nos asombra que se quiera hacer proyectos de paz y desarrollo imponiendo el orden cíe las fuerzas armadas. Imposición de los dominadores.
No creo que haya que entusiasmar a los jóvenes con lo que ha sido nuestra generación. Todo lo contrario. Tal vez exagero. Pero el pensamiento crítico debe ejercerse sobre nosotros. Creo que algunos jóvenes, de cierta clase media, tienen un excesivo respeto por nosotros. No me excluyo de estas críticas, todo lo contrario. Ha ocurrido sin discutirse, pensarse y menos interrogarse. Espero que los jóvenes recuperen la capacidad de indignación.
Estos problemas ya han sido planteados, aunque sin éxito, en otros sitios y tiempos. Fue el caso de los populistas. Nombre para diversas corrientes que aparecieron en Rusia y otros países de Europa Oriental desde mediados del siglo pasado. Al principio enfrentados con Marx, quien luego admitió la posibilidad de otra vía al socialismo que no implicara la destrucción del mundo campesino. Hasta allí llegó. Los populistas, a su vez, se diversificaron y enfrentaron entre sí. Desde los legalistas hasta los que perfeccionaron la práctica del terror. No tuvieron una sola línea y son vigentes por los problemas que percibieron y las respuestas y polémicas que desarrollaron. Planteados los problemas siguieron presentes hasta cuando, tiempo después, se eliminaron todas estas discusiones con los muchos desaparecidos o muertos por el estalinismo.
En el Perú sólo hemos pensado en una tradición comunista, olvidando a quienes fueron derrotados pero que quizá planteaban caminos que pueden ser útiles para discutir. No buscar otra receta, hacernos una. En todos los campos. Insistir con toda nuestra imaginación. Hay que volver a lo esencial del pensamiento crítico, lo que no siempre coincide con mostrarse digerible o hacer proyectos rentables. Es diferente pensar para las instituciones o para los sujetos.
El socialismo no debería ser confundido con una sola vía. Tampoco es un camino trazado. Después de los fracasos del estalinismo es un desafío para la creatividad. Estábamos demasiados acostumbrados a leer y repetir. Saber citar. Pero si se quiere tener futuro, ahora más que antes, es necesario desprenderse del temor a la creatividad. Reencontremos la dimensión utópica.
El socialismo en el Perú es un difícil encuentro entre el pasado y el futuro. Este es un país antiguo. Redescubrir las tradiciones más lejanas, pero para encontrarlas hay que pensar desde el futuro. No repetirlas. Al contrario. Encontrar nuevos caminos. Perder el temor al futuro. Renovar el estilo de pensar y actuar. Lo que resulta quizá imposible sin una ruptura con esos izquierdistas excesivamente ansiosos de poder, apenas interesados en lo que realmente sucede.
Sospecho que no hay tiempo indefinido. Desde el siglo XVI, las culturas andinas excluidas y combatidas, han podido resistir, cambiar y continuar. Fueron derrotadas al terminar el siglo XVIII. Desaparece entonces la aristocracia andina, se combate a la sociedad rural, se deporta y extermina a sus miembros. Sin embargo, subsistirá el mundo campesino. En el siglo XX nuevos enfrentamientos. Primero a principios de la década del 1920, después alrededor de 1960 y ahora. El capitalismo no necesita de ese mundo andino, lo ignora. Se propone desaparecerlo. Sobre todo ahora que tenemos nuevamente un discurso liberal, repetitivo y dirigido contra las formas de organización tradicionales. Dispone de instrumentos y posibilidades que antes no tenía.
Esto ha sucedido en otros lugares, pero aquí no es inevitable destruirlo.
Hay que proponer otro camino. Fue advertido por José María Arguedas, pero desde su muerte han transcurrido veinte años y nuestro desafío es cómo y de qué manera evitarlo. La respuesta no sólo está en un escritorio. Exigirá un cambio de vida. Lo que se proponía Arguedas en El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo no era el regreso al pasado sino la construcción de una nueva sociedad, donde:
Todo eso es para ganar plata. ¿Y cuando ya no haya la imprescindible urgencia de ganar plata? Se desmariconizará lo mariconizado por el comercio, también en la literatura, en la medicina, en la música, hasta en el modo en que la mujer se acerca al macho. Pruebas de eso, de lo renovado, de lo desvilecido encontré en Cuba. Pero lo intocado por la vanidad y el lucro está, como el sol, en algunas fiestas de los pueblos andinos del Perú. (José María Arguedas, El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo, p. 22, Lima, Editorial Horizonte, 1983).
Este fue un proyecto formulado hace veinte años y que ahora requiere que quienes se dedican al marxismo y las ciencias sociales continúen ese proyecto pensando en el futuro. Los científicos sociales no lo piensan hasta ahora suficientemente. No hay que limitar el horizonte del pensamiento a cosas locales. Ese libro de El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo, en contra de lo que podía suponerse, no se refiere a problemas locales, sino que aborda el conjunto de la sociedad para incluir propuestas alternativas.
Fue hecho hace veinte años, repito. Sin embargo la izquierda no ha podido todavía responder a ese desafío. Tiene miedo ahora de enfrentar el futuro. En un país como este, la revolución no sólo reclama reformas sino la formación de un nuevo tipo de sociedad. En el país se ha comenzado a discutir el lugar de los campesinos, colocándolos no sólo como anécdotas, sino pensados como protagonistas. Hay que discutir el poder, entonces no hay que discutir la producción y los mercados, sino también dónde está el poder, quiénes lo tienen y como llegar a él. Cuestionar el discurso liberal. Los jóvenes lo pueden hacer. Muchos somos viejos prematuros.
La derecha avanza en todos los terrenos. Quisieran estar listos militarmente. También dan la ilusión de un nuevo discurso. Un discurso en realidad cínico, que tiene tras suyo muchos muertos. Pero esa derecha sigue siendo una suma heterogénea de individuos con intereses particulares, muchas veces demasiado vinculados al exterior. Tampoco tienen sólo un proyecto. Por el contrario. Aparte de las discrepancias hasta ahora no asumen la construcción de una sola alternativa. Pero para ser admitidos esos izquierdistas, que frecuentan más las recepciones que las polémicas y cultivan los buenos modales, se visten a la medida. En otro lado de la ciudad, las marchas, los enfrentamientos callejeros, largos, agresivos se han vuelto frecuentes. Reclaman respuestas urgentes. ¿Las buscamos?
La cuestión se plantea sólo como el dilema entre quienes admiten la violencia y quienes optan por la vía legal. Así como hace falta una nueva alternativa, es necesario pensar el camino. Algunos creen que hay recetas ya establecidas y que apenas tienen que aplicarlas. Cuando las revoluciones han tenido éxito no ha sido así. Todo lo contrario, siempre han sido y serán excepcionales.
El socialismo en el poder comenzó sorpresivamente en 1917, hace sólo 70 años. Apareció apenas terminada la primera guerra mundial en un país y en un lugar que se suponía uno de los espacios más atrasados, donde no se produciría uno de esos cambios sustanciales. Sin embargo, allí surgió el socialismo que, años más tarde, después de la segunda guerra mundial, se expandiría a otros territorios, al Asia, al África. La empresa capitalista, en cambio, lleva ya algunos siglos de expansión. Las puertas al socialismo no están cerradas, pero se requiere pensar en otras vías. Una tercera, cuarta, quinta forma. Un socialismo construido sobre otras bases, que recoja también los sueños, las esperanzas, los deseos cíe la gente. Uno en que se dé cabida también a estas necesidades.
Se requiere de los intelectuales. Pero, insisto, lo lamentable es el desencuentro entre ellos y la militancia política. Aquí también hay una responsabilidad de quienes han estado demasiado preocupados por la lucha inmediata, la imposición de una secta, la disputa del poder minúsculo. Así se envejece. Será muy difícil que estemos a la altura de las circunstancias. pero no todo está perdido. Pueden aparecer otros personajes. Además, ya tenemos hijos. Ojalá pierdan admiración y respeto esos jóvenes, y asuman lo que no ha podido ser hecho. Pasar cuarenta años en este país es haber hecho demasiadas transacciones, consentimientos, silencios, retrocesos. Domesticados.
Algunos imaginaron que los votos de izquierda les pertenecían. Pero las clases populares piensan, aunque no lo crean ellos. No dan cheques en blanco. Recordemos cómo fluctúan las votaciones. Los pobres no les pertenecen.
Pero el socialismo —insisto— exigirá para el futuro un cambio radical en el discurso. Revolución no es sinónimo sólo de violencia. Hace falta proponer una nueva sociedad alternativa. Ahora es un poco tarde. En toda revolución siempre hay un sector demasiado radical que aparece al final. Aquí el desarrollo de los acontecimientos ha sido diferente. Ha surgido primero y, no obstante empezar desde un sector reducido, ha conseguido seguir existiendo y hasta incrementar sus seguidores. Ha aparecido un sector demasiado radical, que ha derivado en el fanatismo, el sectarismo y el crimen. Ha conseguido funcionar y por lo menos tener un relativo éxito en ciertas regiones. Con el tiempo se ha ido tornando más sectario y su acción política ha derivado en una práctica contaminada con lo criminal. Son capaces de eliminar a dirigentes populares, como hace la derecha. ¡Qué horrible! ¡Esta gente que era de izquierda! Y los demás no se lo recriminan. Guardan silencio.
Aquí —como más o menos en otros espacios— no se puede predecir y anunciar el futuro. El futuro no está cerrado. Si doy esa impresión, me corrijo. No hay una receta. Tampoco un camino trazado, ni una alternativa definida. Hay que construirlo, resultado de los múltiples factores: la experiencia de la izquierda, los discursos del pasado, los nuevos problemas. Ahora, en el Perú, hay demasiadas posibilidades contrapuestas. Los enfrentamientos son más duros, con enormes costos de vidas, pero los caminos siguen apareciendo. No es frecuente, pero queda también la posibilidad de un socialismo masivo, revolucionario, pero sin asesinatos.
En estos momentos podemos dividir el espectro político del país básicamente en tres. Tenemos de un lado a la derecha, aglutinada y representada por el Fredemo, aparentemente homogéneo, en realidad con diversos intereses que pugnan en su interior. Tenemos también a Sendero Luminoso y al MRTA, uno transitan—do a la acción criminal y otro insuficientemente creativo y sin propuesta social. Está también la Izquierda Unida en el centro, entre uno y otro. Esta izquierda oficial, empeñada en participar en las elecciones y en los mecanismos tradicionales de poder, se aleja del movimiento popular, es étnica y culturalmente distante de las mayorías populares. No puede sentir como ellos y no los incorpora en los cargos dirigenciales. Pero no es tampoco homogénea. De una izquierda que hace unos años se pensaba todavía revolucionaria, se han ido desgajando y delimitando algunos sectores. Uno transita hacia la derecha o el Apra. Aparentemente la mayoría quiere persistir tercamente en el centro. Se empeña en las reformas. Muy pegados a ellos hay también un sector, más pequeño, que quiere ser revolucionario, no criminal, que quiere remover las estructuras, no reformarlas, que empieza a plantearse el problema de la construcción de un socialismo original. Todavía no existe una alternativa revolucionaria diferente, cuajada. Requiere de esfuerzo, de creación, están allí sus elementos pero no puede crecer liderada por profesionales de clase media.
No repetir, crear otro tipo de dirigente. Dar cabida a otros sectores sociales y a los jóvenes. Ellos no deben seguir haciendo lo mismo, no pueden seguir pensando como hace veinte años. Las cosas han cambiado.
Hay quienes sienten su urgencia y quienes piensan que tienen tiempo. Es más, no es sólo un problema de tiempo. Hay también uno geográfico. Las posibilidades de acción política son diferentes según las regiones del país. Los problemas no se pueden pensar igual desde Lima, desde Ayacucho o la región central.
No se tome todo esto como una crítica por alguien —insisto—que se imagina por encima. Es en parte una autobiografía. Termino evitando ponerme como ejemplo de cualquier cosa. Lo cierto es que, como en otros sitios, hemos sido una intelectualidad muy numerosa, pero a la vez poco creativa. Incapaces de dar a nuestro propio país la posibilidad de un marxismo nuevo. Intelectuales y políticos ignoran el pasado, la historia, lo que han sido. Demasiado modernos. Incapaces de elaborar un proyecto. Insisto que mientras en muchos otros países latinoamericanos el socialismo ha sido destruido, aquí sigue vigente. Todavía. A pesar de estar arrinconado. La izquierda se divide. La mayoría, en estos momentos, parece derechizarse. Pero también está esa minoría que se radicaliza. Hay una posibilidad de izquierda en todo esto, pero debe tomar forma.
Muchas gracias a todos los amigos y desde luego, sobre todo, a quienes discrepan conmigo. Siempre mi estilo agresivo pero que no anula el cariño y el agradecimiento con todos ustedes, más aún con quienes más he discutido. Discrepar es otra manera de aproximarnos: Y, desde luego, cuando acudieron a ayudarme no les interesó saber qué posición tenía en la cultura o en la política.
Un abrazo. ¡Qué buenos amigos!
Alberto Flores Galindo.
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En: Flores Galindo, Alberto: «Reencontremos la dimensión utópica. Carta a los amigos», Ciberayllu [en línea]
Tuesday, March 30, 2010
Wednesday, March 24, 2010
CORTE SUPREMA COLOMBIANA DECLARÓ INEJECUTABLE LA SEGUNDA REELECIÓN DEL PRESIDENTE URIBE
Los países y gobiernos democráticos no se caracterizan por el solo hecho de sus declaraciones, sino por la solidez de sus instituciones y el respeto de los demás poderes a estas.
El fallo de la Corte Suprema colombiana declarando que es inviable la segunda reelección del presidente Álvaro Uribe señala un precedente en la región, donde más bien los intentos reeleccionistas son moneda corriente, tendencia que –debemos reconocerlo- inició en los años noventa el presidente Fujimori.
Precisamente, a diferencia del gobierno fujimorista, cuando el Tribunal Constitucional peruano declaró la ilegalidad de la manifiesta segunda reelección, saltándose a la garrocha a la propia Carta Política, el gobierno de Alberto Fujimori reaccionó en forma prepotente y autoritaria, hasta con la propia destitución de los probos magistrados; en cambio, en Colombia, el presidente Uribe acató el fallo de la Corte Suprema, sentando un ejemplo de respeto por parte del Ejecutivo a los otros poderes del estado, en especial al judicial, considerado comúnmente por los presidentes latinoamericanos como “el servicio doméstico” de palacio de gobierno.
El gesto del presidente Uribe es importante, dado que se trata de las formas democráticas y el necesario contrapeso de poderes y por más que en algunos aspectos sea cuestionable su gestión, sobretodo en materia de derechos humanos, su acatamiento del fallo judicial en medio de vecinos que practican los presidencialismos plebiscitarios y que han avasallado a los demás poderes y derechos esenciales como el de la libertad de expresión, es un precedente de lo que significa madurez cívica y política. Uribe es uno de los presidentes que deja el poder con uno de los índices más altos de aprobación y con posibilidades de volver a tentar la presidencia pasado un período de gobierno.
Como dice el adagio latino Contra facta non argumenta. Contra los hechos no vale ningún argumento.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
El fallo de la Corte Suprema colombiana declarando que es inviable la segunda reelección del presidente Álvaro Uribe señala un precedente en la región, donde más bien los intentos reeleccionistas son moneda corriente, tendencia que –debemos reconocerlo- inició en los años noventa el presidente Fujimori.
Precisamente, a diferencia del gobierno fujimorista, cuando el Tribunal Constitucional peruano declaró la ilegalidad de la manifiesta segunda reelección, saltándose a la garrocha a la propia Carta Política, el gobierno de Alberto Fujimori reaccionó en forma prepotente y autoritaria, hasta con la propia destitución de los probos magistrados; en cambio, en Colombia, el presidente Uribe acató el fallo de la Corte Suprema, sentando un ejemplo de respeto por parte del Ejecutivo a los otros poderes del estado, en especial al judicial, considerado comúnmente por los presidentes latinoamericanos como “el servicio doméstico” de palacio de gobierno.
El gesto del presidente Uribe es importante, dado que se trata de las formas democráticas y el necesario contrapeso de poderes y por más que en algunos aspectos sea cuestionable su gestión, sobretodo en materia de derechos humanos, su acatamiento del fallo judicial en medio de vecinos que practican los presidencialismos plebiscitarios y que han avasallado a los demás poderes y derechos esenciales como el de la libertad de expresión, es un precedente de lo que significa madurez cívica y política. Uribe es uno de los presidentes que deja el poder con uno de los índices más altos de aprobación y con posibilidades de volver a tentar la presidencia pasado un período de gobierno.
Como dice el adagio latino Contra facta non argumenta. Contra los hechos no vale ningún argumento.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, March 17, 2010
EL IMPERIO CONTRAATACA: O COMO VUELVEN LOS FUJIMORISTAS A LA TELEVISIÓN (como telón de fondo “El ritmo del Chino”)
La decisión de Frecuencia Latina de “expectorar” a Beto Ortiz no habría tenido como “mano negra” a Jaime Bayly, sino la censura de un reportaje sobre las luces y sombras de la venta de la deuda de canal 4 a los grupos “El Comercio” y “La República”, una vez que José Enrique Crousillat huye luego del derrumbe del fujimorismo en el 2000; dado que Baruch Ivcher tiene un problema similar con sus socios, los hermanos Winter, quienes judicialmente han conseguido en primera instancia el reconocimiento de la ampliación del capital social, cuando detentaban la administración, lo que les permitió hacerse del canal de la avenida San Felipe. Asimismo, el intento de José Enrique Crousillat de querer regresar a canal 4 luego de ser indultado (intento bastante burdo) sería parte de un plan de regreso de los viejos aliados del fujimorismo a controlar los medios de comunicación de cara a las elecciones del 2011.
En el canal 5 (el otrora “canalazo”) ya el hijo de Schütz maneja las riendas de la televisora desde el 2009. Falta ver el desenlace que tendría “la toma” de los canales 2 y 4, con lo que las principales emisoras de señal abierta estarían bajo el control de aliados del fujimorismo que desean volver a los tiempos en que usufructuaban del dinero y del poder.
La estrategia es más o menos similar: se interpone una demanda, casi siempre acogida por un juez “benévolo”, se consigue una resolución judicial, por lo general bajo la forma de una medida cautelar que “adelante” la ejecución de la decisión final, consiguiendo el “beneficiado” con la decisión judicial el ingreso por la puerta grande de la televisora. Todo sazonado con “apoyo” político, económico y mediático, o los tres en el mejor de los casos, como muy probablemente fue con el “indulto humanitario” a José Enrique Crousillat (y que, por la oleada de críticas, motivó que el gobierno lo “deje sin efecto”, trasformándolo en orden de captura al sentirse el presidente de la república “un poco burlado” [sic]).
Precisamente, los indicios apuntan a una “ayuda” del gobierno aprista a los operadores fujimoristas a fin de “ganar a río revuelto” en el 2011. Recordemos que similar “ayuda” ejerció AGP en 1990, a los pocos meses de dejar Palacio, apoyando la candidatura de Alberto Fujimori a fin de neutralizar a su poderoso rival, el Fredemo.
Todos estos líos judiciales-políticos nacen de la débil decisión de Alejandro Toledo cuando asume la presidencia: en vez de cancelar las licencias de los canales envueltos en la corrupción y licitarlos públicamente, prefiere concederlos a amigos cercanos que le deban favores como Genaro Delgado Parker (a través de una sospechosa medida cautelar, ejemplo que quiso seguir Crousillat) o a los grupos El Comercio y La República (que consiguen la administración del canal por medio de la compra de la deuda que ante Indecopi tenía el 4). Lo que sumado al abandono de la lucha anti-corrupción (primero por Toledo y luego por García), propició que muchos prófugos de antaño salgan de sus madrigueras e, incluso, reclamen derechos como José Enrique Crousillat.
En fin, todo apunta a un “resurgimiento” de los operadores fujimoristas a nivel político, judicial y mediático, donde existen fuertes intereses en que el estado de las cosas (y las prebendas que ello conlleva) regresen como era en los años 90. ¿Lo conseguirán?
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
En el canal 5 (el otrora “canalazo”) ya el hijo de Schütz maneja las riendas de la televisora desde el 2009. Falta ver el desenlace que tendría “la toma” de los canales 2 y 4, con lo que las principales emisoras de señal abierta estarían bajo el control de aliados del fujimorismo que desean volver a los tiempos en que usufructuaban del dinero y del poder.
La estrategia es más o menos similar: se interpone una demanda, casi siempre acogida por un juez “benévolo”, se consigue una resolución judicial, por lo general bajo la forma de una medida cautelar que “adelante” la ejecución de la decisión final, consiguiendo el “beneficiado” con la decisión judicial el ingreso por la puerta grande de la televisora. Todo sazonado con “apoyo” político, económico y mediático, o los tres en el mejor de los casos, como muy probablemente fue con el “indulto humanitario” a José Enrique Crousillat (y que, por la oleada de críticas, motivó que el gobierno lo “deje sin efecto”, trasformándolo en orden de captura al sentirse el presidente de la república “un poco burlado” [sic]).
Precisamente, los indicios apuntan a una “ayuda” del gobierno aprista a los operadores fujimoristas a fin de “ganar a río revuelto” en el 2011. Recordemos que similar “ayuda” ejerció AGP en 1990, a los pocos meses de dejar Palacio, apoyando la candidatura de Alberto Fujimori a fin de neutralizar a su poderoso rival, el Fredemo.
Todos estos líos judiciales-políticos nacen de la débil decisión de Alejandro Toledo cuando asume la presidencia: en vez de cancelar las licencias de los canales envueltos en la corrupción y licitarlos públicamente, prefiere concederlos a amigos cercanos que le deban favores como Genaro Delgado Parker (a través de una sospechosa medida cautelar, ejemplo que quiso seguir Crousillat) o a los grupos El Comercio y La República (que consiguen la administración del canal por medio de la compra de la deuda que ante Indecopi tenía el 4). Lo que sumado al abandono de la lucha anti-corrupción (primero por Toledo y luego por García), propició que muchos prófugos de antaño salgan de sus madrigueras e, incluso, reclamen derechos como José Enrique Crousillat.
En fin, todo apunta a un “resurgimiento” de los operadores fujimoristas a nivel político, judicial y mediático, donde existen fuertes intereses en que el estado de las cosas (y las prebendas que ello conlleva) regresen como era en los años 90. ¿Lo conseguirán?
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, March 09, 2010
PATRIMONIO COMPARTIDO
La iniciativa legislativa del congresista Carlos Bruce de permitir que las parejas del mismo sexo tengan un patrimonio compartido es un paso para en un futuro (cercano o lejano, pero irremediable) llegar a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo (en América Latina, México ya modificó su legislación civil para permitir dichas uniones).
La iniciativa no causa tanta resistencia como “el matrimonio gay”, dado que solo toca el aspecto patrimonial, los bienes adquiridos durante la convivencia, algo similar a cuando se consagró en la Constitución de 1979 la “sociedad de gananciales” en las uniones de hecho entre personas de distinto sexo.
Pero, el proyecto adolece de cierta formalidad que lo alejará de las mayorías, en vista que dentro de la solemnidad plantea que el contrato de patrimonio compartido sea elevado a escritura pública, además de publicaciones en diarios de circulación nacional sobre la manifestación de voluntad de celebrar el acuerdo. Socialmente hablando esa formalidad será cumplida solo por las parejas de sectores medios y altos, con cierto nivel de educación y poder adquisitivo, difícilmente parejas de los sectores D o E cumplirán con los requisitos en mención por el costo que conlleva. Algo similar sucedió con las uniones de hecho heterosexuales que para los efectos de las gananciales deben ser reconocidas ante un juez, lo que desincentiva que muchas parejas (sobretodo mujeres) pidan el reconocimiento. El Poder Judicial se caracteriza por procesos largos y tediosos, y por ende costosos, amén de impredecibles y con sentencias contradictorias.
Quizás la norma debió permitir que el reconocimiento sea más sencillo y expeditivo, sin recargar el costo en la parte interesada, como por ejemplo la apertura de un libro especial ante funcionario de la Municipalidad donde tengan domicilio los contratantes, lo cual permitiría establecer una fecha cierta del inicio del patrimonio. O, si se quiere ser demasiado solemne, un formulario con firmas legalizadas ante Notario, cuyo costo sería más accesible a las mayorías.
Habría que pensar también quién lee ahora los avisos legales de los diarios, medida quizás efectiva en tiempos decimonónicos y con escasa población citadina, cuando el principal vehículo de transmisión de las noticias eran precisamente los periódicos, pero no en tiempos de internet y medios electrónicos.
Igualmente debemos tener presente que al proponer una ley se debe tratar que la norma sea asequible a todas las personas en facilidad y costo. Precisamente el costo-beneficio para los interesados al aplicar la norma tiene una regla inexorable (que no es como equivocadamente se cree cuando se presentan las iniciativas legislativas, entendiéndose como el costo que la norma irrogaría al estado): a menor costo de acceso a la norma (en tiempo, facilidad y gasto), el beneficio de esta comprenderá a una mayor cantidad de personas; e inversamente, mientras el costo de acceso sea mayor (como en el caso del presente proyecto de ley al incrementar las barreras de acceso a la legalidad), el beneficio será para un menor número de personas.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
La iniciativa no causa tanta resistencia como “el matrimonio gay”, dado que solo toca el aspecto patrimonial, los bienes adquiridos durante la convivencia, algo similar a cuando se consagró en la Constitución de 1979 la “sociedad de gananciales” en las uniones de hecho entre personas de distinto sexo.
Pero, el proyecto adolece de cierta formalidad que lo alejará de las mayorías, en vista que dentro de la solemnidad plantea que el contrato de patrimonio compartido sea elevado a escritura pública, además de publicaciones en diarios de circulación nacional sobre la manifestación de voluntad de celebrar el acuerdo. Socialmente hablando esa formalidad será cumplida solo por las parejas de sectores medios y altos, con cierto nivel de educación y poder adquisitivo, difícilmente parejas de los sectores D o E cumplirán con los requisitos en mención por el costo que conlleva. Algo similar sucedió con las uniones de hecho heterosexuales que para los efectos de las gananciales deben ser reconocidas ante un juez, lo que desincentiva que muchas parejas (sobretodo mujeres) pidan el reconocimiento. El Poder Judicial se caracteriza por procesos largos y tediosos, y por ende costosos, amén de impredecibles y con sentencias contradictorias.
Quizás la norma debió permitir que el reconocimiento sea más sencillo y expeditivo, sin recargar el costo en la parte interesada, como por ejemplo la apertura de un libro especial ante funcionario de la Municipalidad donde tengan domicilio los contratantes, lo cual permitiría establecer una fecha cierta del inicio del patrimonio. O, si se quiere ser demasiado solemne, un formulario con firmas legalizadas ante Notario, cuyo costo sería más accesible a las mayorías.
Habría que pensar también quién lee ahora los avisos legales de los diarios, medida quizás efectiva en tiempos decimonónicos y con escasa población citadina, cuando el principal vehículo de transmisión de las noticias eran precisamente los periódicos, pero no en tiempos de internet y medios electrónicos.
Igualmente debemos tener presente que al proponer una ley se debe tratar que la norma sea asequible a todas las personas en facilidad y costo. Precisamente el costo-beneficio para los interesados al aplicar la norma tiene una regla inexorable (que no es como equivocadamente se cree cuando se presentan las iniciativas legislativas, entendiéndose como el costo que la norma irrogaría al estado): a menor costo de acceso a la norma (en tiempo, facilidad y gasto), el beneficio de esta comprenderá a una mayor cantidad de personas; e inversamente, mientras el costo de acceso sea mayor (como en el caso del presente proyecto de ley al incrementar las barreras de acceso a la legalidad), el beneficio será para un menor número de personas.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Thursday, March 04, 2010
Cómo defender a los candidatos de la corrupción
Ahora que se viene la época electoral, encontraremos muchos de estos argumentos para defender a candidatos con rabo de paja.
EJJ
Cómo defender a los candidatos de la corrupción
Por Mirko Lauer
° Diga que la asociación de estos candidatos con delitos comprobados puede ser cierta, pero que eso hay que contrapesarlo con su buena gestión. Sugiera además que para realizar cosas en este país uno tiene que saltarse algunas leyes a la garrocha.
° Insista en que la política está llena de personas que han hecho o hacen lo mismo que los candidatos de la corrupción, y que en consecuencia da lo mismo por quién se vota. Concluya en que lo de la corrupción no pasa de ser un argumento político.
° Simplemente dedíquese a la negación radical y afirme que en realidad nada ha sido demostrado nunca, y que la prueba está en que sus candidatos siguen libres. Sugiera luego que el apoyo popular a estos candidatos es una manera de compensar dicha injusticia.
° Haga notar que el Poder Judicial que juzga a los corruptos o la policía que los detiene andan esencialmente en la misma corruptela. A continuación mencione los casos en que estos candidatos acusados han sido exculpados o pasados por alto en el mismo Poder Judicial.
° Señale que existen otras personas mucho más corruptas a las que se les perdona todo, y lance una acusación contra alguien para reforzar el argumento. Puede incluir en el argumento que hay una conspiración antiperuana contra sus candidatos.
° Declare que en una sociedad donde la informalidad campea por encima del 60% no se puede ser 100% estricto. Diga, por ejemplo, que si nos vamos a estar fijando en licencias de conducir o reglas de tránsito, simplemente no podría haber transporte público.
° Échele toda la culpa de los robos de los años 90 a Vladimiro Montesinos, y plantee que sus candidatos asociados a él fueron engañados, y que en esa medida también fueron víctimas de la corrupción.
° Proclame con energía que ya basta de mirar hacia atrás, que ahora lo importante es concentrarse en el futuro. Diga que la democracia precisa la participación de todos, y luego descalifique a un sector de su preferencia.
° Diga que si realmente le llegaran a demostrar que sus candidatos son corruptos, por supuesto que no votaría por ellos. Puede presentar un caso en que eso efectivamente ha sucedido.
° Recuérdele a su interlocutor que los moralizadores en el fondo son los peores corruptos, y a partir de allí despotrique contra los magistrados anticorrupción. Mencione injusticias contra presidentes en la historia del Perú.
° Nunca deje de hacer notar que sus candidatos tienen alta popularidad, aprobación o intención de voto. La conclusión de esto tiene que ser que el pueblo es sabio, y no se deja engañar.
FUENTE: DIARIO LA REPÚBLICA 26.2.10
EJJ
Cómo defender a los candidatos de la corrupción
Por Mirko Lauer
° Diga que la asociación de estos candidatos con delitos comprobados puede ser cierta, pero que eso hay que contrapesarlo con su buena gestión. Sugiera además que para realizar cosas en este país uno tiene que saltarse algunas leyes a la garrocha.
° Insista en que la política está llena de personas que han hecho o hacen lo mismo que los candidatos de la corrupción, y que en consecuencia da lo mismo por quién se vota. Concluya en que lo de la corrupción no pasa de ser un argumento político.
° Simplemente dedíquese a la negación radical y afirme que en realidad nada ha sido demostrado nunca, y que la prueba está en que sus candidatos siguen libres. Sugiera luego que el apoyo popular a estos candidatos es una manera de compensar dicha injusticia.
° Haga notar que el Poder Judicial que juzga a los corruptos o la policía que los detiene andan esencialmente en la misma corruptela. A continuación mencione los casos en que estos candidatos acusados han sido exculpados o pasados por alto en el mismo Poder Judicial.
° Señale que existen otras personas mucho más corruptas a las que se les perdona todo, y lance una acusación contra alguien para reforzar el argumento. Puede incluir en el argumento que hay una conspiración antiperuana contra sus candidatos.
° Declare que en una sociedad donde la informalidad campea por encima del 60% no se puede ser 100% estricto. Diga, por ejemplo, que si nos vamos a estar fijando en licencias de conducir o reglas de tránsito, simplemente no podría haber transporte público.
° Échele toda la culpa de los robos de los años 90 a Vladimiro Montesinos, y plantee que sus candidatos asociados a él fueron engañados, y que en esa medida también fueron víctimas de la corrupción.
° Proclame con energía que ya basta de mirar hacia atrás, que ahora lo importante es concentrarse en el futuro. Diga que la democracia precisa la participación de todos, y luego descalifique a un sector de su preferencia.
° Diga que si realmente le llegaran a demostrar que sus candidatos son corruptos, por supuesto que no votaría por ellos. Puede presentar un caso en que eso efectivamente ha sucedido.
° Recuérdele a su interlocutor que los moralizadores en el fondo son los peores corruptos, y a partir de allí despotrique contra los magistrados anticorrupción. Mencione injusticias contra presidentes en la historia del Perú.
° Nunca deje de hacer notar que sus candidatos tienen alta popularidad, aprobación o intención de voto. La conclusión de esto tiene que ser que el pueblo es sabio, y no se deja engañar.
FUENTE: DIARIO LA REPÚBLICA 26.2.10
Friday, February 26, 2010
Torero o matarife
Pocas son las crónicas que con elegancia y fina ironía pueden desnudar a un personaje. Una de esas es la de César Hildebrandt que dedica a Jaime Bayly y que reproducimos textualmente. La noche del domingo 21 de Febrero fue fatal para el conocido entrevistador. Como bien señala Hildebrandt, Bayly quedó como un vulgar matarife y no el torero que hace verónicas con el toro (Ivcher), mientras este último, viejo y astuto zorro (como dice el dicho “más sabe el diablo…”), daba la autorización para que se trasmita el programa donde lo insultaba grotescamente. Al final Ivcher -amigo y operador de Fujimori y Montesinos antes de la sonada pelea de aquel entonces- parecía un demócrata suizo ejemplar por la tolerancia y la contención, no se bajó al zócalo del escribidor. En fin, si alguien en su sano juicio creía que Bayly podía ser un candidato idóneo a la presidencia, después de leer esta crónica pierda toda esperanza.
EJJ
Torero o matarife
César Hildebrandt
Nadie debe haberse sentido más feliz viendo a Jaime Bayly despeñarse que el propio Baruch Ivcher.
Bayly quizá calculó que su pregrabación iba a ser vetada por la ira de Ivcher. De ese modo el misterio lo absolvería, la censura lo engrandecería y la victimización acompañaría la marcha de su candidatura.
Pero todo fue un mal cálculo. Aconsejado por sus mejores diablos azules, Ivcher le dio paso a una larga diatriba –a ratos divertida, a ratos vulgar, muchas veces lumpen- dirigida al propietario del circo en cuestión y, para usar las palabras de Bayly, a “los monos que le sirven y que se cagan en donde pueden” (o sea Beto Ortiz y un tal Miyashiro).
Y cuando Bayly insultaba, Ivcher –esa gran impostura- renacía. Y cuando Bayly volvía a insultar, desde una histeria maníaca y quejumbrosa, Ivcher se llenaba de vida y de esperanza y marchaba con el tranco resuelto de los muertos vivientes.
¿Quién era el demócrata, entonces? ¿Era Bayly, el insultador; o era Ivcher, el presidente del directorio permisivo y, en este caso, mucho más suizo que israelí?
El demócrata aquella noche fatal no fue Bayly. Bayly fue el lúcido tardío que, después de varios años, se daba cuenta de que Ivcher era un tal por cual (y justo cuando, desde el miércoles pasado, tiene en su bolsillo una oferta de Canal 4 para hacer allí “El francotirador”).
Ivcher no lo censuró y quedó, aunque a algunos nos duela, como un ejemplo de tolerancia.
Fue una noche fatal porque asistimos a un suicidio que se veía venir pero que superó todo lo imaginable en relación a ese arte equívoco de la autodestrucción.
No soy de quienes odian a Bayly. Siempre le guardé aprecio y casi siempre me enternecieron sus primeras locuras y sus apariciones fulgurantes en la tele.
Me dio lástima, eso sí, verlo agusanado en Miami y uribizado en Colombia. Y, antes, en los tiempos de la persecución y el SIN, me dio rabia que su antiFujimorismo fuera mudo y sus silencios explícitos.
No soy lector de sus libros pero sería rácano negar que es un escritor de enorme éxito internacional y un personaje continental de la comunicación.
Dicho esto, tengo que añadir que lo que vi hace dos días ha sido un show sombrío y crepuscular de alguien que, con el nombre de Jaime Bayly, imita al escritor, desfigura al conductor, desacredita al personaje y envilece la propia memoria.
Ese Bayly que vimos carraspeando groserías, inyectadamente temerario, contradiciéndose cada diez minutos, no es el Bayly que una vez apareció en “La Prensa” y en Canal 5 y se convirtió en líder de opinión.
El Bayly que vimos hace días derrapa en la procacidad y es un eco malo de los buenos tiempos.
Pero, sobre todo, es un Bayly que parece no tener ninguna reputación que preservar.
Su capacidad de ser grosero, que llega a tener tintes patológicos, lo que demuestra es un narcisismo con sueños de omnipotencia. Bayly no candidatea a la presidencia: candidatea a ser Dios, un Dios cruel e impune que azota y/o quema a los herejes.
Cuando insultaba a Ivcher de un modo tan rastrero, tan racista, tan xenófobo y tan primario, yo pensaba:
-Este Jaime no sabe hasta dónde ha metido la pata. Cree que es un desplante lo que es una fechoría.
Y el hecho de que Bayly siguiera fingiendo que todo su enojo (divino) se debía a que Beto Ortiz y el tal Miyashiro “habían saqueado la propiedad intelectual” de su amigueta (primero novia, luego íntima, más tarde amiga), me causó la viva impresión de que ese programa estaba siendo transmitido desde una casa de salud y que, en cualquier momento, aparecerían batas blancas, jeringas goteando pócimas sedantes, enfermeros musculosos y dispuestos a dominar al paciente.
¿Alguien puede creer que Jaime se enojó porque dos aviesos colegas de pantalla leyeron párrafos de una novela inédita?
El problema no era ese. Si Jaime recordase, a estas alturas, que es posible decir la verdad diría que lo que de verdad lo molestó no fue la incursión bucanera del dúo Ortiz-Miyashiro sino la espantosa calidad de lo leído, la indigencia literaria del manuscrito en cuestión, el final del juego de un libro que a él se le había ocurrido recomendar antes de que saliera a la venta. Es que Jaime no sólo es Dios: también es Midas –el rey que todo lo que tocaba lo hacía de oro- y la niñata en cuestión era oro en polvo.
Y si Jaime siguiera empeñado en ser honesto –una virtud que tuvo hasta que la televisión lo volvió un monstruo- diría también que todo ese arrebato histriónico, esa furia teatral, eran una manera de darle a su ego –convertido en peleador de sumo- la sobrealimentación de notoriedad y de escándalo que cada día reclama.
A todo esto hay que sumar el asunto de la candidatura, algo que la personalidad escindida de Bayly proclama una noche por la boca y rechaza al día siguiente por la imprenta, algo que ha terminado de perturbar a este personaje complejo que cree que escribir es vomitar y que hace tiempo ya no lucha con sus demonios sino que los obedece.
Ivcher se dio el gusto de propalar en su canal la transmisión radiográfica de Jaime Bayly, la autobiografía hablada de un escritor talentosísimo y de un ser humano ayer entrañable convertido en esa fábrica de agravios, en ese géiser del mal gusto y la incontinencia.
A tanto llegó Bayly que Ortiz y el tal Miyashiro parecieron, por contraste, unos caballeritos vestidos en Gamarra, pundonorosos, subordinados y con el bozal en su sitio.
A tanto llegó que Ivcher, el hombre del cheque discreto de 20 millones de soles entregados por Toledo, pareció víctima de un Hugo Chávez que le hubiese expropiado el canal y lo mandase insultar desde sus propios estudios.
Lo curioso es que Bayly cedió en el único asunto que a Ivcher de veras le importaba: el del dinero.
Porque cuando Bayly se retractó de lo dicho en relación a la deuda tributaria de Ivcher, le dio en la yema del gusto al dueño de la silla en la que estaba sentado.
Y esa indebida concesión –indebida porque la deuda de 54 millones de soles de Ivcher es un asunto que la Sunat mantiene vivo- es la que, al final, quizá explique por qué el propietario de Frecuencia latina propaló lo que Lúcar le había aconsejado no propalar. Total, si el dinero es lo que importa, ¿qué importan algunos adjetivos que el viento y Youtube se llevarán?
El hombre-bomba que explosionó ante nuestros ojos hace unos días era lo que quedaba de Jaime Bayly después de varios años de coquetear con la locura.
Tengo la sensación de que Bayly comenzó su vida pública temiendo que descubrieran su bisexualidad. Cuando la confesó y la vendió como mercancía y la registró como marca, dejó de tener un gran secreto que cuidar. Fue un alivio.
Pero Bayly necesitaba más. Las parejas que hizo desfilar en sus columnas, las infidencias de cama y de camastro que describió con placer, el confeso odio a su padre, el desprecio a buena parte de su familia, sus furias anecdóticas de infancia contra curas y militares, el estilo de autoabominarse para inspirar respeto y compasión, la coprolalia creciente que parece empobrecer su lenguaje y afear su interior, todo eso constituye un cuadro clínico tan evidente y desgarrador que sólo una sociedad enferma como la nuestra pudo pasar por alto y, más bien, aplaudir y fomentar.
Jaime se sintió un torero hace unos días. Pero el mandil ensagrentado, la sierra de motor, los anteojos de mica salpicados de sanguaza, la mirada turbulenta, la decisión gozosa de cortar y trocear, no engañaban. Sus peores enemigos gozaban como cerdos: Bayly había sido –por fin- un matarife más en el viejo camal de Baruch Ivcher.
Y cuando, en su mensaje final, dijo que, en realidad, lo que quería “era quedarse en Canal 2 y reconciliarse con Ivcher” este columnista creyó ver en pantalla un remedo de esos psicópatas que, en las películas B, terminan diciendo que no recuerdan nada y preguntando qué es lo que hicieron y por qué tienen las manos manchadas de sangre.
LA PRIMERA 23.2.10
EJJ
Torero o matarife
César Hildebrandt
Nadie debe haberse sentido más feliz viendo a Jaime Bayly despeñarse que el propio Baruch Ivcher.
Bayly quizá calculó que su pregrabación iba a ser vetada por la ira de Ivcher. De ese modo el misterio lo absolvería, la censura lo engrandecería y la victimización acompañaría la marcha de su candidatura.
Pero todo fue un mal cálculo. Aconsejado por sus mejores diablos azules, Ivcher le dio paso a una larga diatriba –a ratos divertida, a ratos vulgar, muchas veces lumpen- dirigida al propietario del circo en cuestión y, para usar las palabras de Bayly, a “los monos que le sirven y que se cagan en donde pueden” (o sea Beto Ortiz y un tal Miyashiro).
Y cuando Bayly insultaba, Ivcher –esa gran impostura- renacía. Y cuando Bayly volvía a insultar, desde una histeria maníaca y quejumbrosa, Ivcher se llenaba de vida y de esperanza y marchaba con el tranco resuelto de los muertos vivientes.
¿Quién era el demócrata, entonces? ¿Era Bayly, el insultador; o era Ivcher, el presidente del directorio permisivo y, en este caso, mucho más suizo que israelí?
El demócrata aquella noche fatal no fue Bayly. Bayly fue el lúcido tardío que, después de varios años, se daba cuenta de que Ivcher era un tal por cual (y justo cuando, desde el miércoles pasado, tiene en su bolsillo una oferta de Canal 4 para hacer allí “El francotirador”).
Ivcher no lo censuró y quedó, aunque a algunos nos duela, como un ejemplo de tolerancia.
Fue una noche fatal porque asistimos a un suicidio que se veía venir pero que superó todo lo imaginable en relación a ese arte equívoco de la autodestrucción.
No soy de quienes odian a Bayly. Siempre le guardé aprecio y casi siempre me enternecieron sus primeras locuras y sus apariciones fulgurantes en la tele.
Me dio lástima, eso sí, verlo agusanado en Miami y uribizado en Colombia. Y, antes, en los tiempos de la persecución y el SIN, me dio rabia que su antiFujimorismo fuera mudo y sus silencios explícitos.
No soy lector de sus libros pero sería rácano negar que es un escritor de enorme éxito internacional y un personaje continental de la comunicación.
Dicho esto, tengo que añadir que lo que vi hace dos días ha sido un show sombrío y crepuscular de alguien que, con el nombre de Jaime Bayly, imita al escritor, desfigura al conductor, desacredita al personaje y envilece la propia memoria.
Ese Bayly que vimos carraspeando groserías, inyectadamente temerario, contradiciéndose cada diez minutos, no es el Bayly que una vez apareció en “La Prensa” y en Canal 5 y se convirtió en líder de opinión.
El Bayly que vimos hace días derrapa en la procacidad y es un eco malo de los buenos tiempos.
Pero, sobre todo, es un Bayly que parece no tener ninguna reputación que preservar.
Su capacidad de ser grosero, que llega a tener tintes patológicos, lo que demuestra es un narcisismo con sueños de omnipotencia. Bayly no candidatea a la presidencia: candidatea a ser Dios, un Dios cruel e impune que azota y/o quema a los herejes.
Cuando insultaba a Ivcher de un modo tan rastrero, tan racista, tan xenófobo y tan primario, yo pensaba:
-Este Jaime no sabe hasta dónde ha metido la pata. Cree que es un desplante lo que es una fechoría.
Y el hecho de que Bayly siguiera fingiendo que todo su enojo (divino) se debía a que Beto Ortiz y el tal Miyashiro “habían saqueado la propiedad intelectual” de su amigueta (primero novia, luego íntima, más tarde amiga), me causó la viva impresión de que ese programa estaba siendo transmitido desde una casa de salud y que, en cualquier momento, aparecerían batas blancas, jeringas goteando pócimas sedantes, enfermeros musculosos y dispuestos a dominar al paciente.
¿Alguien puede creer que Jaime se enojó porque dos aviesos colegas de pantalla leyeron párrafos de una novela inédita?
El problema no era ese. Si Jaime recordase, a estas alturas, que es posible decir la verdad diría que lo que de verdad lo molestó no fue la incursión bucanera del dúo Ortiz-Miyashiro sino la espantosa calidad de lo leído, la indigencia literaria del manuscrito en cuestión, el final del juego de un libro que a él se le había ocurrido recomendar antes de que saliera a la venta. Es que Jaime no sólo es Dios: también es Midas –el rey que todo lo que tocaba lo hacía de oro- y la niñata en cuestión era oro en polvo.
Y si Jaime siguiera empeñado en ser honesto –una virtud que tuvo hasta que la televisión lo volvió un monstruo- diría también que todo ese arrebato histriónico, esa furia teatral, eran una manera de darle a su ego –convertido en peleador de sumo- la sobrealimentación de notoriedad y de escándalo que cada día reclama.
A todo esto hay que sumar el asunto de la candidatura, algo que la personalidad escindida de Bayly proclama una noche por la boca y rechaza al día siguiente por la imprenta, algo que ha terminado de perturbar a este personaje complejo que cree que escribir es vomitar y que hace tiempo ya no lucha con sus demonios sino que los obedece.
Ivcher se dio el gusto de propalar en su canal la transmisión radiográfica de Jaime Bayly, la autobiografía hablada de un escritor talentosísimo y de un ser humano ayer entrañable convertido en esa fábrica de agravios, en ese géiser del mal gusto y la incontinencia.
A tanto llegó Bayly que Ortiz y el tal Miyashiro parecieron, por contraste, unos caballeritos vestidos en Gamarra, pundonorosos, subordinados y con el bozal en su sitio.
A tanto llegó que Ivcher, el hombre del cheque discreto de 20 millones de soles entregados por Toledo, pareció víctima de un Hugo Chávez que le hubiese expropiado el canal y lo mandase insultar desde sus propios estudios.
Lo curioso es que Bayly cedió en el único asunto que a Ivcher de veras le importaba: el del dinero.
Porque cuando Bayly se retractó de lo dicho en relación a la deuda tributaria de Ivcher, le dio en la yema del gusto al dueño de la silla en la que estaba sentado.
Y esa indebida concesión –indebida porque la deuda de 54 millones de soles de Ivcher es un asunto que la Sunat mantiene vivo- es la que, al final, quizá explique por qué el propietario de Frecuencia latina propaló lo que Lúcar le había aconsejado no propalar. Total, si el dinero es lo que importa, ¿qué importan algunos adjetivos que el viento y Youtube se llevarán?
El hombre-bomba que explosionó ante nuestros ojos hace unos días era lo que quedaba de Jaime Bayly después de varios años de coquetear con la locura.
Tengo la sensación de que Bayly comenzó su vida pública temiendo que descubrieran su bisexualidad. Cuando la confesó y la vendió como mercancía y la registró como marca, dejó de tener un gran secreto que cuidar. Fue un alivio.
Pero Bayly necesitaba más. Las parejas que hizo desfilar en sus columnas, las infidencias de cama y de camastro que describió con placer, el confeso odio a su padre, el desprecio a buena parte de su familia, sus furias anecdóticas de infancia contra curas y militares, el estilo de autoabominarse para inspirar respeto y compasión, la coprolalia creciente que parece empobrecer su lenguaje y afear su interior, todo eso constituye un cuadro clínico tan evidente y desgarrador que sólo una sociedad enferma como la nuestra pudo pasar por alto y, más bien, aplaudir y fomentar.
Jaime se sintió un torero hace unos días. Pero el mandil ensagrentado, la sierra de motor, los anteojos de mica salpicados de sanguaza, la mirada turbulenta, la decisión gozosa de cortar y trocear, no engañaban. Sus peores enemigos gozaban como cerdos: Bayly había sido –por fin- un matarife más en el viejo camal de Baruch Ivcher.
Y cuando, en su mensaje final, dijo que, en realidad, lo que quería “era quedarse en Canal 2 y reconciliarse con Ivcher” este columnista creyó ver en pantalla un remedo de esos psicópatas que, en las películas B, terminan diciendo que no recuerdan nada y preguntando qué es lo que hicieron y por qué tienen las manos manchadas de sangre.
LA PRIMERA 23.2.10
Tuesday, February 23, 2010
HORRORES ORTOGRÁFICOS
La denuncia del congresista nacionalista Pedro Santos sobre errores ortográficos en textos escolares distribuidos por el Ministerio de Educación es un baldón más al maltrato del idioma.
El hecho no es nuevo, solo que se ha agudizado en los últimos años y lo que llama la atención esta vez fue que no se salvaron ni los textos oficiales. El descuido en el uso del idioma se produce en todos los niveles sociales y profesionales. Ni siquiera el decano de la prensa nacional se salva, basta que se revise algunas de sus páginas para tropezar con más de un error en la ortografía o en la sintaxis.
Los alumnos que usen esos textos, aparte que vienen con una deficiencia del hogar en el manejo del lenguaje, por añadidura creerán, ahora de buena fe, que “áerea” (sic) se escribe con tilde en la a, o “guion” es huérfana de toda tilde, para no mencionar “absorven” (sic) en el más crudo liberalismo ortográfico. Ya no hablemos de los pobres profesores, que sus neuronas estarán más confundidas de lo que comúnmente están en estas cosas del lenguaje. De repente muchos maestros encontrarán su justificación aortográfica en los dichosos textos.
En colmo de males, los libros cuestionados fueron impresos en Chile, por lo que si uno se pone a sospechar en plan malicioso podría pensar que hasta fueron premeditados los “horrores ortográficos” por nuestro querido vecino del sur, a fin que nuestra niñez salga más rebuzna de lo que usualmente sale de las aulas. Pero, aparte de las suspicacias e ironías, lo que llama la atención es que textos escolares peruanos fueran impresos en otro país, quitándole así las posibilidades de trabajo a los connacionales, más en períodos de crisis externa como el que ocurrió el año pasado. Para terminar, una pregunta obvia e ingenua: ¿los chilenos, ecuatorianos o colombianos habrían impreso sus textos escolares en nuestro país?
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
El hecho no es nuevo, solo que se ha agudizado en los últimos años y lo que llama la atención esta vez fue que no se salvaron ni los textos oficiales. El descuido en el uso del idioma se produce en todos los niveles sociales y profesionales. Ni siquiera el decano de la prensa nacional se salva, basta que se revise algunas de sus páginas para tropezar con más de un error en la ortografía o en la sintaxis.
Los alumnos que usen esos textos, aparte que vienen con una deficiencia del hogar en el manejo del lenguaje, por añadidura creerán, ahora de buena fe, que “áerea” (sic) se escribe con tilde en la a, o “guion” es huérfana de toda tilde, para no mencionar “absorven” (sic) en el más crudo liberalismo ortográfico. Ya no hablemos de los pobres profesores, que sus neuronas estarán más confundidas de lo que comúnmente están en estas cosas del lenguaje. De repente muchos maestros encontrarán su justificación aortográfica en los dichosos textos.
En colmo de males, los libros cuestionados fueron impresos en Chile, por lo que si uno se pone a sospechar en plan malicioso podría pensar que hasta fueron premeditados los “horrores ortográficos” por nuestro querido vecino del sur, a fin que nuestra niñez salga más rebuzna de lo que usualmente sale de las aulas. Pero, aparte de las suspicacias e ironías, lo que llama la atención es que textos escolares peruanos fueran impresos en otro país, quitándole así las posibilidades de trabajo a los connacionales, más en períodos de crisis externa como el que ocurrió el año pasado. Para terminar, una pregunta obvia e ingenua: ¿los chilenos, ecuatorianos o colombianos habrían impreso sus textos escolares en nuestro país?
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, February 17, 2010
MANDELA Y EL PERDÓN DEL ENEMIGO
Reconozco que no soy fiel seguidor de Mandela, ni de su inspirador, Gandhi, y el pacifismo de ofrecer la otra mejilla (y soy conciente también que no es políticamente correcto decirlo, menos en esta fecha de aniversario); aunque, como hombre, es admirable el gesto del perdón del enemigo que lo tuvo cerca de treinta años en prisión. Esa experiencia de enclaustramiento en una celda pequeñísima fue vital para el líder africano, trasmutó todo el odio y rencor natural que se puede sentir contra “el otro”, en la política de inclusión de quienes le hicieron purgar una larga condena, decisión nada fácil que, por cierto, tuvo un alto costo político dentro de su partido, que con mucho esfuerzo acató lo que él propuso. Su visión de nación fue total, no parcializada, visión que lo elevó a nivel de estadista.
Pero, colocarlo como un “santo laico”, abstrayendo de la realidad esos ideales inclusivos y de perdón, sería distorsionar el sentido de las cosas. La política de reconciliación nacional de Mandela también fue una estrategia política efectiva cuando llegó al poder. De haber segregado a la minoría blanca, se quedaba sin cuadros técnicos preparados dentro del estado y en el aparato productivo de la sociedad, lo que habría llevado al colapso a Sudáfrica, y en el frente internacional ese “apartheid al revés” habría sufrido la condena de muchas naciones, como la sufrió cuando fue la segregación racial de la mayoría negra, así como habría ahuyentado las inversiones extranjeras en una época (los años noventa) en que se iniciaba la globalización económica. Por eso no fue mero idealismo el de Mandela como actualmente se pinta, ni sólo se inspiró en valores abstractos al plantear la inclusión del enemigo en su gobierno. Su actitud es encomiástica, eso está fuera de toda duda, pero tuvo un sustento pragmático al ejecutarla. Ese aspecto no hay que olvidarlo ahora que se han escrito toneladas de toneladas de panegíricos acerca del líder sudafricano. Por ello también es que el “ejemplo Mandela” no puede ser replicado ciegamente sin tomar en cuenta el contexto histórico de cada país.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Pero, colocarlo como un “santo laico”, abstrayendo de la realidad esos ideales inclusivos y de perdón, sería distorsionar el sentido de las cosas. La política de reconciliación nacional de Mandela también fue una estrategia política efectiva cuando llegó al poder. De haber segregado a la minoría blanca, se quedaba sin cuadros técnicos preparados dentro del estado y en el aparato productivo de la sociedad, lo que habría llevado al colapso a Sudáfrica, y en el frente internacional ese “apartheid al revés” habría sufrido la condena de muchas naciones, como la sufrió cuando fue la segregación racial de la mayoría negra, así como habría ahuyentado las inversiones extranjeras en una época (los años noventa) en que se iniciaba la globalización económica. Por eso no fue mero idealismo el de Mandela como actualmente se pinta, ni sólo se inspiró en valores abstractos al plantear la inclusión del enemigo en su gobierno. Su actitud es encomiástica, eso está fuera de toda duda, pero tuvo un sustento pragmático al ejecutarla. Ese aspecto no hay que olvidarlo ahora que se han escrito toneladas de toneladas de panegíricos acerca del líder sudafricano. Por ello también es que el “ejemplo Mandela” no puede ser replicado ciegamente sin tomar en cuenta el contexto histórico de cada país.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, February 09, 2010
MEDICINA TRADICIONAL
Sí, la medicina que cura con plantas, barro o pasándole un animal por el cuerpo. El proyecto presentado el año pasado por la congresista Hilaria Supa (la misma que fue ridiculizada por un periódico capitalino al fotografiar sus fallas ortográficas) causó controversias dentro del gremio médico y fuera de él, desde aquellos que vociferaban que se iba a institucionalizar la brujería y el diagnóstico y cura de un cáncer o el SIDA por medio de las hojas de coca o pasándole el cuy, hasta los que ven con respeto y humildad las bondades de la medicina tradicional, entre ellos, muchos médicos reputados en su oficio (no los del Sabogal que por cualquier cosa te cortan una pierna o un brazo).
Estoy muy lejos de hacerme tratar por un “brujo” de caer enfermo. Prefiero mil veces un buen médico que un chamán; pero no puedo negar que la medicina tradicional tiene orígenes y abolengo milenario en mi país y que en otros más occidentalizados y europeos ya se le ve con respeto: existen enfermedades que no puede curar la medicina que conocemos, lo que pomposamente se denomina “ciencia médica” y un sencillo brujo sí lo hace, incluyendo enfermedades mentales; y, ya no hablemos del “milagro” de curar con las manos como Cristo o de la sanación por la palabra, eso sería herejía pura.
Claro, hay mucho de sugestión, de creer el paciente en que el procedimiento lo curará y eso ayuda bastante. La relación mente-cuerpo ya la conocían los antiguos y muy bien. Pero, el proyecto de ley de la congresista Supa tenía interés en incorporar a los practicantes de esa medicina ancestral a los órganos oficiales, al “establishment” médico, a través de un Registro Nacional de Agentes de Medicina Tradicional, lo cual era bueno, ya que iba a ayudar a separar a los charlatanes, aquellos que con sebo de culebra te ofrecen curarte de todo, de los que practican con seriedad la medicina tradicional. Era un paso, y muy importante, de incorporación a los cánones oficiales de esta medicina milenaria, relegada hasta hace muy poco para aquellos que no podían acceder a un médico, a un centro de salud, o que eran considerados sencillamente como “ignorantes”.
La próxima vez que concurra al policlínico de mi gremio de repente me atenderá un “doctor” vestido con un poncho y tocado con un sombrero de alas anchas, que con aire circunspecto me revisará y me dará algún brebaje para mi mal, no creo que me pase el cuy o me someta a una sesión de ayahuasca, pero quizás su pócima sea tan buena o mejor que las pastillas que tomamos para cualquier cosa en esta época donde el hombre ya no soporta el dolor, ni la enfermedad y menos la muerte.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Estoy muy lejos de hacerme tratar por un “brujo” de caer enfermo. Prefiero mil veces un buen médico que un chamán; pero no puedo negar que la medicina tradicional tiene orígenes y abolengo milenario en mi país y que en otros más occidentalizados y europeos ya se le ve con respeto: existen enfermedades que no puede curar la medicina que conocemos, lo que pomposamente se denomina “ciencia médica” y un sencillo brujo sí lo hace, incluyendo enfermedades mentales; y, ya no hablemos del “milagro” de curar con las manos como Cristo o de la sanación por la palabra, eso sería herejía pura.
Claro, hay mucho de sugestión, de creer el paciente en que el procedimiento lo curará y eso ayuda bastante. La relación mente-cuerpo ya la conocían los antiguos y muy bien. Pero, el proyecto de ley de la congresista Supa tenía interés en incorporar a los practicantes de esa medicina ancestral a los órganos oficiales, al “establishment” médico, a través de un Registro Nacional de Agentes de Medicina Tradicional, lo cual era bueno, ya que iba a ayudar a separar a los charlatanes, aquellos que con sebo de culebra te ofrecen curarte de todo, de los que practican con seriedad la medicina tradicional. Era un paso, y muy importante, de incorporación a los cánones oficiales de esta medicina milenaria, relegada hasta hace muy poco para aquellos que no podían acceder a un médico, a un centro de salud, o que eran considerados sencillamente como “ignorantes”.
La próxima vez que concurra al policlínico de mi gremio de repente me atenderá un “doctor” vestido con un poncho y tocado con un sombrero de alas anchas, que con aire circunspecto me revisará y me dará algún brebaje para mi mal, no creo que me pase el cuy o me someta a una sesión de ayahuasca, pero quizás su pócima sea tan buena o mejor que las pastillas que tomamos para cualquier cosa en esta época donde el hombre ya no soporta el dolor, ni la enfermedad y menos la muerte.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, February 02, 2010
DROGAS: UNA GUERRA PERDIDA
Así lo manifestaron en un sincero y desgarrador documento, un grupo de ex presidentes que propiciaron un estudio a fin de analizar el problema de las drogas*.
El estudio es bastante sereno y frío en sus conclusiones. Plantea que la estrategia represiva ha fracasado rotundamente y, lo peor de todo, es que no se quiere reconocer ese fracaso a nivel oficial, continuándose perniciosamente con el modelo.
A renglón seguido plantea que se debe atacar el problema no solo en la “oferta exportable” de los países productores, sino también en la demanda de los países consumidores, principalmente Estados Unidos de Norteamérica y la Unión Europea. Pero, también plantea soluciones audaces como legalizar el consumo de marihuana, situación que, de facto, se produce en muchas ciudades de Norteamérica y Europa, utilizar métodos de prevención con el consumidor, colocando a las drogas como un asunto de salud pública, y focalizando las estrategias represivas en la lucha contra el crimen organizado y los efectos perniciosos que conlleva en la corrupción de las instituciones del estado, control de territorios y población, tráfico de armas, y –algo todavía tabú para quienes siguen la política netamente represiva- dejar de “satanizar” el uso lícito de plantas ancestrales como la hoja de coca.
En Traffic (2000), la contundente película de Steven Soderbergh, la lucha contra las drogas tiene la sensación de una guerra perdida, como que van avanzando a pasos gigantes los carteles del narcotráfico en desmedro de “los cruzados” contra el crimen, por más buena voluntad y empeño que ponen en la causa parece una guerra perdida. Ojalá no sea demasiado tarde para cambiar las políticas en la lucha contra las drogas y que la guerra no sea una guerra pérdida.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
* Los ex presidentes fueron: Fernando Enrique Cardoso (Brasil), César Gaviria (Colombia) y Ernesto Zedillo (México).
El estudio es bastante sereno y frío en sus conclusiones. Plantea que la estrategia represiva ha fracasado rotundamente y, lo peor de todo, es que no se quiere reconocer ese fracaso a nivel oficial, continuándose perniciosamente con el modelo.
A renglón seguido plantea que se debe atacar el problema no solo en la “oferta exportable” de los países productores, sino también en la demanda de los países consumidores, principalmente Estados Unidos de Norteamérica y la Unión Europea. Pero, también plantea soluciones audaces como legalizar el consumo de marihuana, situación que, de facto, se produce en muchas ciudades de Norteamérica y Europa, utilizar métodos de prevención con el consumidor, colocando a las drogas como un asunto de salud pública, y focalizando las estrategias represivas en la lucha contra el crimen organizado y los efectos perniciosos que conlleva en la corrupción de las instituciones del estado, control de territorios y población, tráfico de armas, y –algo todavía tabú para quienes siguen la política netamente represiva- dejar de “satanizar” el uso lícito de plantas ancestrales como la hoja de coca.
En Traffic (2000), la contundente película de Steven Soderbergh, la lucha contra las drogas tiene la sensación de una guerra perdida, como que van avanzando a pasos gigantes los carteles del narcotráfico en desmedro de “los cruzados” contra el crimen, por más buena voluntad y empeño que ponen en la causa parece una guerra perdida. Ojalá no sea demasiado tarde para cambiar las políticas en la lucha contra las drogas y que la guerra no sea una guerra pérdida.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
* Los ex presidentes fueron: Fernando Enrique Cardoso (Brasil), César Gaviria (Colombia) y Ernesto Zedillo (México).
Thursday, January 21, 2010
CHILE: LA SEGUNDA PARTE
Si ensayamos la ucronía (aquello que pudo suceder, pero no sucedió) a las recientes elecciones presidenciales chilenas, podemos arriesgar a pensar que si en vez de Eduardo Frei el candidato de la Concertación hubiese sido Marco Enríquez-Ominami, quizás esta alianza política continuaría en el poder. Eduardo Frei (elegido “a dedo” por las cúpulas dirigenciales) no pudo competir con el carismático Piñera. La “llegada” del candidato a sus electores influye bastante en la decisión, y Frei, la verdad, más representaba el cansancio, la repetición de veinte años de gobierno demo-socialista, que una ráfaga de aire renovador, a pesar que Michelle Bachelet quiso endosarle su carisma (es el único mandatario en Sur América que deja el cargo con más de 80% de aprobación).
Pero la elección de Piñera también es signo de “liberación” del miedo a la derecha luego de la sangrienta dictadura de Pinochet. Significa “exorcizar fantasmas”, algo similar a lo que hicieron los españoles cuando eligieron a Aznar y a cuadros de la derecha española “post Franco” luego de años de gobierno socialista (igualmente fatigado en el ejercicio del poder). Eso es importante, enfrentar como sociedad un pasado traumático y signo que para las nuevas generaciones lo de Pinochet es más historia que vivencia real. Son otros tiempos y otras mentalidades, hecho que aquellos que vivieron en carne propia la dictadura obviaron en su estrategia electoral.
También significa una reflexión de la Concertación, ya fuera del poder, de lo que hizo bien (que es bastante), lo que le faltó hacer y lo que hizo mal o regular. Es sincerarse consigo mismo ahora que está lejos del gobierno, iniciar la autocrítica necesaria, “agiornarse” para seguir adelante; incluso evaluar si se mantiene la alianza centro izquierdista entre la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, o decidir si cada uno va por caminos distintos. No solo están los reproches de la DC por “el divisionismo” de candidaturas entre los socialistas (en clara alusión a Enríquez-Ominami), sino que Piñera “jalará” por estrategia a muchos cuadros y simpatizantes del ala conservadora de los democristianos que no estaban muy de acuerdo con la continuación de la Concertación, por lo que la alianza necesariamente deberá replantearse.
Por el lado de los socialistas, se dice que preparan un regreso de la Bachelet, precisamente por su alta aprobación, otros hablan de un retorno de Ricardo Lagos, cuyo gobierno fue quizás el mejor en los veinte años de la alianza; aunque es prematuro hablar de nombres y sería bueno que comiencen a pensar en un relevo generacional que en viejos rostros, por más que acrediten una excelente performance.
A nivel internacional significa que el país con mayor estabilidad política y sólidas instituciones en la región gira a la derecha, por lo que en el Pacífico Sur, los tres países más importantes: Colombia, Perú y Chile tendrán gobiernos de centro o centro derecha, ejerciendo un contrapeso político a los países “chavistas”. Eso hará que Chávez propicie una “cuña” en Perú para las presidenciales que se vienen en nuestro país el 2011, subvencionando a un candidato nacionalista títere, sea Ollanta Humala o cualquier otro. La geopolítica se impone como juego.
En las relaciones con Estados Unidos significa una mayor coincidencia con la política externa de Washington, poniendo nuestro vecino del sur un énfasis mayor en el rol de “gendarme” en la región –a lo cual va dirigido su armamentismo-, papel que desde hace algún tiempo practica o aspira a practicar a fin de convertirse en el socio privilegiado de Norteamérica.
En el plano local, la elección de Piñera no significa que la política exterior chilena cambie con respecto a nosotros. No nos hagamos ilusiones, la política mapocha es una sola al margen del gobierno de turno. Lo que sí es probable es el mayor acento en las inversiones y lazos empresariales, apurar tratados de comercio y un pragmatismo económico que no se vea alterado por eventos políticos o judiciales, como el juicio en La Haya que correrá en paralelo y que posiblemente concluya cuando Piñera esté dejando el Palacio de la Moneda. Chile seguirá armándose y Perú deberá abrir bien los ojos, sin caer en chauvinismos pero tampoco en ingenuidades.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Pero la elección de Piñera también es signo de “liberación” del miedo a la derecha luego de la sangrienta dictadura de Pinochet. Significa “exorcizar fantasmas”, algo similar a lo que hicieron los españoles cuando eligieron a Aznar y a cuadros de la derecha española “post Franco” luego de años de gobierno socialista (igualmente fatigado en el ejercicio del poder). Eso es importante, enfrentar como sociedad un pasado traumático y signo que para las nuevas generaciones lo de Pinochet es más historia que vivencia real. Son otros tiempos y otras mentalidades, hecho que aquellos que vivieron en carne propia la dictadura obviaron en su estrategia electoral.
También significa una reflexión de la Concertación, ya fuera del poder, de lo que hizo bien (que es bastante), lo que le faltó hacer y lo que hizo mal o regular. Es sincerarse consigo mismo ahora que está lejos del gobierno, iniciar la autocrítica necesaria, “agiornarse” para seguir adelante; incluso evaluar si se mantiene la alianza centro izquierdista entre la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, o decidir si cada uno va por caminos distintos. No solo están los reproches de la DC por “el divisionismo” de candidaturas entre los socialistas (en clara alusión a Enríquez-Ominami), sino que Piñera “jalará” por estrategia a muchos cuadros y simpatizantes del ala conservadora de los democristianos que no estaban muy de acuerdo con la continuación de la Concertación, por lo que la alianza necesariamente deberá replantearse.
Por el lado de los socialistas, se dice que preparan un regreso de la Bachelet, precisamente por su alta aprobación, otros hablan de un retorno de Ricardo Lagos, cuyo gobierno fue quizás el mejor en los veinte años de la alianza; aunque es prematuro hablar de nombres y sería bueno que comiencen a pensar en un relevo generacional que en viejos rostros, por más que acrediten una excelente performance.
A nivel internacional significa que el país con mayor estabilidad política y sólidas instituciones en la región gira a la derecha, por lo que en el Pacífico Sur, los tres países más importantes: Colombia, Perú y Chile tendrán gobiernos de centro o centro derecha, ejerciendo un contrapeso político a los países “chavistas”. Eso hará que Chávez propicie una “cuña” en Perú para las presidenciales que se vienen en nuestro país el 2011, subvencionando a un candidato nacionalista títere, sea Ollanta Humala o cualquier otro. La geopolítica se impone como juego.
En las relaciones con Estados Unidos significa una mayor coincidencia con la política externa de Washington, poniendo nuestro vecino del sur un énfasis mayor en el rol de “gendarme” en la región –a lo cual va dirigido su armamentismo-, papel que desde hace algún tiempo practica o aspira a practicar a fin de convertirse en el socio privilegiado de Norteamérica.
En el plano local, la elección de Piñera no significa que la política exterior chilena cambie con respecto a nosotros. No nos hagamos ilusiones, la política mapocha es una sola al margen del gobierno de turno. Lo que sí es probable es el mayor acento en las inversiones y lazos empresariales, apurar tratados de comercio y un pragmatismo económico que no se vea alterado por eventos políticos o judiciales, como el juicio en La Haya que correrá en paralelo y que posiblemente concluya cuando Piñera esté dejando el Palacio de la Moneda. Chile seguirá armándose y Perú deberá abrir bien los ojos, sin caer en chauvinismos pero tampoco en ingenuidades.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Monday, January 18, 2010
DEVALUACIÓN CHAVISTA: LOS LÍMITES DEL MODELO
Es paradójica la situación de Venezuela: teniendo un mar de petróleo, la pobreza y la carencia de servicios básicos es notoria. O, de repente, por “la maldición” del petróleo viene todo lo demás, incluyendo el proyecto autoritario de Hugo Chávez.
La devaluación del bolívar no solo significa la necesaria liquidez a la que debe recurrir el autócrata del Caribe para afrontar un año electoral difícil, sino también los límites de su modelo, “el socialismo del siglo XXI” (que un candidato en Perú quiso emular en el 2006). La crisis económica, la crisis energética, la inflación galopante, aunado a la creciente corrupción gubernamental (con una casta de nuevos ricos denominados los “boliburgueses”), demuestra que el proyecto chavista se basa en una sola palabra: populismo, traducido en control de precios y tipo de cambio, así como subsidios económicos que le reportan una clientela política leal, cuyo interés no es que salgan de la pobreza, sino se mantengan en ella con un asistencialismo masivo, mero paliativo a su situación. Por eso los índices de pobreza en Venezuela ni siquiera se han mantenido, sino han empeorado; lo que aunado al clima político represivo a toda oposición, la delincuencia, inseguridad y violencia generalizada que se vive en las urbes, y el control de los medios de comunicación (algo que la OEA no ve tan bien como otras cosas), está generando una caldera que tarde o temprano explotará.
Y, el clima político, social y económico se seguirá enrareciendo. No es necesario ser adivino para augurar que tarde o temprano estallará en una crisis. Nosotros, en Perú, conocemos el libreto: hace veinte años atrás Alan García, en su primer gobierno, aplicó la misma receta: control de precios, “dólar MUC”, mercantilismo y corrupción generalizada, receta gracias a la cual casi desaparecemos como nación y por lo que su primer quinquenio es considerado el peor de la historia republicana o por lo menos la del siglo XX. Por eso los peruanos conocemos en carne propia como termina “la magia” del populismo ahora chavista: más pobreza, más ricos que ganan a río revuelto y más corrupción.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
La devaluación del bolívar no solo significa la necesaria liquidez a la que debe recurrir el autócrata del Caribe para afrontar un año electoral difícil, sino también los límites de su modelo, “el socialismo del siglo XXI” (que un candidato en Perú quiso emular en el 2006). La crisis económica, la crisis energética, la inflación galopante, aunado a la creciente corrupción gubernamental (con una casta de nuevos ricos denominados los “boliburgueses”), demuestra que el proyecto chavista se basa en una sola palabra: populismo, traducido en control de precios y tipo de cambio, así como subsidios económicos que le reportan una clientela política leal, cuyo interés no es que salgan de la pobreza, sino se mantengan en ella con un asistencialismo masivo, mero paliativo a su situación. Por eso los índices de pobreza en Venezuela ni siquiera se han mantenido, sino han empeorado; lo que aunado al clima político represivo a toda oposición, la delincuencia, inseguridad y violencia generalizada que se vive en las urbes, y el control de los medios de comunicación (algo que la OEA no ve tan bien como otras cosas), está generando una caldera que tarde o temprano explotará.
Y, el clima político, social y económico se seguirá enrareciendo. No es necesario ser adivino para augurar que tarde o temprano estallará en una crisis. Nosotros, en Perú, conocemos el libreto: hace veinte años atrás Alan García, en su primer gobierno, aplicó la misma receta: control de precios, “dólar MUC”, mercantilismo y corrupción generalizada, receta gracias a la cual casi desaparecemos como nación y por lo que su primer quinquenio es considerado el peor de la historia republicana o por lo menos la del siglo XX. Por eso los peruanos conocemos en carne propia como termina “la magia” del populismo ahora chavista: más pobreza, más ricos que ganan a río revuelto y más corrupción.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, January 12, 2010
CRISTINA FERNÁNDEZ CESÓ POR DECRETO AL PRESIDENTE DEL BANCO CENTRAL ARGENTINO
(Como telón de fondo el tango “Mi Buenos Aires querido” interpretado por el gran Carlitos)
Digno de “una república bananera”, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner destituyó por decreto al presidente del Banco Central argentino por negarse a entregar parte de las reservas al Ejecutivo, “préstamo” ascendente a la suma de US$ 6,500 millones de dólares para pagar deudas contraídas (eufemísticamente se le puso el nombre de “Fondo del Bicentenario para el desendeudamiento –sic- y la estabilidad”). Como si se tratase de “su chacra”, al negarse el presidente del Banco Central, Hernán Martín Pérez Redrado, a entregar la suma exigida lo destituyó “muy a su pesar”.
Las reservas monetarias de un país son como el ahorro de una familia. Imagine usted, amigo lector, comience a echar mano a sus ahorros o al “chanchito” familiar para pagar los recibos de agua, luz o teléfono, y cuando se acaben recurre a las alhajas y hasta la bacinica de plata que dejó la abuela. Algo anda mal en su economía, ¿no? Igual sucede en una nación que comienza a recurrir desesperadamente a las reservas solo para pagar deudas.
El hecho ha suscitado secuelas y roces políticos y judiciales, dado que la oposición por un lado ha encontrado un buen pretexto para atacar al oficialismo y, posiblemente, derogar el decreto en el Congreso; mientras que el destituido ex presidente recurrió al Poder Judicial interponiendo una acción de nulidad contra la norma que lo destituye por su manifiesta inconstitucionalidad, habiendo conseguido una medida cautelar a fin que quede en suspenso sus efectos hasta que se resuelva la cuestión principal; lo que motivó que el jefe del gabinete de la presidenta Kirchner califique como “payasada” la resolución admisoria de la medida y, en franca actitud prepotente e intimidatoria, típica del matón de barrio, ordene a efectivos policiales el seguimiento de la magistrada que se aboca al caso (el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, es el mismo que se jactaba hace poco de dar instrucciones a la Policía Federal para desobedecer una orden impartida por un Juez Nacional).
Es cierto que los gobiernos tratan de “atar” corto a los bancos centrales a fin que no vayan en camino distinto a la política económica trazada; pero, por lo general, cuando existe una sólida institucionalidad se coordinan las políticas entre el gobierno de turno y el ente emisor en un plano horizontal, respetando la autonomía y legalidad de este último, y con un trato digno a quien lo representa. Cuando no existe esta institucionalidad o se encuentra muy deteriorada, se le trata autoritariamente, en una relación vertical de amo a sirviente, y de no ser complacido el amo propina un puntapié a quien se le oponga. Es lo que sucedió en la Argentina con la destitución al presidente del Banco Central por negarse a la entrega de parte de las reservas monetarias al gobierno de Cristina Fernández que, dicho sea de paso, hace algunos meses se apropió también del dinero de los pensionistas de las AFP, retornándolos obligatoriamente al sistema estatal.
Más allá de la anécdota política o judicial, lo sucedido en la república de Sarmiento y San Martín dice mucho de cómo se encuentra el estado de derecho por allá y de los niveles a que sigue bajando la cultura política gaucha, signo de su imparable involución. Si lo acaecido hubiese ocurrido en un típico país tercermundista autoritario (o en el Perú del primer gobierno de Alan García o el decenio de Fujimori) no llamaría tanto la atención, más allá de una escueta nota de prensa; pero, se trata de Argentina, uno de los países que a inicios del siglo XX parecía “saltar” hacia el primer mundo y que se jactaba de mirar más a Europa que a sus vecinos de Latinoamérica. No se trata de un “paísucho” cualquiera, aunque ya hace algún tiempo se comporta como tal.
Es una pena realmente. Y hechos lamentables como el comentado seguirán sucediendo en el país del sur, sea que estén los peronistas o cualquier otro grupo político, porque es parte de una involución indetenible. De seguir así, no sería extraño que de aquí a algunos años la migración entre Perú y Argentina sea al revés. Hasta hace poco tiempo, masivos grupos de connacionales iban a trabajar al país austral, generalmente en oficios como mozos, vigilantes o empleadas del hogar; y, en reciprocidad, los argentinos nos mandaban entrenadores de fútbol, “peloteros parrilleros” (como acertadamente los calificó un conocido comentarista deportivo), animadores y vedettes (o “puti vedettes” como dicen algunas tías). Tienen labia. El ser “palabreadores” es su principal fortaleza, hay que reconocerlo; pero, de empeorar las cosas por allá, no sería raro que comiencen a venir trabajadores gauchos para todo servicio, incluyendo el doméstico, y veamos en las casas a “Natachas” (como se les denomina en nuestro país a las empleadas del hogar) altas, blancas y bien plantadas, atendiendo los quehaceres domésticos o gasfiteros “palabreadores” impresionando con su labia a potenciales clientes. Como están las cosas en Argentina, no sería raro.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Digno de “una república bananera”, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner destituyó por decreto al presidente del Banco Central argentino por negarse a entregar parte de las reservas al Ejecutivo, “préstamo” ascendente a la suma de US$ 6,500 millones de dólares para pagar deudas contraídas (eufemísticamente se le puso el nombre de “Fondo del Bicentenario para el desendeudamiento –sic- y la estabilidad”). Como si se tratase de “su chacra”, al negarse el presidente del Banco Central, Hernán Martín Pérez Redrado, a entregar la suma exigida lo destituyó “muy a su pesar”.
Las reservas monetarias de un país son como el ahorro de una familia. Imagine usted, amigo lector, comience a echar mano a sus ahorros o al “chanchito” familiar para pagar los recibos de agua, luz o teléfono, y cuando se acaben recurre a las alhajas y hasta la bacinica de plata que dejó la abuela. Algo anda mal en su economía, ¿no? Igual sucede en una nación que comienza a recurrir desesperadamente a las reservas solo para pagar deudas.
El hecho ha suscitado secuelas y roces políticos y judiciales, dado que la oposición por un lado ha encontrado un buen pretexto para atacar al oficialismo y, posiblemente, derogar el decreto en el Congreso; mientras que el destituido ex presidente recurrió al Poder Judicial interponiendo una acción de nulidad contra la norma que lo destituye por su manifiesta inconstitucionalidad, habiendo conseguido una medida cautelar a fin que quede en suspenso sus efectos hasta que se resuelva la cuestión principal; lo que motivó que el jefe del gabinete de la presidenta Kirchner califique como “payasada” la resolución admisoria de la medida y, en franca actitud prepotente e intimidatoria, típica del matón de barrio, ordene a efectivos policiales el seguimiento de la magistrada que se aboca al caso (el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, es el mismo que se jactaba hace poco de dar instrucciones a la Policía Federal para desobedecer una orden impartida por un Juez Nacional).
Es cierto que los gobiernos tratan de “atar” corto a los bancos centrales a fin que no vayan en camino distinto a la política económica trazada; pero, por lo general, cuando existe una sólida institucionalidad se coordinan las políticas entre el gobierno de turno y el ente emisor en un plano horizontal, respetando la autonomía y legalidad de este último, y con un trato digno a quien lo representa. Cuando no existe esta institucionalidad o se encuentra muy deteriorada, se le trata autoritariamente, en una relación vertical de amo a sirviente, y de no ser complacido el amo propina un puntapié a quien se le oponga. Es lo que sucedió en la Argentina con la destitución al presidente del Banco Central por negarse a la entrega de parte de las reservas monetarias al gobierno de Cristina Fernández que, dicho sea de paso, hace algunos meses se apropió también del dinero de los pensionistas de las AFP, retornándolos obligatoriamente al sistema estatal.
Más allá de la anécdota política o judicial, lo sucedido en la república de Sarmiento y San Martín dice mucho de cómo se encuentra el estado de derecho por allá y de los niveles a que sigue bajando la cultura política gaucha, signo de su imparable involución. Si lo acaecido hubiese ocurrido en un típico país tercermundista autoritario (o en el Perú del primer gobierno de Alan García o el decenio de Fujimori) no llamaría tanto la atención, más allá de una escueta nota de prensa; pero, se trata de Argentina, uno de los países que a inicios del siglo XX parecía “saltar” hacia el primer mundo y que se jactaba de mirar más a Europa que a sus vecinos de Latinoamérica. No se trata de un “paísucho” cualquiera, aunque ya hace algún tiempo se comporta como tal.
Es una pena realmente. Y hechos lamentables como el comentado seguirán sucediendo en el país del sur, sea que estén los peronistas o cualquier otro grupo político, porque es parte de una involución indetenible. De seguir así, no sería extraño que de aquí a algunos años la migración entre Perú y Argentina sea al revés. Hasta hace poco tiempo, masivos grupos de connacionales iban a trabajar al país austral, generalmente en oficios como mozos, vigilantes o empleadas del hogar; y, en reciprocidad, los argentinos nos mandaban entrenadores de fútbol, “peloteros parrilleros” (como acertadamente los calificó un conocido comentarista deportivo), animadores y vedettes (o “puti vedettes” como dicen algunas tías). Tienen labia. El ser “palabreadores” es su principal fortaleza, hay que reconocerlo; pero, de empeorar las cosas por allá, no sería raro que comiencen a venir trabajadores gauchos para todo servicio, incluyendo el doméstico, y veamos en las casas a “Natachas” (como se les denomina en nuestro país a las empleadas del hogar) altas, blancas y bien plantadas, atendiendo los quehaceres domésticos o gasfiteros “palabreadores” impresionando con su labia a potenciales clientes. Como están las cosas en Argentina, no sería raro.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, December 30, 2009
LOS CUARENTA AÑOS DE CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL
“Desde la puerta de “La Crónica” Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?”. Así comienza la célebre novela Conversación en la Catedral, quizás la mejor de Mario Vargas Llosa y, sin duda, una de las novelas fundamentales de América Latina, que este año cumplió los cuarenta de su primera edición.
Una amiga de la universidad me la prestó. Era una edición en dos tomos de Seix Barral, la casa editora del novelista en su primera época. Hacía pocos años de su publicación y me la leí “de un tirón” en tres o cuatro madrugadas. Era mi época de lector noctámbulo. Regresando de mis clases en sociales, cenaba algo (costumbre que ya no tengo) y desde la medianoche hasta las tres o cuatro de la madrugada me dedicaba a leer, echado en mi cama (hábito que no he perdido, aunque ya no lo practico a esas horas). Fascinado con el libro, decidí comprar un ejemplar. Era un solitario y grueso volumen de casi setecientas páginas, de la misma Seix Barral, con la legendaria foto de los dos vasos de cerveza y el humo de los cigarrillos, que aluden a la conversación del título de la obra. En toda mi vida la habré leído unas cuatro veces completa, sin contar capítulos o pasajes revisitados en innumerables ocasiones.
Terminada “La casa verde”, en los años sesenta MVLL declaró que estaba trabajando en una novela sobre la dictadura de Odría (1948-56), período relativamente reciente en aquellos años, cuando muchos de los actores políticos todavía seguían vivos. La novela es un fresco social de una época de esperanza (los años finales de “la primavera democrática” de Bustamente y Rivero), frustrada por la dictadura del Ochenio, período de oportunistas, latrocinios y represión brutal. El mensaje subyacente de la novela era claro: cualquier dictadura, sea de izquierda o de derecha, termina corroyendo y envileciendo a toda la sociedad, así como robándole a generaciones enteras sus más caras ilusiones. Son cánceres nocivos y mortales para toda la nación. Esta concepción principista la ha mantenido el escritor toda la vida, más allá de sus adhesiones políticas o ideológicas, las que sí han variado en el tiempo. Recordemos que ha condenado no solo a los gobiernos totalitarios de Cuba y Venezuela, sino también a las dictaduras de Videla o Pinochet en Argentina y Chile, o el “autogolpe” de Fujimori en el Perú de los noventa, así como calificado de “dictadura perfecta” al gobierno del PRI en México1. En contraposición a ese totalitarismo represivo se encuentra la libertad como piedra angular necesaria a fin que la sociedad y las propias personas prosperen y se realicen. De allí su opción por las sociedades abiertas y libres, así como por los gobiernos democráticos.
El ejemplo por excelencia en la novela de lo “jodido” tanto material como espiritualmente es Ambrosio, personaje poco estudiado por la crítica especializada, con quien desarrolla Zavalita la conversación en el bar “La Catedral”. Ambrosio encarna la frustración de una sociedad que debe padecer la corrupción y la venalidad que acarrean las dictaduras. Es un ser frustrado en todo sentido2. Recordemos que cuando Santiago lo reconoce, luego de muchos años, trabajando en la perrera, ve a un hombre andrajoso y embrutecido. Ya no es el moreno simpático con el cual su padre tuvo relaciones homosexuales en el pasado, sino “un negro jodido”, al cual incluso hasta le faltan dientes. Apenas sobrevive, no tiene planes para el futuro, y, cuando al final de la conversación Santiago le inquiere que piensa hacer después, cuando acabe la campaña contra la rabia, solo atina a responder trabajar aquí y allá y después “morirse”3.
*****
La célebre pregunta de Zavalita “¿en qué momento se jodió el Perú?” encuentra respuesta en esa castración despiadada que realizan los gobiernos totalitarios sobre la sociedad4. Ese “robo” es no solo de lo material, sino también de los sueños y esperanzas de un pueblo. Por eso el ambiente de la novela es de una frustración permanente, una vida gris como el cielo de Lima, un pesimismo total, ambiente que impregna de esa carga a los propios personajes, incluyendo a los que están en situación de dominio como Cayo Bermúdez. La felicidad se encuentra excluida de ese universo desolado.
La frustración que padecen los personajes de la novela es muy sartreana (MVLL era un gran admirador de Jean Paul Sartre), en el sentido que nadie escapa a su suerte o a su condición social5. El personaje central, Zavalita –ser que atraviesa una crisis existencial-, al querer escapar a todo lo que representa su clase padecerá esa perpetua “frustración cojuda” que lo atormenta y que no sabe precisar, será el precio, más o menos conciente, que deberá pagar por desclasarse, por renunciar a los valores de su clase, la oligarquía limeña. Si lo queremos ver de otra manera, la mediocridad a la que se autocondena el personaje es una suerte de rebeldía silenciosa, de salirse de lo que estaba predestinado para él desde su nacimiento (ser un futuro dirigente político o empresarial que represente los intereses de su clase) y vivir una vida gris, anodina; incluso la elección de pareja (la enfermera que lo atiende cuando ocurrió el accidente automovilístico), es una elección deliberada de una pareja considerada como “huachafa”6 por su familia y que “no está a su nivel” por su humilde origen, ejerciendo también allí esa especie de “rebeldía silenciosa”. Son ganas “de darle la contra” a su familia –en especial a su padre-, inmolándose en un anonimato gris como opción de vida predeterminado en contraposición a lo que representa su clase y los valores inherentes a la misma (su familia califica de “calzonudo”7 al recientemente depuesto presidente Bustamante y Rivero, valorización extensiva de lo poco que le importa la democracia a la clase dominante)8.
Pero, Conversación en la Catedral también es la culminación formal y de fondo de una trilogía que comenzó con La ciudad y los perros, continuó con La casa verde y culmina con esta novela.
Las tres pretenden ser un retrato social del Perú en los años cincuenta. Mientras la primera es un microcosmos violento de todas las razas y condiciones dentro de un colegio militar, la segunda busca ampliar el espacio y tiempo a través de una serie de envilecidos personajes que actúan dentro del mítico lupanar, mientras que Conversación… lleva a los máximos niveles ese desafío técnico y formal, así como temático, cerrando un ciclo sobre el Perú de la oligarquía, el Perú “pre-velasquista”, un Perú donde todavía no se notaba “el desborde popular” que vendría después9.
La novela también posee méritos formales indudables. En setecientas páginas desfilan infinitud de personajes, situaciones, ambientes, para lo cual el autor utiliza los diálogos yuxtapuestos (conversaciones intercaladas que suceden en distintos tiempos y lugares), la fragmentación de historias, el uso de flash backs, quebrantamiento del orden lineal del tiempo, cambios de narrador, entre otros recursos narrativos, que, dentro de una arquitectura bastante compleja (superó en formalismo a su antecesora, La casa verde), se deja leer fácilmente, gracias a un estilo ágil que utiliza los recursos del periodismo y un lenguaje asequible para el lector medio.
*****
En estas últimas líneas quisiera aventurar alguna hipótesis de por qué MVLL no ha vuelto a escribir otra obra de la magnitud de Conversación en la Catedral.
En principio que obras magistrales no se escriben siempre. Un autor puede tener una, máximo dos obras que sean maestras, y MVLL no es la excepción. La guerra del fin del mundo es una magnífica novela, pero no llega al nivel de Conversación…, mucho menos La fiesta del Chivo, también una “novela política”. Creo más se debe a un agotamiento del sustrato real que nutre sus obras, sustrato que se alimentó del Perú y, en especial, de la Lima de los años cincuenta. Esa época la vivió el entonces joven MVLL, la conoció a plenitud. La época del mambo de Pérez Prado, del burdel en el jirón Huatica, las películas mexicanas en el cine San Martín, de las malteadas en Miraflores o del café Haiti en la Plaza Pizarro. Ese sustrato le sirvió de “materia prima para la creación”, pero luego, a partir de los años sesenta, el escritor comenzó a vivir en el extranjero y venir al Perú por breves temporadas. Creo que ese “divorcio” lo descolocó frente a la nueva realidad “pos velasquista” (para ponerlo en esos términos), donde emerge un nuevo Perú, lo cual hasta frustró su participación activa en política a fines de los años ochenta, donde “no sintonizó” con los sentimientos e ideas de las mayorías, al no entender las coordenadas de un país muy distinto al conocido de joven10.
Pero también me parece “agotó” en Conversación en la Catedral los recursos formales y estilísticos que con tanta destreza había utilizado. En otras palabras, “hizo su mayor esfuerzo”, culminándolo con una obra maestra a temprana edad (menos de los treinta y cinco años). Redundar en lo mismo habría sido una repetición en obras menores, repeticiones que, por cierto, MVLL ha perpetrado en novelas posteriores y que muy seguramente pasarán al olvido11. Por eso también es que en la actualidad su mejor producción son los artículos periodísticos, ya no sus novelas. Sus artículos quincenales son unas verdaderas joyas, suerte de ensayos sobre temas diversos enfocados desde su atalaya de observador, aplicando flaubertianamente los principios que emplea para escribir sus novelas y que los podemos resumir en: “empaparse” del tema a tratar, pulir el estilo hasta que este sea invisible a los ojos del lector y emplear “la palabra justa”.
Ahora que cumplió cuarenta años Conversación en la catedral merece leerse de nuevo y, aquellos que todavía no lo hacen, atrévanse a “hincarle el diente”, no saldrán defraudados.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
NOTAS
1. Para calibrar el nivel de coraje del escritor, lo de “dictadura perfecta” aludiendo al PRI, lo dijo en el mismo México, en una conferencia cuando todavía reinaba el Partido Revolucionario Institucional, por lo que tuvo que salir inmediatamente del país, ayudado por su amigo Octavio Paz, dado que peligraba su vida. El PRI “no se andaba con vainas” y cualquier cosa le podía pasar al escritor.
2. Frustración y brutalidad de la cual el propio Ambrosio no es conciente, encontrándose alienado de su propia condición.
3. Ambrosio representa la precariedad consustancial a muchos peruanos con trabajos esporádicos y mal pagados. Recordemos que gana por destajo, por perro capturado, por lo cual se llevan a todos los que encuentren, no solo a los vagabundos, sino a los que tienen dueño y casa, razón por la cual Zavalita se acerca a la perrera, a fin de recuperar el perro de su mujer, lugar donde se quedará estupefacto por la forma de exterminio de los canes, lo que refleja también la brutalidad de un país: los perros son exterminados a palazos, metiéndolos en un saco de yute y molidos a golpes hasta que dejen de moverse y trasluzca una mancha sanguinolenta. Dicho sea de paso, la anécdota que cuenta el autor no es imaginada, es cierta.
4. El rechazo visceral del autor a toda forma de autoritarismo muy posiblemente encuentre su origen en la relación conflictiva y difícil con su padre, persona extremadamente autoritaria y que quiso “corregirlo” de sus inclinaciones literarias internándolo en el Colegio Militar “Leoncio Prado”; por ello no es casual que su mejor novela sea una de dictadores, existe un sustrato “sicológico” que mueve al autor hacia esos temas, es algo que lo lleva en las entrañas.
5. Para Sartre, la historia de una vida es la historia de un fracaso. Para el filósofo francés existe una predeterminación condicionada por la clase social que hace imposible cambiar la historia individual de una persona, por más que esta quiera modificarla.
6. La voz peyorativa “huachafo(a)” alude a una persona o cosa de mal gusto, casi siempre con un estilo chocante o “kitsch”. También alude la voz a aquellas personas que aparentan lo que no son, relacionado con el status social. En el caso de la novela, la calificación de “huachafa” a la esposa de Zavalita por parte de su madre, es denigrante por su condición social, dado que Ana pertenece por extracción a los sectores populares y por tanto es “inferior” socialmente a Santiago que pertenece por nacimiento a la oligarquía criolla. Tengamos presente que en los años 50 la movilidad social en el Perú era bastante rígida, casi imposible, y llamaba a escándalo las uniones entre personas de distinta raza o de distinta condición socio-económica. Si bien la voz “huachafo” se sigue usando, ya no tiene este último significado denigratorio, sino que se vincula sobretodo al mal gusto u ostentación chocante. Por cierto, en varias de sus novelas MVLL utiliza esta voz en el sentido peyorativo social.
7. La voz “calzonudo” ha caído en desuso en el Perú. Aludía a la persona, sobretodo del sexo masculino, tonta, ingenua, sin carácter y sin malicia.
8. Los personajes no pueden escapar de los parámetros que les impone su extracción de clase, sea que se encuentren en el vértice o en la base de la pirámide social. Como hemos anotado, esa visión de “destino predestinado” o de “maldición de clase”, le debe mucho a sus lecturas de Sartre.
9. Podemos incluir también a Los cachorros, metáfora sobre la castración de toda una sociedad –o, para ser más preciso, de una clase, la oligarquía-, novela corta o “cuento largo” que es inmediatamente anterior a Conversación en la Catedral.
10. El novelista discurseaba en su campaña presidencial, por ejemplo, sobre la libertad, los beneficios de una economía de mercado o de la importancia de la democracia, ideas muy abstractas para el público medio receptor del mensaje, que prefiere promesas más concretas como trabajo, pan y casa propia, y, si va acompañado de un show con chicas semidesnudas al ritmo de una tecnocumbia, mucho mejor. Al respecto son muy interesantes y desgarradoramente sinceras sus memorias “El pez en el agua”.
11. Elogio a la madrastra, Los cuadernos de don Rigoberto o El paraíso en la otra esquina, no se encuentran siquiera a la altura media de sus mejores obras. Hecho que no solo le ocurre a él, sino también a su antiguo amigo y compañero de ruta, Gabriel García Márquez. Por cierto, mucho influye en el hecho la obligación de los “escritores célebres” con las grandes editoriales de publicar un libro cada cierto tiempo –hipótesis bastante sostenible de Marco Aurelio Denegri-. Recordemos que “el boom” de la literatura latinoamericana de los años sesenta fue también negocio editorial, donde el escritor podía vivir de su pluma, pero eso generaba compromisos ante estos ingentes monstruos que imprimen tiradas por centenas de millares, por lo que a diferencia de los “escritores marginales” que al darse cuenta que no tienen más que decir o lo dicho será una repetición, prefieren guardar su pluma y dedicarse a otra cosa, los escritores del boom, encasillados como un valor de mercado que debe generar rentabilidad, tenían que repetirse a si mismos para cumplir con los compromisos contractuales celebrados con las grandes editoriales. Le pasó a MVLL, a GGM, y a otros menos dotados como Alfredo Bryce o Isabel Allende, por citar solo algunos nombres.
Una amiga de la universidad me la prestó. Era una edición en dos tomos de Seix Barral, la casa editora del novelista en su primera época. Hacía pocos años de su publicación y me la leí “de un tirón” en tres o cuatro madrugadas. Era mi época de lector noctámbulo. Regresando de mis clases en sociales, cenaba algo (costumbre que ya no tengo) y desde la medianoche hasta las tres o cuatro de la madrugada me dedicaba a leer, echado en mi cama (hábito que no he perdido, aunque ya no lo practico a esas horas). Fascinado con el libro, decidí comprar un ejemplar. Era un solitario y grueso volumen de casi setecientas páginas, de la misma Seix Barral, con la legendaria foto de los dos vasos de cerveza y el humo de los cigarrillos, que aluden a la conversación del título de la obra. En toda mi vida la habré leído unas cuatro veces completa, sin contar capítulos o pasajes revisitados en innumerables ocasiones.
Terminada “La casa verde”, en los años sesenta MVLL declaró que estaba trabajando en una novela sobre la dictadura de Odría (1948-56), período relativamente reciente en aquellos años, cuando muchos de los actores políticos todavía seguían vivos. La novela es un fresco social de una época de esperanza (los años finales de “la primavera democrática” de Bustamente y Rivero), frustrada por la dictadura del Ochenio, período de oportunistas, latrocinios y represión brutal. El mensaje subyacente de la novela era claro: cualquier dictadura, sea de izquierda o de derecha, termina corroyendo y envileciendo a toda la sociedad, así como robándole a generaciones enteras sus más caras ilusiones. Son cánceres nocivos y mortales para toda la nación. Esta concepción principista la ha mantenido el escritor toda la vida, más allá de sus adhesiones políticas o ideológicas, las que sí han variado en el tiempo. Recordemos que ha condenado no solo a los gobiernos totalitarios de Cuba y Venezuela, sino también a las dictaduras de Videla o Pinochet en Argentina y Chile, o el “autogolpe” de Fujimori en el Perú de los noventa, así como calificado de “dictadura perfecta” al gobierno del PRI en México1. En contraposición a ese totalitarismo represivo se encuentra la libertad como piedra angular necesaria a fin que la sociedad y las propias personas prosperen y se realicen. De allí su opción por las sociedades abiertas y libres, así como por los gobiernos democráticos.
El ejemplo por excelencia en la novela de lo “jodido” tanto material como espiritualmente es Ambrosio, personaje poco estudiado por la crítica especializada, con quien desarrolla Zavalita la conversación en el bar “La Catedral”. Ambrosio encarna la frustración de una sociedad que debe padecer la corrupción y la venalidad que acarrean las dictaduras. Es un ser frustrado en todo sentido2. Recordemos que cuando Santiago lo reconoce, luego de muchos años, trabajando en la perrera, ve a un hombre andrajoso y embrutecido. Ya no es el moreno simpático con el cual su padre tuvo relaciones homosexuales en el pasado, sino “un negro jodido”, al cual incluso hasta le faltan dientes. Apenas sobrevive, no tiene planes para el futuro, y, cuando al final de la conversación Santiago le inquiere que piensa hacer después, cuando acabe la campaña contra la rabia, solo atina a responder trabajar aquí y allá y después “morirse”3.
*****
La célebre pregunta de Zavalita “¿en qué momento se jodió el Perú?” encuentra respuesta en esa castración despiadada que realizan los gobiernos totalitarios sobre la sociedad4. Ese “robo” es no solo de lo material, sino también de los sueños y esperanzas de un pueblo. Por eso el ambiente de la novela es de una frustración permanente, una vida gris como el cielo de Lima, un pesimismo total, ambiente que impregna de esa carga a los propios personajes, incluyendo a los que están en situación de dominio como Cayo Bermúdez. La felicidad se encuentra excluida de ese universo desolado.
La frustración que padecen los personajes de la novela es muy sartreana (MVLL era un gran admirador de Jean Paul Sartre), en el sentido que nadie escapa a su suerte o a su condición social5. El personaje central, Zavalita –ser que atraviesa una crisis existencial-, al querer escapar a todo lo que representa su clase padecerá esa perpetua “frustración cojuda” que lo atormenta y que no sabe precisar, será el precio, más o menos conciente, que deberá pagar por desclasarse, por renunciar a los valores de su clase, la oligarquía limeña. Si lo queremos ver de otra manera, la mediocridad a la que se autocondena el personaje es una suerte de rebeldía silenciosa, de salirse de lo que estaba predestinado para él desde su nacimiento (ser un futuro dirigente político o empresarial que represente los intereses de su clase) y vivir una vida gris, anodina; incluso la elección de pareja (la enfermera que lo atiende cuando ocurrió el accidente automovilístico), es una elección deliberada de una pareja considerada como “huachafa”6 por su familia y que “no está a su nivel” por su humilde origen, ejerciendo también allí esa especie de “rebeldía silenciosa”. Son ganas “de darle la contra” a su familia –en especial a su padre-, inmolándose en un anonimato gris como opción de vida predeterminado en contraposición a lo que representa su clase y los valores inherentes a la misma (su familia califica de “calzonudo”7 al recientemente depuesto presidente Bustamante y Rivero, valorización extensiva de lo poco que le importa la democracia a la clase dominante)8.
Pero, Conversación en la Catedral también es la culminación formal y de fondo de una trilogía que comenzó con La ciudad y los perros, continuó con La casa verde y culmina con esta novela.
Las tres pretenden ser un retrato social del Perú en los años cincuenta. Mientras la primera es un microcosmos violento de todas las razas y condiciones dentro de un colegio militar, la segunda busca ampliar el espacio y tiempo a través de una serie de envilecidos personajes que actúan dentro del mítico lupanar, mientras que Conversación… lleva a los máximos niveles ese desafío técnico y formal, así como temático, cerrando un ciclo sobre el Perú de la oligarquía, el Perú “pre-velasquista”, un Perú donde todavía no se notaba “el desborde popular” que vendría después9.
La novela también posee méritos formales indudables. En setecientas páginas desfilan infinitud de personajes, situaciones, ambientes, para lo cual el autor utiliza los diálogos yuxtapuestos (conversaciones intercaladas que suceden en distintos tiempos y lugares), la fragmentación de historias, el uso de flash backs, quebrantamiento del orden lineal del tiempo, cambios de narrador, entre otros recursos narrativos, que, dentro de una arquitectura bastante compleja (superó en formalismo a su antecesora, La casa verde), se deja leer fácilmente, gracias a un estilo ágil que utiliza los recursos del periodismo y un lenguaje asequible para el lector medio.
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En estas últimas líneas quisiera aventurar alguna hipótesis de por qué MVLL no ha vuelto a escribir otra obra de la magnitud de Conversación en la Catedral.
En principio que obras magistrales no se escriben siempre. Un autor puede tener una, máximo dos obras que sean maestras, y MVLL no es la excepción. La guerra del fin del mundo es una magnífica novela, pero no llega al nivel de Conversación…, mucho menos La fiesta del Chivo, también una “novela política”. Creo más se debe a un agotamiento del sustrato real que nutre sus obras, sustrato que se alimentó del Perú y, en especial, de la Lima de los años cincuenta. Esa época la vivió el entonces joven MVLL, la conoció a plenitud. La época del mambo de Pérez Prado, del burdel en el jirón Huatica, las películas mexicanas en el cine San Martín, de las malteadas en Miraflores o del café Haiti en la Plaza Pizarro. Ese sustrato le sirvió de “materia prima para la creación”, pero luego, a partir de los años sesenta, el escritor comenzó a vivir en el extranjero y venir al Perú por breves temporadas. Creo que ese “divorcio” lo descolocó frente a la nueva realidad “pos velasquista” (para ponerlo en esos términos), donde emerge un nuevo Perú, lo cual hasta frustró su participación activa en política a fines de los años ochenta, donde “no sintonizó” con los sentimientos e ideas de las mayorías, al no entender las coordenadas de un país muy distinto al conocido de joven10.
Pero también me parece “agotó” en Conversación en la Catedral los recursos formales y estilísticos que con tanta destreza había utilizado. En otras palabras, “hizo su mayor esfuerzo”, culminándolo con una obra maestra a temprana edad (menos de los treinta y cinco años). Redundar en lo mismo habría sido una repetición en obras menores, repeticiones que, por cierto, MVLL ha perpetrado en novelas posteriores y que muy seguramente pasarán al olvido11. Por eso también es que en la actualidad su mejor producción son los artículos periodísticos, ya no sus novelas. Sus artículos quincenales son unas verdaderas joyas, suerte de ensayos sobre temas diversos enfocados desde su atalaya de observador, aplicando flaubertianamente los principios que emplea para escribir sus novelas y que los podemos resumir en: “empaparse” del tema a tratar, pulir el estilo hasta que este sea invisible a los ojos del lector y emplear “la palabra justa”.
Ahora que cumplió cuarenta años Conversación en la catedral merece leerse de nuevo y, aquellos que todavía no lo hacen, atrévanse a “hincarle el diente”, no saldrán defraudados.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
NOTAS
1. Para calibrar el nivel de coraje del escritor, lo de “dictadura perfecta” aludiendo al PRI, lo dijo en el mismo México, en una conferencia cuando todavía reinaba el Partido Revolucionario Institucional, por lo que tuvo que salir inmediatamente del país, ayudado por su amigo Octavio Paz, dado que peligraba su vida. El PRI “no se andaba con vainas” y cualquier cosa le podía pasar al escritor.
2. Frustración y brutalidad de la cual el propio Ambrosio no es conciente, encontrándose alienado de su propia condición.
3. Ambrosio representa la precariedad consustancial a muchos peruanos con trabajos esporádicos y mal pagados. Recordemos que gana por destajo, por perro capturado, por lo cual se llevan a todos los que encuentren, no solo a los vagabundos, sino a los que tienen dueño y casa, razón por la cual Zavalita se acerca a la perrera, a fin de recuperar el perro de su mujer, lugar donde se quedará estupefacto por la forma de exterminio de los canes, lo que refleja también la brutalidad de un país: los perros son exterminados a palazos, metiéndolos en un saco de yute y molidos a golpes hasta que dejen de moverse y trasluzca una mancha sanguinolenta. Dicho sea de paso, la anécdota que cuenta el autor no es imaginada, es cierta.
4. El rechazo visceral del autor a toda forma de autoritarismo muy posiblemente encuentre su origen en la relación conflictiva y difícil con su padre, persona extremadamente autoritaria y que quiso “corregirlo” de sus inclinaciones literarias internándolo en el Colegio Militar “Leoncio Prado”; por ello no es casual que su mejor novela sea una de dictadores, existe un sustrato “sicológico” que mueve al autor hacia esos temas, es algo que lo lleva en las entrañas.
5. Para Sartre, la historia de una vida es la historia de un fracaso. Para el filósofo francés existe una predeterminación condicionada por la clase social que hace imposible cambiar la historia individual de una persona, por más que esta quiera modificarla.
6. La voz peyorativa “huachafo(a)” alude a una persona o cosa de mal gusto, casi siempre con un estilo chocante o “kitsch”. También alude la voz a aquellas personas que aparentan lo que no son, relacionado con el status social. En el caso de la novela, la calificación de “huachafa” a la esposa de Zavalita por parte de su madre, es denigrante por su condición social, dado que Ana pertenece por extracción a los sectores populares y por tanto es “inferior” socialmente a Santiago que pertenece por nacimiento a la oligarquía criolla. Tengamos presente que en los años 50 la movilidad social en el Perú era bastante rígida, casi imposible, y llamaba a escándalo las uniones entre personas de distinta raza o de distinta condición socio-económica. Si bien la voz “huachafo” se sigue usando, ya no tiene este último significado denigratorio, sino que se vincula sobretodo al mal gusto u ostentación chocante. Por cierto, en varias de sus novelas MVLL utiliza esta voz en el sentido peyorativo social.
7. La voz “calzonudo” ha caído en desuso en el Perú. Aludía a la persona, sobretodo del sexo masculino, tonta, ingenua, sin carácter y sin malicia.
8. Los personajes no pueden escapar de los parámetros que les impone su extracción de clase, sea que se encuentren en el vértice o en la base de la pirámide social. Como hemos anotado, esa visión de “destino predestinado” o de “maldición de clase”, le debe mucho a sus lecturas de Sartre.
9. Podemos incluir también a Los cachorros, metáfora sobre la castración de toda una sociedad –o, para ser más preciso, de una clase, la oligarquía-, novela corta o “cuento largo” que es inmediatamente anterior a Conversación en la Catedral.
10. El novelista discurseaba en su campaña presidencial, por ejemplo, sobre la libertad, los beneficios de una economía de mercado o de la importancia de la democracia, ideas muy abstractas para el público medio receptor del mensaje, que prefiere promesas más concretas como trabajo, pan y casa propia, y, si va acompañado de un show con chicas semidesnudas al ritmo de una tecnocumbia, mucho mejor. Al respecto son muy interesantes y desgarradoramente sinceras sus memorias “El pez en el agua”.
11. Elogio a la madrastra, Los cuadernos de don Rigoberto o El paraíso en la otra esquina, no se encuentran siquiera a la altura media de sus mejores obras. Hecho que no solo le ocurre a él, sino también a su antiguo amigo y compañero de ruta, Gabriel García Márquez. Por cierto, mucho influye en el hecho la obligación de los “escritores célebres” con las grandes editoriales de publicar un libro cada cierto tiempo –hipótesis bastante sostenible de Marco Aurelio Denegri-. Recordemos que “el boom” de la literatura latinoamericana de los años sesenta fue también negocio editorial, donde el escritor podía vivir de su pluma, pero eso generaba compromisos ante estos ingentes monstruos que imprimen tiradas por centenas de millares, por lo que a diferencia de los “escritores marginales” que al darse cuenta que no tienen más que decir o lo dicho será una repetición, prefieren guardar su pluma y dedicarse a otra cosa, los escritores del boom, encasillados como un valor de mercado que debe generar rentabilidad, tenían que repetirse a si mismos para cumplir con los compromisos contractuales celebrados con las grandes editoriales. Le pasó a MVLL, a GGM, y a otros menos dotados como Alfredo Bryce o Isabel Allende, por citar solo algunos nombres.
Thursday, December 24, 2009
NAVIDAD
Para Kike y Marcelo
Estas fiestas procuro apartarme del bullicio generado por el frenesí de las compras navideñas, del ansia desbocada por expresar amor a través de presentes, del panetón y el espumante junto al caliente chocolate en pleno verano austral. Procuro también eludir la mayor cantidad de compromisos, como si el nacimiento de Jesús (de ser creyente sincero, claro está) fuese motivo justificatorio de conjugar cenas pantagruélicas con abundante licor de cualquier tipo o precio. No creo que a Jesús le guste presenciar como sus fieles devotos celebran báquicamente el supuesto natalicio del Redentor (porque eso del 25 de Diciembre –cuando se celebra el rito del solsticio de invierno en el hemisferio norte- fue una fecha tomada por la iglesia siglos después para acomodarse a las costumbres “bárbaras” de los pueblos que iban convirtiendo al cristianismo).
Recuerdo que ya de niño se vivía esa fiebre desaforada por las compras navideñas, aunque no con el frenesí compulsivo de ahora que impregna a todas las capas sociales, donde no se salva ni el rico ni el pobre del descontrol por expresar amor a través de regalos y copiosas cenas. De tener todo lo terrenal una razón divina, Dios sería el principal capitalista del universo, justificación teológica para un sistema económico donde usted puede comprar la felicidad al contado o en cómodas cuotas mensuales.
En mi época la Navidad iba acompañada de los todavía legales cohetecillos, cohetones, rascapies y luces de bengala vendidos sin problema en cualquier parte (la temible “mamarata” no existía). Eso sí me gustaba, creo que tenía “alma de terruco”. A la medianoche dejaba una alfombra roja de cohetones frente al departamento donde vivía y los que me quedaban los reventaba a la mañana siguiente dentro de casa. La cena navideña no había sido invadida por el insípido y anglosajón pavo, y, generalmente se prefería un “lechoncito” al horno acompañado del humeante tamal, guarnecido con una refrescante ensalada mixta. El panetón ya estaba presente y había desplazado al humilde pan dulce de nuestros abuelos. Motta y D’onofrio eran las únicas marcas y venían como hasta ahora en caja, no se conocían todavía los plebeyos panetones en bolsa, así como la taza de chocolate caliente era solo marca Sol del Cuzco y no la cocoa de ahora que, a veces, pasa como gato por liebre. En cuanto a regalos, prefería yo mismo comprarme mis juguetes y no esperar lo que caiga por azar del destino. Generalmente iba ahorrando de mis propinas semanales en una alcancía y la diferencia iba por cuenta de mi familia. Ya al juguete “le había echado el ojo” meses atrás. Claro, era uno de regular precio, casi siempre de la original Casa Oeschle que contaba con una sección especial de juguetería en su local al costado de los portales de la Plaza de Armas, el famoso “Oeschle de juguetes”, con primores que ya nunca más se volvieron a ver en la Ciudad de los Reyes. Tiempos idos.
Quizás mis navidades de hijo único introvertido, sumergido en un mundo de adultos a los que me era más fácil comprender y jugar que con niños de mi propia edad, propició ese carácter huidizo a celebrar bulliciosamente las fiestas, a lo que contribuyó mi posterior agnosticismo, apartándome de toda festividad religiosa. (No celebro ni mi cumpleaños).
Igual me sucede con el Año Nuevo. No soy de los que se pone una prenda amarilla para recibir el nuevo año, tampoco ingiero como desaforado las típicas doce uvas a la medianoche o salgo a pasear con una maleta para propiciar futuros viajes, menos me la paso bailando hasta caer tumbado al piso de cansancio y de alcohol. Como buen escéptico no creo en las supercherías ni tampoco en ritos mágicos que permitirán, por un extraño arcano, que el nuevo año sea mejor que el anterior. No creo en “la suerte”, sino que la suerte se la hace uno mismo. Por eso prefiero escapar del “mundanal ruido” y quedarme recluido en mi casa viendo alguna película. A la mañana siguiente no estaré con un terrible dolor de cabeza, ni con malestar estomacal y mucho menos endeudado.
Sin embargo, a pesar de mis reticencias y sin llegar a ser el viejo Scrooge de la novela de Dickens (menos el Grinch del Dr. Seuss), debo confesar que algo de ese “espíritu navideño” me contagia por estos días y ahora comparto y obsequio juguetes a un par de niños mellizos, hijos de mi actual pareja, que a los seis años todavía no se andan con estos filosemas navideños (aunque hay uno que posiblemente siga mi sendero agnóstico, condiciones tiene). Ya es la segunda navidad que pasamos juntos y en cierta forma me hacen acordar al niño de los cohetones y luces de bengala, aunque al contrario mío, son bastante extrovertidos y bulliciosos, con propiedad se puede decir “juntos son dinamita” y comprendo que de vez en cuando saquen de las casillas a su madre, cuya paciencia, para ser francos, ya está en debe. Humano es y merecen, como todo el mundo, un poco de felicidad y afecto.
En fin, Feliz Navidad de un agnóstico para los auténticos creyentes y paz para los hombres de buena voluntad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Estas fiestas procuro apartarme del bullicio generado por el frenesí de las compras navideñas, del ansia desbocada por expresar amor a través de presentes, del panetón y el espumante junto al caliente chocolate en pleno verano austral. Procuro también eludir la mayor cantidad de compromisos, como si el nacimiento de Jesús (de ser creyente sincero, claro está) fuese motivo justificatorio de conjugar cenas pantagruélicas con abundante licor de cualquier tipo o precio. No creo que a Jesús le guste presenciar como sus fieles devotos celebran báquicamente el supuesto natalicio del Redentor (porque eso del 25 de Diciembre –cuando se celebra el rito del solsticio de invierno en el hemisferio norte- fue una fecha tomada por la iglesia siglos después para acomodarse a las costumbres “bárbaras” de los pueblos que iban convirtiendo al cristianismo).
Recuerdo que ya de niño se vivía esa fiebre desaforada por las compras navideñas, aunque no con el frenesí compulsivo de ahora que impregna a todas las capas sociales, donde no se salva ni el rico ni el pobre del descontrol por expresar amor a través de regalos y copiosas cenas. De tener todo lo terrenal una razón divina, Dios sería el principal capitalista del universo, justificación teológica para un sistema económico donde usted puede comprar la felicidad al contado o en cómodas cuotas mensuales.
En mi época la Navidad iba acompañada de los todavía legales cohetecillos, cohetones, rascapies y luces de bengala vendidos sin problema en cualquier parte (la temible “mamarata” no existía). Eso sí me gustaba, creo que tenía “alma de terruco”. A la medianoche dejaba una alfombra roja de cohetones frente al departamento donde vivía y los que me quedaban los reventaba a la mañana siguiente dentro de casa. La cena navideña no había sido invadida por el insípido y anglosajón pavo, y, generalmente se prefería un “lechoncito” al horno acompañado del humeante tamal, guarnecido con una refrescante ensalada mixta. El panetón ya estaba presente y había desplazado al humilde pan dulce de nuestros abuelos. Motta y D’onofrio eran las únicas marcas y venían como hasta ahora en caja, no se conocían todavía los plebeyos panetones en bolsa, así como la taza de chocolate caliente era solo marca Sol del Cuzco y no la cocoa de ahora que, a veces, pasa como gato por liebre. En cuanto a regalos, prefería yo mismo comprarme mis juguetes y no esperar lo que caiga por azar del destino. Generalmente iba ahorrando de mis propinas semanales en una alcancía y la diferencia iba por cuenta de mi familia. Ya al juguete “le había echado el ojo” meses atrás. Claro, era uno de regular precio, casi siempre de la original Casa Oeschle que contaba con una sección especial de juguetería en su local al costado de los portales de la Plaza de Armas, el famoso “Oeschle de juguetes”, con primores que ya nunca más se volvieron a ver en la Ciudad de los Reyes. Tiempos idos.
Quizás mis navidades de hijo único introvertido, sumergido en un mundo de adultos a los que me era más fácil comprender y jugar que con niños de mi propia edad, propició ese carácter huidizo a celebrar bulliciosamente las fiestas, a lo que contribuyó mi posterior agnosticismo, apartándome de toda festividad religiosa. (No celebro ni mi cumpleaños).
Igual me sucede con el Año Nuevo. No soy de los que se pone una prenda amarilla para recibir el nuevo año, tampoco ingiero como desaforado las típicas doce uvas a la medianoche o salgo a pasear con una maleta para propiciar futuros viajes, menos me la paso bailando hasta caer tumbado al piso de cansancio y de alcohol. Como buen escéptico no creo en las supercherías ni tampoco en ritos mágicos que permitirán, por un extraño arcano, que el nuevo año sea mejor que el anterior. No creo en “la suerte”, sino que la suerte se la hace uno mismo. Por eso prefiero escapar del “mundanal ruido” y quedarme recluido en mi casa viendo alguna película. A la mañana siguiente no estaré con un terrible dolor de cabeza, ni con malestar estomacal y mucho menos endeudado.
Sin embargo, a pesar de mis reticencias y sin llegar a ser el viejo Scrooge de la novela de Dickens (menos el Grinch del Dr. Seuss), debo confesar que algo de ese “espíritu navideño” me contagia por estos días y ahora comparto y obsequio juguetes a un par de niños mellizos, hijos de mi actual pareja, que a los seis años todavía no se andan con estos filosemas navideños (aunque hay uno que posiblemente siga mi sendero agnóstico, condiciones tiene). Ya es la segunda navidad que pasamos juntos y en cierta forma me hacen acordar al niño de los cohetones y luces de bengala, aunque al contrario mío, son bastante extrovertidos y bulliciosos, con propiedad se puede decir “juntos son dinamita” y comprendo que de vez en cuando saquen de las casillas a su madre, cuya paciencia, para ser francos, ya está en debe. Humano es y merecen, como todo el mundo, un poco de felicidad y afecto.
En fin, Feliz Navidad de un agnóstico para los auténticos creyentes y paz para los hombres de buena voluntad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, December 15, 2009
COPENHAGUE
El cambio climático. Nunca la civilización humana ha estado tan expuesta a los problemas del cambio climático. En Copenhague, Dinamarca, se está produciendo una reunión crucial a fin de tomar acciones urgentes con respecto al clima. Para nadie es un secreto que los países industrializados con Estados Unidos a la cabeza, son reacios a suscribir acuerdos vinculantes. Los “lobbys” de las grandes empresas están haciendo presión sobre el Congreso norteamericano para no ratificar ningún acuerdo que vaya contra sus intereses. Pero, China no se queda atrás. Su proceso de industrialización está trayendo mayor contaminación al planeta y no están dispuestos a detenerlo o asumir costos para un mejor cuidado del medio ambiente. Y, son estos “pesos pesados” los que tienen “la sartén por el mango”, son estos países industrializados los principales responsables de lo que está pasando con el clima, cuando hace poco más de 200 años comenzaron a depredar la naturaleza y contaminar el medio ambiente por el afán de lucro que genera el capitalismo y que ahora la naturaleza nos está pasando la factura a todos.
A pesar de las protestas organizadas en distintas partes y de los reclamos de los países con menor peso mundial, es poco probable que se consiga algo importante al cierre, el 18 de Diciembre, de la reunión en Copenhague, a no ser algunas declaraciones líricas y tibios y gaseosos acuerdos; y a pesar también que nos estamos jugando el futuro de nuestro único hábitat, de nuestra única casa, más puede la insensibilidad de los ricos y de los que creen que se puede seguir con las mismas reglas de juego sin pagar las consecuencias.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
A pesar de las protestas organizadas en distintas partes y de los reclamos de los países con menor peso mundial, es poco probable que se consiga algo importante al cierre, el 18 de Diciembre, de la reunión en Copenhague, a no ser algunas declaraciones líricas y tibios y gaseosos acuerdos; y a pesar también que nos estamos jugando el futuro de nuestro único hábitat, de nuestra única casa, más puede la insensibilidad de los ricos y de los que creen que se puede seguir con las mismas reglas de juego sin pagar las consecuencias.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, December 08, 2009
HOMENAJE A FERNANDO DE TRAZEGNIES
(Como se estila decir esta noticia “se me quedó en el tintero” apremiado por otros temas y como ya estamos cerrando el año es mejor publicarla que guardarla).
Si bien el acontecimiento solo interesó al mundillo académico del derecho, hace algunos meses se ofreció un homenaje en la Universidad Católica al abogado y profesor universitario Fernando de Trazegnies Granda. El homenaje incluyó un libro homenaje (valga la redundancia) de tres pesados volúmenes. Para entender la dimensión del asunto, el “libro homenaje” se tributa solo a los juristas con una conocida trayectoria “consagrada al derecho” que cuenten con contribuciones al mundo jurídico igualmente voluminosas que, por lo general, casi nadie lee.
El asunto del homenaje a Trazegnies trajo polémica porque muchos recuerdan que fue ministro en el gobierno de Fujimori y que como tal pretendió justificar la segunda reelección del mandatario. (Para ser sinceros sus argumentos de defensa eran de opereta, algo así como que se debía continuar con el cáncer para encontrar la cura). Estoy muy lejos de los sectarismos de cualquier tipo y se muy bien que la naturaleza humana es contradictoria y en un mismo hombre o mujer puede albergar los pensamientos y actos más disímiles. Tampoco para nadie es un secreto que la Universidad Católica colaboró con el gobierno autocrático de Fujimori. Colaboración “técnica” si queremos usar eufemismos, pero colaboración al fin. Tampoco es un secreto que varios profesores de esa casa de estudios fueron entusiastas puntales del régimen. Como bien señala en su blog Juan Monroy Palacios, abogado egresado de las aulas de la PUCP, muchos de los profesores de la Facultad de Derecho que colaboraron con el gobierno de Fujimori quisieron confundir legalidad con legitimidad y a esta con la justicia, a fin que por medio de un sofisma tratar de defender lo indefendible. Como señala Monroy Palacios, otros profesores de La Católica a los que no llamó el gobierno de Fujimori sencillamente “se hicieron los cojudos” (sic) y miraron para otro lado cuando se violaron los derechos humanos y el estado de derecho fue mandado al traste. Como dice el conocido dicho “en todas partes se cuecen habas”. Hasta en la muy pontificia universidad.
Personalmente estoy de acuerdo con el homenaje que se brindó a Fernando de Trazegnies aquella noche (no estuve presente). Quiero pensar que se rindió tributo al académico y no al colaboracionista con la autocracia, aparte que intelectualmente lo aprecio bastante. Si bien no lo conozco en forma personal ni tampoco fue mi maestro, por medio de sus libros y artículos aprendí a apreciarlo y a pensar “insolentemente” el derecho, como dice una de sus tantas publicaciones. No me creí el cuento que el derecho es una ciencia, menos una suerte de religión fosilizada en una cuantos autores que son repetidos hasta el cansancio una y otra vez por cuanto manual jurídico aparece aquí y afuera, ni que lo dicho por estos fuese “la palabra revelada” impresa en textos sagrados difíciles de modificar; sino todo lo contrario, el derecho está en permanente movimiento, es dinámico no estático, y va cambiando para bien o para mal.
Por ello, en ese tributo rendido en uno de los mejores centros de enseñanza del derecho quiero pensar que se rindió homenaje al maestro y no al fiel servidor de uno de los regímenes más oscuros y controvertidos de nuestra historia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Si bien el acontecimiento solo interesó al mundillo académico del derecho, hace algunos meses se ofreció un homenaje en la Universidad Católica al abogado y profesor universitario Fernando de Trazegnies Granda. El homenaje incluyó un libro homenaje (valga la redundancia) de tres pesados volúmenes. Para entender la dimensión del asunto, el “libro homenaje” se tributa solo a los juristas con una conocida trayectoria “consagrada al derecho” que cuenten con contribuciones al mundo jurídico igualmente voluminosas que, por lo general, casi nadie lee.
El asunto del homenaje a Trazegnies trajo polémica porque muchos recuerdan que fue ministro en el gobierno de Fujimori y que como tal pretendió justificar la segunda reelección del mandatario. (Para ser sinceros sus argumentos de defensa eran de opereta, algo así como que se debía continuar con el cáncer para encontrar la cura). Estoy muy lejos de los sectarismos de cualquier tipo y se muy bien que la naturaleza humana es contradictoria y en un mismo hombre o mujer puede albergar los pensamientos y actos más disímiles. Tampoco para nadie es un secreto que la Universidad Católica colaboró con el gobierno autocrático de Fujimori. Colaboración “técnica” si queremos usar eufemismos, pero colaboración al fin. Tampoco es un secreto que varios profesores de esa casa de estudios fueron entusiastas puntales del régimen. Como bien señala en su blog Juan Monroy Palacios, abogado egresado de las aulas de la PUCP, muchos de los profesores de la Facultad de Derecho que colaboraron con el gobierno de Fujimori quisieron confundir legalidad con legitimidad y a esta con la justicia, a fin que por medio de un sofisma tratar de defender lo indefendible. Como señala Monroy Palacios, otros profesores de La Católica a los que no llamó el gobierno de Fujimori sencillamente “se hicieron los cojudos” (sic) y miraron para otro lado cuando se violaron los derechos humanos y el estado de derecho fue mandado al traste. Como dice el conocido dicho “en todas partes se cuecen habas”. Hasta en la muy pontificia universidad.
Personalmente estoy de acuerdo con el homenaje que se brindó a Fernando de Trazegnies aquella noche (no estuve presente). Quiero pensar que se rindió tributo al académico y no al colaboracionista con la autocracia, aparte que intelectualmente lo aprecio bastante. Si bien no lo conozco en forma personal ni tampoco fue mi maestro, por medio de sus libros y artículos aprendí a apreciarlo y a pensar “insolentemente” el derecho, como dice una de sus tantas publicaciones. No me creí el cuento que el derecho es una ciencia, menos una suerte de religión fosilizada en una cuantos autores que son repetidos hasta el cansancio una y otra vez por cuanto manual jurídico aparece aquí y afuera, ni que lo dicho por estos fuese “la palabra revelada” impresa en textos sagrados difíciles de modificar; sino todo lo contrario, el derecho está en permanente movimiento, es dinámico no estático, y va cambiando para bien o para mal.
Por ello, en ese tributo rendido en uno de los mejores centros de enseñanza del derecho quiero pensar que se rindió homenaje al maestro y no al fiel servidor de uno de los regímenes más oscuros y controvertidos de nuestra historia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, December 01, 2009
24 DE OCTUBRE DE 1929: LA CRISIS QUE REMECIÓ AL CAPITALISMO
Miles de trabajadores deambulaban de un sitio a otro ofreciendo su trabajo a cambio de un plato de comida. Fábricas cerradas, magnates de la industria que se suicidaron al caer en la pobreza abruptamente y un país, Estados Unidos, que parecía al borde de desaparecer, así como el sistema capitalista del cual era ejemplo y modelo para las demás naciones.
El crack de 1929 fue la peor crisis que el capitalismo recuerda y que a muchos en la izquierda, como hoy con la crisis de las hipotecas sub-prime, les pareció que era el fin del sistema y el nacimiento de las condiciones que darían paso al socialismo. Fue una falsa percepción, como la que tuvieron con respecto a la crisis del 2008. Lo que el capitalismo ha demostrado es tener una flexibilidad increíble para recuperarse.
La crisis del 29 trajo también una renovación de la teoría económica que –como ahora- parecía inmutable. Un economista, culto y hábil para especular en la bolsa –hizo una pequeña fortuna “timbiando” con la compra y venta de acciones- sostuvo que el estado debería tener parte activa en la reactivación de la economía contra la opinión de los conservadores –los neoliberales de la época- que sostenían que el mercado por su cuenta corregiría los desequilibrios y que una “mano invisible” haría el trabajo. John Maynard Keynes –que así se llamaba- planteaba que el estado debería tomar parte activa en la reactivación, sea invirtiendo en obras o contratando trabajadores “así sea para recoger piedras”. En otras palabras, el gasto fiscal, que con fruición el gobierno norteamericano está aplicando para salir de la crisis.
Lo que nos enseña la historia del crack del 29 es que no hay dogmas absolutos y que el capitalismo tiene crisis periódicas de las cuales sale robustecido (la destrucción creativa que aludía Joseph Schumpeter), pero que necesita correas de freno, regulación, sino se desboca como un caballo salvaje, algo que no se debe olvidar ahora que, con soberbia, se proclama haber salido de la crisis y se está volviendo a cometer los mismos errores.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
El crack de 1929 fue la peor crisis que el capitalismo recuerda y que a muchos en la izquierda, como hoy con la crisis de las hipotecas sub-prime, les pareció que era el fin del sistema y el nacimiento de las condiciones que darían paso al socialismo. Fue una falsa percepción, como la que tuvieron con respecto a la crisis del 2008. Lo que el capitalismo ha demostrado es tener una flexibilidad increíble para recuperarse.
La crisis del 29 trajo también una renovación de la teoría económica que –como ahora- parecía inmutable. Un economista, culto y hábil para especular en la bolsa –hizo una pequeña fortuna “timbiando” con la compra y venta de acciones- sostuvo que el estado debería tener parte activa en la reactivación de la economía contra la opinión de los conservadores –los neoliberales de la época- que sostenían que el mercado por su cuenta corregiría los desequilibrios y que una “mano invisible” haría el trabajo. John Maynard Keynes –que así se llamaba- planteaba que el estado debería tomar parte activa en la reactivación, sea invirtiendo en obras o contratando trabajadores “así sea para recoger piedras”. En otras palabras, el gasto fiscal, que con fruición el gobierno norteamericano está aplicando para salir de la crisis.
Lo que nos enseña la historia del crack del 29 es que no hay dogmas absolutos y que el capitalismo tiene crisis periódicas de las cuales sale robustecido (la destrucción creativa que aludía Joseph Schumpeter), pero que necesita correas de freno, regulación, sino se desboca como un caballo salvaje, algo que no se debe olvidar ahora que, con soberbia, se proclama haber salido de la crisis y se está volviendo a cometer los mismos errores.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, November 24, 2009
EL FRACASO DE LA ECONOMÍA Y LOS ECONOMISTAS
Hace muchos años un economista ironizaba en el sentido que podían existir tantos modelos económicos como economistas puede haber; e, incluso, hasta podían existir más modelos económicos que economistas, si a alguno de ellos se le ocurría un nuevo paradigma. Para ello solo bastaba que comenzaran su propuesta con las palabras mágicas Ceteris paribus (salvo una variable, todo lo demás permanece constante). Así cualquier modelo podía caber en la imaginación utilizando la frase “Supongamos que…”, con lo cual se le otorgaba un aire de “cientificidad” al esquema económico, y si era respaldado por matemáticas rigurosas y cálculos probabilísticas inimaginables, mucho mejor.
Es así que llegamos al “crack” del año 2008 y los “bonos basura” que intoxicaron al sistema financiero primero y luego, cual pandemia exterminadora, al sistema económico mundial.
¿Ni los economistas de la FED, el FMI, el BM o cualquiera de las cientos de instituciones económicas “sagradas” pudieron prever lo que se venía?
Honestamente creo que no fue así. Creo que más bien “se hicieron de la vista gorda” con la especulación de los “bonos basura”.
El error fue más humano que divino, sin descontar que la crisis económica debería provocar un serio debate sobre la “ciencia económica” y ser estos profesionales un poco más humildes en sus vaticinios. La modestia nunca cae mal.
Al haberse secularizado las sociedades occidentales y hacerse más patente el sustento económico de las relaciones sociales, el hombre, que siempre intenta predecir el futuro y ver “más allá de lo evidente”, ya no recurre como antaño al brujo, chamán o sacerdote, sino al economista. Él se ha convertido en “el nuevo brujo” de nuestros tiempos. Por eso se les entrevista en los medios y el entrevistador queda boquiabierto, como un idiota, ante tanto disparate que dice el invitado, tomándolo como “la palabra sagrada”.
Así como los sociólogos tuvimos que replantear nuestros parámetros luego de la caída del muro de Berlín y volver a nutrirnos de los clásicos (sí pues, no existía ningún “paraíso” a la vuelta de la esquina), los economistas deberían replantear los fundamentos de su supuesta “ciencia” y no creer que el mercado se regula solito a través de una “mano invisible”, suerte de “Dios económico” que restablece cualquier desequilibrio, y divagar con que el crecimiento económico puede ser hasta el infinito, cuando el planeta Tierra es bastante finito.
En fin, que no existen las infalibilidades y que los supuestos cimientos “científicos” de la economía –como de las demás ciencias sociales- son solo supercherías, así como nuestros ancestros millones de años atrás creían que el rayo o la lluvia eran producto de algún dios oculto, no revelado.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Es así que llegamos al “crack” del año 2008 y los “bonos basura” que intoxicaron al sistema financiero primero y luego, cual pandemia exterminadora, al sistema económico mundial.
¿Ni los economistas de la FED, el FMI, el BM o cualquiera de las cientos de instituciones económicas “sagradas” pudieron prever lo que se venía?
Honestamente creo que no fue así. Creo que más bien “se hicieron de la vista gorda” con la especulación de los “bonos basura”.
El error fue más humano que divino, sin descontar que la crisis económica debería provocar un serio debate sobre la “ciencia económica” y ser estos profesionales un poco más humildes en sus vaticinios. La modestia nunca cae mal.
Al haberse secularizado las sociedades occidentales y hacerse más patente el sustento económico de las relaciones sociales, el hombre, que siempre intenta predecir el futuro y ver “más allá de lo evidente”, ya no recurre como antaño al brujo, chamán o sacerdote, sino al economista. Él se ha convertido en “el nuevo brujo” de nuestros tiempos. Por eso se les entrevista en los medios y el entrevistador queda boquiabierto, como un idiota, ante tanto disparate que dice el invitado, tomándolo como “la palabra sagrada”.
Así como los sociólogos tuvimos que replantear nuestros parámetros luego de la caída del muro de Berlín y volver a nutrirnos de los clásicos (sí pues, no existía ningún “paraíso” a la vuelta de la esquina), los economistas deberían replantear los fundamentos de su supuesta “ciencia” y no creer que el mercado se regula solito a través de una “mano invisible”, suerte de “Dios económico” que restablece cualquier desequilibrio, y divagar con que el crecimiento económico puede ser hasta el infinito, cuando el planeta Tierra es bastante finito.
En fin, que no existen las infalibilidades y que los supuestos cimientos “científicos” de la economía –como de las demás ciencias sociales- son solo supercherías, así como nuestros ancestros millones de años atrás creían que el rayo o la lluvia eran producto de algún dios oculto, no revelado.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, November 17, 2009
BOLON - PAOLA VARGAS
La amplia atención mediática que ha causado el homicidio de la joven Paola Vargas por parte de un integrante de la “barra brava” del club Universitario de Deportes apodado “Bolon”, invita a reflexionar no únicamente sobre las soluciones para controlar a las “barras bravas”, o las reformas legales a los clubes deportivos convirtiéndolos en sociedades anónimas como simplistamente se ha esbozado por allí, para ya no mencionar las reiteradas declaraciones de ministros, congresistas o del propio presidente de la república –un ministro hasta sugirió que saldrían las fuerzas armadas a patrullar las calles-, sino de las razones para tan amplia cobertura mediática. Para decirlo en otros palabras, ¿habría merecido la misma atención de la prensa, radio y televisión, así como de políticos del oficialismo y la oposición, o el celo de la policía para ubicar y capturar al sospechoso si la víctima hubiese sido una humilde vendedora ambulante de rasgos andinos o una joven madre soltera de un asentamiento humano que circunstancialmente subió al microbús a vender sus caramelos?
Todos en nuestro interior sabemos que no. Sabemos que la atención mediática obedece a que la víctima pertenecía a una familia de clase media acomodada, de rasgos blancos y que por añadidura contaba con estudios en una de las universidades del medio llamadas “de prestigio”, así como trabajar en una empresa de “primer nivel”. Es decir –por ponerlo en esos términos- la joven víctima pertenecía al pequeño grupo social de los “afortunados” en este país de notables contrastes. Quizás, de haber continuado con vida, se habría convertido en una Mercedes Araoz de algún futuro gabinete o en una importante funcionaria de algún banco o AFP.
Paola era una chica angelical, pero también promesa de “las fuerzas vivas” del país, mientras que su victimario pertenece al sector “lumpen” de la sociedad peruana, de aquellos que comienzan a robar y a inhalar drogas desde niños, los sin futuro, los sicarios que matan por unos cuantos billetes, los que terminan sus días en la cárcel o el cementerio como dice el conocido bolero. “Bolon” pertenece a los “excrementos” de la sociedad, a la hez, a los desechos, a los que les espera un largo prontuario judicial por violaciones, asaltos a mano armada y homicidios.
Ese contraste evidente entre víctima y victimario es el que llama la atención de los medios, del público y de los políticos que tienen una riquísima veta para figuretear con sus pomposas y huecas declaraciones. Es el contraste perfecto entre la buena y el malo, y no dudamos que capturado “Bolon” y terminado el proceso en su contra, los jueces le impongan la más alta pena privativa de libertad, así se cerrará el círculo con “el castigo” al malvado y nosotros nos sentiremos aliviados y podremos dormir tranquilos.
Pero, vuelvo a hacer la pregunta inicial: ¿habría merecido igual atención de los medios, la justicia y el público si la víctima hubiese pertenecido al mismo grupo social que el victimario? Todos tenemos en nuestro interior la respuesta, solo que no nos atrevemos a expresarla.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Todos en nuestro interior sabemos que no. Sabemos que la atención mediática obedece a que la víctima pertenecía a una familia de clase media acomodada, de rasgos blancos y que por añadidura contaba con estudios en una de las universidades del medio llamadas “de prestigio”, así como trabajar en una empresa de “primer nivel”. Es decir –por ponerlo en esos términos- la joven víctima pertenecía al pequeño grupo social de los “afortunados” en este país de notables contrastes. Quizás, de haber continuado con vida, se habría convertido en una Mercedes Araoz de algún futuro gabinete o en una importante funcionaria de algún banco o AFP.
Paola era una chica angelical, pero también promesa de “las fuerzas vivas” del país, mientras que su victimario pertenece al sector “lumpen” de la sociedad peruana, de aquellos que comienzan a robar y a inhalar drogas desde niños, los sin futuro, los sicarios que matan por unos cuantos billetes, los que terminan sus días en la cárcel o el cementerio como dice el conocido bolero. “Bolon” pertenece a los “excrementos” de la sociedad, a la hez, a los desechos, a los que les espera un largo prontuario judicial por violaciones, asaltos a mano armada y homicidios.
Ese contraste evidente entre víctima y victimario es el que llama la atención de los medios, del público y de los políticos que tienen una riquísima veta para figuretear con sus pomposas y huecas declaraciones. Es el contraste perfecto entre la buena y el malo, y no dudamos que capturado “Bolon” y terminado el proceso en su contra, los jueces le impongan la más alta pena privativa de libertad, así se cerrará el círculo con “el castigo” al malvado y nosotros nos sentiremos aliviados y podremos dormir tranquilos.
Pero, vuelvo a hacer la pregunta inicial: ¿habría merecido igual atención de los medios, la justicia y el público si la víctima hubiese pertenecido al mismo grupo social que el victimario? Todos tenemos en nuestro interior la respuesta, solo que no nos atrevemos a expresarla.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Thursday, November 12, 2009
LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN: VEINTE AÑOS DESPUÉS
Los muros representan simbólicamente separación, desunión, segregar el uno del otro; pero también significan mecanismo defensivo, de protección, de temor hacia el extraño, el diferente a uno, por lo que su significado es doble: diferenciación, pero también miedo, ambivalencia que tenemos en lo más íntimo y primitivo de nosotros.
Así, el muro que se yergue en Oriente para separar a palestinos de judíos, significa también temor al otro, a que vaya a “invadir” lo que “nos pertenece” o defender “nuestro territorio”. El que se construye a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México ni que se diga. Los latinos son considerados “los nuevos bárbaros”, a los que se tiene que separar de la riqueza anglosajona y la pureza “WASP”. Y, el muro de Berlín no fue la excepción.
Construido en plena guerra fría a fin de marcar la diferenciación entre dos formas de vida, de visión del mundo y de ideologías contrapuestas, fue uno de los “puntos de presión” en los juegos de poder de las dos superpotencias de ese entonces: Estados Unidos y la extinta Unión Soviética. El socialismo o el capitalismo parecían dos opciones irreconciliables de las que se debía elegir una u otra. Visión excluyente, era muy similar a la visión irracional entre protestantes y católicos que marcaron las guerras religiosas de Europa en el siglo XVI. El ser humano no aprende.
Como siempre sucede en la historia, la fecha celebrada tiene más de simbólica que de real, algo así como el 14 de Julio de 1789, parte aguas entre dos épocas. Es cierto que “la caída del muro” estuvo antecedida de un lento pero progresivo deterioro del bloque socialista, que se aceleró en los años previos, con la crisis terminal de la Unión Soviética y las reformas de Gorbachov y su equipo, posiblemente contraproducentes y aceleradoras de la extinción definitiva. Claro, en esos años nadie se dio cuenta, ni los más conspicuos analistas pudieron predecir lo que se vino luego, ese análisis fue tarea de la historia.
Pero, ¿qué queda veinte años después? La verdad que el mundo posterior a la caída del muro no fue muy halagador que digamos. El capitalismo como único sistema económico y sin competidor cercano ha ahondado las desigualdades sociales, la globalización económica y el modelo no han sido propiciadores de cerrar brechas sociales, sino todo lo contrario, tenemos “islas de prosperidad” en un mar de pobreza. En cuanto a la democracia como sistema político del capitalismo, si bien es un sistema casi universal y que ahora nadie discute, sin embargo el proceso de democratización en algunos países es más remedo que autenticidad, más fachada que realidad, como en la Rusia de Putin, la Venezuela de Hugo Chávez o el Perú de Fujimori en los noventa. La autocracia y hasta los tintes dictatoriales están allí, presentes y agazapados.
No es un mundo muy bello que digamos (y no comentemos los críticos problemas ambientales para no caer en el pesimismo). Este mundo más se parece a las “distopías”, a las pesadillas que fueron concebidas por escritores y artistas; y sobretodo no hay sueños de un mundo mejor, de un “paraíso en la tierra”. El hombre desde que tomó conciencia de si ha tenido sueños, visiones de mundos mejores que el existente, ahora no tenemos nada de ello; en su reemplazo solo hay un intolerante fundamentalismo religioso, un nacionalismo bastante chato y vulgar practicado por algunos, y un neoliberalismo simplón e indigente en ideas.
Quizás como lección nos queda que es inútil edificar cualquier torre de Babel que quiera ascender al cielo y que más bien sus peldaños pueden conducir al infierno del sectarismo y la idiotez humana.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Así, el muro que se yergue en Oriente para separar a palestinos de judíos, significa también temor al otro, a que vaya a “invadir” lo que “nos pertenece” o defender “nuestro territorio”. El que se construye a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México ni que se diga. Los latinos son considerados “los nuevos bárbaros”, a los que se tiene que separar de la riqueza anglosajona y la pureza “WASP”. Y, el muro de Berlín no fue la excepción.
Construido en plena guerra fría a fin de marcar la diferenciación entre dos formas de vida, de visión del mundo y de ideologías contrapuestas, fue uno de los “puntos de presión” en los juegos de poder de las dos superpotencias de ese entonces: Estados Unidos y la extinta Unión Soviética. El socialismo o el capitalismo parecían dos opciones irreconciliables de las que se debía elegir una u otra. Visión excluyente, era muy similar a la visión irracional entre protestantes y católicos que marcaron las guerras religiosas de Europa en el siglo XVI. El ser humano no aprende.
Como siempre sucede en la historia, la fecha celebrada tiene más de simbólica que de real, algo así como el 14 de Julio de 1789, parte aguas entre dos épocas. Es cierto que “la caída del muro” estuvo antecedida de un lento pero progresivo deterioro del bloque socialista, que se aceleró en los años previos, con la crisis terminal de la Unión Soviética y las reformas de Gorbachov y su equipo, posiblemente contraproducentes y aceleradoras de la extinción definitiva. Claro, en esos años nadie se dio cuenta, ni los más conspicuos analistas pudieron predecir lo que se vino luego, ese análisis fue tarea de la historia.
Pero, ¿qué queda veinte años después? La verdad que el mundo posterior a la caída del muro no fue muy halagador que digamos. El capitalismo como único sistema económico y sin competidor cercano ha ahondado las desigualdades sociales, la globalización económica y el modelo no han sido propiciadores de cerrar brechas sociales, sino todo lo contrario, tenemos “islas de prosperidad” en un mar de pobreza. En cuanto a la democracia como sistema político del capitalismo, si bien es un sistema casi universal y que ahora nadie discute, sin embargo el proceso de democratización en algunos países es más remedo que autenticidad, más fachada que realidad, como en la Rusia de Putin, la Venezuela de Hugo Chávez o el Perú de Fujimori en los noventa. La autocracia y hasta los tintes dictatoriales están allí, presentes y agazapados.
No es un mundo muy bello que digamos (y no comentemos los críticos problemas ambientales para no caer en el pesimismo). Este mundo más se parece a las “distopías”, a las pesadillas que fueron concebidas por escritores y artistas; y sobretodo no hay sueños de un mundo mejor, de un “paraíso en la tierra”. El hombre desde que tomó conciencia de si ha tenido sueños, visiones de mundos mejores que el existente, ahora no tenemos nada de ello; en su reemplazo solo hay un intolerante fundamentalismo religioso, un nacionalismo bastante chato y vulgar practicado por algunos, y un neoliberalismo simplón e indigente en ideas.
Quizás como lección nos queda que es inútil edificar cualquier torre de Babel que quiera ascender al cielo y que más bien sus peldaños pueden conducir al infierno del sectarismo y la idiotez humana.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Wednesday, November 04, 2009
LA PÍLDORA PARA LAS POBRES Y LA PÍLDORA PARA LAS RICAS: EL FALLO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Comúnmente se cree que los magistrados son personas cuerdas, racionales y libres de todo prejuicio. Nada más lejos de la realidad. Los magistrados, como cualquier mortal, tienen su “corazoncito” y su cerebro guarda una carga ideológica y prejuicios que son revestidos con un barniz de racionalidad. Esa “superestructura mental” es recubierta con fórmulas legales, dogmas jurídicos y jurisprudencia que no desmerecen el “pathos” que mueve sus decisiones. Ya no hablemos de las presiones que reciben sea del poder político o de los poderes fácticos, presiones que solo algunos resisten y la mayoría cede, sea porque quieren conservar su buen remunerado puesto, porque van a recibir alguna “compensación extra” por los servicios prestados, o sencillamente por quedar bien con los “poderosos” del país. Así que, amable lector, la aparente objetividad no existe entre los serios y adustos magistrados del sistema de justicia, incluyendo a los que componen el Tribunal Constitucional.
El reciente fallo del TC no escapa a las consideraciones extra jurídicas por más que las 59 páginas de la sentencia digan lo contrario. Porque, ¿cómo se puede defender la vida, si por un lado se prohíbe la entrega de la llamada “píldora del día siguiente” en los establecimientos públicos de salud y por el otro se permite su expendio en las farmacias particulares? Si la píldora fuese abortiva, por simple lógica (“igual razón, igual derecho”), debería prohibirse tanto en los establecimientos públicos como privados.
Otra incongruencia que muestra el fallo del TC es el referente a una sentencia anterior donde sí permitió a los establecimientos de salud pública la entrega de la píldora; sin embargo ahora se desdice de su propia opinión. Sabemos que solo Dios y los tontos se muestran invariables, pero cambiar de opinión en tan pocos meses y por los mismos integrantes del Tribunal, como que deja mucho a la especulación. ¿Qué pasó para que estos “santos varones” fuesen “iluminados por la verdad”?
En el caso de la píldora del día siguiente el impacto social inmediato en los sectores populares que no podrán acceder al costo de la píldora será que se incrementarán los embarazos no deseados y subsecuentemente el número de abortos clandestinos con el natural riesgo para la madre, mientras que las mujeres de los sectores económicamente pudientes no tendrán ningún problema en adquirir la píldora en una farmacia particular y no se harán problemas con un eventual embarazo; planteándose así una discriminación generada –ironías de la vida- por el propio guardián de la constitucionalidad. Ello a su vez conlleva, a mediano plazo, el incremento del número de pobres y de la población en general, por lo que la renta per capita tenderá a decrecer, afectando sobretodo a los sectores populares por la cantidad de hijos por familia, a diferencia de los sectores medios o altos que suelen controlar los embarazos, generándose así un círculo pernicioso de pobreza.
El derecho debe tratar de regular lo mejor que pueda los fenómenos o hechos sociales, si está muy retrasado o lo regula forzosamente (“con calzador”), los agentes sociales (vale decir nosotros como sociedad) hacemos caso omiso a sus regulaciones o buscamos alternativas distintas, incluso de carácter extralegal (“hacemos nuestro propio derecho”), dado que la regulación oficial nos causa perjuicio o no nos conviene (intereses particulares). El fallo del Tribunal Constitucional –así como el inútil debate acerca de la despenalización del llamado “aborto sentimental” y el aborto eugenésico- es un claro ejemplo del desfase entre derecho y sociedad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
El reciente fallo del TC no escapa a las consideraciones extra jurídicas por más que las 59 páginas de la sentencia digan lo contrario. Porque, ¿cómo se puede defender la vida, si por un lado se prohíbe la entrega de la llamada “píldora del día siguiente” en los establecimientos públicos de salud y por el otro se permite su expendio en las farmacias particulares? Si la píldora fuese abortiva, por simple lógica (“igual razón, igual derecho”), debería prohibirse tanto en los establecimientos públicos como privados.
Otra incongruencia que muestra el fallo del TC es el referente a una sentencia anterior donde sí permitió a los establecimientos de salud pública la entrega de la píldora; sin embargo ahora se desdice de su propia opinión. Sabemos que solo Dios y los tontos se muestran invariables, pero cambiar de opinión en tan pocos meses y por los mismos integrantes del Tribunal, como que deja mucho a la especulación. ¿Qué pasó para que estos “santos varones” fuesen “iluminados por la verdad”?
En el caso de la píldora del día siguiente el impacto social inmediato en los sectores populares que no podrán acceder al costo de la píldora será que se incrementarán los embarazos no deseados y subsecuentemente el número de abortos clandestinos con el natural riesgo para la madre, mientras que las mujeres de los sectores económicamente pudientes no tendrán ningún problema en adquirir la píldora en una farmacia particular y no se harán problemas con un eventual embarazo; planteándose así una discriminación generada –ironías de la vida- por el propio guardián de la constitucionalidad. Ello a su vez conlleva, a mediano plazo, el incremento del número de pobres y de la población en general, por lo que la renta per capita tenderá a decrecer, afectando sobretodo a los sectores populares por la cantidad de hijos por familia, a diferencia de los sectores medios o altos que suelen controlar los embarazos, generándose así un círculo pernicioso de pobreza.
El derecho debe tratar de regular lo mejor que pueda los fenómenos o hechos sociales, si está muy retrasado o lo regula forzosamente (“con calzador”), los agentes sociales (vale decir nosotros como sociedad) hacemos caso omiso a sus regulaciones o buscamos alternativas distintas, incluso de carácter extralegal (“hacemos nuestro propio derecho”), dado que la regulación oficial nos causa perjuicio o no nos conviene (intereses particulares). El fallo del Tribunal Constitucional –así como el inútil debate acerca de la despenalización del llamado “aborto sentimental” y el aborto eugenésico- es un claro ejemplo del desfase entre derecho y sociedad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Saturday, October 31, 2009
JALOGÜIN
Cuando era niño no existía la celebración del “Jalogüin” –como decimos por estos lares-. Para los niños el 31 de Octubre era un día común y corriente, sin ninguna expectativa de fiesta o de salir por caramelos y dulces; más bien los adultos se preparaban para ir a Peñas o celebrar en casa el día de la canción criolla. Recuerdo haber ido a una de esas fiestas de “rompe y raja” donde se servía aguadito y la música no era de una radio o un fonógrafo sino de cantantes criollos en vivo. Sí, las fiestas eran populares y en callejones de un solo caño. Montes y Manrique eran los emperadores de un género que parecía eterno.
El “Jalogüin” vino en los ochenta. Penetró por los colegios más “pitucos” y de allí por actitud imitativa –como diría el sociólogo Thorstein Veblen-, ayudado por los medios de comunicación, fue bajando a las demás clases sociales. De ser una celebración elitista circunscrita a Miraflores o La Molina, pasó a ser celebración popular y representarse en distritos tan variados como Villa El Salvador o Comas. En fin, la moda que le dicen. Y las típicas calabazas un tanto siniestras al principio han cedido el paso a otras más alegres y festivas, amen de los disfraces que, cual carnaval, usan los infantes en “la noche de todas las brujas”.
Como uno va cambiando de opinión e ideas conforme pasa por la vida (como dice el adagio “solo Dios y los tontos no cambian”), en mi juventud la música criolla me parecía bastante cojuda, tonta e insípida, no le prestaba la mínima atención. Ahora, en los últimos años, he comenzado a apreciarla junto al bolero. O mejor dicho a saborearla, porque se la debe escuchar como si se tratase de beber una copa de buen vino. Creo que uno debe pasar por muchas decepciones en la vida para paladear esas letras que parecen cursis a primer oído. Por eso, este 31 celebraré en privado el día de la canción criolla, de repente viendo la película de terror Halloween de ese maestro del cine de “serie B” que es John Carpenter, que la tengo en un viejo VHS, mientras bandas de niños recorren las calles gritando “Jalogüin”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
El “Jalogüin” vino en los ochenta. Penetró por los colegios más “pitucos” y de allí por actitud imitativa –como diría el sociólogo Thorstein Veblen-, ayudado por los medios de comunicación, fue bajando a las demás clases sociales. De ser una celebración elitista circunscrita a Miraflores o La Molina, pasó a ser celebración popular y representarse en distritos tan variados como Villa El Salvador o Comas. En fin, la moda que le dicen. Y las típicas calabazas un tanto siniestras al principio han cedido el paso a otras más alegres y festivas, amen de los disfraces que, cual carnaval, usan los infantes en “la noche de todas las brujas”.
Como uno va cambiando de opinión e ideas conforme pasa por la vida (como dice el adagio “solo Dios y los tontos no cambian”), en mi juventud la música criolla me parecía bastante cojuda, tonta e insípida, no le prestaba la mínima atención. Ahora, en los últimos años, he comenzado a apreciarla junto al bolero. O mejor dicho a saborearla, porque se la debe escuchar como si se tratase de beber una copa de buen vino. Creo que uno debe pasar por muchas decepciones en la vida para paladear esas letras que parecen cursis a primer oído. Por eso, este 31 celebraré en privado el día de la canción criolla, de repente viendo la película de terror Halloween de ese maestro del cine de “serie B” que es John Carpenter, que la tengo en un viejo VHS, mientras bandas de niños recorren las calles gritando “Jalogüin”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
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