Friday, February 01, 2013

UCHURACCAY


Estoy en el cementerio El Ángel, visitando un familiar cuyo aniversario se cumple. En el trayecto me encuentro con un pequeño grupo de personas bajo el sol, traspirando por el cerrado saco, y me acerco por curiosidad. Algunas tienen cámaras fotográficas en la mano. No las de aficionados, sino las profesionales. Presumo que deben ser periodistas. Me acerco al mausoleo en forma de alas y me doy cuenta que es el dedicado a los ocho periodistas muertos en Uchuraccay. Leo el epitafio: Por la verdad morimos, por la verdad lucharemos. Muy en la onda izquierdista de aquellos años, me recuerda una de esas arengas que coreábamos a voz en cuello por las calles y plazas de la Lima setentera y ochentera. Tiempos que ya no existen.

            Periodistas, familiares y amigos se van reuniendo, hijos, y nietos que nunca vieron a los abuelos, que solo conocen las historias relatadas en el seno familiar. Quizás los hayan perfilado como héroes, más o menos como dice el epitafio: fueron en busca de la verdad; o quizás los delinearon como simples mortales que se encontraron con un destino fatal en un remoto y gélido caserío. Si fueran mis hijos o mis nietos creo que les contaría la segunda versión, la de personas comunes y corrientes que en el avatar de su trabajo se encontraron trágicamente con la muerte. Es más realista.

            Son las nueve de la mañana y todavía se ven pocas personas. Junto al mausoleo han colocado una gigantografía de la Asociación Guadalupana que se hace presente. Parece que uno de los ocho mártires estudió allí o una de las promociones lleva su nombre. También se aprecia una corona fúnebre bastante austera. Imprevistamente suenan celulares, algunos se han excusado de asistir a la romería, de repente la distancia y el calor los han desanimado, o han preferido aprovechar la mañana calurosa para irse a la playa. Poca gente…

            Treinta años después Uchuraccay se presenta como algo nebuloso, cubierto por la bruma del tiempo. Significa retrotraernos a tiempos difíciles, sangrientos, de una virtual guerra de peruanos contra peruanos que nadie quiere recordar. Pero, es necesario. Los que vivimos en esa década del terror no podemos olvidar lo que sucedió.

            Pero, ¿qué pasó en esa comunidad olvidada donde ocho periodistas más su guía y traductor perdieron la vida a manos de comuneros, asesinándolos con sadismo inconfesable? ¿Fue cierto que los confundieron con terroristas o fueron azuzados por las fuerzas armadas?

            1983. Estamos en los primeros años del retorno a la democracia que coincidió con el comienzo de los actos terroristas por Sendero Luminoso. Todavía se encuentra lejos en el tiempo la captura de Abimael Guzmán y más bien parece que este y su banda son los que van ganando la partida. El gobierno de Belaunde no tiene una estrategia precisa para luchar contra el terror. Lo tomó desprevenido y no encuentra mejor política que la de “tierra arrasada”, donde los derechos de las personas y la protección a la sociedad pasan a un segundo plano. Los comuneros de las zonas en conflicto viven entre dos fuegos: los terroristas y “las fuerzas del orden”. En el medio se producen una serie de delaciones, venganzas personales, asesinatos, ajustes de cuentas entre comunidades y otros hechos cuya historia falta contar claramente.

            Ocho periodistas de Lima van en busca de la noticia, desconociendo al partir que ellos serán la noticia que conmocionará al Perú y al mundo. Curiosamente van a cubrir la información de unos ajusticiamientos que comuneros de Huaychao infligieron a senderistas y que les valió un reconocimiento público del propio presidente Fernando Belaunde por el gallardo acto patriótico. En el trayecto los ocho periodistas son interceptados por comuneros de la vecina Uchuraccay. El resto es historia conocida. Según el informe de la Comisión de la Verdad, el asesinato no habría durado más de treinta minutos.

            La noticia conmocionó tanto dentro como fuera del país, tanto así que fue necesario buscar una solución política, por lo que el presidente Belaunde designa una comisión ad hoc presidida nada menos que por Mario Vargas Llosa, ya una celebridad y con un prestigio moral en ese entonces, amen de amigo cercano del arquitecto, a fin de determinar qué pasó ese 26 de Enero.

            Es cierto que el Informe de la Comisión Vargas Llosa adoleció de un excesivo antropologismo. Afirmaba que los comuneros al vivir prácticamente aislados confundieron a los periodistas con militantes de Sendero Luminoso, generándose el macabro desenlace. La tesis me hizo evocar una novela del célebre escritor publicada hacía poquísimos años antes de los aciagos hechos: La guerra del fin del mundo, donde la revuelta de los lugareños en Canudos obedece a una trágica comedia de equivocaciones. No convenció del todo la conclusión del informe, daba la impresión que se quería exonerar de responsabilidad política al gobierno de Belaunde. Pero tampoco convenció la tesis contraria de la oposición: de la autoría directa de militares encubiertos de comuneros. Sinchis o soldados disfrazados de campesinos como autores inmediatos del asesinato múltiple. No existen pruebas contundentes que sustenten la tesis.

Otra hipótesis sostiene que el guía Juan Argumedo era senderista o cercano al senderismo, hecho que conocían los pobladores de Uchuraccay y que al verlo llegar junto a extraños, los asociaron inmediatamente con militantes de Sendero Luminoso, produciéndose la masacre. La viuda de Argumedo desmintió dichas aseveraciones y más bien ha tratado de borrar ese estigma de la imagen del difunto, reiterando que él jamás fue senderista; pero la duda siempre se mantendrá en el tiempo, sobretodo en esos tiempos confusos y aciagos que nos tocó vivir a los peruanos treinta años atrás.

            Quizás y solo quizás, lo que prevaleció fue una instigación de los militares a los comuneros de darle vuelta a todo extraño, en la creencia que cualquier foráneo que se acercase a una comunidad debía ser senderista. Tengamos presente que el propio presidente Belaunde felicitó públicamente a los comuneros de Huaychao que mataron a terroristas. No sería extraño que el Comando Político Militar de la zona haya azuzado a los campesinos a una conducta similar. Parece que los comuneros tuvieron “carta blanca” para actuar como lo hicieron. Maten y después pregunten.

            ¿Qué pasó luego? Uchuraccay se convirtió en un pueblo fantasma. Como una maldición bíblica, muchos comuneros murieron trágicamente en los años del terror, otros huyeron para no ser arrestados y culpados del asesinato múltiple. Algunos fueron capturados y sometidos a un proceso judicial que no aclaró los hechos y solo se convirtieron en chivos expiatorios de culpas ajenas. Hoy Uchuraccay, treinta años después, ha cobrado nueva vida y quiere olvidar ese doloroso pasado. Sus problemas son otros. Quieren convertirse en distrito, tener autonomía política. También deben enfrentar la vorágine de la vida actual y engancharse a la modernidad, con los retos y problemas que ello significa. Quieren ser parte del Perú contemporáneo. En fin, quieren olvidar el pasado y mirar el futuro. Derecho tienen.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, January 18, 2013

EL CINE PERUANO REVISITADO



A lo largo del 2012 se presenció un boom de estrenos nacionales. Es cierto que muchas de estas películas no pasaron de las dos semanas en cartelera, algunas incluso se quedaron en la fatídica primera semana o, peor aún, en apenas algunos días, para luego ser olvidadas sin pena ni gloria. Como que el cine peruano no interesa a los peruanos. Gana premios internacionales, ciertos nombres de cineastas son reconocidos afuera; pero, a diferencia de veinticinco o treinta años atrás, ya no congrega multitudes, ni siquiera un público relativamente mayoritario.

Se tiende a echar la culpa de ello a los blockbusters que ocupan literalmente los circuitos de exhibición comercial todo el año. No hay mes, ni semana, ni día del calendario que no tenga uno de ellos en estreno. Pero esa reacción contra estos verdaderos trasatlánticos cinematográficos se parece a  la de los obreros en la Europa del XIX frente a las máquinas o a los conductores de carretas jaladas por caballos con relación a los automóviles a inicios del XX. Como que echarle toda la culpa “al villano” (léase blockbuster) no convence en su totalidad, como tampoco las recetas que buscarían sino impedir, por lo menos atenuar esta verdadera avalancha comercial extranjera.

Lo malo cuando se busca “un culpable” es que se simplifica el problema. Es verdad de Perogrullo que los blockbusters monopolizan las pantallas en todo el mundo. Eso es evidente. El inconveniente con esta explicación unívoca es que al haber encontrado al malo de la película, causante de la deserción de espectadores nacionales y que el cine propio no desarrolle, no cabe seguir hurgando en otras causas no tan evidentes, sino buscar una solución relacionada con el culpable encontrado y así tenemos en paz nuestra conciencia.

Pero, no simplifiquemos el problema y busquemos otras variables. Retomemos la pregunta inicial. El fenómeno del escaso público nacional convocado por las películas locales no es exclusivo de Perú. Matices más, matices menos, en otros países también se produce un fenómeno similar.

Parece -y esta es otra explicación parcial- que la intelectualización o elitización de los jóvenes cineastas, con películas para ser vistas por un público selecto, con cierto nivel cultural, impide una masificación de concurrencia, al no tocarse como antaño “géneros populares”, lo que le gusta a la gente. Digamos -y en esta afirmación yo también simplifico el problema- que los jóvenes cineastas de ahora anhelan hacer un cine de autor, convertirse en émulos de un Godard o de un Truffaut del tercer mundo. No es casualidad del destino que en el año 2012 solo dos películas nacionales, animadas para mayores detalles, fueran las más vistas por los peruanos, mientras el resto de estrenos comerciales producidos en el país tuvieron escasa concurrencia. No es necesario ser adivino para encontrar una explicación tan evidente del motivo.

En la nueva hornada de realizadores capitalinos no existe, por ejemplo, un Lombardi que maneje con suficiencia los géneros y medios para contar eficientemente una historia y provoque la convocatoria de un público mayoritario. Los jóvenes cineastas en la actualidad prefieren ganar premios internacionales con un mal entendido “cine de autor”, con puestas en escenas “cultistas” o historias que contengan una visión muy europea de cómo nos ven afuera: pobreza, inseguridad, violación de mujeres pobres, desigualdad social y racial o incesto entre familiares, ignorancia en grado supino sobretodo de personas de los sectores populares y una pizca de terrorismo y estado malvado. Eso “vende” en los festivales internacionales: la imagen del “buen salvaje” embrutecido por las trasnacionales, el imperialismo (yanqui por supuesto) ayudados por los felipillos locales.

Hay que mirarlo por el lado positivo: ya no nos ven usando taparrabos y viviendo en las copas de los árboles.

..

El asunto de los premios nos lleva a otra pregunta. Qué tipo de cine es el que se está incentivando vía los concursos que convoca el Ministerio de Cultura. ¿La línea que se sigue es la de una elitización, de un cine cultista o es la de un cine mayoritario? Por los premios obtenidos en los últimos años, todo indica que es lo primero; cerrándose así el ciclo de una lógica perversa: se forma realizadores de un cine de elite y se estimula con los incentivos de los premios esa forma de hacer cine, entendida como algo artístico. Y no se diga que es un asunto concerniente solo a especialistas en cine, dado que los premios se financian con recursos del erario público, de todos nosotros, por lo que tiene legitimidad para opinar y actuar cualquiera de los treinta millones de connacionales. Derechos del ciudadano que le dicen. (Es más, quizás en otros países con congresos más serios y que les interese realmente la cultura, el ministro de dichos asuntos hubiese sido llamado para rendir explicaciones del fracaso del sistema de premiación en su portafolio).

Pero esa es apenas una faceta del cine peruano. Más de un cine capitalino hecho por jóvenes egresados de alguna universidad privada, con aspiraciones a que su cine se “internacionalice”; pero están los otros, los que pese a los obstáculos se abren paso como los realizadores del llamado cine regional. Gracias al digital, una nueva generación comienza a filmar lo que sucede en las provincias (o el Perú profundo como decimos huachafamente los limeños).

Salvo raras excepciones, es un cine que no se ve en Lima, circunscrito casi siempre a su localidad de origen. Un cine underground si se quiere, pero que atrae público que se identifica con lo que ve en el écran. Cine popular, en el sentido que vive de sus espectadores y refleja una realidad local o mitos y leyendas de la zona. Claro, no esperen encontrar en este cine regional que se está forjando un refinamiento estético, pero los chicos se esmeran en contar una historia.

Y si bien las nuevas tecnologías han ayudado a abaratar costos y que toda una nueva hornada de jóvenes se vuelque a filmar, no es menos cierto que estas nuevas tecnologías también han ahuyentado público de las salas de cine. Los cinéfilos y los no tan cinéfilos se han acostumbrado a ver películas en dvd o blue ray, para lo cual ayudan los enormes televisores de plasma, lcd o led que cada día cuestan menos. Las grandes colas para ver un estreno en pantalla grande ya no se producen, ni en los más mentados del año. Lombardi y compañía no tenían esos problemas cuando hicieron sus pininos en el séptimo arte. Son nuevos problemas que requieren nuevas soluciones, no las mismas de hace treinta años atrás.

También se debe considerar que todavía estamos bastante lejos de una verdadera industria del cine. Si no existe una industria que produzca regularmente películas, tampoco existirá demanda de espectadores. Una industria del cine tiene sus ventajas, no solo porque ofrece trabajo a una serie de profesionales, desde actores, actrices, realizadores, pasando por el trabajo de guionistas, sonidistas, luminotécnicos, así como forma productores cuyo “business” es buscar financiar películas; sino también permite continuidad y por ende perfeccionamiento de los que están dentro de la actividad. La única manera de conseguir un buen director, un buen actor o un buen técnico es en la práctica continua. Es la única forma de aprender a ejercer un oficio y el cine no es la excepción. Retrotrayéndonos treinta o más años en el pasado, cuántos jóvenes se han quedado con solo “una película”. Fue su debut y despedida; o jóvenes actores que luego se dedicaron a otra cosa por falta de oportunidades. El cine artesanal que se practica acá, muchas veces en heroicas condiciones, no facilita esa continuidad, pese a que la tecnología antes aludida ha permitido disminuir dramáticamente costos.

La industria del cine necesita obligatoriamente apoyo efectivo del estado. No soy muy amigo de las intervenciones estatales, pero para crear las condiciones de una industria y un mercado del cine peruano se requiere el apoyo efectivo del estado, por lo menos en sus inicios. No solo una política cultural clara y precisa, sino también una decidida voluntad política y una norma promotora más o menos proteccionista del cine nacional como el derogado DL 19327, subsidiando películas o incentivando vía premios. La industria del cine no nacerá única y exclusivamente por obra y gracia divina del mercado. Esa es otra verdad de Perogrullo. (Y para evitar que les de un ataque de nervios y soponcios a los neo liberales nativos, cuando afirmo apoyo efectivo del estado obviamente no me lo imagino creando empresas públicas, expropiando las taquillas o nacionalizando las salas de cine. Pueden estar tranquilos).

Lo cierto es que el mencionado DL era una norma promotora y proteccionista que permitió el desarrollo del cine nacional. Toda una generación de cineastas, algunos vigentes hasta la fecha, se nutrió y creció al amparo de la 19327; y si bien las condiciones sociales y económicas actuales son otras, algo se puede hacer desde “el ogro filantrópico”: los ya mencionados premios (a los que se deben incorporar ciertos condicionamientos), subsidios directos o indirectos a filmes nacionales, cuotas de pantalla a cambio de incentivos tributarios, proyección de cortos antes de la función principal y, por supuesto, salas de “exhibición cultural” financiadas por el estado. Los cine clubs cumplían en parte esa función, pero desparecieron. Hay otras cosas que se pueden hacer con racionalidad y proyección a mediano y largo plazo.

Y, a nivel de estructura del estado, creo que debemos volver a un organismo autónomo del cine. Con la creación del Ministerio de Cultura, los asuntos relacionados al cine pasaron a una difusa y burocrática dirección, cuyos funcionarios estaban más entusiasmados en peleas, zancadillas y puñaladas de unos contra otros que en fomentar una auténtica cultura cinematográfica y audiovisual. Creo que lo más idóneo sería una institución con plena autonomía administrativa, competencial y financiera, y si es posible con facultades de asociación público-privadas, tanto mejor.

Vuelvo a la pregunta inicial, qué hacemos para que el público local “regrese” a ver películas peruanas. Confieso que no existe una respuesta única, pero algo debemos hacer desde el estado y desde la sociedad para que el respetable se interese por el cine que se hace en su terruño. Quizás lo que decía Domingo Faustino Sarmiento no esté lejos de la respuesta o como parte de la respuesta: la educación del soberano.

El cine cumple la función que en el siglo XIX cumplió la novela: es el espejo en que nos vemos como nación y en el cual nos ven los de fuera. Tiene un papel ideológico, cultural, propagandístico, económico, social y por supuesto artístico. Ojalá algún día lo veamos cristalizado.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, December 21, 2012

YO SOY


El concursante está parado en medio del escenario, los reflectores lo enfocan, va a comenzar su interpretación no sin antes proclamar resueltamente “yo soy…” y a continuación el nombre del cantante que imitará. Comienza así una larga competencia que durará varias semanas y donde al final de la batalla solo habrá un ganador que se lleve los veinticinco mil dólares. Ya van cuatro temporadas más una corta rueda de revancha que han hecho del programa concurso “Yo soy” quizás el más exitoso de los últimos años.

Reality producto de una franquicia cuya exclusividad para Perú la tiene GV producciones, la productora de Gisella Valcárcel, el programa concurso nativo de los países bajos se replica en distintas latitudes del mundo con un  formato similar: concursantes que deben imitar al milímetro a algún cantante famoso.

Semana tras semana se presentarán los aspirantes al premio mayor cuyo referente es un cantante vivo o ya fallecido, conocido o no tan conocido entre nosotros, de idioma castellano o de habla inglesa, teniendo al frente a un jurado implacable con el mínimo desvío, más que jurado, celoso censor que observa al detalle que el concursante no se salga de “la línea correcta”: las reglas del concurso obligan a una mimetización absoluta con el personaje original. No pueden existir desvíos, creaciones propias, sino el concursante debe copiar al milímetro voz y entonación, al igual que gestos, mímica, dominio escénico y hasta físico idéntico al modelo imitado. No hay lugar para la creatividad.

Aunque en cierta manera sí. Debe hacernos creer por tres o cuatro minutos que nos encontramos frente al modelo original. Debe “hechizarnos” con una “magia” que durará apenas unos minutos, algo así como lo que sucede con los buenos escritores, que deben “atrapar” al lector y hacerle creer que el texto leído representa un mundo real; de igual manera los muchachos (y algunos no tan muchachos) que van en busca de fama y fortuna, nos deben encantar.

Esas semanas de competencia comienzan con un casting, seleccionando el jurado a los concursantes que pasarán al torneo. Luego vendrá la competencia, todos contra todos, donde solo habrá un ganador. Dudo mucho que dentro del grupo exista una camaradería sincera como “los detrás de cámaras” nos quieren hacer creer.  Existiendo una competencia tan despiadada es imposible que se genere un clima de colaboración mutua o de amistad sincera como nos endilgan, más como argumento edulcorado, como parte del show, que una “realidad real”.

Semanas estresantes para los que se encuentran en la arena, mayor aún cuando se acerca la gran final. En más de una oportunidad se ha apreciado síntomas claros de estrés por la fuerte presión que significa un concurso donde se exige fidelidad exacta en la copia del modelo original. No importa si estás con fiebre, dolor, diarreas, faringitis o si un ser querido ha muerto: debes seguir igual como te lo recuerda dictatorialmente el productor-jurado, “el pequeño césar” sin pelos en la lengua ni en la cabeza. Haz firmado un contrato como Fausto y debes continuar, me importa un pepino lo que te pase por dentro. En caso de rebeldía o desobediencia, un ejército de abogados al servicio de la productora les recordará a estos chicos el contrato que han firmado, las cartas notariales comenzarán a llegar a sus domicilios con amenazas de juicios y embargos si se salen una línea de lo suscrito.

Precisamente ese concursante está sometido a un contrato, cuyos términos no son revelados al público, pero imaginamos debe contener compromisos de sometimiento a las reglas del concurso, exclusividad y reserva de las cláusulas contractuales, entre otros aspectos. Algunos ex concursantes incluso han insinuado abiertamente que esos contratos son abusivos, pagan un fuerte “derecho de piso” sin ninguna contraprestación por el lado del canal o de la productora. En las semanas del torneo –e incluso en las semanas previas, cuando son reclutados- tienen que dedicarse en exclusiva al concurso. Entre extenuantes ensayos y presentaciones en vivo por la noche no hay tiempo disponible para hacer otra cosa, sino dedicarse por entero al programa, sin aparentemente ninguna contraprestación de la otra parte.

De ser cierta la sospecha, “los concursantes” que son la base del programa (debido a que de imitar mal o no parecerse al modelo original, “el show se cae”) serían los únicos en no recibir una compensación por su trabajo, a pesar de las grandes dosis de tiempo y esfuerzo que invierten en su mimetización. Sería interesante que algún medio, haciendo ejercicio del periodismo de investigación -si es que existe todavía en el Perú periodismo de investigación-, consiga una copia de esos contratos leoninos que firman todos los concursantes que intervienen en el reality. Creo que en más de un detalle nos va a asombrar.

El “jurado-censor” (que suponemos sí cobra unos honorarios por su trabajo) es un tema aparte por la importante gravitación en salvar o “bajar el dedo” a algún concursante. Suerte de “emperadores romanos” desde su olimpo mediático, pueden “sentenciar” o “salvar de la muerte” a alguno de los competidores esgrimiendo un falso eruditismo. Se ha dicho incluso que muchas veces sus decisiones son arbitrarias. Gente proveniente de la farándula, dudo que tenga los conocimientos musicales suficientes para determinar las bondades o no de alguno de los aspirantes al premio mayor, como ha quedado al descubierto en más de una oportunidad cuando un concursante se armó de valor y les ha replicado sobre los “sesudos comentarios” que el jurado esgrime.

No menos cierto es que en este tipo de realities interviene el público a través de su voto por la opción favorita o “mandando al cadalso” a alguno de los participantes. Y, en las últimas temporadas ha sucedido un hecho reiterativo: el ganador es aquel que imita a un cantante muy conocido en nuestro medio. No necesariamente es el mejor imitador, pero el imaginario popular lo ayuda notablemente; así contra todo pronóstico se han impuesto los imitadores de Julio Iglesias y de Fher de Maná contra otros de mayor valía pero cuyos imitados no son tan conocidos por estos lares. El concursante que quiera llegar a la final es más recomendable que imite a un “cantante comercial” que a uno no tan oído y visto en nuestro medio como les ha sucedido a los copistas de Robert Plant o Janis Joplin. Cosas de la democracia.

Luego del receso de verano, Yo soy regresa. La franquicia es una mina de oro. Prácticamente se tiene una materia prima a la que, a modo de los esclavos, no se le paga nada, salvo la vaga promesa de un premio y un poco de fama. La pregunta es si continuará la mina así de suculenta o se estará agotando. Creo que el cantante Raphael tiene la respuesta cuando afirmó que estos programas se van a terminar por saturación. Las franquicias de este tipo se agotan por la repetición continua, el desgaste diario. En un momento determinado ya no llaman la atención o se produce un agotamiento de los insumos (leáse “cholo gratis”, perdón “aspirantes con talento”), al final de cuentas son recursos escasos, por lo que la sintonía comienza a decrecer. “Rating manda”.

Hasta que no se produzca ello, veremos todas las noches a hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, aspirando llegar al ansiado premio o siquiera tener su cuarto de hora de fama porque “yo soy…”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, December 11, 2012

EL BOOM Y LOS CINCUENTA AÑOS DE LA CIUDAD Y LOS PERROS

El homenaje recibido en distintos lugares a la célebre novela de Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros, con edición homenaje de la propia Academia de la Lengua, marca un hito en la narrativa hispanoamericana, a tal punto que por convencionalismo se ha fijado en el año de la primera edición (1962) como la fecha de inicio del llamado boom, sonido onomatopéyico que alude a la explosión de la narrativa de esta parte del mundo.


Pero, ¿fue solo un movimiento comercial promovido por editoras españolas como sus detractores aseveran?

Sería mezquino afirmar esa sentencia tajantemente. El puñado de escritores que estuvieron en la cresta de la ola (Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes) contaba con una calidad incuestionable. Renovaron las letras hispanas, cuando en la propia cuna del castellano, España, la creatividad se había apagado de la mano del franquismo. Bebiendo de las canteras de Joyce, Proust, Faulkner y Hemingway comenzaron a contar las historias del desencanto vividas en pueblos remotos, inventados o reales.

Es justo reconocer que también existió un marco publicitario, de marketing al decir de la jerga actual, que permitió “vender” los libros de estos jóvenes escritores. Carlos Barral fue quizás el principal animador de esta hornada literaria. Al final de cuentas a los editores les importaba que vendan sus libros. Fueron best sellers, pero de calidad.

Otra característica fue la pose, ya no de “escritor maldito” a la usanza de los franceses del XIX, pero sí de la mal denominada profesionalización del escritor. El escritor visto como un profesional de las letras, cuyo deber sobretodo es vivir para la literatura.

Posición discutible, una suerte de trabajador de las letras a tiempo completo, en contraposición a las generaciones anteriores de escritores dominicales como el propio Vargas Llosa los motejaba un tanto despectivamente.

La experiencia ha demostrado que el dedicarse en exclusiva a las letras no conlleva necesariamente tener obras de calidad pareja; y viceversa, aquellos que eran escritores en tiempo libre o cuando la satisfacción de sus necesidades materiales lo permitía, hicieron obras que traspasaron la barrera del tiempo.

Precisamente atentó contra esta supuesta profesionalización del escritor y las obras maestras que podía escribir los contratos que los célebres escribas firmaban con las editoriales. El recibir adelantos por derechos de autor les permitía vivir holgadamente, pero tenían como contrapartida que -al igual que los escritores de best sellers “comerciales”- entregar cada cierto tiempo una nueva novela a la editorial.

Como bien anotó Marco Aurelio Denegri, ello trae como consecuencia que el escritor se repita a si mismo. Cree “una formula” que con variantes repite de novela a novela. Es imposible hacer “obras maestras” en serie. Muchos de esos autores callaron esa parte nada romántica de sus compromisos contractuales, mientras daban la imagen de “independencia literaria”.

Otra característica de los escritores del boom fue su compromiso social y político. Nacidos al calor de la revolución cubana, su posición a favor del socialismo en Cuba les dio la imagen de “escritor progre”, con idas y venidas frecuentes de la isla, defendiendo a capa y espada la revolución, hasta que el encanto se rompió cuando el gobierno de Castro comenzó a virar cada vez más hacia la Unión Soviética, restringiendo libertades y censurando obras.

El célebre “Caso Padilla” fue el parteaguas que dividió a los escritores del boom en dos; aquellos que continuaron fieles a la revolución como García Márquez y aquellos que optaron por un cambio gradual hasta anclar en el campo del liberalismo como el caso de Vargas Llosa.

¿Qué queda de todo ese bullicio del boom?

Dos escritores vivos, cada uno exhibiendo un premio Nobel, cuya principal obra la escribieron antes de convertirse en “vacas sagradas”, otros ya murieron dejando una obra importante tras de si, y están aquellos que no tuvieron la suerte de tener el respaldo de una gran editorial, pero que anteriores o contemporáneos a las celebridades del boom, dejaron una obra memorable y que sin muchos premios o reconocimiento de ventas, su huella es vital en las letras. Pienso en los también desaparecidos connacionales Julio Ramón Ribeyro, Eduardo Zavaleta o Manuel Scorza. No fueron “best sellers” pero la importancia de su obra está fuera de dudas. No fueron parte del boom pero lo merecieron.

Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, November 27, 2012

DE NUEVO EL MOVADEF


La alarma que significa el crecimiento del Movadef, sobretodo entre jóvenes universitarios, ha aparejado una reacción contraria: cerrarle los resquicios de la legalidad y la inclusión política a los post senderos o acuerdistas de 1992 (de la línea que demanda una solución política para los problemas derivados de la guerra). Dentro del paquete de medidas estaría el proyecto de ley del negacionismo propuesto por el ejecutivo, la amenaza del Fiscal de la Nación de declarar ilegal al movimiento, la recientemente ley aprobada que reprime duramente el financiamiento de actos terroristas o la separación de los claustros universitarios de profesores y alumnos simpatizantes, amén de un sinfín de denuncias y expresiones de rechazo de distintas organizaciones y personas, sean de derecha o de izquierda.

La pregunta es si el Movadef pone en riesgo la democracia o, de no ser así, si sería posible permitirle el ingreso a la vida política oficial.

Personalmente me inclino por la segunda opción, a la inclusión del movimiento en la vida política oficial. No es que tenga plena certeza de su sinceramiento democrático (estoy de acuerdo en que sus activistas sean seguidos por inteligencia), pero tampoco es un grupito de lunáticos que buscan reiniciar “la lucha arnada”; o, por lo menos, la opción radical no es la única dentro del Movadef. Están los otros, los que quieren participar en política, sea en las próximas elecciones regionales y municipales, como en las generales del 2016.

La forma más inteligente que dejen las armas o que sean una minoría inocua los que la propugnen, es incluyéndolos en la vida política oficial. Negándoles el acceso, la opción radical podría tener preeminencia en el Movadef, con una organización clandestina o semiclandestina sólida y “cuadros duros”, dispuestos, cuando las circunstancias lo permitan, a reiniciar “la guerra popular”. Incluyéndolos, ese peligro disminuye.

Se que es difícil para un gobierno tomar una decisión así, sin ser acusado de “tonto útil” o algo peor y, de tomar una decisión inclusiva, el costo político sería elevado, con consecuencias dramáticas para los actores involucrados, sean del gobierno o de la oposición, por lo que prefieren optar por lo “políticamente correcto” que es proscribir al Movadef, en una posición intransigente y sin matices.

Pero la historia demuestra que las opciones inclusivas son las más idóneas a largo plazo, como sucedió por ejemplo con el APRA, que de ser un partido que buscaba llegar al poder por las armas en los años treinta pasó a ser un partido democrático años después; o la izquierda legalizada hacia fines del gobierno militar y que del discurso radical pasó a sostener el sistema. Ya no hablemos de las experiencias en el continente o fuera de él de partidos políticos con procedimientos violentos que pasaron luego a integrar y renovar el sistema político. Aunque resulte paradójico, la inclusión del Movadef oxigenaría nuestro raído sistema de partidos políticos (lo cual no quiere decir que se atienda su pedido de “amnistía” para Abimael Guzmán y los principales mandos senderistas).

Lo bueno que tenemos como sociedad es que estamos “vacunados” contra dos nefastas “enfermedades” que azolaron al Perú de los ochenta: la hiperinflación y el terrorismo. Muy difícil que la historia se repita. Así como colocamos una serie de candados y trancas constitucionales y legales para impedir el desborde demagógico en economía; así también nos inmunizamos contra el terror adquiriendo reflejos de reacción inmediata como lo demostró la marcha por la paz y la democracia.

Incluyendo en la escena oficial al Movadef estará más a la vista, con los reflectores encima se podrá debatir con sus representantes y se podrá extraer conclusiones de su proceder que simplemente negándolos. Cortando esa posibilidad pasaría al reino de las sombras con pronóstico incierto para el país y la democracia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, November 13, 2012

BRYCE Y EL PREMIO FIL


Me voy a meter “en un lío de blancos” donde no tengo vela ni entierro como el polémico premio Feria Internacional de Literatura 2012 concedido a mi connacional Alfredo Bryce Echenique.

La verdad que el galardón ha dividido los criterios y las aguas no solo en Perú sino en otras latitudes. Incluso muchos escritores y académicos peruanos y no peruanos publicaron una carta abierta de respaldo a Bryce por la obtención de tan distinguido laurel. Carta muy sesuda, digna de intelectuales de gran talla y valía. (Dicho sea de paso nuestro Nobel, Mario Vargas Llosa, no firmó la célebre carta).

En resumen podemos decir que los argumentos a favor de Bryce son: 1) que premia su obra literaria que no está en cuestión y no la periodística que sí lo está por los sonados casos de plagio comprobado; y 2) que la moral o ética no debe entrar en el asunto, en vista que la calificación para conceder el premio es netamente literaria.

Con el primer argumento se relativiza el plagio, total eran artículos periodísticos y no se le ha acusado jamás de plagiar textos de su obra narrativa que es la importante y que ha sido merecedora de tan importante presea. Con la lógica del segundo argumento podríamos premiar también a un pedófilo o a un genocida pero que escribe bien; y si viola niños o mata gente, eso es secundario.

Los que se encuentran en contra sustentan su argumentación en el criterio moral o ético: un plagiador comprobado, por más que sea de artículos periodísticos, no merece recompensa tan significativa.

Todo este jaleo ha llevado a que el premio de marras se le entregase discretamente en su casa, sin mucho público y sobretodo sin periodistas que realicen preguntas incómodas.

Sin ánimo pontificador y estando muy lejos de los sesudos e intrincados argumentos de quienes defienden a Bryce, debo recordar que uno de los vacíos del Occidente actual es la falta de valores y la subsecuente relativización de los actos humanos prohibidos o trasgresores de ciertas conductas. El tabú que existía en las sociedades primitivas ha desaparecido y el gran sustituto que fue la religión prácticamente encerrada en un pequeño desván personal.

Estos hechos dieron lugar a la modernidad y al reconocimiento de derechos fundamentales para la persona; pero también dio lugar a relativizar en la sociedad ciertas conductas censurables, las que fueron despojadas de todo calificativo moral o religioso. De allí existe apenas un paso para la conducta cínica en política y, al parecer, también en el mundo de las letras.

Desde ese punto de vista, los argumentos de “los defensores” de Bryce son deleznables: no importa que haya plagiado, si eran solo artículos para periódicos. Quizás olvidan que los hombres públicos –y Bryce lo es- son el ejemplo a seguir. Son “arquetipos” que pueden inspirar a otras personas a quienes se les dice implícitamente que el plagio de creaciones de terceros es “una pecata minuta”. No importa, si eres famoso y ganas bien con tus libros, plagia nomás, hasta puedes conseguir premios internacionales.

Creo que es signo de los tiempos la relativización de hechos que como el plagio en creadores literarios sean ahora consideradas cosas sin importancia y que “con toda conchudez”, como decimos los peruanos, se reciba un premio tan importante en el mundo de las letras. Eso sí, solapa nomás, para “no hacer roche”. Signo de los tiempos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, November 06, 2012

LA PARADA O UNA GOLONDRINA NO HACE EL VERANO


Más allá de las imágenes que vimos el jueves por la tarde y el sábado, cuando fue acordonado el ex mercado mayorista La Parada, el asunto tiene distintas aristas desde donde puede ser enfocado: sociológico, político, jurídico-legal o administrativo.

Sentimentalmente podemos decir que los lumpen contratados por los comerciantes como “fuerza de choque” son la expresión de una sociedad injusta que no les otorgó las oportunidades debidas a esos jóvenes u hombres que murieron baleados (y que probablemente le cuesten al estado un juicio promovida por alguna ONG de derechos humanos); en lo político podemos decir que al final de cuentas y en medio de la revocatoria aprobada fue “un triunfo” de la alcaldesa de Lima que se atrevió a lo que otros burgomaestres no se atrevieron jamás, con el consiguiente costo político. Quizás algo de razón hay en eso. Jurídicamente añadiríamos que el estado ha hecho uso del monopolio de la violencia a fin de imponer el principio de autoridad y el respeto a la ley.

Sobre eso último quisiéramos reflexionar brevemente: en toda sociedad organizada el principio de autoridad y respeto a la ley es parte importante del “contrato social” para vivir en comunidad: nadie puede hacer lo que quiere, sino bajo ciertos parámetros, y esos parámetros se encuentran en enunciados abstractos y genéricos que se denominan “ley”. Si no se respetan existe una sanción.

Sobre la sanción podemos acotar que no se trata solo de “hacer pagar al culpable”, sino que el hecho sancionado sirva de ejemplo para otros casos. Si el acto trasgresor es sancionado adecuadamente (con todas las garantías de un debido proceso) servirá de ejemplo para que otros no repitan el mismo acto a sabiendas de lo que les va a suceder (lo cual conlleva naturalmente a que la sanción contenga penas severas).

La reubicación de la Parada, imponiendo el principio de autoridad y el respeto a la ley, fue la excepción a la regla en nuestro agitado clima social; en vista que por lo general las acciones vandálicas como “tomas de carreteras”, quemas de edificios públicos o privados y la pérdida de vidas humanas y patrimonio, quedan impunes. Casi nunca se sanciona a los trasgresores, lo que motiva copiar conductas delincuenciales a sabiendas que no habrá sanción efectiva posterior. Ironías de la vida, “el principio de autoridad” lo tuvo que imponer un grupo político de izquierda -Fuerza social-, más bien proclives al no uso de la fuerza contra sectores populares.

De repente por tratarse de la capital y de un hecho tan notorio (y que circuló por todo el mundo) esta vez el estado ha querido hacer respetar el principio de autoridad y el respeto a la ley. Es un buen paso, pero como dice el dicho “una golondrina no hace el verano”. Para que el efecto se replique y se consolide en el tiempo, de ahora en adelante todo acto perturbatorio del orden público y la paz social debería exigir la mayor firmeza del estado, por más que el hecho se produzca en una provincia olvidada del Perú. Todos sabemos que ello no va a suceder. En principio, habría que hacer muchos cambios, como “empoderar” al policía de la calle, lo que obviamente pasa por una reforma profunda del Ministerio del Interior y las fuerzas policiales; así como los políticos arriesgarse al costo de ciertas medidas impopulares, y algunos “bien pensantes” desterrar de su léxico, ideología y forma de ser esa visión sensiblera y oportunista de los problemas sociales.

Una golondrina no hace el verano.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Wednesday, October 24, 2012

UN MAESTRO, UN VOTO: EN BUSCA DEL SUTEP PERDIDO


Cuando nació el Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú, hace cuarenta años y de la mano del desaparecido Horacio Zevallos, la ideología revolucionaria de Patria Roja que, desde la génesis, tuvo el control del Sutep, no difería demasiado de la de sus primos hermanos de Sendero Luminoso, hoy Movadef: fieles creyentes de la ideología maoísta, el poder nace del fúsil y la estrategia del campo a la ciudad, su desdén por la democracia liberal iba en contraposición a su prédica revolucionaria.

Gracias a una de las geniales iniciativas del gobierno militar de Morales Bermúdez de permitir que los partidos de la izquierda marxista se presenten a la Asamblea Constituyente de 1978 y a las elecciones generales de 1980, Patria Roja se va a ir diferenciando de sus hasta ese momento primos hermanos ideológicos: primero fue la decisión de incursionar en la legalidad política y por tanto de ejercitar la “democracia burguesa” que tanto despreciaron hasta algunos años atrás llegando a tener representantes ante el Parlamento Nacional, así como la penetración de “cuadros políticos” en otras capas del estado como los gobiernos locales y los nacientes gobiernos regionales, conformando así una progresiva “burocracia de izquierda” que vivía y vive a expensas del fisco.

Esta opción política tuvo su gran momento de apogeo hasta fines de los años ochenta; de allí en adelante PR pasaría por el calvario de distintos “partidos tradicionales”, sobreviviendo cuasi fantasmalmente, con escasa representación nacional, aunque bien organizado, con operadores políticos curtidos a la usanza aprista, que pueden fácilmente organizar paros, marchas y revueltas en la capital o en el interior del país como las clásicas “tomas” de carreteras.

El otro gran hecho que los va a separar de Sendero será el control de uno de los organismos laborales más importantes por su tamaño y fuerza: el magisterio peruano con cerca de trescientos mil integrantes.

El dominio sobre el magisterio será decisivo para la subsistencia de Patria Roja como organización política, a tal punto que el control sobre este será permanente a través de los sistemas de delegados, a la vieja usanza de los soviets, ubicando en lugares clave a gente de confianza.

Pero nada de ello podría hacer PR de no controlar también un apéndice importante del magisterio: la Derrama Magisterial que le provee de oxígeno financiero gracias a las obligadas cotizaciones de los docentes, sumando en la actualidad dicha institución un capital de mil quinientos millones de soles, convirtiéndola así en una de las entidades más solventes y sólidas del sistema financiero.

Sindicato Único por un lado, recursos financieros por el otro, permitieron que Patria Roja subsista por tres décadas viviendo de los maestros; hasta que sus ex queridos primos hermanos de Sendero Luminoso/Movadef se percataron que ellos también podían usufructuar de la fórmula y nació el Conare. Todavía no tiene la magnitud del Sutep de Patria Roja, pero está creciendo; y se nutre de los errores y “confort burgués” de la dirigencia patriarojera. Esta ya hace mucho tiempo dejó la prédica de la revolución bien encarpetada para gozar los beneficios de dirigir un sindicato numeroso y con cotizantes forzosos.

Si nos damos cuenta, en la huelga indefinida de Setiembre de 2012 claudicaron al mes por algunas migajas que les concedió el estado: una bonificación por única vez y puntos menores. Según ellos porque no querían perjudicar a los alumnos; pero al parecer la verdad fue su poca capacidad de continuar resistiendo como en los tiempos heroicos del desaparecido Horacio Zevallos, sumado a la amenaza del estado de quitarles las prebendas de la Derrama y porque sus primos del Conare les están pisando los talones.

Quizás no sea tan descabellado permitir que el Conare/Movadef/Sendero Luminoso tome las riendas del Sindicato de Profesores. Lo más probable es que gozando de las mieles del poder y de los millones de la Derrama, se endulcen tanto que guarden su prédica revolucionaria en el desván de la historia, al lado de Abimael si es posible. Como diría el príncipe Salina en El Gatopardo: Las cosas deben cambiar para que permanezcan igual.

Pero más allá del gatopardismo, lo más democrático es que el Sindicato de Profesores se democratice. Valga la redundancia. Ya no estamos en la época de las catacumbas, de la persecución, para continuar con el sistema de delegados a fin de elegir a los representantes de los maestros. Estos más bien deberían elegir a sus representantes directamente, tanto ante la dirigencia del Sutep como de la Derrama Magisterial a razón de “un maestro, un voto”.  Votación directa y secreta, con presencia de la ONPE para hacer las cosas más trasparentes. Eso sí sería revolucionario.

Asimismo, si asociarse es un derecho fundamental libre y voluntario, cae por su peso que no se debería forzar a los profesores del sector público a sindicalizarse en un “sindicato único”, por más unitario que se autodefina. El que quiere forma parte del sindicato A o del sindicato B o de ninguno, que así es la democracia y la libertad.

Con esas dos medidas se modernizaría el sindicalismo magisterial peruano, que buena falta le hace, así como a otras organizaciones populares; incluso indirectamente traería un beneficio a la educación pública, al ser el Sutep parte del problema; en vista que todo parece indicar que la otra ala en discordia, el Conare/Movadef, de usufructuar las ventajas de controlar el magisterio haría exactamente lo mismo que sus ex queridos primos hermanos de Patria Roja hicieron desde el inicio: control político, aprovechamiento lucrativo del gremio y nula reforma magisterial. Las cosas deben cambiar para que permanezcan igual.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Saturday, October 13, 2012

CHAVEZ


Los gobiernos autocráticos se caracterizan por mantener las formas democráticas vaciándolas de contenido. Las instituciones son un cascarón vacío, primando la voluntad del autócrata y de la camarilla en el poder; gozando de popularidad gracias a los programas populistas y al clientelaje que mantiene a su alrededor.

 Es “la dictadura perfecta”: se mantienen las formas democráticas, aparente oposición política y mediática, elecciones periódicas; se coacta las instituciones, se mantiene en puestos clave a gente leal comprando conciencias (a diferencia de las dictaduras, la desaparición y tortura de personas son hechos poco usuales en los gobiernos autocráticos, más se prefiere “comprarlas”), usando los recursos del estado a su favor y la maquinaria judicial para silenciar a los más rebeldes o expropiar por razones de “interés social” las propiedades de los que los incomodan.

Sin importar el color del gobierno, sea de izquierda o de derecha, el modelo se está universalizando entre los países con democracias poco sólidas. Fue el caso del Perú de Fujimori en los años noventa, la Rusia de Putín y la Venezuela de Chávez, contabilizando este con el último periodo presidencial ganado veinte años ininterrumpidos en el poder: la alternancia, requisito indispensable en toda democracia que se respete, es una ilusión en los gobiernos autocráticos.

El modelo al no tener controles reales ni contrapesos, degenera en corrupción, nacen “los nuevos ricos” (la boliburguesía venezolana, los nuevos ricos de la Rusia post comunista o la cleptocracia del fujimorato), las clientelas políticas se encuentran presentes, y el estado y las riquezas nacionales son el botín, dejando unas migajas al pueblo para que se contente. En el caso de nosotros en los noventa fue con el dinero de las privatizaciones, en Venezuela con el petróleo.

En ese contexto, es difícil que aquellos que detentan el poder lo dejen fácilmente. Los intereses creados y lo que se encuentra en juego, motiva a que utilicen todos los medios legales e ilegales para continuar usufructuándolo. Desde modificar o, mejor aún, cambiar la constitución política a fin de permitir que el caudillo se reelija indefinidamente hasta el uso de recursos ilícitos y fraudulentos con el objeto de continuar en el sillón presidencial.

La única forma en que abandonan el poder es muertos, sumamente debilitados por lo que deben renunciar (fue el caso de Fujimori) o por medio de una revolución popular violenta que los deponga por la fuerza (el caso de los países árabes).

En el caso de Chávez, todo parece indicar que solo la primera opción sería la viable: muerto el caudillo, se produce un vacío del poder, casi nunca existe un heredero, menos un partido sólido, permitiendo la confusión reinante y la debilidad de las instituciones que el derrumbe del régimen sea rápido y de paso a un gobierno de transición hacia la democracia. Pueden existir factores externos que ayuden a la caída como el aislamiento internacional, la condena de los países más fuertes o de las instituciones internacionales. Esto último fue también lo que pasó en Perú; pero no en la Venezuela chavista. Chávez tiene el apoyo de vecinos de la región, ha creado su propia alianza bolivariana, ha comprado grupos de izquierda y “partidos progresistas” en todo el continente, tiene la complicidad de estados con ejecutoría democrática bastante dudosa como China, Rusia e Irán, o de instituciones como el Mercosur o Unasur, y algunas cómplices por el silencio como la OEA.

Ello no significa que las fuerzas democráticas al interior de Venezuela se queden de brazos cruzados esperando la muerte del caudillo. Pueden ejercer una “guerra de guerrillas”: golpes efectivos, certeros, que permitan ir minando adentro y afuera del país la credibilidad del régimen. Es un trabajo a largo plazo. El triunfo no tan holgado de Chávez como en otras ocasiones deduce un desgaste de la forma de gobernar del caudillo.

Mientras el precio del petróleo se mantenga alto, Chávez tendrá recursos para continuar ofreciendo dinero a manos llenas a sus amigos de dentro y fuera de Venezuela, de caer los precios cae el régimen. Es el sino trágico de los países primario-exportadores.

Post Data para el “Oso Hormiguero”. Dicen que el Perú es tierra de poetas, con Antonio Cisneros se confirmaba el dicho. Se fue uno de los grandes de la segunda mitad del siglo XX.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, October 05, 2012

INDULTO A FUJIMORI


El indulto es un acto político ejercido por el presidente de la república. Como acto político entran variables relacionadas con quién indulta, quién es el indultado y el momento y circunstancias del indulto. A veces, cuando se trata de un indulto comprometedor políticamente, el presidente prefiere hacerlo cuando está por terminar su mandato, ya que de esa manera “no se quema”. Fue el caso del presidente Bill Clinton en el polémico indulto al evasor de impuestos Marc Rich, a las pocas horas de dejar la Casa Blanca. Otros prefieren no hacerlo de ninguna manera pensando en su futuro político o en un tercer mandato presidencial, como probablemente le ocurrió a Alan García con respecto a Fujimori; decidiendo tener al ex presidente en “una cárcel de oro” antes que liberarlo vía el perdón presidencial. El cálculo político entra en juego.

Algo similar le va a suceder a Ollanta Humala frente al pedido de indulto que presente la familia del ex presidente. Más allá de los argumentos jurídicos o médicos primará el cálculo político; y Humala sopesará esa delicada variable, y lo que puede ganar (o perder) políticamente con una decisión que, sea cual sea, causará controversias. Es evidente que no tiene la mirada de estadista, ni demasiada habilidad política, pero deberá tomar una decisión enmarcada en la facultad que la propia constitución le confiere, más si se trata del llamado “indulto humanitario”. Hasta el propio presidente del Poder Judicial, el mismo implacable magistrado que sentenció al ex presidente Fujimori, ha declarado que no existe impedimento constitucional alguno para indultarlo en una interpretación ius naturalista más allá de las leguleyadas y malabares jurídico-morales de los detractores políticos (los argumentos de estos van desde que el propio Fujimori limitó su indulto con la promulgación de una ley en su propio gobierno hasta los que sostienen que previamente debería arrepentirse y “pedir perdón” a las víctimas, pasando por los utilitaristas que arguyen que primero debería pagar la reparación civil). El indulto es una prerrogativa y gracia presidencial y no se encuentra supeditada a ningún otro requisito o condición, más allá de la voluntad del propio presidente (Art. 118º de la Constitución Política.- Corresponde al Presidente de la República: … 21. Conceder indultos y conmutar penas…). Ni siquiera los informes médicos lo vinculan para ejercerlo.

La pregunta es ¿lo indultará el presidente Humala? Me parece que no.

La presión mediática anti Fujimori, sus detractores políticos, las ong pro derechos humanos y las “conciencias nacionales” como Mario Vargas Llosa se lo impedirán. Salvo que decida “romper lazos” y “cruzar el Rubicón”, rompiendo definitivamente con sus antiguos aliados. O baje tanto en las encuestas por su demora en tomar la decisión que se decida a autorizar el indulto. En política nada está escrito y todo es posible, dentro de ciertas condiciones, más tomando en cuenta que el fujimorismo no es una nada desdeñable segunda fuerza electoral.

Paradójicamente ese “veto” de los enemigos de Fujimori para que no le conceda el indulto, amalgamará más a los simpatizantes del ex presidente en torno al fujimorismo como alternativa política. Casi siempre el efecto buscado es al revés, el perseguido o vetado consigue reunir fuerzas alrededor y presentarse como alternativa legítima frente a sus detractores (y, a veces, hasta como mártir), viéndose en cambio al perseguidor como el verdugo. Sino pregúntenle al partido aprista, tanto el desaparecido Víctor Raúl como Alan García fueron perseguidos políticos y ya sabemos lo que sucedió después y lo que pasó con sus más encarnizados enemigos (quizás por eso es que el partido de la estrella se muestra muy cauteloso con respecto al indulto a Fujimori, sin mostrarse abiertamente en contra y más bien solapadamente lo respalda).

Se dice que la grandeza de un hombre, un partido político, un grupo humano o una nación se mide en la grandeza con el enemigo. Por desgracia nuestra historia política se encuentra plagada de mezquindades y miserias morales. La historia dirá si el caso Fujimori es una página más de ese oscuro baldón.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, September 25, 2012

EVITA / MARILYN


Pareciera que no existe ninguna relación entre ambas mujeres: con personalidades distintas, diferentes lugares de nacimiento y destinos igualmente disímiles. Sin embargo tienen algunas cosas en común: ambas fueron de la misma generación de la primera post guerra. Eva Perón nació en 1919 y Marilyn Monroe en 1926; por añadidura las dos fallecen en el esplendor de sus vidas, una a los 33 años, la otra a los 36; y su desaparición física dista apenas una década una de otra (1952 Eva, 1962 Marilyn).

Pero existen otras coincidencias: ambas procedían del mundo artístico donde desarrollaron una carrera. Incluso podemos arriesgar a decir que ese “talento histriónico” lo volcaron a sus vidas fuera del escenario: una dedicada a la política, la otra en esa vida difícil detrás de cámaras. Y, al haber muerto jóvenes, en el esplendor de sus vidas, luego se tejió en torno a su memoria una maraña de leyendas que pervive hasta el presente, convirtiéndolas en mitos, manteniéndose así su vigencia hasta el presente.

Eva Duarte de Perón sin haber llegado a la presidencia era el poder detrás del trono en el experimento populista más intenso de Sudamérica. Eva encarnó “la distribución del pan entre los pobres”, entre “los descamisados” y con esa imagen se fue al más allá. Luego comenzaría la leyenda coadyuvada por un partido, el justicialismo, necesitado de iconos. De allí al apelativo de “santa Evita” apenas habría un paso.

Marilyn Monroe con un puñado de películas sentó la imagen de la mujer sexy, aparentemente tonta pero más despierta que una ardilla. La fotogenia, el talento artístico que no se puede negar, más las especulaciones que en vida se urdieron por su accidentada existencia, la inseguridad evidente, los sucesivos y frustrados matrimonios, y las distintas teorías escritas en torno a su muerte, sentaron los cimientos de la leyenda que vendría después. 

El ser humano necesita leyendas, mitos para vivir. Algo en que creer. Puede haber intereses detrás, ideológicos, religiosos, políticos, económicos o comerciales, pero las leyendas se van formando. Y, de morir joven, la intensidad del mito es mayor. Es como una estela fulgurante que se apaga en el cenit de su vida. Cosa distinta hubiese sido si ambas hubieran muerto octogenarias. De ser así habría sido más difícil crear las leyendas que vinieron luego. Una persona con una larga vida pasa por distintos vericuetos existenciales.

Por ponerlo en imágenes. El que muere joven es como una única fotografía instantánea de su vida que perdurará después de muerto. Esa “foto” es la única imagen del héroe, así lo verán las generaciones futuras. En cambio, de morir viejo(a) habrá sucesivas “fotos”, un conjunto abigarrado de imágenes, muchas veces contradictorias unas con otras, que desdibujan la imagen única. Un ejemplo: si el “Che” Guevara hubiese muerto viejo difícilmente se tendría la imagen del héroe socialista que murió por sus ideas de justicia social y un mundo mejor que hasta ahora se guarda de él.

O, por citar un ejemplo más cercano a nosotros, el caso de Mariátegui y Haya de la Torre. La imagen de “amauta” de las ideas socialistas en el Perú que se guarda de José Carlos en gran parte se debe a su muerte temprana. La “creación heroica” de febril trabajo intelectual y proselitismo que en poquísimos años pudo realizar es la que conservamos de él. Esa imagen icónica, cuasi religiosa, obedece en gran parte a su temprana desaparición física. Tenemos una “única fotografía” convertida casi en “estampita de parroquia” por sus contrapuestos y disímiles herederos; mientras la imagen de Víctor Raúl, el otro gran político e ideólogo peruano de la primera mitad del siglo XX, es más bien un conjunto heterogéneo de imágenes, estas sí bastante contradictorias unas con otras: de “revolucionario” primero, luego de “conviviente con la derecha” y al final de su dilatada existencia, de demócrata tolerante como presidente de la Asamblea Constituyente. Mientras uno es admirado y respetado no solo por la izquierda, al otro solo lo admiran los seguidores del partido que creó de la nada.

De allí que la corta pero fulgurante vida de Evita y Marilyn, cada una en escenarios totalmente distintos, con vidas igualmente diferentes, permitió que después de muertas la leyenda comenzara a crecer y se nutriese conforme pasaban los años en una suerte de auto alimentación, convirtiéndose esa imagen que todos relacionamos cuando asociamos sus nombres en leyenda viva y, quizás, en un momento determinado la leyenda absorberá totalmente a la persona de carne y hueso, el mito se superpondrá a los hechos reales.

Es mejor morir joven, sentencia Julien Sorel en Rojo y Negro. No estoy seguro que la afirmación se pueda generalizar. La vida nos reserva un papel diferente a cada uno de nosotros. Algunos les toca ser una estrella de vida corta pero fulgurante; mientras a otros les corresponde una quizás más pálida pero perdurable en el firmamento. A Evita y Marilyn les cupo ser esas estrellas radiantes pero fugaces en el firmamento, cuya estela hasta ahora pervive.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, September 11, 2012

A VEINTE AÑOS DE LA CAPTURA DE ABIMAEL GUZMÁN: NEGANDO EL NEGACIONISMO

Derrotadas militarmente las organizaciones políticas que cometieron actos atroces contra la humanidad (genocidio, asesinatos sistemáticos, eliminación de poblaciones enteras, etc.), tiende a sobrevivir la ideología y, en algunas ocasiones, la propia organización política, en la cual comienza a gestarse un “resurgimiento” bajo otros membretes. Es lo que sucedió con los grupos neonazis en Europa, movimientos que niegan el pasado genocida del nacionalsocialismo, pese a inspirarse en la ideología de “la raza superior”. De allí que en la propia Alemania se encuentra prohibido negar el holocausto judío. Es una forma coactiva de conservar viva la memoria de un hecho traumático para un país y una sociedad.

Luego de veinte años de la captura de Abimael Guzmán, los “acuerdistas” de Sendero Luminoso (seguidores del acuerdo de paz planteado por Guzmán luego de su captura) se reciclan bajo el membrete de Movadef como organización política que busca insertarse en la actividad política oficial. Básicamente buscan darle una “solución política a los problemas derivados de la guerra popular”, como declaran sus principales voceros. No es secreto que en su estrategia se plantea la amnistía total a los involucrados en el conflicto armado, incluyendo a los que estuvieron al otro lado del río como “los represores” y que actualmente purgan cárcel (v. gr. Fujimori y Montesinos).

Con un Movadef con mayor presencia en los ámbitos académico, gremial e intelectual, “el negar” su pasado genocida va a ser parte de la estrategia necesaria para la inserción política oficial.

No debemos perder de vista un detalle: más allá de las acciones terroristas, Sendero Luminoso siempre fue y es una organización política. No fue un grupo de descarriados dementes, sino una organización político-militar a la usanza de los antiguos soviets y comités populares chinos. Al haber sido derrotado militarmente, subsistió en el ámbito político (es harto conocida la sentencia de Guzmán al ser capturado: las ideas quedan aún si las personas mueren), queriendo actuar ya no solo como partido semi-clandestino, sino en la escena oficial. Nos guste o no, Sendero se está “acomodando” a la política burguesa que tanto despreció en el pasado y es bastante probable que la tan mentada exigencia de amnistía para su líder máximo sea apenas un pretexto a fin de mantener cohesionada a la base y ganar nuevos feligreses. Digamos que más práctico para la causa es un Cristo crucificado que un Cristo vivo (o libre). Quizás –y es apenas una hipótesis- a los nuevos mandos pro senderistas no les convenga tener suelto en plaza a Guzmán.

De allí que el negacionismo no sea la solución idónea. Eso los convertiría en mártires, aparte que una ley de esa naturaleza en manos de funcionarios obtusos o complacientes con el poder, podría atentar contra la libertad de expresión y el remedio sería peor que la enfermedad.

A Sendero se le debe combatir en el terreno político, ideológico y educativo (la memoria viva es el mejor antídoto contra el terror); y en ese combate juegan un rol fundamental los “partidos políticos democráticos”. No se les ve en las universidades nacionales o en los gremios laborales como el Sutep. El formalismo de una ley de negacionismo no atenuará la presencia real de Sendero entre jóvenes o gremios descontentos, más bien la acrecentará. Es como intentar tapar el sol con un dedo. A veinte años de la captura de su principal líder, Sendero se recicla.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, August 31, 2012

A 25 AÑOS DEL INTENTO DE ESTATIZACIÓN DE LA BANCA, MVLL Y EL MOVIMIENTO LIBERTAD, ALAN GARCÍA Y ALBERTO FUJIMORI

La fecha pasó bastante desapercibida por los medios, quizás por no querer recordar un momento de difícil entendimiento entre el entonces joven y vehemente presidente Alan García y parte importante de la derecha peruana (que hoy se llevan bastante bien). Pero, qué pasó, por qué se intentó una medida a todas luces descabellada como la de confiscar la banca.

En estas interrogantes ayuda mucho las fechas a fin de reflexionar sobre qué ocurrió antes del 28 de Julio de 1987 y lo que vino después hasta el 28 de Julio de 1990 cuando un desconocido Alberto Fujimori asume la presidencia de la república.

Como bien ha apuntado Javier Barreda, el APRA de los años 80 todavía conservaba rezagos izquierdistas, subrayados por la ausencia de un ala conservadora, al ser expulsado Andrés Townsend en la pugna por el poder frente a Armando Villanueva a inicios de esa década. Muerto Víctor Raúl, la lucha por el poder se desató entre las dos alas del partido, ganando los izquierdistas. Villanueva pierde las elecciones en 1980 y Alan García (“el delfín de Villanueva”) gana la presidencia cinco años después.

Asimismo, en el contexto latinoamericano de aquellos años, las nacionalizaciones eran parte del recetario económico de distintos gobiernos. México, en 1982, cinco años antes del intento alanista, estatizó la banca. Motivos distintos pero igual objetivo de pasar los bancos al Estado. Expropiar empresas privadas y convertirlas en públicas era una medida común en el imaginario económico de aquel entonces, sea de gobiernos de derecha o de izquierda, democráticos o militares. Recordemos que en 1974, en pleno gobierno militar, se produjo la confiscación de los medios de comunicación entre vítores de la “inteligencia progresista”, muchos de cuyos integrantes pasaron a dirigir y trabajar en los diarios confiscados, y la conformidad bastante benevolente de la clase media y de los empresarios. Estatizar empresas o medios de comunicación no era todavía “tabú” como lo sería algunos años después.

Pero volvamos al primer gobierno de Alan García.

El programa económico ejecutado era de naturaleza heterodoxa, mediante la reactivación de la economía por el consumo interno, aumento de sueldos y salarios por decreto, control de precios también por decreto, control del tipo de cambio, emisión inorgánica de papel moneda (algunos recordarán los cheques que sirvieron como medio de pago en los primeros meses de su gobierno) que nos hizo vivir dos años de aparente bonanza; pero, como todo paraíso artificial, terminada “la borrachera nacionalista”, la resaca de la realidad fue estrepitosa.

La situación a largo plazo con esas medidas era insostenible, de allí que Alan García y su equipo económico esperaban que los empresarios reinviertan sus utilidades, a fin que ellos continúen con el ciclo virtuoso de bonanza, cosa que no ocurrió y más bien estos reexportaron al exterior las ganancias obtenidas. El gobierno los había ayudado generosamente a ganar dinero vía dólar subsidiado (el tristemente célebre dólar MUC), restricción de importaciones y un mercado interno casi cautivo; pero estos no colaboraron en igual sentido. Por lo menos esa era la óptica de García. Parece que es allí donde “se cruza” e intempestivamente ordena la nacionalización de la banca en su mensaje a la Nación del 28 de Julio de 1987. Será el inicio del fin de su primer gobierno.

Probablemente el intento obedeció a una medida desesperada. Se le terminaban los recursos económicos dilapidados en dos años y necesitaba “dinero fresco”, aparte que estatizando los bancos controlaba el tipo de cambio y las remesas de dólares al exterior. Los bancos en manos del estado le otorgaban un control político y económico a la vez.

Pero, quizás no esperó una resistencia tan fuerte a la medida. No solo de los banqueros que “con uñas y dientes” defendieron lo suyo, sino de sectores medios que ya comenzaban a sentir los efectos del alza en el costo de vida que se trasformaría en hiperinflación entre los años 88-90. Entre el terrorismo, el desgobierno, la escasez de productos básicos y la hiperinflación parecía en esos años que el Perú se desintegraba. El “aprendiz de mago” García sucumbía a su propio encantamiento.

Merece destacarse la disciplina aprista impuesta por Haya de la Torre al forjar el partido. Como apuntábamos líneas arriba, producido el cisma entre el ala izquierda y la derecha del APRA, muchos de los que se fueron con Andrés Towsend decidieron regresar al partido de Alfonso Ugarte. Fue el caso, por ejemplo, de Luis Alberto Sánchez, una de las figuras más prominentes del ala conservadora. Sánchez llegó a ser primer ministro del gobierno de García, y él y muchos otros que no comulgaban con la medida prefirieron hacer mutis o, por lo menos, las discrepancias no las ventilaron en público como sucedería en un partido poco cohesionado internamente. Esa disciplina interna se impuso al momento de tomar Alan García la decisión de la nacionalización de la banca, entendible desde el punto de vista de coherencia hacia fuera que debe adoptar un partido político, pero discutible al no existir un contrapeso dentro del APRA que hubiese podido sino cambiar por lo menos atemperar la decisión tomada por el joven y vehemente presidente aprista.

Igualmente, gracias a la medida, en lo político trajo nuevos actores a escena, uno de ellos impensable algún tiempo atrás como fue el escritor Mario Vargas Llosa, que como outsider aprovechó la ocasión para lanzarse a la palestra política a la cabeza del Movimiento Libertad, el último movimiento liberal serio en el Perú. Fueron tres años de dura campaña e ingentes recursos; sin embargo MVLL no consiguió la presidencia. Fue un oscuro personaje el que accedió al sillón de Pizarro: Alberto Fujimori Fujimori, quien en 1990 accedió a la primera magistratura y, por esas cosas del destino que se van a repetir en sucesivos gobiernos, asumirá el plan de gobierno del candidato perdedor, colocando los cimientos del modelo económico que hasta hoy se mantiene inalterado.

Si bien MVLL no obtuvo la presidencia, lo positivo de su intensa campaña fue la docencia política de esos tres años de proselitismo. No solo el magisterio de la decencia en política que impuso en sus discursos públicos, fiel al legado sartreano, siendo trasparente en lo que iba a hacer de llegar a ser presidente (shock para bajar de golpe la hiperinflación, reducción del aparato burocrático, privatización de empresas públicas, predominio de la economía de mercado), sino también en la docencia de las ideas liberales. En un ambiente económico marcadamente estatista, las ideas liberales que impulsó oxigenaron el ambiente político e ideológico en el país, a tal punto que los que defendían a ultranza el statu quo del inmovilismo estatista pasaron a ser los conservadores, mientras los liberales que defendían el libre mercado fueron los radicales –algunos exageradamente radicales- de los cambios económicos en el Perú; ideas que, de una u otra forma, hasta el presente se mantienen en vigencia a falta de otras más interesantes.

Asimismo, otra lección de la época fue sobre los límites al voluntarismo político, al punto que el presidente más ególatra y voluntarioso de las últimas décadas no pudo cambiar el curso de la realidad. Fue una dura lección que, a contrapelo de lo que dicen los manuales de derecho, el presidente no es el hombre más poderoso de la república, sino los poderes fácticos, los que se encuentran “detrás del escenario” manejando las marionetas.

Aquella época fue también la del surgimiento de los outsiders, aquellos candidatos que sin militar en partidos políticos ni hacer carrera pública, aspiraban a la primera magistratura. Y fue también el lento declive y desprestigio de los partidos políticos, declive que parece no detenerse luego de 25 años.

Podemos decir que el intento de estatización de la banca fue uno de los últimos actos de populismo, en vista que poquísimos años más adelante la línea ortodoxa en economía sería la predominante en la región. En cierta forma se cerró todo un ciclo con aquel fallido intento de 1987.

En lo ideológico servirá de justificación para el recetario neoliberal que vendrá luego: predominancia de la economía de mercado, abstención del estado de controlar o regular la economía, disciplina fiscal, rol subsidiario del estado empresario, emisión responsable de papel moneda, todo lo cual se consagró en la propia constitución política, convirtiéndose en sentido común muchas políticas ortodoxas.

Época difícil la de aquellos años y que merece más investigación. Muchos de los personajes de aquel entonces siguen vivos: uno, contra todo pronóstico, volvió a ser presidente; otro regresó al mundo de las letras y ganó el Premio Nobel; y el tercero purga cárcel, quizás de por vida. Y, apenas han pasado veinticinco años. Sic transit gloria mundi.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, August 13, 2012

LINTERNA VERDE ES GAY

Linterna Verde “sale del closet” y se declara abiertamente gay. Gatúbela se confiesa lesbiana y otro héroe de los comics, Northstar, se casa con su pareja homosexual. Solo falta que Batman y Robin declaren su amor en público y Superman revele que “es homo”, siendo el noviazgo con Luisa Lane apenas “un barajo” (disimulo).

Son los últimos cambios en la personalidad de los famosos superhéroes de los comics, acorde con el clima liberal de las uniones gay que se respira en Norteamérica. Lo declarado por el presidente Obama, en el sentido que apoya las bodas entre personas del mismo sexo, no solo es estrategia electoral para captar votos en los sectores homosexuales de la sociedad norteamericana, sino sintonizar con ese espíritu de tolerancia hacia las minorías sexuales que se vive en los Estados Unidos, principalmente en las grandes ciudades.

Parece un contrasentido en relación al aire conservador en política; pues mientras los conservadores van obteniendo una mayor preeminencia, como los ministros religiosos ganados a la política, aquellos que “hablan con Dios” y Biblia en mano despotrican de “la Sodoma” en que se ha convertido Norteamérica, así como la condena eterna al fuego del infierno para los que practican “las relaciones contranatura”, ganando cada vez más posiciones en el escenario político y hasta candidaturas presidenciales como la del republicano de confesión mormona Mitt Romney; en cambio, en la vida diaria, común y corriente, se respira un ambiente liberal de tolerancia cada vez mayor hacia las minorías que la vivida treinta años atrás, no solo hacia “las relaciones homo”, sino a lo que llaman “las parejas mixtas”, es decir de un blanco(a) con un negro(a).

Ese ambiente de efervescencia liberal es el que permite que Linterna Verde, Gatúbela y otros superhéroes de los comics que vendrán después declaren abiertamente sus preferencias homosexuales, impensable cuando fueron creados. En Norteamérica todo es negocio, y los editores se han dado cuenta que una forma de relanzarlos al mercado es adecuarlos a los nuevos tiempos.

Por ello no sería raro que en un futuro no muy lejano veamos otras “salidas del closet” de conocidos superhéroes, quién sabe, de repente hasta “la boda” de Batman y Robin.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es