Una lección imparcial que nos dejó la revocatoria de Marzo pasado fue la pobreza de nuestra clase política: intereses subalternos, nivel paupérrimo, olor a folclorismo político, triquiñuelas legales, ambiciones nada ocultas. Con una clase política así difícilmente vamos a tener las reformas necesarias a fin de adecuar el crecimiento económico a un largo plazo. Y, nos guste o no, toda reforma política pasa por el fortalecimiento de los partidos. Sin partidos sólidos y organizados no tendremos una adecuada clase política y los “robacable”, “comeoro” o los “marcoturbio” serán los operadores a la orden del día.
¿Quiénes fueron los grandes ganadores y perdedores en la jornada del 17 de Marzo?
El gran ganador fue el PPC. Ha salido fortalecido en Lima, su principal bastión, junto a su lideresa, que en una jugada maestra trasformó una inevitable derrota en una victoria. El tender la mano a la rival de antes permitió ser visto como gesto generoso, amplio que, de paso, neutralizó las bajas del PPC en la revocatoria. De confirmarse la tendencia de veinte los regidores revocados, casi todos de Fuerza Social, tendremos elecciones en Noviembre, donde –no sería extraño- la mayoría de elegidos serán social cristianos e inicio de una breve cohabitación liberal-socialista, hecho inédito entre nosotros.
Gracias a esta hábil jugada el PPC se posiciona en la ciudad de Lima, desplaza a su rival en electorado Solidaridad Nacional, llega con buen pie a las elecciones complementarias de Noviembre y a las municipales del 2014 donde, a no dudarlo, arrastrará alcaldías distritales como en los viejos tiempos; y, de paso, acumula fuerzas de abajo hacia arriba para las elecciones generales del 2016.
(Si “el voto cruzado” –No a favor de Villarán, Sí en contra de sus regidores- fue consigna del PPC o no, habrá que investigar. Ahora tenemos solo presunciones; pero ha sido tal la sofisticación del ejercicio del voto preferencial –incluyendo la vendetta muy a la italiana contra Castañeda hijo y el esposo de Patricia Juárez- que parece bastante probable que haya emanado de consigna partidaria).
Susana Villarán no sale fortalecida de la revocatoria como sus acólitos señalan, sino debilitada. El precio que ha pagado por quedarse en el poder ha sido excesivamente oneroso. Sale debilitada de la consulta, al igual que la izquierda. Tengamos presente que casi la mitad de los limeños dijo “sí” a su revocatoria por lo que carece de legitimidad social, con una mitad de la ciudad en contra de ella; y pierde a sus principales colaboradores como Eduardo Zegarra y Marisa Glave, así como a sus regidores partidarios; y al no tener inscripción propia (Fuerza Social la perdió en una de sus tantas miopías políticas pasadas al presentarse en solitario a las elecciones generales del 2011), no podrá participar en las complementarias de Noviembre, salvo que Tierra y Libertad (agrupación de izquierda a la que pertenece Glave) “le preste” el membrete. Con mayoría social cristiana en el concejo limeño, la alcaldesa reinará pero no gobernará.
Esta segunda experiencia de gestión socialista en el municipio limeño difiere mucho de la primera, de la llevada a cabo por el desaparecido Alfonso Barrantes. El arte de la política y el anti sectarismo se encontraban presentes en la recordada gestión del tío Frejolito. Remontar los errores de la gestión Villarán implica una sincera autocrítica y humildad. Depende cómo asimile la izquierda el trauma de la experiencia de haber pasado por una revocatoria donde las mayorías populares, supuestamente la base política de la izquierda, fue quien principalmente votó a favor que se vayan de la alcaldía. Esa asimilación y cómo la procesen será básico si quieren lanzarse en busca de una tercera oportunidad.
Otra lección es que Lima sigue siendo conservadora, alérgica a los extremos de derecha o izquierda; de allí que las posiciones del centro son las que ganan, como la esbozada por Lourdes Flores y por la misma alcaldesa en las últimas semanas, con mensaje de arrepentimiento incluido; y gracias al crecimiento económico muchos distritos nuevos cuentan con clase media como San Martín de Porres y Los Olivos que también se muestran alérgicos a todo radicalismo, y son vitales para decidir una votación. Quien se posiciona en el centro y sintoniza con sus electores, gana.
Por ello, el discurso centrado de las últimas semanas antes de la consulta se ganó a ese electorado, dejando de lado el discurso radical que los corruptos están del lado de los que votan por el sí y los honestos, la reserva moral del país, por el lado del no. Ese discurso maniqueo la llevaba inevitablemente a la derrota a la alcaldesa, cambiándolo por otro más amigable.
Las sorpresas:
Otra ganadora dentro de la derrota es la regidora Marisa Glave. Mejor dicho fue la revelación en esta consulta popular, como se apreció en “la exposición de ideas” que permite perfilar una lideresa a futuro. Tiene agallas y honestidad, cualidades escasas en la política, y poco a poco está decantando su radicalismo inicial. El golpe de la revocatoria y el ejercicio de cargos públicos le han permitido tener otra visión del ejercicio de la política. Puede ser una sorpresa para el 2014 o más adelante. Todo depende de cuánto evolucione.
Otra sorpresa fue el regidor socialcristiano Pablo Secada, quien tuvo una destacada performance por el no. Y en el bando contrario, de parte de los solidarios, sería mezquino negar la participación de Patricia Juárez.
Ellos, junto a Eduardo Zegarra, el ex teniente alcalde, es posible se perfilen para las municipales del 2014.
¿Quiénes pierden? Marco Tulio el primero, como cabeza visible de los revocadores. Está tan quemado y desprestigiado que difícilmente algún partido lo querrá tener en su lista de regidores, ni siquiera los solidarios querrán cargar con un pasivo enorme.
En cambio, Luis Castañeda pese a todo –incluyendo los “revoca audios”- tiene posibilidades de tentar el sillón de Ribera el viejo el 2014; aunque se tendrá que enfrentar a su antiguo aliado el PPC que estará mejor posicionado. Castañeda sufrió de un “exceso de mudez” –virtud o defecto, dependiendo como se mire-. Muchos creen, y yo también, que de presentarse públicamente por lo menos en la última semana previa a la revocatoria apoyando abiertamente el sí, el resultado hubiese sido distinto. El exceso de cálculo político lo perjudicó; y de pasó perjudicó a su hijo, Castañeda Jr., quien perderá su cargo de regidor. Justicia poética que le dicen.
Las campañas del sí y del no.
La del sí totalmente descoordinada, poco convincente, frases infelices, aparte que no aprovecharon el espacio del debate. Parece que la coordinación entre el Comité revocador, Solidaridad y el APRA no fue muy fluida, Los revocadores cambiaban de speaker a cada momento, su propaganda más allá del “maleteo” a la gestión Villarán no planteaba propuestas constructivas que interesen al elector indeciso.
En cambio la campaña del no fue más coordinada y propositiva; utilizaron hábilmente el marketing político con los “memes”, los muñequitos como súper no, aparición de deportistas y artistas apoyando la opción, la neutralización de periodistas de opinión enemigos acérrimos de Villarán como Aldo Mariátegui. El no hizo una campaña más amigable y –seamos sinceros- su gasto en publicidad fue mucho mayor. Parece que los honorarios de Favre se justificaron.
En cuanto a las intenciones de los revocadores. De los de Solidaridad Nacional es indiscutible el camino que prepararon para el regreso de Luis Castañeda. Como dice la conocida sentencia los dioses ciegan a quienes quieren perder. No se explica de otra manera la falta absoluta de cálculo político y la exagerada ambición de Castañeda. Son esas decisiones sin sentido y absolutamente desastrosas a futuro que a veces cometen los políticos, hasta los más experimentados. En fin, tendrá que remontar fuerte y parejo para llegar con alguna posibilidad el 2014. (Imagino que pensar en las presidenciales del 2016 como declaró recientemente, será una boutade, parte de su recientemente descubierto humor negro).
Pero llama la atención el apoyo del APRA de Alan García, teniendo en cuenta que la ciudad de Lima es, sino hostil, por lo menos poco afecta al partido de la estrella. A veces creo que no es falta de olfato –como cuando designó a su ministra Mercedes Araoz de candidata a la presidencia- sino de querer enterrar toda autonomía partidaria de fracaso en fracaso para así controlar mejor a su partido. Por lo menos la cúpula partidaria se encuentra sujeta a sus designios. Se ha convertido en la locomotora que jala los vagones del partido del pueblo y, por supuesto, los dirigentes que acatan los designios de García ven la conveniencia de estar bien ubicados para las elecciones del 2016.
Parece que ambos –Castañeda y Alan- buscan una alianza para las elecciones municipales del 14 y las generales del 16; y si bien debido a los errores políticos acometidos han salido magullados (más el primero que el segundo), no es un fracaso total como sus detractores señalan. Nos guste o no, tanto Castañeda como García tienen posibilidades en el futuro inmediato. Uno en la alcaldía, el otro ya sabemos donde.
Por otro lado, la revocatoria como institución de la democracia directa no debería desaparecer, pero sí debe ser mejor regulada, incluyendo requisitos más estrictos. Quizás debamos incluir causales de revocatoria o medios probatorios para ejercer el derecho, a fin de evitar el abuso en su ejercicio; así como mayorías más altas para que prospere.
Unas palabras finales sobre el caso Villarán. Siendo una alcaldesa de izquierda, paradójicamente es rechazada por las mayorías populares (el sí se impuso en los distritos más populares), mientras los segmentos altos y medios la avalaban, incluyendo a instituciones de la gran empresa, como la Confiep.
Es cierto que Susana Villarán no es muy hábil como política. Sus declaraciones muchas veces son desafortunadas, como la expresión “las lavanderas de San Juan de Lurigancho”, refiriéndose a las mujeres del populoso distrito. Era un evidente acto fallido que reflejaba una visión clasista y segmentada de la realidad, como que se quedó en la Lima de hace cuarenta años atrás.
Pero no solo es una lectura equivocada de la Lima actual; sino carencia absoluta de olfato político, cualidad que, por ejemplo, sí tenía Ricardo Belmont, de origen social similar al de la burgomaestra, aunque de repente sin tanto linaje. Esa carencia de olfato político quizás es su principal déficit y cuando reacciona suele ser demasiado tarde. De repente le falta la malicia que un político debe tener. Como decíamos en un artículo anterior, tiene vocación de servicio, pero carece de ese olfato para navegar por las aguas turbias de la política.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, March 22, 2013
Thursday, March 14, 2013
PORQUÉ VOTARÉ POR EL NO ESTE 17 DE MARZO
Como
decimos los leguleyos, dejaré asentadas
mis razones por las que votaré por el no este 17 de Marzo. Ya algo adelanté
en otros artículos (ver: Sobre la
revocatoria: el caso Susana Villarán y las instituciones en democracia, así
como Los revocadores de Susana Villaran,
el Reniec o de cómo “la chacra” ya no la maneja únicamente la derecha).
Si bien no
soy un gran fanático de la gestión de Villarán y sus acólitos como lo he
demostrado con los artículos antes citados; también es cierto que debo pensar
en la ciudad que me da cobijo y las consecuencias que traería una revocatoria
de la alcaldesa y sus regidores.
En
principio que los revocadores no son santos desinteresados que van en busca de consolidar
la democracia participativa con el proceso que iniciaron. Existen intereses
turbios detrás de ellos (ver los articulitos de marras) sean políticos o
económicos. Y no me refiero solo a “Marco turbio” cuando digo esto de los
intereses oscuros. El remedio sería peor que la enfermedad. Saldríamos de
guatemala para ir hacia guatepeor. Gracias, pero paso.
No
obstante, no comulgo con aquellos que apostando por el “no” creen ser la
reserva moral del país mientras los otros, los que van a optar por el “sí”, son
los corruptos o por lo menos los que toleran la corrupción. Para ser francos,
esa división es bastante sectaria y de ser esgrimida por alguien de derecha
hace tiempo se habría ganado el calificativo de “facho”. Muchos intelectuales y
articulistas, directa o indirectamente, han tratado de vender la idea que ellos
son la conciencia moral, el último bastión de pureza que queda en el Perú, cuyo
portaestandarte sería nada menos que la
tía Susana, mientras los revocadores o sus simpatizantes son todo lo
contrario. Con actitudes de esa naturaleza después se quejan que la gente vote
por el sí.
Es cierto
que la administración Villarán es regular, por decirlo elegantemente. Comete
errores garrafales, se mete en líos gratuitos, no ha tenido reflejos políticos
adecuados (un cargo de alcalde es eminentemente político), ni rapidez en la
ejecución de obras urgentes (todavía me acuerdo de su célebre “todo estaba
previsto” cuando, mismo Titanic, se hundió su obra emblemática debajo del río
Rimac). Y, por añadidura, tiene la mala costumbre de culpar a los otros por sus
errores, amén de ocultar los suyos propios con excusas de primarioso (v.gr.:
las circulinas alquiladas para la presentación de los autos patrulla de
los serenos). Pero no se puede negar que encaró dos problemas peliagudos de la
ciudad: el tránsito y el mercado mayorista. Que en el primero tuvo avances y
retrocesos, y en el segundo existió improvisación, es cierto también. No lo
vamos a negar. Pero los encaró. Ningún alcalde anterior quiso colisionar con
los transportistas o con los mayoristas del tristemente célebre mercado de La
Parada. Hay que reconocer a la tía
honor al mérito. O mejor dicho a su gestión.
Y si se
trata de “cemento”, según el informe de la revista Poder, la tía tiene más obras de importancia en los dos primeros años que
las de los solidarios de Luis Castañeda en igual periodo de tiempo. Y, como
decimos los abogados, a las pruebas me
remito. Según el informe, Solidaridad realizó solo tres obras importantes
en sus dos primeros años (la construcción del
Parque La Muralla, la Alameda de Las Malvinas y la ampliación de la Avenida
Canadá),
Fuerza Social tiene cinco, le gana por dos (la extensión de vías en Huaycán, la avenida Santa Rosa en San Juan de
Lurigancho, el malecón de la Herradura, la inauguración del Mercado de Santa
Anita y el traslado de La Parada). Que algunas obras ya estaban iniciadas o
planificadas por la gestión anterior, es cierto también; y que en otras existió
improvisación como en el olón de La Herradura, no se va a negar.
Y en gasto de billete (técnicamente,
ejecución de obra), la tía ha gastado
más en obras que los solidarios. No se le puede negar que invierte el dinero
presupuestado; aparte que en cartera existen cerca de siete mil millones de
soles en obras concesionadas, cuyos frutos tangibles –no seamos impacientes- se
verán en dos o tres años.
También
está la cuestión de la ética pública. Algo “invisible” pero importante. Parece
-y digo solo parece- que en la actual administración edilicia no se cobran comisiones por las obras licitadas. Por
eso la Confiep está contenta con ella y la apoya. “Las comisiones” suben el
costo de una obra licitada. Hay que dar por lo bajo una suma al funcionario
tal, otra al funcionario cual y así, hasta llegar a las más altas esferas. Eso
es un costo para las empresas contratistas; pero más importante es que se
demuestra ética desde la función pública. La tía podrá ser desubicada, media relajada, meter la pata a cada rato
(por eso no habla mucho últimamente), pero difícilmente se le encontrará alguna
cuenta cifrada en el extranjero o con una mansión comprada con el producto de
sus “conferencias”.
Y si hacemos
comparación en tan espinoso tema, ya no hablemos de los escándalos de
corrupción en pasadas gestiones edilicias. Por poner solo la del APRA y
Solidaridad Nacional, los partidos que están detrás de la revocatoria. A Jorge
del Castillo, en su época de alcalde, se le conoció como “gorgojo”, por los
alimentos en mal estado (con gorgojos precisamente) que se despachaban a los
comedores populares. Sin mencionar, según la revista Poder, las denuncias por
los sobreprecios en la compra de camiones basureros, los malos manejos en los
fondos recaudados tras una inundación en Chosica o “el canje” de vaso de leche
por chizitos. (Doctor Chizito bien pudo ser su chapa). En cuanto a Luis Castañeda, el recuerdo de Comunicore está bien pero bien cerca y fresco; aparte de las graves
acusaciones por las diferencias abismales entre los presupuestos iniciales y
los costos finales de diversas obras faraónicas como la vía Grau, la remodelación
de la Panamericana Norte o hasta la construcción de la infraestructura del Lentopolitano –¿se acuerdan cuánto
demoró en ejecutarlo?-, algo que en su momento el propio Marco Tulio Gutiérrez
acusó a la gestión de Castañeda … hasta que le dieron una jugosa asesoría e
hizo mutis del tema.
Por eso y
muchas cosas más, como dice la conocida canción, votaré este domingo 17 por el
“no”. Va a ser un no crítico. Con ciertas reservas. Espero la tía concluya el tiempo que le falta y cariñosamente le diría que
terminado su periodo edilicio de un paso al costado. Con sinceridad le
recomendaría no intente la reelección. No tiene pasta para el cargo. Tiene
vocación de servicio, es indiscutible; pero eso, como diría otra canción, no
basta.
Otrosí
digo: Ya que hablamos de ética pública, terminado el proceso de revocatoria,
por favor sean trasparentes con las cuentas, sobretodo los anti-revocadores que
manejan dinero público. Eso de que los honorarios del asesor Favre se pagan con
polladas y fiestecitas de fin de semana no lo cree ni el más ingenuo (si
todavía existen ingenuos en Lima); o que las gigantografías del “no” fueron
“donaciones”, nos parecen argumentos a lo Marco Tulio y compañía: que ellos
solo reciben pequeñas donaciones que van “goteando de sol en sol”, de gente tan
desprendida que la plata llega sola,
no únicamente de desempleados, de personas que no tienen ni para pagar sus
deudas más elementales, sino hasta de los muertos. (Imagino los convocará
usando la ouija).
Para
terminar: Ojalá no sea cierto lo que se dice con respecto a que grandes
empresas concesionarias han financiado la campaña por el no por ventajas en los
contratos, y que estas ventajas van a ser visibles luego de terminada la
revocatoria. No vaya a ser que la campaña del no al final la paguemos todos los
limeños con una subida en los peajes o en los pasajes del trasporte público.
Igual sean claros con la denuncia que al abogado y ex congresista Javier Valle
Riestra se le habría pagado con dinero de una de las partidas municipales una cara
asesoría –dizque para encontrar “vacíos legales” en la revocatoria-, medio que
le permitiría a la alcaldesa y sus regidores revocados ir hasta la Corte
Interamericana de perder la consulta. Espero señora Villarán no haya vendido su
alma al diablo para salvar el pellejo político. Ojalá.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, March 08, 2013
EL CHAVISMO DESPUÉS DE CHÁVEZ
La muerte de Hugo
Chávez lleva a una serie de interrogantes sobre el futuro del chavismo, el
proyecto continental del ALBA y la relación íntima con Cuba. Difícilmente todo
será igual.
La naturaleza
política del chavismo es el de un proyecto personalista autoritario que
mantiene las formas de la democracia representativa vaciándolas de todo
contenido, ejerciendo el ejecutivo un férreo control sobre los otros poderes e
instituciones del estado, así como el uso indiscriminado de los recursos
públicos y de los medios de comunicación; algo similar al fujimorismo en el
Perú de los noventa, solo que de signo izquierdista.
(Steven Levitsky los denomina a estos gobiernos, autoritarismos competitivos).
La interrogante que
se plantea en estos proyectos es si pueden sobrevivir al fundador. Algunos lo
logran, otros no. Por ejemplo, los fujimoristas están consiguiendo sobrevivir
al líder inicial; el asunto no está muy claro si los chavistas podrán hacer lo
mismo sin tener vivo al caudillo máximo. Todo parece indicar que en el corto
plazo sí lo podrán hacer, dado que Chávez “nombró” un sucesor, Nicolás Maduro,
quien será el candidato oficial en las próximas elecciones.
Ello plantea una
estrategia de la oposición, la cual muy probablemente vaya con Henrique Capriles
a la cabeza, quien ha demostrado bastante sensatez política y no colisionar con
el electorado de raigambre chavista. La pregunta es si podrá ganar la
contienda. Todo parece indicar que no en vista que Maduro tiene a su favor el
aura del caudillo muerto en olor a multitud y será visto como “el continuador”
del proyecto.
El problema se
presenta a mediano plazo. Si el socialismo
del siglo XXI tendrá futuro político.
Maduro posiblemente
tenga que enfrentar medidas impopulares vista la economía venezolana, el
déficit fiscal, la abultada deuda externa, así como la poca productividad de
las empresas estatales y los enormes subsidios y sueldos de burócratas poco
eficientes. Tuvo que devaluar el bolívar y posiblemente tenga que hacer ajustes
fiscales, los que estarán supeditados al precio internacional del petróleo y a
la demanda de los Estados Unidos –“el imperio” es su principal cliente-,
demanda que ha bajado últimamente. Al ser Venezuela una economía principalmente
monoexportadora, todo dependerá del precio internacional del barril. Si este
baja demasiado el proyecto chavista se verá afectado, incluso en “las ayudas” a
los países del ALBA, principalmente a Cuba; aparte que Maduro no tiene la talla
continental ni el carisma de Chávez. Puede ser el caso que se inicie un
desmantelamiento del chavismo hacia fuera y privilegiar las reformas internas, su
principal sostén y baluarte.
Igualmente el PSUV a
mediano plazo podría dividirse entre los moderados, aquellos que no ven con
buenos ojos los fuertes lazos de dependencia con Cuba y privilegien las
reformas “hacia dentro” antes que la política internacional, y los radicales
que quisieran persistir en el “antimperialismo” continental. En el medio y
marcando el fiel en la balanza estará la boliburguesía,
los nuevos ricos del chavismo, y por supuesto los militares, grupos que no van
a querer perder sus privilegios. (La formación de Chávez, como la de tantos
otros caudillos del continente, primero fue castrense, lo que se reflejaba
claramente en su estilo autoritario).
Chávez muere en la
cumbre del poder, “en olor a multitud”, no muere viejo y con contradicciones
entre su pasado y su presente como tantos líderes que ha visto Latinoamérica;
más bien existe de él una imagen unívoca y sin fisuras, que puede dar lugar a
la leyenda, al mito que tanta falta le hace a la izquierda más radical y no tan
amiga de las formas y el contenido democrático.
¿Sobrevivirá un
chavismo sin Chávez? Creo que sí. Mucho va a depender de cómo manejen las
contradicciones y “la lucha por el poder” al interior del movimiento. Si logran
“institucionalizar la revolución” tendrán futuro; si prevalecen las ambiciones
internas y el divisionismo, el movimiento irá perdiendo fuerza.
Quizás suceda algo
muy similar al peronismo sin Perón: el recuerdo del caudillo mesiánico y
populista que quiso cambiar las estructuras sociales a favor del pueblo; aunque
como sucede muchas veces en los proyectos populistas las desigualdades sociales
y económicas se mantienen o hasta empeoran, mientras el recuerdo del líder
mesiánico se mantiene vivo y hasta “se purifica” con el pasar del tiempo. Nace
la leyenda.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, March 01, 2013
COMO SER VIOLADO
Hace
tiempo que no contrataba los servicios de una prostituta. Hace muchos años ya.
Generalmente tengo relaciones íntimas con amigas, parejas o ex parejas con las
que existe un grado de confianza y aprecio generado por los años, las experiencias
compartidas o las complicidades mutuas, donde el sexo es apenas una parte del
encuentro. La conversa, el tomar un vino o unos bocaditos entre coito y coito
es parte esencial a la que ya me acostumbré. Quizás me he vuelto “más burgués”
o serán los años, pero ya no puedo concebir solo sexo en una relación íntima.
Necesito conocer antes a la persona con la que me voy a acostar. Las caricias
previas, las confidencias, los escarceos amorosos o tener durmiéndola sobre mi
hombro se han convertido en parte esencial de todo encuentro íntimo.
Por
eso, ahora que contraté los servicios de una trabajadora sexual (OIT dixit) medio que me descuadró. Lo hice por
razones de “fuerza mayor” en vista que mi actual pareja se encuentra delicada
de salud y, para ser sinceros, “la necesidad apremia”. Así que llamé a una
chica que ofrece sus servicios cerca de mi oficina, a unas diez cuadras, que en
cinco minutos las recorres en auto.
Hacía
tiempo quería conocerla. Me intrigaba. Periódicamente publica sus avisos en los
diarios populares. Circunstancialmente encontré el suyo cuando revisaba uno de
esos periódicos esperando se desocupe mi peluquero. Su nombre de batalla es
“Señora Mariela”. Ya el calificativo de “señora” hacía inferir que se trataba
de una persona que pasaba la base cuatro, de lo que no me equivoqué.
Llamé
al número que consignaba. Atiende en persona, trabaja sola, es decir no es un
establecimiento donde el servicio lo prestan varias chicas, casi siempre
regentadas por una “mami” que controla el lugar. Podríamos decir que es una
“trabajadora independiente”. Presta sus servicios en un pequeño edificio de dos
pisos, ella atiende en una especie de altillo del segundo. Presumo debe haber
llegado a un acuerdo con el dueño del apartamento y los vecinos para que no la
molesten o estén llamando al serenazgo a cada momento, en vista que lleva
cierto tiempo en el lugar (yo leí el aviso el año pasado, ella me dice que
lleva tres años allí).
Si bien
su centro de trabajo se encuentra en una zona bastante céntrica y poblada (la
urbanización Santa Beatriz, cerca al castillo Rospigliosi), por desconfianza
fui solo con lo necesario. El dinero para el servicio, la dirección anotada en
un pequeño papel y unas monedas para los carros. Sin documentos, sin tarjetas
de banco (que nunca cargo, dicho sea de paso) ni ningún papel que me
identifique. Luego me di cuenta que tanta precaución era innecesaria.
Antes
de ingresar se debe franquear una puerta de metal. Una señora, suerte de
portero, la abre cuando ingresa un cliente. Pide que se hable en voz baja por
los vecinos, imagino para no tener problemas. Esperé un rato en un improvisado
hall con sillones desfondados, en vista que Mariela estaba duchándose. La
señora que abre la puerta me buscó conversación, en medio del aburrimiento de estar
sentada leyendo y releyendo los mismos diarios (creo que ya había hecho todos
los crucigramas y pupiletras habidos y por haber). La verdad, eso de abrir y
cerrar puertas es un trabajo bastante sedentario y tedioso.
El
corazón me latía fuerte de la emoción. Estaba “medio muñequeado”, a pesar de
los esfuerzos de voluntad que realizaba para calmarme, luego de tantos años de
no tener sexo por dinero. Al rato apareció Mariela e ingresé a su cuarto.
Un
cuarto pequeño, con una cama de dos plazas, una mesa de noche con tres
celulares baratos dejados al azar, un televisor empotrado en la pared para
pasar las horas, una silla donde colocar la ropa y hacia la parte de atrás un
diminuto baño donde apenas cabe una persona. Un lugar bastante austero, con lo
imprescindible para poder trabajar. Mariela estará en sus cuarenta, pero bien
conservada. Todavía mantiene los senos “duritos”, aunque en su rostro se dibuja
la amargura y sinsabores de la vida. Pagué la suma convenida, nos desnudamos,
pero “el muchacho” no se despertaba. Mariela le puso un preservativo y comenzó
a hacer “la fellatio”. No lo hace tan mal, pero otras lo hacen mucho mejor
(incluyendo algunas ex que ahora las extraño). Como no reaccionaba, pese al
intenso y directo masaje, Mariela lo dio en la boca, así dormido y todo. “El
muchacho” ni se dio por enterado de lo ocurrido. El acto habrá durado menos de
tres minutos. Me cuenta que muchos hombres lo dan así.
Luego
de la eyaculación y la limpieza del pequeñín, nos pusimos a conversar un rato.
Mejor dicho a hablar ella. Me contaba los avatares que ha tenido con algunos
clientes, como uno que le reclamó la devolución del dinero porque luego de
treinta minutos “no botaba ni aire”, mandándolo a la misma misma. O cuando vino
la policía para ver si le podían sacar algo de dinero. Ella no se dejó
amedrentar como otras chicas que por no tener problemas acceden a los
requerimientos monetarios y sexuales de “los custodios del orden”. Los enfrentó
sin miedo. Se nota que es una mujer temperamental, de mucho carácter. “Carácter
fosforito”.
Creo
que le caí en gracia, congeniamos luego del primer encuentro frustrado. Hemos
“agarrado confianza”. Quien sabe, de repente en otra ocasión la vuelvo a
visitar. Ya nos conocemos físicamente y un poco en el carácter. Ha nacido una cierta
intimidad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, February 22, 2013
LA RENUNCIA DEL PAPA
Pasada la impresión
de los primeros momentos de la renuncia, podemos aproximarnos a lo que es el
acontecimiento estremecedor del mundo católico. Que un Papa renuncie no es
hecho usual.
Generalmente se le ha
calificado al Papa Benedicto XVI como conservador, al igual que a su antecesor,
Juan Pablo II. Es más, este último lo hizo su hombre de confianza, recomendando
incluso que sea su sucesor. Al parecer frente a los cambios en el mundo de los
últimos treinta años, la
Iglesia Católica decidió mantener su tradicionalidad, no
cambiar ni adaptarse a los nuevos tiempos. Mantener su pureza. Por eso frente a exigencias ciudadanas como el derecho al
matrimonio para las personas del mismo sexo, la incorporación de sacerdotisas
al ministerio, el matrimonio de los propios sacerdotes o el uso de métodos
artificiales anticonceptivos, la
Iglesia siempre se opuso. Pareciera que ella misma se alejaba
de sus feligreses, pero más bien estaba manteniendo su naturaleza clásica
frente a los tiempos convulsos que vivimos.
A ello se sumó el silenciamiento de corrientes heterodoxas al interior
como la teología de la liberación y la opción social por los pobres. Que sea
suicida o no sea suicida un comportamiento así para la iglesia católica como institución, solo el tiempo lo va a
determinar.
A ese conservadurismo
contribuyó en gran medida el papa Benedicto XVI. No solo de políticas eclesiales
esenciales, sino también ideológico y organizativo: la mayoría del cuerpo
cardenalicio obedece a dicha corriente, por lo que no sería extraño que el papa
electo en el cónclave a fin de elegir al sucesor, sea de esa tendencia.
No obstante el
conservadurismo del papa renunciante, se debe reconocer que tuvo la ética
suficiente para enfrentar los malos manejos financieros de una institución tan
compleja y antigua, así como las innumerables denuncias en todo el mundo sobre
sacerdotes pedófilos.
Si bien en muchos
casos se prefirió discretamente llegar a un acuerdo monetario con los
afectados, en otros las sanciones fueron drásticas como en el caso de Marcial
Maciel, dirigente de los Legionarios de Cristo.
El Papa pasará a la
historia, no tanto como un reformador, más como un pastor que quiso mantener
las cosas como están, pero rescatando principios morales y cristianos esenciales,
así como demostrando desprendimiento del poder, algo raro entre los hombres,
por más cercanos que se encuentren al cielo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, February 15, 2013
NUEVAS MEDIDAS, VIEJOS MALES
No hay
nada nuevo bajo el sol. Las recientes medidas tanto del gobierno de Caracas
como el de Buenos Aires, me hacen recordar las que se dictaban entre los años
setenta y ochenta en Perú: devaluación del tipo de cambio y congelación de
precios a fin de solucionar los problemas fiscales y monetarios, y de paso,
detener o por lo menos aminorar el ritmo de la inflación.
El gobierno de Nicolás Maduro ha tenido que
aplicar la medicina amarga. Lejos de los subsidios indiscriminados, del dólar
fijo para ciertas importaciones (lo que acá conocíamos por dólar MUC en la era
de García I) o de regalar el petróleo a los países de la órbita del ALBA, se ha
visto obligado a devaluar el bolívar en poco más del cuarenta por ciento; lo
que a su vez traerá como secuela inflación y que el tipo de cambio paralelo o
no oficial se eleve a niveles mucho más altos a los actuales. Curiosamente,
Venezuela debería nadar en la superabundancia de divisas al tener el barril de
petróleo por encima de los cien dólares, y debería contar con un dólar barato y
una moneda nacional apreciada, como sucede en otras economías de la región;
pero la realidad es otra: el mesianismo chavista exportó gran parte de esas
divisas al extranjero con la finalidad de comprar
lealtades a la revolución bolivariana, amén de la sempiterna corrupción y los
malos manejos de un estado ineficiente. De ser así, Maduro deberá efectuar más
medidas impopulares, si quiere sincerar la economía. Sería un triste final para
el experimento de socialismo en el siglo
XXI.
La otra nueva
medida es la de doña Cristina en Buenos Aires: para detener la inflación no
se le ocurrió mejor idea que congelar precios de los productos de pan llevar
hasta el mes de Abril. Solo en la Capital
Federal. Al igual que en Venezuela, su preocupación es
detener la cada vez mayor inflación. Pero ya sabemos que trae aparejada una
medida así: desabastecimiento de mercados y supermercados, y mercado negro de productos. Y, para
poner la cereza en la torta, prohibió los anuncios publicitarios de los
supermercados en los medios masivos de comunicación. En cierta forma parece que
la medida tuviera lógica: si los precios van a ser los mismos hasta Abril que
razones tienen para seguir publicando encartes en los diarios; salvo que, al parecer,
la medida -aparte de colisionar contra derechos constitucionales- está dirigida
a los propios diarios, sobretodo a los de oposición, a fin que no dispongan de
una importante fuente de ingresos como son los anuncios publicitarios.
Son nuevas medidas para viejos problemas
irresueltos y mañas políticas de siempre.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, February 08, 2013
EL CINE COMO PROPAGANDA IDEOLÓGICA: CRISTIADA
Considerada como la
película más cara en la historia del cine mexicano, Cristiada (o como reza el
subtítulo en inglés: La verdadera
historia de Cristiada) causa polémica más por su planteamiento o puesta en
escena y el nada oculto trasfondo ideológico que posee.
Hasta donde conocemos
el productor es Pablo José Barroso, su productora Dos corazones films se ha
dedicado a realizar películas con trasfondo religioso y, paradojas en el mundo
material, les ha ido bastante bien en taquilla. Algunos especulan que detrás de
la productora existirían capitales procedentes del Vaticano, entusiasmado en lavar la cara a la institución luego de
los innumerables casos denunciados de pedofilia en el mundo entero. Cuestión
por investigar.
Pero vayamos a la
película. Su realizador, Dean Wright, es
un novel debutante tras las cámaras, con experiencia en los efectos visuales de
superproducciones como Narnia o El señor de los anillos. Parece que esta es una
obra de encargo para Wright.
Ambientada en la
llamada guerra de los cristeros, acaecida en México entre 1926 y 1929,
Cristiada comienza con la presentación de los personajes. Los vemos en sus
roles cotidianos. Enrique Gorostieta es un general de la revolución ya retirado
de las armas y convertido en un próspero empresario y ejemplar padre de
familia, muy ajeno a las cuestiones religiosas, a diferencia de su mujer. El
Padre Christopher, encarnado por Peter O’Toole, es un sacerdote modelo de
virtud que insufla con su ejemplo al pequeño José, quien posteriormente se
convertirá en mártir del cristianismo.
Si el bando de los
cristeros es el de los buenos, en el otro bando naturalmente se encuentran los
malos, los que cierran iglesias y no
permiten que los creyentes practiquen su fe, comenzando por el presidente
Plutarco Elías Calles a quien siempre se le ve hablando, dando conferencias de
prensa en un tono marcadamente autoritario sin permitir que los demás
intervengan … salvo si se tiene las credenciales de embajador de los Estados Unidos,
allí la cosa cambia y a Plutarco se le nota imperceptiblemente más servil. Si los buenos son muy buenos,
los malos son todo lo contrario. Hasta el soldado raso que dispara por orden
superior tiene en la mirada un sadismo inconfesable.
Naturalmente en esta
concepción bipolar, el general Gorostieta –personaje que sirve como eje a toda
la película- ateo y fiel creyente de la razón, antes de morir en la emboscada
que le tiende el malvado Plutarco, cual hijo pródigo se convierte a la
verdadera fe, acepta los sacramentos, y la frase ¡Viva Cristo Rey¡, que la pronunciaba hueca de sentido cuando asume
la conducción del ejército cristero, se trasmuta en verbo hecho carne. Todos
los buenos, hasta los que se arrepienten en el último momento, son perdonados y
recibidos en el seno de la
Iglesia.
En ese planteamiento
de buenos contra malos se desarrolla la película, casi siempre ganando los
primeros, muy al estilo de los filmes de antaño donde los blancos luchaban
contra los pieles rojas que eran súper malos; o aquellos ambientados en la
segunda guerra, norteamericanos contra nazis o japoneses igualmente malos y
desalmados.
Y, en estos
planteamientos esquemáticos no importa la verdad histórica, como se le ha
reprochado a Cristiada; en vista que lo importante es trasmitir el mensaje, no la reconstrucción
fidedigna de hechos que sucedieron en el pasado. En otras palabras, Cristiada
no es un documental histórico, ni pretende serlo.
Esa estructura
maniquea es la principal debilidad de la película; pero paradójicamente es su
motor, sin ella no se podría desarrollar la trama. Difícilmente, para lo que el
filme propone, se puede trasmitir un mensaje en blanco sobre negro si no es
esquematizando. No cabe esperar ambigüedades en los personajes, claroscuros o
sutilezas existenciales. Al final, no faltaba más, unos carteles nos anuncian
que el niño José –que muere como Cristo en el cadalso- y otros jóvenes
católicos han sido beatificados, con lo que el mensaje ideológico se cierra en
un perfecto círculo: no existe salvación fuera de la Iglesia. Extra ecclesiam nulla salus.
No creo que Cristiada
haya sido concebida solo para ocultar los escándalos de pedofilia, creo que
apunta a más, a sensibilizar al mundo católico, a conseguir más soldados de la
fe, ahora que andan tan escasos, a ser un modelo de vida a seguir, donde es
prioritario y esencial la sumisión de los creyentes a la Iglesia. En ese
sentido es un filme propagandístico, pero del ala conservadora de la Iglesia , de aquella que
impone sumisión al dictum de la jerarquía eclesial sin dudas ni murmuraciones;
de allí ese tono épico, como de cruzada o gesta religiosa, pero del siglo XX, a
fin de insuflar con la verdadera fe
al espectador. Eso sí, técnicamente bien hecho, sería mezquino negar su
impecable factura.
En justicia la
película pudo muy bien subtitularse un
cuento de Cristo, a semejanza del Ben Hur que protagonizó el legendario
Charlton Heston. La diferencia: los mártires de Cristiada son modernos, de la época contemporánea,
ejemplos más cercanos a nosotros que los mártires de las catacumbas.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
CRISTIADA [For
Greater Glory: The True Story of Cristiada]
Dir: Dean Wright
Guión: Michael Love
c/ Andy Garcia
(Enrique Gorostieta Velarde), Mauricio Kuri (José), Rubén Blades (Presidente Plutarco
Elias Calles), Santiago Cabrera (Padre Vega), Catalina Sandino Moreno (Adriana),
Eduardo Verástegui (Anacleto Gonzales Flores), Eva Longoria (Tulita Gorostieta),
Peter O'Toole (Padre Christopher)
Mex, EEUU/2012/Drama
histórico***/Dvd/Estrenos
Friday, February 01, 2013
UCHURACCAY
Estoy en el
cementerio El Ángel, visitando un familiar cuyo aniversario se cumple. En el
trayecto me encuentro con un pequeño grupo de personas bajo el sol, traspirando
por el cerrado saco, y me acerco por curiosidad. Algunas tienen cámaras fotográficas
en la mano. No las de aficionados, sino las profesionales. Presumo que deben
ser periodistas. Me acerco al mausoleo en forma de alas y me doy cuenta que es
el dedicado a los ocho periodistas muertos en Uchuraccay. Leo el epitafio: Por la verdad morimos, por la verdad
lucharemos. Muy en la onda izquierdista de aquellos años, me recuerda una
de esas arengas que coreábamos a voz en cuello por las calles y plazas de la
Lima setentera y ochentera. Tiempos que ya no existen.
Periodistas, familiares y amigos se
van reuniendo, hijos, y nietos que nunca vieron a los abuelos, que solo conocen
las historias relatadas en el seno familiar. Quizás los hayan perfilado como
héroes, más o menos como dice el epitafio: fueron en busca de la verdad; o
quizás los delinearon como simples mortales que se encontraron con un destino
fatal en un remoto y gélido caserío. Si fueran mis hijos o mis nietos creo que
les contaría la segunda versión, la de personas comunes y corrientes que en el
avatar de su trabajo se encontraron trágicamente con la muerte. Es más
realista.
Son las nueve de la mañana y todavía
se ven pocas personas. Junto al mausoleo han colocado una gigantografía de la
Asociación Guadalupana que se hace presente. Parece que uno de los ocho
mártires estudió allí o una de las promociones lleva su nombre. También se
aprecia una corona fúnebre bastante austera. Imprevistamente suenan celulares,
algunos se han excusado de asistir a la romería, de repente la distancia y el
calor los han desanimado, o han preferido aprovechar la mañana calurosa para
irse a la playa. Poca gente…
Treinta años después Uchuraccay se
presenta como algo nebuloso, cubierto por la bruma del tiempo. Significa
retrotraernos a tiempos difíciles, sangrientos, de una virtual guerra de
peruanos contra peruanos que nadie quiere recordar. Pero, es necesario. Los que
vivimos en esa década del terror no podemos olvidar lo que sucedió.
Pero, ¿qué pasó en esa comunidad
olvidada donde ocho periodistas más su guía y traductor perdieron la vida a
manos de comuneros, asesinándolos con sadismo inconfesable? ¿Fue cierto que los
confundieron con terroristas o fueron azuzados por las fuerzas armadas?
1983. Estamos en los primeros años
del retorno a la democracia que coincidió con el comienzo de los actos terroristas
por Sendero Luminoso. Todavía se encuentra lejos en el tiempo la captura de
Abimael Guzmán y más bien parece que este y su banda son los que van ganando la
partida. El gobierno de Belaunde no tiene una estrategia precisa para luchar
contra el terror. Lo tomó desprevenido y no encuentra mejor política que la de
“tierra arrasada”, donde los derechos de las personas y la protección a la
sociedad pasan a un segundo plano. Los comuneros de las zonas en conflicto
viven entre dos fuegos: los terroristas y “las fuerzas del orden”. En el medio
se producen una serie de delaciones, venganzas personales, asesinatos, ajustes
de cuentas entre comunidades y otros hechos cuya historia falta contar
claramente.
Ocho periodistas de Lima van en
busca de la noticia, desconociendo al partir que ellos serán la noticia que
conmocionará al Perú y al mundo. Curiosamente van a cubrir la información de
unos ajusticiamientos que comuneros
de Huaychao infligieron a senderistas y que les valió un reconocimiento público
del propio presidente Fernando Belaunde por el gallardo acto patriótico. En el trayecto los ocho periodistas son
interceptados por comuneros de la vecina Uchuraccay. El resto es historia
conocida. Según el informe de la Comisión de la Verdad, el asesinato no habría
durado más de treinta minutos.
La noticia conmocionó tanto dentro
como fuera del país, tanto así que fue necesario buscar una solución política,
por lo que el presidente Belaunde designa una comisión ad hoc presidida nada
menos que por Mario Vargas Llosa, ya una celebridad y con un prestigio moral en
ese entonces, amen de amigo cercano del arquitecto, a fin de determinar
qué pasó ese 26 de Enero.
Es cierto que el Informe de la
Comisión Vargas Llosa adoleció de un excesivo antropologismo. Afirmaba que los
comuneros al vivir prácticamente aislados confundieron a los periodistas con
militantes de Sendero Luminoso, generándose el macabro desenlace. La tesis me
hizo evocar una novela del célebre escritor publicada hacía poquísimos años antes
de los aciagos hechos: La guerra del fin
del mundo, donde la revuelta de los lugareños en Canudos obedece a una
trágica comedia de equivocaciones. No convenció del todo la conclusión del
informe, daba la impresión que se quería exonerar de responsabilidad política
al gobierno de Belaunde. Pero tampoco convenció la tesis contraria de la
oposición: de la autoría directa de militares encubiertos de comuneros. Sinchis
o soldados disfrazados de campesinos como autores inmediatos del asesinato
múltiple. No existen pruebas contundentes que sustenten la tesis.
Otra
hipótesis sostiene que el guía Juan Argumedo era senderista o cercano al
senderismo, hecho que conocían los pobladores de Uchuraccay y que al verlo
llegar junto a extraños, los asociaron inmediatamente con militantes de Sendero
Luminoso, produciéndose la masacre. La viuda de Argumedo desmintió dichas
aseveraciones y más bien ha tratado de borrar ese estigma de la imagen del
difunto, reiterando que él jamás fue senderista; pero la duda siempre se
mantendrá en el tiempo, sobretodo en esos tiempos confusos y aciagos que nos
tocó vivir a los peruanos treinta años atrás.
Quizás y solo quizás, lo que
prevaleció fue una instigación de los militares a los comuneros de darle vuelta a todo extraño, en la
creencia que cualquier foráneo que se acercase a una comunidad debía ser
senderista. Tengamos presente que el propio presidente Belaunde felicitó
públicamente a los comuneros de Huaychao que mataron a terroristas. No sería
extraño que el Comando Político Militar de la zona haya azuzado a los
campesinos a una conducta similar. Parece que los comuneros tuvieron “carta
blanca” para actuar como lo hicieron. Maten y después pregunten.
¿Qué pasó luego? Uchuraccay se
convirtió en un pueblo fantasma. Como una maldición bíblica, muchos comuneros
murieron trágicamente en los años del terror, otros huyeron para no ser
arrestados y culpados del asesinato múltiple. Algunos fueron capturados y
sometidos a un proceso judicial que no aclaró los hechos y solo se convirtieron
en chivos expiatorios de culpas ajenas. Hoy Uchuraccay, treinta años después,
ha cobrado nueva vida y quiere olvidar ese doloroso pasado. Sus problemas son
otros. Quieren convertirse en distrito, tener autonomía política. También deben
enfrentar la vorágine de la vida actual y engancharse a la modernidad, con los
retos y problemas que ello significa. Quieren ser parte del Perú contemporáneo.
En fin, quieren olvidar el pasado y mirar el futuro. Derecho tienen.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, January 18, 2013
EL CINE PERUANO REVISITADO
A lo largo
del 2012 se presenció un boom de estrenos nacionales. Es cierto que muchas de
estas películas no pasaron de las dos semanas en cartelera, algunas incluso se
quedaron en la fatídica primera semana o, peor aún, en apenas algunos días,
para luego ser olvidadas sin pena ni gloria. Como que el cine peruano no
interesa a los peruanos. Gana premios internacionales, ciertos nombres de cineastas
son reconocidos afuera; pero, a diferencia de veinticinco o treinta años atrás,
ya no congrega multitudes, ni siquiera un público relativamente mayoritario.
Se tiende
a echar la culpa de ello a los blockbusters
que ocupan literalmente los circuitos de exhibición comercial todo el año. No
hay mes, ni semana, ni día del calendario que no tenga uno de ellos en estreno.
Pero esa reacción contra estos verdaderos trasatlánticos cinematográficos se
parece a la de los obreros en la Europa
del XIX frente a las máquinas o a los conductores de carretas jaladas por
caballos con relación a los automóviles a inicios del XX. Como que echarle toda
la culpa “al villano” (léase blockbuster) no convence en su totalidad, como
tampoco las recetas que buscarían sino impedir, por lo menos atenuar esta
verdadera avalancha comercial extranjera.
Lo malo
cuando se busca “un culpable” es que se simplifica el problema. Es verdad de
Perogrullo que los blockbusters monopolizan las pantallas en todo el mundo.
Eso es evidente. El inconveniente con esta explicación unívoca es que al haber
encontrado al malo de la película,
causante de la deserción de espectadores nacionales y que el cine propio no
desarrolle, no cabe seguir hurgando en otras causas no tan evidentes, sino
buscar una solución relacionada con el culpable encontrado y así tenemos
en paz nuestra conciencia.
Pero, no
simplifiquemos el problema y busquemos otras variables. Retomemos la pregunta
inicial. El fenómeno del escaso público nacional convocado por las películas
locales no es exclusivo de Perú. Matices más, matices menos, en otros países
también se produce un fenómeno similar.
Parece -y
esta es otra explicación parcial- que la intelectualización
o elitización de los jóvenes cineastas, con películas para ser vistas por un
público selecto, con cierto nivel cultural, impide una masificación de
concurrencia, al no tocarse como antaño “géneros populares”, lo que le gusta a la gente. Digamos -y
en esta afirmación yo también simplifico el problema- que los jóvenes cineastas
de ahora anhelan hacer un cine de autor, convertirse en émulos de un
Godard o de un Truffaut del tercer mundo. No es casualidad del destino que en
el año 2012 solo dos películas nacionales, animadas para mayores detalles, fueran
las más vistas por los peruanos, mientras el resto de estrenos comerciales
producidos en el país tuvieron escasa concurrencia. No es necesario ser adivino
para encontrar una explicación tan evidente del motivo.
En la
nueva hornada de realizadores capitalinos no existe, por ejemplo, un Lombardi
que maneje con suficiencia los géneros y medios para contar eficientemente una
historia y provoque la convocatoria de un público mayoritario. Los jóvenes
cineastas en la actualidad prefieren ganar premios internacionales con un mal
entendido “cine de autor”, con puestas en escenas “cultistas” o historias que
contengan una visión muy europea de cómo nos ven afuera: pobreza,
inseguridad, violación de mujeres pobres, desigualdad social y racial o incesto
entre familiares, ignorancia en grado supino sobretodo de personas de los
sectores populares y una pizca de terrorismo y estado malvado. Eso “vende” en
los festivales internacionales: la imagen del “buen salvaje” embrutecido por
las trasnacionales, el imperialismo (yanqui por supuesto) ayudados por los
felipillos locales.
Hay que
mirarlo por el lado positivo: ya no nos ven usando taparrabos y viviendo en las
copas de los árboles.
…..
El asunto
de los premios nos lleva a otra pregunta. Qué tipo de cine es el que se está
incentivando vía los concursos que convoca el Ministerio de Cultura. ¿La línea
que se sigue es la de una elitización, de un cine cultista o es la de un cine
mayoritario? Por los premios obtenidos en los últimos años, todo indica que es
lo primero; cerrándose así el ciclo de una lógica perversa: se forma
realizadores de un cine de elite y se estimula con los incentivos de los
premios esa forma de hacer cine, entendida como algo artístico. Y no se diga que es un asunto concerniente solo a especialistas en cine, dado que los
premios se financian con recursos del erario público, de todos nosotros, por lo
que tiene legitimidad para opinar y actuar cualquiera de los treinta millones
de connacionales. Derechos del ciudadano que le dicen. (Es más, quizás en otros
países con congresos más serios y que les
interese realmente la cultura, el ministro de dichos asuntos hubiese sido
llamado para rendir explicaciones del fracaso del sistema de premiación en su
portafolio).
Pero esa
es apenas una faceta del cine peruano. Más de un cine capitalino hecho por
jóvenes egresados de alguna universidad privada, con aspiraciones a que su cine
se “internacionalice”; pero están los otros, los que pese a los obstáculos se
abren paso como los realizadores del llamado cine regional. Gracias al digital, una nueva generación comienza a
filmar lo que sucede en las provincias (o el Perú profundo como decimos huachafamente los limeños).
Salvo
raras excepciones, es un cine que no se ve en Lima, circunscrito casi siempre a
su localidad de origen. Un cine underground
si se quiere, pero que atrae público que se identifica con lo que ve en el
écran. Cine popular, en el sentido que vive de sus espectadores y refleja una
realidad local o mitos y leyendas de la zona. Claro, no esperen encontrar en
este cine regional que se está forjando un refinamiento estético, pero los
chicos se esmeran en contar una historia.
Y si bien
las nuevas tecnologías han ayudado a abaratar costos y que toda una nueva
hornada de jóvenes se vuelque a filmar, no es menos cierto que estas nuevas
tecnologías también han ahuyentado público de las salas de cine. Los cinéfilos
y los no tan cinéfilos se han acostumbrado a ver películas en dvd o blue ray,
para lo cual ayudan los enormes televisores de plasma, lcd o led que cada día
cuestan menos. Las grandes colas para ver un estreno en pantalla grande ya no
se producen, ni en los más mentados del año. Lombardi y compañía no tenían esos
problemas cuando hicieron sus pininos en el séptimo arte. Son nuevos problemas
que requieren nuevas soluciones, no las mismas de hace treinta años atrás.
También se
debe considerar que todavía estamos bastante lejos de una verdadera industria
del cine. Si no existe una industria que produzca regularmente películas,
tampoco existirá demanda de espectadores. Una industria del cine tiene sus
ventajas, no solo porque ofrece trabajo a una serie de profesionales, desde
actores, actrices, realizadores, pasando por el trabajo de guionistas,
sonidistas, luminotécnicos, así como forma productores cuyo “business” es
buscar financiar películas; sino también permite continuidad y por ende
perfeccionamiento de los que están dentro de la actividad. La única manera de
conseguir un buen director, un buen actor o un buen técnico es en la práctica
continua. Es la única forma de aprender a ejercer un oficio y el cine no es la
excepción. Retrotrayéndonos treinta o más años en el pasado, cuántos jóvenes se
han quedado con solo “una película”. Fue su debut
y despedida; o jóvenes actores que luego se dedicaron a otra cosa por falta
de oportunidades. El cine artesanal que se practica acá, muchas veces en
heroicas condiciones, no facilita esa continuidad, pese a que la tecnología
antes aludida ha permitido disminuir dramáticamente costos.
La
industria del cine necesita obligatoriamente apoyo efectivo del estado. No soy
muy amigo de las intervenciones estatales, pero para crear las condiciones de
una industria y un mercado del cine peruano se requiere el apoyo efectivo del
estado, por lo menos en sus inicios. No solo una política cultural clara y
precisa, sino también una decidida voluntad política y una norma promotora más
o menos proteccionista del cine nacional como el derogado DL 19327, subsidiando
películas o incentivando vía premios. La industria del cine no nacerá única y
exclusivamente por obra y gracia divina del mercado. Esa es otra verdad de
Perogrullo. (Y para evitar que les de un ataque de nervios y soponcios a
los neo liberales nativos, cuando afirmo apoyo efectivo del estado obviamente
no me lo imagino creando empresas públicas, expropiando las taquillas o
nacionalizando las salas de cine. Pueden estar tranquilos).
Lo cierto
es que el mencionado DL era una norma promotora y proteccionista que permitió
el desarrollo del cine nacional. Toda una generación de cineastas, algunos
vigentes hasta la fecha, se nutrió y creció al amparo de la 19327; y si bien
las condiciones sociales y económicas actuales son otras, algo se puede hacer
desde “el ogro filantrópico”: los ya mencionados premios (a los que se deben
incorporar ciertos condicionamientos), subsidios directos o indirectos a filmes
nacionales, cuotas de pantalla a cambio de incentivos tributarios, proyección
de cortos antes de la función principal y, por supuesto, salas de “exhibición
cultural” financiadas por el estado. Los cine clubs cumplían en parte esa
función, pero desparecieron. Hay otras cosas que se pueden hacer con racionalidad
y proyección a mediano y largo plazo.
Y, a nivel
de estructura del estado, creo que debemos volver a un organismo autónomo del
cine. Con la creación del Ministerio de Cultura, los asuntos relacionados al
cine pasaron a una difusa y burocrática dirección, cuyos funcionarios estaban
más entusiasmados en peleas, zancadillas y puñaladas de unos contra otros que
en fomentar una auténtica cultura cinematográfica y audiovisual. Creo que lo más
idóneo sería una institución con plena autonomía administrativa, competencial y
financiera, y si es posible con facultades de asociación público-privadas,
tanto mejor.
Vuelvo a
la pregunta inicial, qué hacemos para que el público local “regrese” a ver
películas peruanas. Confieso que no existe una respuesta única, pero algo
debemos hacer desde el estado y desde la sociedad para que el respetable
se interese por el cine que se hace en su terruño. Quizás lo que decía Domingo
Faustino Sarmiento no esté lejos de la respuesta o como parte de la respuesta: la educación del soberano.
El cine
cumple la función que en el siglo XIX cumplió la novela: es el espejo en que
nos vemos como nación y en el cual nos ven los de fuera. Tiene un papel
ideológico, cultural, propagandístico, económico, social y por supuesto
artístico. Ojalá algún día lo veamos cristalizado.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Friday, December 21, 2012
YO SOY
El concursante está
parado en medio del escenario, los reflectores lo enfocan, va a comenzar su
interpretación no sin antes proclamar resueltamente “yo soy…” y a continuación
el nombre del cantante que imitará. Comienza así una larga competencia que
durará varias semanas y donde al final de la batalla solo habrá un ganador que
se lleve los veinticinco mil dólares. Ya van cuatro temporadas más una corta
rueda de revancha que han hecho del programa concurso “Yo soy” quizás el más
exitoso de los últimos años.
Reality producto de
una franquicia cuya exclusividad para Perú la tiene GV producciones, la
productora de Gisella Valcárcel, el programa concurso nativo de los países
bajos se replica en distintas latitudes del mundo con un formato similar: concursantes que deben
imitar al milímetro a algún cantante famoso.
Semana tras semana se
presentarán los aspirantes al premio mayor cuyo referente es un cantante vivo o
ya fallecido, conocido o no tan conocido entre nosotros, de idioma castellano o
de habla inglesa, teniendo al frente a un jurado implacable con el mínimo
desvío, más que jurado, celoso censor que observa al detalle que el concursante
no se salga de “la línea correcta”: las reglas del concurso obligan a una mimetización
absoluta con el personaje original. No pueden existir desvíos, creaciones
propias, sino el concursante debe copiar al milímetro voz y entonación, al
igual que gestos, mímica, dominio escénico y hasta físico idéntico al modelo
imitado. No hay lugar para la creatividad.
Aunque en cierta
manera sí. Debe hacernos creer por tres o cuatro minutos que nos encontramos
frente al modelo original. Debe “hechizarnos” con una “magia” que durará apenas
unos minutos, algo así como lo que sucede con los buenos escritores, que deben
“atrapar” al lector y hacerle creer que el texto leído representa un mundo
real; de igual manera los muchachos (y algunos no tan muchachos) que van en
busca de fama y fortuna, nos deben encantar.
Esas semanas de
competencia comienzan con un casting, seleccionando el jurado a los
concursantes que pasarán al torneo. Luego vendrá la competencia, todos contra
todos, donde solo habrá un ganador. Dudo mucho que dentro del grupo exista una
camaradería sincera como “los detrás de cámaras” nos quieren hacer creer. Existiendo una competencia tan despiadada es
imposible que se genere un clima de colaboración mutua o de amistad sincera
como nos endilgan, más como argumento edulcorado, como parte del show, que una
“realidad real”.
Semanas estresantes
para los que se encuentran en la arena, mayor aún cuando se acerca la gran
final. En más de una oportunidad se ha apreciado síntomas claros de estrés por
la fuerte presión que significa un concurso donde se exige fidelidad exacta en
la copia del modelo original. No importa si estás con fiebre, dolor, diarreas,
faringitis o si un ser querido ha muerto: debes seguir igual como te lo
recuerda dictatorialmente el productor-jurado, “el pequeño césar” sin pelos en
la lengua ni en la cabeza. Haz firmado un contrato como Fausto y debes continuar,
me importa un pepino lo que te pase por dentro. En caso de rebeldía o
desobediencia, un ejército de abogados al servicio de la productora les
recordará a estos chicos el contrato que han firmado, las cartas notariales
comenzarán a llegar a sus domicilios con amenazas de juicios y embargos si se
salen una línea de lo suscrito.
Precisamente ese
concursante está sometido a un contrato, cuyos términos no son revelados al
público, pero imaginamos debe contener compromisos de sometimiento a las reglas
del concurso, exclusividad y reserva de las cláusulas contractuales, entre
otros aspectos. Algunos ex concursantes incluso han insinuado abiertamente que
esos contratos son abusivos, pagan un fuerte “derecho de piso” sin ninguna
contraprestación por el lado del canal o de la productora. En las semanas del
torneo –e incluso en las semanas previas, cuando son reclutados- tienen que
dedicarse en exclusiva al concurso. Entre extenuantes ensayos y presentaciones
en vivo por la noche no hay tiempo disponible para hacer otra cosa, sino dedicarse
por entero al programa, sin aparentemente ninguna contraprestación de la otra
parte.
De ser cierta la
sospecha, “los concursantes” que son la base del programa (debido a que de
imitar mal o no parecerse al modelo original, “el show se cae”) serían los
únicos en no recibir una compensación por su trabajo, a pesar de las grandes
dosis de tiempo y esfuerzo que invierten en su mimetización. Sería interesante
que algún medio, haciendo ejercicio del periodismo de investigación -si es que
existe todavía en el Perú periodismo de investigación-, consiga una copia de
esos contratos leoninos que firman todos los concursantes que intervienen en el
reality. Creo que en más de un detalle nos va a asombrar.
El “jurado-censor” (que
suponemos sí cobra unos honorarios por su trabajo) es un tema aparte por la
importante gravitación en salvar o “bajar el dedo” a algún concursante. Suerte
de “emperadores romanos” desde su olimpo mediático, pueden “sentenciar” o “salvar
de la muerte” a alguno de los competidores esgrimiendo un falso eruditismo. Se
ha dicho incluso que muchas veces sus decisiones son arbitrarias. Gente
proveniente de la farándula, dudo que tenga los conocimientos musicales
suficientes para determinar las bondades o no de alguno de los aspirantes al
premio mayor, como ha quedado al descubierto en más de una oportunidad cuando
un concursante se armó de valor y les ha replicado sobre los “sesudos
comentarios” que el jurado esgrime.
No menos cierto es
que en este tipo de realities interviene el público a través de su voto por la
opción favorita o “mandando al cadalso” a alguno de los participantes. Y, en
las últimas temporadas ha sucedido un hecho reiterativo: el ganador es aquel
que imita a un cantante muy conocido en nuestro medio. No necesariamente es el
mejor imitador, pero el imaginario popular lo ayuda notablemente; así contra
todo pronóstico se han impuesto los imitadores de Julio Iglesias y de Fher de
Maná contra otros de mayor valía pero cuyos imitados no son tan conocidos por
estos lares. El concursante que quiera llegar a la final es más recomendable
que imite a un “cantante comercial” que a uno no tan oído y visto en nuestro
medio como les ha sucedido a los copistas de Robert Plant o Janis Joplin. Cosas
de la democracia.
Luego del receso de
verano, Yo soy regresa. La franquicia es una mina de oro. Prácticamente se
tiene una materia prima a la que, a modo de los esclavos, no se le paga nada,
salvo la vaga promesa de un premio y un poco de fama. La pregunta es si
continuará la mina así de suculenta o se estará agotando. Creo que el cantante
Raphael tiene la respuesta cuando afirmó que estos programas se van a terminar
por saturación. Las franquicias de este tipo se agotan por la repetición
continua, el desgaste diario. En un momento determinado ya no llaman la
atención o se produce un agotamiento de los insumos (leáse “cholo gratis”,
perdón “aspirantes con talento”), al final de cuentas son recursos escasos, por
lo que la sintonía comienza a decrecer. “Rating manda”.
Hasta que no se
produzca ello, veremos todas las noches a hombres y mujeres, jóvenes y no tan
jóvenes, aspirando llegar al ansiado premio o siquiera tener su cuarto de hora
de fama porque “yo soy…”.
Eduardo
Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Tuesday, December 11, 2012
EL BOOM Y LOS CINCUENTA AÑOS DE LA CIUDAD Y LOS PERROS
El homenaje recibido en distintos lugares a la célebre novela de Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros, con edición homenaje de la propia Academia de la Lengua, marca un hito en la narrativa hispanoamericana, a tal punto que por convencionalismo se ha fijado en el año de la primera edición (1962) como la fecha de inicio del llamado boom, sonido onomatopéyico que alude a la explosión de la narrativa de esta parte del mundo.
Pero, ¿fue solo un movimiento comercial promovido por editoras españolas como sus detractores aseveran?
Sería mezquino afirmar esa sentencia tajantemente. El puñado de escritores que estuvieron en la cresta de la ola (Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes) contaba con una calidad incuestionable. Renovaron las letras hispanas, cuando en la propia cuna del castellano, España, la creatividad se había apagado de la mano del franquismo. Bebiendo de las canteras de Joyce, Proust, Faulkner y Hemingway comenzaron a contar las historias del desencanto vividas en pueblos remotos, inventados o reales.
Es justo reconocer que también existió un marco publicitario, de marketing al decir de la jerga actual, que permitió “vender” los libros de estos jóvenes escritores. Carlos Barral fue quizás el principal animador de esta hornada literaria. Al final de cuentas a los editores les importaba que vendan sus libros. Fueron best sellers, pero de calidad.
Otra característica fue la pose, ya no de “escritor maldito” a la usanza de los franceses del XIX, pero sí de la mal denominada profesionalización del escritor. El escritor visto como un profesional de las letras, cuyo deber sobretodo es vivir para la literatura.
Posición discutible, una suerte de trabajador de las letras a tiempo completo, en contraposición a las generaciones anteriores de escritores dominicales como el propio Vargas Llosa los motejaba un tanto despectivamente.
La experiencia ha demostrado que el dedicarse en exclusiva a las letras no conlleva necesariamente tener obras de calidad pareja; y viceversa, aquellos que eran escritores en tiempo libre o cuando la satisfacción de sus necesidades materiales lo permitía, hicieron obras que traspasaron la barrera del tiempo.
Precisamente atentó contra esta supuesta profesionalización del escritor y las obras maestras que podía escribir los contratos que los célebres escribas firmaban con las editoriales. El recibir adelantos por derechos de autor les permitía vivir holgadamente, pero tenían como contrapartida que -al igual que los escritores de best sellers “comerciales”- entregar cada cierto tiempo una nueva novela a la editorial.
Como bien anotó Marco Aurelio Denegri, ello trae como consecuencia que el escritor se repita a si mismo. Cree “una formula” que con variantes repite de novela a novela. Es imposible hacer “obras maestras” en serie. Muchos de esos autores callaron esa parte nada romántica de sus compromisos contractuales, mientras daban la imagen de “independencia literaria”.
Otra característica de los escritores del boom fue su compromiso social y político. Nacidos al calor de la revolución cubana, su posición a favor del socialismo en Cuba les dio la imagen de “escritor progre”, con idas y venidas frecuentes de la isla, defendiendo a capa y espada la revolución, hasta que el encanto se rompió cuando el gobierno de Castro comenzó a virar cada vez más hacia la Unión Soviética, restringiendo libertades y censurando obras.
El célebre “Caso Padilla” fue el parteaguas que dividió a los escritores del boom en dos; aquellos que continuaron fieles a la revolución como García Márquez y aquellos que optaron por un cambio gradual hasta anclar en el campo del liberalismo como el caso de Vargas Llosa.
¿Qué queda de todo ese bullicio del boom?
Dos escritores vivos, cada uno exhibiendo un premio Nobel, cuya principal obra la escribieron antes de convertirse en “vacas sagradas”, otros ya murieron dejando una obra importante tras de si, y están aquellos que no tuvieron la suerte de tener el respaldo de una gran editorial, pero que anteriores o contemporáneos a las celebridades del boom, dejaron una obra memorable y que sin muchos premios o reconocimiento de ventas, su huella es vital en las letras. Pienso en los también desaparecidos connacionales Julio Ramón Ribeyro, Eduardo Zavaleta o Manuel Scorza. No fueron “best sellers” pero la importancia de su obra está fuera de dudas. No fueron parte del boom pero lo merecieron.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
Pero, ¿fue solo un movimiento comercial promovido por editoras españolas como sus detractores aseveran?
Sería mezquino afirmar esa sentencia tajantemente. El puñado de escritores que estuvieron en la cresta de la ola (Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes) contaba con una calidad incuestionable. Renovaron las letras hispanas, cuando en la propia cuna del castellano, España, la creatividad se había apagado de la mano del franquismo. Bebiendo de las canteras de Joyce, Proust, Faulkner y Hemingway comenzaron a contar las historias del desencanto vividas en pueblos remotos, inventados o reales.
Es justo reconocer que también existió un marco publicitario, de marketing al decir de la jerga actual, que permitió “vender” los libros de estos jóvenes escritores. Carlos Barral fue quizás el principal animador de esta hornada literaria. Al final de cuentas a los editores les importaba que vendan sus libros. Fueron best sellers, pero de calidad.
Otra característica fue la pose, ya no de “escritor maldito” a la usanza de los franceses del XIX, pero sí de la mal denominada profesionalización del escritor. El escritor visto como un profesional de las letras, cuyo deber sobretodo es vivir para la literatura.
Posición discutible, una suerte de trabajador de las letras a tiempo completo, en contraposición a las generaciones anteriores de escritores dominicales como el propio Vargas Llosa los motejaba un tanto despectivamente.
La experiencia ha demostrado que el dedicarse en exclusiva a las letras no conlleva necesariamente tener obras de calidad pareja; y viceversa, aquellos que eran escritores en tiempo libre o cuando la satisfacción de sus necesidades materiales lo permitía, hicieron obras que traspasaron la barrera del tiempo.
Precisamente atentó contra esta supuesta profesionalización del escritor y las obras maestras que podía escribir los contratos que los célebres escribas firmaban con las editoriales. El recibir adelantos por derechos de autor les permitía vivir holgadamente, pero tenían como contrapartida que -al igual que los escritores de best sellers “comerciales”- entregar cada cierto tiempo una nueva novela a la editorial.
Como bien anotó Marco Aurelio Denegri, ello trae como consecuencia que el escritor se repita a si mismo. Cree “una formula” que con variantes repite de novela a novela. Es imposible hacer “obras maestras” en serie. Muchos de esos autores callaron esa parte nada romántica de sus compromisos contractuales, mientras daban la imagen de “independencia literaria”.
Otra característica de los escritores del boom fue su compromiso social y político. Nacidos al calor de la revolución cubana, su posición a favor del socialismo en Cuba les dio la imagen de “escritor progre”, con idas y venidas frecuentes de la isla, defendiendo a capa y espada la revolución, hasta que el encanto se rompió cuando el gobierno de Castro comenzó a virar cada vez más hacia la Unión Soviética, restringiendo libertades y censurando obras.
El célebre “Caso Padilla” fue el parteaguas que dividió a los escritores del boom en dos; aquellos que continuaron fieles a la revolución como García Márquez y aquellos que optaron por un cambio gradual hasta anclar en el campo del liberalismo como el caso de Vargas Llosa.
¿Qué queda de todo ese bullicio del boom?
Dos escritores vivos, cada uno exhibiendo un premio Nobel, cuya principal obra la escribieron antes de convertirse en “vacas sagradas”, otros ya murieron dejando una obra importante tras de si, y están aquellos que no tuvieron la suerte de tener el respaldo de una gran editorial, pero que anteriores o contemporáneos a las celebridades del boom, dejaron una obra memorable y que sin muchos premios o reconocimiento de ventas, su huella es vital en las letras. Pienso en los también desaparecidos connacionales Julio Ramón Ribeyro, Eduardo Zavaleta o Manuel Scorza. No fueron “best sellers” pero la importancia de su obra está fuera de dudas. No fueron parte del boom pero lo merecieron.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
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