Friday, March 01, 2013

COMO SER VIOLADO


Hace tiempo que no contrataba los servicios de una prostituta. Hace muchos años ya. Generalmente tengo relaciones íntimas con amigas, parejas o ex parejas con las que existe un grado de confianza y aprecio generado por los años, las experiencias compartidas o las complicidades mutuas, donde el sexo es apenas una parte del encuentro. La conversa, el tomar un vino o unos bocaditos entre coito y coito es parte esencial a la que ya me acostumbré. Quizás me he vuelto “más burgués” o serán los años, pero ya no puedo concebir solo sexo en una relación íntima. Necesito conocer antes a la persona con la que me voy a acostar. Las caricias previas, las confidencias, los escarceos amorosos o tener durmiéndola sobre mi hombro se han convertido en parte esencial de todo encuentro íntimo.

Por eso, ahora que contraté los servicios de una trabajadora sexual (OIT dixit) medio que me descuadró. Lo hice por razones de “fuerza mayor” en vista que mi actual pareja se encuentra delicada de salud y, para ser sinceros, “la necesidad apremia”. Así que llamé a una chica que ofrece sus servicios cerca de mi oficina, a unas diez cuadras, que en cinco minutos las recorres en auto.

Hacía tiempo quería conocerla. Me intrigaba. Periódicamente publica sus avisos en los diarios populares. Circunstancialmente encontré el suyo cuando revisaba uno de esos periódicos esperando se desocupe mi peluquero. Su nombre de batalla es “Señora Mariela”. Ya el calificativo de “señora” hacía inferir que se trataba de una persona que pasaba la base cuatro, de lo que no me equivoqué.

Llamé al número que consignaba. Atiende en persona, trabaja sola, es decir no es un establecimiento donde el servicio lo prestan varias chicas, casi siempre regentadas por una “mami” que controla el lugar. Podríamos decir que es una “trabajadora independiente”. Presta sus servicios en un pequeño edificio de dos pisos, ella atiende en una especie de altillo del segundo. Presumo debe haber llegado a un acuerdo con el dueño del apartamento y los vecinos para que no la molesten o estén llamando al serenazgo a cada momento, en vista que lleva cierto tiempo en el lugar (yo leí el aviso el año pasado, ella me dice que lleva tres años allí).

Si bien su centro de trabajo se encuentra en una zona bastante céntrica y poblada (la urbanización Santa Beatriz, cerca al castillo Rospigliosi), por desconfianza fui solo con lo necesario. El dinero para el servicio, la dirección anotada en un pequeño papel y unas monedas para los carros. Sin documentos, sin tarjetas de banco (que nunca cargo, dicho sea de paso) ni ningún papel que me identifique. Luego me di cuenta que tanta precaución era innecesaria.

Antes de ingresar se debe franquear una puerta de metal. Una señora, suerte de portero, la abre cuando ingresa un cliente. Pide que se hable en voz baja por los vecinos, imagino para no tener problemas. Esperé un rato en un improvisado hall con sillones desfondados, en vista que Mariela estaba duchándose. La señora que abre la puerta me buscó conversación, en medio del aburrimiento de estar sentada leyendo y releyendo los mismos diarios (creo que ya había hecho todos los crucigramas y pupiletras habidos y por haber). La verdad, eso de abrir y cerrar puertas es un trabajo bastante sedentario y tedioso.

El corazón me latía fuerte de la emoción. Estaba “medio muñequeado”, a pesar de los esfuerzos de voluntad que realizaba para calmarme, luego de tantos años de no tener sexo por dinero. Al rato apareció Mariela e ingresé a su cuarto.

Un cuarto pequeño, con una cama de dos plazas, una mesa de noche con tres celulares baratos dejados al azar, un televisor empotrado en la pared para pasar las horas, una silla donde colocar la ropa y hacia la parte de atrás un diminuto baño donde apenas cabe una persona. Un lugar bastante austero, con lo imprescindible para poder trabajar. Mariela estará en sus cuarenta, pero bien conservada. Todavía mantiene los senos “duritos”, aunque en su rostro se dibuja la amargura y sinsabores de la vida. Pagué la suma convenida, nos desnudamos, pero “el muchacho” no se despertaba. Mariela le puso un preservativo y comenzó a hacer “la fellatio”. No lo hace tan mal, pero otras lo hacen mucho mejor (incluyendo algunas ex que ahora las extraño). Como no reaccionaba, pese al intenso y directo masaje, Mariela lo dio en la boca, así dormido y todo. “El muchacho” ni se dio por enterado de lo ocurrido. El acto habrá durado menos de tres minutos. Me cuenta que muchos hombres lo dan así.

Luego de la eyaculación y la limpieza del pequeñín, nos pusimos a conversar un rato. Mejor dicho a hablar ella. Me contaba los avatares que ha tenido con algunos clientes, como uno que le reclamó la devolución del dinero porque luego de treinta minutos “no botaba ni aire”, mandándolo a la misma misma. O cuando vino la policía para ver si le podían sacar algo de dinero. Ella no se dejó amedrentar como otras chicas que por no tener problemas acceden a los requerimientos monetarios y sexuales de “los custodios del orden”. Los enfrentó sin miedo. Se nota que es una mujer temperamental, de mucho carácter. “Carácter fosforito”.

Creo que le caí en gracia, congeniamos luego del primer encuentro frustrado. Hemos “agarrado confianza”. Quien sabe, de repente en otra ocasión la vuelvo a visitar. Ya nos conocemos físicamente y un poco en el carácter. Ha nacido una cierta intimidad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, February 22, 2013

LA RENUNCIA DEL PAPA


Pasada la impresión de los primeros momentos de la renuncia, podemos aproximarnos a lo que es el acontecimiento estremecedor del mundo católico. Que un Papa renuncie no es hecho usual.

Generalmente se le ha calificado al Papa Benedicto XVI como conservador, al igual que a su antecesor, Juan Pablo II. Es más, este último lo hizo su hombre de confianza, recomendando incluso que sea su sucesor. Al parecer frente a los cambios en el mundo de los últimos treinta años, la Iglesia Católica decidió mantener su tradicionalidad, no cambiar ni adaptarse a los nuevos tiempos. Mantener su pureza. Por eso frente a exigencias ciudadanas como el derecho al matrimonio para las personas del mismo sexo, la incorporación de sacerdotisas al ministerio, el matrimonio de los propios sacerdotes o el uso de métodos artificiales anticonceptivos, la Iglesia siempre se opuso. Pareciera que ella misma se alejaba de sus feligreses, pero más bien estaba manteniendo su naturaleza clásica frente a los tiempos convulsos que vivimos.  A ello se sumó el silenciamiento de corrientes heterodoxas al interior como la teología de la liberación y la opción social por los pobres. Que sea suicida o no sea suicida un comportamiento así para la iglesia católica como institución, solo el tiempo lo va a determinar.

A ese conservadurismo contribuyó en gran medida el papa Benedicto XVI. No solo de políticas eclesiales esenciales, sino también ideológico y organizativo: la mayoría del cuerpo cardenalicio obedece a dicha corriente, por lo que no sería extraño que el papa electo en el cónclave a fin de elegir al sucesor, sea de esa tendencia.

No obstante el conservadurismo del papa renunciante, se debe reconocer que tuvo la ética suficiente para enfrentar los malos manejos financieros de una institución tan compleja y antigua, así como las innumerables denuncias en todo el mundo sobre sacerdotes pedófilos.

Si bien en muchos casos se prefirió discretamente llegar a un acuerdo monetario con los afectados, en otros las sanciones fueron drásticas como en el caso de Marcial Maciel, dirigente de los Legionarios de Cristo.

El Papa pasará a la historia, no tanto como un reformador, más como un pastor que quiso mantener las cosas como están, pero rescatando principios morales y cristianos esenciales, así como demostrando desprendimiento del poder, algo raro entre los hombres, por más cercanos que se encuentren al cielo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, February 15, 2013

NUEVAS MEDIDAS, VIEJOS MALES


No hay nada nuevo bajo el sol. Las recientes medidas tanto del gobierno de Caracas como el de Buenos Aires, me hacen recordar las que se dictaban entre los años setenta y ochenta en Perú: devaluación del tipo de cambio y congelación de precios a fin de solucionar los problemas fiscales y monetarios, y de paso, detener o por lo menos aminorar el ritmo de la inflación.

El gobierno de Nicolás Maduro ha tenido que aplicar la medicina amarga. Lejos de los subsidios indiscriminados, del dólar fijo para ciertas importaciones (lo que acá conocíamos por dólar MUC en la era de García I) o de regalar el petróleo a los países de la órbita del ALBA, se ha visto obligado a devaluar el bolívar en poco más del cuarenta por ciento; lo que a su vez traerá como secuela inflación y que el tipo de cambio paralelo o no oficial se eleve a niveles mucho más altos a los actuales. Curiosamente, Venezuela debería nadar en la superabundancia de divisas al tener el barril de petróleo por encima de los cien dólares, y debería contar con un dólar barato y una moneda nacional apreciada, como sucede en otras economías de la región; pero la realidad es otra: el mesianismo chavista exportó gran parte de esas divisas al extranjero con la finalidad de comprar lealtades a la revolución bolivariana, amén de la sempiterna corrupción y los malos manejos de un estado ineficiente. De ser así, Maduro deberá efectuar más medidas impopulares, si quiere sincerar la economía. Sería un triste final para el experimento de socialismo en el siglo XXI.

La otra nueva medida es la de doña Cristina en Buenos Aires: para detener la inflación no se le ocurrió mejor idea que congelar precios de los productos de pan llevar hasta el mes de Abril. Solo en la Capital Federal. Al igual que en Venezuela, su preocupación es detener la cada vez mayor inflación. Pero ya sabemos que trae aparejada una medida así: desabastecimiento de mercados y supermercados, y mercado negro de productos. Y, para poner la cereza en la torta, prohibió los anuncios publicitarios de los supermercados en los medios masivos de comunicación. En cierta forma parece que la medida tuviera lógica: si los precios van a ser los mismos hasta Abril que razones tienen para seguir publicando encartes en los diarios; salvo que, al parecer, la medida -aparte de colisionar contra derechos constitucionales- está dirigida a los propios diarios, sobretodo a los de oposición, a fin que no dispongan de una importante fuente de ingresos como son los anuncios publicitarios.

Son nuevas medidas para viejos problemas irresueltos y mañas políticas de siempre.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, February 08, 2013

EL CINE COMO PROPAGANDA IDEOLÓGICA: CRISTIADA


Considerada como la película más cara en la historia del cine mexicano, Cristiada (o como reza el subtítulo en inglés: La verdadera historia de Cristiada) causa polémica más por su planteamiento o puesta en escena y el nada oculto trasfondo ideológico que posee.

Hasta donde conocemos el productor es Pablo José Barroso, su productora Dos corazones films se ha dedicado a realizar películas con trasfondo religioso y, paradojas en el mundo material, les ha ido bastante bien en taquilla. Algunos especulan que detrás de la productora existirían capitales procedentes del Vaticano, entusiasmado en lavar la cara a la institución luego de los innumerables casos denunciados de pedofilia en el mundo entero. Cuestión por investigar.

Pero vayamos a la película. Su realizador, Dean Wright,  es un novel debutante tras las cámaras, con experiencia en los efectos visuales de superproducciones como Narnia o El señor de los anillos. Parece que esta es una obra de encargo para Wright.

Ambientada en la llamada guerra de los cristeros, acaecida en México entre 1926 y 1929, Cristiada comienza con la presentación de los personajes. Los vemos en sus roles cotidianos. Enrique Gorostieta es un general de la revolución ya retirado de las armas y convertido en un próspero empresario y ejemplar padre de familia, muy ajeno a las cuestiones religiosas, a diferencia de su mujer. El Padre Christopher, encarnado por Peter O’Toole, es un sacerdote modelo de virtud que insufla con su ejemplo al pequeño José, quien posteriormente se convertirá en mártir del cristianismo.

Si el bando de los cristeros es el de los buenos, en el otro bando naturalmente se encuentran los malos,  los que cierran iglesias y no permiten que los creyentes practiquen su fe, comenzando por el presidente Plutarco Elías Calles a quien siempre se le ve hablando, dando conferencias de prensa en un tono marcadamente autoritario sin permitir que los demás intervengan … salvo si se tiene las credenciales de embajador de los Estados Unidos, allí la cosa cambia y a Plutarco se le nota imperceptiblemente más servil. Si los buenos son muy buenos, los malos son todo lo contrario. Hasta el soldado raso que dispara por orden superior tiene en la mirada un sadismo inconfesable.

Naturalmente en esta concepción bipolar, el general Gorostieta –personaje que sirve como eje a toda la película- ateo y fiel creyente de la razón, antes de morir en la emboscada que le tiende el malvado Plutarco, cual hijo pródigo se convierte a la verdadera fe, acepta los sacramentos, y la frase ¡Viva Cristo Rey¡, que la pronunciaba hueca de sentido cuando asume la conducción del ejército cristero, se trasmuta en verbo hecho carne. Todos los buenos, hasta los que se arrepienten en el último momento, son perdonados y recibidos en el seno de la Iglesia.

En ese planteamiento de buenos contra malos se desarrolla la película, casi siempre ganando los primeros, muy al estilo de los filmes de antaño donde los blancos luchaban contra los pieles rojas que eran súper malos; o aquellos ambientados en la segunda guerra, norteamericanos contra nazis o japoneses igualmente malos y desalmados.

Y, en estos planteamientos esquemáticos no importa la verdad histórica, como se le ha reprochado a Cristiada; en vista que lo importante es trasmitir el mensaje, no la reconstrucción fidedigna de hechos que sucedieron en el pasado. En otras palabras, Cristiada no es un documental histórico, ni pretende serlo.

Esa estructura maniquea es la principal debilidad de la película; pero paradójicamente es su motor, sin ella no se podría desarrollar la trama. Difícilmente, para lo que el filme propone, se puede trasmitir un mensaje en blanco sobre negro si no es esquematizando. No cabe esperar ambigüedades en los personajes, claroscuros o sutilezas existenciales. Al final, no faltaba más, unos carteles nos anuncian que el niño José –que muere como Cristo en el cadalso- y otros jóvenes católicos han sido beatificados, con lo que el mensaje ideológico se cierra en un perfecto círculo: no existe salvación fuera de la Iglesia. Extra ecclesiam nulla salus.

No creo que Cristiada haya sido concebida solo para ocultar los escándalos de pedofilia, creo que apunta a más, a sensibilizar al mundo católico, a conseguir más soldados de la fe, ahora que andan tan escasos, a ser un modelo de vida a seguir, donde es prioritario y esencial la sumisión de los creyentes a la Iglesia. En ese sentido es un filme propagandístico, pero del ala conservadora de la Iglesia, de aquella que impone sumisión al dictum de la jerarquía eclesial sin dudas ni murmuraciones; de allí ese tono épico, como de cruzada o gesta religiosa, pero del siglo XX, a fin de insuflar con la verdadera fe al espectador. Eso sí, técnicamente bien hecho, sería mezquino negar su impecable factura.

En justicia la película pudo muy bien subtitularse un cuento de Cristo, a semejanza del Ben Hur que protagonizó el legendario Charlton Heston. La diferencia: los mártires de Cristiada son modernos, de la época contemporánea, ejemplos más cercanos a nosotros que los mártires de las catacumbas.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

CRISTIADA  [For Greater Glory: The True Story of Cristiada]
Dir: Dean Wright
Guión: Michael Love
c/  Andy Garcia (Enrique Gorostieta Velarde), Mauricio Kuri (José), Rubén Blades (Presidente Plutarco Elias Calles), Santiago Cabrera (Padre Vega), Catalina Sandino Moreno (Adriana), Eduardo Verástegui (Anacleto Gonzales Flores), Eva Longoria (Tulita Gorostieta), Peter O'Toole (Padre Christopher)
Mex, EEUU/2012/Drama histórico***/Dvd/Estrenos



Friday, February 01, 2013

UCHURACCAY


Estoy en el cementerio El Ángel, visitando un familiar cuyo aniversario se cumple. En el trayecto me encuentro con un pequeño grupo de personas bajo el sol, traspirando por el cerrado saco, y me acerco por curiosidad. Algunas tienen cámaras fotográficas en la mano. No las de aficionados, sino las profesionales. Presumo que deben ser periodistas. Me acerco al mausoleo en forma de alas y me doy cuenta que es el dedicado a los ocho periodistas muertos en Uchuraccay. Leo el epitafio: Por la verdad morimos, por la verdad lucharemos. Muy en la onda izquierdista de aquellos años, me recuerda una de esas arengas que coreábamos a voz en cuello por las calles y plazas de la Lima setentera y ochentera. Tiempos que ya no existen.

            Periodistas, familiares y amigos se van reuniendo, hijos, y nietos que nunca vieron a los abuelos, que solo conocen las historias relatadas en el seno familiar. Quizás los hayan perfilado como héroes, más o menos como dice el epitafio: fueron en busca de la verdad; o quizás los delinearon como simples mortales que se encontraron con un destino fatal en un remoto y gélido caserío. Si fueran mis hijos o mis nietos creo que les contaría la segunda versión, la de personas comunes y corrientes que en el avatar de su trabajo se encontraron trágicamente con la muerte. Es más realista.

            Son las nueve de la mañana y todavía se ven pocas personas. Junto al mausoleo han colocado una gigantografía de la Asociación Guadalupana que se hace presente. Parece que uno de los ocho mártires estudió allí o una de las promociones lleva su nombre. También se aprecia una corona fúnebre bastante austera. Imprevistamente suenan celulares, algunos se han excusado de asistir a la romería, de repente la distancia y el calor los han desanimado, o han preferido aprovechar la mañana calurosa para irse a la playa. Poca gente…

            Treinta años después Uchuraccay se presenta como algo nebuloso, cubierto por la bruma del tiempo. Significa retrotraernos a tiempos difíciles, sangrientos, de una virtual guerra de peruanos contra peruanos que nadie quiere recordar. Pero, es necesario. Los que vivimos en esa década del terror no podemos olvidar lo que sucedió.

            Pero, ¿qué pasó en esa comunidad olvidada donde ocho periodistas más su guía y traductor perdieron la vida a manos de comuneros, asesinándolos con sadismo inconfesable? ¿Fue cierto que los confundieron con terroristas o fueron azuzados por las fuerzas armadas?

            1983. Estamos en los primeros años del retorno a la democracia que coincidió con el comienzo de los actos terroristas por Sendero Luminoso. Todavía se encuentra lejos en el tiempo la captura de Abimael Guzmán y más bien parece que este y su banda son los que van ganando la partida. El gobierno de Belaunde no tiene una estrategia precisa para luchar contra el terror. Lo tomó desprevenido y no encuentra mejor política que la de “tierra arrasada”, donde los derechos de las personas y la protección a la sociedad pasan a un segundo plano. Los comuneros de las zonas en conflicto viven entre dos fuegos: los terroristas y “las fuerzas del orden”. En el medio se producen una serie de delaciones, venganzas personales, asesinatos, ajustes de cuentas entre comunidades y otros hechos cuya historia falta contar claramente.

            Ocho periodistas de Lima van en busca de la noticia, desconociendo al partir que ellos serán la noticia que conmocionará al Perú y al mundo. Curiosamente van a cubrir la información de unos ajusticiamientos que comuneros de Huaychao infligieron a senderistas y que les valió un reconocimiento público del propio presidente Fernando Belaunde por el gallardo acto patriótico. En el trayecto los ocho periodistas son interceptados por comuneros de la vecina Uchuraccay. El resto es historia conocida. Según el informe de la Comisión de la Verdad, el asesinato no habría durado más de treinta minutos.

            La noticia conmocionó tanto dentro como fuera del país, tanto así que fue necesario buscar una solución política, por lo que el presidente Belaunde designa una comisión ad hoc presidida nada menos que por Mario Vargas Llosa, ya una celebridad y con un prestigio moral en ese entonces, amen de amigo cercano del arquitecto, a fin de determinar qué pasó ese 26 de Enero.

            Es cierto que el Informe de la Comisión Vargas Llosa adoleció de un excesivo antropologismo. Afirmaba que los comuneros al vivir prácticamente aislados confundieron a los periodistas con militantes de Sendero Luminoso, generándose el macabro desenlace. La tesis me hizo evocar una novela del célebre escritor publicada hacía poquísimos años antes de los aciagos hechos: La guerra del fin del mundo, donde la revuelta de los lugareños en Canudos obedece a una trágica comedia de equivocaciones. No convenció del todo la conclusión del informe, daba la impresión que se quería exonerar de responsabilidad política al gobierno de Belaunde. Pero tampoco convenció la tesis contraria de la oposición: de la autoría directa de militares encubiertos de comuneros. Sinchis o soldados disfrazados de campesinos como autores inmediatos del asesinato múltiple. No existen pruebas contundentes que sustenten la tesis.

Otra hipótesis sostiene que el guía Juan Argumedo era senderista o cercano al senderismo, hecho que conocían los pobladores de Uchuraccay y que al verlo llegar junto a extraños, los asociaron inmediatamente con militantes de Sendero Luminoso, produciéndose la masacre. La viuda de Argumedo desmintió dichas aseveraciones y más bien ha tratado de borrar ese estigma de la imagen del difunto, reiterando que él jamás fue senderista; pero la duda siempre se mantendrá en el tiempo, sobretodo en esos tiempos confusos y aciagos que nos tocó vivir a los peruanos treinta años atrás.

            Quizás y solo quizás, lo que prevaleció fue una instigación de los militares a los comuneros de darle vuelta a todo extraño, en la creencia que cualquier foráneo que se acercase a una comunidad debía ser senderista. Tengamos presente que el propio presidente Belaunde felicitó públicamente a los comuneros de Huaychao que mataron a terroristas. No sería extraño que el Comando Político Militar de la zona haya azuzado a los campesinos a una conducta similar. Parece que los comuneros tuvieron “carta blanca” para actuar como lo hicieron. Maten y después pregunten.

            ¿Qué pasó luego? Uchuraccay se convirtió en un pueblo fantasma. Como una maldición bíblica, muchos comuneros murieron trágicamente en los años del terror, otros huyeron para no ser arrestados y culpados del asesinato múltiple. Algunos fueron capturados y sometidos a un proceso judicial que no aclaró los hechos y solo se convirtieron en chivos expiatorios de culpas ajenas. Hoy Uchuraccay, treinta años después, ha cobrado nueva vida y quiere olvidar ese doloroso pasado. Sus problemas son otros. Quieren convertirse en distrito, tener autonomía política. También deben enfrentar la vorágine de la vida actual y engancharse a la modernidad, con los retos y problemas que ello significa. Quieren ser parte del Perú contemporáneo. En fin, quieren olvidar el pasado y mirar el futuro. Derecho tienen.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, January 18, 2013

EL CINE PERUANO REVISITADO



A lo largo del 2012 se presenció un boom de estrenos nacionales. Es cierto que muchas de estas películas no pasaron de las dos semanas en cartelera, algunas incluso se quedaron en la fatídica primera semana o, peor aún, en apenas algunos días, para luego ser olvidadas sin pena ni gloria. Como que el cine peruano no interesa a los peruanos. Gana premios internacionales, ciertos nombres de cineastas son reconocidos afuera; pero, a diferencia de veinticinco o treinta años atrás, ya no congrega multitudes, ni siquiera un público relativamente mayoritario.

Se tiende a echar la culpa de ello a los blockbusters que ocupan literalmente los circuitos de exhibición comercial todo el año. No hay mes, ni semana, ni día del calendario que no tenga uno de ellos en estreno. Pero esa reacción contra estos verdaderos trasatlánticos cinematográficos se parece a  la de los obreros en la Europa del XIX frente a las máquinas o a los conductores de carretas jaladas por caballos con relación a los automóviles a inicios del XX. Como que echarle toda la culpa “al villano” (léase blockbuster) no convence en su totalidad, como tampoco las recetas que buscarían sino impedir, por lo menos atenuar esta verdadera avalancha comercial extranjera.

Lo malo cuando se busca “un culpable” es que se simplifica el problema. Es verdad de Perogrullo que los blockbusters monopolizan las pantallas en todo el mundo. Eso es evidente. El inconveniente con esta explicación unívoca es que al haber encontrado al malo de la película, causante de la deserción de espectadores nacionales y que el cine propio no desarrolle, no cabe seguir hurgando en otras causas no tan evidentes, sino buscar una solución relacionada con el culpable encontrado y así tenemos en paz nuestra conciencia.

Pero, no simplifiquemos el problema y busquemos otras variables. Retomemos la pregunta inicial. El fenómeno del escaso público nacional convocado por las películas locales no es exclusivo de Perú. Matices más, matices menos, en otros países también se produce un fenómeno similar.

Parece -y esta es otra explicación parcial- que la intelectualización o elitización de los jóvenes cineastas, con películas para ser vistas por un público selecto, con cierto nivel cultural, impide una masificación de concurrencia, al no tocarse como antaño “géneros populares”, lo que le gusta a la gente. Digamos -y en esta afirmación yo también simplifico el problema- que los jóvenes cineastas de ahora anhelan hacer un cine de autor, convertirse en émulos de un Godard o de un Truffaut del tercer mundo. No es casualidad del destino que en el año 2012 solo dos películas nacionales, animadas para mayores detalles, fueran las más vistas por los peruanos, mientras el resto de estrenos comerciales producidos en el país tuvieron escasa concurrencia. No es necesario ser adivino para encontrar una explicación tan evidente del motivo.

En la nueva hornada de realizadores capitalinos no existe, por ejemplo, un Lombardi que maneje con suficiencia los géneros y medios para contar eficientemente una historia y provoque la convocatoria de un público mayoritario. Los jóvenes cineastas en la actualidad prefieren ganar premios internacionales con un mal entendido “cine de autor”, con puestas en escenas “cultistas” o historias que contengan una visión muy europea de cómo nos ven afuera: pobreza, inseguridad, violación de mujeres pobres, desigualdad social y racial o incesto entre familiares, ignorancia en grado supino sobretodo de personas de los sectores populares y una pizca de terrorismo y estado malvado. Eso “vende” en los festivales internacionales: la imagen del “buen salvaje” embrutecido por las trasnacionales, el imperialismo (yanqui por supuesto) ayudados por los felipillos locales.

Hay que mirarlo por el lado positivo: ya no nos ven usando taparrabos y viviendo en las copas de los árboles.

..

El asunto de los premios nos lleva a otra pregunta. Qué tipo de cine es el que se está incentivando vía los concursos que convoca el Ministerio de Cultura. ¿La línea que se sigue es la de una elitización, de un cine cultista o es la de un cine mayoritario? Por los premios obtenidos en los últimos años, todo indica que es lo primero; cerrándose así el ciclo de una lógica perversa: se forma realizadores de un cine de elite y se estimula con los incentivos de los premios esa forma de hacer cine, entendida como algo artístico. Y no se diga que es un asunto concerniente solo a especialistas en cine, dado que los premios se financian con recursos del erario público, de todos nosotros, por lo que tiene legitimidad para opinar y actuar cualquiera de los treinta millones de connacionales. Derechos del ciudadano que le dicen. (Es más, quizás en otros países con congresos más serios y que les interese realmente la cultura, el ministro de dichos asuntos hubiese sido llamado para rendir explicaciones del fracaso del sistema de premiación en su portafolio).

Pero esa es apenas una faceta del cine peruano. Más de un cine capitalino hecho por jóvenes egresados de alguna universidad privada, con aspiraciones a que su cine se “internacionalice”; pero están los otros, los que pese a los obstáculos se abren paso como los realizadores del llamado cine regional. Gracias al digital, una nueva generación comienza a filmar lo que sucede en las provincias (o el Perú profundo como decimos huachafamente los limeños).

Salvo raras excepciones, es un cine que no se ve en Lima, circunscrito casi siempre a su localidad de origen. Un cine underground si se quiere, pero que atrae público que se identifica con lo que ve en el écran. Cine popular, en el sentido que vive de sus espectadores y refleja una realidad local o mitos y leyendas de la zona. Claro, no esperen encontrar en este cine regional que se está forjando un refinamiento estético, pero los chicos se esmeran en contar una historia.

Y si bien las nuevas tecnologías han ayudado a abaratar costos y que toda una nueva hornada de jóvenes se vuelque a filmar, no es menos cierto que estas nuevas tecnologías también han ahuyentado público de las salas de cine. Los cinéfilos y los no tan cinéfilos se han acostumbrado a ver películas en dvd o blue ray, para lo cual ayudan los enormes televisores de plasma, lcd o led que cada día cuestan menos. Las grandes colas para ver un estreno en pantalla grande ya no se producen, ni en los más mentados del año. Lombardi y compañía no tenían esos problemas cuando hicieron sus pininos en el séptimo arte. Son nuevos problemas que requieren nuevas soluciones, no las mismas de hace treinta años atrás.

También se debe considerar que todavía estamos bastante lejos de una verdadera industria del cine. Si no existe una industria que produzca regularmente películas, tampoco existirá demanda de espectadores. Una industria del cine tiene sus ventajas, no solo porque ofrece trabajo a una serie de profesionales, desde actores, actrices, realizadores, pasando por el trabajo de guionistas, sonidistas, luminotécnicos, así como forma productores cuyo “business” es buscar financiar películas; sino también permite continuidad y por ende perfeccionamiento de los que están dentro de la actividad. La única manera de conseguir un buen director, un buen actor o un buen técnico es en la práctica continua. Es la única forma de aprender a ejercer un oficio y el cine no es la excepción. Retrotrayéndonos treinta o más años en el pasado, cuántos jóvenes se han quedado con solo “una película”. Fue su debut y despedida; o jóvenes actores que luego se dedicaron a otra cosa por falta de oportunidades. El cine artesanal que se practica acá, muchas veces en heroicas condiciones, no facilita esa continuidad, pese a que la tecnología antes aludida ha permitido disminuir dramáticamente costos.

La industria del cine necesita obligatoriamente apoyo efectivo del estado. No soy muy amigo de las intervenciones estatales, pero para crear las condiciones de una industria y un mercado del cine peruano se requiere el apoyo efectivo del estado, por lo menos en sus inicios. No solo una política cultural clara y precisa, sino también una decidida voluntad política y una norma promotora más o menos proteccionista del cine nacional como el derogado DL 19327, subsidiando películas o incentivando vía premios. La industria del cine no nacerá única y exclusivamente por obra y gracia divina del mercado. Esa es otra verdad de Perogrullo. (Y para evitar que les de un ataque de nervios y soponcios a los neo liberales nativos, cuando afirmo apoyo efectivo del estado obviamente no me lo imagino creando empresas públicas, expropiando las taquillas o nacionalizando las salas de cine. Pueden estar tranquilos).

Lo cierto es que el mencionado DL era una norma promotora y proteccionista que permitió el desarrollo del cine nacional. Toda una generación de cineastas, algunos vigentes hasta la fecha, se nutrió y creció al amparo de la 19327; y si bien las condiciones sociales y económicas actuales son otras, algo se puede hacer desde “el ogro filantrópico”: los ya mencionados premios (a los que se deben incorporar ciertos condicionamientos), subsidios directos o indirectos a filmes nacionales, cuotas de pantalla a cambio de incentivos tributarios, proyección de cortos antes de la función principal y, por supuesto, salas de “exhibición cultural” financiadas por el estado. Los cine clubs cumplían en parte esa función, pero desparecieron. Hay otras cosas que se pueden hacer con racionalidad y proyección a mediano y largo plazo.

Y, a nivel de estructura del estado, creo que debemos volver a un organismo autónomo del cine. Con la creación del Ministerio de Cultura, los asuntos relacionados al cine pasaron a una difusa y burocrática dirección, cuyos funcionarios estaban más entusiasmados en peleas, zancadillas y puñaladas de unos contra otros que en fomentar una auténtica cultura cinematográfica y audiovisual. Creo que lo más idóneo sería una institución con plena autonomía administrativa, competencial y financiera, y si es posible con facultades de asociación público-privadas, tanto mejor.

Vuelvo a la pregunta inicial, qué hacemos para que el público local “regrese” a ver películas peruanas. Confieso que no existe una respuesta única, pero algo debemos hacer desde el estado y desde la sociedad para que el respetable se interese por el cine que se hace en su terruño. Quizás lo que decía Domingo Faustino Sarmiento no esté lejos de la respuesta o como parte de la respuesta: la educación del soberano.

El cine cumple la función que en el siglo XIX cumplió la novela: es el espejo en que nos vemos como nación y en el cual nos ven los de fuera. Tiene un papel ideológico, cultural, propagandístico, económico, social y por supuesto artístico. Ojalá algún día lo veamos cristalizado.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Friday, December 21, 2012

YO SOY


El concursante está parado en medio del escenario, los reflectores lo enfocan, va a comenzar su interpretación no sin antes proclamar resueltamente “yo soy…” y a continuación el nombre del cantante que imitará. Comienza así una larga competencia que durará varias semanas y donde al final de la batalla solo habrá un ganador que se lleve los veinticinco mil dólares. Ya van cuatro temporadas más una corta rueda de revancha que han hecho del programa concurso “Yo soy” quizás el más exitoso de los últimos años.

Reality producto de una franquicia cuya exclusividad para Perú la tiene GV producciones, la productora de Gisella Valcárcel, el programa concurso nativo de los países bajos se replica en distintas latitudes del mundo con un  formato similar: concursantes que deben imitar al milímetro a algún cantante famoso.

Semana tras semana se presentarán los aspirantes al premio mayor cuyo referente es un cantante vivo o ya fallecido, conocido o no tan conocido entre nosotros, de idioma castellano o de habla inglesa, teniendo al frente a un jurado implacable con el mínimo desvío, más que jurado, celoso censor que observa al detalle que el concursante no se salga de “la línea correcta”: las reglas del concurso obligan a una mimetización absoluta con el personaje original. No pueden existir desvíos, creaciones propias, sino el concursante debe copiar al milímetro voz y entonación, al igual que gestos, mímica, dominio escénico y hasta físico idéntico al modelo imitado. No hay lugar para la creatividad.

Aunque en cierta manera sí. Debe hacernos creer por tres o cuatro minutos que nos encontramos frente al modelo original. Debe “hechizarnos” con una “magia” que durará apenas unos minutos, algo así como lo que sucede con los buenos escritores, que deben “atrapar” al lector y hacerle creer que el texto leído representa un mundo real; de igual manera los muchachos (y algunos no tan muchachos) que van en busca de fama y fortuna, nos deben encantar.

Esas semanas de competencia comienzan con un casting, seleccionando el jurado a los concursantes que pasarán al torneo. Luego vendrá la competencia, todos contra todos, donde solo habrá un ganador. Dudo mucho que dentro del grupo exista una camaradería sincera como “los detrás de cámaras” nos quieren hacer creer.  Existiendo una competencia tan despiadada es imposible que se genere un clima de colaboración mutua o de amistad sincera como nos endilgan, más como argumento edulcorado, como parte del show, que una “realidad real”.

Semanas estresantes para los que se encuentran en la arena, mayor aún cuando se acerca la gran final. En más de una oportunidad se ha apreciado síntomas claros de estrés por la fuerte presión que significa un concurso donde se exige fidelidad exacta en la copia del modelo original. No importa si estás con fiebre, dolor, diarreas, faringitis o si un ser querido ha muerto: debes seguir igual como te lo recuerda dictatorialmente el productor-jurado, “el pequeño césar” sin pelos en la lengua ni en la cabeza. Haz firmado un contrato como Fausto y debes continuar, me importa un pepino lo que te pase por dentro. En caso de rebeldía o desobediencia, un ejército de abogados al servicio de la productora les recordará a estos chicos el contrato que han firmado, las cartas notariales comenzarán a llegar a sus domicilios con amenazas de juicios y embargos si se salen una línea de lo suscrito.

Precisamente ese concursante está sometido a un contrato, cuyos términos no son revelados al público, pero imaginamos debe contener compromisos de sometimiento a las reglas del concurso, exclusividad y reserva de las cláusulas contractuales, entre otros aspectos. Algunos ex concursantes incluso han insinuado abiertamente que esos contratos son abusivos, pagan un fuerte “derecho de piso” sin ninguna contraprestación por el lado del canal o de la productora. En las semanas del torneo –e incluso en las semanas previas, cuando son reclutados- tienen que dedicarse en exclusiva al concurso. Entre extenuantes ensayos y presentaciones en vivo por la noche no hay tiempo disponible para hacer otra cosa, sino dedicarse por entero al programa, sin aparentemente ninguna contraprestación de la otra parte.

De ser cierta la sospecha, “los concursantes” que son la base del programa (debido a que de imitar mal o no parecerse al modelo original, “el show se cae”) serían los únicos en no recibir una compensación por su trabajo, a pesar de las grandes dosis de tiempo y esfuerzo que invierten en su mimetización. Sería interesante que algún medio, haciendo ejercicio del periodismo de investigación -si es que existe todavía en el Perú periodismo de investigación-, consiga una copia de esos contratos leoninos que firman todos los concursantes que intervienen en el reality. Creo que en más de un detalle nos va a asombrar.

El “jurado-censor” (que suponemos sí cobra unos honorarios por su trabajo) es un tema aparte por la importante gravitación en salvar o “bajar el dedo” a algún concursante. Suerte de “emperadores romanos” desde su olimpo mediático, pueden “sentenciar” o “salvar de la muerte” a alguno de los competidores esgrimiendo un falso eruditismo. Se ha dicho incluso que muchas veces sus decisiones son arbitrarias. Gente proveniente de la farándula, dudo que tenga los conocimientos musicales suficientes para determinar las bondades o no de alguno de los aspirantes al premio mayor, como ha quedado al descubierto en más de una oportunidad cuando un concursante se armó de valor y les ha replicado sobre los “sesudos comentarios” que el jurado esgrime.

No menos cierto es que en este tipo de realities interviene el público a través de su voto por la opción favorita o “mandando al cadalso” a alguno de los participantes. Y, en las últimas temporadas ha sucedido un hecho reiterativo: el ganador es aquel que imita a un cantante muy conocido en nuestro medio. No necesariamente es el mejor imitador, pero el imaginario popular lo ayuda notablemente; así contra todo pronóstico se han impuesto los imitadores de Julio Iglesias y de Fher de Maná contra otros de mayor valía pero cuyos imitados no son tan conocidos por estos lares. El concursante que quiera llegar a la final es más recomendable que imite a un “cantante comercial” que a uno no tan oído y visto en nuestro medio como les ha sucedido a los copistas de Robert Plant o Janis Joplin. Cosas de la democracia.

Luego del receso de verano, Yo soy regresa. La franquicia es una mina de oro. Prácticamente se tiene una materia prima a la que, a modo de los esclavos, no se le paga nada, salvo la vaga promesa de un premio y un poco de fama. La pregunta es si continuará la mina así de suculenta o se estará agotando. Creo que el cantante Raphael tiene la respuesta cuando afirmó que estos programas se van a terminar por saturación. Las franquicias de este tipo se agotan por la repetición continua, el desgaste diario. En un momento determinado ya no llaman la atención o se produce un agotamiento de los insumos (leáse “cholo gratis”, perdón “aspirantes con talento”), al final de cuentas son recursos escasos, por lo que la sintonía comienza a decrecer. “Rating manda”.

Hasta que no se produzca ello, veremos todas las noches a hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, aspirando llegar al ansiado premio o siquiera tener su cuarto de hora de fama porque “yo soy…”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, December 11, 2012

EL BOOM Y LOS CINCUENTA AÑOS DE LA CIUDAD Y LOS PERROS

El homenaje recibido en distintos lugares a la célebre novela de Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros, con edición homenaje de la propia Academia de la Lengua, marca un hito en la narrativa hispanoamericana, a tal punto que por convencionalismo se ha fijado en el año de la primera edición (1962) como la fecha de inicio del llamado boom, sonido onomatopéyico que alude a la explosión de la narrativa de esta parte del mundo.


Pero, ¿fue solo un movimiento comercial promovido por editoras españolas como sus detractores aseveran?

Sería mezquino afirmar esa sentencia tajantemente. El puñado de escritores que estuvieron en la cresta de la ola (Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes) contaba con una calidad incuestionable. Renovaron las letras hispanas, cuando en la propia cuna del castellano, España, la creatividad se había apagado de la mano del franquismo. Bebiendo de las canteras de Joyce, Proust, Faulkner y Hemingway comenzaron a contar las historias del desencanto vividas en pueblos remotos, inventados o reales.

Es justo reconocer que también existió un marco publicitario, de marketing al decir de la jerga actual, que permitió “vender” los libros de estos jóvenes escritores. Carlos Barral fue quizás el principal animador de esta hornada literaria. Al final de cuentas a los editores les importaba que vendan sus libros. Fueron best sellers, pero de calidad.

Otra característica fue la pose, ya no de “escritor maldito” a la usanza de los franceses del XIX, pero sí de la mal denominada profesionalización del escritor. El escritor visto como un profesional de las letras, cuyo deber sobretodo es vivir para la literatura.

Posición discutible, una suerte de trabajador de las letras a tiempo completo, en contraposición a las generaciones anteriores de escritores dominicales como el propio Vargas Llosa los motejaba un tanto despectivamente.

La experiencia ha demostrado que el dedicarse en exclusiva a las letras no conlleva necesariamente tener obras de calidad pareja; y viceversa, aquellos que eran escritores en tiempo libre o cuando la satisfacción de sus necesidades materiales lo permitía, hicieron obras que traspasaron la barrera del tiempo.

Precisamente atentó contra esta supuesta profesionalización del escritor y las obras maestras que podía escribir los contratos que los célebres escribas firmaban con las editoriales. El recibir adelantos por derechos de autor les permitía vivir holgadamente, pero tenían como contrapartida que -al igual que los escritores de best sellers “comerciales”- entregar cada cierto tiempo una nueva novela a la editorial.

Como bien anotó Marco Aurelio Denegri, ello trae como consecuencia que el escritor se repita a si mismo. Cree “una formula” que con variantes repite de novela a novela. Es imposible hacer “obras maestras” en serie. Muchos de esos autores callaron esa parte nada romántica de sus compromisos contractuales, mientras daban la imagen de “independencia literaria”.

Otra característica de los escritores del boom fue su compromiso social y político. Nacidos al calor de la revolución cubana, su posición a favor del socialismo en Cuba les dio la imagen de “escritor progre”, con idas y venidas frecuentes de la isla, defendiendo a capa y espada la revolución, hasta que el encanto se rompió cuando el gobierno de Castro comenzó a virar cada vez más hacia la Unión Soviética, restringiendo libertades y censurando obras.

El célebre “Caso Padilla” fue el parteaguas que dividió a los escritores del boom en dos; aquellos que continuaron fieles a la revolución como García Márquez y aquellos que optaron por un cambio gradual hasta anclar en el campo del liberalismo como el caso de Vargas Llosa.

¿Qué queda de todo ese bullicio del boom?

Dos escritores vivos, cada uno exhibiendo un premio Nobel, cuya principal obra la escribieron antes de convertirse en “vacas sagradas”, otros ya murieron dejando una obra importante tras de si, y están aquellos que no tuvieron la suerte de tener el respaldo de una gran editorial, pero que anteriores o contemporáneos a las celebridades del boom, dejaron una obra memorable y que sin muchos premios o reconocimiento de ventas, su huella es vital en las letras. Pienso en los también desaparecidos connacionales Julio Ramón Ribeyro, Eduardo Zavaleta o Manuel Scorza. No fueron “best sellers” pero la importancia de su obra está fuera de dudas. No fueron parte del boom pero lo merecieron.

Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, November 27, 2012

DE NUEVO EL MOVADEF


La alarma que significa el crecimiento del Movadef, sobretodo entre jóvenes universitarios, ha aparejado una reacción contraria: cerrarle los resquicios de la legalidad y la inclusión política a los post senderos o acuerdistas de 1992 (de la línea que demanda una solución política para los problemas derivados de la guerra). Dentro del paquete de medidas estaría el proyecto de ley del negacionismo propuesto por el ejecutivo, la amenaza del Fiscal de la Nación de declarar ilegal al movimiento, la recientemente ley aprobada que reprime duramente el financiamiento de actos terroristas o la separación de los claustros universitarios de profesores y alumnos simpatizantes, amén de un sinfín de denuncias y expresiones de rechazo de distintas organizaciones y personas, sean de derecha o de izquierda.

La pregunta es si el Movadef pone en riesgo la democracia o, de no ser así, si sería posible permitirle el ingreso a la vida política oficial.

Personalmente me inclino por la segunda opción, a la inclusión del movimiento en la vida política oficial. No es que tenga plena certeza de su sinceramiento democrático (estoy de acuerdo en que sus activistas sean seguidos por inteligencia), pero tampoco es un grupito de lunáticos que buscan reiniciar “la lucha arnada”; o, por lo menos, la opción radical no es la única dentro del Movadef. Están los otros, los que quieren participar en política, sea en las próximas elecciones regionales y municipales, como en las generales del 2016.

La forma más inteligente que dejen las armas o que sean una minoría inocua los que la propugnen, es incluyéndolos en la vida política oficial. Negándoles el acceso, la opción radical podría tener preeminencia en el Movadef, con una organización clandestina o semiclandestina sólida y “cuadros duros”, dispuestos, cuando las circunstancias lo permitan, a reiniciar “la guerra popular”. Incluyéndolos, ese peligro disminuye.

Se que es difícil para un gobierno tomar una decisión así, sin ser acusado de “tonto útil” o algo peor y, de tomar una decisión inclusiva, el costo político sería elevado, con consecuencias dramáticas para los actores involucrados, sean del gobierno o de la oposición, por lo que prefieren optar por lo “políticamente correcto” que es proscribir al Movadef, en una posición intransigente y sin matices.

Pero la historia demuestra que las opciones inclusivas son las más idóneas a largo plazo, como sucedió por ejemplo con el APRA, que de ser un partido que buscaba llegar al poder por las armas en los años treinta pasó a ser un partido democrático años después; o la izquierda legalizada hacia fines del gobierno militar y que del discurso radical pasó a sostener el sistema. Ya no hablemos de las experiencias en el continente o fuera de él de partidos políticos con procedimientos violentos que pasaron luego a integrar y renovar el sistema político. Aunque resulte paradójico, la inclusión del Movadef oxigenaría nuestro raído sistema de partidos políticos (lo cual no quiere decir que se atienda su pedido de “amnistía” para Abimael Guzmán y los principales mandos senderistas).

Lo bueno que tenemos como sociedad es que estamos “vacunados” contra dos nefastas “enfermedades” que azolaron al Perú de los ochenta: la hiperinflación y el terrorismo. Muy difícil que la historia se repita. Así como colocamos una serie de candados y trancas constitucionales y legales para impedir el desborde demagógico en economía; así también nos inmunizamos contra el terror adquiriendo reflejos de reacción inmediata como lo demostró la marcha por la paz y la democracia.

Incluyendo en la escena oficial al Movadef estará más a la vista, con los reflectores encima se podrá debatir con sus representantes y se podrá extraer conclusiones de su proceder que simplemente negándolos. Cortando esa posibilidad pasaría al reino de las sombras con pronóstico incierto para el país y la democracia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, November 13, 2012

BRYCE Y EL PREMIO FIL


Me voy a meter “en un lío de blancos” donde no tengo vela ni entierro como el polémico premio Feria Internacional de Literatura 2012 concedido a mi connacional Alfredo Bryce Echenique.

La verdad que el galardón ha dividido los criterios y las aguas no solo en Perú sino en otras latitudes. Incluso muchos escritores y académicos peruanos y no peruanos publicaron una carta abierta de respaldo a Bryce por la obtención de tan distinguido laurel. Carta muy sesuda, digna de intelectuales de gran talla y valía. (Dicho sea de paso nuestro Nobel, Mario Vargas Llosa, no firmó la célebre carta).

En resumen podemos decir que los argumentos a favor de Bryce son: 1) que premia su obra literaria que no está en cuestión y no la periodística que sí lo está por los sonados casos de plagio comprobado; y 2) que la moral o ética no debe entrar en el asunto, en vista que la calificación para conceder el premio es netamente literaria.

Con el primer argumento se relativiza el plagio, total eran artículos periodísticos y no se le ha acusado jamás de plagiar textos de su obra narrativa que es la importante y que ha sido merecedora de tan importante presea. Con la lógica del segundo argumento podríamos premiar también a un pedófilo o a un genocida pero que escribe bien; y si viola niños o mata gente, eso es secundario.

Los que se encuentran en contra sustentan su argumentación en el criterio moral o ético: un plagiador comprobado, por más que sea de artículos periodísticos, no merece recompensa tan significativa.

Todo este jaleo ha llevado a que el premio de marras se le entregase discretamente en su casa, sin mucho público y sobretodo sin periodistas que realicen preguntas incómodas.

Sin ánimo pontificador y estando muy lejos de los sesudos e intrincados argumentos de quienes defienden a Bryce, debo recordar que uno de los vacíos del Occidente actual es la falta de valores y la subsecuente relativización de los actos humanos prohibidos o trasgresores de ciertas conductas. El tabú que existía en las sociedades primitivas ha desaparecido y el gran sustituto que fue la religión prácticamente encerrada en un pequeño desván personal.

Estos hechos dieron lugar a la modernidad y al reconocimiento de derechos fundamentales para la persona; pero también dio lugar a relativizar en la sociedad ciertas conductas censurables, las que fueron despojadas de todo calificativo moral o religioso. De allí existe apenas un paso para la conducta cínica en política y, al parecer, también en el mundo de las letras.

Desde ese punto de vista, los argumentos de “los defensores” de Bryce son deleznables: no importa que haya plagiado, si eran solo artículos para periódicos. Quizás olvidan que los hombres públicos –y Bryce lo es- son el ejemplo a seguir. Son “arquetipos” que pueden inspirar a otras personas a quienes se les dice implícitamente que el plagio de creaciones de terceros es “una pecata minuta”. No importa, si eres famoso y ganas bien con tus libros, plagia nomás, hasta puedes conseguir premios internacionales.

Creo que es signo de los tiempos la relativización de hechos que como el plagio en creadores literarios sean ahora consideradas cosas sin importancia y que “con toda conchudez”, como decimos los peruanos, se reciba un premio tan importante en el mundo de las letras. Eso sí, solapa nomás, para “no hacer roche”. Signo de los tiempos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, November 06, 2012

LA PARADA O UNA GOLONDRINA NO HACE EL VERANO


Más allá de las imágenes que vimos el jueves por la tarde y el sábado, cuando fue acordonado el ex mercado mayorista La Parada, el asunto tiene distintas aristas desde donde puede ser enfocado: sociológico, político, jurídico-legal o administrativo.

Sentimentalmente podemos decir que los lumpen contratados por los comerciantes como “fuerza de choque” son la expresión de una sociedad injusta que no les otorgó las oportunidades debidas a esos jóvenes u hombres que murieron baleados (y que probablemente le cuesten al estado un juicio promovida por alguna ONG de derechos humanos); en lo político podemos decir que al final de cuentas y en medio de la revocatoria aprobada fue “un triunfo” de la alcaldesa de Lima que se atrevió a lo que otros burgomaestres no se atrevieron jamás, con el consiguiente costo político. Quizás algo de razón hay en eso. Jurídicamente añadiríamos que el estado ha hecho uso del monopolio de la violencia a fin de imponer el principio de autoridad y el respeto a la ley.

Sobre eso último quisiéramos reflexionar brevemente: en toda sociedad organizada el principio de autoridad y respeto a la ley es parte importante del “contrato social” para vivir en comunidad: nadie puede hacer lo que quiere, sino bajo ciertos parámetros, y esos parámetros se encuentran en enunciados abstractos y genéricos que se denominan “ley”. Si no se respetan existe una sanción.

Sobre la sanción podemos acotar que no se trata solo de “hacer pagar al culpable”, sino que el hecho sancionado sirva de ejemplo para otros casos. Si el acto trasgresor es sancionado adecuadamente (con todas las garantías de un debido proceso) servirá de ejemplo para que otros no repitan el mismo acto a sabiendas de lo que les va a suceder (lo cual conlleva naturalmente a que la sanción contenga penas severas).

La reubicación de la Parada, imponiendo el principio de autoridad y el respeto a la ley, fue la excepción a la regla en nuestro agitado clima social; en vista que por lo general las acciones vandálicas como “tomas de carreteras”, quemas de edificios públicos o privados y la pérdida de vidas humanas y patrimonio, quedan impunes. Casi nunca se sanciona a los trasgresores, lo que motiva copiar conductas delincuenciales a sabiendas que no habrá sanción efectiva posterior. Ironías de la vida, “el principio de autoridad” lo tuvo que imponer un grupo político de izquierda -Fuerza social-, más bien proclives al no uso de la fuerza contra sectores populares.

De repente por tratarse de la capital y de un hecho tan notorio (y que circuló por todo el mundo) esta vez el estado ha querido hacer respetar el principio de autoridad y el respeto a la ley. Es un buen paso, pero como dice el dicho “una golondrina no hace el verano”. Para que el efecto se replique y se consolide en el tiempo, de ahora en adelante todo acto perturbatorio del orden público y la paz social debería exigir la mayor firmeza del estado, por más que el hecho se produzca en una provincia olvidada del Perú. Todos sabemos que ello no va a suceder. En principio, habría que hacer muchos cambios, como “empoderar” al policía de la calle, lo que obviamente pasa por una reforma profunda del Ministerio del Interior y las fuerzas policiales; así como los políticos arriesgarse al costo de ciertas medidas impopulares, y algunos “bien pensantes” desterrar de su léxico, ideología y forma de ser esa visión sensiblera y oportunista de los problemas sociales.

Una golondrina no hace el verano.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Wednesday, October 24, 2012

UN MAESTRO, UN VOTO: EN BUSCA DEL SUTEP PERDIDO


Cuando nació el Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú, hace cuarenta años y de la mano del desaparecido Horacio Zevallos, la ideología revolucionaria de Patria Roja que, desde la génesis, tuvo el control del Sutep, no difería demasiado de la de sus primos hermanos de Sendero Luminoso, hoy Movadef: fieles creyentes de la ideología maoísta, el poder nace del fúsil y la estrategia del campo a la ciudad, su desdén por la democracia liberal iba en contraposición a su prédica revolucionaria.

Gracias a una de las geniales iniciativas del gobierno militar de Morales Bermúdez de permitir que los partidos de la izquierda marxista se presenten a la Asamblea Constituyente de 1978 y a las elecciones generales de 1980, Patria Roja se va a ir diferenciando de sus hasta ese momento primos hermanos ideológicos: primero fue la decisión de incursionar en la legalidad política y por tanto de ejercitar la “democracia burguesa” que tanto despreciaron hasta algunos años atrás llegando a tener representantes ante el Parlamento Nacional, así como la penetración de “cuadros políticos” en otras capas del estado como los gobiernos locales y los nacientes gobiernos regionales, conformando así una progresiva “burocracia de izquierda” que vivía y vive a expensas del fisco.

Esta opción política tuvo su gran momento de apogeo hasta fines de los años ochenta; de allí en adelante PR pasaría por el calvario de distintos “partidos tradicionales”, sobreviviendo cuasi fantasmalmente, con escasa representación nacional, aunque bien organizado, con operadores políticos curtidos a la usanza aprista, que pueden fácilmente organizar paros, marchas y revueltas en la capital o en el interior del país como las clásicas “tomas” de carreteras.

El otro gran hecho que los va a separar de Sendero será el control de uno de los organismos laborales más importantes por su tamaño y fuerza: el magisterio peruano con cerca de trescientos mil integrantes.

El dominio sobre el magisterio será decisivo para la subsistencia de Patria Roja como organización política, a tal punto que el control sobre este será permanente a través de los sistemas de delegados, a la vieja usanza de los soviets, ubicando en lugares clave a gente de confianza.

Pero nada de ello podría hacer PR de no controlar también un apéndice importante del magisterio: la Derrama Magisterial que le provee de oxígeno financiero gracias a las obligadas cotizaciones de los docentes, sumando en la actualidad dicha institución un capital de mil quinientos millones de soles, convirtiéndola así en una de las entidades más solventes y sólidas del sistema financiero.

Sindicato Único por un lado, recursos financieros por el otro, permitieron que Patria Roja subsista por tres décadas viviendo de los maestros; hasta que sus ex queridos primos hermanos de Sendero Luminoso/Movadef se percataron que ellos también podían usufructuar de la fórmula y nació el Conare. Todavía no tiene la magnitud del Sutep de Patria Roja, pero está creciendo; y se nutre de los errores y “confort burgués” de la dirigencia patriarojera. Esta ya hace mucho tiempo dejó la prédica de la revolución bien encarpetada para gozar los beneficios de dirigir un sindicato numeroso y con cotizantes forzosos.

Si nos damos cuenta, en la huelga indefinida de Setiembre de 2012 claudicaron al mes por algunas migajas que les concedió el estado: una bonificación por única vez y puntos menores. Según ellos porque no querían perjudicar a los alumnos; pero al parecer la verdad fue su poca capacidad de continuar resistiendo como en los tiempos heroicos del desaparecido Horacio Zevallos, sumado a la amenaza del estado de quitarles las prebendas de la Derrama y porque sus primos del Conare les están pisando los talones.

Quizás no sea tan descabellado permitir que el Conare/Movadef/Sendero Luminoso tome las riendas del Sindicato de Profesores. Lo más probable es que gozando de las mieles del poder y de los millones de la Derrama, se endulcen tanto que guarden su prédica revolucionaria en el desván de la historia, al lado de Abimael si es posible. Como diría el príncipe Salina en El Gatopardo: Las cosas deben cambiar para que permanezcan igual.

Pero más allá del gatopardismo, lo más democrático es que el Sindicato de Profesores se democratice. Valga la redundancia. Ya no estamos en la época de las catacumbas, de la persecución, para continuar con el sistema de delegados a fin de elegir a los representantes de los maestros. Estos más bien deberían elegir a sus representantes directamente, tanto ante la dirigencia del Sutep como de la Derrama Magisterial a razón de “un maestro, un voto”.  Votación directa y secreta, con presencia de la ONPE para hacer las cosas más trasparentes. Eso sí sería revolucionario.

Asimismo, si asociarse es un derecho fundamental libre y voluntario, cae por su peso que no se debería forzar a los profesores del sector público a sindicalizarse en un “sindicato único”, por más unitario que se autodefina. El que quiere forma parte del sindicato A o del sindicato B o de ninguno, que así es la democracia y la libertad.

Con esas dos medidas se modernizaría el sindicalismo magisterial peruano, que buena falta le hace, así como a otras organizaciones populares; incluso indirectamente traería un beneficio a la educación pública, al ser el Sutep parte del problema; en vista que todo parece indicar que la otra ala en discordia, el Conare/Movadef, de usufructuar las ventajas de controlar el magisterio haría exactamente lo mismo que sus ex queridos primos hermanos de Patria Roja hicieron desde el inicio: control político, aprovechamiento lucrativo del gremio y nula reforma magisterial. Las cosas deben cambiar para que permanezcan igual.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Saturday, October 13, 2012

CHAVEZ


Los gobiernos autocráticos se caracterizan por mantener las formas democráticas vaciándolas de contenido. Las instituciones son un cascarón vacío, primando la voluntad del autócrata y de la camarilla en el poder; gozando de popularidad gracias a los programas populistas y al clientelaje que mantiene a su alrededor.

 Es “la dictadura perfecta”: se mantienen las formas democráticas, aparente oposición política y mediática, elecciones periódicas; se coacta las instituciones, se mantiene en puestos clave a gente leal comprando conciencias (a diferencia de las dictaduras, la desaparición y tortura de personas son hechos poco usuales en los gobiernos autocráticos, más se prefiere “comprarlas”), usando los recursos del estado a su favor y la maquinaria judicial para silenciar a los más rebeldes o expropiar por razones de “interés social” las propiedades de los que los incomodan.

Sin importar el color del gobierno, sea de izquierda o de derecha, el modelo se está universalizando entre los países con democracias poco sólidas. Fue el caso del Perú de Fujimori en los años noventa, la Rusia de Putín y la Venezuela de Chávez, contabilizando este con el último periodo presidencial ganado veinte años ininterrumpidos en el poder: la alternancia, requisito indispensable en toda democracia que se respete, es una ilusión en los gobiernos autocráticos.

El modelo al no tener controles reales ni contrapesos, degenera en corrupción, nacen “los nuevos ricos” (la boliburguesía venezolana, los nuevos ricos de la Rusia post comunista o la cleptocracia del fujimorato), las clientelas políticas se encuentran presentes, y el estado y las riquezas nacionales son el botín, dejando unas migajas al pueblo para que se contente. En el caso de nosotros en los noventa fue con el dinero de las privatizaciones, en Venezuela con el petróleo.

En ese contexto, es difícil que aquellos que detentan el poder lo dejen fácilmente. Los intereses creados y lo que se encuentra en juego, motiva a que utilicen todos los medios legales e ilegales para continuar usufructuándolo. Desde modificar o, mejor aún, cambiar la constitución política a fin de permitir que el caudillo se reelija indefinidamente hasta el uso de recursos ilícitos y fraudulentos con el objeto de continuar en el sillón presidencial.

La única forma en que abandonan el poder es muertos, sumamente debilitados por lo que deben renunciar (fue el caso de Fujimori) o por medio de una revolución popular violenta que los deponga por la fuerza (el caso de los países árabes).

En el caso de Chávez, todo parece indicar que solo la primera opción sería la viable: muerto el caudillo, se produce un vacío del poder, casi nunca existe un heredero, menos un partido sólido, permitiendo la confusión reinante y la debilidad de las instituciones que el derrumbe del régimen sea rápido y de paso a un gobierno de transición hacia la democracia. Pueden existir factores externos que ayuden a la caída como el aislamiento internacional, la condena de los países más fuertes o de las instituciones internacionales. Esto último fue también lo que pasó en Perú; pero no en la Venezuela chavista. Chávez tiene el apoyo de vecinos de la región, ha creado su propia alianza bolivariana, ha comprado grupos de izquierda y “partidos progresistas” en todo el continente, tiene la complicidad de estados con ejecutoría democrática bastante dudosa como China, Rusia e Irán, o de instituciones como el Mercosur o Unasur, y algunas cómplices por el silencio como la OEA.

Ello no significa que las fuerzas democráticas al interior de Venezuela se queden de brazos cruzados esperando la muerte del caudillo. Pueden ejercer una “guerra de guerrillas”: golpes efectivos, certeros, que permitan ir minando adentro y afuera del país la credibilidad del régimen. Es un trabajo a largo plazo. El triunfo no tan holgado de Chávez como en otras ocasiones deduce un desgaste de la forma de gobernar del caudillo.

Mientras el precio del petróleo se mantenga alto, Chávez tendrá recursos para continuar ofreciendo dinero a manos llenas a sus amigos de dentro y fuera de Venezuela, de caer los precios cae el régimen. Es el sino trágico de los países primario-exportadores.

Post Data para el “Oso Hormiguero”. Dicen que el Perú es tierra de poetas, con Antonio Cisneros se confirmaba el dicho. Se fue uno de los grandes de la segunda mitad del siglo XX.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es