Monday, February 26, 2024

LA BATALLA POR EL BUEN CINE. ARMANDO ROBLES GODOY CRÍTICO DE CINE

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Armando Robles Godoy (ARG, 1923-2010) fue multifacético en el mundo del cine y sobre todo cuando acá, en los años 60 del siglo pasado, apenas se hacía una que otra película, varias bastante olvidables. Muchos lo consideran el fundador del cine moderno en el Perú. Crítico de cine, escritor, cineasta, divulgador del buen cine en el país a través de la Asociación Cultural Cinematográfica, impulsor de leyes de fomento de la industria del cine en el país, docente en el lenguaje cinematográfico, amén de comentarista de temas culturales y sexuales (fueron célebres las conversaciones que en señal abierta sostenía con Marco Aurelio Denegri).

 

¿Cuál es la labor que tiene un crítico de cine?

 

Un crítico de cine no es un divulgador de estrenos ni menos un publicista de películas. Su labor principal es valorar la película que ha visionado. Criticarla en el buen sentido. Tiene que tener naturalmente una cultura cinéfila y escribir su comentario con un lenguaje claro y sencillo, dirigido al gran público. Requisito indispensable: ser honesto consigo mismo y con sus lectores de las opiniones que sostiene. Esa labor la cumplió con creces ARG.

 

La batalla por el buen cine es una recopilación de sus comentarios como crítico de cine en el diario La prensa entre 1961 y 1963, con selección y estudio preliminar de Emilio Bustamante. Lo primero que resalta de sus comentarios es la mayor variedad de películas estrenadas en aquellos años que en el presente. Se veía mejor cine que en la actualidad. Es cierto que existía la hegemonía de filmes norteamericanos, pero también se podía ver en pantalla grande filmes franceses, italianos, ingleses y, de la región, producciones de Argentina y México. Autores de la Nouvelle vague francesa se podían ver por acá, del Free cinema inglés, la comedia italiana que tanta influencia iba a tener en el resto del mundo o filmes de cineastas claves de aquella época como Luis Buñuel o Andréi Tarkovski. Eso ahora sería imposible, salvo que se vea en streaming.

 

Esta oferta tenía como contrapartida una demanda de público. Existía un público consumidor de películas en algunos casos bastante exigente, una clase media ilustrada que, sin concesiones al facilismo comercial, disfrutaba y valoraba una buena película. Y, hecho insólito en nuestros días, con salas llenas. Como decíamos en este blog con respecto al público consumidor de las novelas del boom latinoamericano (https://laescenacontemporanea.blogspot.com/2024/01/torrentes-en-pugna-el-ensayo-de.html), ese público hoy se ha reducido a su mínima expresión. Son razones no solo culturales, sino sociales y económicas.

 

Otro hecho que ahora nos puede parecer anecdótico es la censura que hacía rabiar a ARG por los cortes en los filmes estrenados. La censura podía ser parcial (los cortes en el filme a estrenar y la calificación por edades) o total (el filme no se estrenaba). Ya no hablemos del cambio en los diálogos mediante el doblaje como sucedía en la España franquista, donde en una película a un par de amantes (eran amantes y eso como estatus de una pareja en la España de Franco estaba vetado) los hicieron pasar por hermanos y los diálogos y escenas parecían medio incestuosos. A veces eran risibles.

 

Otro hecho que hacía “rabiar” a ARG era la calidad baja de muchas películas estrenadas (imagino lo que diría ahora sobre los blockbusters). Recuerdo que ARG decía que de cien películas hechas, noventa serán malas (y quizás más). Lo cual es cierto, pero no por ello vamos a dejar de hacer cine. La cantidad de películas peruanas estrenadas en los últimos años confirma la regla. Necesariamente cualquier industria del cine debe obedecer esa regla si no quiere desaparecer. Siempre habrá más películas malas que buenas. Más de un facilismo comercial “vendible” que de una exigencia artística. Y lo mismo podemos decir para la industria del libro. En ese aspecto, ARG tenía una real politik bastante clara sobre la industria del cine.

 

Un escenario recurrente para los cinéfilos de aquella época era el cine club. Asociaciones que se dedicaban a difundir el buen cine. Existieron varios en la época, incluso la Asociación cultural que funda ARG era un cine club que proyectaba en distintas salas películas que habían tenido poca difusión en su estreno, y al decir de ARG, con llenos totales.

 

Rasgo distintivo de todo buen docente como lo fue ARG, es que con lenguaje bastante asequible y sin perder la calidad llegaba al gran público, aspecto que parece fácil pero no lo es. Recibía cartas de su público lector (cuando estas eran escritas y por correo postal) y tenía la gentileza de contestarlas. Otra labor no menor fue la docencia a través de su columna periodística sobre el lenguaje cinematográfico. Allí disertaba sobre cosas elementales acerca de la cámara, el movimiento, la luz. El abc del lenguaje cinematográfico. Algunos años después esa labor docente la ampliaría con sus célebres clases de cine que dictaba en su propia casa.

 

En cierta forma la labor de ARG en el cine nacional equivale a la que en su momento Sebastián Salazar Bondy la tuvo en las letras. En un medio escaso de circuitos literarios o cinematográficos, sin industria del libro o del cine respectivamente, tuvieron que ser también divulgadores y en el caso de ARG por su carácter polémico con posiciones encontradas, como la del célebre debate con los editores de la revista Hablemos de cine.

 

Hablemos de cine fue una revista fundada por estudiantes de la Universidad Católica a mediados de los años 60. Inspirada en la célebre revista francesa Cahiers du cinéma, Hablemos de cine tuvo un primer periodo bastante radical de jóvenes turcos que criticaban todo el cine visto por estas tierras. Tenían sus filias y sus fobias. El encuentro frontal con ARG tarde o temprano iba a ser inevitable. Este se dio en 1967 a raíz del estreno de su segundo largometraje, En la selva no hay estrellas.

 

Visto a la distancia el debate nos puede parecer hasta ridículo. Por un lado jóvenes que haciendo cargamontón querían infravalorar el filme, muchas veces agarrándose de pequeños detalles, y por el otro un inmarcesible ARG que no daba tampoco su brazo a torcer. Sinceramente el debate 60 años después parece bastante pueril. Me hace recordar a esas competencias que había en los baños de los colegios de varones para determinar quién la tenía “más larga”. Algo de eso fue ese célebre debate.

 

Como curiosidad, algunos años después “heredaría” la columna de ARG en el diario La Prensa uno de esos jóvenes turcos que estuvo presente en el debate (aunque se abstuvo de participar del “cargamontón”), Federico de Cárdenas, uno de los mejores críticos de cine que hemos tenido en el país y que, albur de por medio, esperemos que, como con ARG, algún día se recopile en libro sus abundantes e interesantes críticas que a lo largo de cuarenta años escribió en los diarios La Prensa, El observador y en La República, hasta su repentina muerte acaecida en 2018. Las críticas de Federico, a página completa, eran también docencia del buen cine. Hoy esos críticos como ARG o Federico de Cárdenas (o el también desaparecido Juan Bullita) ya no existen en la prensa escrita nacional.

 

¿Por qué hizo pocos largometrajes ARG?

 

De los seis largometrajes que realizó, los cuatro primeros los estrenó en menos de 10 años (Ganarás el pan en 1964 y Espejismo, el cuarto, en 1972). No creo haya sido solo razones de presupuesto e infraestructura y costos como él alegaba. O condiciones para hacer cine en el país. Creo que ARG dijo como creador todo lo que tenía que decir en esos primeros largometrajes. Luego, como sucede con otros creadores, se dedicó a otras cosas. Una de ellas fue la preocupación por contar siempre con una ley de fomento del cine. Los proyectos que presentó a distintos Congresos, la labor de lobby para que se apruebe la ley, la divulgación de temas culturales y su célebre Taller de cine, ocuparon gran parte de su tiempo posterior.

 

La batalla por el buen cine no tiene pierde para el cinéfilo y si bien algunas películas comentadas por ARG les pueden parecer inubicables (varias de las citadas se encuentran en streaming), los va a llevar al contexto del cine que se veía en el Perú en los ahora remotos años 60.


*La batalla por el buen cine. Textos críticos 1961-1963. Selección e introducción Emilio Bustamante. Fondo Editorial Universidad de Lima, Julio 2020, 399pp.

Sunday, February 18, 2024

EL MODELO BUKELE

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Generalmente se enfoca el fenómeno Bukele desde la violación a los DDHH, conculcación de libertades, formación de un gobierno autoritario o la efectividad real de sus medidas en seguridad ciudadana para atenuar las sucesivas olas de violencia delincuencial. Enfoques críticos más bien valorativos que realmente prácticos. Es decir, dicen el diagnóstico o las consecuencias jurídico-políticas de las medidas ejecutadas, pero no proponen alternativas diferentes para luchar contra la inseguridad ciudadana y el crimen organizado.

 

Más allá de los supuestos en que puede terminar un gobierno autocrático como el de Bukele, el hecho es que el modelo ha cruzado fronteras en América Latina y más de un candidato ofrece la bukelización como solución a la inseguridad ciudadana.

 

La pregunta clave es por qué, si el modelo tiene fisuras, fuera del discurso retórico, no surgen alternativas distintas para combatir la inseguridad ciudadana, principalmente en la izquierda, que es la principal cuestionadora.

 

Una respuesta está en que la izquierda no tiene alternativas viables más allá del mantra de la violación a los ddhh de los pobres inculpados. Desde una aparente “superioridad moral” se han quedado en el discurso de denuncia contra la derecha autoritaria, pero sin encontrar alternativas viables en el marco del estado de derecho. Es el guion típico en las argumentaciones retóricas de la izquierda, pero sin soluciones concretas.

 

Países donde se encuentra la izquierda gobernando como en México o Venezuela, la inseguridad ciudadana y el crimen organizado se han desbordado sin que el estado tenga políticas eficaces para combatirlos. Más bien existe un pacto entre crimen organizado y funcionarios del estado para dejar hacer a la delincuencia. Llámenle corrupción si quieren.

 

Al no contar la izquierda con políticas eficaces, el ciudadano ve a la derecha como, desde un modelo Bukele, pueda combatir el crimen organizado y bajar los índices de delitos. La derecha autoritaria en el poder no tendrá remilgos y recortará las garantías y derechos constitucionales, pero a los ciudadanos eso no les va a importar demasiado si hay resultados efectivos. Y los únicos resultados efectivos e inmediatos serán utilizando el modelo Bukele. Es una paradoja. De allí su éxito inmediato, casi pegajoso. No en vano ha ganado en El Salvador una elección francamente cuestionable desde el ángulo constitucional (no así de los votos obtenidos) y que solo preocupa a una oposición electoralmente bastante disminuida. Para el ciudadano común -parafraseando a un tristemente célebre político de izquierda de mi país- esos temas constitucionales son “pelotudeces democráticas”.

 

El único candidato en Perú que aplicaría un modelo Bukele desde la izquierda es Antauro Humala. Por lo menos no se anda con remilgos en temas constitucionales o de ddhh. Imagino que muchos de los que gozaron del poder al lado de Pedro Castillo se están reciclando y haciendo cola para entrar al partido del etnocacerista, si es que ya no están adentro.

 

Disminuyendo la inflación y el costo de vida a paso seguro, lo que más preocupa al ciudadano de la región es la seguridad ciudadana. Tener no solo un discurso creíble para combatir la inseguridad y la delincuencia, sino medidas eficaces y prácticas en el corto plazo. De allí el éxito del modelo Bukele, pese a los riesgos que conlleva.

Sunday, February 04, 2024

LE DEDICO MI SILENCIO. EL CANTO DEL CISNE DE MARIO VARGAS LLOSA

 

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

I

 

Es poco común que un escritor anuncie expresamente su retiro. Generalmente dan a entender de forma tácita que han dejado de escribir, sea porque ya dijeron todo lo que tenían que decir en sus obras o porque las fuerzas ya no les alcanzan (es el caso de Mario Vargas Llosa). Otros, en cambio, hasta la muerte continúan escribiendo como fue el caso del gran Víctor Hugo.

 

Mario Vargas Llosa (MVLL) ha anunciado también que deja de escribir su célebre columna Piedra de toque, quedando pendiente solo el ensayo sobre Jean Paul Sartre, deuda de juventud y revisión de madurez de la obra del célebre filósofo y escritor francés que tanto influyó en el joven MVLL.

 

Ese abandono gradual de dejar de publicar (escribir posiblemente continúe en silencio) iba a ser natural, lo diga o no expresamente el Nobel. Su último libro de ensayos dedicado a Benito Pérez Galdós no se comparaba en nada a los estudios que realizó en su momento sobre la obra de Gabriel García Márquez o la obra de José María Arguedas. Ensayos realmente magistrales. En cambio, La mirada quieta (el ensayo sobre Pérez Galdós) más son reseñas con comentarios del propio MVLL de las principales obras del autor de Fortunata y Jacinta, donde incluso en muchos párrafos repetía lo que había dicho líneas arriba. Creo que él mismo se dio cuenta de eso y, orgulloso como es, ha preferido optar por dejar de publicar. Conociendo su orden y afán perfeccionista, también es muy posible que deje un testamento literario.

 

Y, esperemos que post mortem se publique la necesaria biografía crítica que el Nobel se la merece. A diferencia de su gran rival, Gabriel García Márquez, quien llegó a ver en vida sendas biografías; sobre MVLL reina la parquedad, en parte por el silencio que él mismo formó como un escudo, bastante celoso de su vida privada, soltando solo lo que ha querido contar. La publicidad de documentos como los contratos literarios, cartas y correos personales, escritos inéditos, entrevistas a la gente viva que lo conoció, van a dar luz sobre la zona en sombra de su vida y obra.

 

Su anunciado retiro también ha generado una serie de artículos hagiográficos, elevándolo algunos a la categoría de santo laico y repitiéndose unos a otros en los exagerados adjetivos encomiásticos. No creo que ni al propio MVLL le cause asombro, más allá de una sonrisa burlona por la proliferación de esas genuflexiones, que más dicen de quien las hace que del propio escritor.

 

II

 

Con la aclaración que toda clasificación de la obra de un autor es subjetiva (no existen las clasificaciones objetivas, ni menos las “científicas”), su narrativa (cerca de una veintena de novelas) las podemos clasificar entre las obras maestras (Conversación en la Catedral, La guerra del fin del mundo); las que se encuentran en un segundo nivel de importancia (La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras, Historia de Mayta, La fiesta del chivo, El sueño del celta); las que son interesantes sin ser grandes obras (La tía Julia y el escribidor, El paraíso en la otra esquina, Los cuadernos de don Rigoberto, Le dedico mi silencio). Estas últimas son obras bien construidas, interesantes, pero no llegan a los niveles máximos de rigurosidad que el propio MVLL se autoimpuso. Y un cuarto nivel son las obras francamente olvidables. Pienso en El hablador, Quién mató a Palomino Molero, Elogio a la madrastra, Lituma en los andes.

 

La verdad, ningún escritor puede producir siempre obras maestras, ni de calidad pareja. Es imposible. Casi siempre tienen apenas una obra maestra (los que llegan a ese nivel, que no son todos); en el caso de MVLL cuenta con dos en su haber.

 

¿Cuánto de su obra sobrevivirá luego de muerto?

 

Es difícil saberlo. El tiempo y el aprecio o no de las generaciones futuras lo dirá. Huachafamente diremos, como lo haría Toño Azpilcueta, el personaje principal de su última novela, que Cronos es el gran nivelador, el que imparte la justicia mirando a la posteridad.

 

Herman Melville murió decepcionado y triste por el frío recibimiento que en su momento tuvo Moby Dick; no obstante, fue revalorado por las generaciones futuras y convertido su libro en un clásico. Otros han recibido el Nobel, elogiados en vida a niveles superlativos (como le sucede al propio MVLL), y ahora nadie se acuerda de ellos ni de su obra.

 

Solo el tiempo dirá que rescata de su abundante obra y, albur de por medio, si rescata algo.

 

III

 

Es raro también en el mundo de las letras encontrar un escritor que no solo sea prolífico, sino abarque distintos géneros. MVLL ha incursionado en la novela, el ensayo, el cuento, el teatro, el guion de cine y hasta hace poco fue actor de teatro de sus propias obras. Fue un “monstruo de las letras” por la abundancia, el alcance y la calidad.

 

Conseguir también vivir de sus libros es más raro aún. Descontando a los que pertenecieron al boom literario de los años 60, creo que son muy pocos los que pueden vivir exclusivamente de sus publicaciones. Y, si bien casi toda su obra la escribió y se publicó en Europa, no obstante ello ni en los países desarrollados un escritor vive de las regalías de sus libros, salvo que sea escritor de best sellers tipo Stephen King. Es lo que MVLL llamó “la profesionalización del escritor”. El escritor que a modo de cualquier trabajador tiene un horario para escribir, publica regularmente y vive de la venta de sus libros. Su genio es más de traspiración que de inspiración.

 

Algunos aseveran que la abundancia de publicaciones donde se encuentra lo bueno, regular y malo obedecía a los contratos a los que estaba sujeto con las grandes editoriales que le imponían publicar periódicamente un libro. De ser cierto, fue el costo que pagó por la llamada profesionalización del escritor, el vivir de los libros publicados. De allí la necesidad de la publicidad de los contratos literarios suscritos por intermedio de la agencia Carmen Balcells, su gran agente y una de las “creadoras” del boom.

 

MVLL es también el último representante vivo del llamado boom de la literatura latinoamericana de los años 60. Todos ya han muerto (GGM, Cortázar, Fuentes, Donoso), y creo él mismo siente que su partida de este mundo es inminente. De allí que esté ordenando toda su producción literaria.

 

IV

 

Le dedico mi silencio es el canto del cisne. Toca un tema que ya revisó en otra novela, El paraíso en la otra esquina: la utopía que se estrella con la realidad. Solo que en El paraíso … era una utopía personal, la del pintor Paul Gauguin, contrastado con su abuela, Flora Tristán, quien también muere abrazando otra utopía, esta sí social: la eliminación de las diferencias de clase y la utopía del mundo mejor para todos. El paraíso en la otra esquina.

 

En Le dedico mi silencio asistimos al desarrollo, auge y posterior derrumbe de Toño Azpilcueta. Estamos en 1992, recientemente ha sido capturado Abimael Guzmán y el fin del terrorismo como acción armada es inminente. Toño es un asiduo concurrente a las peñas criollas y de lo cual escribe pequeños artículos para revistas de escasa circulación. Al escuchar por única vez a un joven guitarrista que fallece prematuramente, tiene la idea de escribir un libro sobre él (Lalo Molfino y la revolución silenciosa), donde sostiene que la música criolla unirá al Perú más allá de sus razas y diferencias sociales. El libro tiene una aceptación insospechada desde el inicio tanto entre el público profano como el culto, se le invita a dar conferencias, lo reincorporan a su cátedra en San Marcos, tiene una columna regular en el decano de la prensa nacional y la primera edición se agota rápidamente, hecho insólito en nuestro medio.

 

No obstante, por el éxito inesperado Toño es atacado por la Hibris, la desmesura lo ciega y al querer ampliar su libro a cuestiones ajenas a la música, tiene un estrepitoso fracaso y pierde todo lo que consiguió.

 

Como en La tía Julia y el escribidor, se van alternando en los sucesivos capítulos la trama de la historia principal y capítulos de su libro sobre el origen y evolución del vals criollo, hasta el epílogo del capítulo final donde un aparentemente curado Toño Azpilcueta (es un obsesivo-compulsivo perfeccionista, con terror inmenso a las ratas) conversa con Cecilia Barraza, su gran amiga. Deja atrás todas sus grandes locuras (no muere con ellas como El Quijote) y hace una vida aparentemente “normal”. Está “curado” y reintegrado a la sociedad.

 

Se puede tomar la novela como una burla o tomadura de pelo a las grandes utopías que terminan en tragedias (MVLL apuesta por las pequeñas reformas de la sociedad para irla mejorando de a pocos, que a los cambios apocalípticos). El mensaje subyacente es que sean utopías sociales o personales, todas acaban mal o, por lo menos, son inalcanzables como se soñaron.

 

En un nivel distinto, otra lectura es sobre la huachafería en el Perú. El gran aporte que hemos dado los peruanos a la cultura universal. El propio personaje de la novela reconoce que los valses criollos son huachafos o, como señalaba el propio MVLL en su novela Conversación en la Catedral, los valses son bien cojudos. Como otros géneros, la música criolla tiene algo de melodrama, de cursi.

 

Novela que se lee de un tirón, y si usted ya leyó novelas de arquitectura más compleja de MVLL, no pida mucho. Total, es la despedida del Nobel del mundo de las letras.


*Le dedico mi silencio. Mario Vargas Llosa. Edit. Alfaguara, 2023, 304pp

 

 

 

Saturday, January 27, 2024

A CIEN AÑOS DE LA MUERTE DE LENIN

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Thomas Carlyle en su libro Sobre los héroes sostenía que las acciones del “gran hombre” son las que marcan la historia del mundo ("la historia del mundo no es más que la biografía de los grandes hombres" Wikipedia). 

 

Era la visión romántica de la historia, donde se narraba las grandes gestas de los hombres que marcaban el devenir de la humanidad. Luego, Marx habló sobre los modos de producción dominantes y el devenir de la historia como sino fatal del hombre hasta llegar al comunismo, y eso de los grandes hombres se fue desdibujando. Ya en el siglo XX Fernand Braudel expuso sobre las grandes corrientes a largo plazo de la historia, las que traspasan gobiernos y épocas, y el héroe en la historia quedó cada vez más desvalorado.

 

Sin embargo, cuando se estudia la revolución rusa, los biógrafos coinciden en que sin Lenin al mando hubiese sido imposible que un pequeño grupo tome el poder y organice luego lo que se conocería como el primer estado socialista de los trabajadores.

 

Fue la aplicación del marxismo adaptado a la realidad rusa, un país donde la clase obrera era minoría y la población dominante eran campesinos analfabetos, supersticiosos e ignorantes. Marx siempre creyó que la revolución se daría en un país de la Europa occidental industrializada, sea Alemania, Francia o Inglaterra, con un proletariado fuerte y consciente de su misión histórica. De haber vivido y conocido lo que fue la revolución rusa de Lenin quizás jamás habría firmado la paternidad de esa revolución.

 

Lenin vio claro el objetivo, hacia donde debían ir los bolcheviques. La toma del poder en 1917 era solo un paso. En 1922 la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas le otorga legitimidad al naciente estado frente a las demás naciones. Y de hecho varios países de occidente comienzan a reconocer a la naciente URSS. Negocios y geopolítica van de la mano.

 

Juzgado con los estándares contemporáneos, el naciente estado soviético habría sido rechazado no por marxista, sino por atentar contra la democracia representativa y violar sistemáticamente los derechos humanos; pero estamos en 1924 y eso, salvo excepciones, no importaba mucho como valores, ni siquiera para los países occidentales.

 

Algunos sostienen que, de seguir vivo, con Lenin el estado soviético no habría degenerado en el estado policíaco y de terror que vino con Stalin. Personalmente lo dudo. En ese momento la URSS tenía pocas opciones y libertad de maniobra como para elegir un socialismo democrático, aparte que eso no le interesaba mucho al fundador del estado socialista.

 

Igual se dice de Trotski, el segundo al mando luego de Lenin. De haber ganado la lucha por el poder a Stalin, la URSS se habría encaminado a una socialdemocracia nórdica. Creo que la historia habría sido la misma con Trotski que con Stalin, matices más matices menos. Aparte que Trotski tampoco era un gran admirador de la democracia liberal.

 

Y esto a cuento de qué viene me dirá usted, desocupado lector, si la URSS implosionó hace más de treinta años y a Lenin solo lo recuerdan los nostálgicos. Bueno, la historia se repite y las ideas se reciclan en el tiempo. Las viejas ideas olvidadas vuelven a renacer y crecen y maduran de nuevo cuando encuentran terreno fértil. No sería extraño que en un futuro indeterminado, en algún lugar del mundo, nazca otra URSS corregida y aumentada.

 

Los ultraliberales creyeron que con el fin de la Unión Soviética terminaban las ideas marxistas y empezaba el imperio del liberalismo económico y político. Incluso un académico escribió un libro sobre el fin de la historia, algo así como un final feliz y para siempre del capitalismo y de la democracia representativa, libro que ahora lo tiene bajo siete llaves para no hacer el ridículo. Los happy ends son bonitos en el cine, pero en la vida real el fin de la historia será cuando el hombre ya no esté en este mundo y de repente solo lo pueblen las cucarachas. Como vamos, de repente ni las cucarachas.

 

Pero mientras existan hombres (Carlyle dixit), la historia continuará y mientras existan desigualdades las recetas podrían repetirse. No se sabe. La historia tiene varios caminos y uno de ellos puede ser un revival de las viejas ideas socialistas, incluyendo las de Lenin acerca de un estado de los trabajadores o de un estado de los que no tienen nada que perder.

Saturday, January 13, 2024

LOS CAMINOS DE MILEI

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

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Desde el anuncio que Javier Milei hizo de la reestructuración económica en Argentina, suerte de micro shock, ha venido las comparaciones con el shock económico peruano que ejecutó Alberto Fujimori en 1990 para detener la inflación.

 

Si bien existen similitudes, también existen diferencias que podrían detener su programa de reformas y lo peor caer en un estancamiento más letal que el no hacer.

 

En principio que en Perú existió en 1990 cierto consenso para ejecutar el shock. No existía otra salida para detener en seco la inflación que ya superaba los cuatro dígitos. Fuerzas empresariales, población, trabajadores, tenían un cierto consenso de la medida a implementar, la cual figuraba en el plan de gobierno del Movimiento Libertad con el que postulaba a la presidencia Mario Vargas Llosa. Asumido el poder Alberto Fujimori, toma como suyas las medidas de reforma económica liberales.

 

Aparte del consenso interno, recorría en América Latina las recomendaciones del FMI, Banco Mundial y el gobierno norteamericano (el consenso de Washington) para ejecutar reformas liberales. Existía un camino ya abonado en la década del 80 para la apertura económica frente al estancamiento y déficits presupuestales acaecidos en casi toda la región. Hoy ese consenso ya es historia.

 

En Argentina el consenso necesario entre sociedad, empresa y estado no existe. Fuerzas políticas de oposición que buscan el lento deterioro de Milei no van a ser partícipes activos del cambio; fuerzas empresariales que viven del estado tampoco les conviene el cambio de paradigma; y menos aún a la población acostumbrada al subsidio permanente del gobierno.

 

Se tiene a la mitad de la población argentina viviendo de los subsidios, sean directos o indirectos, y que muy difícilmente van a querer desprenderse de los mismos, por más que sean un “engaña muchachos” (la inflación producto de la emisión monetaria inorgánica se “come” el subsidio otorgado). Agua, luz, gasolina, trasporte público, salud, educación se encuentran ampliamente subsidiados y por debajo de su precio real. Poco probable que la gente quiera abandonar la ilusión que significan esos subsidios. Es como el drogadicto que ya se acostumbró a la droga. Sabe que le hace mal, que lo mata de a pocos, pero la necesita.

 

En Perú esos subsidios no existían en la dimensión argentina cuando fue el shock económico. El autoempleo y la informalidad eran parte de nuestro paisaje social, lo cual se agudizó luego del shock, y los subsidios que se dieron posteriormente fueron mínimos y focalizados, por lo que no existía un pueblo dependiente de “estirar la mano” al gobierno. Son dos realidades distintas.

 

Asimismo, en Argentina las instituciones son más fuertes que en Perú. A diferencia de acá, los sindicatos argentinos tienen fuerza negociadora. Existe una Corte Suprema que ha frenado los desequilibrios entre los poderes (ya ha declarado inconstitucionales algunos decretos de Milei), y la estructura política federal le da un ancho margen de maniobra a los gobernadores. Ya no hablemos del Parlamento, donde el presidente no tiene mayoría y si quiere tener los votos de la oposición va a tener que negociar con esta, al punto que su programa original se vaya despintado.

 

A nivel de partidos políticos, en Perú estos ya estaban debilitados cuando ocurrió el shock, iniciando el lento deterioro hasta el presente. Comienzan a aparecer los partidos-empresa, los partidos-caudillo y los vientres de alquiler al mejor postor. Eso le permitió a Fujimori aplicar las reformas sin mucha resistencia política de la oposición, y la poca que hubo o fue silenciada y hostilizada, o fue comprada.

 

En Argentina mal que bien existe una institucionalidad partidaria que no se encuentra tan fragmentada como en Perú. El peronismo sigue vigente como fuerza opositora que difícilmente va a apoyar a Milei en sus reformas. Van a esperar que se desgaste y el momento para volver a la ofensiva y al relevo en la Casa Rosada.

 

En 1992 a raíz del golpe de estado de Fujimori y el gobierno autoritario que surgió, las reformas económicas se profundizaron, alcanzando un nivel que prácticamente las haría inamovibles a lo largo de los posteriores gobiernos. El modelo económico continúo en los sucesivos gobiernos, pese a los matices ideológicos y las satanizaciones que hicieron de Fujimori.

 

Difícilmente Milei va a poder intentar un golpe de Estado. No solo porque allá existe más institucionalidad y los militares no se la van a jugar por él, sino porque se quedaría aislado a nivel internacional. Sería un paria, un muerto viviente. Fujimori mismo a los pocos meses se vio obligado a convocar elecciones para un Congreso constituyente, por la presión de la OEA, los organismos internacionales y el propio gobierno de los EEUU.

 

Por eso lo peor que le puede pasar a Milei y al movimiento liberal que encarna es que se estanque en sus reformas, se vean reducidas a la minimalidad, y comience un progresivo deterioro de su gobierno que termine en desprestigio, actos de corrupción de su entorno y un sálvese quien pueda. Argentina habría vuelto a la normalidad.

Saturday, January 06, 2024

TORRENTES EN PUGNA. EL ENSAYO DE ABELARDO SÁNCHEZ LEÓN SOBRE MARIO VARGAS LLOSA Y MIGUEL GUTIÉRREZ

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


I

 

Es poco común hacer un estudio comparativo de dos escritores. Generalmente se reservan las fuerzas y el talento para adentrarse en la vida y obra de uno solo. Por otra parte, se encuentra el problema de la justificación de la comparación. ¿Contemporáneos, rasgos de estilo similares, producción literaria?

 

Miguel Gutiérrez (MG), escritor que pese a haber fallecido hace pocos años (2016) casi nadie recuerda y menos leen. Sus obras se encuentran descontinuadas en librerías y con suerte se encuentran algunas en las librerías de segunda mano. Aunque por lo general (el olvidarse del escritor y no encontrar sus obras) es sino trágico del escritor peruano.

 

Pienso en José Adolph o en Oswaldo Reynoso, ambos de la generación de MG, muertos también en el presente siglo y cuyas obras en otros países ya figurarían en sendos volúmenes como obras completas, con estudio preliminar incluido. Países no necesariamente del primer mundo. Creo que con la excepción de Mario Vargas Llosa (MVLL), Alfredo Bryce o Julio Ramón Ribeyro, al resto de escritores peruanos les espera el silencio después de muertos y con suerte un vago reconocimiento de la posteridad tipo homenaje escolar.

 

El título del libro en si es equívoco. Cuando se habla de torrentes, se entiende dos fuerzas de la naturaleza o humanas similares. Y si nos referimos a pugna, la entendemos como choque o contradicción de esas dos fuerzas. Si, en propiedad, se refiere a escritores, dos que hayan tenido una trayectoria más o menos similar y con una producción igualmente similar. Forzosamente hay una comparación de dos talentos creativos parecidos y con producción proteica más o menos homogénea. Esa comparación, sin desdeñar a Miguel Gutiérrez, no es posible por las trayectorias literarias y producción de ambos. Es como querer comparar un mosquito con un elefante, o, como sarcásticamente un amigo que leyó el borrador le dijo a Balo Sánchez, más bien se trataría de un torrente y una acequia. (Aunque no llega tampoco a tanto).

 

Quizás hubiera sido mejor un estudio individual de la obra de Miguel Gutiérrez, que se lo merece. Ya MVLL ha sido tratado hasta el hartazgo y un estudio exclusivo de Gutiérrez habría sido más productivo.

 

II

 

Volviendo a MVLL y MG, si bien ambos pertenecen a la vertiente “realista y urbana” de la literatura nacional y ser a la vez que narradores, ensayistas, más allá de eso no hay escritores más disímiles en su trayectoria. El Nobel a los 25 años hizo un parteaguas en la literatura peruana con su novela La ciudad y los perros, y antes de llegar a los 35 tenía en su haber tres novelas fundamentales (la citada La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la Catedral) que marcaron un antes y un después en lo que se había escrito. Excelente ensayista y polémico articulista, su obra completa va a abarcar varios tomos. Es poco común encontrar en el universo literario un escritor que sea a la vez novelista, ensayista, autor teatral, guionista de cine y hasta hace poco actor teatral de sus propias obras.

 

MG fue parco al publicar. Su primera gran novela fue La violencia del tiempo (1991), publicada cuando estaba en la cincuentena y recibida fríamente por la crítica en su momento. Obra monumental de largo aliento y considerada como una de las diez mejores novelas peruanas de todos los tiempos. Luego, quizás presintiendo su final, afiebradamente da a luz varias novelas y ensayos. El mundo sin Xóchitl, Confesiones de Támara Fiol y Kymper. Esta última dos años antes de fallecer.

 

MG, perteneciente a la generación del 60 y al célebre grupo Narración, siempre estuvo en los bordes, en la marginalidad, como bien anota Balo Sánchez. No buscaba el reconocimiento ni este iba hacia él. Su militancia política en la izquierda pekinesa y las aparentes simpatías por Sendero Luminoso, propició un mayor anonimato en aquellos años. Algunos sostienen que solo fue un simpatizante de Sendero Luminoso (posición de Balo Sánchez), otros que fue un colaborador más directo, sin llegar a tomar el fusil. Pero lo cierto fue que su esposa Vilma Aguilar Fajardo sí tomó el fusil, al igual que el hijo de su esposa, Carlos Ayala Aguilar. Ambos mueren en los enfrentamientos en los penales. Vilma en 1992 y Carlos en 1986. De allí la sospecha que Miguel Gutiérrez pudo haber participado de forma externa en la lucha armada de Sendero Luminoso.

 

Pero más allá de sus simpatías y tomas de decisiones políticas, lo cierto es que Gutiérrez tiene un largo silencio literario. Balo Sánchez lo atribuye a que por 20 años se dedicó a estudiar el marxismo y descuidó la literatura, hipótesis no muy convincente. Lo cierto es que sus mejores obras están al final de su vida, cuando desencantado del capitalismo de estado en China (estuvo allá por varios años, como Oswaldo Reynoso) y del fin de SL como acción bélica con la captura de Abimael Guzmán en 1992, MG retoma con bríos su labor literaria hasta poco antes de su muerte.

 

Para ubicarnos en el contexto de la época, muchos escritores, académicos e intelectuales de izquierda tuvieron simpatía por Sendero Luminoso en aquellos años. El caso de Gutiérrez no sería sui generis. Y si bien la mayoría de la “intelectualidad de izquierda” (es un decir) no pasó del discurso de apoyo a las acciones de SL, sobre todo en los primeros años de la llamada “guerra popular”, una minoría sí estuvo convencida que había llegado el momento de cambiar las estructuras sociales y económicas del país y que era necesario empuñar el fusil, como sucedió con uno o dos integrantes del grupo Narración al que perteneció Gutiérrez. Hay que tomar en cuenta que en los años 80 mientras en Europa occidental el marxismo estaba en reflujo, acá se vivía con furor, especialmente el marxismo maoísta.

 

III

 

Volviendo al largo ensayo de Balo Sánchez (más de 400 páginas de letra apretada, y según el autor escritas mayormente durante la pandemia) no es un estudio propiamente literario. No estamos ante el erudito crítico literario que disecciona las obras analizadas, sino que -como buen sociólogo de profesión que es- las pone en el contexto social, político y económico de los años 50 hasta los 90 e incluso hasta bien entrado el presente siglo, haciendo una síntesis de lo que se conoce como la sociología de las ideas. De allí la amplitud del ensayo que abarca un arco temporal de sesenta años. Evidentemente se detiene más en los años 70 y 80 que él conoce muy bien. Tiene información de primera mano, en gran parte de la ONG Desco donde trabajaba y verdadero faro en la época del pensamiento de izquierda. También tiene información del grupo Narración al que perteneció Gutiérrez, y al que frecuentó el propio Balo siendo joven. Hay una simpatía evidente hacia MG y más crítica hacia MVLL, sobre todo por el viraje de este último hacia posiciones liberales a raíz del sonado caso Padilla a inicios de los años 70, “pecado” que la izquierda nunca le va a perdonar.

 

El boom de la novela latinoamericana de los años 60 es otro tema tratado a lo largo del ensayo. MVLL estuvo en el lugar y el momento correcto cuando fue el boom. No creo haya sido algo deliberado como subrepticiamente da a entender el autor del ensayo. Me parece fueron causas fortuitas. Cuando la novela latinoamericana llama la atención de todo el mundo, estuvo en el lugar correcto, con una excelente agente literaria (Carmen Balcells) y un gran editor como fue Carlos Barral. El propio MVLL cuenta en una entrevista de aquellos años que no encontraba editor para La ciudad y los perros, incluso pensaba publicarla con su propio peculio, hasta que la postula al premio Biblioteca Breve. El resto es historia conocida.

 

Es cierto también, como anota Balo Sánchez, que el boom tuvo mucho de marketing comercial. Había calidad literaria, pero sin un marketing difícilmente hubiera llegado a millones de lectores. Y otro punto importante: la demanda. En los años 60 se tenía un público lector, digamos, “más culto”, perteneciente a la clase media ilustrada, que podía comprar y leer novelas complejas como Conversación en la Catedral. Hoy, por la banalización de la cultura y las crisis económicas que golpearon a las clases medias, ese público ya no existe y la probablemente mejor novela de MVLL estaría huérfana de lectores.

 

También muchas vocaciones literarias se eclipsaron frente al monstruo que representaba MVLL (algo parecido sucedió en Colombia con GGM), muchachito al cual en la Lima de los 50 nadie imaginaba el rol que unos años después iba a ocupar en la literatura peruana, latinoamericana y mundial. Muchos pensaban en los años 50 que Julio Ramón Ribeyro (ya en París en ese momento y con algunos libros en su haber) iba a ser el gran representante de la generación. Pudo pertenecer al boom, como Balo Sánchez sostiene; pero, Julio Ramón prefirió el segundo plano, la discreción, la insularidad. Será un escritor recién reconocido en los últimos años de su vida y paradójicamente más querido y estudiado luego de su muerte.

 

Es lamentable que Balo Sánchez no analice en su contexto dos novelas fundamentales de ambos escritores: La guerra del fin del mundo de MVLL y La violencia del tiempo de MG. Incluso pudo haber hecho un contrapunto entre las dos, de similitudes y diferencias (allí sí se justificaría lo de torrentes en pugna). En sus descargos alega la extensión de ambas obras, pero creo no era obstáculo por lo menos para dedicarle un capítulo de su largo ensayo. Existen muchos vasos comunicantes entre ambas. Hay cosas que pudo reducir y ocupar esas páginas en esas dos novelas fundamentales en la literatura.

 

Aunque obra irregular, Torrentes en pugna es también un análisis de época y una suerte de testamento político y literario de Abelardo Sánchez León al final de su vida. De las ilusiones de joven y los desencantos de viejo. De las luces y sombras en un arco temporal de 60 años de vida política e intelectual de nuestro país, cuando los jóvenes -parafraseando a una recordada película francesa- bebíamos de todos los ismos habidos y por haber. Luego, se fueron apagando las luces y el gran show terminó.


* Torrentes en pugna. Mario Vargas Llosa y Miguel Gutiérrez. Abelardo Sánchez León, Fondo Editorial PUCP, 2023, 425pp

Tuesday, December 26, 2023

ORGULLOSAMENTE SOLOS. VIVIR A SU MANERA

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Los libros que han tratado el fascismo en el Perú son escasos. La bibliografía local se reduce al estudio de José de la Riva Agüero y alguno más, y deje de contar.

 

El fascismo en el Perú no fue un movimiento aislado, de catacumbas, de minorías ocultas. Contó con un partido de inspiración fascista como la Unión Revolucionaria, verdadero partido de masas que compitió ferozmente con el Apra en los años 30. El saludo fascista y el uso de camisas negras era usual. Intelectuales que en aquellos años consideraban al indio como una raza en regresión y melancólica; a los negros como taimados y lujuriosos; los chinos como inescrutables; por lo que quedaban solo los blancos como raza superior.

 

Como dice José Carlos Yrigoyen en su libro, Miguel Mujica Gallo, fundador del Museo de Oro, fue simpatizante de Hitler y negacionista del holocausto hasta el final. El renombrado siquiatra Honorio Delgado era filonazi y racista, y consideraba que existían hombres y subhombres. Nuestro recordado Martín Adán sintonizaba a escondidas en el Hospital Larco Herrera La voz de Alemania para conocer el avance de las fuerzas del Reich a inicios de la guerra. Y José Carlos Mariátegui o Víctor Raúl Haya de la Torre no escapaban a estas ideas, muy enraizadas en su tiempo. Incluso el Apra en sus inicios adopta símbolos del fascismo, que luego enterraría.

 

En el Perú de los 30 se respiraba un ambiente bastante fascista de las ideas del Duce y de Hitler. Las razas con ciertas características se creía que estaban en una escala donde la blanca y en especial la aria se encontraba en el primer peldaño. El conocido siquiatra y pensador argentino progresista José Ingenieros, recomendaba para los países andinos con marcada presencia indígena “raza blanca”. Realizar el experimento que hicieron los argentinos de traer migrantes europeos. Y, entre nosotros, todavía subsiste la creencia de cruzarse con blanco o blanca para “mejorar la raza”.

 

Se pensaba también que la democracia era inviable en países pobres como el nuestro. Era necesaria “una mano dura” que conduzca al país hacia el desarrollo. Se hablaba de la decadencia de occidente y las democracias burguesas, y del nacimiento del nuevo hombre. No es raro que en ese contexto prosperara el fascismo en el Perú y tuviera en Carlos Miro Quesada Laos, abuelo del autor, uno de sus principales exponentes.

 

El libro de Yrigoyen tiene dos niveles que son inseparables. El primero trata de desentrañar la historia de su abuelo, contada con la mayor serenidad y distanciamiento posible. Un abuelo que no conoció (murió antes que él naciera) y del que tiene noticias recién cuando ya es un joven. Siente curiosidad por el tema y comienza a leer los libros del abuelo, artículos que escribió y el contexto de lo que se pensaba de él tanto entre sus admiradores como entre sus furibundos detractores, estos últimos pertenecientes sobre todo al Apra, organización a la cual nunca le dio tregua, desde que un joven aprista asesinó a sangre fría a sus padres a mediados de los 30. (Al parecer fue Carlos Miro Quesada quien propaló desde su periódico la leyenda del homosexualismo y pedofilia de Víctor Raúl).

 

Más que un intelectual de ideas orgánicas, Carlos Miro Quesada fue un propagandista del fascismo en el Perú. Tenía en la sangre el periodismo y era fácil que exponga ideas y persuada de su contenido. Pero, el abuelo en paralelo tenía una trayectoria política y contactos cercanos con el poder conservador de ese entonces. No era raro que siempre consiguiera una embajada entre gobierno y gobierno, y que luego de un traspiés, cayera bien parado. Bueno, el apellido ayudaba mucho. Y quizás no sorprenda tanto en nuestro país que, vencido el fascismo en Europa, como si no hubiera pasado nada, haya mantenido sus contactos políticos y conseguido las acariciadas embajadas que le daban prestigio y lustre. Por estas tierras, el reciclamiento político es más antiguo de lo que se cree. El abuelo muere a los 69 años víctima de un accidente de tránsito en Italia.

 

En paralelo va otra historia, una historia de amor, la de la abuela materna Beatriz Eguren, dama de la aristocracia arequipeña, bastante díscola desde pequeña, que por un problema familiar termina en Lima, donde en los años 40, luego de un amor tormentoso con otro hombre, conoce a Carlos Miro Quesada Laos, con quien tendrá una relación sentimental hasta su muerte.

 

Beatriz Eguren era lo que en la Lima de aquellos años se llamaba “la querida”. El segundo hogar que un hombre casado tenía en otro sitio, incluyendo casa y mantenimiento del tren de vida. No era raro, ni tampoco exclusivo de las clases altas. El costo de vida y los precios de ese entonces permitían a un hombre trabajador montar un segundo hogar con todo lo necesario. Beatriz Eguren encarnó ese papel con dignidad. La muerte repentina de Carlos Miro Quesada y con hijas pequeñas (una de ellas la madre del escritor) hace que tenga que vender las joyas que le regaló, alquilar cuartos en su casa miraflorina y hacer trabajos de costura. Como muchas mujeres en la época no tenía educación, estaba destinada a ser la esposa o la “querida” de alguien, quien se hacía cargo de la manutención del hogar.

 

Las puertas de la familia Miro Quesada se le cierran cuando muere Carlos. No le dejó nada en el testamento, ni podía hacerlo, por el escándalo que hubiese generado en la época. Ella saca adelante lo mejor que puede a sus dos hijas y no lo hace tan mal porque una va a estudiar a la Universidad Católica y otra a la de Lima; aunque debemos reconocer que las pensiones de enseñanza no eran tan caras en ese entonces.

 

Por lo que nos cuenta el autor, al parecer Beatriz no tuvo otro amor posterior a Carlos Miro Quesada, a pesar de la mediana juventud y belleza que todavía conservaba la abuela. Fue su gran amor, aunque como ella reconoce frente al nieto más fue una pasión de Carlos Miro Quesada, una gran pasión de parte de él si se quiere, que un amor verdadero. O como decimos ahora, una gran arrechura.

 

Cosas del destino, años después José Carlos Yrigoyen tendría una columna dominical de libros comentados en el periódico de su abuelo. Bien escrita por cierto y bastante documentada del libro que comentaba. Y, una característica poco común en el medio limeño, no hacía la patería típica, en que se comenta elogiosamente a los amigos y se silencia o denosta a los que no pertenecen a la argolla.

 

¿Por qué el título de Orgullosamente solos? Da la impresión que el nieto se mimetiza con el abuelo en ideas y quizás en la forma de ser. Hay un epígrafe de António de Oliveira Salazar al inicio del texto que trata de explicarlo. Haciendo un balance, la vida polémica de Carlos Miro Quesada como sospecho que la del nieto, fue una vida a su manera, con sus filias y sus fobias, donde no importó demasiado si se luchaba solo y se quedaba sin aliados. Un poco quijotesca si se quiere. Como dice el epígrafe “…luchamos sin espectáculo y sin alianzas, orgullosamente solos”.

* Orgullosamente solos. José Carlos Yrigoyen. Lima, 2016