Saturday, May 11, 2024

EL PARTIDO DE LOS CIEN AÑOS

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Salvo para los memoriosos y nostálgicos, pasó sin pena ni gloria los cien años de fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, más conocida como APRA. Los problemas y crisis coyunturales, los día a día que nos devoran el tiempo, hicieron que la fecha sea celebrada solo por algunos ya viejos seguidores de Haya de la Torre, el fundador, o del único presidente que tuvo el partido, Alan García Pérez.

 

Pero la indiferencia no debe opacar que el Apra sea el único partido nacional más añejo, que puede decir que cumplió los cien años de existencia desde que un grupo de jóvenes estudiantes lo fundaran en México con la idea de una alianza continental y la conformación de un frente único de clases media, obrera y campesina contra la oligarquía todavía reinante en aquellos años.

 

Ya como partido, la sección peruana nacería algunos años después, en 1930 (de allí el nombre de Partido Aprista Peruano). Influyó en el continente en partidos como Acción Democrática de Venezuela, el Partido de Liberación Nacional de Costa Rica y, aunque usted no lo crea, en su momento también influyó notablemente en el histórico Partido Socialista Chileno. No es poco, sobre todo ahora que los partidos duran apenas una elección o son rentados al mejor postor.

 

Mucho se discutió en la época auroral del partido si lo idóneo para América Latina era la idea de alianza de clases o si el partido obrero a la manera marxista. ¿Partido obrero o partido policlasista?

 

A la luz de los hechos políticos, creo que la idea de Haya era la más viable en el contexto latinoamericano. Con una insuficiente clase obrera, donde todavía predominaba la mayoría de origen campesino y una clase media incipiente, un frente de clases era más viable que la de un partido obrero como vanguardia de la revolución. La idea leninista se encontraba muy lejana de nuestra realidad. La tesis del espacio-tiempo histórico de Haya, si bien discutible, tenía mucho de razón.

 

También se ha escrito en abundancia qué hubiera pasado si se dejaba gobernar al Apra en los años 40, cuando todavía conservaba un fervor revolucionario.

 

Es posible que habríamos tenido a nuestra manera una revolución mexicana. Liberar fuerzas tectónicas desde abajo, erradicar taras que nos acompañan desde la Colonia y el surgimiento de una burguesía nacional que responda a nuestros propios intereses. Aunque posiblemente tampoco nos habríamos librado de una guerra civil, visto el sectarismo y la polarización que se vivía en ambos extremos.

 

Nada de ello sucedió y más bien se tuvo que esperar 20 años más a que un grupo de militares intentaran hacer esa revolución nacionalista que quedó inconclusa. Así como Fujimori tomó muchas banderas del ideario liberal de Mario Vargas Llosa, los militares tomaron muchas banderas del ideario primigenio del Apra para hacer su revolución. Muchos apristas se sumaron al proyecto, cuando ya el partido había arreado sus banderas iniciales.

 

Luego del interregno pactista con la extrema derecha de los años 50 y 60, lo que vino después fue la transición de partido revolucionario a partido socialdemócrata. Un programa social con reformas económicas liberales y la democracia como sostén político. Una suerte de tercera vía peruana. Fue el programa del segundo gobierno de Alan García, luego del frustrado ensayo populista de su primer gobierno.

 

Generalmente los partidos revolucionarios en sus albores terminan como parte del sistema político. Es parte de la evolución necesaria de todo partido radical en sus inicios.

 

Otros se preguntarán cómo ha durado cien años, cuando los partidos ahora apenas duran una elección y a veces ni eso.

 

Mucho tuvo que ver la dedicación exclusiva de Haya de la Torre al crecimiento de su partido. Dejó una criatura fuerte y grande cuando partió de este mundo. Pero, también hay que tener presente que los partidos históricos con mártires, ideario, mística, forjados al calor de las luchas sociales, son los que se mantienen en el tiempo. Los otros, los de chequera y empleados, desaparecen con el dueño, al igual que los de cenáculo iluminado de unos cuantos, como sucedió con infinidad de partidos de izquierda. El Apra fue el primer partido cholo y popular que tuvimos.

 

La sucesión de un “compañero jefe” siempre trajo crisis al Apra. Muerto Haya de la Torre hubo un cisma que dividió en dos al partido y la llegada transaccional de un joven y carismático Alan García que aprovechó la coyuntura crítica. Muerto Alan, queda un vacío de sucesión. El Apra siempre ha buscado un caudillo que lo lidere y que responda al partido. Esa figura al parecer no se acaba de dibujar todavía. ¿Significa ello la muerte del Apra como sus enemigos pronostican?

 

Hay un viejo dicho que dice “mala hierba nunca muere”. Veo difícil la muerte de un partido que ha sabido adecuarse a los tiempos y que ha mantenido una presencia constante en la política peruana y que, por añadidura, supo representar en sus filas a todas las clases sociales que en cierta manera han reflejado el país contradictorio y difícil que somos.

 

De repente ese viejo eslogan “el Apra nunca muere” es cierto. La historia no ha acabado.

Monday, May 06, 2024

EL ÁGUILA Y EL CÓNDOR: DIFERENCIAS Y SIMILITUDES ENTRE PERÚ Y MÉXICO

 Eduardo Jiménez J.

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            Segundo libro del díptico comparativo entre Perú y México, el libro del Dr. Hugo Neira, El águila y el cóndor: México/Perú, comparativamente desarrolla las similitudes y diferencias entre la formación de los estados nacionales mexicano y peruano. (El primero, El mundo mesoamericano y el mundo andino, aborda nuestra historia prehispánica y colonial).

 

Si bien la independencia de ambas naciones es a inicios del siglo XIX, su desarrollo y consolidación comienza a tomar diferencias por hechos diversos que les aconteció en su vida republicana. México nace como una monarquía constitucional, con un emperador a la cabeza, un tanto a la usanza de la autoproclamación de Napoleón por aquellos años. Si bien por un breve tiempo (Iturbide es fusilado), dará paso a la elección del tipo de gobierno: federal o unitario. Gana el gobierno federal, inspirado por el gran vecino del norte. Luego padecerán la pérdida de casi la mitad de su territorio en la guerra con Estados Unidos, trauma parecido al de nosotros en la guerra con Chile. A mediados del siglo XIX las reformas liberales, la expropiación de las tierras de la Iglesia y la invasión de Napoleón III y la imposición de un emperador austriaco. Allí resalta la figura de Benito Juárez, el primer presidente indio que tiene México. Luego el porfiriato con casi 40 años de estabilidad política y modernismo que le da el gobierno autoritario de Porfirio Díaz.

 

En el siglo XX: la revolución mexicana. Diez años en que México se desangra, el legado histórico de la Constitución de Querétaro de 1917, la sucesión de los caudillos llamados a ejercer el mando y su muerte repentina (casi todas las grandes figuras de la revolución mueren asesinados). La revolución significa la emergencia de lo popular y la consolidación de la nación mexicana. De allí la idea de un partido político que esté en el poder y los presidentes sean los que pasen (no hay reelección de ningún tipo), suerte de transacción entre el caudillismo y la alternancia en el poder. Nace la idea del PRI, el partido de la revolución, que bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas le da la forma que conocemos: un partido que se encuentra enraizado en la sociedad mexicana, que representa tanto a los obreros, como a los campesinos y la burguesía.

 

¿Resultado? 70 años de estabilidad política para México, hasta fines del siglo XX.

 

Lázaro Cárdenas tiene otros méritos, aparte de profundizar la reforma agraria, nacionalizar el petróleo, dar asilo a los republicanos españoles (que renovarán la cultura mexicana). Es el último presidente militar que México tendrá. Cárdenas se deshace de los caudillos militares y el siguiente presidente será un civil. “El tapado”, aquel designado a dedo por el presidente como su sucesor y el sistema que se vino a llamar “la presidencia imperial” por las amplias facultades con que cuenta el presidente en los seis años de gobierno.

 

Hugo Neira reconoce que tanto con Porfirio Díaz (una suerte de Augusto B. Leguía) como con el PRI, México ingresa a la modernidad, se consolida el estado y se tiene una idea amplia de nación. ¿Por qué se desmorona ese régimen que nace con el PRI?

 

El autor tiene una hipótesis bastante sostenible: Al igual que sucedió en la España de Franco o el Chile de Pinochet, las capas sociales que nacen al cobijo de gobiernos autoritarios comienzan a necesitar mayor independencia y oportunidades de las que el poder autoritario otorgaba. Y comienza a gestarse la idea de deshacerse de quién los cobijó. Con Franco muerto comienza el proceso de democratización bajo el rey Juan Carlos figura transaccional entre republicanos y franquistas. Con Pinochet es el referéndum que le dice no a quedarse en el poder (y lo que no se dice mucho, respetada la decisión popular por los militares).

 

Con el PRI sucedió algo similar. Las capas sociales bajo su cobijo van teniendo más poder y deciden deshacerse del viejo aparato institucional que ya rechinaba en el siglo XXI.

 

¿Qué le depara a México de acá en adelante?

 

Es difícil saberlo. El PRI regresó por un sexenio, pero ya sin pena ni gloria. La derecha a través del PAN gobernó, también sin mucho lustre. López Obrador (ex militante del PRI) a través de su partido MORENA parece que quiere volver al viejo esquema del partido en el poder y enraizado en la sociedad, usando incluso malas artes y mañas, pero el pronóstico es reservado. Si bien MORENA tiene gran aceptación, no sabemos si su candidata (elegida a dedo, bajo una ligera pátina de democracia interna, como en los viejos tiempos) podrá continuar con la tradición priista y MORENA convertirse en el nuevo PRI.

 

Es la primera vez que se presentan dos mujeres (una del oficialismo y la otra de la oposición) a las justas electorales para la presidencia. Cualquiera que gane no la tiene fácil. México atraviesa problemas que no tuvo cuando hizo su revolución. No solo son los problemas sociales que la revolución mexicana no pudo resolver, sino el narcotráfico, los carteles de la droga que han convertido muchas zonas de México en tierra liberada. El narco no solo corrompe a los funcionarios del estado, corrompe a los estratos sociales y penetra en el estado poniendo a su gente. No es tarea fácil.

 

La diferencia entre la formación del estado y la nación con Perú es notoria. Nosotros no tuvimos una revolución como la mexicana, si bien el gobierno nacionalista de Velasco quiso hacer algunas cosas, estas se quedaron truncas. Nuestra reforma agraria y nacionalización del petróleo fueron hitos muy parecidos, aunque han tenido también retrocesos. Bajo Velasco también se quiso formar una burguesía nacional, pero le faltó tiempo, decisión y coraje para completarse en un proyecto nacional. El Partido Civilista de Pardo en el siglo XIX fue el otro intento trunco por la guerra con Chile. Y el gran partido de masas que fue el aprismo nunca se le dejó gobernar bajo Haya de la Torre. Como lo reconoce el Dr. Neira fue el gran partido del siglo XX que pudo haber hecho las grandes reformas.

 

El nacionalismo no necesariamente es malo. Neira cita a Basadre al respecto: “el nacionalismo, que en otras partes no es necesario fatalmente, está superado, urge aquí. Hay un nacionalismo destructor, aquí debe ser constructor. En otras partes es ofensivo, aquí necesita ser defensivo”.

 

El nacionalismo velasquista llegó tarde a nuestra historia y lo peor que quedó trunco. Como reconoce el Dr. Neira hay tres hechos importantes (él las llamas placas tectónicas) que han ocurrido en el siglo XX peruano: 1. La migración interna, de las ojotas rebeldes a la choledad empresarial, como la denomina; 2. La reforma agraria de 1969 que convirtió a indios en servidumbre en propietarios; 3. La economía de mercado bajo Fujimori. Nos guste o no, bajo el gobierno de Fujimori se ponen las bases de una segunda modernidad (la primera fue la de Leguía), abierta al mundo. Es la que estamos viviendo con sus altas y bajas.

 

Nuevos ricos que salen del pueblo, fundan universidades, hacen empresa. Migraciones masivas a las grandes ciudades ante la falta de oportunidades en provincias. Las familias apuestan a la educación como ascensor social de sus hijos. Y, en el medio, una revolución agraria, que por ser trunca y por su fracaso, amén del terrorismo de los años 80, expulsó a mucha gente del campo hacia la gran ciudad. Y ante la falta de oportunidades, crean su propio empleo. El muchacho provinciano al que canta Chacalón. El triciclo Perú de Los Mojarras. El emprendedor. Y al final del siglo una revolución silenciosa, ya no alzada en armas, sino de modernidad hacia afuera. Autoritaria, pero que se pone en sintonía con los nuevos tiempos. Esa combinación ha dado lugar a un nuevo Perú.

 

Pero también nos acecha la anomia, el desgobierno y el autarquismo que se vive en muchas regiones. El Dr. Neira reconoce que el peruano no es solidario con los demás y se zurra en el derecho (“la ley se acata, pero no se cumple”). Súmele el narcotráfico, trata de personas y delincuencia organizada. Son fuerzas centrífugas que pueden terminar con lo que entendemos por nación peruana. El Dr. Neira en repetidos artículos y ensayos se pregunta con justa razón -y yo también- si llegaremos a un tercer centenario como la nación peruana que conocemos ahora. El tiempo lo dirá.


*Hugo Neira: El águila y el cóndor. México/Perú. Universidad Ricardo Palma, 2019, 511pp.

Monday, April 22, 2024

DINA DE LOS QUINIENTOS DÍAS

 Eduardo Jiménez J.

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Ensayemos una ucronía. Supongamos que el golpe de estado de Pedro Castillo tuvo éxito y él se encuentra en el día mil de su gestión. Hay un nuevo congreso con mayoría castillista y se redacta la nueva constitución que permitiría la reelección indefinida del presidente, mientras se vocifera por los cuatro costados del régimen la lucha contra el imperialismo yanqui y todo opositor político es declarado “enemigo del pueblo” y traidor a la patria. Las cárceles tienen más presos políticos que comunes, entre los primeros hasta caviares, otrora amigos del régimen. Demás está decir que los nombramientos públicos serían al mejor postor, su secretario de turno en Palacio solo recibiría propuestas en efectivo para el señor presidente y en dólares, la moneda del imperio. El desbarajuste económico estaría descontado y la quiebra de muchas empresas sería cosa de todos los días. La informalidad laboral se habría disparado a niveles siderales. El BCR ya habría sido tomado por los castillistas, quienes fabricarían papel moneda día y noche, y luego de la aparente bonanza por aumento de sueldos y salarios y control de precios (mientras se aprueba “la constitución del pueblo”), nos esperaría una hiperinflación y recesión mayores a las del primer gobierno de García.

 

Matices más o matices menos ese sería el panorama actual de seguir Castillo en el poder.

 

No digo con esto que Dina Boluarte sea una brillante estadista, pero no continuó con la pesadilla castillista que nos esperaba.

 

¿Basta que haya evitado que la crisis económica y política del gobierno de Castillo se agrave? Claro que no. Cuando juramenta como presidenta tenía por delante más de tres años y medio de gobierno que no podían quedar en piloto automático. Pero hay un detalle que los críticos de los Rolex y de los viajes de la presidenta obvian: su gobierno es precario, no tiene mayoría propia y sus antiguos compañeros de ruta hace buen tiempo le dieron la espalda. Por lo tanto requiere hacer pactos explícitos o tácitos con el Congreso o una parte de él que le asegure cierta estabilidad y que no la vaquen. La experiencia demuestra que todo presidente de la república que no tiene mayoría en el Congreso es vacado o se ve obligado a renunciar. Pregúntenle a PPK, Vizcarra, Merino y al propio Castillo.

 

Desde ese punto de vista Dina ha sido buena discípula de Maquiavelo o mejor dicho su ex primer ministro, Alberto Otárola, “el eléctrico”.

 

¿Qué resta en los poco más de dos años de su gobierno? Más de lo mismo. Dina, como la esposa que satisface todos los caprichos de su marido, debe complacer al Congreso en todo. Y este tendrá cada vez más caprichos. De allí que no observa leyes populistas como el retiro de fondos de las AFP o de la CTS. Y, por otra parte, el Congreso vive en la ilusión que con esas leyes y otras medidas populistas que seguirán aprobando se van a reelegir. Otros lo intentaron en el pasado con resultados nulos.

 

No estamos en el mejor de los mundos, pero tampoco en el peor. Estamos en una mediocridad bastante gris y angurrienta que en los próximos meses hasta podría empeorar.

 

¿Qué el próximo congreso será mejor y tendremos un mejor presidente de la república?

 

No se ilusione. Es posible que el próximo congreso (ya con senadores y diputados) sea igual o peor que este. Tampoco nadie nos asegura que el próximo presidente sea un dechado de virtudes. Recuerde que los elegidos al Legislativo o al Ejecutivo provienen de la misma sociedad que sus electores. No pida peras al olmo.

Tuesday, April 16, 2024

GAZA

 Eduardo Jiménez J.

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@ejj2107


A seis meses del ataque terrorista de Hamás en el propio territorio de Israel contra ciudadanos indefensos, llama la atención que la opinión pública esté más a favor de los palestinos y no tanto de los israelitas que fueron los inicialmente agredidos.

 

Muchas universidades top de EEUU han manifestado su respaldo a Palestina, a lo que se ha sumado que el propio gobierno norteamericano formalmente no se encuentre apoyando las acciones de Tel Aviv y más bien esté exhortando a que contengan los ataques a civiles palestinos. En este pulseo político más ha ganado adhesiones el pueblo de Palestina, visto como víctima, soslayando la parte israelita inicialmente agraviada e indefensa (los ciudadanos israelitas asesinados, violados o secuestrados por Hamás no portaban armas ni eran personal del Ejército). Algunos, practicando un cinismo maquivélico, han tratado de justificar la agresión inicial de Hamás a ciudadanos indefensos, en la “humillación” constante en que el estado de Israel hace vivir a miles de palestinos.

 

La propaganda mundial pro palestina ha sido más efectiva, donde los villanos son el gobierno de Netanyahu y asociados, quienes no han disimulado esfuerzos en arrasar todo vestigio vivo palestino que se encuentre en Gaza. Ha sido una propaganda ayudada por las acciones del propio gobierno de Tel Aviv. Los muertos palestinos son también más que los muertos israelitas y eso en toda ecuación pro defensa de los derechos humanos, cuenta.

 

Si bien Israel ha podido llegar a lo largo de los años a acuerdos de no agresión con sus vecinos árabes; Hamás es considerada una organización terrorista, no un estado nacional que, por añadidura, cuenta con el respaldo del gobierno de Irán, lo que complica las cosas en un ajedrez geopolítico en una zona de por si bastante conflictiva. Súmese a ello que Hezbollah, otro grupo terrorista, está entrando a la contienda, aparte de grupos islámicos antijudíos, para los que se trataría de una “guerra santa” y el fanatismo que ello conlleva.

 

La política de “tierra arrasada” no es muy útil si de controlar a los terroristas se trata. Caen inocentes y culpables, más los primeros que los segundos. Creo que eso lo sabe muy bien Netanyahu, quien parece más preocupado en cohesionar un frente interno y quedarse en el poder, que en ganar una guerra que sabe no va a ganar. Quedarse en el poder es más importante para Netanyahu, quien afrontaba en su país graves cargos por corrupción, aparte que deberá responder políticamente por la negligencia del servicio de inteligencia israelí, uno de los mejores del mundo que, parece, no previó la incursión terrorista de Hamás en Octubre pasado, hecho bastante extraño si consideramos la alta eficiencia de su servicio de inteligencia.

 

La guerra en Gaza se va a convertir en esas guerras, como la de Ucrania, donde son pretexto para quienes están en el poder, continúen en el trono.

Sunday, April 07, 2024

LA UTOPÍA ARCAICA: EL MUNDO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

 Eduardo Jiménez J.

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La utopía arcaica es probablemente junto al estudio sobre Gabriel García Márquez (Historia de un deicidio) los mejores ensayos que Mario Vargas Llosa (MVLL)  ha escrito, con la ventaja que el ensayo sobre José María Arguedas (JMA) abarca la obra completa de un escritor (hacía más de 25 años que Arguedas había muerto cuando fue publicado el libro en 1996), mientras que el de GGM es un estudio parcial, hasta Cien años de soledad, no comprendiendo, por razones de fecha de publicación del ensayo (1971), la obra restante del escritor colombiano. (Aparte que la célebre ruptura entre ambos escritores acaecida algunos años después impidió una actualización del estudio).

 

Lo primero que se revela es el equívoco que la intelectualidad de izquierda ha tenido sobre la trayectoria ideológica y política de JMA. No fue un marxista convencido, ni le interesaron mucho las causas sociales como praxis política (si bien era una persona sumamente sensible, que le afectaba tremendamente el mundo externo). El equívoco se agrava por los últimos años de la vida de Arguedas donde toma posiciones bastante explícitas a favor de los más pobres y condena expresa del capitalismo, quizás influido por su segunda esposa, Sybilla Arredondo, militante comunista chilena y que purgó condena por terrorismo en nuestro país.

 

De allí que muerto Arguedas, en los años 70 y 80 creciera el mito del luchador social, e incluso algunos hablaran del “pensamiento Arguedas”, como un intelectual orgánico o tomaran como consigna partidaria el título de su novela Todas las sangres, novela fallida, dicho sea, donde la conciencia social se trasluce en clichés bastante burdos y en personajes muy acartonados.

 

Arguedas tampoco podía devenir en un “marxista orgánico” porque el marxismo supone civilización, progreso, salir de las formas precapitalistas de trabajo y de pensamiento y converger los esfuerzos en una sociedad industrial y altamente tecnificada, algo muy lejos de la cosmovisión de JMA.

 

No obstante ello, hay que agradecer a la viuda de Arguedas el tesón que en los años 80 puso para la publicación de las obras completas. Sin esa dedicación la obra de JMA habría quedado dispersa en libros y artículos por aquí y por allá, como ha sucedido con otros escritores peruanos luego de fallecidos.

 

Como anota MVLL, Arguedas trasunta en toda su obra una visión pasatista, prehispánica, de jardín edénico. Es decir, el Perú precolombino era un lugar libre de desigualdades, donde imperaba la justicia social y donde todos eran felices. A ello MVLL lo ha llamado apropiadamente utopía arcaica. Utopía porque ese aparente edén nunca existió (hay estudios que demuestran que el imperio incaico no fue ni remotamente un lugar paradisiaco), sino solo en la imaginación de escritores como el Inca Garcilaso de la Vega que ya en España idealizó el Cusco de su niñez y los relatos que le habían contado. La leyenda de ese paraíso viene del siglo XVI.

 

Por ello lo mejor de la obra de Arguedas es sobre el indio puro, no contaminado con los valores y formas de vida de Occidente que lo degradan y oprimen. Como infiere MVLL, un relato como Yawar fiesta trasluce muy bien ese pensamiento: los indios quieren continuar con la tradición de la fiesta sangrienta donde el toro es muerto inmisericorde en el ruedo, de forma bastante salvaje; a pesar que los mestizos y blancos del pueblo quieren morigerar esa violencia, hacerla más “civilizada”, sin conseguirlo. El “progreso” está del lado de los blancos y mestizos del pueblo, pero Arguedas trasluce una simpatía bastante clara a favor de los indios.

 

Igual sucede con Los ríos profundos, donde se percibe un canto a la naturaleza como vida ideal, en equilibrio con el hombre, del cual tiene una visión roussoniana: el hombre nace bueno, pero la civilización lo corrompe.

 

Por ello en su última novela El zorro de arriba y el zorro de abajo, el hombre ya está corrompido por la civilización, representada en un Chimbote infernal, contaminado de capitalismo, donde el indio que bajó de los andes para trabajar está corrupto por esa sociedad, embrutecido entre el trago y la lujuria (por traumas infantiles y de los que nunca pudo recuperarse, JMA sintió el sexo como algo sucio, que degrada al ser humano, de allí que su relación con las mujeres siempre haya sido difícil y por lo general platónica).

 

Chimbote es un microcosmos de codicia, corrupción, degradación moral, pestilencia, muerte.

 

Novela inconclusa e irregular, MVLL observa el hecho que al ser su novela póstuma, acompañada de los célebres diarios, donde alude reiteradamente al suicidio (con un intento frustrado en su haber), y el quitarse la vida en plena escritura, le da un eco enorme a una novela menor y a José María Arguedas lo eleva a la categoría de escritor maldito, algo que estaba lejos de ser. Y la verdad, que recuerde, no hemos tenido escritores que aludan en su última obra reiteradamente a la muerte y acto seguido decidan quitarse la vida.

 

Ese malditismo lo acerca más a los escritores románticos que a los indigenistas, que “describían” el abuso y la explotación del indio. José María Arguedas junto a Ciro Alegría son los mejores exponentes de la narrativa indigenista, suerte de canto del cisne de un estilo tradicional que agotaría temática y forma de narrar. (Manuel Scorza la quiso revitalizar en los años 70 con su célebre pentalogía, imbuida de realismo mágico).

 

Equívocamente a Arguedas se le considera como hombre progresista cuando no lo fue; pero, como deduce MVLL, si hablamos de representante de alguna corriente política o ideológica, Arguedas en la actualidad bien encajaría entre los medioambientalistas, tanto aquellos que buscan una armonía entre el hombre y la naturaleza, como los más radicales que proponen volver a la naturaleza y a una vida lejos de la civilización. Arguedas debería figurar entre sus representantes más emblemáticos.

 

Estudio bastante enjundioso, con una amplia bibliografía sobre JMA que hasta los años 90 se había publicado, La utopía arcaica es un ensayo profundo e interesante sobre la obra de José María Arguedas, un escritor que merece ser visto sin anteojeras y en su real contexto.

*La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo. Mario Vargas Llosa. Penguin Random House, 2019, 423pp

Friday, March 29, 2024

EL JOVEN VARGUITAS Y LA TÍA JULIA. LOS RECUERDOS PERSONALES EN LA TÍA JULIA Y EL ESCRIBIDOR

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

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Si bien en La ciudad y los perros el personaje llamado El poeta es un alter ego del escritor o para el personaje de Zavalita en Conversación en la Catedral recurre a sus recuerdos como periodista del diario La crónica; La tía Julia y el escribidor es la única novela de Mario Vargas Llosa (MVLL) donde echaría mano en abundancia a hechos acaecidos directamente al joven escritor de apenas 19 años. Fue también la única novela escrita en su totalidad en primera persona, donde el narrador-personaje (Varguitas) ocupa un rol protagónico a lo largo de todo el libro.

 

La tía Julia y el escribidor (como lo hizo con su última novela Le dedico mi silencio o sus memorias El pez en el agua) alterna capítulos donde narra en paralelo dos historias: el encuentro y posterior romance con su tía política Julia Urquidi y la contratación en la radio donde trabajaba del escriba boliviano Pedro Camacho y sus historias escabrosas para los radioteatros de los años 50.

 

Vemos desfilar personajes secundarios reales como Genaro Delgado Parker, nombrado como el empresario progresista y que luego sería un destacado broadcaster de la televisión nacional. O a Javier Silva Ruete, amigo íntimo desde la niñez del joven MVLL, y futuro ministro de Economía en tres oportunidades diferentes, la primera de ellas bajo el gobierno militar saliente de los años 70.

 

La novela comienza con una bella e idílica descripción del distrito de Miraflores de ese entonces y las ansias que queman las entrañas al joven escritor y que parecen irrealizables: “En ese tiempo remoto, yo era muy joven y vivía con mis abuelos en una quinta de paredes blancas de la Calle Ocharán, en Miraflores. Estudiaba en San Marcos, Derecho, creo, resignado a ganarme más tarde la vida con una profesión liberal, aunque, en el fondo, me hubiera gustado más llegar a ser un escritor…”.

 

1955. Un Miraflores mesocrático, donde todos se conocían, de pequeñas quintas o casitas, muchas de quincha y adobe, donde se enamoraban y se casaban entre ellos, vivían cerca unos de otros, casi eran una tribu como lo describe el narrador. Su propia familia materna era bastante numerosa y “bíblica” (tíos y tías desperdigados a lo largo de Miraflores). Trazos de una Lima que se reducía a la Plaza San Martín, el Jirón de la Unión y el distrito de Miraflores. Donde los empleados iban a almorzar a sus casas (al igual que los colegiales) y regresaban a su trabajo por la tarde, solo existían dos universidades (Católica y San Marcos), y la siesta era una institución en las costumbres de la época. Época donde, faltando algunos años todavía para que llegue la televisión, el bolero era el amo y señor en las reuniones sociales y los radioteatros el entretenimiento familiar que reunía a todos alrededor de la radio, aparato gigante y que ocupaba buen espacio de la sala.

 

En ese contexto de un Miraflores arcádico es que el joven Varguitas conoce a la tía Julia, hermana menor de la esposa de su tío Luis (padre de Patricia, su segunda esposa) y que había llegado de Bolivia para sobrellevar un reciente divorcio y, al decir de las malas lenguas, “encontrar un nuevo marido”. Esa historia se desarrolla a modo de un dramón de radionovela, porque el romance entre un muchacho de 19 años (la mayoría se alcanzaba recién a los 21) y una mujer de 32, por añadidura divorciada, era un tabú impermeable a cualquier licencia social.

 

Hay amores secretos, casi castos (en sus memorias MVLL cuenta que recién tuvieron su primera relación íntima cuando contrajeron matrimonio), fugas cinematográficas (se casan en un caserío lejano de Chincha), persecuciones del padre con pistola en mano y un final feliz con el matrimonio de la pareja. El happy end de todo dramón luego que los personajes pasan mil peripecias. Y, como dijo años después la propia Julia Urquidi, nadie creyó, ni ella misma, que ese matrimonio iba a durar nueve años.

 

La segunda historia en paralelo son los dramones de Pedro Camacho, truculentos, llenos de sobresaltos y datos escondidos, hasta que el excesivo trabajo hace que confunda personajes e historias llegando a la implosión por fatiga mental. Como recordó el propio MVLL, Pedro Camacho fue el primer escritor que conoció personalmente, aunque más era un escriba, ya que no leía mucha literatura (según Camacho para no ser influenciado por el estilo de otros escritores) y su único libro de cabecera era un recuento de aforismos y frases célebres con los que redondeaba sus diálogos. En contraposición vemos a un joven escritor usando el método de trabajo que repetirá a lo largo de toda su vida: más de traspiración que de inspiración, que hace y rehace los textos que escribe, crítico implacable de su propio trabajo, buscando la perfección de la palabra justa.

 

Si bien MVLL reiteró en múltiples entrevistas de la época que los recuerdos de su relación con su tía política fueron solo “el magma” para la ficción que creó al más puro estilo flaubertiano, donde el creador estaba distanciado del narrador, así éste lo cuente en primera persona, la verdad que a Julia Urquidi no le gustó mucho como la retrataron en la novela y algunos años después escribió una respuesta, sus memorias del matrimonio con MVLL y la intrusión de la prima Patricia entre los cónyuges -no la pinta nada bien- titulada Lo que Varguitas no dijo.

 

Lo cierto es que el propio MVLL reconoció la gran deuda que tuvo con Julia Urquidi, sin ella quizás no hubiera llegado a ser un escritor de fama internacional. Fue, junto a su segunda esposa, Patricia Llosa, el gran soporte para su carrera literaria. Con Julia realizó en 1959 el viaje a Europa a fin de convertirse en escritor, viaje del cual MVLL ya no retornaría al país, salvo contadas temporadas (con la excepción de 1987-1990, cuando postuló a la presidencia de la república). Julia Urquidi también acertó en una entrevista de los años 80 cuando pronosticó que recibiría tarde o temprano el premio Nobel. El año que ella fallecía (2010), el escritor recibió el premio.


La tía Julia y el escribidor no fue exenta de críticas, sobre todo de los ex compañeros de ruta, cuando el escritor ya se había alejado de la izquierda castrista. Alegaban un “agotamiento creativo” en el sentido que sus últimas novelas Pantaleón y las visitadoras y La tía Julia y el escribidor eran obras menores comparadas con las tres primeras (La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la Catedral), consideradas hitos sin parangón del realismo crítico.

 

Quizás fatigado de esas tres obras mayores, en los años 70 MVLL compone estas pequeñas novelas con apariencia de divertimento (sobre todo La tía Julia…), “poco serias” conforme al canon dominante en aquellos años (el canon de la época era escribir denunciando las injusticias sociales). Hay que reconocer que MVLL no se copia asimismo. Formal y estilísticamente diferentes, Pantaleón y las visitadoras fue una sátira contra el Ejército, institución considerada todavía como tutelar de la patria, sátira que, me parece, ningún otro escritor peruano ha acometido con la misma eficacia; mientras que La tía Julia y el escribidor recrea magistralmente esa Lima de los años 50, pequeñísima, con una geografía mínima de cinemas y radioteatros, de una clase media ilustrada, compuesta de empleados que todavía se podían dar ciertos lujos, aunque viviendo también con estrecheces de fin de mes. Junto a sus memorias El pez en el agua, en los capítulos donde narra su niñez y adolescencia, esas páginas de los recuerdos miraflorinos y cincuenteros son de las más nostálgicas que haya escrito el Nobel.

 

Habría que esperar unos años más, a 1981, para su segunda gran obra, La guerra del fin del mundo, con la cual sus grandes novelas las escribió antes de los 45 años. Lo que publicó después ya no estuvo a la altura de sus primeros libros.

*Mario Vargas Llosa: La tía Julia y el escribidor. Edición consultada: 1ª. Edición de Seix Barral, 1977, 447pp.

Monday, March 18, 2024

BICAMERALIDAD, ¿SOLUCIÓN A LA CRISIS POLÍTICA?

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107 


Se aprobó la modificatoria constitucional retornando a la bicameralidad (una cámara de senadores y otra de diputados), tradición en nuestro constitucionalismo histórico.

 

La pregunta es si la aprobación de la bicameralidad soluciona nuestra -ya permanente- crisis política. La respuesta clara es No.

 

Con la aprobación de la bicameralidad sucede lo que Adam Smith en su libro La riqueza de las naciones sostenía del comerciante: no vende sus productos por hacer el bien angélicamente a los demás sino por afán de lucro; pero gracias a esa motivación egoísta hace un bien a los demás.

 

La aprobación de la bicameralidad no se produjo por un arrebato jurídico-constitucional de los congresistas para mejorar las instituciones, sino por el afán egoísta de reelegirse (o tener el anhelo de reelegirse) en la siguiente elección sea como diputado o como senador.

 

En el camino han hecho un bien, ya que es mejor desde la ingeniería constitucional dos cámaras que una; pero ello no garantiza que harán mejores leyes para el bien del país o que entrarán los más preclaros y lúcidos padres de la patria que con su sabiduría y experiencia guiarán a la nación. Más que probable tengamos otorongos de la calidad de los actuales en ambas cámaras.

 

Si lo enfocamos desde la crisis política, la bicameralidad tampoco soluciona el problema. Un problema que no es solo de partidos políticos (que más allá de dos o tres realmente partidos, el resto son esbozos de partidos), sino también de representación, de distritos electorales, de filtros partidarios para postular, del financiamiento, del papel de las directivas y del militante de base. El problema (y la solución) son más complejos que los buenos deseos de dos cámaras.

 

La crisis de los partidos políticos se incuba en los años 80, cuando retornamos a la democracia sin haber asimilado las lecciones que dejó el gobierno militar de los 70. Cuando en 1989 es elegido un independiente (Ricardo Belmont) para la alcaldía de Lima, fue la primera vez que un outsider ingresaba a la política nacional y, oficialmente, el comienzo del fin de la partidocracia. Ratificaría la tendencia en 1990 un desconocido ingeniero que llegaría a la presidencia de la república.

 

Esa crisis se agudizará en la década del 90, en el gobierno autocrático de Alberto Fujimori. En el 2000, con un nuevo retorno a la democracia, los partidos de oposición al fujimorismo no hicieron gran cosa por remediar el problema.

 

La situación de crisis actual es producto de un largo proceso que, la verdad, no sé si tendrá solución.

 

Saludamos la bicameralidad, pero como el dinosaurio de Monterroso, la crisis política sigue ahí.

Monday, March 11, 2024

LA SÁTIRA AL EJÉRCITO. PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Luego de publicada Conversación en la Catedral, Mario Vargas Llosa (MVLL) publica una novela que causará revuelo y discusiones de nuevo: Pantaleón y las visitadoras. Sátira al ejército en una época (1973) cuando el Perú estaba gobernado de nuevo por militares.

 

En 1963 había sido publicada su primera novela, La ciudad y los perros, denuncia en el más crudo realismo de la organización militar a través de un grupo de cadetes del colegio Leoncio Prado. Mezcla de thriller con policial y utilizando las conocidas técnicas faulknerianas de sus primeras obras, marcó un antes y un después en la literatura nacional y su inserción internacional como escritor en lo que se conocería como el boom de la novela latinoamericana.

 

Diez años después MVLL vuelve a la carga de la institucionalidad militar, pero esta vez en tono de sátira con la novela Pantaleón y las visitadoras.

 

El argumento de la novela es bastante sencillo: vista la avalancha de denuncias en la selva contra los soldados por violar a las lugareñas, causado por el largo encierro en las guarniciones militares de la amazonia, al alto mando se le ocurre la idea de implementar un servicio de “visitadoras”, prostitutas que irán a los destacamentos para satisfacer los deseos carnales de los soldados y no violen así a las muchachas de la zona. La tarea es encargada al capitán Pantaleón Pantoja, conocido por sus dotes administrativas e impecable foja de servicios. La solución parece idónea, entendida la prostitución como un “mal necesario” en toda sociedad.

 

Todo marcha muy bien, pero, como siempre pasa en estos casos, la hubris ciega al capitán Pantoja, por añadidura se enamora de una visitadora, y el servicio al hacerse cada vez más notorio, cae por su propia celebridad. La eficiencia mata el servicio. Como es natural, la alta oficialidad se lava las manos y el capitán Pantoja es usado como “chivo expiatorio”. Dios perdona el pecado pero no el escándalo y todo vuelve a la “normalidad”.

 

Capítulos enteros son partes, noticias de diarios, cartas personales, informes y hasta sueños que van desarrollando la trama de la novela. Única oportunidad en que MVLL ha utilizado en tal proporción “materiales en crudo” para una novela suya. Otros capítulos son diálogos que suceden en distintos espacios y tiempos, entrecruzándose diferentes personajes. Sin llegar a la complejidad que utilizó en Conversación en la Catedral, esta forma de narrar le da bastante fluidez y dinamismo a la novela.

 

Y como subtrama, una secta religiosa que gira alrededor del misterioso “Hermano Francisco” y que va ganando adeptos entre la gente del pueblo y lo que viene a ser la clase media iquiteña (cuando Iquitos más era un pueblo que una ciudad). Ese perfil del Hermano Francisco lo desarrollará posteriormente en el personaje del Consejero en La guerra del fin del mundo. Sujetos fanáticos, carismáticos, que se sienten enviados por Dios y que arrastran multitudes.

 

Otro personaje secundario que cobra bastante notoriedad es El sinchi. El periodista radial que con voz engolada vende su opinión al mejor postor. La venalidad del oficio y que en la segunda versión cinematográfica de la novela lo encarnó magistralmente el desaparecido Aristóteles Picho.

 

Así como el teniente Gamboa de La ciudad y los perros es sancionado por buscar la verdad en el asesinato del cadete llamado “el Esclavo”; en Pantaleón y las visitadoras, el capitán Pantoja es igualmente sancionado por la eficiencia de la organización administrativo-sexual que creó. Como le dice el general Scavino, su superior al mando, si hubiera sido un servicio mediocre que funcione a medias nada de esto hubiera pasado. En el Perú se premia la mediocridad. Cualquiera que resalte es inmediatamente “bajado al piso”. Es la versión nacional del “palo encebado”. La eficiencia mata al capitán Pantoja.

 

La novela cuenta con dos adaptaciones al cine. La primera de 1975 codirigida por el propio MVLL y que es francamente olvidable. La segunda de 1999 dirigida por Francisco Lombardi que, tomándose algunas licencias, captó el espíritu de la novela.

 

Como anécdota, el propio MVLL refiere en sus memorias El pez en el agua que la oposición aprista a su candidatura presidencial de 1990 infundió el rumor que trataba como prostitutas a todas las mujeres de Loreto, seleccionando ciertos párrafos de la novela e incitaba a que impidan las iquiteñas cualquier manifestación del escritor e incluso “tomen” el aeropuerto acostándose en la pista de aterrizaje para impedir su llegada. Felizmente el incidente no pasó a mayores y el escritor-candidato fue bien recibido en la ciudad y pudo hacer sus mítines.

 

Sátira por extensión a toda organización, más si se considera venerable, después de 50 años Pantaleón y las visitadoras se deja leer. No ha envejecido. Quizás algunas palabras ya están fuera de uso del habla popular, pero se deja leer. Es una de las mejores novelas que escribió el por entonces joven Mario Vargas Llosa.


*Mario Vargas Llosa: Pantaleón y las visitadoras. Edición consultada: 4ta edición de Seix Barral, 1974, 309pp.

Monday, March 04, 2024

PETROPERÚ, QUÉ HACER

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Petroperú (PP) es un rezago de las empresas públicas que se crearon en la década del 70, durante el gobierno militar. El objetivo de la empresa no solo era recibir los activos de la nacionalizada IPC, sino explorar y explotar petróleo en la selva. En tiempos en que se formaba el cartel de la OPEP, se hablaba mucho de un “gato de petróleo” en la amazonia peruana que daría independencia energética a la nación. El gato hasta ahora no aparece.

 

Usada como “caja chica” por los gobiernos de turno en los años 80, en los 90, durante la ola privatizadora, no se incluyó a PP, aduciendo la sempiterna idea de ser “empresa estratégica”. Se vendieron activos como grifos o la refinería La Pampilla, pero no se tocó a la empresa, la cual pasó al Fonafe con las demás empresas públicas que sobrevivieron a la ola privatizadora. La cuota actual de mercado de PP es de un 25%, bastante pequeña si consideramos que fue monopólica su presencia 30 años atrás.

 

Tenemos una empresa que es guardada bajo siete llaves con una burocracia privilegiada -tipo la de Corpac- que trata de justificar su presencia con proyectos que le permitan regresar a los tiempos dorados. Ese proyecto fue la refinería de Talara que de una remodelación que iba a costar 200 a 300 millones de dólares pasó a una refinería prácticamente nueva de más de 7,000 millones en una cuenta que sigue subiendo. Es como si usted de solo actualizar su PC pasara a decidir comprar una nueva con accesorios caros incluidos.

 

Obra faraónica por donde se la mire y costosísima, considerando coimas incluidas. Carlos Paredes cuenta en su libro La tragedia de las empresas públicas que el proyecto nace de la burocracia interna de PP, el directorio como ave de paso -es cambiado a criterio del gobierno de turno- lo hace suyo, el gobierno de Humala le da el empujón definitivo y allí comienza toda la historia que se conoce ahora.

 

El proyecto fue subiendo de precio progresivamente, se le echó la culpa al Covid -muletilla para justificar cualquier error o retraso-, bajo PPK se emitieron bonos por 2,000 millones de dólares que deben ser pagados, se debe dinero a los proveedores y la refinería pasó a ser una de las más costosas del mundo, con un funcionamiento que no llega al 100% de su capacidad.

 

Nosotros no tenemos suficiente petróleo para refinar, por lo que gran parte es comprado afuera. La ganancia, si la hay, es en el margen que da el refino, pero para eso se debe refinar miles de barriles diarios. La ganancia se encuentra en proporción a la cantidad de barriles que se pueda refinar. En ese panorama, para determinar desde cuándo sería rentable la refinería pagando las deudas existentes, habría que hacer un estudio sincero y desapasionado, más allá de las opiniones a favor o en contra de vender los activos o de mantener a la empresa vigente en el tiempo.

 

Por eso el problema es más financiero, hacer números y ver si es o no rentable mantenerla por todos los peruanos, y qué solución financiera es más idónea para resolver el problema (que hay varias planteadas). Lo que el gobierno no puede es meter más dinero a un barril sin fondo (de petróleo). Siempre PP va a requerir más dinero y estamos ante la paradoja de una empresa estatal que no da dinero al estado, si no al revés, el estado debe mantenerla, distrayendo dinero de tareas más importantes como mejorar la educación, la salud o la seguridad ciudadana, este último, reclamo a gritos de todos los sectores sociales.

 

Todo ello en el contexto de largo plazo sobre mantener una refinería basada en energías fósiles, cuando a mediados de siglo estas se encontrarán en franca decadencia o, por lo menos, no tendrán la importancia que tienen ahora, por lo cual en pocos años tendríamos un elefante blanco digno de un museo futurista.

 

El otro tema es el manejo corporativo. Cómo modernizar una empresa estatal a estándares internacionales y no morir en el intento. Hasta ahora los sucesivos gobiernos han fallado o les ha importado poco modernizar PP. De allí que la vieja burocracia ha hecho y deshecho en la petrolera estatal, ganando gollerías y posiciones de dominio en el camino. El nuevo directorio tiene la difícil misión de poner el cascabel al gato. ¿Lo logrará?

 

Y no por último menos importante es el tema político. Los anteriores gobiernos no quisieron meterse mucho con PP por el mito de “empresa estratégica”, y en especial en la refinería de Talara, por no perder votos en Piura y verse magullado electoralmente. El actual tiene la ventaja que no pierde nada, por lo que tiene más libertad para tomar y ejecutar decisiones poco populares, salvo que esté amarrado a pactos secretos con los sectores que quieren que las cosas se mantengan como están. De ser así, sus actuales decisiones serían una suerte de gatopardismo.