Monday, September 02, 2024

DUNE DE DAVID LYNCH CUMPLE CUARENTA AÑOS

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


La adaptación al cine de la novela de Frank Herbert rondaba desde los años 70, siendo Alejandro Jodorowsky el encargado de llevarla a la pantalla grande; pero, el desmesurado proyecto del chileno, la cantidad de horas que iba a tener el filme y el presupuesto que se desbordaba más allá de todo límite hicieron cancelar la adaptación hasta nuevo aviso. Por lo que quedó (existe un documental al respecto), iba a ser una recreación de la novela en ese estilo hiperrealista propio de Jodorowsky. Por cierto, el diseño visual y argumentativo inspiró célebres películas de la época como Star wars, Alien, Blade runner o la archiconocida Terminator.

 

Los elementos de la novela eran bastante atractivos para llevarlos al cine, así que, ante el fallido proyecto de Jodorowsky y habiendo comprado los derechos de la novela Dino de Laurentis, habría que esperar a 1984 para la primera adaptación.

 

Luego de descartar algunos nombres y ante el éxito que tuvo el film El hombre elefante (1980), el convocado fue David Lynch. El propio Lynch se encargó de preparar el guion, respetando la esencia de la novela; pero, la introspección de los personajes que corta la acción (propio del libro), el ritmo lento para una space opera, los flojos efectos especiales y la baja recaudación, decidieron a los productores cancelar una continuación como daba a entender el final del filme. Aparte que resumir una novela tan compleja como Dune requería más allá de las dos horas que tuvo la versión exhibida.

 

Precisamente, Lynch tuvo una fuerte presión de los productores para reducir el metraje inicial, mucho más amplio, al estándar de dos horas, de allí que algunos personajes “entran y salen” sin mayor relevancia y algunas escenas se quedan en solo un bosquejo, sin un aparente desarrollo. Otro problema fue que el actor que encarna al personaje principal, Paul Atreides, no supo expresar esas dudas internas del personaje de si es en realidad o no el mesías, si es un producto político-religioso de las Bene Gesserit para mantener el orden social en el universo conocido, invocando existencias supraterrenales, lo que sí consigue la adaptación de Villeneuve.

 

La adaptación de Lynch respeta la novela, incluso su ritmo lento se trasluce en la película; pero, al querer asumir las características principales y tener un metraje limitado, solo pudo dar pinceladas del contenido y de los personajes. La princesa Irulan, futura esposa de Paul, es la que cuenta la historia, como en el libro, aunque su participación en el filme es más bien discreta; Chani, la conviviente de Paul, tiene ese carácter pasivo reflejado en la novela (muy distinto al de la adaptación de Villeneuve); la orden de las Bene Gesserit más parecen brujas que verdaderas arquitectas del orden social y político; a la Dama Jessica no se le nota toda la gama de mujer extraordinaria que es; los fremen, los hombres del desierto, en un estereotipo de la época, son rubios y de tez blanca - ¡en pleno sol desértico del planeta! -. Y las piedras y paredes de cartón del decorado parecían más de una serie B de bajo presupuesto, al de un filme de 40 millones de dólares, suma respetable para la época (unos 120 millones al valor actual, presupuesto para un blockbuster el día de hoy). Ya no hablemos -como apuntamos líneas arriba- de los demás personajes que entran y salen de escena, sin mayor desarrollo.

 

Y si bien, por obvias razones, Lynch renegó de la adaptación que hizo, con el paso del tiempo su versión de Dune se convirtió en un filme de culto, siendo visto -a pesar de sus limitaciones- con más interés luego de su estreno. Se puede apreciar con la simpleza que tiene, sin pedir demasiado.

Tuesday, August 27, 2024

QUÉ ES UN WOKE

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


En el presente siglo y dentro de la cultura de lo políticamente correcto, han aparecido los woke. Literalmente los que han despertado en la conciencia; aunque sus detractores la usan con sarcasmo como los iluminados.

 

Los woke surgen en Occidente, principalmente en las universidades top de Estados Unidos. De allí, por moda o remedo, han sido copiados en otras latitudes (por acá se les asocia con los caviares).

 

A diferencia de generaciones anteriores, no buscan cambiar radicalmente el mundo. Ejercen la crítica de quienes se desvían de lo políticamente correcto y considerado culpable de alguna falta (discriminación racial, sexual, de ideas contrarias, etc.), y, si es blanco por añadidura -un auténtico WASP-, confiese públicamente el pecado y expíe la falta con algún “castigo” ejemplar.

 

Y si bien nacen de ciertas corrientes culturales de izquierda, no necesariamente un woke es izquierdista en el sentido clásico del término. Puede ser un woke que esté de acuerdo con la no discriminación en el trabajo por razones de sexo, raza u opción sexual, pero también estar de acuerdo con la globalización económica que comenzó en los años 90 del siglo pasado y que es marcadamente capitalista, dominada por las grandes corporaciones mundiales. (Es más, por lo lucrativo, un woke busca trabajar en estas corporaciones).

 

Tampoco la lucha de clases se encuentra en su credo, ni el advenimiento, próximo o lejano, de un estado de los trabajadores. Un woke dista de los apóstoles del cambio social de los siglos XIX y XX que vivieron y murieron en la pobreza por un ideal. No se considera un santo de las catacumbas. Siendo woke no se vive tan mal. Puede vivir como burgués, sin tener la mala conciencia de este último.

 

Su credo gira en torno a las prácticas identitarias, al “lenguaje inclusivo” (todas y todes; cuerpo y cuerpa; sexo y sexa -sic-), derechos de la comunidad LGTB+, matrimonio igualitario, discriminación racial, medio ambiente, etc., por lo que ciertos sectores de la propia izquierda no los consideran como parte del gremio. El énfasis que han puesto en políticas centradas en un determinado grupo social va en contra del universalismo clásico de la izquierda. Lo woke se centra en particularidades, en políticas puntuales, en contraposición al ecumenismo izquierdista. Cada grupo woke desarrolla sus políticas y actividades propias a su interés, sin importarle demasiado la de otros grupos. Un grupo woke LGTB+ no tiene demasiado relación con un grupo woke pro defensa de los derechos de los animales y el veganismo.

 

Los woke, por su origen, pertenecen a esa clase media ilustrada progresista, de preferencia con estudios en universidades de primer nivel y trabaja en medios de comunicación, grandes empresas u ONGs con una estrecha relación con estas (sea como oficial de supervisión de buenas prácticas y dando charlas de capacitación de lo políticamente correcto en las grandes corporaciones, o impartiendo el adoctrinamiento woke en colegios privados exclusivos en Norteamérica).

 

Ian Buruma los define, no sin cierto sarcasmo, como “Los elegidos” (La ética protestante y el espíritu de lo woke) y sostiene que los antecedentes remotos del pensamiento y la práctica de lo woke se encuentran en la ética protestante, donde las confesiones públicas de los pecados y la redención traducida en un castigo ejemplar son parte importante de la expiación de las culpas. Desde confesar que le fue infiel a su mujer o que de joven torturaba y mataba animalitos indefensos o no iba a la iglesia, y la expiación de la culpa, proporcional al “pecado” cometido (actualmente es un esposo fiel, se dedica a la protección de los animales, concurre a la iglesia con su familia todos los domingos, etc.).

 

Sostiene el autor que tanto la confesión como la expiación del pecado debe hacerse en público y este debe evaluar si la expiación es la adecuada. De allí el éxito de los reality en Occidente, donde “el arrepentido” es parte del espectáculo confesando (sinceramente o no) sus pecados ante un vasto auditorio. No solo es el morbo de ver y escuchar a un famoso (en más de una ocasión con actuación y lágrimas de por medio), sino también el arrepentimiento público y el “castigo” que recibirá.

 

Aunque no necesariamente los woke se remontan ideológicamente a la ética protestante al inicio del capitalismo. En el mundo latino, la inquisición tuvo un papel similar en la premodernidad que se vivió por estas tierras. Los pecados estaban relacionados desde pactos con el diablo, brujería, pasando por la sodomía (pecado nefando) hasta el adulterio. En ese caso, la confesión de la víctima del pecado y la gravedad del mismo iban a conllevar la pena (no todos terminaban en la hoguera).

 

Incluso en la extinta Unión Soviética se usó el mismo procedimiento en los juicios de Moscú de la década del treinta del siglo pasado. Stalin, como ex seminarista, sabía muy bien que la confesión pública era importante para aquellos acusados de desvío de “la línea correcta del partido”. Y los acusados, con conciencia de que serían ejecutados de todas maneras, públicamente se inculpaban de haber sido agentes del imperialismo, sabotear planes quinquenales o propagar ideas que no iban en la dirección correcta del partido.

 

Al creerse dueños de la verdad y la razón (o aparentar creerlo), los woke asumen una superioridad moral con respecto al común de los mortales y, por consiguiente, aplican la cultura de la cancelación a todos aquellos que piensen o tengan conductas diferentes. De allí a la intolerancia apenas hay un paso, por lo que ser woke es contrario a cualquier liberalismo. Profesores que no comulgan con el credo woke en universidades, pueden ser separados de la institución. Igual periodistas de medios de comunicación importantes que tengan leve asomo de desviación, o empleados y CEOs de grandes corporaciones que no comparten las ideas de lo políticamente correcto.

 

Puede parecer hasta ridículo (y lo es), pero un woke convencido no leería a poetas que traficaban con esclavos como Rimbaud, o ejecutar piezas musicales clásicas de Bach porque era un misógino (como se aprecia en una escena del filme Tar). Ya no hablemos de películas consideradas racistas como Lo que el viento se llevó, que algunas empresas de streaming se vieron obligadas a retirar de su catálogo por presión de grupos woke, olvidando que la película se sitúa en una época en que en Norteamérica el esclavismo era algo natural en varios estados de la Unión. El woke fanático no aprecia los hechos en el contexto histórico en que se produjeron.

 

Una novela de nuestro Nobel como La casa verde tiene escenas explícitas de seducción a una niña por parte de un adulto, niña ciega y muda por añadidura, así como escenas implícitas de violación a menores en la selva. Para un woke esas escenas están fuera de los estándares de lo políticamente correcto. De haberla publicado ahora, Mario Vargas Llosa habría visto condenada a la hoguera su novela y anatematizado su nombre.

 

Se ejerce la cultura de la cancelación, por medio de la cual a un condenado por los woke se le retira todo apoyo económico, laboral, social y hasta moral. Es como un muerto en vida. El condenado no conseguirá trabajo en ninguna universidad o empresa de cierto nivel, hasta que por lo menos haga su declaración pública de haber pecado y sufra el castigo que merece por su expiación. Ya no son azotes a la luz pública, pero deberá expiar el pecado de alguna forma que se encuentre a la altura de la culpa hasta que los woke se sientan satisfechos de la redención. (El filme Tar trata sobre ello, cuando una mundialmente famosa directora de orquesta sufre las consecuencias de la cultura de la cancelación por haberse desviado de lo políticamente correcto, terminando como directora de tercera en algún remoto país asiático, al no poder conseguir trabajar en las orquestas europeas).

 

 Hemos regresado a esa etapa colonial en que todos eran creyentes por el temor a perder sus privilegios o, lo que era peor, la vida.

 

De allí que en muchas universidades, medios de comunicación y empresas de EEUU y Europa, por cuidar su puesto de trabajo, muchos abrazan la ideología woke por conveniencia (muchos CEOs aceptan las ideas woke en las empresas que comandan para que no los molesten en sus negocios).

 

Y, como señala Ian Buruma, lo peor es que lo woke no ayuda a corregir las grandes desigualdades entre ricos y pobres, ni en el mundo, ni en países desarrollados como los propios EEUU. Es otra crítica que le hace la izquierda clásica a los grupos woke: Ofrece satisfacción moral a los ricos para sentirse “progresistas” y aliviar así su conciencia por una generosa contribución; pero, los pobres y los grandes marginados en la sociedad, seguirán siendo pobres y grandes marginados.

Tuesday, August 20, 2024

LEY DE LESA HUMANIDAD

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Siempre existen leyes polémicas, como la ley 32107, que fija fecha de inicio en la vigencia de la Convención suscrita por el estado peruano acerca de la imprescriptibilidad de los delitos de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Existen también intereses políticos en juego a favor y en contra del alcance temporal de la ley. No hay intereses puramente jurídicos en el tema.

 

Se considera como delitos de lesa humanidad, conforme al Estatuto de Roma, entre otros, al asesinato, exterminio, genocidio, desaparición forzada, tortura, violación sexual, etc. Delitos que por su gravedad se caracterizan por ser imprescriptibles, siendo una excepción al principio de prescripción, y que pueden ser vistos, en sede supranacional, por la Corte Penal Internacional (CPI).

 

El punto controvertido se encuentra en si sería o no retroactivo los alcances del Convenio suscrito por el estado peruano. En otras palabras, desde cuándo entraría en vigencia la suscripción de la Convención en territorio nacional. Recordemos que la Convención sobre imprescriptibilidad de crímenes de guerra y de lesa humanidad recién entró en vigencia en territorio nacional el 9 de Noviembre de 2003, conforme al artículo VIII de la citada convención; y el Estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional el 1 de Julio de 2002, de acuerdo al artículo 126 del Estatuto. Estas fechas son importantes para establecer desde cuándo se puede tipificar como delitos de lesa humanidad en territorio nacional y, por tanto, ser de naturaleza imprescriptible.

 

Dicho sea, en 2004 la CIDH no expresó reparos sobre la entrada en vigencia del Convenio por parte del estado peruano, cuando este le comunicó la suscripción y la vigencia del mismo, lo que será importante para los hechos que sucedieron años después.

 

Por otro lado, la pregunta es si los efectos de la entrada en vigencia de la imprescriptibilidad de los delitos de crímenes de guerra y de lesa humanidad serán retroactivos (antes de haber entrado en vigor el Convenio en territorio nacional) y por tanto si podrá aplicarse a los delitos cometidos con anterioridad a las fechas mencionadas líneas arriba. Para contestar la pregunta se tendrá que tomar en cuenta el principio de legalidad, por el cual todo ejercicio de un poder público debe realizarse acorde a la ley vigente y a su jurisdicción, y no a la voluntad o arbitrio del poder político o de particulares.

 

Precisamente, el factor político entra a tallar para establecer una interpretación retroactiva de la imprescriptibilidad de dichos delitos con anterioridad a la suscripción de los convenios y saltarse los principios de legalidad y de irretroactividad. Querer procesar a actores políticos y mandos militares que, en los años 80 y 90, durante la lucha contra el terrorismo, fueron juzgados como delitos comunes (que ya prescribieron) y que de aplicar la convención los delitos cometidos no prescribirían y podrían llegar hasta la misma CPI.

 

Para complicar el panorama jurídico, en 2011 el Tribunal Constitucional en una sentencia controvertida, donde aplicó el derecho natural sobre el derecho positivo, consideró que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles, sin importar el año de su cometimiento ni la fecha de entrada de la convención firmada por el estado peruano. (“En definitiva, aunque la pena aplicable a una conducta típica es la que se encontraba vigente en el tiempo en que ella se produjo (a menos que sobrevenga una más favorable), si tal conducta reviste las características de un crimen de lesa humanidad, por mandato constitucional e internacional, la acción penal susceptible de entablarse contra ella, con prescindencia de la fecha en que se haya cometido, es imprescriptible”).

 

Lo que dice la ley 32107

 

Lo que ha hecho la ley, que es de carácter aclaratorio, es fijar desde cuándo entró en vigencia el citado convenio sobre imprescriptibilidad.

 

Toda ley y todo convenio tienen una fecha clara de entrada en vigencia. Por seguridad jurídica no puede ser retroactivo, salvo en lo que favorezca al reo como garantiza nuestra propia Constitución política y es derecho fundamental en todo Occidente; por lo cual se ha aclarado que la entrada en vigencia del Estatuto de Roma en sede nacional y por tanto para la aplicación en los delitos de lesa humanidad es a partir del 1 de Julio de 2002 (fecha en la cual nos sometemos a la jurisdicción de la CPI), considerando que los delitos cometidos con anterioridad se rigen por la ley del momento de su cometimiento y conforme a los plazos y prescripciones establecidos (“Art. 4.- Los delitos cometidos con anterioridad a la entrada  en vigencia para el Perú del Estatuto de Roma, y de la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, según lo dispuesto en los artículos 2 y 3, prescriben en los plazos establecidos en la ley nacional…”). Siendo nula de pleno derecho cualquier sanción impuesta en contravención a la norma (“…siendo nula e inexigible en sede administrativa o judicial toda sanción impuesta”. Parte final art. 4 de la Ley).

 

A continuación, el art. 5 de la citada norma señala que “Nadie será procesado, condenado ni sancionado por delitos de lesa humanidad o crímenes de guerra, por hechos cometidos con anterioridad al 1 de julio de 2002, bajo sanción de nulidad y responsabilidad funcional. Ningún hecho anterior a dicha fecha puede ser calificado como delito de lesa humanidad o crímenes de guerra”.

 

Es el principio de irretroactividad de toda norma jurídica.

 

Caminos a tomar

 

Al ser una norma polémica y con efectos políticos más que jurídicos, los detractores de la norma publicada tendrán que recurrir al Tribunal Constitucional mediante una acción de inconstitucionalidad para determinar si se les da la razón o no, con lo cual se zanjaría la controversia que abrió el propio TC con su interpretación de 2011.

 

El otro camino es cómo resolverán los jueces casos puntuales que se presenten en sede nacional luego de la entrada en vigencia de la norma en nuestro ordenamiento jurídico. Podrán aplicar la ley 32107, ya vigente (y como indica la norma bajo “responsabilidad funcional”), o, mediante el control difuso, inaplicar la norma al caso que deben resolver. De inaplicar la norma en un juicio concreto, cualquier acusado podrá recurrir a una acción garantista como el habeas corpus para solicitar su libertad, acción que llegaría en última instancia al propio TC.

 

Jurídicamente, lo idóneo, es que el Tribunal Constitucional zanje definitivamente el asunto de una u otra manera en sede nacional.

 

Como vimos, en los organismos supranacionales, como la Corte Interamericana de DDHH, ya en 2004 no observaron la fecha de entrada en vigencia de la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad por parte del estado peruano, por lo que hacerlo ahora sería contradictorio con lo que manifestó en su oportunidad.

 

Hay que tener en cuenta que la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad no puede significar una persecución eterna, libre, abierta y arbitraria como plantean los que promueven que el convenio sea retroactivo. Aparte que resulta kafkiano juicios que se prolongan por 30 o 40 años, con inculpados que en el camino ya han muerto.

 

Existen ciertas garantías procesales a favor del inculpado, como la irretroactividad de toda norma y el principio de legalidad. Ese fue el gran avance en el derecho penal contemporáneo y uno de los pilares de lo que se conoce como Estado de Derecho; caso contrario, estaríamos regresando a los tiempos de los juzgamientos arbitrarios, juzgamientos de esa naturaleza que sobre todo se han producido en dictaduras o gobiernos autocráticos.


Tuesday, August 13, 2024

LA LEY NETFLIX

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


El Decreto Legislativo 1623, más conocido como “la ley Netflix”, grava con el Impuesto General a las Ventas (IGV) a los servicios digitales y bienes intangibles importados a través de internet a favor de personas naturales que no realicen actividad empresarial (desde las plataformas de streaming, pasando por las apps de juegos y apuestas, taxis por aplicativo, youtube premium, conferencias virtuales tipo zoom hasta aquellas que ofrecen cursos en línea).

 

En teoría la norma es idónea. Se entiende que los servicios digitales proporcionados por empresas no domiciliadas en el país (como es el caso del servicio de streaming y otros) deben tributar, como cualquier empresa domiciliada. De allí que en un primer momento la autoridad tributaria “exhortará” a la empresa no domiciliada a que se inscriba en el Registro Único de Contribuyentes, fijando un domicilio y representante legal dentro del territorio nacional. De no hacerlo, se procederá a la retención del IGV a través del pago por el servicio que realicen los usuarios por medio de los bancos, actuando estos como sujetos retenedores.

 

Existen tres tipos de tributos: los impuestos, las contribuciones y las tasas. Los impuestos no requieren de una contraprestación del estado a favor del contribuyente, por lo que sirven para los gastos en el mantenimiento del propio estado. Por otra parte, el impuesto general a las ventas es un impuesto “ciego” porque grava los bienes o servicios que toda persona adquiere, sin importar las rentas que tenga (gravará a un pobre o a un rico de igual manera).

 

Vamos a analizar algunas aristas que puede conllevar la norma aprobada.

 

Apreciaciones críticas

 

1.- Sabemos que el estado peruano ha aumentado su tamaño considerablemente y arrastramos desde hace varios años déficit fiscal (se gasta más de lo que se tiene). Ello se ha agudizado con el manejo dispendioso por parte del Ejecutivo y leyes populistas que el Parlamento nacional ha aprobado últimamente. Contrataciones de personal por favor político, creación de nuevas entidades, gastos superfluos o compras sobrevaloradas producto de la corrupción de funcionarios, hacen que los gastos del estado sean mayores y se requiera más dinero.

 

En otras palabras, los gobiernos sucesivos no han planteado una reforma interna del estado para que sea más eficiente y económico, sino que han buscado más dinero para solventar los gastos. No es secreto que la recaudación tributaria nacional está a la baja, siendo “la ley Netflix” una medida extrema, “raspar la olla” como se dice comúnmente, debido a que optimistamente se obtendrá solo unos 800 millones de soles en recaudación anual.

 

2.- Digo optimistamente, porque puede ser el caso que, al ser gravados los servicios digitales, no se llegue a esa suma ideal, sino una mucho menor por la evasión fiscal y la informalidad reinante en nuestro país, con un aproximado de 80% de empresas informales.

 

Ello puede generar que muchas personas naturales salgan de la formalidad de contratar el “servicio original” y pasen a las llamadas “empresas piratas” que ofrecen el mismo servicio por un precio mucho menor y sin impuesto obviamente, por lo que va a requerir una gran fiscalización por parte del estado, capacidad que dudamos tenga a esos niveles (en una labor de hormiga tendría que perseguir a infinidad de empresas informales de dentro y fuera del país y a millones de usuarios desperdigados en todo el territorio nacional).

 

El fenómeno ya se produjo en el pasado con la venta de Cds y Dvds piratas y las campañas de formalización que fueron un absoluto fracaso. Este fenómeno se produjo sobre todo por el alto costo del original de un álbum musical o una película, por lo que la mayoría de las personas optaban por los llamados “productos pirata”, de menor precio (y menor calidad) pero más accesibles para el común de la gente.

 

La piratería de los Cds y Dvds bajó notablemente gracias al streaming que, por un precio módico, se tenía películas y series de entretenimiento, coadyuvado con los televisores inteligentes y el servicio de internet que comenzaron a bajar de precio. Digamos que la tecnología “mató” el negocio de la piratería, no las campañas de fiscalización que de vez en cuando se efectuaban requisando productos ilegales.

 

Algo similar podría pasar ahora. Es posible que un porcentaje de los usuarios actuales o futuros migren a servicios piratas que ofrecen lo mismo, pero a un precio menor, o se compren cuentas en el extranjero, mucho más baratas que las locales.

 

Si en campañas contra bienes tangibles ilegales (los cd y dvd piratas) el estado fracasó en sus metas; suponemos que en la venta de servicios intangibles y más sofisticados como los de la norma aprobada, será mucho más complicado perseguir y sancionar a las empresas que los ofrezcan en forma ilegal dentro o fuera del país. Cerrará una empresa y se abrirá otra, como está sucediendo en otras latitudes.

 

3.- Otro factor que incidirá en la recaudación y en que aumente o no la “piratería digital” es conocer si las empresas de streaming o las apps de apuestas y juegos virtuales no domiciliados, decidan trasladar el 18% entero del IGV al consumidor final o solo una parte del mismo. El motivo es la competencia entre las propias empresas que ofrecen servicios similares. Van a evaluar ese factor antes de cargar enteramente el impuesto al consumidor final. Ello será importante para saber si la medida tendrá éxito o no, pero la decisión se encuentra en manos de los privados, no del estado.

 

4.- Como lo han resaltado varios tributaristas, el Estado hace décadas vive de los impuestos indirectos como el IGV. No solo porque es excesivo (equivale a casi la quinta parte del bien o el servicio a adquirir), sino porque en teoría debería ser un impuesto secundario frente al impuesto a la renta que grava los ingresos de las personas, naturales o jurídicas, y del cual hasta ahora no se ha visto ninguna reforma.

 

Presumimos que el facilismo de recaudar el IGV (el banco al final de cuentas es el sujeto retenedor que debe poner a favor del estado la suma retenida) ha dirigido el aprovechamiento de un impuesto sobradamente explotado. Una reforma para disminuir la informalidad o ampliar la base de los sujetos que tributan demandaría años antes de ver los frutos, por lo que recurrir al facilismo de usar un impuesto indirecto como el IGV es más viable, sobre todo para un estado que se encuentra en déficit desde hace mucho tiempo.

Tuesday, August 06, 2024

LOS LÍMITES DEL NACIONALISMO

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


El nacionalismo es una palabra bastante ambigua y que, de llegar al poder, puede cubrir gobiernos democráticos o autoritarios, de derecha o de izquierda. El gobierno de Hitler fue un gobierno nacionalista y ya conocemos cómo terminó. Pero sin ir muy lejos, los gobiernos de Evo Morales o Rafael Correa fueron considerados también nacionalistas; y el de Humala empezó bajo las banderas del nacionalismo, con un programa de gobierno que se llamó la gran trasformación.

 

Desde la gobernanza, el nacionalismo se puede definir como un gobierno que privilegia lo nacional frente a lo foráneo; y si es de izquierda, dentro de lo nacional, prioriza a los sectores menos favorecidos de la sociedad y revalora lo llamado autóctono. El “pueblo” o sus sinónimos es una constante en los discursos nacionalistas. Gobiernos nacionalistas en la región fueron el de Juan Domingo Perón en la Argentina del siglo pasado, favoreciendo populistamente a los llamados descamisados, o el de Juan Velasco Alvarado (1968-75), con una serie de medidas reformistas bajo el binomio pueblo-fuerza armada que trasformaron a la sociedad más allá de los calificativos de valor que merezca su gobierno. Ya no hablemos de los estados-nación en la Europa del siglo XIX, con idioma propio por añadidura. El romanticismo europeo en las artes y las letras tuvo un típico rasgo nacionalista.

 

Los límites del nacionalismo están precisamente en tomar un camino u otro. No todo nacionalismo es de izquierda (ejemplo: la Agrupación Nacional en Francia es de derecha y xenófobo por añadidura, Vox en España de igual manera). O como un nacionalismo que comienza en la izquierda y deviene luego hacia la derecha, casos existen y bastantes, comenzando por casa. Precisamente al ser el nacionalismo una ideología bastante gaseosa, amorfa, puede pasar de un extremo a otro, sin necesidad de demasiados cambios en su “pensamiento”.

 

Y el otro gran problema es cómo se aplica el nacionalismo en democracia.

 

Hay nacionalismos que llegaron al poder por el voto popular e instalados en este, se volvieron autoritarios, convirtiéndose en explosivos y peligrosos (el gobierno de Hitler en la Alemania de los treinta, el de Hugo Chávez en la Venezuela del 2000 o el ruso en la era Putin). En cambio, el nacionalismo que respeta la democracia va a implicar consensos y aceptación del otro. No es fácil. Reivindicar, por ejemplo, razas postergadas, sin que implique eliminación de los demás. Nace el concepto de lo plurinacional.

 

Los nacionalismos pueden ser xenófobos, de aversión a todo lo extranjero y de valoración superlativa de lo “autóctono”; llegando a eliminar a los otros si acceden al poder como en la Alemania nazi y el prototipo del ario puro como “la raza superior”.  En el otro extremo puede parecer folclórico y hasta cómico, como la “raza cobriza”, emblema de lo nacional en la ideología de don Isaac Humala, padre del expresidente Humala. O abjurar de toda herencia cultural de la conquista, como sucede con muchos grupos nacionalistas, cuyos integrantes llevan nombres españoles, desconocen las lenguas nativas y hablan el castellano por añadidura.

 

El marbete de nacionalismo también puede encubrir cualquier aventura política en nombre de los desposeídos.  Y terminar en comedia o, peor aún, en tragedia, como en la Venezuela post Chávez. O llegar a extremos superlativos en la cultura y sociedad, como en la Cataluña actual, abandonando el cosmopolitismo que la caracterizó en décadas pasadas (allí se gestó el boom de la novela latinoamericana en los años sesenta del siglo pasado) y abogar por una separación política de España.

 

A diferencia de lo que creen ciertos liberales, no todo nacionalismo es malo. Es más, se puede ser un liberal con toques nacionalistas. Siempre es bueno en una cuota moderada, para la estima nacional y sin que haga daño a propios o extraños, como sucede con nuestra gastronomía, reconocida mundialmente. Es una forma de nacionalismo positivo que permite cohesionar socialmente a una nación heterogénea como la nuestra. Y si nos ponemos un poco intelectuales, podemos incluir dentro de este nacionalismo positivo a nuestra prosa. Tenemos una pléyade de narradores y ensayistas de primer nivel, y con cierto orgullo nacional, hasta un Premio Nobel. Y ya no hablemos de los poetas, entre vivos y muertos, muy reconocidos afuera.

 

El nacionalismo es nefasto cuando se sale de toda proporción (creer por ejemplo en razas superiores o en que nuestra gastronomía es la mejor del mundo), o cuando accede al poder con políticas de exclusión y hasta de exterminio del Otro. Pero, en dosis moderadas hasta es bueno, implica autoestima de un pueblo por lo suyo.

Tuesday, July 30, 2024

MADURO, EL ETERNO PRESIDENTE

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Las elecciones para presidente en Venezuela donde contra todo pronóstico Nicolás Maduro ha sido ungido como el ganador de la contienda, hace recordar las elecciones amañadas que practicaban los dictadores que ha tenido América Latina. Ahí está Trujillo en República Dominicana dando una apariencia democrática a sus constantes reelecciones o los Somoza en Nicaragua con su tradición dinástica (ahora reemplazada por los Ortega). Repúblicas bananeras como se decía con desprecio. Venezuela se ha convertido en una de ellas hace buen tiempo.

 

En estos regímenes es muy difícil sacarlos del poder por los fuertes intereses de fuera y de dentro para que se mantengan. Algunos estaban ilusionados en una transición a la chilena, manteniendo el chavismo cuotas de poder, sobre todo en las FFAA, pero para que se produjera se requería cierto nivel de institucionalidad del cual adolece Venezuela. (Pinochet en Chile no amañó sino respetó el plebiscito por el cual el pueblo le dijo “no” a la continuación de su gobierno debido a la institucionalidad que goza Chile, aún en dictadura, algo difícil de sostener en Venezuela o en otros países de la región).

 

De país próspero gracias al petróleo, hoy Venezuela debe estirar la mano y mantener contenta con los latrocinios a la cúpula que gobierna. Se está convirtiendo en ese país pobre y sin libertades, inimaginable para los venezolanos hace treinta años. Sin pan y sin libertad, ayudada por Cuba, su gran aliado en la región.

 

Esas transiciones pacíficas las veo difíciles en Venezuela, por lo menos ahora. Tampoco los pronunciamientos de las cancillerías o los retiros del cuerpo diplomático van a sacudir al dictador, ni siquiera se va a sonrojar. Tendría que pasar un hecho dramático muy grave que permita la apertura democrática o que la cúpula en el poder se comience a fragmentar y gane fuerza la alternativa que busque el abandono del régimen y negociar con la oposición ciertas prebendas. Ello incluye a la cúpula de las FFAA, muy cercanas al régimen. Por el momento no creo existan las condiciones para ello.

 

Sirva como lección que todo populismo como el chavismo en su momento solo convierte en más pobres y sin libertades a quienes los llevan al poder. Muchos de los venezolanos en la diáspora votaron por Chávez creyendo que venía una era de prosperidad para todos. El elegir candidatos antisistema que prometen la tierra prometida trae más miseria al pueblo. Después es difícil sacarlos del poder.

Tuesday, July 23, 2024

DUNE: IDEOLOGÍA Y JUSTIFICACIÓN DE LAS GUERRAS SANTAS

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


La adaptación al cine de la novela de Frank Herbert rondaba desde los años 70, siendo Alejandro Jodorowsky el encargado de llevarla a la pantalla; pero, el desmesurado proyecto del chileno, la cantidad de horas que iba a tener el filme y el presupuesto que se desbordaba más allá de todo límite hicieron cancelar la adaptación hasta nuevo aviso. Por lo que quedó (existe un documental al respecto) iba a ser una recreación de la novela en ese estilo hiperrealista propio de Jodorowsky. Por cierto, el diseño visual y argumentativo del proyecto inspiró películas de la época como Star wars, Alien, Blade runner o la célebre Terminator.

Los elementos de la novela eran bastante atractivos para llevarlos al cine, así que, ante el fallido proyecto de Jodorowsky y habiendo comprado los derechos de la novela Dino de Laurentis, habría que esperar a 1984 para la primera adaptación.  

Luego de descartar algunos nombres y ante el éxito que tuvo el film El hombre elefante (1980), el convocado fue David Lynch. Si bien los efectos especiales no fueron los mejores, su adaptación de Dune (1984) no es mala; aunque, resumir una compleja novela en poco más de dos horas era un reto difícil, hasta para el mismo Lynch. El final del filme daba a entender una continuación, pero vista la baja taquilla que tuvo en su estreno, esta nunca llegó. Actualmente se la considera como una película de culto.

 

Habría que esperar casi 40 años para una segunda adaptación cinematográfica. El encargado fue el canadiense Denis Villeneuve, imaginamos por contar en su haber con el inquietante filme de ciencia ficción La llegada (2016), pero sobre todo por los méritos de Blade runner 2049 (2017), notable secuela de la célebre película distópica de Ridley Scott.

 

Si bien la novela por fines comerciales ha sido catalogada como una de space opera, Dune es compleja y de ritmo lento. Sus personajes tienen largas interiorizaciones de sus dudas o de lo que piensan del otro, lo que interrumpe la acción a la que se encuentra acostumbrado un lector de este tipo de libros. De las casi 800 páginas, en las cien primeras el lector lego en la trama, desconoce hacia dónde lo lleva. El inicio es una presentación bastante morosa de los personajes y en especial de la familia del Duque Leto. Se usan muchos nombres propios de la religión musulmana, a tal punto que el autor tuvo que agregar como anexo al final de la novela un diccionario de términos. Y, el desenlace es una suerte de anticlímax. No es el héroe que se comporta en forma altruista. Paul más que como mesías se comporta como ganador de la batalla, repartiendo el botín de guerra y lo que le toca, incluyendo la mano de la hija del emperador, lo que consolidará su ascensión al trono.

 

La novela de Frank Herbert trata precisamente temas como la lucha por el poder y la religión como sustento del orden social y político, organizado maquiavélicamente por las Bene Gesserit, hermandad monástica femenina y que tras bastidores organiza alianzas, planifica líneas de sucesión genética, planea intrigas o elimina rivales. Más que una novela de ciencia ficción, Dune es una novela de intrigas políticas, ambiciones desmesuradas y mesías que justifiquen un orden dominante. Y detrás de todo ello la eterna condición humana, igual ahora que en el pasado o en un futuro lejano.

 

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Para la adaptación, Villeneuve ha contado con un respetable presupuesto y la confianza que se tendrá una trilogía, de la cual las dos primeras partes ya han sido proyectadas.

 

La primera parte (2021) es una presentación de los hechos y los personajes hasta la traición que sufre el Duque Leto y la masacre de casi la totalidad de los atreides.

 

La segunda parte (2024), luego de contactarse Paul y su madre Jessica con los fremen, permite adentrarse a temas que son actuales como las guerras de liberación nacional o las justificaciones políticas para las guerras santas que están asolando el mundo.

 

Tanto el filme como la novela terminan con la ascensión de Paul al trono de emperador del universo conocido, con lo cual concluye la primera novela de la saga, cuyo argumento ha sido respetado con ligeros cambios (frente al éxito de la primera entrega, Frank Herbert escribió hasta seis novelas sobre Dune; luego su hijo continuó con la saga).

 

¿Es Paul el mesías que los fremen esperaban? ¿Se cree Paul realmente el mesías? ¿El mesías es solo una invención para sostener un orden social y político como se da a entender en la novela? El mismo Paul se hace estas preguntas. Como apuntamos, la novela tiene muchas preguntas de los personajes, inquietudes, introspecciones de los mismos. La versión de Lynch quiso rescatar esos momentos interiores, aspecto que ha obviado la versión de Villeneuve.

 

Como todo mesías implica una serie de profecías y la constitución de una religión más o menos orgánica en torno a este, con los correspondientes mitos y organización jerárquica. Todas las grandes religiones han tenido un mesías, un “enviado de Dios”.

 

Pero no solamente es lo sagrado de “aquel enviado por Dios”, sino el uso político y bélico que se le da. Religión y política. Las justificaciones que pueden derivar para una “guerra santa” contra los “infieles”. La yihad. Las semejanzas con la realidad presente son más que evidentes.

 

Religión y política siempre han ido de la mano. La religión sirve para controlar el orden social. Las Bene Gesserit tienen por misión que la galaxia marche en un orden definido. Es un poder religioso que se utiliza para un control político. Toda religión usada en un contexto sirve como pretexto político y justificación de guerras. Ese aspecto es el que desarrolla el filme, con el agravante de irse construyendo como mesías el personaje principal, contando con la ayuda de la madre, Jessica, convertida en Reverenda madre entre los fremen y que astutamente acentuará los presagios de las profecías a favor de su hijo para que gane adeptos y poder. (En la novela el mito del mesías lo difundieron en un tiempo remoto las propia Bene Gesserit a fin de controlar a los fremen y mantener en orden el imperio).

 

Es curioso que, en ese contexto, un grupo de los fremen cree a pie juntillas en la llegada del Mesías encarnado en Paul, mientras otro grupo encarnado por la propia Chani, pareja de Paul, no cree en un mesías de fuera, sino en la liberación de su pueblo por los propios fremen. No creen en una guerra santa, sino en una guerra de liberación nacional. (El personaje de Chani es más convencional y resignado en la novela, en la adaptación de Villeneuve posee más independencia de criterio).

 

La tercera parte, El mesías de Dune, adaptación de la segunda novela de Frank Herbert, se encuentra en desarrollo, sin fecha precisa, pero con Denis Villeneuve al mando todavía, salvo cambios imprevistos de producción.

 

Dune trata temas de actualidad, como los fanatismos religiosos que se creía extintos. La justificación es la misma: castigar a los “infieles”, la razón está de parte de quien mata en nombre de Alá o de Jehová, el nombre es un símbolo, por lo que está fuera de discusión las creencias que motivan la guerra. Si no se tiene nada que perder y se tiene la convicción de luchar por lo justo, no sorprende que prenda entre tantos seguidores. Así ha sido en todas las guerras, religiosas o laicas, siempre al amparo de una ideología. Dune pone en evidencia un hecho que es de palpitante actualidad.

Sunday, July 14, 2024

LA CHICA DE LA TELE

 Eduardo Jiménez J.

jimenezjeduardod@gmail.com

@ejj2107


Solo pocos pueden mantenerse veinte años consecutivos en la televisión. Yola Polastri fue una de esas escasas figuras que marcan una época. Es muy posible que ese ritmo frenético que comenzó a temprana edad le haya pasado factura en el ocaso de su vida. No es fácil. Requiere mucha disciplina, constancia, tesón, luchas y, sobre todo, innovarse. Recrearse constantemente. Yola lo hizo con méritos, enfocada en su público objetivo: los niños.

 

Aparece cuando los programas para niños eran bastante naif y en blanco y negro. El tío Johnny y la señora gallina en un canal y Cachirulo y Copetón y las marcianitas en el otro. Era la época en que solo existían tres canales de televisión y ni remotamente había aparecido la señal digital, ni menos la tv por cable o el internet. No había mucho de donde escoger.

 

El año de su debut, 1972, en pleno gobierno militar. Y naturalmente la frescura de una chica de 22 años, carismática y empática, cautivó a los niños. Desde allí fue llamada la chica de la tele. Era difícil competir con ese torbellino que apareció en la televisión nacional.

 

Pero, a diferencia de los programas infantiles de ese entonces, Yola supo recrearse constantemente. Renovar vestuario, juegos, la pauta del programa. Porque no solo era la animadora que le ponen un guion, sino la productora del programa. De allí sus constantes viajes a Miami de donde traía ideas y vestuario, en una época donde no sabíamos que había programas similares en otras latitudes.

 

La pregunta final en toda entrevista era por qué no se casó y tuvo hijos. Pretendientes debe haber tenido, y para escoger, pero su independencia de carácter le impedía estar sujeta a otra persona. Lo dijo con un ejemplo. Si yo puedo cambiar un foco en mi casa, para que voy a tener un marido que cambie el foco. Sin proponérselo fue una abanderada del feminismo y la independencia económica de la mujer. Y, en cuanto a los hijos. En esa época la subrogación asistida o la inseminación artificial no estaban de moda y sus niños del programa pasaron a ser una suerte de hijos putativos.

 

Muchos creen que la tv era su principal fuente de ingresos. Como ella misma declaró, la tv en esa época no pagaba tanto. Su principal fuente de ingresos fueron los shows en vivo, era infaltable en la Feria del Hogar en los años 80, el merchandising con muñeca propia incluida y los discos de vinilo que sacaba en promedio uno por año, en una época en que la piratería no existía. En qué fiesta infantil no faltaban las canciones de Yola. A diferencia de los animadores que la precedieron, supo marketearse, venderse a su público objetivo. Ahorrar para la vejez.

 

Sí, porque esto de la tele no es eterno. En los 90 aparecieron otros programas infantiles, como Nubeluz, más sofisticados y con animadoras más jóvenes. Los almanaques no pasan en vano. Pero, no se retiró totalmente a sus cuarteles de invierno. En su imponente casa-taller de La Molina continuó formando burbujitas y apareciendo ocasionalmente en especiales y shows en vivo. Hasta la pandemia estuvo activa.

 

Yola Polastri, Kiko Ledgard, Augusto Ferrando, Genaro Delgado Parker en la producción, son algunos nombres de aquella época ahora remota y legendaria de la televisión nacional, cuando todo estaba por hacer y, como en la novela de García Márquez, nada tenía nombre.

Monday, July 08, 2024

¿CINE CON VALORES DEMOCRÁTICOS?

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


El proyecto de ley de la congresista Adriana Tudela acerca de una ley de cine ha tenido detractores y defensores. El flanco más criticado ha sido si la nueva ley censuraría proyectos concursables que sean incómodos al gobierno de turno. Por otro lado, ¿se podrá regresar, como algunos plantean, a las cuotas obligatorias de pantalla, como fue en el gobierno militar?

 

Debemos tener presente que hace muchos años que el cine nacional se divorció de su audiencia nativa. Películas que antes eran vistas por medio millón de espectadores es un sueño de una noche de verano en el ahora de cualquier cineasta nacional. Ni el cine comercial peruano llega a esas cifras y generalmente pasa sin pena ni gloria por la cartelera local.

 

Es cierto que el DL 19327 del gobierno militar propició en veinte años de vigencia todo un semillero de jóvenes cineastas. Francisco Lombardi, la figura emblemática de aquella generación, no habría podido desarrollar su vasta obra si no fue bajo el amparo del DL del general Juan Velasco Alvarado. Cuotas de pantalla obligatorias, parte de la taquilla para un fondo de cine, innumerables documentales y cortos hubieran sido imposibles sin el DL 19327.

 

Las ventajas comparativas de aquella ley son imposibles ahora. Menos obligar a cuotas de pantalla a las exhibidoras, anegadas de blockbusters de todo tipo. Los canales de difusión del cine han cambiado también. Cada vez son menos los que asisten a ver un filme a pantalla completa y prefieren verlo en la comodidad de su hogar. Lo digital ha venido a revolucionar las formas de hacer y ver cine.

 

El quid del proyecto de la congresista Tudela es lo que se podría calificar como qué atenta contra los valores del sistema democrático o haga apología de la violencia y el terrorismo como para no darle fondos en un proyecto concursable.

 

Mirado en blanco y negro es razonable poner esos filtros. Es sensato, más si se trata de fondos donde está en juego dinero público, de todos los contribuyentes. El problema está en los grises, en lo fronterizo y quién calificaría si el filme va en contra de los valores democráticos o hace apología del terrorismo.

 

En otras palabras, si se trata de funcionarios serviles del gobierno de turno es probable que muchos proyectos en esa zona gris o ambigua no pasarían. Sería una censura indirecta.

 

Películas como La última tarde (2016) de Joel Calero, donde los personajes principales son dos ex terroristas no pasaría los estándares de clasificación que propone el proyecto. Y tengo entendido que La piel más temida (2024) del mismo director está en una zona mucho más gris y ambigua que propició calificativos de proterrorista de cierta crítica, sin serlo me parece. De repente hasta el documental La revolución y la tierra que trata sobre la reforma agraria del gobierno de Velasco podría ser calificado de atentar contra los valores democráticos. Ya no hablemos de películas sobre la vida de Javier Heraud que sacan ronchas a cierto periodismo de opinión.

 

En fin, ese es el tema. De aprobarse el proyecto de ley, quién calificaría si un proyecto concursable va contra los valores del sistema democrático o es apología del terrorismo. Los valores democráticos se entiende. Lo de quién se hace cargo de decidir qué es y no es, ahí está el detalle.

 

No es tanto los ojos, sino el anteojo.